“Fue precisamente Marx el primero que descubrió la gran ley que rige la marcha de la historia, la ley según la cual todas las luchas históricas, ya se desarrollen en el terreno político, en el religioso, en el filosófico o en otro terreno ideológico cualquiera, no son, en realidad, más que la expresión más o menos clara de luchas entre clases sociales…” F. Engels
Que la guerra es la consecuencia inevitable de la política de quienes dominan el mundo es algo que debiéramos tener asumido hace mucho tiempo. Quién olvide que las bayonetas siempre han sido empuñadas en interés de una u otra clase social habrá abjurado del marxismo.
En algunas ocasiones, como en la guerra en Siria, la acumulación de actores y la violencia de los acontecimientos dificulta la percepción nítida de la contraposición de intereses de clase, pero no más que la niebla oculta los vericuetos de la carretera de montaña, pero no por ello renunciamos a escudriñar el camino, pues sabemos que la consecuencia de no hacerlo sería precipitarnos al vacío en la primera curva.
Sin duda, ante Siria, la izquierda ha descarrilado, empeñada en subirse al tren equivocado, en el vagón de cola de alguna de las facciones en combate que representan a una u otra burguesía.
Pues, claro que sí, la lucha entre las clases dominantes y las dominadas lleva en muchas ocasiones históricas al enfrentamiento entre los poderosos. Las guerras por el reparto de las colonias y los imperios llenan la historia de la humanidad.
Hoy vivimos la crisis más grave del sistema económico capitalista desde el primer cuarto del siglo XX. El saqueo de las zonas con valor geoestratégico es el primer punto de la agenda de los poderes imperialistas, no sólo de los Estados Unidos de América, sino también de Rusia, China y la Unión Europea.
En Siria la lucha de clases se expresó en 2011, con un levantamiento de clase frente a la dictadura capitalista de Bashar al Asad. Los campos de batalla estaban delimitados, una población con un 50% de jóvenes menores de 25 años, que padecían casi un 40% de paro,se enfrentaba a la burguesía y burocracia estatal de uno de los 30 países más corruptos del mundo. Pero la juventud de la clase obrera siria no fue capaz de tomar el poder, al carecer de una organización con un programa, una estrategia y una táctica adecuada. Y, poco a poco, fue pasto de la degeneración de la lucha con la infiltración del yihadismo apoyado por las reaccionarias monarquías del Golfo. A un lado el imperialismo occidental y los regímenes teocráticos del Golfo, al otro lado, el imperialismo ruso, la dictadura siria, el “partido de Dios” libanés y los muyahidines de los ayatolas de Irán.
Ambos bandos despedazando el cuerpo del pueblo sirio, provocando los crímenes de guerra contra la población civil, el mayor éxodo desde la Segunda Guerra Mundial, miles de muertos en el mar Mediterráneo, con la criminal política de los gobernantes de la Unión Europea…
No se puede separar la guerra de las transformaciones sociales; los kurdos son el ejemplo vivo de que lo único que puede frenar la locura del yihadismo es un pueblo que lucha por su propio destino, que tiene en sus manos su futuro. La lucha de las Unidades de Protección Popular kurdas (YPG) [1] es el contraste nítido con la dictadura siria que generó el caldo de cultivo para el surgimiento de estos monstruos, pues esa locura también tiene un método, y prende en una sociedad atrapada en la desesperación generada por la pobreza y la desigualdad social. Mientras los kurdos han sido capaces de plantar cara a la barbarie, el ejército sirio necesitó la intervención de Rusia, Irán y Hezbollá, para no disolverse.
Si la juventud siria que se alzó contra la dictadura hubiese tenido en sus manos su destino, al igual que el pueblo kurdo, el Daesh y Fatah al Sham hubiesen sido aplastados. Las bombas rusas y las muertes de miles de civiles no son ningún camino hacia la paz, o hacia una transformación progresista de la sociedad. La lucha contra el Daesh, por ganar la guerra, es también la lucha por acabar con el régimen dictatorial.
La victoria contra el cáncer yihadista sólo se podrá conseguir si el pueblo sirio y los demás pueblos de la región toman las riendas de la transformación social, entonces en lugar de huir, defenderían cada palmo de terreno porque estarían defendiendo su tierra, su libertad y no los privilegios de una minoría de parásitos corruptos. El mantenimiento del régimen sirio seguirá reproduciendo, no sólo las relaciones de explotación, sino también las condiciones para que ese monstruo abyecto que es el yihadismo siga reproduciéndose.
¡Sólo el pueblo, salva al pueblo!
Notas
[1] Milicia formada por hombres y mujeres de comunidades del Kurdistán sirio.
Las YPG se consideran a sí mismas una milicia popular democrática, y llevan a cabo elecciones internas para elegir a sus oficiales.
Alberto Arregui (Coordinadora Federal de Izquierda Unida)
Fuente original: http://www.porelsocialismo.net/siria-la-niebla-de-la-guerra/
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miércoles, 1 de marzo de 2017
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