lunes, 18 de septiembre de 2023

La posguerra infinita

Durante décadas el imaginario moderno español se ha movido entre el hundimiento y la redención, es decir, entre la imposición de la dictadura en 1939 y la Transición democrática. En medio, 40 años nebulosos en los que se mezclan historia, memoria y propaganda. Varios libros recientes arrojan nueva luz sobre ese periodo sin caer en el descargo de conciencia ni en el ajuste de cuentas.


Venta de pan con cartilla de racionamiento en Madrid, en 1940.

Venta de pan con cartilla de racionamiento en Madrid, en 1940. EFE (EFE) En los últimos años ha aparecido un importante volumen de obras centradas, total o parcialmente, en la posguerra española. El dominio de la Guerra Civil se ha trasvasado al periodo inmediatamente posterior, consolidando la visión de una etapa nueva, mucho más compleja que la fijada en su relato fundacional. Emerge, desde la literatura y la historia, como ya lo había hecho antes en el cine o en el cómic, una posguerra infinita. El tiempo largo, de un país roto y deshecho, vuelve a ocupar, si alguna vez lo había dejado, nuestro imaginario colectivo. 

 Las razones de este fenómeno no son únicas y obedecen, como ya señalara Tony Judt en Postguerra, a la necesidad común de reconstruir la memoria familiar por encima de la historia oficial. El pasado sirve a esa obligación de reencontrarnos con nosotros mismos y reconfortarnos con nuestra sociedad. La diferencia en este punto resulta fundamental para entender el bum de la posguerra española, porque, en nuestro caso, seguimos buscando recuerdos comunes. 

Una mujer enferma de tuberculosis se refugia bajo una lona improvisada, en Barcelona en 1951.

 Una mujer enferma de tuberculosis se refugia bajo una lona improvisada, en Barcelona en 1951. HULTON-DEUTSCH COLLECTION (CORBI)

 El anhelo de un punto de origen compartido trata de suplir las carencias de una historia que desemboca, forzosamente, en la dictadura como hundimiento o en la Transición como salvación, resultados lógicos de una etapa en la que perdimos el rumbo, el epicentro como sociedad. Se buscan, por tanto, rutas que tiendan puentes al conocimiento de un pasado al que seguimos sin querer mirar a la cara. Historias hermanadas, silenciadas por el hambre y la tragedia. Y por la censura. Décadas de investigación en archivos, de remover montañas de papeles, han sacado a la luz un aluvión de fuentes y un sinfín de preguntas. Una vuelta atrás, una búsqueda del grial, de un mundo perdido, prohibido durante años, que solo es posible realizar, en definitiva, a través de los libros. 

Desde los comienzos de la democracia, el estudio de la Guerra Civil eclipsó todo lo demás, imponiendo la visión de un pasado atrasado y violento. Nuestra historia era una lucha de sucesivas guerras civiles. Su mayor reto, por ejemplo, a comienzos de los años ochenta, pasaba todavía por superar el debate, la guerra de cifras, de la naturaleza fratricida y violenta de los españoles. Los estudios locales y regionales, promovidos por las nuevas instituciones culturales autonómicas, siguieron centrados en el recuento de víctimas como base de memoriales o actos conmemorativos. Mantuvieron una historia de las dos Españas que había que equiparar para superar, pero, sobre todo, para no herir a nadie. Había una necesidad de sanar, de olvidar, de mirar hacia el futuro. Un discurso, originado en el franquismo y asumido durante la Transición, mantenido durante décadas en el mundo académico. Era el tiempo de las condenas morales de un pasado violento, que, en realidad, no explicaban nada. Nadie quería complicarse la vida con un tema tan espinoso. 

 Novelistas como Martínez de Pisón o Trapiello matizan en sus nuevos libros el relato heroico 

Este guion, más o menos preestablecido, se ha seguido respetando hasta hoy, aunque ya no se aplica como regla universal para entender la inmediata posguerra. La investigación y los estudios comparados han explorado con éxito esas otras rutas del camino de vuelta al pasado. Lecturas que parecían imposibles hace tan solo unos años marcan la pauta. Castillos de fuego (Seix Barral), la novela de Ignacio Martínez de Pisón, es quizás la advertencia más reciente de que la distancia que separaba ambos mundos, guerra y posguerra, era solo artificial. Un drama coral del miedo, la soledad, de una sociedad hundida y separada por la tragedia del peor de los conflictos civiles; nada más lejos que la memoria heroica del periodo que se alentaba hace tan solo una década. Sus personajes deambulan por el encierro permanente en el que se había convertido la sociedad española de vencedores y vencidos. 

 Un clima asfixiante recreado por un torrente de imágenes de archivo que nutre también Madrid 1945. La noche de los Cuatro Caminos (Destino), de Andrés Trapiello. Continuación de un trabajo iniciado 20 años atrás, muestra la inutilidad del sufrimiento desde el ángulo opuesto, desde la clandestinidad y su continua destrucción a manos de la Dirección General de Seguridad franquista. Quién podía pensar que los consejos de guerra, tan denostados hasta hace poco, se iban a convertir en una fuente inagotable para la reconstrucción de nuestra historia reciente. 

La huella imborrable que esos años dejó en varias generaciones, el trauma de aquellos niños que crecieron escuchando historias terribles en voz baja, se ha transformado en una suerte de escritura creativa, donde su propia experiencia aparece como la verdadera terapia de grupo. Esos antiguos susurros cobran nueva vida en una lectura compartida contra el odio que recorre nuestros días. Los libros de historia han llegado a la misma comprensión desde ángulos distintos, realzando una nueva planimetría de la posguerra. 

 Una generación de jóvenes historiadores, con una metodología renovada y un esfuerzo continuado, trabajan con una serie de hipótesis que, poco o nada, tienen que ver ya con el marco historiográfico de los años ochenta. Una mirada que deja atrás las querellas del fin de la guerra, las biografías o las memorias políticas que llenaron, durante mucho tiempo, el edificio político de una posguerra huérfana hoy de significados. 

La ciudad aparece como un universo inabarcable que emerge, crece y se expande, a través del dolor. Madrid, esa ciudad de un millón de muertos por la que sangró Dámaso Alonso en Hijos de la ira, revisitada desde La colmena a Tiempo de silencio, sigue siendo un escenario histórico inagotable. Del asedio, del heroico Madrid republicano, la Capital de la gloria, que describió Juan Eduardo Zúñiga, pasaría, sin solución de continuidad, a ser la gran metrópolis del fascismo. La obra de Pablo del Hierro Madrid. Metrópolis (neo)fascista (Crítica), que abarca cronológicamente hasta principios de los años ochenta, analiza de abajo arriba las sucesivas capas, desde la arquitectura a las redes políticas y financieras, que aseguraron ese paso trascendental de la mano del neofascismo de posguerra. El objetivo no es entender la victoria, que sería más bien un punto de llegada, sino la propia reconstrucción de posguerra y la consolidación de la dictadura. Un proceso dual alentado por el mayor esfuerzo represivo de la España contemporánea, que no puede entenderse sin el peso específico que estas redes ocuparon dentro de las familias de un régimen, oficialmente ya dirigido por “técnicos”. A pesar de que nada en el espacio público lo recuerde hoy, ha dejado múltiples huellas en el paisaje urbano, económico y social de la capital.

 Un análisis desde el subsuelo que también utiliza Daniel Oviedo en El enemigo a las puertas (Comares), pormenorizado estudio de las prácticas acusatorias, de las denuncias que presidieron la guerra y la posguerra. Su gran virtud, su enorme dificultad, pasa por convertir un minucioso trabajo sobre la figura de los chivatos, de los porteros, en un esfuerzo sostenido por la búsqueda de la supervivencia y del poder dentro de las clases populares. Una necesidad que ya advirtiera Baroja en la vida de los márgenes de principios del siglo XX, que fue llevada al límite durante los años treinta y cuarenta. Un libro que asume la necesidad, habitual en la historiografía de otros países, de evaluar las rupturas y continuidades tanto en los aparatos coercitivos como en las denuncias y otras prácticas acusatorias, más allá de los periodos estrictamente dictatoriales. 

El símbolo de la Falange y la palabra Alemania iluminados con motivo del cuarto aniversario del fin de la Guerra Civil, en la sede de la Secretaría General del Movimiento, en Madrid en 1943. El símbolo de la Falange y la palabra Alemania iluminados con motivo del cuarto aniversario del fin de la Guerra Civil, en la sede de la Secretaría General del Movimiento, en Madrid en 1943. WOLFGANG WEBER (ULLSTEIN BILD / (ULLSTEIN BILD VIA GETTY IAGES) 
La colaboración, la profunda relación con el Eje, venía de lejos; partía, en realidad, de un mapa que nos iguala, nos acerca a procesos similares en todo al escenario europeo. Hasta el momento, la historia del fascismo español permanecía unida a la efímera etapa azul del franquismo; etapa que se fue borrando, difuminando, como la conspiración judeomasónica o el saludo romano, a medida que los aliados avanzaban en todos los frentes. Marco da Costa, en La España nazi. Crónica de una colaboración ideológica e intelectual, 1931-1945 (Taurus), analiza esa relación desde el plano intelectual. Al igual que los trabajos anteriores, despliega una batería de pruebas documentales para indagar en los orígenes de una relación que era innombrable y quedó prohibida con posterioridad. Aquello nunca había ocurrido. Más allá de los préstamos ideológicos o las adaptaciones del lenguaje político que conocíamos, fomentadas, sobre todo, por el todopoderoso Serrano Suñer, el autor bucea en las negras y profundas aguas de los fantasmas patrios, a través de un sueño totalitario más arraigado de lo que parecía tras la fachada ideológica de un régimen antipolítico por naturaleza. 
Hasta la derrota alemana en Stalingrado, la España franquista fue claramente hitleriana 
Uno de los grandes hallazgos de este trabajo es demostrar que, hasta la derrota alemana en Stalingrado, la España franquista fue claramente hitleriana más que filonazi. A partir de esa fecha se inició una nueva coyuntura en la que el régimen español adoptaría otras etiquetas ideológicas, como la de “democracia orgánica”, que le permitiría pervivir en la posguerra europea, mostrar su neutralidad a toda costa e intentar olvidar su colaboracionismo con el Eje. Un lavado de imagen que fue llevado a cabo por la misma intelectualidad que, tan solo unos años antes, se había responsabilizado con orgullo de difundir el ideario nacionalsocialista entre la prensa y el mundo académico de la época.
Un papel, el del periodismo y la intelectualidad contrarrevolucionaria, falangista y tradicionalista, capaz de crear sus propios chivos expiatorios para asimilar, interpretar y propagar la ideología del Tercer Reich en España, a través de la literatura y el pensamiento en ese mismo marco de los años treinta y cuarenta. Un expurgo, una limpieza, que la depuración de la enseñanza y del mundo universitario permitieron prolongar y profundizar. Sobre todo, para aquellos que, gracias a la Junta de Ampliación de Estudios, habían convivido con aquel ambiente científico alemán que dotó de normalidad, desde los más diversos campos, como la política racial, la defensa jurídica de la comunidad o la destrucción de los enemigos internos, el ascenso y la consolidación del nazismo. Una relación que se tornó más que estrecha en el inmenso campo de pruebas táctico y tecnológico que la guerra de España abrió para los planes de Hitler." 
La historia de España que se enseña en las aulas no termina de incorporar estos y otros aspectos demostrados en la investigación reciente. La versión tradicional y heredada de la historia se ha resquebrajado, pero no se ha modificado del todo. La interiorización de esos cambios pasa por enfrentarnos a una memoria familiar heredada que, en realidad, desconocemos al completo. Al menos hasta mi generación, lo corriente y más habitual era escuchar que “de eso entonces no se hablaba”. 
Poco a poco, con el paso del tiempo, ha crecido el interés y se han ido llenando muchas de las lagunas sobre la posguerra y la vida cotidiana durante la dictadura. A través de un relato que hemos hecho coincidir con la versión oficial, la menos dolorosa o interesada en cada caso, nos hemos convencido de una historia sin conocer nada, realmente, de nuestro pasado común. Ese ha sido, tal vez, el precio más alto a pagar por el olvido, pero no ha sido el único.
 El panorama ha cambiado pero la posguerra sigue siendo una completa desconocida para la mayoría de nosotros. Se impuso una reinvención del pasado en todos los ámbitos, público y privado, cuyas consecuencias siguen hoy latentes. La mala memoria no es un mal solo del presente, es universal, y como demuestra la posguerra española contiene un elemento de supervivencia social. Cuando todo ese pasado desordenado aflora de manera interesada en el presente, las sociedades sucumben, vuelven a su lugar de origen, a sus tragedias más hondas. Su análisis ha necesitado muchas décadas para regresar a la luz de las fuentes y del conocimiento histórico. Un mundo que, más que nos pese, hasta el momento, no había sido estudiado desde su propio contexto y todavía se movía entre el ajuste de cuentas y el descargo de conciencia de sus protagonistas. Por muy verídicos y desinteresados que fueran sus testimonios, no tenían intención alguna de analizar su época, sino de ordenarla retrospectivamente a su favor. Las guerras de nuestros antepasados, como ya advirtiera Delibes, arrasan las sociedades, imponen sus imágenes, sus recuerdos, para dar forma a la posguerra. Sus restos afloran, hoy, a la superficie.  
Gutmaro Gómez Bravo es historiador. Autor de libros como "El exilio interior’ ‘Geografía humana de la represión franquista’." 
"https://elpais.com/babelia/2023-08-12/la-posguerra-infinita.html#?rel=lom">https://elpais.com/babelia/2023-08-12/la-posguerra-infinita.html#?

domingo, 17 de septiembre de 2023

_- La gran victoria sobre el fascismo. Discurso de Fidel (1975) durante el XXX aniversario de la derrota incondicional de la Alemania nazi



_- El 8 de mayo de 1945, a instancias de Stalin, se firma en Karlshorst (Berlín), la rendición incondicional de Alemania ante el mariscal Zhukov (URSS) y el subcomandante en jefe de las Fuerzas Expedicionarias Aliadas, el mariscal Tedder (RU), actuando como testigos el general Spaats (EEUU) y el general Latre de Tassigny (Francia).

En un momento como el actual, en el que se tiende a olvidar el papel del Ejército Rojo en la derrota del fascismo, es conveniente releer este discurso de Fidel Castro en el que deja meridianamente claro a quién le debemos la derrota del fascismo en Europa.

Querido compañero Nikita Tolubeev, Embajador de la URSS en Cuba;

queridos compañeros miembros de la delegación soviética al XXX Aniversario de la victoria sobre el fascismo;

Héroes de la Unión Soviética;

Asesores y técnicos soviéticos que desempeñan sus tareas en nuestra patria;

Queridos compañeros de la dirección del Partido y del Gobierno;

Queridos compañeros trabajadores:

Nuestro pueblo quiere rendir el tributo más profundo a esta histórica fecha.

Momento en el que el mariscal Zhukov lee el acta de rendición incondicional de los ejércitos del III Reich en Karlshorst (Berlín) el 8 de mayo de 1945. Créditos: Dominio Público

La propia Revolución nos ha enseñado a tener una valoración cabal de los acontecimientos históricos. Cuántas veces nos hemos reunido, en este mismo sitio, a recordar nuestra victoria de Girón, aquella batalla que duró tres días y que significó la muerte de más de 100 compatriotas.

No por su duración, ni por el número de hombres que murieron, podemos subestimar la enorme importancia de aquel hecho y los miles de vidas, los cientos de miles de vidas que se ahorraron a la patria en aquellos tres días, pues si el enemigo hubiese podido establecer una cabeza de playa firme y un gobierno contrarrevolucionario, con intervención de OEA y Estados Unidos, quién sabe cuán infinitos sacrificios habría significado para nuestro pueblo.

Pero nuestra propia experiencia sirve para dar una dimensión de lo que significó para la humanidad la victoria contra el fascismo, el aporte decisivo del pueblo soviético a esa victoria, los cuatro años de guerra y destrucción y los 20 millones de muertos para salvar a la humanidad del fascismo, para salvar a la humanidad del dominio universal del fascismo.

Podemos tener una idea de cuántos cientos de millones de vidas, cuánto horror y cuánta esclavitud, cuánto dolor y cuánto sufrimiento ahorró a la humanidad la victoria sobre el fascismo.

El fascismo surge en el mundo precisamente después de la Revolución de Octubre; el fascismo surge en el mundo como un instrumento contra el marxismo-leninismo. Fueron los países capitalistas y los países imperialistas los que crearon las condiciones para el surgimiento del fascismo en el mundo; y toda la campaña de los fascistas, desde que surgieron en Europa, se encaminaba hacia el anticomunismo, hacia el exterminio de los comunistas y hacia la destrucción de la Unión Soviética.

Una vez derrotada la primera intervención contra la Revolución de Octubre, comenzó a surgir con fuerza esta nefasta corriente política en Europa. El fascismo era la expresión más acabada del pensamiento reaccionario burgués e imperialista; y desde que Hitler salió a la palestra pública declaró sus propósitos de agredir un día a la Unión Soviética, proclamó sus doctrinas racistas y sus ideas acerca del exterminio de pueblos enteros, de la esclavización de decenas de millones de hombres y de las conquistas de nuevos territorios.

Hay que decir que toda la humanidad pagó muy caro este fenómeno político, que toda la humanidad pagó muy caro este engendro de los burgueses y del imperialismo, porque hasta los propios países capitalistas, en un momento determinado, se vieron agredidos por el fascismo.

Todos recordamos aquellos años trágicos que precedieron a la guerra; todos recordamos la política conciliacionista con el fascismo de los países capitalistas; todos recordamos el criminal reparto de Checoslovaquia, que fue desmembrada y repartida para satisfacer las ansias expansionistas del fascismo, claudicando vergonzosamente los gobiernos capitalistas frente a las exigencias de Hitler.

En el fondo, la política de aquellas potencias se encaminaba a lanzar al fascismo contra la Unión Soviética, a empujar a las hordas hitlerianas hacia la URSS.

Todos recordamos cómo comenzó en aquella época la guerra: con la invasión de Polonia, cuyo gobierno reaccionario de entonces prefirió los riesgos del aislamiento y de la agresión a la coordinación de su propia defensa con la Unión Soviética. Todos recordamos cómo, después de la invasión a Polonia, se inició la invasión a Noruega, de Holanda, de Bélgica, de Francia, de Dinamarca. Y recordamos también cómo los ejércitos de los países capitalistas se desplomaron prácticamente sin resistencia. En cuestión de días, en algunos casos, y en cuestión de semanas en otros, las naciones unas tras otras fueron derrotadas.

La noticia de que los tanques estaban a la retaguardia y los bombardeos aéreos, desmoralizaron totalmente a los ejércitos burgueses, que fueron incapaces de resistir la agresión hitleriana. Y cuando los fascistas tenían prácticamente dominada a Europa, con todos los recursos y la técnica de la economía europea, iniciaron en el mes de junio de 1941 el ataque cobarde y traicionero contra la Unión Soviética.

La Unión Soviética se había esforzado por preservar la paz, la Unión Soviética se había esforzado por reunir a todas las fuerzas antifascistas de Europa, la Unión Soviética se cansó de predicar incesantemente la necesidad de frenar el fascismo. Pero ello chocó contra la ceguera y la sordera de los dirigentes de los países capitalistas.

¿Qué ocurrió, en cambio, cuando se produce la invasión a la Unión Soviética? Todos sabemos la epopeya de Brest-Litovsk, de aquella fortaleza que durante semanas enteras, cuando las tropas nazis estaban ya en lo profundo de su retaguardia, resistió heroicamente, con un puñado de hombres, la embestida de una división entera.

¡El pueblo soviético no se desmoralizó, los soldados soviéticos no se desmoralizaron ni aun cuando los tanques y las tropas enemigas estaban a decenas de kilómetros en su retaguardia!

Los ejércitos de Hitler estaban acostumbrados a luchar contra regímenes sociales reaccionarios, contra regímenes sociales capitalistas, contra ejércitos burgueses. Y cuando se produce la agresión a la Unión Soviética, se encuentran por primera vez con un tipo de ejército diferente, con un tipo de soldado diferente, con un tipo de pueblo movido por otras motivaciones, y se encuentran desde el primer instante una resistencia encarnizada: ¡Los soldados soviéticos morían defendiendo sus posiciones! (APLAUSOS)

¡Los soldados soviéticos se negaban a rendirse, los soldados soviéticos no se dieron jamás por vencidos! Y cuando estaban cercados, una y otra vez atacaban y contraatacaban para tratar de abrirse paso. Y a pesar de los tremendos golpes que propinó la traición del enemigo en los primeros días de la guerra y en los primeros meses, en ningún instante aquel pueblo y aquel ejército se desmoralizaron.

¡El ejemplo de la Unión Soviética, y la epopeya de su Gran Guerra Patria, demuestran, en primerísimo lugar, la superioridad del sistema socialista (APLAUSOS), la fortaleza del sistema socialista y la fuerza de las ideas marxistas-leninistas! (APLAUSOS)

Las tropas nazis, acostumbradas a pasearse victoriosas por Europa, envanecidas de sus victorias, convencidas de la invencibilidad de sus tácticas de guerra relámpago, imaginaron también que la Unión Soviética se desplomaría, que Leningrado y Moscú serían tomados en cuestión de semanas, que la guerra relámpago triunfaría también allí. Y sin embargo, en todas partes encontraron una feroz resistencia. Se acercaron incluso a Leningrado, pero no pudieron tomar a la ciudad de Lenin (APLAUSOS). ¡Y el pueblo de Leningrado resistió el cerco fascista durante 900 días!

Si se analiza la historia de todas las guerras, será muy difícil encontrar una ciudad que haya resistido un cerco de 900 días. Morían los leningradenses de frío y de hambre, se desplomaban en las calles incesantemente bombardeadas por la artillería fascista; ¡pero los hombres y mujeres de Leningrado no se rendían! (APLAUSOS)

Se acercaron las tropas fascistas a Moscú con el grueso de sus fuerzas —como explicó el embajador soviético—, pero Moscú no pudo ser tomada, Moscú no se rendía, Moscú resistía, y no solo resistía sino que contraatacaba y tomaba la ofensiva (APLAUSOS).

Avanzaron el segundo año de guerra considerables fuerzas fascistas sobre Stalingrado, y se acercaron a Stalingrado, e incluso tomaron una parte de Stalingrado. Pero las tropas soviéticas, en unos cuantos cientos de metros entre la ciudad y el río, resistieron. ¡Y libraron allí la más grande batalla de la historia de las guerras!

En días recientes, precisamente el Primero de Mayo, tuvimos el honor de iniciar el desfile obrero en compañía de dos héroes soviéticos. Y entre ellos estaba el famoso sargento Pavlov (APLAUSOS), que durante 58 días, en una edificación semidestruida, con un puñado de hombres resistió a las tropas fascistas.

Stalingrado resistió. Stalingrado no se rindió. ¡Stalingrado inició precisamente el viraje de la guerra, aniquilando a uno de los más poderosos ejércitos de Hitler! (APLAUSOS)

De nuevo, en el tercer año de guerra, los fascistas trataron de tomar la iniciativa y reunieron poderosísimas fuerzas, otra vez en dirección a Moscú. Y se libra la famosa batalla del Arco de Kursk, que fue otro de los más encarnizados combates de la guerra, en que de nuevo las tropas fascistas se estrellan contra la heroica resistencia de los soldados soviéticos.

Y luego, cuando el ejército soviético toma la ofensiva, cuando llegó la hora de ajustar cuentas definitivamente, se inicia el avance hacia el territorio de los fascistas. Y se escriben páginas inmortales y gloriosas, en que sobresalen el heroísmo del soldado, el patriotismo del pueblo, la superioridad de la técnica y, sobre todo, la superioridad de los principios revolucionarios. Las tropas soviéticas no se detuvieron hasta el mismo corazón de la Alemania fascista, ¡hasta el mismo día que en la cúspide del Reichstag pusieron la gloriosa y victoriosa bandera del pueblo soviético! (APLAUSOS)

Alzando una bandera sobre el Reichstag, fotografía tomada por Yevgueni Jaldéi el 2 de mayo de 1945 en Berlín. Créditos: Dominio Público Estas extraordinarias hazañas se pueden tal vez enumerar en breves minutos, pero el caudal de esfuerzo, de heroísmo y sacrificio que implicaron no es fácil de medir.

¿Cómo pudo el pueblo soviético reaccionar, recuperarse de los golpes iniciales de más de 5 millones de soldados y la maquinaria bélica agresiva más poderosa que hasta entonces había conocido el mundo? ¿Cómo pudo aquel pueblo, en medio de aquel ataque, a pesar de la profundidad del avance de las tropas enemigas, a pesar de las enormes pérdidas materiales y humanas, recuperarse? Porque si grande fue la proeza de los soldados, extraordinariamente grande fue la proeza de todo el pueblo.

Ello se explica, en primer lugar, por la presencia de un partido aguerrido: el Partido de Lenin, el Partido Comunista de la Unión Soviética (APLAUSOS), organizador de la revolución, organizador de la construcción, organizador del pueblo y de las fuerzas armadas, organizador de la defensa de la patria socialista.

Suelen los hombres hablar de las grandes hazañas militares, pero junto con aquellas hazañas militares estuvieron las hazañas civiles, como fue, por ejemplo, el traslado de miles de fábricas a la retaguardia. El pueblo soviético, dirigido por el Partido, fue capaz de desarmar todas aquellas industrias que podían caer en manos del enemigo y que se necesitaban para la defensa de la patria, trasladarlas a la profunda retaguardia, y montar de nuevo aquellas fábricas en lugares donde en ocasiones no había ni una sola casa, no había una sola construcción; y echarlas a andar en cuestión de meses, ¡muchas veces en cuestión de semanas! Fábricas que tardan normalmente años en edificarse, comenzaron a producir a las pocas semanas de haber llegado a aquellos sitios las primeras máquinas.

¡La proeza de la economía soviética y de la población civil soviética estuvo a la altura del heroísmo de sus soldados!

En estepas cubiertas de nieve, sin calefacción alguna y muchas veces sin alimento, realizaban aquellas épicas tareas. Y es por eso que a pesar de la agresión fascista, a pesar del ataque artero, a pesar de las pérdidas iniciales, la industria soviética producía cada vez más tanques, mas aviones, mas fusiles, más cañones, más parque y más suministros de guerra.

¡Qué lejos estarían de pensar los generales fascistas, cuando sus tropas se acercaban a Leningrado o a Moscú o a Stalingrado, que algún día 40 000 cañones soviéticos estarían asaltando a Berlín! (APLAUSOS) Esta fue la inmensa, la gigantesca proeza del pueblo soviético en la Gran Guerra Patria.

No seríamos justos si negáramos los sacrificios que hicieron otros pueblos.

Nosotros escuchamos con mucha atención el brillante discurso del Embajador soviético. El recordaba, uno por uno, a todos los países que dieron una importante contribución a la victoria contra el fascismo. El recordaba el movimiento clandestino, a la resistencia, a la lucha abierta en otras ocasiones, y la contribución a la victoria de todas las fuerzas que participaron en la alianza antifascista. Justo es reconocerlo.

Pero el hecho cierto es que durante muchos años se trató de disminuir el rol extraordinario que había tenido la URSS en la victoria contra el fascismo. En Occidente se escribían muchos libros, muchas historias, se escribía sobre muchas batallas exaltando su participación en la guerra; incluso en Occidente se escribió mucho sobre las supuestas proezas militares de los propios generales fascistas.

Sin embargo, el hecho cierto, histórico, incuestionable es que fueron precisamente el pueblo y el ejército soviéticos quienes llevaron el peso fundamental y decisivo en la derrota del fascismo. Fue el pueblo soviético el que pagó el precio mayor, y el que realizó el aporte fundamental a la victoria. Sin ese aporte habría sido absolutamente imposible la derrota del fascismo. No se puede comparar la participación de ningún otro país al aporte soviético.

En Estados Unidos, por ejemplo, ni una sola ciudad fue ocupada por el enemigo, ni una sola casa fue destruida, ni una sola industria fue desmantelada. El pueblo norteamericano no conoció directamente los horrores de la guerra. La economía norteamericana prosperaba: las ganancias de las empresas norteamericanas durante la guerra sobrepasaron los 100 000 millones de dólares.

Cuando la guerra concluye, una gran parte de la industria y de la economía soviética estaba destruida; una gran parte de la riqueza del pueblo soviético había desaparecido en aras de la victoria contra el fascismo. Cuando la guerra concluye, casi todo el oro del mundo había ido a parar a Estados Unidos.

Y cuando la humanidad esperaba ansiosa un período de paz, surgen de nuevo los peligros de guerra: de nuevo el pueblo soviético se veía amenazado, centenares de bases militares agresivas fueron construidas alrededor de la Unión Soviética.

Durante muchos años el pueblo soviético se vio obligado a iniciar en condiciones muy duras el trabajo de la reconstrucción de su país, e incesantemente amenazados por armas nucleares y equipos militares de todo tipo. Se había iniciado la tenebrosa era de la guerra fría.

Pero no habían terminado, con la victoria sobre el fascismo, los grandes servicios que el pueblo soviético había prestado ya a la humanidad. Si su contribución a la victoria sobre el fascismo fue decisiva, su contribución a evitar una nueva guerra mundial, a preservar y a consolidar la paz del mundo ha sido también decisiva.

¡Con cuánto esfuerzo, con cuánto sacrificio de nuevo los soviéticos se vieron en la necesidad de construir la economía y fortalecer sus defensas, desarrollar la ciencia y la técnica militar para poder enfrentar los mortales peligros que los amenazaban!

Y así, al cabo de pocos años, ya los imperialistas no tenían el monopolio de las armas nucleares, ya no tenían el monopolio de las armas de destrucción en masa, ya no tenían la superioridad militar que les permitía imponer sus condiciones al mundo. Y de nuevo emergía un poder, de nuevo emergía un escudo poderoso entre los imperialistas y los pueblos del mundo, entre los propulsores de la guerra y los defensores de la paz.

¿Qué habría sido del destino de la humanidad? ¿Qué habría sido para todos los pueblos del mundo? ¿Qué habría significado la ausencia de esa fuerza, de ese escudo? Si de nuevo la humanidad no conoció los horrores de una guerra mundial, ello se debe a la política de paz y al poderío de la Unión Soviética (APLAUSOS).

El derrocamiento del fascismo creó condiciones nuevas para todo el mundo. Antes de la Segunda Guerra Mundial, si mirábamos los mapas de África, nos encontrábamos con que no había un solo pueblo libre en todo el continente africano; si mirábamos al continente asiático, veíamos que existían muy pocos pueblos que no estuvieran colonizados en aquel continente; si mirábamos a la América Latina, la veíamos absolutamente dominada por el imperialismo yanki. Unas pocas potencias se habían repartido el mundo, lo esclavizaban y lo explotaban.

Han pasado solo 30 años, y hoy podemos mirar, por ejemplo, los mapas de África. Y hay muy pocos, muy contados pueblos que no son todavía independientes. Decenas de nuevos países han surgido allí a la vida independiente en los últimos 30 años.

Si miramos al continente asiático, vemos que también decenas de países han arribado a la independencia nacional; si miramos a la América Latina, vemos también que los cambios se van produciendo, vemos un espíritu más independiente y más libre en los gobiernos de América Latina —al menos en una parte importante de ellos—, y vemos sobre todo a Cuba socialista (APLAUSOS).

¿Cómo habría sido posible este colosal movimiento de liberación mundial sin la Revolución de Octubre, sin la construcción de un Estado socialista poderoso, sin la victoria contra el fascismo, sin la reconstrucción de la Unión Soviética después de la guerra y su poderío técnico-militar, político y económico? ¿Qué habría ocurrido con todos los pueblos que aspiraban a ser independientes? ¿Cuántos crímenes no se habrían cometido contra ellos? ¿Cuántas invasiones, cuántas agresiones, cuánto napalm, cuántos explosivos, cuántas bombas, cuántos bombardeos habrían caído sobre ellos? ¿Es que acaso los imperialistas habrían de estar de acuerdo con la independencia de todos esos pueblos? ¿Es que acaso los imperialistas habrían de estar de acuerdo con la desaparición y el derrumbe del sistema colonial? ¿Es que los imperialistas habrían permitido la independencia de uno solo de estos pueblos? ¿Es que los imperialistas habrían ayudado a la liberación de uno solo de estos pueblos?

¿Sería posible concebir el mundo de hoy sin la Revolución de Octubre, la victoria heroica del pueblo soviético sobre el fascismo y el poderoso Estado socialista que hoy constituye la Unión Soviética? ¿Sería posible concebir la paz del mundo? ¿Sería posible haber impedido nuevas guerras mundiales?

En las luchas heroicas de todos los pueblos que han tenido que conquistar su independencia en estas décadas en medio de grandes sacrificios, ha estado siempre presente la solidaridad de la Unión Soviética y el campo socialista. En las luchas heroicas de los pueblos árabes por su independencia, en las luchas heroicas de los pueblos africanos, de las antiguas colonias portuguesas por su independencia, estaba presente, invariablemente, la solidaridad de la Unión Soviética y el campo socialista. En la lucha de todos los pueblos que se han levantado contra el imperialismo y por su independencia.

¿Y quiénes podemos saberlo mejor que nosotros? Nosotros, a 90 millas de Estados Unidos; nosotros, bloqueados económicamente durante casi 17 años; nosotros, a quienes se nos suprimió todos los suministros de equipos, de materias primas, y sobre todo de combustible. Nosotros, que cuando estábamos desarmados éramos incesantemente amenazados de agresiones. ¿Quién lo puede conocer mejor que nosotros que recibimos de la Unión Soviética las armas para defendernos de las agresiones (APLAUSOS), que recibimos las armas para resistir el ataque de Girón (APLAUSOS), que recibimos las armas para constituir un ejército poderoso con que defender las victorias del socialismo en nuestra patria? ¿Quién lo puede saber mejor que nosotros, que en estos 15 años hemos recibido más de 2 500 barcos cargados de petróleo? (APLAUSOS) ¡Nosotros, que en estos 15 años hemos recibido 80 millones de toneladas de petróleo soviético! (APLAUSOS) ¿Quién lo puede saber mejor que nosotros, que de la URSS hemos recibido tanta ayuda técnica, tantos créditos, tantas materias primas, tanta colaboración fraternal y generosa? ¿Quién puede saberlo mejor que nuestro pueblo? ¿Quién puede conocer mejor que nosotros el significado histórico de esta fecha?

¡Porque cuando los soviéticos luchaban y morían en Leningrado, en Moscú, en Stalingrado, en Kursk, en Berlín, estaban luchando y estaban muriendo también por nosotros! (APLAUSOS) Sus héroes son por tanto también nuestros héroes. Sus mártires son también nuestros mártires. ¡Su sangre es también nuestra sangre! (APLAUSOS)

¿Qué habría sido de los sacrificios inmensos de los pueblos sin la solidaridad y el apoyo de la Unión Soviética?

En días recientes hemos tenido el inmenso júbilo de presenciar esa hora histórica en que triunfa definitivamente la heroica causa del pueblo de Vietnam (APLAUSOS PROLONGADOS). Ellos, igual que nosotros, contaron con el suministro de armas modernas procedentes de la Unión Soviética. El pueblo vietnamita, igual que nosotros, en su heroica lucha, se apoyó en la solidaridad de la URSS y del campo socialista. Y cuando los últimos y crueles bombardeos de los B-52 azotaban a Vietnam, decenas de esos aviones fueron derribados por cohetes antiaéreos de fabricación soviética (APLAUSOS).

Estos son los hechos, estas pon las verdades que nosotros exponemos incesantemente frente a las calumnias infames de los que tratan de disminuir el mérito, el rol y el papel del pueblo soviético en los grandes avances y en las grandes victorias que han obtenido en los últimos años los pueblos del mundo. No hay una sola causa justa en este mundo detrás de la cual no haya estado la solidaridad de la URSS y del campo socialista (APLAUSOS), ¡campo socialista que surge potente como consecuencia de la victoria que conmemoramos en el día de hoy!

Por eso la importancia de este aniversario, que dio lugar al aplastamiento del fascismo, el surgimiento del campo socialista, el desplome del sistema colonial y el surgimiento de decenas de naciones independientes. Si los imperialistas hoy día, en medio de sus crisis energéticas y de materias primas, no se lanzan con el cuchillo en la boca a repartirse de nuevo los recursos naturales del mundo; si no se lanzan con el cuchillo en la boca a castigar cualquier nacionalización; si no se lanzan a tomar físicamente esos recursos, es sencillamente porque existen la Unión Soviética y el campo socialista (APLAUSOS).

Estas son sencillamente las grandes verdades históricas que prevalecerán siempre.

Mencionábamos hace unos minutos la victoria del pueblo vietnamita como ejemplo de solidaridad, pero mencionémosla también como ejemplo del heroísmo incomparable de un pueblo. Digamos que la victoria del pueblo vietnamita constituye también una de las más grandes proezas de la historia humana, y uno de los más grandes reveses del imperialismo.

Pero la historia tiene sus ironías. La historia ha querido, irónicamente, que a los 30 años de caer Berlín, el mismo día exactamente, cayera Saigón (APLAUSOS); la historia ha querido que a los 30 años de la victoria sobre el fascismo hitleriano, 30 años exactamente, se produjera la grandiosa victoria vietnamita contra el imperialismo yanki; y la historia, irónica, ha querido que este mes de abril sea una especie de mes de los revolucionarios. Porque no solo nació Lenin en el mes de abril —y eso es más que suficiente para inmortalizar al mes de abril (APLAUSOS)—, el 30 de abril de 1945 cayó Berlín, el 19 de abril de 1961 cayó Girón, primera derrota del imperialismo en América; el 17 de abril de 1975 cayó Phnom Penh, y culmina la gloriosa victoria del heroico pueblo de Camboya (APLAUSOS); el 30 de abril cayó Saigón, y culmina la victoria de 30 años de lucha del pueblo vietnamita (APLAUSOS). Ah, y Raúl me recordaba: el 25 de abril del pasado año, la revolución en Portugal (APLAUSOS).

Esas son razones muy profundas para que festejemos con alegría, con emoción y con optimismo, este XXX Aniversario de la victoria heroica del pueblo soviético sobre el fascismo (APLAUSOS).

Marcha adelante victoriosamente la causa de la revolución y del socialismo, la causa de Marx, Engels y Lenin (APLAUSOS), la causa de Ho Chi Minh (APLAUSOS), la causa de Martí y de Maceo (APLAUSOS), de Camilo y del Che (APLAUSOS), la causa de todos los revolucionarios, la causa de los marxistas-leninistas, la causa del socialismo, la hermosa causa del comunismo. ¡Y de la extraordinaria contribución que el pueblo soviético ha dado a esta causa de la humanidad, los pueblos del mundo estarán eternamente agradecidos! (APLAUSOS)
¡Viva el mil veces glorioso pueblo soviético! (EXCLAMACIONES DE: «¡Viva!»
¡Viva la amistad eterna entre la URSS y Cuba! (EXCLAMACIONES DE: «¡Viva!»)
¡Viva el internacionalismo proletario!

 (EXCLAMACIONES DE: «¡Viva!»)
¡Patria o Muerte!
¡Venceremos!

sábado, 16 de septiembre de 2023

El insoportable maniqueísmo de la izquierda «antiimperialista»

El socialista alemán August Bebel comentó una vez que el antisemitismo es el “socialismo de los tontos” porque los antisemitas reconocen la explotación capitalista solo si el explotador era judío, pero de lo contrario haría la vista gorda ante la explotación que emana de otros sectores.

Más de un siglo después, ese socialismo de tontos ha sido resucitado por una autoproclamada izquierda “antiimperialista” que condena la explotación y la represión capitalista en todo el mundo cuando las perpetra por Estados Unidos y otras potencias occidentales o los gobiernos que estas potencias apoyan, pero hace la vista gorda o incluso defiende a los Estados represivos, autoritarios, y dictatoriales simplemente porque estos Estados enfrentan la hostilidad de Washington.

Las políticas de la explotación capitalista y el control social en todo el mundo están moldeadas fundamentalmente por la contradicción entre una economía globalmente integrada al lado de un sistema de dominación política basado en el Estado-nación. La globalización económica y la integración transnacional de capitales brindan un impulso centrípeto al capitalismo global, mientras que la fragmentación política brinda un poderoso contra-impulso centrífugo que está resultando en una escalada del conflicto geopolítico. El abismo se está ampliando rápidamente entre la unidad económica del capital global y la competencia política entre los grupos dominantes que deben buscar la legitimidad y evitar que el orden social interno de sus respectivas naciones se rompa frente a la creciente crisis del capitalismo global. Esta coyuntura global es el telón de fondo del “socialismo de los tontos” contemporáneo.

Discutiré aquí los casos de China, Nicaragua, los BRICS, y la multipolaridad ya que sacan a relucir la lógica enrevesada y la política retrograda de esta izquierda “antiimperialista.”

China y el Desarrollo Capitalista
El capitalismo con peculiaridades chinas ha implicado el surgimiento de poderosos capitalistas transnacionales chinos fusionados con una elite del Partido-Estado dependiente de la reproducción del capital y de estratos medios de alto consumo, alimentados por una devastadora ola de acumulación primitiva en el campo y la explotación de cientos de miles de trabajadores chinos. Chino es ahora uno de los países más desiguales del mundo. Las huelgas y los sindicatos independientes no son legales en China. El Partido Comunista Chino hace tiempo que abandonó cualquier referencia a la lucha de clases o el poder de los trabajadores. A medida que las luchas laborales continúan aumentando en el país, también lo hace la represión estatal contra ellas.

Es cierto que el desarrollo capitalista ha sacado a millones de personas de la pobreza extrema –al menos de acuerdo con las estrechas mediciones de pobreza del Banco Mundial por debajo de $785 dólares en ingresos anuales– y ha provocado una rápida industrialización, progreso tecnológico e infraestructura avanzada. Es igual de cierto que los países centrales de América del Norte y Europa Occidental experimentaron estos logros durante sus periodos de rápido desarrollo capitalista desde finales del siglo XIX hasta mediados del siglo XX. La izquierda nunca vio este desarrollo capitalista en el Occidente como una victoria para la clase trabajadora ni perdió de vista el vínculo entre este desarrollo y la ley de la acumulación desigual y combinada en el sistema capitalista mundial. China se está “poniendo al día”.

El modelo chino se basa en un complejo de empresas estatales y privadas en las que el capital privado representa las tres quintas partes de la producción y las cuatro quintas partes del empleo urbano. China no ha seguido la ruta neoliberal hacia la integración capitalista transnacional. El Estado juega un papel clave en el sistema financiero, en la regulación del capital privado, en el gasto público, especialmente en la infraestructura, y en la planificación. Este puede ser un modelo distinto de desarrollo capitalista que la variante neoliberal occidental, pero sigue obedeciendo las leyes de la acumulación de capital. Tras la apertura al capitalismo global en la década de los 1980, China se convirtió en un mercado para las corporaciones transnacionales y un sumidero de capital excedente acumulado capaz de aprovechar una vasta oferta de mano de obra barata controlada por un estado de vigilancia omnipresente y represivo. Pero al viraje del siglo se estaban acumulando presiones para encontrar salidas en el extranjero para el capital chino excedente acumulado durante años de desarrollo capitalista intensivo.

Sostener este desarrollo pasó a depender ahora de la exportación de capital al exterior. En las dos primeras décadas del siglo XXI, China lideró al mundo en una oleada de inversión extranjera directa (IED) hacia países del Sur y del Norte Global por igual, profundizando la integración transnacional de capitales y acelerando la transformación capitalista en los países en los que invierte. Entre 1991 y 2003, la inversión extranjera directa de China se multiplicó por 10 y luego se multiplicó por 13,7 entre 2004 y 2013, de 45 mil millones de dólares a 613 mil millones de dólares. Para 2015, China se había convertido en el tercer inversor extranjero más grande en el mundo. Se IED saliente comenzó a superar la IED entrante y el país se convirtió en acreedor neto. ¿Qué sucede cuando esta IED china en el exterior aterriza en el antiguo Tercer Mundo?

Despojo y Extracción Se Convierten en “Cooperación Sur-Sur”
Las comunidades indígenas del departamento de Apurímac, en el altiplano de Perú, han librado luchas sangrientas en los últimos años contra la mina de cobre a cielo abierto Las Bambas, de propiedad y operación china, una de las más grandes del mundo, que han dejado decenas de muertos y heridos. De hecho, el estado peruano vende legalmente servicios policiales a las empresas mineras, lo que permite que la MMG de China compre la fuerza física de la policía para avanzar en la extracción de cobre por medios violentos. Si bien este espacio extractivista chino-peruano y otros similares son promocionados por los “antiimperialistas” como un modelo de cooperación Sur-Sur y modernización post-occidental, los agudos observadores reconocerán de inmediato la estructura clásica de extracción imperialista, mediante la cual el capital transnacional desplaza comunidades y se apropia de recursos bajo la protección política y militar de Estados locales encargados de la represión violenta de la resistencia a la expulsión y la explotación.

El patrón es el mismo en toda América Latina. Los bancos chinos han otorgado más de $137 mil millones en préstamos para financiar proyectos de infraestructura, energía y minería. Un informe de 2022 de una coalición de grupos ambientalistas y de derechos humanos analizó 26 proyectos en Argentina, Brasil, Bolivia, México, Perú, y Venezuela. Encontró violaciones generalizadas de los derechos humanos, el desplazamiento de comunidades locales, devastación ambiental y conflictos violentos dondequiera que se realizaran inversiones chinas en minas y megaproyectos. Los defensores de las prácticas crediticias de China afirman que estos préstamos son diferentes de los que provienen de Occidente porque no imponen condiciones como lo hacen los prestamistas occidentales. Esto no es enteramente verdad. Pero incluso si lo fuera, ¿qué diferencia hace eso para los trabajadores, campesinos y comunidades indígenas que resisten la explotación, la represión y la destrucción ambiental asociadas con el capital chino en colaboración con inversionistas transnacionales de otros lugares y Estados capitalistas locales?

El punto no es que el capital chino sea peor o mejor que el capital originario de otros países. El capital es capital independiente de la identidad nacional o étnica de sus portadores. Sin embargo, cuando un Estado capitalista occidental y un Estado capitalista en el Sur Global cooperan para imponer megaproyectos a las comunidades locales o para facilitar el saqueo corporativo transnacional en la extracción o la industria, esta cooperación es condenada (correctamente) como explotación por parte del imperialismo y las clases dominantes locales. Cuando dos Estados capitalistas del Sur Global cooperan para los mismos megaproyectos y la explotación corporativa, esto se elogia como una “cooperación Sur-Sur” progresista y antiimperialista y “que trae desarrollo”.

Organizaciones como la Tricontinental, encabezada por Vijay Prashad, elogian a borbotones este papel chino en el antiguo Tercer Mundo como “mutuamente beneficioso”, “ayudando el desarrollo” y “ganador-ganador” para China y los países en los que invierten sus corporaciones. ¿Realmente debemos creer que los inversionistas chinos están expandiendo las zonas francas industriales y reubicando la producción industrial intensiva en mano de obra de China a zonas de salarios más bajos en Etiopia, Vietnam y otros lugares, ¿no para obtener ganancias sino para “ayudar a estos países a desarrollarse”? ¿No es ese el mismo discurso legitimador del Banco Mundial? Repitiendo el discurso legitimador de la elite china Partido-Estado, la Tricontinental también ha insistido en que “el ascenso pacífico del socialismo con particularidades chinas” proporciona una alternativa al imperialismo occidental. Bueno, lo hace. Pero no una alternativa al despojo y la explotación capitalista. El desarrollo capitalista no es un proceso neutral frente a los antagonismos de clase. Es por definición un proyecto de clase de la burguesía. El desarrollo capitalista, ya sea del Oeste o del Este, se trata de expandir las fronteras de la acumulación.

El Mal Uso de la Soberanía y la Solidaridad
La izquierda “antiimperialista” condena legítimamente la propaganda occidental, pero parece incapaz de denunciar o incluso reconocer la propaganda no occidental en todo el mundo, o peor aún, repite esa misma propaganda como cámara de eco.

Nicaragua proporciona un caso de manual. El régimen de Ortega ha demostrado ser hábil en el uso de un lenguaje que suena radical y una retórica antiimperialista para tocar una cuerda reflexiva de apoyo de apoyo entre la izquierda internacional. Ortega volvió al poder en 2007 a través de un pacto con la tradicional oligarquía de derecha del país, los exmiembros de la contrarrevolución armada y la jerarquía conservadora de la Iglesia Católica y las sectas evangélicas. Prometiendo respeto absoluto por la propiedad privada y libertad irrestricta para el capital, procedió a cogobernar hasta 2018 con la clase capitalista, otorgando al capital transnacional 10 años de exenciones fiscales, desregulación, libertad irrestricta para repatriar ganancias y represión de los trabajadores en huelga. El 96 porciento de la propiedad del país sigue en manos del sector privado. La dictadura ha reprimido toda la disidencia y ha cerrado más de 3,500 organizaciones de la sociedad civil desde 2018, esto en un país de apenas seis millones de habitantes, porque considera que cualquier vida cívica fuera de la propia es una amenaza.

Muchos progresistas pueden estar genuinamente confundidos debido al merecido apoyo que la revolución Sandinista de 1979-1990 recabó en todo el mundo y la historia de la despiadada intervención norteamericana contra el país. Esa revolución murió en 1990 y lo que llegó al poder en 2007 bajo Ortega fue todo menos revolución. Sin embargo, la izquierda “antiimperialista” ha optado por abrazar calurosamente la dictadura, justificada por los supuestos intentos de Estados Unidos de desestabilizar el régimen y en nombre de la “soberanía”. Pero la evidencia no respalda la afirmación de estos detractores de que Estados Unidos está impulsando un “cambio de régimen contrarrevolucionario” contra Ortega, a pesar retórica de ruido de sables de Washington.

Nicaragua no enfrenta sanciones comerciales o de inversión. Estados Unidos es el principal socio comercial del país (el comercio bilateral superó los $8,3 mil millones en 2022) y la inversión corporativa transnacional continúa llegando, al igual que los préstamos multilaterales al Banco Central. No hay intervención militar o paramilitar estadounidense. Sin embargo, ninguno de estos hechos ha impedido que la organización estadounidense Code Pink, entre otras, afirme que el de Ortega es un “gobierno socialista” bajo la presión de “sanciones devastadoras” y que enfrenta “violentos intentos de golpe de estado”.

Washington si emprende campañas de desestabilización en toda regla, no contra Ortega, sino contra Irán, Venezuela y otros países. Tales crímenes no tienen nada que ver que los intereses de las masas obreras y populares en estos países y deben ser condenados por vehemencia por cualquier izquierdista digno de ese nombre. Pero esto no absuelve a la izquierda del compromiso con el internacionalismo y la solidaridad con los imprimidos solo porque resistimos las pretensiones imperiales de Estados Unidos en todo el mundo. La izquierda “antiimperialista”, sin embargo, le dirá lo contrario. Preste atención a la advertencia de la periodista Caitlin Johnstone: si vives en un país occidental, “simplemente no es posible que prestes tu voz a la causa de los manifestantes en las naciones atacadas por el imperio sin facilitar las campañas de propaganda del imperio sobre esas protestas. O tienes una relación responsable con esta realizad o una irresponsable”. Es así de sencillo. ¡Proletarios de solo algunos países uníos!

Los “antiimperialistas” han vuelto a una concepción de soberanía, no del pueblo o de las clases trabajadoras, sino de los gobiernos en los países que defienden. Las luchas anticolonialistas y antiimperialistas del siglo XX defendieron la soberanía nacional, no estatal, frente a la injerencia de las potencias imperiales. Los Estados capitalistas usan este reclamo de soberanía como un “derecho” para explotar y oprimir dentro de las fronteras nacionales libres de injerencia externa. Nosotros la izquierda no tenemos reparos en “violar la soberanía nacional” para condenar los abusos de los derechos humanos por parte de los regímenes pro-occidentales, y tampoco deberíamos tenerlos en defensa de los derechos humanos en aquellos regímenes no favorecidos por Washington.

El internacionalismo proletario llama a las clases trabajadoras y oprimidos de un país a extender la solidaridad no a los Estados sino a las luchas de las clases trabajadoras y oprimidas de otros países. Los Estados merecen el apoyo de la izquierda en la medida –y sólo en la medida– que impulsan las luchas emancipatorias de las clases populares y trabajadoras, que impulsen, o se vean obligados a impulsar, políticas que favorezcan a estas clases. Los “antiimperialistas” confunden el Estado con la nación, el país, y el pueblo, generalmente careciendo de cualquier concepción teórica de estas categorías y avanzando en la orientación policía populista sobre la de clase. Nosotros en la izquierda, condenamos la invasión y ocupación estadounidense de Irak a principios de este siglo. Lo hicimos no porque apoyáramos al régimen de Saddam Hussein –solo un tonto podría haberlo hecho– sino porque nos solidarizamos con el pueblo iraquí y porque todo el proyecto imperial para el Medio Oriente equivalía a un ataque contra los pobres y los oprimidos en todas partes.

BRICS: Sustitución de la Contradicción Capital-Trabajo por una Contradicción Norte-Sur

Los “antiimperialistas” aplauden a los BRICS como un desafío del Sur al capitalismo global, una opción progresista, incluso antiimperialista, para la humanidad. Solo pueden hacer tal afirmación reduciendo el capitalismo y el imperialismo a la supremacía occidental en el sistema internacional. En el apogeo del colonialismo y sus secuelas inmediatas, las clases dominantes locales eran, en el mejor de los casos, antiimperialistas, pero no anticapitalistas. Su nacionalismo borró las divisiones de clase al proclamar una identidad de intereses entre los ciudadanos de un país en particular.

Este nacionalismo tuvo un aspecto progresista y, a veces, en la medida en que todos los miembros del país en cuestión estaban oprimidos por la dominación colonial, los sistemas de castas que impuso y la supresión de capital endógena. Los “antiimperialistas” de hoy se entusiasman por los BRICS como un “proyecto del Tercer Mundo” revivido, en palabras de Prashad, una nostalgia anticuada por ese momento anticolonial de mediados del siglo XX que oscurece las contradicciones de clase internas junto con la red de las relaciones de clase transnacionales en las que están enredados. Dos referencias bastarán para ilustrar cuán desconectado está ese pensamiento de la realidad del siglo XXI.

Hace varios años tue la oportunidad de dar una charla en Manila a un grupo de activistas revolucionarios filipinos. Una mujer presente, originaria de la India, se opuso a mi análisis del surgimiento de una clase capitalista transnacional que incorporó contingentes del antiguo Tercer Mundo. Me dijo que en la India “estamos luchando contra el imperialismo y por la liberación nacional”. Le pregunté qué quería decir con esto. Los capitalistas centrales estaban explotando a los trabajadore indios y transfiriendo el excedente a los países imperialistas siguiendo las líneas que analizó Lenin, respondió ella.

Fue pura coincidencia que en la misma semana de mi charla, el conglomerado corporativo global con sede en la India, Tata Group, que opera en más de 100 países en seis continentes, había adquirido una serie de íconos corporativos de su antiguo amo colonial británico, entre ellos, Land Rover, Jaguar, Tetley Tea, British Steel, y la cadena de supermercados Tesco, lo que convirtió a Tata en el mayor empleador del Reino Unido. Entonces, estos capitalistas con base en la India se habían convertido en los mayores explotadores individuales de los trabajadores británicos. ¡Según la propia lógica de esta mujer, el Reino Unido ahora era víctima del imperialismo indio!

Poco después de su primera toma de posesión, en 2003, y luego nuevamente en 2010 durante su segundo mandato presidencial, el presidente brasileño Lula cargó un avión del gobierno con ejecutivos corporativos brasileños y se dirigió a África. El séquito presidencial-corporativo presionó a Mozambique y otros países africanos para que se abrieran a la inversión en los abundantes recursos minerales del continente por parte de la corporación minera transnacional con sede en Brasil, Vale, que también opera en los seis continentes, bajo la retórica de la “solidaridad Sur-Sur”. No está claro qué había de antiimperialista, y mucho menos anticapitalista, en los safaris corporativos africanos de Lula y, por extensión, en la agenda de “cooperación Sur-Sur” que personifica, o porque la izquierda debería aplaudir la expansión del capital con sede en Brasil en África, capital con sede en China en América Latina, capital con sede en Rusia en Asia Central o capital con sede en India en el Reino Unido.

Podemos apoyar las políticas (ligeramente) redistributivas a nivel doméstico y la política exterior dinámica en el extranjero de gobiernos como el de Lula. Todos los Estados capitalistas no son iguales y es muy importante quién está en el gobierno. Pero un gobierno “progresista” no es necesariamente socialista ni tampoco necesariamente antiimperialista. Para los miopes, la expansión hacia el exterior del capital chino, indio o brasileño es vista como una especie de liberación del imperialismo. ¿Qué se puede hacer con la extraña afirmación del Geopolitical Economy Research Group (Grupo de Investigación de Economía Geopolítica) con sede en Canada y el International Manifesto Group (Grupo de Manifiesto Internacional) que patrocina, para quienes el compromiso ideológico triunfa sobre los hechos, de que los BRICS se encuentran “entre los éxitos más conocidos” en los esfuerzos por promover “desarrollo nacional e industrialización autónomos e igualitarios para romper las cadenas imperialistas”?

Si bien los BRICS no representan una alternativa al capitalismo global y la dominación del capital transnacional, sí señala el cambio hacia un sistema interestatal más multipolar y equilibrado dentro del orden capitalista global. Pero tal sistema interestatal multipolar sigue parte de un mundo capitalista global brutal y explotador en el que los capitalistas y Estados BRICS están tan comprometidos con el control y la explotación de las clases trabajadoras y populares globales como sus contrapartes del Norte. A medida que aumenta la membresía de los BRICS, los nuevos candidatos para unirse al bloque en 2023 incluyen Estados tan magníficamente “autónomos e igualitarios” que luchan contra las “cadenas imperialistas” como Arabia Saudita, Egipto, Baréin, Afganistán, Nigeria y Kazajstán.

Multipolaridad: El Nuevo Albatros
La invasión rusa de Ucrania en 2022 y la respuesta política, militar y económica radical de Occidente pueden señalar el golpe de gracias de un orden interestatal decadente posterior a la Segunda Guerra Mundial. Un capitalismo global cada vez más integrado es incompatible con un orden político internacional y una arquitectura financiera controlados por Estados Unidos y el Occidente, y con una economía global denominada exclusivamente en dólares. Estamos al comienzo de una reconfiguración radical de las alineaciones geopolíticas globales al ritmo de la creciente turbulencia económica y el caos político. Sin embargo, la crisis de hegemonía en el orden internacional tiene lugar dentro de esta economía global única e integrada. El pluralismo capitalista global emergente puede ofrecer un mayor margen de maniobra para las luchas populares en todo el mundo, pero un mundo políticamente multipolar no significa que los polos emergentes del capitalismo global sean menos explotadores u opresores que los centros establecidos.

Por el contrario, el Occidente establecido y los centros emergentes en este mundo policéntrico están convergiendo en turno a tropos de “Gran Potencia” notablemente similares, especialmente el nacionalismo jingoísta, a menudo étnica, y la nostalgia de una “civilización gloriosa” mitificada que ahora debe recuperarse. Las narrativas spenglerianas difieren de un país a otro según las historias y culturas particulares, a saber:

En China el hipernacionalismo se combina con la obediencia confuciana a la autoridad, la supremacía étnica Han y una nueva Gran Marcha para recuperar el estatus de gran potencia. Para Putin son los días de gloria de un imperio de la “Gran Rusia” anclado en Eurasia, políticamente respaldado por un conservadurismo patriarcal extremo que Putin llama “valores espirituales y morales tradicionales” que encarnan la “esencia espiritual de la nación rusa sobre el Occidente decadente”. En EEUU, es la bravuconería hiperimperial de una Pax Americana menguante, legitimada por la doctrina de “excepcionalismo estadounidense” y la grandilocuencia de la “democracia y la libertad”, en cuyo margen siempre ha estado la supremacía blanca, ahora encarnada en un movimiento fascista en ascenso como “teoría del reemplazo”. A estos podríamos agregar el panturquismo, el nacionalismo hindú y otras ideologías cuasi fascistas en este mundo policéntrico en ascenso. ¡Haz América Grande de Nuevo! ¡Haz China Grande de Nuevo! ¡Haz Rusia Grande de Nuevo!

Estados Unidos puede ser el mandamás y el criminal más peligroso entre los cárteles de Estados criminales que compiten entre sí. Debemos condenar a Washington por instigar una Nueva Guerra Fría y por empujar a Rusia a través de una expansión agresiva de la OTAN para que invada Ucrania. Sin embargo, la izquierda “antiimperialista” insiste en que hay un solo enemigo, Estados Unidos y sus aliados. Este es un cuento maniqueo del “Occidente y el resto”. Tal narrativa metafísica de Star Wars (Guerra de las Galaxias) sobre la lucha virtuosa contra el singular Imperio del Mal termina legitimando la invasión rusa de Ucrania. Y al igual que Star Wars, se vuelve difícil distinguir el balbuceo fantástico de un mundo de fantasía del balbuceo de la izquierda “antiimperialista”.

William I. Robinson. Distinguido Profesor de Sociología. Universidad de California en Santa Barbara.

Publicado en inglés en Los Angeles Review of Books (The Philosophical Salon)

Traducido por el Autor

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

jueves, 14 de septiembre de 2023

Las revelaciones de un exagente secreto presente el día del asesinato de Kennedy que reabren la polémica sobre el caso

Seis décadas después, todavía salen a la luz nuevos detalles sobre uno de los acontecimientos más analizados en la historia de Estados Unidos: el asesinato del presidente John F. Kennedy el 22 de noviembre de 1963.

Paul Landis, un ex agente del Servicio Secreto de 88 años que presenció la muerte del presidente de cerca, dice en un libro de memorias que se publicará próximamente que tomó una bala del automóvil después de que le dispararan a Kennedy y luego la dejó en la camilla del mandatario en el hospital.

Podría parecer un detalle sin importancia en un caso que ha sido escrutado detalladamente desde la década de 1960, pero para las personas que han pasado años analizando cada fragmento de evidencia, el relato de Landis es un avance importante e inesperado.

Las conspiraciones sobre cuántos hombres armados estuvieron involucrados, quién fue el responsable final y cuántas balas alcanzaron realmente al presidente han abundado en las décadas posteriores al asesinato.

La idea de que los verdaderos hechos del caso difieren de la versión oficial es la teoría de la conspiración original de los Estados Unidos modernos y, según algunos historiadores, el asesinato instigó la caída de la confianza de los estadounidenses en su gobierno.

Dependiendo de cómo se mire, la historia de Landis no cambia nada o lo cambia todo.

Su libro The Final Witness (El testigo final) seguramente agregará más chispa a la interminable obsesión nacional por este asesinato.

"Esta es realmente la noticia más significativa sobre el asesinato desde 1963", señala James Robenalt, historiador y experto en Kennedy que trabajó con Landis preparándolo para hacer sus revelaciones públicas.

Nuevos detalles en un caso antiguo
Los hechos principales del asesinato de Kennedy son, a estas alturas, bien conocidos.

El 22 de noviembre de 1963, un descapotable en el que viajaban el presidente Kennedy, la primera dama Jackie Kennedy y el gobernador de Texas, John Connally Jr. y su esposa, atravesaba Dealey Plaza en Dallas cuando se escucharon una serie de disparos.

Kennedy recibió disparos en la cabeza y el cuello, y Connally recibió uno en la espalda. Las autoridades llevaron a ambos al cercano Hospital Parkland Memorial, donde Kennedy fue declarado muerto. El gobernador sobrevivió.

el rifle utilizado para matar a John F. Kennedy.
FUENTE DE LA IMAGEN,GETTY IMAGES Pie de foto,

Un policía de Dallas sostiene el rifle utilizado para matar al presidente John F. Kennedy.

El informe de la Comisión Warren, resultado de una investigación gubernamental sobre el asesinato, identificó a Lee Harvey Oswald como el único atacante.

La evidencia balística ayudó a confirmar esta conclusión. Oswald fue asesinado a tiros poco después del asesinato de Kennedy mientras se encontraba bajo custodia policial.

El informe también concluyó que una sola bala atravesó a Kennedy y llegó hasta Connally, alcanzando a ambos en varios lugares, lo que ayuda a explicar cómo un solo hombre armado llevó a cabo el ataque. El hallazgo se conoció como la "teoría de la bala única" o "teoría de la bala mágica".

La comisión se basó en parte en el hecho de que más tarde se encontró una bala en la camilla de Connally en el hospital.

En aquel momento nadie sabía de dónde había salido. Pero el comité finalmente concluyó que la bala se había desprendido mientras los médicos se apresuraban a tratar a Connally.

Algunos escépticos del informe oficial se han fijado durante mucho tiempo en esa única bala, y les resulta difícil creer que pudiera haber causado tantas heridas como las que causó a dos hombres distintos.

El relato de Landis ha caído como una bomba no sólo porque proporciona un nuevo testimonio de primera mano sino porque, según algunas opiniones, complica la teoría de la bala única.

Lo que recuerda Paul Landis
El día del asesinato, Landis, que entonces tenía 28 años, fue asignado a proteger a Jackie Kennedy.

Cuando comenzó el ataque, estaba a pocos metros del presidente Kennedy y fue testigo del terrible disparo en su cabeza.

Luego vino el caos absoluto. Lo que Landis hizo a continuación no se lo contó a nadie más que a unos pocos confidentes durante décadas.

En una entrevista con el New York Times, Landis dijo que después de que la caravana llegara al hospital, vio una bala en el auto de Kennedy, detrás de donde había estado sentado el presidente.

La recogió y se la guardó en el bolsillo. Poco después, según sus recuerdos, estuvo en una sala de emergencias con el presidente Kennedy, colocando la bala en la camilla del presidente para que la evidencia viajara con el cuerpo.

"No había nadie allí para proteger el lugar, y eso me perturbaba mucho", le dijo Landis al New York Times.

"Todo esto estaba sucediendo muy rápido. Y temía que eso pudiera ser evidencia, de lo cual me di cuenta de inmediato", continuó. "Muy importante. Y no quería que desapareciera o se perdiera".

Kennedy en Dallas

FUENTE DE LA IMAGEN,GETTY IMAGES Pie de foto, Kennedy recibió un disparo durante una visita a Dallas, Texas, en 1963.

Al parecer, Landis nunca presentó esta evidencia y la Comisión Warren nunca lo entrevistó. Nunca lo anotó en ningún informe oficial.

"No había dormido nada en absoluto y aún así se le pidió que siguiera trabajando, y sufría de trastorno de estrés postraumático grave", le dijo Robenalt a la BBC.

"Se olvidó de la bala", señala Robenalt, quien dedicó mucho tiempo a entrevistar a Landis sobre sus recuerdos y recientemente escribió un artículo para Vanity Fair analizando la revelación.

"Estaba totalmente absorto en las enormes cosas que estaban pasando".

Durante años, evitó leer sobre el asesinato o las teorías de conspiración que generó, hasta que decidió que estaba listo para contar su historia al mundo.

La bala misteriosa
Quienes han leído el relato de Landis han sacado conclusiones diferentes, y la historia plantea tantas preguntas como las que supuestamente responde.

Robenalt le dijo a la BBC que cree que este relato socava la teoría de la "única bala".

Landis ahora piensa que la bala que encontró en el coche fue la que apareció en la camilla de Connally.

Piensa que la bala se incrustó superficialmente en la espalda de Kennedy y se cayó en el auto.

Si tiene razón, afirma Robenalt, es posible que Connelly y Kennedy no hayan sido alcanzados por la misma bala.

Lee Harvey Oswlad

FUENTE DE LA IMAGEN,AFP/GETTY Pie de foto, Lee Harvey Oswlad fue identificado como el único atacante.

Incluso cree que esto podría revivir el escepticismo sobre si Oswald actuó solo.

Si no hubiera sido una bala la que causó las heridas de ambos hombres, pregunta Robenalt en su extenso artículo en Vanity Fair, ¿podría Oswald haber disparado ambos tiros en tan rápida sucesión con el rifle que usó?

Varias personas, sin embargo, son escépticas frente al relato de Landis, incluido un colega que también participó directamente ese día.

Clint Hill, el agente que saltó a la parte trasera del auto de Kennedy para proteger al presidente, no cree en el relato de Landis.

"Si revisó todas las pruebas, las declaraciones y cosas que sucedieron, no coinciden", le dijo Hill a NBC News. "No tiene ningún sentido para mí que esté intentando ponerla (la bala) en la camilla del presidente".

Para Gerald Posner, periodista de investigación y autor de "Caso cerrado: Lee Harvey Oswald y el asesinato de JFK", la historia de Landis en realidad respalda la teoría de la "bala única".

Posner afirma que "su relato debe tomarse en serio", pero también tiene dudas sobre la certeza de los recuerdos de Landis después de casi seis décadas.

Por ejemplo, Posner señaló las entrevistas de personas que estuvieron dentro de la sala de emergencias con Kennedy en el Hospital Parkland. Nadie mencionó la presencia de Landis allí, dijo.

Y el hecho de que Landis nunca se haya presentado ante las autoridades plantea dudas sobre su conducta ese día, afirma Posner.

"Dicho esto, él podría decir cosas que no son correctas, pero el hecho subyacente de que 'vi una bala, la agarré, la guardé en mi bolsillo y la dejé en el hospital antes de irme', eso puede ser cierto o no ", indica Posner.

El hecho de que Landis abra o no un nuevo misterio o simplemente confirme un hecho existente, casi no importa.

Después de todo, este es el asesinato de Kennedy, y su revelación asegurará años de debate y disección de uno de los mayores traumas nacionales de Estados Unidos.

"¿Van a resolverlo para que todos queden 100% satisfechos? No", afirma Posner. "Es un caso que, para la mayoría de la gente, nunca se cerrará".

_- "En La Moneda se respiraba el aliento de la muerte": los detalles del golpe del 11 septiembre en Chile revelados por Joan Garcés, el asesor más cercano a Allende

Joan Garcés
Pie de foto,

_- El doctor en Ciencias Políticas, Joan Garcés, fue asesor y amigo de Salvador Allende.

De traje y corbata, el abogado Joan Garcés (Valencia, 1944) abre la puerta de su oficina con una sonrisa.

Son las 5 de la tarde de un día de septiembre en Madrid, la capital de España.

Sobre su escritorio hay una fotografía donde aparece junto al expresidente de Chile, Salvador Allende (1970-1973), y Óscar Agüero, exembajador de Chile en España.

“Eso fue un fin de semana de 1972. Estábamos en la casa de campo que [Allende] tenía en las afueras de Santiago”, recuerda, con algo de nostalgia.

Joan Garcés es un testigo privilegiado de lo que ocurrió en Chile el 11 de septiembre de 1973.

El español llegó al país sudamericano un par de años antes, atraído por la historia de Allende, con quien forjó una fuerte amistad.

En 1970, cuando Allende se convirtió en el primer presidente socialista del mundo en llegar al poder a través de la vía democrática, Garcés pasó a ser su asesor más cercano.

Tres años más tarde -y tras meses de polarización y tentativas de alzamientos militares fracasadas-, las Fuerzas Armadas, lideradas por Augusto Pinochet, derrocaron al gobierno de la Unidad Popular (UP), dando lugar a un régimen militar que duró 17 años y dejó cerca de 40.000 víctimas, entre ellas más de 3.000 muertos y desaparecidos.

El día del ataque, Joan Garcés estuvo en el palacio presidencial junto a Allende. Se mantuvo a su lado hasta que el mandatario le ordenó abandonar La Moneda con el fin de que le transmitiera al mundo lo que allí había ocurrido. Allende moriría poco después.

Garcés no solo cumplió con la tarea que le encomendó -con libros como “Allende y la experiencia chilena” o conferencias-; también acabó convirtiéndose en artífice de la histórica detención de Pinochet en Londres, en 1998.

Reacio a dar entrevistas, y sobre todo a revelar fragmentos de su vida personal, Joan Garcés cuenta a BBC Mundo detalles inéditos sobre el 11 de septiembre y los días posteriores, como su compleja huida de Chile.

También hace especial énfasis en la responsabilidad de Estados Unidos en el quiebre democrático en Chile y pide una condena pública a la Casa Blanca, luego de que la desclasificación de diversos registros evidenciara su rol en el golpe.

Salvador Allende junto a Joan Garcés,

En esta fotografía inédita aparece Salvador Allende junto a Joan Garcés y Óscar Agüero, exembajador de Chile en España, en 1972.

Quiero partir transportándolo al 11 de septiembre de 1973. ¿Qué recuerda de ese día?

Ese día era una fecha importante porque al mediodía el presidente Allende tenía previsto pronunciar un discurso anunciando al país medidas económicas de emergencia y la convocatoria de un referéndum para que los ciudadanos pudieran elegir el camino a seguir: el que le ofrecía el gobierno o el que le ofrecía la oposición.

Entiendo que, ese día, usted estaba en la casa presidencial desde temprano…

La noche del 10 de septiembre hubo una reunión que terminó a la 1:30 de la madrugada con el presidente, el ministro de Defensa (Orlando Letelier), el del Interior (Carlos Briones), el director de Televisión Nacional (Augusto Olivares) y yo.

Preparamos el discurso que Allende iba a pronunciar al día siguiente.

Y yo pasé la noche en la residencia del presidente porque la reunión de trabajo iba a continuar en la madrugada.

Pero el director de Televisión Nacional, que también había dormido ahí, me despertó a eso de las 7:15am diciéndome que había una sublevación en el puerto de Valparaíso, de la Marina.

Y entonces…

Entonces nos fuimos al palacio presidencial, junto al presidente.

El presidente ingresó con la información de que el Ejército era leal y ocupó su puesto de mando para dirigir la defensa del sistema constitucional y a medida que fueron pasando los minutos fue entrando la información de que el golpe estaba en desarrollo.

A las 8:30 de la mañana entró el primer mando de la junta pidiéndole a Allende que entregara su legitimidad como jefe de Estado a la junta militar, cosa a la que evidentemente él se negó.

Alrededor de las 9, el presidente pronunció su última alocución y cuando terminó, se inició el asalto de infantería, el ataque de blindados y aéreo que duró hasta cerca de las 13:30 horas, en el que el palacio estaba ardiendo, con humo, no se podía respirar.

El presidente le ordenó a sus colaboradores que abandonaran el palacio porque era imposible continuar allí por el humo y el fuego.

¿Usted se mantuvo al lado del presidente todo el tiempo?

Sí, yo estuve con él. Lo acompañé toda la mañana hasta las 11:15 horas, que fue cuando él me dijo que saliera y me preservó la vida.

¿Cómo fue ese diálogo, cuando Salvador Allende le ordenó que abandonara La Moneda?

Fue en el momento en el que él reunió a todos sus colaboradores, a eso de las 11 de la mañana. Él explicó que su obligación y deber era defender lo que él representaba como jefe de Estado y jefe de las Fuerzas Armadas. Pero que no tenía sentido que los demás muriéramos y nos dejó en libertad.

En ese momento se dirigió a mí, no sé por qué, y me pidió que saliera. Y yo le pregunté por qué, por qué a mí. Y me dio razones.

Una de ellas fue que alguien tenía que contar lo que ahí había pasado.

“Y solamente usted puede hacerlo”, me dijo. Porque yo era su más directo colaborador. Miró a los demás compañeros y todos asintieron.

Me acompañó hasta la puerta y salí. Por eso estoy vivo

La Moneda protegida por la policía chilena, Carabineros, a las 8 de la mañana del 11 de septiembre de 1973. FUENTE DE LA IMAGEN,GETTY IMAGES Pie de foto,

La Moneda protegida por la policía chilena, Carabineros, a las 8 de la mañana del 11 de septiembre de 1973.

En el momento en el que estaba en la puerta de La Moneda, ¿dudó en salir?

Dudé, manifesté mi desacuerdo y por eso Allende me dio razones. Porque yo objeté su decisión. Pero evidentemente tenía toda la razón.

¿Alguna vez se arrepintió de salir?

No puedo arrepentirme puesto que me salvó la vida.

Le cuento una anécdota.

Dos días después del golpe, el director general de la Cepal (Comisión Económica para América Latina y el Caribe, perteneciente a la ONU), Enrique Iglesias, se dirigió al almirante (Ismael) Huerta, que dirigía el Ministerio de Relaciones Exteriores de los golpistas, para interceder por mí.

Y este le dijo que si había una persona a la cual querían detener por encima de todas era al secretario general del Partido Socialista (Carlos Altamirano) y a mí, el asesor personal del presidente.

Y de hecho, en las actas secretas de la junta, en la número dos, fechada el día 13 de septiembre, hay tres líneas en la que la junta acuerda detenerme si yo era localizado.

Es decir, manifiestamente Allende me salvó la vida.

Volviendo al ataque en La Moneda. ¿En algún momento estuvo incrédulo de lo que estaba pasando? Se lo pregunto por la cantidad de intentos de golpe que hubo antes de ese 11 de septiembre...

Yo traía una pequeña radio portátil y a las 8:30 de la mañana, cuando escuché al bando de los insurrectos pidiéndole a Allende la transmisión del mando, me quedó clarísimo que la información que teníamos hasta ese momento, de que el Ejército era leal, era incorrecta.

Cuando empezó el ataque, que fue mi bautismo de fuego, fue realmente impresionante... Cuando uno ve que están ametrallando, atacando con cañonazos.

Nosotros, los colaboradores del presidente, estábamos muy impactados por lo que estaba pasando. Lo que contrastaba con la absoluta serenidad y tranquilidad del presidente.

Ese día, él estuvo muy sereno y dueño de sí mismo.

¿Y usted cómo estaba?
Sentía que podía morir. En ese momento se piensa en la muerte.

Tomé un teléfono y llamé a una persona amiga. Le di la dirección y el teléfono de mis padres en España para que les explicara por qué había muerto.

Me estaba despidiendo de la vida.

¿Estaba dispuesto a morir allí?
No solo yo.

Cuando el presidente reunió a todos sus colaboradores civiles, diciéndoles que estaban en libertad de salir, ninguno salió.

Todos se quedaron con él.

Después del asalto, los detuvieron a todos, a la mayoría los torturaron, los asesinaron y algunos desaparecieron.

El equipo personal del presidente de Chile fue exterminado en exactamente 48 horas.

¿Qué más recuerda de ese día?
Recuerdo que esa mañana llegué a La Moneda con mi cartera con los documentos de trabajo, con el discurso que para ese día estaba previsto.

Cuando iba a salir, el presidente me acompañó hasta la puerta principal y me preguntó: “¿Qué lleva usted en esa cartera?”. “Bueno, los documentos con los que hemos estado trabajando”. Y me dijo: “Mejor la deja”.

Se la dejé a su jefe de prensa, que lo llamaban el Negro Jorquera porque era muy moreno. Pero me di cuenta de que la tez de su cara estaba verde…

Es decir, se respiraba el aliento de la muerte en ese momento dentro del Palacio.

Durante el ataque a La Moneda, ¿usted tuvo que tomar armas en algún momento?
No. El riesgo de un golpe de Estado estuvo presente desde antes que Allende asumiera.

Hubo una decena de intentos de golpe de Estado que fueron sofocados por la jerarquía constitucionalista de las Fuerzas Armadas.

Si Allende pudo asumir la presidencia en noviembre de 1970 es porque en las Fuerzas Armadas había oficiales constitucionalistas, un Ejército republicano.

Y eso estuvo presente durante los tres primeros años y fue lo que sostuvo al gobierno frente a la conspiración impulsada por Estados Unidos. Hasta que a fines del mes de agosto del 73 se produce la traición.

Joan Garcés
Así como el comandante en jefe (René Schneider) en octubre de 1970 se negó a cumplir las órdenes de Washington y dar el golpe, lo que le costó la vida*, el general que comandó el Ejército a fines de agosto (Augusto Pinochet) encabezó la traición.

Por consiguiente, desde octubre de 1970, Allende formó unos escoltas personales de jóvenes militantes del Partido Socialista que estaban identificados con el programa de gobierno.

Y esos jóvenes, unos 15 o 20, estaban dentro del palacio (el 11 de septiembre), eran sus escoltas personales, y todos tenían formación en manejo de armas.

Son ellos los que hicieron frente al ataque. Son los héroes, junto al presidente, de una batalla que militarmente no tenía desenlace equívoco.

Para el presidente, fue una batalla de carácter política y moral, frente a una traición y un ataque tan brutal contra las instituciones del Estado.

Y esa batalla Allende la dio por sentido político. Él era un político. Y fue su última batalla política.

Y si estamos hablando de ese día hoy, 50 años después, es porque política y moralmente esa batalla la ganó al costo de su vida.

Salvador Allende en medio del ataque a La Moneda el 11 de septiembre de 1973. 

Esta es la última fotografía que muestra a Salvador Allende con vida en medio del ataque a La Moneda.

¿Dónde se refugió después de salir de La Moneda?

Al salir de La Moneda me fui a la residencia de una persona (Joaquín Leguina), amigo de mi hermano, con la que no había estado nunca y que no formaba parte de mi círculo personal y, aunque me buscaban, no lo hacían ahí.

¿Y qué pasó allí?

No podíamos salir porque había toque de queda.

Él (Leguina) es un escritor y en uno de sus libros cuenta esas 72 horas en que yo estuve en su casa y todavía está temblando… Por lo que significaba en ese momento, en medio de una dictadura brutal, donde asesinaban y mataban, donde tu nombre está en la televisión y la radio… Él era consciente de que si me encontraban en su casa, él mismo podía ser detenido y podían matarlo.

En ese momento, la vida no valía nada.

¿Y usted también temblaba?
No, yo tengo un temperamento en que ante un desafío, me tranquilizo.

Cuando se levantó el toque de queda, me llegó la información de que los tres cuerpos diplomáticos españoles, el nuncio del Vaticano, el representante de la Cepal y el embajador (español) me ofrecían su residencia. Un gesto muy bonito.

Tras un análisis político y militar, decidí ir a la residencia de quien tenía un ejército detrás, es decir, del embajador de España.

Y fue una opción decisiva.

¿No le generó incomodidad abandonar Chile con la ayuda del embajador español, que representaba a Francisco Franco?
Lo primero que dije cuando entré a la embajada fue: embajador, lamento conocerlo en estas circunstancia. Porque me habían invitado a las recepciones de la embajada pero yo no iba, era una manera de manifestar que yo estaba en oposición al franquismo.

(Enrique Pérez Hernández) era un embajador del general Franco y además conservador.

Y sin embargo, me acogió en su casa e hizo una gestión brillantísima para conseguir un salvoconducto y poder salir del país sin consultar a Madrid. Ese fue el mérito. Porque si hubiese consultado, posiblemente el gobierno le hubiera dicho que de ninguna forma. Los militares me estaban buscando.

Él me contó que una noche, estando ya en la cama, una patrulla militar le pidió permiso para entrar (a su residencia).

Le dijeron: “Queremos saber si Joan Garcés está aquí”. “Yo les digo que aquí no está”, respondió él, apuntando con sus dedos hacia la planta baja. Y claro, ahí yo no estaba, estaba arriba.

La junta militar conformada por Gustavo Leigh, Augusto Pinochet, José Toribio Merino y César Mendoza.

¿Cómo se fue de Chile?
En la semana siguiente al golpe, España envió a Chile un avión chárter, de esos que se prestan en situaciones de catástrofe, con mantas, medicinas, etc.

Y la junta militar citó al embajador para agradecerle a España el gesto que había tenido de enviar ese avión.

En ese momento, en una situación en que el jefe de la junta militar le estaba dando las gracias, fue cuando el embajador le dijo: “Tengo un favor que pedirle: un salvoconducto para Joan Garcés”.

“¿Pero cómo es posible que usted, embajador del general Franco, me pida un salvoconducto para un socialista, asesor personal de Salvador Allende?”, le respondió.

Y el embajador le dijo: “Efectivamente, las ideas del general Franco son muy distintas pero es un español y está en territorio español. Y en estos asuntos está por el medio el honor y la bandera. España no se los va a entregar a ustedes”.


“Pero es una decisión que yo no puedo tomar, la junta ya decidió detenerlo”.

Y entonces el embajador le dijo: “¿Pero cómo si usted es el jefe de la junta? ¿El comandante en jefe del Ejército no tiene autoridad para hacer un salvoconducto?”. Y le picó el amor propio.

La conversación terminó diciendo: “Bueno, haré lo que pueda”.

Y efectivamente llevó el tema a la junta militar y el general (Gustavo) Leigh (comandante en jefe de la Fuerza Aérea) se negó, argumentó en contra, diciendo que si yo salía del país podía hacerle mucho daño a la junta, pero ya el jefe de la junta estaba comprometido con el embajador de España y se aprobó el salvoconducto.

Así que yo volví en el mismo avión chárter, naturalmente vacío.

Íbamos 4 en un avión para 150 personas. Iba yo, mi hermano, un exministro que se llamaba Ernesto Torrealba, y otro ciudadano español que no recuerdo el nombre.

¿En qué minuto usted se enteró que el presidente se había muerto?
La radio transmitía solo música militar y bandos militares.

Cuando ingresé a la residencia del embajador, no sé si ya se había hecho público que había muerto.

Pero para mí no ofrecía ninguna duda. En su última alocución, él hizo esa reflexión: pagaré con mi vida. Ese manifiesto lo dijo por la radio. Y yo conocía perfectamente su mentalidad, sabía que iba a morir combatiendo.

Siempre me han preguntado cómo murió el presidente. Yo digo que no lo sé. Porque tengo dos versiones, pero ambas versiones para mí son indistintas.

Desde el momento en que él está dispuesto a morir en combate, quien dispara la bala que le mata es irrelevante.

Lo que importa es su decisión de combatir hasta la muerte.

Joan Garces sobre Allende
¿Cómo recuerda a Salvador Allende?
Sigmund Freud tiene un segmento para clasificar a las personas entre dos extremos: el necrófilo y el biófilo. Allende estaba manifiestamente en el extremo de los biófilos.

Era un hombre que amaba la vida, las cosas buenas y los placeres de la vida. Ése era Allende. Era un hombre afable, de diálogo fluido. Solía hacer bromas y a su vez era una persona de unas convicciones extraordinarias.

(En Allende había) un pensamiento y un análisis de la realidad y valores que fueron constantes en su vida. Valores de la Revolución Francesa liberal democrática que arranca del siglo de las luces.

Una visión del socialismo que incorpora raíces de libertades, de racionalidad y de humanidad.

Allende era una persona realmente humana. Y el último día de su vida lo demostró cuando su preocupación estuvo en salvar vidas.

Salvador Allende
FUENTE DE LA IMAGEN,GETTY IMAGES Pie de foto,

Salvador Allende murió el 11 de septiembre de 1973, en La Moneda.

Yendo a los meses anteriores a ese 11 de septiembre y a sus causas, el actual presidente de Chile, Gabriel Boric, ha dicho que el golpe no era inevitable… Pero otros dicen que sí... ¿Qué piensa usted?
No cabe ninguna duda (que
era evitable).


Tiene usted los propios cables de los servicios secretos del presidente (de EE.UU., Richard) Nixon, el último se acaba de desclasificar, en el que dicen que le informaron a Nixon, el día 8 de septiembre del 73 y el mismo 11 de septiembre, que la posición del presidente era una salida política a la situación que vivía el país.

Por consiguiente, el golpe, desde el punto de vista del gobierno de Allende, era evitable porque había una salida política a la crisis que se había provocado como consecuencia de una guerra encubierta e híbrida del gobierno de Estados Unidos contra el gobierno de Chile.

Por otro lado, la traición, por primera vez en la historia de Chile, del jefe máximo del Ejército a un presidente de la República es lo que permitió que se produjera el golpe.

Si el jefe del Ejército en el 73 no hubiera sido un traidor, con un fondo criminal, como después se desveló, el golpe hubiera fracasado, tal como fracasaron los intentos anteriores.

Por consiguiente, con oficialidad republicana en puestos claves en las Fuerzas Armadas, más un presidente dispuesto a evitar una confrontación violenta en el país y una vía política abierta para que se encausara por ahí la crisis, el golpe era no solo evitable sino que no debería haberse producido.

Es la acumulación de esos factores, con el motor e impulso de Estados Unidos, lo que provoca el golpe y la tragedia que siguió en el país.


Por eso yo siempre digo que el origen del golpe en Chile es exógeno, está en la Casa Blanca.

Joan Garcés
Pero después de 50 años, ¿cree que Allende y su gobierno pudieron haber hecho algo más para evitar el golpe?

Yo he respondido a esa pregunta en uno de mis libros, cuando analizo la política militar del gobierno y de los partidos de la izquierda chilena.

Ahí explico mi discordancia con esa política militar.

¿Por qué? Por la diferencia de experiencia vital.

Yo había estudiado por qué fracasó el golpe del 36 (en España), en que un sector del Ejército se sublevó contra el gobierno republicano. Fracasó porque el sector leal al gobierno, con el apoyo de las organizaciones populares, hizo frente a la insurrección.

En cambio en Chile no tenían esa experiencia histórica. Chile era un país de una continuidad y estabilidad singular en toda América Latina. El único país con un ejército con una reputación bien ganada de ser respetuoso de la institucionalidad democrática del país.

Por consiguiente, no tenía los reflejos que yo tenía.

Desde el primer momento en el gobierno, yo lo hablaba con el presidente como lo estoy hablando con usted, en el sentido de que había que prever la posibilidad de que hubiera una nueva insurrección contra el gobierno como la que se había intentado días antes de que él asumiera.

Entonces él tenía que diseñar una política militar de defensa en que pudiera, como jefe de las Fuerzas Armadas, dentro de la Constitución y preservando el estado de Derecho y la democracia, hacer frente a una insurrección.

Él (Allende) lo podía hacer articulando al Ejército profesional bajo dirección política del legítimo presidente de la República y de las organizaciones populares.

Y él lo entendió y lo hizo público en un discurso. Pero pasaron los meses, los años, y no se concretó.


Henry Kissinger y Richard Nixon en 1972.


¿Conoció a Pinochet? ¿Qué opinión tenía de él?
Yo conocí al general (Carlos) Prats. Pinochet llegó a la comandancia en jefe por un azar.

Porque en el momento en que el general Prats presentó su dimisión, el presidente le preguntó: “¿Qué otro general puede asegurar la lealtad del Ejército?”.

Y Prats le recomendó a su jefe de Estado Mayor, a Pinochet. Si Prats hubiese recomendado a otro, Pinochet hubiera pasado a retiro tranquilamente y nadie sabría de su existencia.

Prats tenía la convicción de que era un hombre leal. Si no, no lo hubiera recomendado.


Y hasta tal punto es la villanía de esta persona (Pinochet), que un año después mandó a asesinar a Prats, que estaba refugiado en Buenos Aires, habiendo sido su superior y su compañero de armas.

¿Qué sintió en el minuto en que Pinochet fue detenido en Londres? ¿Sintió una especie de ajuste de cuentas con la historia?
Bueno, sentí que lo había conseguido.

En España el juez no puede ordenar la detención de nadie si no se lo pide el ministerio fiscal o la acusación. El ministerio fiscal estuvo siempre a favor de Pinochet. El juez no podía hacer nada por ese lado. Solamente si la acusación particular, que yo representaba y con mi firma, se lo pedía.

O sea, que si Pinochet fue detenido fue porque yo, con todas las pruebas que había reunido de las víctimas chilenas y no chilenas que yo representaba, pedí la detención.

Cuando se produce la detención, estuve muy tranquilo.

Y ahí empezó otra fase que era la extradición y que termina con la decisión del juez (Roland) Bartle, en octubre del año 99, donde concede la extradición a España.

Judicialmente habíamos ganado el caso, tanto en España como en Reino Unido.

Lo que viene después son los enjuagues políticos para neutralizar la acción de la justicia.

Pero como jurista, mi trabajo estaba hecho.


Pinochet se dirige a un chequeo médico en Londres

Pinochet fue detenido en Londres en 1998.

¿Cómo ve lo que está pasando en Chile ahora y la división que ha provocado la conmemoración del golpe?

En primer lugar, yo quiero manifestar mi respeto y solidaridad con el pueblo de Chile que 50 años después sigue defendiendo los valores democráticos y de vida que fueron aplastados durante la dictadura.

50 años de resistencia que han llevado al gobierno actual a gestos de solidaridad.

En segundo lugar, la burguesía, la derecha, los capitalistas chilenos que empujaron el golpe y que lo pidieron desde antes que el gobierno hubiera asumido, está ahí y sigue siendo favorable a una salida de fuerza y a una interrupción de la vida democrática si a sus intereses les conviene.

En esas circunstancia permítame agregarle la responsabilidad de Estados Unidos.

La administración Nixon es absolutamente el motor de la desestabilización económica y social, y propagandística y mediática que se produce entre el 70 y el 73 para crear el ambiente que permitió el colapso del Estado de Chile y la destrucción del Ejército republicano de Chile.

EE.UU. podría hacer una gran contribución a la situación actual de Chile si hiciera una declaración coherente de condena, de rechazo, respecto a lo que hizo la administración Nixon.

Eso sería un gran apoyo no solo a la democracia en Chile sino un mensaje para todo el mundo.

Joan Garcés
Pie de foto,

¿Por qué no ha vuelto a Chile?
No he vuelto a Chile desde el 73.

No volví en dictadura por razones obvias. Y no he vuelto después de la dictadura porque la forma en cómo ha sido administrada la post dictadura no coincide con mi visión de lo que fue y debiera ser Chile.

Entonces muestro mi discrepancia desde la distancia porque no me corresponde intervenir en los asuntos internos de Chile pero como ciudadano libre manifiesto esa discrepancia no viajando a Chile.

¿Discrepancia con todo lo que se ha hecho después de la dictadura?
Con la llamada transición a la democracia… Tanto en Chile, como también en la transición de España tras el franquismo, que tiene muchos semejantes, yo he discrepado de ella.

¿Por qué?
Los pilares sociales y económicos creados a favor de la dictadura, a sangre y fuego, con el látigo y las torturas, han sido mantenidos después de la caída de la dictadura y están condicionando la vida de millones de trabajadores, tanto en Chile como en España.

Y esa forma de concebir la transición no la he compartido. Es una opción personal mía.

¿Y no volvería tampoco ahora, con Gabriel Boric en el gobierno?
No. Si las circunstancias cambian mañana, haremos un nuevo análisis. Pero hoy, no.