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viernes, 17 de agosto de 2018

Yemen padece mientras se deforma y se oculta la verdad. “Incluso la guerra tiene leyes”

Middle East Eye

Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández

Cavando las tumbas de los niños asesinados en un autobús durante un ataque aéreo de la coalición liderada por Arabia Saudí sobre el mercado de Dahyan, en el bastión hutí de la provincia de Saada, 10 de agosto de 2018 (AFP) Incluso para los perversos estándares de la agresión liderada por los saudíes contra el Yemen con el apoyo de Occidente, el bombardeo de un autobús escolar el 9 de agosto marcó un nuevo hito. Según Save the Children, el autobús se había detenido en un mercado cuando trasladaba al colegio a los niños que volvían de una excursión. Funcionarios de la sanidad yemení han informado que el ataque mató a 47 personas e hirió a 77. Es probable que esas cifras aumenten con el paso de las horas.

La mayoría de las víctimas tenían menos de diez años. Tras el ataque, Frank McManus, el director de Cruz Roja Internacional para el Yemen, cuyos trabajadores atendieron a los heridos, dijo: “Hoy debería ser el día en que el mundo despertara ante las atrocidades que se perpetran en Yemen… un autocar lleno de escolares no puede considerarse como meros daños colaterales. Incluso las guerras tienen leyes, pero las leyes sin consecuencias no significan nada”.

Sin la cobertura adecuada

No obstante, es difícil que el mundo despierte si los medios occidentales no brindan la cobertura adecuada a la agresión en curso. Puede que hayan pensado que los titulares recogerían sin falta el bombardeo selectivo de un autobús lleno de niños que estaba aparcado junto a un mercado y alejado de cualquier actividad militar por parte de unas fuerzas que disfrutan del apoyo de Estados Unidos y el Reino Unido. Y, sin embargo, no ha sido así.

Por ejemplo, tomemos The Guardian, supuestamente un bastión de valores liberales y preocupaciones humanitarias. Su información sobre el incidente apareció online poco antes de las siete horas de anoche. Sin embargo, esta mañana, no figura ya entre sus trece historias de cabecera y ni siquiera es una de las once historias destacadas en su sección “Noticias del mundo”. Pero sí informaba del deseo de la primera ministra de Nueva Zelanda, Jacinda Ardern, de prohibir las bolsas de plástico.

The Independent, que ahora sólo puede leerse online, y quizá por ello hayan pensado que al estar menos sometido a las presiones de los anunciantes, que impulsan parte de la autocensura de sus primos de la edición impresa, actuaría de forma algo diferente. Pero el Yemen no aparecía entre sus ocho “Historias principales” de esta mañana. Tampoco en su sección de “Más historias”. Aunque las historias sobre los campistas británicos en Francia y las opiniones sobre el Brexit del entrenador del Tottenham Hotspuer, Mauricio Pochettino, estaban allí.

Minimizando los asesinatos

Por supuesto, en cierto sentido, estos medios actúan con total corrección al no considerar la historia como prioridad de sus cabeceras, ya que no hay nada realmente nuevo en la atrocidad del miércoles. De hecho, sólo durante la pasada semana, un ataque aéreo contra un mercado y un hospital mató al menos a 60 personas; esas carnicerías se han convertido en rutinarias. Incluso la matanza de los niños es una práctica habitual: en realidad, los 29 niños asesinados en el autobús bombardeado ayer son sólo una fracción de los 130 niños asesinados cada día en el Yemen por el hambre y la enfermedad que la agresión ha traído al país.

Un pequeño herido huye de una zona donde los ataques aéreos alcanzaron una casa en Saada, 27 de febrero de 2018 (Reuters)

Además de la mera ausencia de cobertura, la minimización del nivel de las matanzas en el Yemen constituye una segunda forma, más sutil, de apagón mediático. En algún momento, alguien decidió que 10.000 era la cifra de víctimas que había que asociar siempre a la guerra del Yemen, y ese número es el que lleva años apareciendo en todos los artículos sobre el tema.

Realmente, esa cifra supone una subestimación inmensa, teniendo en cuenta que se cree que, sólo durante el pasado año, murieron al menos 150.000 personas a causa del hambre y de enfermedades evitables como consecuencia directa de la agresión contra el Yemen, el bloqueo de sus puertos y los ataques a sus civiles e infraestructura agrícola.

Por tanto, la “cifra de muertos” repetida incansablemente por los medios -y esto incluye, vergonzosamente, a los medios alternativos- es en realidad una fracción diminuta del verdadero nivel de sufrimiento que Occidente y sus compinches están derramando sobre ese país.

Destruyendo Yemen

Otra forma de apagón es presentar el conflicto como una guerra civil. Hubo una guerra civil en el Yemen cuyo final se alcanzó cuando el movimiento Ansar Allah capturó la capital, Sanaa, en septiembre de 2014, y el presidente Abd Rabbuh Mansur Hadi huyó del país. Desde entonces, desde principios de marzo de 2015, lo que ha venido teniendo lugar es un ataque exterior contra el país.

En palabras del historiador Isa Blumi, lo que “está estratégicamente fuera de discusión a ese respecto son los facilitadores externos del imperio cuya guerra ha creado nuevas oportunidades para saquear los recursos del Yemen. En lugar de ver la mano dura del imperio, se espera que las personas de a pie se crean lo que dicen los medios y expertos de los think tanks de que son las propias patologías yemeníes, su atraso social y económico, los que los hacen susceptibles a la violencia y, por lo tanto, a la ‘guerra civil’. Ese tropo de que ‘están en guerra consigo mismos’ se repite continuamente en diversos medios y círculos académicos y confunde finalmente sobre quiénes son los responsables, echándole la culpa al ochenta por ciento de la población de un país que en estos momentos se muere de hambre”.

Una cuarta forma de apagón de los medios consiste en presentar de alguna forma la guerra como una iniciativa de los saudíes que Occidente, en el mejor de los casos, está simplemente “apoyando” o “aceptando” para vender armas y suministros de petróleo. Esto es realmente como poner el carro delante de los bueyes. La verdad es que esta es una guerra de Estados Unidos y el Reino Unido, planificada en los pasillos de Whitehall y Washington, pero ejecutada por sus fieles apoderados del Golfo.

Sabemos ya, por los emails filtrados por Wikileaks el año pasado, que incluso el mismo príncipe heredero de Arabia Saudí, Mohammad bin Salman, quiere salirse de la guerra. Pero sabe que el dominio del poder que ostenta su familia depende en gran medida del apoyo occidental. Y el precio de ese apoyo es que la política exterior saudí no la determine él. El acuerdo, que se remonta a los días del Imperio británico, consiste en que Occidente provea de seguridad a la familia al-Saud y, a cambio, los al-Saud cedan su política exterior a Occidente. Y, en estos momentos, hay un deseo angloestadounidense de mantener el conflicto en el Yemen.

Caminando entre las tumbas de un cementerio de la capital, Sanaa, el 25 de junio de 2017 (AFP)

Grupos antibelicistas como Stop the War tienden a participar de esa narrativa centrada en los saudíes, retratando la reciente visita a Gran Bretaña del príncipe heredero bin Salman, por ejemplo, en términos de una Gran Bretaña inmaculada contaminándose por la asociación con un sangriento “déspota” árabe. Esta es una inversión total de la realidad: la verdad es que el mayor crimen de los saudíes es su colaboración con la clase dominante de Gran Bretaña y Estados Unidos.

Victimismo o resistencia

Pero aún hay otra forma de apagón mediático respecto al Yemen, ante el que incluso sucumben a menudo los medios alternativos (y aquí incluyo algunos de mis trabajos sobre el conflicto en el pasado). Y es la presentación de los yemeníes como meras víctimas pasivas que carecen de voluntad y capacidad para actuar, los desventurados receptores de los bombardeos y las políticas de inanición. En realidad, la lucha del Yemen no es en absoluto una historia de victimismo, sino de resistencia.

Cuando lamentamos los tres años de bombardeos, no deberíamos olvidar que estamos también celebrando tres años de resistencia verdaderamente heroica y extraordinaria. Haber sobrevivido a esas incursiones de castigo durante tanto tiempo demuestra fuera de toda duda que el pueblo yemení, y en especial el movimiento Ansar Allah, contra el que se emprendió esta guerra devastadora, es un movimiento genuinamente popular y representativo; porque si no fuera así, hace años que se habría derrumbado.

El estribillo constante de los medios sobre que los hutíes son meros agentes iraníes que combaten al “gobierno legítimo” está deformando la realidad.

La legitimidad no proviene de ser ordenado por el sacerdocio del capital global, como lo fue Hadi, el expresidente y mariscal de campo, sino por el tipo de apoyo popular que por sí solo permite a un movimiento enfrentarse a una coalición de diez países respaldada por los más poderosos militares en el mundo.

¿Y qué es lo que está impulsando esta resistencia? La determinación de rechazar el proyecto imperial de vender el Yemen, de entregar sus recursos a las corporaciones financieras occidentales y su sistema político a los títeres saudíes. De hecho, al actuar de esa forma, el Yemen hoy no es más que la última encarnación de un espíritu de resistencia ante el capitalismo occidental que se remonta a más de cien años.

Es este espíritu lo que los bombardeos actuales están tratando de aplastar en un acto de la futilidad más brutal. Es este espíritu el que los medios tratan desesperadamente de ocultar. Y es este espíritu el que finalmente verá al imperio, y a todos sus títeres y apologistas, desmoronarse en el polvo.

Dan Glazebrook es un periodista especializado en temas políticos y editor de stopstarvingyen.org. Es autor de Divide and Ruin: The West’s Imperial Strategy in an Age of Crisis. Su blog es danglazebrook.com.

Fuente:
https://www.middleeasteye.net/columns/even-wars-have-rules-will-world-ever-wake-atrocities-yemen-409669177