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viernes, 13 de septiembre de 2024

_- A las señoras de la limpieza

_- Todos los años, desde que comencé a escribir en este espacio hace ahora veintiún años, he dedicado un artículo por estas fechas a dar la bienvenida al nuevo curso escolar.

Habituados a este prodigio de la sociedad democrática, no le damos importancia. Sin embargo es un hecho impresionante que la maquinaria del Estado ponga en marcha un proyecto de esta envergadura, en todos los niveles del sistema educativo a lo largo y ancho del país. En alguna de esas bienvenidas propuse que se celebrase la fiesta de Curso Nuevo, del mismo modo y por mayor motivo que se celebra la fiesta de Año Nuevo. Sé que algunos colegios han hecho realidad esta sugerencia. Espero que lo sigan haciendo y que otras instituciones hagan suya la iniciativas.

Este año quiero dar la bienvenida al curso escolar rindiendo homenaje de gratitud y admiración a un colectivo profesional que, con su trabajo, hace posible el desarrollo del proyecto educativo que los docentes realizan en los centros educativos. Un colectivo sin el protagonismo que tienen las autoridades académicas, la inspección, los directores y directoras, el profesorado, las familias y los propios alumnos y alumnas. Concretamente, agradeceré su trabajo a las señoras de la limpieza. En ellas veré representados otros colectivos como los conserjes, los conductores de autobús, las cocineras, las enfermeras, los administrativos, los representantes de Ayuntamientos en el Consejo Escolar, los proveedores, los encargados de la seguridad…

Hablamos de señoras de la limpieza, no de señores de la limpieza. Se trata de un gremio altamente feminizado. En nuestra cultura machista la limpieza ha sido y, al parecer, sigue siendo, una tarea feminizada. Ahí están las Kellys, las que limpian, librando su batalla de justas reivindicaciones. El nombre «Las Kellys» proviene de un popular juego de palabras en inglés: «la Kelly, la que limpia». La expresión se ha popularizado para incidir en el trabajo de las mujere que limpian hoteles. En efecto, las mujeres se han hecho cargo de tareas sencillas, humildes, escasamente remuneradas, que nadie quiere hacer.

La discriminación sigue existiendo. Algunos, de forma ingenua y equivocada, dicen que si una mujer ha llegado a alcanzar el éxito, todas pueden hacerlo. No es verdad. Se trata del mito de la excepción. No es cierto que las mujeres estén en las mismas condiciones que los hombres. Si para unos pocos puestos hay muchos y muchas aspirantes, y unas parten en peores condiciones, es lógico que los otros (las otras, en este caso) lleguen con mayor dificultad. La cultura del delantal y de la fregona todavía tienen presencia entre nosotros.

Probablemente las señoras de la limpieza de nuestros centros educativos se encuentren contentas y agradecidas por tener un trabajo fijo, regularmente (en las dos acepciones del adverbio, temporal y cantidad) remunerado en una institución escolar. Un trabajo imprescindible para que la institución funcione. ¿Podríamos imaginar un centro escolar en el que se fuese acumulando la porquería sin que unas manos enguantadas fueran limpiando lo que otros ensucian?

Humildemente, pacientemente, van moviendo las mesas, recogiendo el contenido de las papeleras, eliminando el polvo, colocando las cosas en su sitio, fregando los suelos y limpiando los cristales. Dichoso inventor de la fregona. Fue Manuel Jalón, un militar riojano que nunca cobró royalties por su creación. Los hombres y mujeres que friegan los suelos deberían hacer un monumento a este pragmático inventor, nacido en 1925

Gracias a ese trabajo, un tanto rutinario, de las señoras de la limpieza, los alumnos y las alumnas van a ir aprendiendo, van a seguir formándose para conseguir un puesto de trabajo más creativo y mejor remunerado que el que ellas realizan cada día.

Conozco algunos centros, he de añadir que se trata de colegios privados, en los que no se permite a los alumnos relacionarse con las señoras de la limpieza. Se trata de una disposición clasista. Para realizar trabajos de limpieza no hace falta haber conseguido ningún certificado académico, pero la dignidad de las personas no está vinculada a las titulaciones. Cada persona tiene su dignidad de forma consustancial, sea cual sea su raza, religión, clase, sexo o formación académica.

Los alumnos y las alumnas de esos centros suelen tener en la casa personas que realizan trabajos de limpieza. Y corren el riesgo de pensar que las señoras de la limpieza de la escuela tienen esa misma condición de ser sus sirvientas. No. Las señoras de la limpieza no están ahí para recoger lo que algunos tiran por descuido o para limpiar lo que otros ensucian de forma irresponsable. Para eso están las señoras de la limpieza, dicen algunos que se consideran señoritos de nacimiento.

Hace algunos años, exactamente catorce, publiqué en la editorial Homo Sapiens, un libro titulado “Pasión por la escuela. Cartas la comunidad educativa“. Hay en ese libro un capítulo dedicado a esos agentes del sistema educativo que trabajan en la sombra.

Quiero dar las gracias a las mujeres de la limpieza por su trabajo sacrificado, humilde y silencioso que realizan en las instituciones educativas. Si el director se ausenta una semana, todo puede seguir funcionando con normalidad, si ellas dejan de trabajar una semana, no se puede entrar en las aulas.

Sé que ponen todo su empeño en hacer las cosas bien, en que todo esté en su sitio y todo esté limpio y ordenado. Llegan con puntualidad y buen ánimo cada día. De forma silenciosa y eficaz, al cabo de unas horas todo vuelve a su sitio, todo queda ordenado y resplandeciente, como si alguien hubiese hecho magia. Sería mejor decir que realmente la hacen.

Muchas veces me ha llamado la atención el gesto de una de estas mujeres que se encuentra fregando el suelo y, al verte llegar, se detiene y te pide que pases por ese lugar que acaba de ser limpiado. Perdón, señora, suelo decir, no es justo que usted limpie y yo ensucie. El encuentro se salda con una sonrisa.

Es probable que les duelan algunos comportamientos de los alumnos y de las alumnas. Porque ellas no están para quitar chicles pegados en las mesas ni para recoger lo que queda fuera de la papelera cuando los chicos juegan al baloncesto tratando de meter a distancia las bolas de papel en la improvisada canasta, o para retirar compresas de los baños.

Su trabajo es sacrificado y humilde. Hay que limpiar los baños y no siempre los chicos y las chicas saben comportarse Las puertas de los wáteres han sido muchas veces un espacio para todo tipo de grafittis.

Hay centros en los que no se colocan rollos de papel en los baños con la excusa de que los chicos atascan los wáteres. Los profesores tienen en su mesa un rollo y los alumnos que quieren ir al baño llevan un trozo. ¿Y si está descompuesto? Lo vengo denunciado desde hace muchos años. ¿Por qué no atascan los baños en sus casas? Y otra cosa: ¿cómo van a aprender a usar los rollos si no hay rollos? No es verdad que hasta que no sean responsables no pueden ser libres sino que mientras no sean libres no pueden ser responsables.

Sería estupendo que el director o la directora presentase a los alumnos y a las alumnas a estas personas y que conociesen sus nombres. No son robots que hacen tareas ingratas, son personas de carne y hueso que tienen familia y que a veces arrastran problemas. Merecen el respeto, la admiración y la gratitud de todos por el trabajo que realizan.

Por cierto fueron estas personas quienes más sensibles se mostraron ante la carta que les había escrito en el libro que he citado más arriba. Un día, después de impartir una conferencia en un Colegio de la ciudad de Oviedo, me esperaban las señoras de la limpieza Y me preguntaron si era el autor de la carta que ellas tenían pegada en la puerta del lugar donde tenían sus uniformes y sus útiles de trabajo, porque querían decirme que nadie les había reconocido nunca que fueran tan importantes.

Mi amigo Horacio Muros, director de una escuela argentina fue llamando a los destinatarios de mis cartas, para leerles la suya y pedirles opinión sobre su contenido. Las señoras de la limpieza, según me dijo, se mostraron especialmente agradecidas.

El nuevo curso escolar llega cargado de proyectos, de ilusiones, de prometedoras experiencias de aprendizaje y de encuentro. Se irán haciendo realidad gracias al trabajo de estas personas que cada día obran el milagro de dejarlo todo limpio y ordenado.