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jueves, 20 de febrero de 2025

Aristóteles no es simplemente el filósofo más importante de todos los tiempos; Aristóteles es el ser humano más importante que haya vivido jamás

Detalle  de retrato del filósofo griego Aristóteles (384-322 a.C.). Pintura de Girolamo Mocetto (1458-1531). Museo Jacquemart André, París

Fuente de la imagen,Getty Images

Pie de foto,El filósofo griego Aristóteles (384-322 a.C.) fue un polímata cuya obra es considerada un pilar fundamental de la cultura occidental.

"Aristóteles no es simplemente el filósofo antiguo más importante, ni simplemente el filósofo más importante de todos los tiempos; Aristóteles es el ser humano más importante que haya vivido jamás".

Eso declaró el filósofo británico John Sellars en un artículo de la revista Antigone previo a la publicación de su libro "Aristotle: Understanding the World's Greatest Philosopher".

En español, se llama "Lecciones de Aristóteles: comprender al mayor filósofo de todos los tiempos".

Ambos títulos reflejan lo que motivó a Sellars a escribir el libro: su experiencia como estudiante de filosofía.

"Cuando empecé, era muy consciente de que Aristóteles era una figura importante, pero me parecía muy intimidante. Cada vez que intentaba sumergirme en sus obras, me perdía casi inmediatamente".

No obstante, perseveró y aprendió que "hay que saber leerlo". ¿Cómo? "Lentamente".

Su libro es un abrebocas, que espera nos anime a explorar los escritos del filósofo del IV y III siglo a.C., nos sirva de orientación en el camino, y nos ayude a descubrir cuán brillante es.

Y lo es, pero ¿"el más grande del mundo", "el mayor de todos los tiempos", "el ser humano más importante"?...

"Ese es mi punto de vista, y sé que hay otros académicos que lo compartirían, no todos claro, pero no soy el único que piensa así", le dijo a BBC Mundo.

Sin duda, pero las opiniones claman justificación, particularmente si son las de un respetado experto en saberes como Sellars, profesor de Filosofía en la Universidad Royal Holloway y autor de las aclamadas "Lecciones de estoicismo" y "Lecciones de epicureísmo".

Así que le pedimos que nos convenciera.

Pero antes...

Recordemos sucintamente

Aristóteles forma parte de esa tríada dorada de la filosofía clásica que completan Sócrates y Platón.

Era originario del norte de Grecia, y a los 18 años se fue a estudiar en la Academia de Platón en Atenas donde, durante dos décadas, fue pupilo y luego colega del gran pensador.

Con el tiempo, aunque siempre reconoció cuánto le debía a su maestro, fue distanciándose de sus ideas y desarrollando sus propias opiniones.

"Platón es mi amigo, pero más amiga es la verdad", dijo Aristóteles (en toga azul), refiriéndose a su maestro (en toga roja). Tras la muerte de Platón, dejó Atenas y, tras un tiempo en Asia Menor, se mudó a la isla griega de Lesbos, donde se dedicó a estudiar el mundo natural.

Años después, el rey Filipo de Macedonia lo invitó a volver al norte de Grecia para ser tutor de su hijo Alejandro, quien más tarde sería conocido como Alejandro Magno.

Cuando Filipo fue asesinado mientras Alejandro estaba en su gran campaña por Oriente Medio e India, Aristóteles temió por su seguridad, y regresó a Atenas, donde fundó su propia escuela, el Liceo.

Tenía 50 años. Murió a los 62, dejando una vasta biblioteca, que incluía sus propios y numerosos escritos.

Según la Enciclopedia Británica, las obras de Aristóteles que se conservan, aunque probablemente representan solo una quinta parte de su producción total, suman alrededor de un millón de palabras.

Aunque Sellars acepta que decir que es la persona más importante de todas es una afirmación aparentemente "descabellada, tan grandilocuente que puede parecer una hipérbole escandalosa", la dimensión está de su parte.

"Creo que es el más grande en términos de la escala de su influencia y el impacto que ha tenido.

"Sencillamente, contribuyó tanto a tantas cosas que siguen siendo relevantes hoy en día que ni siquiera no percatamos de que están conectadas con él".

Con el agua hasta las rodillas

Aristóteles no era sólo el prototipo de filósofo sentado en una academia o un palacio de la Antigua Grecia cavilando con la mirada perdida en el infinito.

Como su objeto de estudio era el mundo que lo rodeaba, también solía hacer trabajo de campo, cuenta Sellars.

Aristóteles imaginado en el siglo XIII. Cuando se dedicó a explorar la vida natural, "iba a las playas y, con el agua hasta las rodillas, observaba a los animales, atrapaba insectos, peces, cangrejos y pulpos, y luego los examinaba".

"Hasta entonces, nadie había tratado de estudiar sistemáticamente a los seres vivos".

Así, creó la disciplina de la biología.

Pero ojo, esto no quiere decir que sus conclusiones fueran correctas. De hecho, la mayor parte del conocimiento que derivó de sus observaciones en este campo está obsoleta.

Sin embargo, el que se haya probado que lo que él creyó entender era falso, no devalúa su obra, pues en el meollo de su pensamiento está el que la evidencia triunfa sobre la teoría.

"Toda teoría está abierta a la refutación mediante una observación posterior, dijo más de una vez Aristóteles", subraya Sellars.

Además, lo excepcional es la forma en que buscó conocimiento, que "sentó las bases de la ciencia empírica".

"Reflexionando sobre la naturaleza de la ciencia, se le ocurrió un método para el pensamiento científico, que fue otro avance realmente importante".

Y, mientras "estaba tratando de entender cómo funcionaban los seres vivos, desarrolló un enfoque que luego aplicó en otros campos".

Otras aguas

Por ejemplo: Aristóteles adoptó su metodología del conocimiento en sus estudios sobre política.

Para entenderla, y escribir sobre ella, necesitaba muestras, así que "recopiló copias de todas las constituciones de las diferentes ciudades del antiguo mundo mediterráneo", señala Sellars.

Eso le permitió comparar y analizar las diferentes ciudades y comunidades.

Así como los animales, los diferentes tipos de gobiernos se podían clasificar -monarquías, oligarquías, democracias- y, basándose en información histórica, tener una idea de cuáles florecieron.

Fue un enfoque muy científico que marcó el comienzo de las ciencias sociales.

"La política puede ser un tema acalorado y la gente tiene opiniones fuertes.

"La idea de intentar dar un paso atrás y adoptar este enfoque más científico, recopilando información antes de emitir un juicio, es una forma muy madura de pensar en política que todavía no hemos aprendido del todo", comenta el autor en entrevista con BBC Mundo.

A diferencia de la Académia de Platón, el Liceo de Aristóteles dictaba muchas de conferencias que estaban abiertas al público en general y se impartían de forma gratuita.

Lo mismo hizo cuando exploró la literatura en su obra la Poética.

"Para entender el drama griego, de una manera muy científica, lo desmontó, y pensó en todos los diferentes elementos que contribuyen a su éxito", explica Sellars.

"Examinó la trama, los personajes, la puesta en escena... todo lo que es importante.

"Y, aunque parezca muy obvio ahora, señaló que necesitas un principio que le dé al público una idea de cuál es la situación, luego la acción principal y finalmente una resolución que no deje cabos sueltos, para que sea satisfactoria para la audiencia y se pueda ir con una sensación de plenitud".

Así estableció los elementos básicos de una buena historia, con un análisis que se sigue usando y que además dio a luz la crítica literaria.

Por si fuera poco

Así, resume Sellars, Aristóteles fue "la primera persona que estudió sistemáticamente la política y que pensó en la literatura y en la ciencia de esta manera, e inventó la lógica formal, lo cual es un gran logro por derecho propio".

¿La lógica también?

"Fue el primero que estudió las estructuras del pensamiento racional, inventando en el proceso la lógica formal y articulando claramente por primera vez principios lógicos clave, como la Ley del Tercio Excluido: cualquier proposición solo puede ser verdadera o falsa.

"Esa división binaria es la idea fundamental que subyace al mundo digital".

Además, "Ética Nicomáquea ha sido probablemente el libro más influyente en ética de todos los tiempos", adelanta Sellers.

¿Por qué?

El sistema filosófico y científico de Aristóteles se convirtió en el marco y vehículo tanto de la escolástica cristiana como de la filosofía islámica medieval.

"Por la riqueza y la complejidad de la respuesta que da. No la simplifica. Y reconoce todas las dificultades 
muy reales de tratar de vivir una vida humana.

"Además, aporta su espíritu científico a la materia.

"Primero tenemos que pensar en lo que es un ser humano y cuáles son sus capacidades y habilidades, y luego en lo que significaría ser un buen ser humano que utilizara esas capacidades y habilidades de la mejor manera posible".

Aristóteles creía que más allá de crecer, movernos y reproducirnos, como otros seres vivos, nuestra capacidad distintiva es la de razonar: la gran mayoría de los humanos adultos son seres pensantes... en potencia.

"Citando un ejemplo que a él le gustaba, los ojos sirven para ver; esa es su función. Si alguien tiene ojos pero nunca los abre, estos no llegaran a ser ojos en el sentido más pleno", ilustra Sellars.

En el mismo orden de ideas, "solo somos verdaderamente seres pensantes cuando realmente pensamos".

Al hacerlo ejercemos eso de ser humanos. ¿Y qué es ser un buen humano, entonces?

Sociales, curiosos y racionales

Un buen ser humano es aquel que, por un lado, usa su razón, dice Sellars, y añade que hay varias maneras en que podemos pensar en eso.

"Una forma en la que usamos la razón es controlando los deseos y emociones irracionales que tenemos, evitando que se apoderen de nosotros.

"Es decir, si un ser humano adulto todavía es excesivamente emocional -hace berrinches cuando no se salen con la suya y se comporta como un niño-, podríamos decir que nunca creció realmente, nunca se convirtió realmente en un adulto, ¿verdad?

"Aristóteles también insiste en que somos seres sociales, y por eso tenemos que llevarnos bien con otras personas. Eso es absolutamente fundamental.

"Otra cosa es que piensa que por naturaleza somos curiosos, queremos saber y aprender, y que eso es un instinto humano natural".

"Si queremos florecer y vivir una buena vida, entonces debemos ser sociales, curiosos y racionales", puntualiza Sellars en conversación con BBC Mundo.

Los conceptos aristotélicos continúan arraigados pues "moldeó la manera en que pensamos".

"Sus ideas y conceptos han calado en nuestra forma natural de pensar hasta el punto de volverse imperceptibles".

¿Qué opinas... te convenció el argumento de Sellars?

* Hablamos con John Sellars en el marco del HAY Festival Cartagena, que este año celebra sus 20 años de realización en esa ciudad del Caribe colombiano.


lunes, 24 de septiembre de 2018

“La metafísica puede parecer inane, uránica y escapista, pero tiene muchas más consecuencias prácticas de las que uno podría pensar a primera vista”. Entrevista a Miguel Candel sobre Ser y no ser. Crítica de la razón narcisista (II)





Miguel Candel Sanmartín nació en Barcelona en 1945. Licenciado en Filosofía y Letras en 1967, doctor en Filosofía en 1976, fue profesor no numerario de Filosofía Antigua en la UB hasta 1977 y, posteriormente, profesor de griego (y filosofía) en el Instituto Puig Castellar de Santa Coloma de Gramenet (Barcelona) hasta 1988.

Ha ejercido como traductor en la Secretaría de las Naciones Unidas (Nueva York), y en la ONUDI (Viena), así como en la Comisión Europea (Luxemburgo). Desde 1992 es profesor titular de Historia de la Filosofía en la UB.

Traductor de Aristóteles al catalán y castellano (Órganon, Acerca del cielo, Meteorológicos, De l’ànima), ha publicado en Montesinos: Metafísica de cercanías y Tiempo de eternidad .

***
Nos habíamos quedado en este punto. Abres el prólogo del libro con un poema de Mario Benedetti: “Esa batalla”. ¿Qué batalla es esa? ¿Te interesa la poesía de Benedetti?

Sí, me gusta la poesía de Benedetti, poeta muy representativo de la segunda mitad del siglo XX, capaz de expresar todas las angustias que la civilización contemporánea ha añadido a las que son patrimonio innato de la humanidad. La batalla aludida es la que consiste en intentar dar sentido a la vida, que de por sí carece de todo sentido que vaya más allá de ella misma: vivimos para vivir, como cualquier otro ser vivo; pero tenemos la capacidad de añadirle finalidades extra a esa rutina. De eso va la existencia específicamente humana.

¿Coincides con Heidegger en que la filosofía más profunda tiene mucho que ver con el lenguaje poético?

No hacía falta que lo dijera Heidegger. Ya lo había dicho Aristóteles. La poesía, al sugerir más que decir, permite justamente ir más allá de la versión anodina de las cosas que nos da el uso habitual del lenguaje. Pero ojo, si te quedas en la poesía, corres el riesgo de confundir la ficción con la realidad. Para que la semilla de la poesía de frutos filosóficos, la razón tiene que haber roturado el campo.

Afirmas que si el ser humano fuera inmortal, no existiría la filosofía. ¿Por qué? ¿No seguiríamos preguntándonos sobre el bien y el mal, sobre lo justo e injusto, sobre la equidad, sobre los límites del conocimiento, etc.?

Posiblemente. Pero esas cuestiones no tendrían el carácter acuciante que tienen en nuestra condición de seres con fecha de caducidad. Si dispusiéramos de un tiempo infinito para responder a esas preguntas, lo más probable es que no nos preocupáramos demasiado por buscarles respuesta. De hecho, “bien” y “mal” dejarían de tener sentido, porque nunca serían irreversibles y definitivos. Por eso, si le suponemos algún tipo de realidad a Dios, infinito y eterno, no le podremos aplicar esos ni otros adjetivos enfrentados como polos opuestos. En el infinito se disuelven los contrarios.

Afirmas también que una vida sin reflexión es una vida que no merece ser vivida. ¿Digo bien si deduzco de tu afirmación que toda civilización que impida una vida reflexiva a los seres humanos es, en tu opinión, una civilización contra la humanidad?

Dices muy bien. Y esto conecta con la respuesta a la pregunta sobre Benedetti. La metafísica puede parecer inane, uránica y escapista, pero tiene muchas más consecuencias prácticas de las que uno podría pensar a primera vista. Consecuencias que pueden ser buenas o malas, claro está, según el punto de partida que uno adopte. Pero la metafísica nunca es éticamente indiferente. Hay una metafísica detrás del nazismo, como la hay detrás del liberalismo y del marxismo. El ser no es propiamente un concepto vacío, sino un concepto rebosante que lo contiene todo, y el ser humano, por mucho que se esfuerce en no particularizar (esfuerzo, por otro lado, que raramente hace), inevitablemente acaba tomando de él una acepción particular u otra. La lucha (la “batalla” benedittiana) que eso plantea es doble: 1º) Reconocer y dejar claro que se ha tomado lo particular por lo universal. 2º) Discutir la pertinencia de la particularidad elegida frente a otras.

Me pasaste un archivo, “Epilepseis” es su nombre, con un conjunto de reflexiones tuyas, 55 en total, que, según creo, te fueron surgiendo a medida que ibas trabajando en el libro. Te pregunto sobre algunas de ellas si te parece. Empecemos por esta: “Un posible principio ético superador de la justicia (y de su inestable equilibrio, que tan fácilmente degenera en la espiral crimen-castigo-venganza-etc.) sería la máxima: "Imponte a ti mismo lo que no debes imponer a los demás". Si obramos así, ¿no seríamos injustos con nosotros mismos? Por lo demás, ¿cómo poder saber lo que no debemos imponer a los demás?

Es muy difícil ser injusto con uno mismo. En todo caso, imponerse a uno mismo algo que uno no tiene por qué imponer a los demás es como renunciar a un derecho. Y me parece obvio que tener un derecho implica poder renunciar a él; de lo contrario no sería un derecho, sino un deber. Mi uso del verbo ‘no deber’ en “lo que no debes imponer a los demás” equivale, como acabo de mostrar, a ‘no tener la obligación de’. Entendido así, es bien fácil saber qué es lo que no tenemos la obligación de imponer a los demás: ya se cuidan los demás de recordárnoslo.

En esas reflexiones que comentamos hablas algunas veces del punto de vista materialista. ¿Cómo definirías ese punto de vista materialista?

Lo entiendo como el punto de vista según el cual toda la realidad está “hecha de la misma pasta primordial”, de manera que las cosas se diferencian sólo por las diferentes maneras como esa “pasta” está “moldeada”. El Ser del que hablamos más arriba coincide, obviamente, con esa pasta primordial (que ni siquiera es “pastosa”, pues carece de propiedades concretas o, más bien, las posee todas de manera que no podemos caracterizarla mediante ninguna propiedad en particular). De hecho, ni siquiera debería llamarse ‘materia’, término que sugiere pasividad, pues es obvio que el ser, la realidad, incluye también la actividad.

Déjame insistir. De ese Ser, de esta “pasta material” que no debería llamarse material por aquello de materia pasiva, ¿podemos señalar atributos en positivo? Por ejemplo, es eterna, es activa, la física de partículas traza interesantes modelos de aproximación, es increada…

Hay que empezar reconociendo que no podemos describir (ni concebir) nada sin recurrir a atributos, y atributos positivos (todo atributo negativo es, simplemente, la negación de uno positivo, de manera que presupone a éste). Eso es evidente. Admitido esto, conceptos tan generales como el mismo concepto de ‘Ser’ exigen, por su misma generalidad, que los atributos que se les asignen no se vean constreñidos por el uso práctico del lenguaje, exigen desbordar los límites del uso ordinario. Y los límites del uso ordinario sólo pueden desbordarse mediante la negación que antes mencionaba; en efecto, a la realidad, considerada en sí y en general, apenas podemos designarla con atributos que no estén formados por negación de otros, como algunos de los que mencionas: increada, eterna (es decir, intemporal, etc.). Eso es peligroso y ahí radica el peligro que corre la filosofía de convertirse en “bla, bla, bla” sin sentido. Pero no hay más remedio que correr ese riesgo si no queremos quedarnos en el otro “bla, bla, bla”, el muy anodino del lenguaje cotidiano, ése que el uso no deja de desgastar y degradar hasta volvernos ciegos a la maravilla de la existencia, hasta hacernos caer en el aburrimiento (del que intentamos librarnos con la búsqueda constante y compulsiva de “novedades”, sin darnos cuenta de que: a) nada nuevo bajo el sol, como dice la Biblia, y b) lo viejo es lo que ha permanecido, es decir, lo que tiene mucho ser acumulado y que, por tanto, tiene mucho que mostrar). Y ya que digo ‘aburrimiento’, me tomo la libertad de proponer un término ligeramente diferente para designar su forma extrema, ésa que nos hace caer en la atonía mental más absoluta: el “aburramiento”.
Me apunto el palabro.

Volviendo a la cuestión inicial: lo de ir más allá del uso trivial del lenguaje, ése que sirve para designar cosas concretas (que algunos creen que es el único uso legítimo), es algo que hacemos continuamente incluso en el más anodino de los contextos: en efecto, todo término de nuestro lenguaje es susceptible de uso “común” o “universal”; de no ser así, tendríamos que disponer de una reserva infinita de palabras para aplicar, a cada objeto, caso y situación, una palabra diferente de las demás, pues no hay dos objetos en el espacio-tiempo, ni por tanto dos casos ni dos situaciones, que sean idénticos. El proceso de abstracción, inherente a todo uso del lenguaje, consiste en liberar el significado de las palabras de las ataduras de lo concreto e individual. Como digo en mi opúsculo “Metafísica de cercanías”, sin términos universales (de hecho, lo son prácticamente todos), no podríamos decir hoy día, por ejemplo, que un actor o actriz son bellos, porque ese adjetivo habría quedado hace siglos en propiedad de personajes como Ganímedes o Helena de Troya. Por tanto, no es la metafísica la que tiene la exclusiva del uso abstracto del lenguaje: lo único que hace es subir unos peldaños más que el lenguaje ordinario, e incluso que el científico, por la escalera de la abstracción (con riesgo, claro está, de pegarse un batacazo).

Doy una referencia. El libro que acabas de citar, Metafísica de cercanías, se publicó en la colección “Biblioteca de divulgación temática” de Montesinos. Añado, en tu ataque (¿justificado?) de inmodestia, que entonces yo era el director de la colección. Con disculpas.

Otra reflexión del archivo que me enviaste: “Se podría interpretar la física de Aristóteles con el aforismo: "la materia no se mueve; la materia es movimiento". ¿Y qué ganancia obtenemos con ese cambio de formulación? Si la materia es movimiento, ¿podemos afirmar sin contradecirnos que no se mueve?

Si se entiende la materia en el sentido que acabo de decir, como algo indiferente a la oposición actividad-pasividad, porque las incluye a ambas, no hay ninguna dificultad. La frase que citas pretende simplemente incluir el movimiento (también podríamos incluir el reposo) en el ser mismo de la materia, no atribuir el movimiento a la materia como algo accidental, que se añade a una realidad ya constituida. Exagero algo la posición de Aristóteles, pero es cierto que él define la naturaleza como “principio de movimiento y reposo” y la materia como lo que da a la naturaleza ese carácter.

Otro descanso, necesito cargar mis baterías. ¿Te parece?
Me parece.

Nota de edición:
Primera parte de esta entrevista: Entrevista a Miguel Candel sobre Ser y no ser. Crítica de la razón narcisista (I). “El narcisismo, aparte de una aberración conceptual, es una de las enfermedades sociales más graves que padecemos”

http://www.rebelion.org/noticia.php?id=246375