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domingo, 19 de mayo de 2024

_- Entrevista a Françoise Vergès «La liberación de Palestina sería una verdadera sacudida para el mundo»

_- Fuentes: El Salto [Foto: Vergès durante un momento de la entrevista. David F. Sabadell]


La politóloga antirracista Françoise Vergès es una pensadora clave del feminismo decolonial. La autora francesa radiografía el momento de quiebre en el que se encuentra el relato del excepcionalismo occidental que abandera Israel, y analiza los movimientos que le plantan cara desde las acampadas o el Sur global.
 

 La politóloga francesa Françoise Vergès (París, 1952) ha centrado su trabajo en la historia de la esclavitud, la investigación postcolonial o los feminismos. Autora de No todas las feministas son blancas (La vorágine, 2021), Un feminismo descolonial (Traficantes de sueños, 2022), o La memoria encadenada: Cuestiones sobre la esclavitud, (Anthropos, 2010), Vergès visitó Madrid a mediados de mayo, donde dio una conferencia en el ciclo Desde el río hasta el mar. Solidaridad internacional con Palestina, celebrado en el Museo Reina Sofía.

Sobre Palestina y su centralidad en las luchas anticoloniales del pasado y el presente, Vergès conversó ampliamente con El Salto en esta entrevista, en la que ubica la lucha por una Palestina libre en el centro del análisis de un mundo en transformación, donde un viejo régimen se revuelve contra la pulsión de transformación que viene de la juventud, del pensamiento decolonial o de los Sures. Movimientos que pujan por un cambio que nos permita por fin “humanizar el mundo”.

Su conferencia en el Reina Sofía se llamaba “Palestina es la medida de lo que somos capaces de hacer para cambiar el mundo”. 
¿Podría desarrollar esta idea? 
El pensador italiano Franco Berardi “Bifo” escribía en un artículo en el Salto que estamos ante un ataque del sionismo como vanguardia de un sujeto blanco, colonial, supremacista, patriarcal. Y que lo que estamos presenciando es una ofensiva desesperada de este antiguo régimen. 

¿Puede ser que esto sea el principio del fin para este régimen?
Sí, algo se está moviendo, algo ha cambiado. Toda la palabrería sobre que Israel es la única democracia de Oriente Medio donde los gays pueden vivir libremente, donde hay elecciones libres, se está quedando por el camino. Y el hecho de que Israel es la vanguardia del mundo occidental imperialista blanco está cada vez más claro. Como hemos visto, Sudáfrica va ante la Corte Internacional de Justicia. 52 países van ante la Corte Internacional de Justicia, todos del Sur global. Hay manifestaciones por todas partes, acampadas de estudiantes por todo el mundo. Hoy, las cosas se han movido, se han movido mucho más que antes. Hay algo de esta ilusión al ver cómo este discurso sobre la única democracia en Oriente Medio está en proceso de colapso, como lo está la idea del excepcionalismo de Occidente.

Occidente sería excepcional en comparación con otras regiones del mundo porque sería portador de los principios más generosos, de los valores más humanistas. Esa idea se derrumba. Obviamente, ha habido críticas al respecto durante mucho tiempo, pero ahora se está derrumbando de verdad. Siempre ha habido un doble rasero: Lo que era bueno aquí, lo que era bueno para la libertad y la igualdad aquí, no era bueno allí. Los derechos universales no eran universales. Esto es lo que cada vez está más claro: Los derechos universales eran para Occidente. Es un excepcionalismo desenmascarado, ahora por los jóvenes en África, Asia, América y Europa, pero antes por todo el trabajo que se ha hecho a lo largo de los años con las teorías decoloniales, postcoloniales y queer.

De hecho, a través de sus think tanks, el sionismo identifica las luchas antirracistas e interseccionales como uno de sus principales desafíos.

El sionismo es una ideología: la confusión entre ser sionista y ser judío es completamente falsa. Hay estudios que demuestran que al final de la Segunda Guerra Mundial, la mayoría de los judíos de Europa estaban en contra de la creación de un Estado de Israel, en contra de la creación de un Estado judío, así que el sionismo es una ideología de colonización. También es una ideología binaria, necesita un ellos y un nosotros. Y al mismo tiempo, también es una ideología de misión civilizadora colonial, dicen: “Respetamos a las mujeres, respetamos a los gays, respetamos a los queer”. Así que es esta ideología de la misión civilizadora la que también se está actualizando totalmente.

En este sentido vemos el resurgir del discurso anticolonial cuando hablamos de Israel. Ya en Palestina, desde las Intifadas, que fueron realmente importantísimas, surgió el movimiento BDS. Después, en los últimos años, los pueblos indígenas, los queers, Black Lives Matter y toda una serie de movimientos sociales en todas partes han estado cuestionando el imperialismo y el neoliberalismo y mostrando la intersección entre ambos. Sabemos que mientras BLM celebraba una gran manifestación, jóvenes palestinos les explicaban a los jóvenes estadounidenses cómo protegerse de la policía y de la represión. Podemos recordar también lo que existió en los años 60 y 70: un internacionalismo en una nueva forma que está volviendo y que muestra que los pueblos indígenas que luchan en la India están en contacto con BLM, quienes están en contacto con los movimientos en Sudáfrica, que a su vez están en contacto con Palestina.

A Israel también le inquieta el judaísmo antisionista y sus alianzas con el antirracismo. Sí, le resulta muy preocupante. Creo que la brutalidad de la reacción actual es proporcional al miedo. Ven que las cosas están cambiando y que todos estos movimientos, durante todos estos años, han estado desafiando su sistema de desposesión, explotación, extracción y racismo. Así que hay que recuperar, hay que reprimir. La propaganda tiene dos cartas en la manga, por así decirlo. Una es acusar de antisemitismo a cualquier opinión que cuestione la política racista y de apartheid del Estado de Israel. Y la otra son los derechos de las mujeres, una forma de feminacionalismo.

Así, por un lado, dicen que todo es antisemita: Si decimos “del río al mar”, si hablamos de un solo Estado, si criticamos el apartheid, todo esto sería amenazar la vida de los judíos, cuando es del Estado de Israel de lo que estamos hablando, de un Estado con una política. En la guerra en Argelia hablábamos del Estado francés enviando al ejército y torturando. No hablábamos de los franceses en general. Y del mismo modo, en la época de las grandes manifestaciones contra la guerra imperialista en Vietnam, se acusaba al gobierno estadounidense, no se trataba de los estadounidenses. Del mismo modo, tenemos todo el derecho a hablar y denunciar las políticas del Estado de Israel. Sin embargo, dicen que hay antisemitismo está en todas partes, aunque, como usted ha dicho, hay muchos jóvenes judíos y también no tan jóvenes, como Jewish Voice for Peace (JVP), o la Unión Judía por la Paz, en Francia, que dicen: “No es nuestro nombre”, “nunca más significa nunca más para todos”.

La segunda carta propagandística, es la cuestión de los derechos de la mujer vistos desde Occidente, diciendo que las mujeres musulmanas están oprimidas porque los hombres musulmanes son opresores por naturaleza. Así que Occidente va a liberar a esas mujeres. Y ahí, por ejemplo, todo este orientalismo de mostrar a los hombres árabes y musulmanes como naturalmente brutales, forma parte de este feminismo imperialista de las feministas blancas, que son las portavoces de este discurso.

Usted defiende que el feminismo debe de estar del lado de la solidaridad con Palestina. Sin embargo, la ministra de Derechos de las Mujeres amenazó a los grupos feministas con no otorgarles más subvenciones si no condenaban explícitamente a Hamás. En Francia, hay todo un feminismo —es lo que intenté explicar en mi libro Un Feminismo descolonial— que ha tomado protagonismo con su obsesión por el Islam y las mujeres con velo. Así que las ministras de Derechos de las Mujeres, tanto en los gobiernos de izquierdas como en los de derechas, actúan como portavoces de un feminismo civilizatorio. Y la actual ministra de Derechos de la Mujer ha amenazado a los grupos de mujeres que no hayan condenado claramente el atentado del 7 de octubre con retirarles las subvenciones. Obviamente, al final no encontraron nada. Pero están las amenazas como ésta, están las intimidaciones constantes, son después de todo una forma de censura. Incluso existe la censura directa, cuando desde un grupo de militantes preparamos un encuentro en diciembre contra el antisemitismo y su instrumentalización por parte de Israel, y por la paz en Palestina, la ciudad de París lo prohibió.

Aquella conferencia con Judith Butler. Sí, presionaron a la sala para que la prohibiera, una sala que recibe muchas subvenciones de la ciudad de París. Así que encontramos un local privado y lo pagamos nosotras: celebramos el encuentro el 3 de marzo, pero esta gente se enfureció porque pudimos finalmente organizarlo, y porque Judith Butler, que es un icono de la filosofía, una filósofa invitada por las grandes instituciones, vino a hablar con activistas decoloniales, activistas antirracistas, ¡esa misma tarde fue atacada y amenazada!. La gente de la izquierda socialista dijo que estaba muy decepcionada con ella. Las feministas dijeron que Butler ya no podía considerarse feminista. Judith Bulter no era feminista porque había declarado su apoyo a la lucha del pueblo palestino. Y también porque explicó cómo el antisionismo no es antisemitismo. Así que estamos viendo presión, mucha presión.

Lo que enfurece a las autoridades es que las manifestaciones continúan. Los estudiantes continúan acampando en la universidad, manteniéndose firmes en sus demandas. Por eso las autoridades son cada vez más violentas, más brutales, y también intentan aprobar leyes que castiguen lo que ellas llaman “antisemitismo”: decir Palestina Libre, llevar una kufiya u ondear la bandera palestina… Este aumento de la represión es un acto de pánico.

En 2016 se aprobó la definición de antisemitismo de la IHRA que incluye ejemplos que tienen que ver con el Estado de Israel y con el sionismo como formas de antisemitismo. Desde entonces esta definición se ha ido aprobando en numerosos países. Pareciera que hubiesen previsto la necesidad de crear un marco para reprimir con más dureza las críticas a Israel.

De hecho, después de la segunda intifada, el Estado de Israel vio que estaba perdiendo crédito: después de todo, no puedes matar a niños así a ojos del mundo. Entonces fue cuando iniciaron una gran campaña de propaganda con escritores y artistas, sobre todo a través del arte. Porque el arte, es para todo el mundo, es humanista. Quisieron mostrar a Israel bajo una luz muy agradable, con un montón de series de televisión muy bien hechas, toda una serie de películas de propaganda para mostrar que “mira, somos muy abiertos”, un montón de guiones sobre las reflexiones de un joven soldado, etc, para mostrar “que también somos seres humanos” porque el Estado entendió que era absolutamente necesario. Empezaron a organizar viajes, traer escritores y artistas de fuera a Israel para mostrarles cómo Israel es un país multicultural. Tenían mucho miedo. Y ahora tienen aún más miedo. El hecho en particular de que movimientos judíos como JVP o la Unión Francesa de Judíos por la Paz, u otros grupos en Inglaterra, o en Alemania se escuchen cada vez más les aterroriza.

Estas organizaciones existían pero no las oíamos. Y ahora están al frente, denunciando, siendo virales. Eso significa que el estado de Israel ya no puede jugar el papel de ser el estado de refugio para todos los judíos del mundo, “que vienen aquí, que es donde realmente serás judío”. La gente dice, “pero puedo ser judío en Francia, puedo ser judío en Argentina, puedo ser judío en Italia, puedo ser judío en Canadá. Ese no es el punto. Ustedes son un estado de apartheid”. Por eso es extremadamente importante para el Estado de Israel continuar esta guerra y contar con el apoyo de los Estados Unidos. El apoyo incondicional de Estados Unidos también pone de relieve la injusticia en la organización mundial desde la Segunda Guerra Mundial, que haya países que tengan derecho de veto en el Consejo de Seguridad —Francia, Estados Unidos, Rusia, China. También pone de relieve cómo Estados Unidos puede permitirse sustraerse a la justicia internacional. Lo que está saliendo cada vez más a la luz es la profunda injusticia que estos países occidentales perpetran, mientras se proclaman amigos de la paz, amigos de los niños, de las mujeres. Todo lo que vemos es una sucesión de negaciones de estos principios.

También hemos visto profundizarse la brecha entre las izquierdas institucionales europeas o cierto feminismo, y los movimientos de base. 

¿Supone el genocidio una sacudida para la izquierda? 
Sí, hay una sacudida para la izquierda institucional en Europa, pero no podemos ver el reemplazo. Hay una crisis real de la izquierda en la que toda la izquierda se está moviendo hacia la derecha y la derecha se está moviendo hacia la extrema derecha. Así que la izquierda se está convirtiendo en el centro y la derecha se está convirtiendo en la extrema derecha. Eso es lo que estamos viendo. 

Hay una izquierda que no consigue decirse a sí misma ¿qué hay hoy en el horizonte? 
Estamos en el siglo XXI, ¿qué implica? Estamos, por ejemplo, en Europa. ¿Qué es Europa? Es la Europa del liberalismo, del neoliberalismo. También está el hecho de que ya no es sólo Occidente, hay muchas otras potencias. Estamos en un mundo en el que tenemos que observar todos los cambios que ocurren. Y en mi opinión, hay una contrarrevolución mundial, precisamente contra el hecho de que en las últimas décadas hay movimientos que se han hecho cada vez más fuertes. Movimientos por cosas muy concretas: por el derecho a la tierra, el derecho al agua, el derecho al aire no contaminado, la defensa de los bosques, la defensa de los ríos, la defensa de los barrios.

Así que hay una contrarrevolución mundial. Es Milei en Argentina, es Meloni en Italia, son los partidos de extrema derecha en Finlandia, Suecia, Francia, España, Inglaterra, todos contra el woke, contra las personas trans, contra el género. Su mundo se tambalea. El mundo que han construido, que se ha construido desde el siglo XV, se tambalea. Necesitamos una renovación de eso. Vemos a la izquierda de la izquierda, en los movimientos que están ocurriendo horizontalmente, movimientos como los Levantamientos de la tierra en Francia, los movimientos de cooperativas aquí, las trabajadoras de los cuidados organizándose, de todos los trabajos que no están en las fábricas, que no son considerados por los sindicatos tradicionales… Las cosas se mueven, constituyen un nuevo terreno para una izquierda anticapitalista y antirracista.

Ayer en la conferencia había cierta esperanza en su discurso, ¿qué margen de maniobra queda entre esta mejor comprensión del mundo, y la constatación de la fortaleza del poder? 
El poder es muy, muy duro. Creo que quizá muchos de nosotros habíamos olvidado que el Estado está cada vez más al servicio de las corporaciones. Es el Estado el que aprueba leyes diciendo, vamos a liberalizar, vamos a vender tierras, vamos a expulsar a los agricultores. Y es cierto que en Europa todavía se puede apelar a los tribunales. Pero también que aquí la policía está cada vez más militarizada, cada vez hay más vigilancia en nuestros teléfonos, todo esto es cada vez más extremo. 

Así que cuando te enfrentas a ello, a veces puedes preguntarte “¿Cómo lo hago? ¿Por dónde empiezo?” 
Y creo que también tenemos que empezar de nuevo, partiendo del hecho de que estamos menos en las grandes ideas y los grandes sueños. Ubicarse en el: “estoy aquí, tengo la máquina del poder delante de mí. La miro y digo, ah, si tiro una piedra, va a ralentizar la máquina, va a obstaculizarla, y va a haber mucha gente tirando piedras en España y en Estados Unidos. Así que eso va a ralentizarla aún más”.

También hay mucha esperanza en la nueva forma de luchar. En los movimientos de los jóvenes, o incluso de los no tan jóvenes, que son mucho menos jerárquicos, menos verticales y menos masculinos. Donde se cuidan las unas a las otras. Es llamativo en las acampadas estudiantiles de hoy: preparan espacios por ejemplo para la oración, para que vayan los estudiantes musulmanes o los judíos o los cristianos. Hay mucha más atención los unos a los otros. Más atención para reconocer las necesidades de cada cual, si es religioso, o si es queer. Así que se trata de tener todo eso en cuenta y al mismo tiempo ser consciente de qué es lo que nos une. 

Las formas de alianza son más flexibles y al mismo tiempo igual de decididas. Sí, es cierto que a veces podemos tener esa sensación, preguntarnos “¿Pero cómo se hace?” 
Pero para mí, repito, el hecho de que estemos ante esta contrarrevolución mundial demuestra que estamos avanzando.

Estamos en una nueva conmemoración de la Nakba. ¿Veremos algún día una reparación para el pueblo palestino? 
No sé si yo llegaré a ver esto, pero creo que tenemos que seguir luchando para reparar las cosas. Tenemos que luchar para reparar el mundo. Sylvia de Winter, filósofa pero también activista en Sudáfrica, dice: “Tenemos que humanizar el mundo”. El mundo aún no está humanizado. Todavía estamos en la era del Hombre con H mayúscula, del soldado blanco asesino. Todavía no somos seres humanos, y para que eso ocurra, tenemos que acabar también con todo este masculinismo. El ejército, la policía, el hecho de que el mundo esté regulado por la represión. Tenemos que replantearnos qué es la paz. Nunca hemos vivido en paz. Ha habido paz en Europa, pero sólo porque Europa externalizó las guerras. Y en cualquier caso, en la Europa de la posguerra, hubo una dictadura en Portugal, hubo una dictadura en España, hubo una dictadura en Grecia.

Ese relato anterior de la Europa en paz pre Gran Guerra olvida las guerras coloniales. Y aunque había paz para muchos europeos, era lo que Rosa Luxemburgo llamó paz armada, es decir, una paz que se hizo porque había un ejército y una policía para reprimir al pueblo. Eso no es la paz. Creo que esta noción de paz también necesita ser reapropiada contra la militarización forzada y acelerada del mundo, que necesitamos aprender a vivir en paz, de verdad. Y por eso, cuando decimos paz en Palestina, no se trata sólo de detener la masacre, obviamente, es necesario que se detenga la violencia, pero también se trata de preguntarse ¿cómo será vivir en paz? 

Tenemos que aprender. Vivir en paz significa que el Estado de Israel debe renunciar a la colonización, renunciar a lo que fundó, renunciar a ser la vanguardia del Occidente imperialista en Oriente Medio, y vivir con los demás.

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