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viernes, 21 de septiembre de 2018

Lo indefendible: Idlib y la izquierda

Leila's blog

Traducción para Rebelión de Loles Oliván Hijós.

El sábado pasado los ataques aéreos del régimen y rusos se intensificaron en Idlib en lo que parece ser el preludio de la campaña anunciada para recuperar el control de la provincia. Solo un día antes, miles de hombres, mujeres y niños sirios tomaron las calles en más de 120 ciudades y pueblos en las restantes áreas liberadas coreando el lema “elegimos la resistencia”.

Se manifestaban por sus vidas. Idlib alberga en la actualidad a tres millones de personas, un tercio de las cuales son menores. Más de la mitad de la población actual son desplazados o han sido evacuados por la fuerza a la provincia desde otros lugares. Tienen escasas opciones para huir del asalto. Las fronteras están cerradas y no quedan zonas seguras. Pero no quieren ser expulsados de sus hogares por la fuerza. En las protestas muchos portaban pancartas en las que se leía el rechazo al llamamiento del enviado de la ONU Staffan de Mistura solicitando que los civiles sean evacuados a zonas controladas por el régimen, donde podrían desaparecer en cámaras de tortura o ser reclutados por la fuerza, como les ha sucedido antes a otros. La 'reconciliación' en el contexto sirio significa volver al sometimiento, a la humillación y a la tiranía.

Las pancartas y las consignas lo dejaban claro: el objetivo de las protestas era evitar un ataque del régimen y de los que le apoyan, mostrar al mundo que hay civiles en Idlib cuyas vidas están amenazadas, y seguir afirmando su rechazo a Assad. Entre la multitud resonaba el lema “as shaab yurid isqat al nizam” (la gente quiere la caída del régimen) rememorando los primeros días del levantamiento. No solo protestaban por el fascismo interno sino también por los imperialismos extranjeros, el de Rusia y el de Irán, que respaldan al dictador en su campaña para acabar con la oposición interna.

Sin embargo, una vez más, los llamamientos de los manifestantes pacifistas sirios han sido ignorados por la “izquierda pacifista” occidental. En lugar de pedir que se ponga fin al bombardeo o reclamar apoyo para las víctimas de la guerra, muchos han preferido comprar el discurso del régimen –“guerra contra el terrorismo”– que sostiene que el objetivo del asalto es eliminar a los combatientes yihadistas. Una falacia que debería haberse desvanecido el sábado. El hospital Sham de la aldea de Has, en el sur de Idlib, fue blanco de bombas de barril y misiles hasta quedar fuera de servicio. Se habían trasladado sus instalaciones bajo tierra, a una cueva, en un fútil intento final de protegerlo del bombardeo aéreo. Según la Unión de Organizaciones de Asistencia Médica y Socorro, tres hospitales, dos Centros de Defensa Civil y un sistema de ambulancias fueron atacados los días 6 y 7 de septiembre en Idlib y el norte de Hama, dejando a miles de personas sin atención médica.

Los grupos extremistas tienen presencia en Idlib –algunos han sido enviados por el propio régimen tras evacuarlos de otros lugares. Hayaat Tahrir Al Sham (HTS), que tenía antes vínculos con Al Qaeda, domina gran parte de la provincia con sus 10.000 combatientes. Sin embargo, lejos de ser un “bastión de Al Qaeda”, HTS no ha conseguido el apoyo de la mayor parte de la población que continuamente ha opuesto resistencia a la presencia del grupo y a su ideología reaccionaria. En las protestas del viernes pasado en la ciudad de Idlib HTS disparó munición real para disolver la manifestación. La multitud rápidamente se volvió contra sus combatientes llamándolos shabiha (insulto que antes se reservaba para los matones del régimen) y gritando “Jolani fuera”, en referencia al líder del grupo.

Muchos sectores de la 'izquierda' sostienen que entre una población de tres millones de individuos no queda 'buena gente' a la que apoyar. O consideran que la presencia de unos cuantos miles de extremistas es justificación suficiente para arrasar Idlib hasta dejarla en ruinas y castigar colectivamente a sus residentes. Obvian a la mayoría invisible de los sirios y sirias que no usa armas para imponer su poder como si fueran irrelevantes. Han elegido ignorar a quienes han resistido toda forma de autoritarismo y a quienes se han comprometido a crear un futuro mejor para sus familias, sus comunidades y la sociedad en general. [Esa izquierda] Presenta un binario grotescamente simplificado en el que la alternativa se dirime entre Assad y Al Qaeda como si el conflicto y el arraigo de la intensa lucha social se redujera a un mero partido de fútbol entre dos equipos. La parte a la que respaldan es un régimen fascista –porque al menos es “laico”–, un régimen que arroja a los niños a la muerte mientras duermen, que opera en campos de muerte en los que se tortura a los disidentes hasta morir y que ha sido acusado por la ONU de “crimen de exterminio”. A cualquiera que se resista a regresar al control del régimen se le tacha de enemigo y se convierte en objetivo legítimo a atacar. Libertad, democracia, justicia social, dignidad son metas a las que solo deberían aspirar los occidentales. El resto debería callarse y hacer las paces.

Desde esta visión internacional siniestra y racista, todo el mundo es de Al Qaeda o simpatizante. Que haya mujeres en las comunidades rurales y conservadoras que no se visten como las mujeres occidentales o que tienen que vencer valientemente numerosos obstáculos y amenazas a su seguridad para participar en la esfera pública (como hicieron en las protestas del viernes pasado) se considera muestra de sus inclinaciones terroristas, justificación en sí misma para su aniquilación. En lugar de solidarizarse con las valerosas mujeres de Idlib que se resisten tanto al régimen como a otros grupos armados extremistas y que luchan por superar costumbres sociales tradicionales y patriarcales profundamente arraigadas, prefieren apoyar a un Estado que envía milicias para llevar a cabo campañas de violaciones masivas en comunidades disidentes o que inserta ratas en las vaginas de las mujeres detenidas. La deshumanización de los sirios y de las sirias se ha planificado de tal manera que muchos se resisten a creer que entre el caos y los señores de la guerra pueda haber seres humanos comunes y corrientes dignos de apoyar, personas como “nosotros”.

Cuesta entender que las devastadoras campañas de bombardeos llevadas a cabo por el Estado sirio y por Rusia en áreas residenciales densamente pobladas que han matado a cientos de miles de personas, puedan ser ignoradas por cualquiera que se declare militante “contra la guerra”. Parece que las vidas sirias solo importan cuando son destruidas por bombas occidentales. El “antiimperialismo” de hoy se está utilizando como tapadera de apoyo a regímenes totalitarios por personas lo suficientemente privilegiadas como para no haber experimentado nunca lo que es vivir bajo su yugo. No contentos con ignorar los crímenes de guerra y otras atrocidades masivas, pretenden que se absuelva a los culpables y niegan que hayan ocurrido atrocidades. Circulan por doquier teorías conspirativas –a menudo originadas en el Estado ruso o en los medios de extrema derecha– sobre ataques químicos y “falsas banderas” que solo pretenden blanquear los crímenes del régimen y justificar el ataque contra civiles y trabajadores humanitarios. Siria se ha convertido en motivo de conversación para marcarse puntos políticos sin pensar dos veces en el peligro real que tales acusaciones falsas crean para la vida de las personas, ni en el profundo dolor y la ofensa que causan a las víctimas.

En su reciente libro, Indefensible: Democracy, Counter-Revolution and the Rhetoric of Anti-imperialism [Indefendible: Democracia, contrarrevolución y la retórica del antiimperialismo], Rohini Hensman se pregunta “cómo ha llegado a usarse la retórica del antiimperialismo para apoyar las contrarrevoluciones contrarias a la democracia en todo el mundo”. Argumenta que hay tres clases de “pseudo-antiimperialistas”. Los primeros son los que creen que “Occidente es el único opresor en todos los contextos”, obran desde un “etnocentrismo occidental” que los hace ajenos al hecho de que gentes de otras partes del mundo tengan como ellos voluntad propia, y que puedan ejercerla tanto para oprimir a los demás como para luchar contra la opresión”. La segunda categoría son los “neo-estalinistas” que “apoyarán cualquier régimen respaldado por Rusia, no importa lo derechista que sea”. El tercero “está compuesto por tiranos e imperialistas, perpetradores de crímenes de guerra, crímenes de lesa humanidad, genocidios y agresiones, que apenas reciben un atisbo de crítica occidental, reclaman de inmediato que están siendo criticados por ser antiimperialistas”.

Para apoyar su argumento, Hensman ofrece una descripción detallada del verdadero antiimperialismo en oposición al “pseudo-antiimperialismo” a través de casos de estudio en Rusia y Ucrania, Bosnia y Kosovo, Irán, Iraq y Siria. Demuestra cómo autodenominados “izquierdistas” han apoyado reiteradamente a regímenes autoritarios contra las luchas democráticas populares, difundiendo la intolerancia antimusulmana, construyendo alianzas tácticas con fascistas, diseminando teorías de la conspiración y propaganda del Kremlin/o del Estado, participando en la negación del genocidio o en las atrocidades y culpando a las víctimas. Su excelente libro viene a recordar oportunamente que las narrativas propagadas en torno a Siria, en las que una extrema izquierda se hace eco de argumentos de la extrema derecha y en las que se prioriza la geopolítica sobre las luchas y las vidas de las personas, son ejemplo inquietante de algo mucho más profundo.

Mientras las bombas caen sobre Idlib, son pocos los sirios y sirias que esperan ver manifestaciones internacionales en apoyo de su causa o en defensa de sus vidas. Aquellos que reivindican el “internacionalismo” los abandonaron y se retiraron al aislacionismo o, peor aún, a la apología del fascismo. Si no se hace frente e esta cuestión, no será posible construir un movimiento internacional contra el autoritarismo, el imperialismo, la guerra y el capitalismo. Mientras tanto, los horrores que llevaron al mundo a declarar “nunca más” volverán a repetirse una y otra vez.

Fuente:
https://leilashami.wordpress.com/2018/09/14/indefensible-idlib-and-the-left/#more-970 .

Publicado inicialmente en Freedom

P. D.: Tiene toda la pinta de tratarse de una Fake News. Incluso el lugar original de publicación "Freedom" parece avalarlo. Los servicios secretos occidentales tienen una especial querencia por llamarse Free, Freedom, etc., después se olvidan de la libertad como en Kosovo, Irak, Libia, Yemen, Afganistán, la antigua Yugoeslavia. Siempre aparece una llamada a la libertad, a los derechos Humanos, y después de cambiado los gobiernos por uno prooccidental, "si te vi no me acuerdo". Estamos hartos de la utilización a sangre y fuego de los instrumentos llamados Derechos Humanos, o Libertad como palanca para apoderarse de las riquezas minerales o geopolíticas y aumentar su influencia en el mudo