Mostrando entradas con la etiqueta monopolio. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta monopolio. Mostrar todas las entradas

jueves, 25 de octubre de 2018

_- La ruptura del monopolio propagandístico occidental genera nuevas armas soft

_- Entre los últimos conceptos importados de Estados Unidos, el de “fake news” (noticias falsas) se ha instalado inocentemente en nuestro lenguaje. ¿Qué significa? Noticias falsas las ha habido siempre. Recuerden que la guerra de Cuba fue facilitada por la voladura del “Maine”, que la de Vietnam comenzó con el ficticio “incidente de Tonkín” y que la de Irak tuvo por motivo las inexistentes armas de destrucción masiva de Sadam Hussein.

Sí, la tecnología digital permite la multiplicación de mensajes y noticias en una escala nueva, pero la simple realidad es que la mentira y la falsificación forman parte del periodismo realmente existente. Eso tiene que ver con la corrupción estructural que rodea a la información, que en nuestro mundo suele estar en manos de empresas mediáticas de grandes magnates y de poderes estructuralmente incompatibles con los intereses de la mayoría social. También tiene que ver con el pluralismo de puntos de vista y con el hecho de que los informadores practican siempre una selección que nunca es neutra al elegir sus noticias. Entonces, ¿a santo de qué nos vienen ahora con ese concepto?

El desencadenante ha sido la paranoica tesis americana de que los rusos determinaron el resultado de sus últimas elecciones presidenciales, pero el motivo de fondo es la crisis del monopolio informativo occidental.

Rusos y chinos -y también árabes y latinoamericanos- han creado en los últimos años sus propios aparatos de propaganda global. Ahora, en esta época de imperios combatientes, cualquier guerra y conflicto entre potencias, tiene más de una versión. Es así como, además de propagar guerras, Estados Unidos abre una nueva “guerra soft” contra los aparatos de propaganda de sus rivales, particularmente Rusia y China. El principal objetivo de esa acción son el canal global de televisión rusa RT y la agencia Sputnik. La meta es, llegado el momento, prohibir o censurar la acción de esos medios en Euroatlántida. Y la acusación: fabricar “fake news”. Como suele ocurrir la Unión y el Parlamento europeos se han metido en esa guerra. Una ley francesa actualmente en proyecto contempla la posibilidad de cierre de canales y medios de información que estén, “bajo influencia de un estado extranjero”. El problema es que todos los medios públicos emiten la influencia del país al que pertenecen. Algunos periodistas necios -en el diario Le Monde y en varios diarios alemanes, por ejemplo- han establecido servicios para desenmascarar “fake news”, naturalmente excluyendo las que ellos mismos lanzan, es decir se arrogan la capacidad de establecer lo que es verdadero y lo que es falso, dando por supuesto que lo suyo es siempre neutro y objetivo.

El problema, como ha dicho Jean-Luc Melenchon, es que la “verdad” es algo bastante controvertido. A mí, por ejemplo, me parece que la receta neoliberal que nos hacen pasar por panacea es un desastre al servicio de los más ricos, pero eso forma parte de la batalla de ideas, es decir de los intereses que defiendes. Lo que es el colmo es que aquellos personajes y medios cuya información consiste en la defensa continua del orden establecido, lo que implica mentir diariamente, pretendan dictaminar lo que es verdadero y falso desde su pretendida y angelical objetividad.

El dominio occidental del informe global sigue siendo aplastante, RT tiene un presupuesto de 300 millones de dólares anuales sin que exista una red de emergentes que coordine sus mensajes con, por ejemplo, la china CCTV, la televisión iraní o Telesur. Pero la red occidental sí es una suma de aparatos bastante coordinados en su informe sobre Rusia y muchos otros temas: la Deutsche Welle tiene un presupuesto de 350 millones, la francesa RFI, 380 millones, la BBC 524 y el complejo de Estados Unidos, que lleva décadas emitiendo en casi todas las lenguas de la ex URSS (y son muchas lenguas), muchos más millones. Y todo ello sin contar con los medios privados y sin tener en cuenta la enormidad que representa el complejo Hollywood, que, como dice Laurent Dauré, es, “la continuación de la política de Washington por otros medios”. Los emergentes no tienen, ni tendrán hasta donde alcanza la vista, algo comparable a Hollywood.

Pese a esta desproporción de medios, la mera ruptura del monopolio propagandístico ya crea una nueva tensión. Y ese frente de “guerra soft” se arma de nuevos conceptos. “Fake news” es uno de ellos, y, haciendo honor a su nombre, es una falsificación.

https://rafaelpoch.com

domingo, 3 de septiembre de 2017

_- Cuáles son las diez multinacionales que controlan el mercado global de alimentos. BBC Mundo

_- Es una de las tantas consecuencias notorias de la globalización.

Un puñado de empresas multinacionales controlan una parte importante del mercado mundial de alimentos. Como resultado, tienen en sus manos una enorme influencia para determinar cómo se reparte la comida en el mundo. Y potencialmente están en capacidad de determinar acciones que ayudarán a aliviar los problemas de hambre en el planeta.

Por eso, Oxfam, ONG basada en Reino Unido, lleva tres años adelantando una campaña pública titulada "Behind the Brands" (Detrás de las marcas).

En ella, discute acerca de las políticas de compra de alimentos de estas grandes multinacionales, y la manera en que influyen en el mercado de la comida.

Las diez empresas objetivo de la campaña son Nestlé, PepsiCo, Unilever, Mondelez, Coca-Cola, Mars, Danone, Associated British Foods (ABF), General Mills y Kellogg's, seleccionadas por encabezar mundialmente el volumen de ventas de las firmas en el sector de alimentos.

Todas son europeas o estadounidenses. Dominan los sectores de productos lácteos, gaseosas, dulces y cereales, entre otros. Desde ahí han construido imperios empresariales enormemente diversificados. Oxfam dice que esas diez firmas colectivamente tienen ingresos de más de US$1.100 millones diarios y emplean a millones de personas.

Cómo la tecnología puede ayudar a reducir el desperdicio de alimentos
"Hay una ilusión de opciones. Vas a tu supermercado y ves todas esas marcas distintas, pero muchas son de propiedad de esas mismas diez empresas", asegura a BBC Mundo Irit Tamir, gerente de políticas y abogacía para el sector privado de Oxfam America.

Mercado concentrado
Estas empresas operan en unos mercados globales en donde la producción mundial de ciertos productos está concentrada en un par de firmas.

Por ejemplo, sostiene Irit Tamir de Oxfam en conversación con BBC Mundo, en la cadena de valor del cacao, tres de las firmas, Mars, Mondelez y Nestle, controlan cerca de 40% del comercio mundial en ese rubro.

Y apenas entre un 3,5% y un 5% del valor de una barra de chocolate le queda al pequeño campesino, indica un reporte de la ONG.

Mientras que en el sector de las gaseosas, Coca Cola y Pepsi se han convertido en los dos mayores compradores de azúcar en el mundo.

Por ello, Oxfam ha planteado, a través de su campaña, un seguimiento a las políticas de estas megaempresas y el impacto que tienen sobre siete variables.

Calificaciones
El seguimiento incluye las consecuencias de esas políticas sobre la tenencia de la tierra, las mujeres, los campesinos y trabajadores, la transparencia, el clima y el agua.

Y así en Oxfam elaboran una especie de libreta de calificaciones de la responsabilidad social en la política de obtención de alimentos de estas diez grandes corporaciones.

Después, han hecho campaña para que las firmas mejoren el impacto que tienen en muchos sectores específicos.

"Le pedimos a las grandes empresas del sector del chocolate que trataran mejor a las trabajadoras mujeres", dice Irit Tamar a manera de ejemplo.

A las firmas de gaseosas, les pidieron que se aseguraran que no estuviesen tolerando conflictos de tierra alrededor de los cultivos de caña de azúcar que les suministra su materia prima, agrega Tamar.

Mientras que a las firmas cerealeras como General Mills y Kellogg´s fueron invitadas a buscar una reducción en el impacto sobre el cambio climático de sus actividades.

La buena noticia, sostiene Oxfam, es que muchas de las empresas han reaccionado a la campaña. La evolución de esta "libreta de calificaciones" a lo largo de los tres años en que ha estado vigente la campaña, es notoriamente positiva.

En febrero de 2013, por ejemplo, la empresa mejor calificada de las diez grandes, Nestle, obtenía apenas 38 puntos de 70 posibles. Mientras que en 2016 el puntaje de la misma firma ha mejorado a 52 sobre 70.

Transparencia
Las acciones que, según Oxfam, han adoptado las grandes firmas van desde políticas para aumentar la transparencia corporativa a estrategias para reducir los daños ambientales de los cultivos que se requiere para cubrir la demanda de los productos que las multinacionales requieren.

Que estas grandes empresas de los alimentos parezcan estar adoptando políticas más socialmente responsables es un desarrollo muy positivo, pues muchos esperan que su poder no deje de aumentar en el futuro.

"Estamos presenciando cada vez más concentración en pocas empresas", agrega Tamar a BBC Mundo. "Las grandes compran a las pequeñas".

Y Oxfam advierte que estarán vigilantes a que esas empresas empleen bien ese enorme poder económico que han venido adquiriendo

http://www.bbc.com/mundo/noticias-37699062


El mapa que muestra el origen de los alimentos que comemos