miércoles, 20 de marzo de 2024

_- Quién fue Lewis Strauss, el enemigo eterno de Oppenheimer, el padre de la bomba atómica



_- Lewis Strauss fue director de la Comisión de Energía Atómica de Estados Unidos entre 1953 y 1958


En “Oppenheimer”, la película de Christopher Nolan que se llevó siete Oscars en la gala del pasado domingo, seguimos la vida de J. Robert Oppenheimer, el padre de la bomba atómica, desde sus años de universidad, pasando por el momento en el que lidera el famoso laboratorio de Los Álamos, hasta el declive de su carrera años después.

 Pero también vemos a un político hábil, que les habla al oído a los presidentes de Estados Unidos en materia nuclear y pone una y otra vez en duda las intenciones de Oppenheimer, de quien sospecha que tiene simpatías comunistas. 

Se trata de Lewis Strauss, interpretado por Robert Downey Jr., quien logró el Oscar al Mejor Actor Secundario. 

 Strauss fue en la vida real un funcionario con gran poder e influencia en Washington a mediados del siglo XX en temas de energía nuclear.

Desconfiaba poderosamente de Oppenheimer. Estaban en orillas ideológicas opuestas y a lo largo de los años tuvieron visiones divergentes sobre la energía nuclear que se fueron mezclando con rencillas personales. 

 Entre Oppenheimer, el científico, y Strauss, el político, perduró un conflicto que, como vemos en la película, terminó teniendo un alto coste para ambos.

Pero ¿cómo fue que Strauss, un hombre que nunca fue a la universidad, llegó a tener un poder tal que se codeaba con los presidentes de Estados Unidos? Y ¿qué papel jugó realmente en el ocaso de Oppenheimer?

De vendedor a zapatos a banquero millonario. 

 Nacido en una familia judía en Virginia Occidental, Strauss creció queriendo ser físico.

A diferencia de la de Oppenheimer, que vivía en una zona lujosa de Manhattan y tenía una colección de arte extensa, su familia atravesaba dificultades económicas.

Cuando llegó el momento de que el joven Lewis entrara a la universidad, su padre atravesaba problemas de dinero y él tuvo que dedicarse a vender zapatos durante varios años. 

 Funcionarios de la Administración de Alimentos de Estados Unidos 
 


FUENTE DE LA IMAGEN,ARCHIVOS NACIONALES Y ADMINISTRACIÓN DE DOCUMENTOS

Pie de foto,
Strauss, tercero de izquierda a derecha, a los 22 años cuando trabajaba para la Administración de Alimentos de Estados Unidos. 

 Siendo aún muy joven, desarrolló una gran admiración por Herbert Hoover, un político republicano que sería presidente de Estados Unidos años después. Tanta que se ofreció para ser su asistente sin pedir un centavo a cambio cuando Hoover era jefe de la Administración de Alimentos de Estados Unidos.

“Estaba claro que echar una mano para alimentar a los hambrientos y vestir a los desnudos en Bélgica y el norte de Francia era echar una mano en la Historia”, escribió Strauss en sus memorias.

El joven impresionó a Hoover y este último terminó siendo su mentor a lo largo de la vida.

Luego, se convirtió en banquero de inversiones y tuvo un éxito tal que se hizo millonario en una década.

Según Richard Pfau, su biógrafo, “Strauss llegó a la cima gracias a su habilidad, su ambición, la elección de la empresa y la esposa adecuadas, y la buena suerte de empezar en un momento próspero”. Se casó con Alice Hanauer, la hija de uno de los socios del banco de inversión para el que trabajaba.

Al mismo tiempo, su cercanía con Herbert Hoover continuaba, por lo cual hizo parte de sus campañas a la presidencia en 1920, 1928, cuando ganó, y 1932. 

Un hombre del establecimiento 

Hasta el estallido de la Segunda Guerra Mundial, Strauss alternaba su vida política con su exitosa carrera de banquero y sus decididos esfuerzos por ayudar a las comunidades judías bajo ataque en Europa.

En 1941, se integró al servicio activo del ejército como parte de la Oficina de Artillería. Desde Washington, colaboró en la administración de las municiones de la Armada de Estados Unidos durante la guerra.

Fue una época en la que ascendió en rango e influencia debido a su inteligencia, su trabajo y su habilidad para encontrar aliados en las altas esferas, entre ellos el presidente Harry Truman.

Robert Downey Jr. ganó el Oscar a Mejor Actor de Reparto por su papel de Lewis Strauss en la cinta “Oppenheimer” 


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Para el final de la guerra, los lazos de Strauss tanto con Washington como con Wall Street lo habían convertido en un hombre del establecimiento; es decir, rico y poderoso.

Tras la muerte de sus padres a causa del cáncer, decidió dedicar parte de su tiempo y su dinero al desarrollo de tratamientos con radio contra la enfermedad. Fue así como llegó al campo de la energía nuclear.

Su carrera nuclear 

A pesar de su interés por este campo, estuvo relativamente alejado del Proyecto Manhattan, que desarrolló la primera bomba atómica para EE.UU.

Pero poco más de un año después de las detonaciones sobre Hiroshima y Nagasaki, Truman lo nombró como uno de los comisionados de la recién creada Comisión de Energía Atómica. Esa fue la entidad que EE.UU. creó en la posguerra para trasladar la investigación atómica de las autoridades militares a las autoridades civiles.

Como parte de esa comisión, Strauss promovió un sistema de vigilancia que detectó el primer ensayo de bomba atómica de la Unión Soviética en 1949.

Ante la constatación de que Estados Unidos había dejado de ser el único país del mundo con bombas nucleares, Strauss defendió a ultranza desarrollar la bomba de hidrógeno, un arma termonuclear mucho más poderosa que la bomba atómica.

Fue entonces cuando Strauss se enfrentó por primera vez con J. Robert Oppenheimer, que venía de ser la cabeza del laboratorio que había logrado construir la bomba atómica en Los Álamos, Nuevo México.

Después de la guerra, Oppenheimer se había convertido en una figura popular, un tecnócrata con gran credibilidad y, por supuesto, una voz autorizada en el campo de las armas nucleares.

Era también uno de los principales opositores de la bomba de hidrógeno. Y también defendía una política de transparencia respecto al número de armas nucleares que poseía EE.UU. y su capacidad de destrucción. Strauss consideraba que esa franqueza solo podría beneficiar a los soviéticos.

La Comisión de Energía Atómica se creó tras la Segunda Guerra Mundial, en principio para explorar sus usos más allá de las armas nucleares.

Como retrata la película, esta discusión se daba al tiempo que Strauss sospechaba sobre las verdaderas intenciones de Oppenheimer.

La suspicacia se alimentaba del hecho que varias personas de su círculo habían pertenecido al Partido Comunista estadounidense, incluido su hermano y su esposa.

“No soy comunista, pero he sido miembro de casi todas las organizaciones del Frente Comunista en la costa oeste”, escribió el mismo Oppenheimer en un cuestionario de seguridad cuando se unió al Proyecto Manhattan.

La opinión de Strauss sobre la bomba de hidrógeno fue la que terminó convenciendo al presidente Truman. En enero de 1950, el mandatario anunció su decisión de seguir adelante con su desarrollo.

Con ese logro a cuestas, Strauss se alejó un par de años del mundo del poder, pero no demasiado.

En la campaña presidencial de 1952, apoyó decididamente al candidato republicano Dwight Eisenhower.

Cuando Eisenhower llegó al poder, lo nombró como cabeza de la Comisión de Energía Atómica. 

Doble discurso 

De la mano de Strauss, Eisenhower intentó aplacar el miedo que existía entre la población alrededor de la carrera armamentista, subrayando los potenciales usos pacíficos de la energía nuclear.

De hecho, en diciembre de 1953, el entonces presidente pronunció un discurso en las Naciones Unidas titulado “Átomos para la paz”, con el que intentó tranquilizar a sus aliados con respecto al futuro de la energía nuclear, al tiempo que el país se seguía armando nuclearmente.

En ese contexto, Strauss fue clave para construir la central de Shippingport, la primera planta de energía nuclear destinada a fines pacíficos.

Evento de "Átomos para la paz.

Strauss, segundo de izquierda a derecha, y Eisenhower, segundo de derecha a izquierda, en 1955.

Al mismo tiempo, EE.UU. estaba haciendo pruebas de armas termonucleares en el Océano Pacífico, una de las cuales produjo una contaminación radiológica tal que tuvo graves consecuencias para la salud de los habitantes de las islas cercanas.

La comisión que dirigía Strauss inicialmente trató de ocultar los efectos de esa contaminación y él mismo minimizó una y otra vez el asunto.

También se opuso a cualquier intento de detener las pruebas nucleares o de prohibir la investigación de la energía nuclear para evitar su proliferación. 

Strauss vs. Oppenheimer 

Siendo cabeza de la Comisión de Energía Atómica, Strauss mantuvo su rivalidad con Oppenheimer. De hecho, puso como condición para aceptar el cargo que a este último se le mantuviera al margen de toda información clasificada en materia nuclear.

A los pocos meses de haber llegado al cargo, Strauss le pidió al director del FBI que vigilara los movimientos de Oppenheimer.

Y poco después, William Borden, un veterano de la Segunda Guerra Mundial que también había sido director de la Comisión de Energía Atómica, envió una carta al FBI asegurando: “Lo más probable es que J. Robert Oppenheimer sea un agente de la Unión Soviética”.

Según los periodistas e historiadores Kai Bird y Martin J. Sherwin, Strauss y Borden colaboraron en secreto para hacer esa acusación. “Borden haría el trabajo sucio y Strauss le daría acceso a la información que necesitaba”, explican en el libro “Prometeo americano”.

Entonces, vino la embestida final de Strauss, que retrata la película de Nolan.

Oppenheimer fue sometido a una audiencia con el fin de confirmar o revocar su acreditación de seguridad, dados los alegatos de Borden.

La acreditación de seguridad era indispensable para que Oppenheimer pudiera seguir trabajando como consejero en los círculos de poder de Washington.

El científico tuvo que rendir cuentas de sus reuniones y llamadas ante una junta de seguridad de la Comisión de Energía Atómica, formada por tres miembros, todos nombrados por Strauss.

Strauss también eligió al abogado que llevó el caso contra Oppenheimer y tuvo acceso a la información que tenía el FBI sobre el padre de la bomba atómica, según el historiador Richard Rhodes.

La audiencia concluyó que Oppenheimer podía ser un riesgo para la seguridad nacional. Ese fue el fin del rol respetado e influyente que jugaba en EE.UU. J. Robert Oppenheimer, un consumado patriota.

El mismo Strauss escribió las conclusiones de la junta, en las que enfatizaba en los “defectos de carácter” de Oppenheimer y sus asociaciones pasadas con comunistas.

La decisión de la junta fue fuertemente criticada por la comunidad científica en su momento.

En 2022, el Departamento de Energía de Estados Unidos concluyó que el procedimiento de la audiencia había incumplido las regulaciones de la misma comisión.

“Con el paso del tiempo, han salido a la luz más pruebas de la parcialidad e injusticia del proceso al que fue sometido el Dr. Oppenheimer”, escribió la secretaria de Energía del gobierno de Joe Biden, Jennifer Granholm. 

 J. Robert Oppenheimer



FUENTE DE LA IMAGEN,GETTY IMAGES

Pie de foto,
La junta de seguridad de la Comisión de Energía Atómica concluyó que Oppenheimer era un ciudadano leal pero presentaba un riesgo para la seguridad del país. 

El “no” del Senado 

En 1958, el presidente Eisenhower decidió darle a Strauss el puesto de Secretario de Comercio de la Casa Blanca. Para ser nombrado en ese cargo, Strauss debía ser confirmado por el Senado.

Lo que solía ser una mera formalidad se transformó en la lucha más importante de la administración Eisenhower en el Congreso.

El Senado pasó más de tres meses estudiando el nombramiento. La gestión de Strauss en la Comisión de Energía Atómica le había ganado muchos enemigos en Washington, que se opusieron a su elección para integrar el gabinete.

Finalmente, el Senado le dio un sorpresivo “no”, un episodio que, según algunos historiadores sentó las bases de una nueva relación entre el Congreso y la Casa Blanca que se prolonga hasta la actualidad.

“Este es el segundo día más vergonzoso en la historia del Senado”, expresó Eisenhower ante la decisión.

Fue una derrota humillante para Strauss y el fin de su carrera.

Quien había jugado un rol clave en la era atómica terminó marginado del poder y dedicado a labores filantrópicas.

Pfau, biógrafo de Strauss, lo describió como un hombre irritable y reservado que nunca daba marcha atrás ni se disculpaba, sin importar las consecuencias 

 Aún así, en palabras del mismo Pfau, fue quien “dominó la política atómica de Estados Unidos más que ningún otro hombre en los años de formación de la era atómica”.

Después de luchar contra un linfoma durante tres años, Strauss falleció a los 77 años en 1974. 

Los mejores ejercicios para el dolor de cuello.

Si pasas mucho tiempo sentado o en tu teléfono, mejorar tu postura y fortalecer tu espalda sería muy útil.

A close up profile image of a woman's neck as she holds her head up.
Credit...Isabelle Zhao for The New York Times
A close up profile image of a woman's neck as she holds her head up.
Los expertos calculan que hasta un 80 por ciento de las personas experimentarán algún tipo de dolor cervical en su vida y que hasta la mitad de los estadounidenses lo padecería en 2023.

Ya sea como episodio aislado durante unos días o como dolencia más crónica, el dolor de cuello lo tenemos “prácticamente garantizado”, afirmó Ram Alluri, profesor clínico adjunto de cirugía ortopédica en la Facultad de Medicina Keck de la Universidad del Sur de California, especializado en cirugía de la columna vertebral.

Aunque nada puede evitar esas molestias totalmente, hay cosas que puedes hacer para reducir las probabilidades de padecerlas. Empieza por fortalecer los músculos del cuello y la columna vertebral y, como es lógico, esfuérzaste por mejorar la postura.

El dolor de cuello empieza en la columna
Aunque algunas veces el dolor de cuello es consecuencia de accidentes, caídas u otros acontecimientos traumáticos, la mayoría de las veces se debe a movimientos cotidianos como sentarse en el sofá, trabajar en la computadora, comer en la mesa o conducir, explicó Julia Bizjack, fisioterapeuta ortopédica de la Clínica Cleveland.

Cuando se es joven, encorvarse sobre la computadora portátil durante ocho horas quizá no tiene mucho impacto, pero a medida que se envejece, los discos de la columna vertebral, que actúan como amortiguadores, pierden su eficacia, un padecimiento que se conoce como discopatía degenerativa, comentó Alluri y agregó que el factor principal de esta enfermedad, que es un tipo de artritis, es la genética. Sin embargo, evitar hábitos poco saludables, como fumar, puede prevenirla, porque fumar puede acelerar la degeneración de los discos.

La mejor manera de prevenir el dolor de cuello es fortalecer los músculos paraespinales o paravertebrales, que se extienden desde la base del cráneo a lo largo de la columna vertebral, sostienen la espalda y ayudan a mantener la postura, junto con los músculos abdominales.

“Si esos músculos pueden mantenerse fuertes pueden evitar el aumento de movimiento a nivel del disco y las articulaciones, y eso puede minimizar o eliminar el dolor de cuello”, dijo Alluri.

Un metanálisis de 2023 descubrió que es muy probable que el ejercicio de fuerza, el estiramiento y caminar reduzcan la recurrencia del dolor de cuello. Además, Bizjack comentó que fortalecer los músculos de la parte superior de la espalda, el pecho y el tronco ayuda a mantener el cuerpo en posición erguida, lo que también contribuirá a prevenir el dolor de cuello.

Fortalecer la espalda para proteger el cuello La mayoría de las personas pierden fuerza en la parte superior de la espalda (incluidos los músculos paravertebrales) a medida que envejecen, tengan o no artritis. Esto hace que los hombros y la cabeza se inclinen hacia delante. La mejor manera de contrarrestarlo es fortalecer los músculos de la espalda y los hombros que mantienen el torso erguido, en lugar de encorvado. Puedes empezar en casa, sin pesas ni equipo, con algunos ejercicios específicos para el cuello.
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Isabelle Zhao for The New York Times

Uno sencillo que se puede hacer en casa o en el trabajo se realiza en una silla con respaldo. Coloca la mano sobre la frente y empuja hacia delante contra ella tan fuerte como puedas mientras sujetas la cabeza hacia atrás con la mano. Empuja durante 10 segundos, relaja y repite tres veces. También puedes hacer este ejercicio con la mano en la nuca, empujando la cabeza hacia atrás.

Otro ejercicio que puedes hacer en casa para fortalecer el tronco, la espalda y los hombros es la plancha, ya sea con los brazos estirados o apoyándote en los codos.

Si tienes pesas a tu alcance, puedes trabajar la parte superior de la espalda haciendo un remo vertical con mancuernas. En este ejercicio, sujeta una mancuerna en cada mano mientras estás de pie y dobla la cintura hasta que el pecho quede paralelo al suelo, con las rodillas ligeramente flexionadas. Junta los omóplatos y levanta las mancuernas hacia la cintura. Si tienes acceso a un gimnasio, Bizjack recomendó los jalones laterales con máquina en lugar de levantar mancuernas, porque es más fácil mantener la postura.

Aunque Bizjack explicó que no hay ningún ejercicio en particular que le recomendaría evitar a la gente, dijo que es importante mantener una buena postura cuando se hace entrenamiento de fuerza, y como siempre, parar si algo duele.

Siéntate erguido
Bizjack afirmó que, aunque tener músculos paravertebrales fuertes ayudarán a evitar que los hombros y el cuello se joroben, también es importante esforzarse de manera consciente para superar la mala postura. Ya sea que estés frente a la computadora, conduciendo o viendo la televisión, asegúrate de que tus hombros estén levantados y hacia atrás, no encorvados. La cabeza debe estar alineada con la espalda recta, no inclinada hacia delante.

Imagina que quieres verte lo más alto posible y piensa en alargar la columna como si hubiera un hilo desde la parte superior de la cabeza hasta el techo. Cuando trabajes en tu computadora, ajusta la altura de tu escritorio o de tu monitor para que esté a la altura de los ojos, lo cual evitará que inclines la cabeza hacia delante mientras trabajas.

Bizjack recomendó escribir “postura” en una nota adherible y ponerla sobre tu computadora. También puedes programar recordatorios periódicos en tu teléfono o en tu monitor de actividad física para estar atento a tu postura, sobre todo si pasas muchas horas en el escritorio o en el auto.

Al conducir (o al sentarte en la silla de tu oficina) asegúrate de contar con un apoyo lumbar adecuado que te ayude a permanecer erguido. En lugar de inclinarte hacia delante sobre el volante, lleva la cabeza un poco hacia atrás, hacia el reposacabezas, en línea con la columna vertebral.

Por último, pon atención a cómo utilizas el teléfono. Estar encorvado sobre este durante horas acabará por provocarte dolor cervical.

Si vas a pasar la noche leyendo, o subiendo y bajando por la pantalla del teléfono, Bizjack recomienda apoyar el dispositivo sobre una almohada. Acerca el teléfono lo suficiente para que puedas mantener la cabeza erguida, en lugar de inclinarte hacia delante, y haz pausas o cambia de postura —aun cuando estés bocarriba— para que el cuello descanse.

Hilary Achauer es escritora independiente especializada en salud y forma física.

Cómo evitar el dolor de hombros. Este malestar dificulta la vida diaria y el sueño. Ponlo a raya con estos hábitos de ejercicio inteligente. 

Jonathan Glazer, el director judío de ‘La zona de interés’ que se atrevió a señalar a Israel desde los Oscar.


Actress Sandra Hueller, director Jonathan Glazer and actor Christian FriedelJonathan Glazer, en el centro, junto a los actores Sandra Hüller y Christian Friedel, en la rueda de prensa el pasado mes de mayo, en

Organizaciones judías en EE UU y políticos israelíes cargan contra el contundente discurso del cineasta británico, autor de culto con solo cuatro películas y veterano del vídeo musical.

“Todas nuestras decisiones [a la hora de hacer la película] buscaban reflejarnos y confrontarnos en el presente. No para decir ‘Mira lo que hicieron entonces’, sino ‘Mira lo que hacemos ahora’. Nuestra película muestra adónde nos lleva la deshumanización”. Así arrancaba el discurso de Jonathan Glazer (Londres, 58 años), con el Oscar a mejor película internacional en la mano por La zona de interés, la película que llevó el drama de Auschwitz hasta la última edición de los Oscar. “Ahora comparecemos aquí como hombres que se niegan a que su judaísmo y el Holocausto se vean secuestrados por una ocupación que ha llevado al conflicto a tantas personas inocentes, ya sean las víctimas del 7 de octubre en Israel o del ataque que se está llevando a cabo en Gaza”. Uno de los grandes realizadores de los vídeos musicales de los noventa, el director de cuatro filmes considerados de culto, el artista que ha sido capaz de transmitir en las salas de cine el horror de los campos de exterminio nazi sin que se vea ni una imagen de víctimas, salió el domingo de la gala de los Oscar reforzado como un creador con voz propia, sin miedo ni autocensuras.

Con su discurso logró un aplauso tibio en el patio de butacas del teatro Dolby, pero confirmó su idiosincrasia: Glazer ni quiere ni necesita casarse con nadie. Ahora bien, más allá de Los Ángeles, la respuesta no ha sido calma. En Israel, pese a la alusión directa, el discurso ha sido ignorado. Uno de los pocos ministros que ha respondido ha sido el de Diáspora y Lucha contra el Antisemitismo, Amijai Chikli. “No tengo ni idea de cuál es el nombre del tonto útil de turno que eligió anoche clavar un cuchillo en la espalda de su gente”, escribió un día después de los Oscar en la red social X, con una foto de Glazer en Los Ángeles, y le calificó de “judío autoantisemita” para el que “no hay perdón”. Danny Danon, diputado del mismo partido, el Likud, que lidera el primer ministro Benjamín Netanyahu, consideró “una vergüenza que un director judío se aproveche del escenario que le dieron para hacer declaraciones antisemitas comparando el Holocausto con la guerra inevitable que nos fue forzada”. Al tratarse de los Oscar, quien más ha cargado contra el cineasta no han sido los políticos israelíes, sino organizaciones judías con sede en Estados Unidos. La Liga Antidifamación subrayó que “Israel no secuestra el judaísmo o el Holocausto al defenderse de terroristas genocidas”, por lo que el discurso fue “incorrecto en los hechos y moralmente censurable”, mientras que el Congreso Judío Mundial lo definió como “una afrenta a la memoria de quienes sufrieron los horrores del Holocausto”.



Una imagen de 'La zona de interés', con el jardín de la casa del comandante de Auschwitz y, al fondo, el campo. 

Sin embargo, todas las consideraciones sobre el discurso se olvidan de la parte final del agradecimiento. Glazer rodó justo al lado del campo de Auschwitz (con la aprobación del Museo Estatal de Auschwitz-Birkenau) en pos de resucitar la atmósfera, y dedicó el Oscar a una anciana polaca, Aleksandra Bystroń-Kołodziejczyk, a la que conoció antes del rodaje y que formó parte de la resistencia con tan solo 12 años. A las pocas semanas de conocerla Glazer, falleció. El equipo rodó en su casa, pegada al muro del campo, que ella rodeaba en bici para dejar manzanas (en uno de esos paseos encontró una partitura compuesta por el preso Joseph Wulf, que sobrevivió) para los presos. La bicicleta y los vestidos de Bystroń-Kołodziejczyk aparecen en La zona de interés, cuando en una secuencia nocturna se ve a una chica realizando la misma acción: escondiendo comida para los prisioneros. Una década con la película

Porque Glazer ha estado casi una década preparando La zona de interés, adaptación muy libre de la novela homónima de Martin Amis, que llegó a ver acabada la película antes de fallecer el mismo día en que el filme se estrenó en Cannes, donde ganó el Gran Premio del jurado. Meses después, en el certamen de San Sebastián, el cineasta, en una entrevista con el EL PAÍS, explicó que de pequeño le impresionó de niño ver imágenes del vandalismo de la noche de los cristales rotos: “Gente físicamente como mi padre, mis tíos, yo mismo, aparece recogiendo las lunas destrozadas de los escaparates. Como niño no entendía qué pasaba, pero me provocaba un sentimiento perturbador. Y lo mismo ocurría con los peatones que, sencillamente, veían sin actuar ni ayudar. ¿Por qué esa pasividad?”. Así buscó “la esquina de la historia desde donde encarar esos acontecimientos, un planteamiento que no hubiera surgido antes en pantalla”. En 2014 leyó una crítica de la novela homónima de Martin Amis, y sin leer el libro, solo con la reseña, le pidió a su productor, James Wilson (que recogió el Oscar con él, y que en la temporada de premios ha sido bastante beligerante contra cierta “simpatía selectiva”), que lo comprara. “Aunque el personaje del comandante creado por Amis es ficticio, yo indagué en las personas reales, y eso me supuso un largo viaje”. Por eso en la película los protagonistas sí portan los nombres auténticos: el comandante de Auschwitz Rudolf Höss y su esposa, Hedwig.

Actress Sandra Hueller, director Jonathan Glazer and actor Christian Friedel.

El londinense aseguraba en septiembre: “Seamos honestos. Nadie nace como asesino de masas, sino que paso a paso la pasividad, el querer ser aceptado, les lleva a ese destino. Esa escalada se da incluso hoy en día”, palabras que se han vuelto aún más relevantes desde el pasado 7 de octubre, cuando estalló la guerra en Gaza. Acabada esa charla, el cineasta recordaba una conversación con su padre: “En mi casa nunca se habló claramente del Holocausto, aunque estaba ahí”, recordaba. “Mi familia se asentó en Reino Unido, procedente de Ucrania y Besarabia tras el pogromo de 1903. En fin, cuando mi padre se enteró de que estaba con este proyecto, me dijo: ‘No sé por qué haces esto. Déjalo pudrirse’. Y esas tres palabras [en inglés Let it rot] me provocaron una respuesta rápida: ‘De verdad me gustaría que se pudriera, pero eso no solo ocurrió en el pasado”.

Glazer estudió de niño en una escuela judía en Camden, el barrio londinense en el que creció y aún vive. Su familia era judía reformista, y de crío se apuntó al programa Givat Washington, por el que pasó cinco meses en Israel, en una villa juvenil mezcla de instituto y kibutz. Después de licenciarse en diseño de teatro en la Universidad de Nottingham, empezó a dirigir tráileres. En 1993 estrenó tres cortos que le abrieron camino en la publicidad y posteriormente en los vídeos musicales.

En 1997 ganó el premio MTV a mejor director de videoclips, y su firma está en esos filmes para Radiohead, Nick Cave, Jamiroquai, Blur o Massive Attack. En ese momento decidió saltar al cine, una pasión heredada de su padre. Admirador de Kubrick, Glazer solo ha dirigido cuatro películas en su vida: Sexy Beast (2003), una brutal película de gánsteres rodada en parte en España con Ben Kingsley y Ray Winstone; Reencarnación (2004), con Nicole Kidman descubriendo en un niño el alma de su marido muerto; Under The Skin (2014), a la que dedicó también una década de producción y en la que Scarlett Johannson encarna a una despiadada alienígena, y La zona de interés, que el domingo obtuvo dos premios Oscar (película internacional y sonido). Glazer la rodó primero con los actores encarnando esa vida común de los Höss, y posteriormente, para que no afectara a los intérpretes, le añadió los ruidos y los gemidos de desesperación que provocaba la maquinaria de los campos de exterminio nazi.

En septiembre, Glazer dijo a El PAÍS: “No quería hacer una pieza para museos, hecha con una distancia gratificante para la audiencia. Porque así te olvidas de la increíble capacidad de ser humano para cometer crímenes aberrantes, de manera pasiva o activa. Es tan fácil ir hacia eso...”. El domingo su intervención fue, sencillamente, coherente con sus palabras.

https://elpais.com/cultura/premios-oscar/2024-03-13/jonathan-glazer-el-director-judio-de-la-zona-de-interes-que-se-atrevio-a-senalar-a-israel-desde-los-oscar.html#?rel=lom


ÓPERA Kirsten Flagstad, la voz del siglo XX que logró vencer a las ‘fake news’ que la vincularon con los nazis La traducción al castellano de la biografía de la legendaria soprano wagneriana escrita por Ingeborg Solbrekken ofrece un admirable testimonio de superación frente a las mentiras oficiales acerca de una cantante descomunal

La soprano noruega Kirsten Flagstad ensaya en el Covent Garden Opera House, en Londres, acompañada del compositor Karl Rankl.
La soprano noruega Kirsten Flagstad ensaya en el Covent Garden Opera House, en Londres, acompañada del compositor Karl Rankl.
ÓPERA Kirsten Flagstad, la voz del siglo XX que logró vencer a las ‘fake news’ que la vincularon con los nazis.

 La traducción al castellano de la biografía de la legendaria soprano wagneriana escrita por Ingeborg Solbrekken ofrece un admirable testimonio de superación frente a las mentiras oficiales acerca de una cantante descomunal

El 2 de febrero de 1935, una soprano noruega llamada Kirsten Flagstad (Hamar, 1895 - Oslo, 1962) causó furor en su debut, cantando Sieglinde de La valquiria de Wagner, en la Metropolitan Opera de Nueva York. “Una cantante para nosotros totalmente desconocida ha provocado el éxtasis entre el público con su maravillosa voz”, afirmó entonces la gran Geraldine Farrar durante la retransmisión radiofónica. En los seis años siguientes, hasta abril de 1941, Flagstad se convirtió en su máxima estrella e incluso en su tabla de salvación económica. Cantó en casi 250 representaciones de las principales óperas de Wagner (desde El holandés errante hasta Parsifal) junto a Fidelio de Beethoven. Y fue bautizada por la crítica como “La voz del siglo”.

El 22 de enero de 1951, esa misma soprano noruega regresó al Met, tras casi una década de ausencia, para cantar su mítica interpretación de la princesa irlandesa en una función de Tristán e Isolda, de Wagner. Sin embargo, su actuación fue recibida con duras protestas, sonoros abucheos, cartas insultantes y hasta amenazas de lanzarle ácido durante la actuación. La representación exigió estrictas medidas de seguridad, con las luces ligeramente atenuadas y agentes de policía por todas partes. Pero Flagstad volvió a incendiar el teatro neoyorquino con su voz y tuvo que salir a saludar hasta en veinte ocasiones tras la caída del telón.

Entre una y otra actuación había mediado la Segunda Guerra Mundial, pero también una terrible campaña de desprestigio. Esta paradoja de una artista tan querida y odiada ha inspirado la biografía, de 2021, de la escritora y dramaturga noruega Ingeborg Solbrekken (Etnedal, 62 años), Kirsten Flagstad. La voz del siglo, que la editorial Fórcola acaba de publicar en español. Se trata de su cuarto libro en noruego sobre su legendaria compatriota, tras La voz (2003), Locura y juicio: el caso de traición contra Kirsten Flagstad y Henry Johansen (2007) y Conspiración contra Kirsten Flagstad. La persecución del Estado noruego a una estrella mundial (2016).

La biografía tiene trazas de novela policiaca, pero también está minuciosamente documentada. La autora parte de las principales publicaciones previas sobre la cantante, como su autobiografía redactada por Louis Biancolli, en 1952, o la memoria personal que publicó su pianista y estrecho colaborador, Edwin McArthur, en 1965. E incluye la documentación recopilada por el crítico noruego Torstein Gunnarson. Pero también consigue desmontar toda la campaña contra ella a través de las cartas declaradas “confidenciales” por el Ministerio de Asuntos Exteriores noruego.

Flagstad había debutado en el Festival de Bayreuth, en el verano de 1934, en una edición extremadamente politizada por los nazis. Pero después consiguió centrar su exitosa carrera lejos de su influencia, entre Nueva York y Londres. No obstante, sus problemas comenzaron tras la ocupación de Noruega por el Tercer Reich. La soprano actuó incesantemente en funciones de ópera y en conciertos benéficos por toda Norteamérica, aunque cantar Wagner se convirtió en un problema. El embajador noruego en Estados Unidos, Wilhelm von Munthe af Morgenstierne, consideró su concierto en Washington, del 27 de noviembre de 1940, como un acto hostil y una traición, al no incluir canciones noruegas. Fue la chispa de una campaña contra ella que se agravó después de regresar a su país, en mayo de 1941, mientras seguía controlado por los nazis.

Solbrekken engancha al lector narrando todas las particularidades que rodearon estos acontecimientos. Lo hace con cada tema del libro por medio de breves apartados y pequeñas digresiones. Un discurso fluido que no elude múltiples temas colaterales, como la trama de cada ópera o el interés de los ideólogos nazis hacia Noruega como origen de la raza germánica. Tampoco elude el retrato psicológico de la cantante. Kirsten era una artista tan descomunal para la música como diminuta para la empatía. Lo demuestra su fría relación tanto con su madre Maja, como con su hermana Karen-Marie y su hija Else. Pero también hacia las pocas personas en quien confiaba, como el pianista Edwin McArthur y el actor Bernard Miles.

También fue una esposa abnegada que, en realidad, había regresado a Noruega por petición de su marido, Henry Johansen, un empresario oportunista que colaboraba con los nazis. Pero la soprano se mantuvo firme y nunca actuó en la Noruega ocupada, pues limitó sus apariciones públicas durante la guerra a Estocolmo y Zúrich. De todas formas, el diplomático Morgenstierne, convertido en el auténtico villano del libro, consiguió tejer una red oficial de bulos y calumnias en torno a ella como simpatizante de Hitler. Flagstad vivió un terrible calvario, después de 1945, que destrozó su prestigio, su salud y sus finanzas. Se la asoció con un movimiento clandestino nazi, denominado El anillo económico, y no solo le embargaron sus bienes, sino que le negaron un pasaporte y su marido murió en prisión sin poderse despedir de él.

Hasta 1947 no pudo volver a cantar en los grandes escenarios de ópera, pero tuvo que enfrentarse, en adelante, a una opinión pública contaminada por infundios acerca de su colaboración con el nazismo. En Noruega terminó siendo declarada oficialmente “muerta” por las autoridades y la familia real se desentendió de ella. Un acoso misógino, según subraya Solbrekken, que no padecieron otros artistas masculinos con vínculos mucho más claros con el Tercer Reich. El estrés que le produjeron tantos insultos y protestas durante sus actuaciones derivó en un brote de psoriasis cada vez más grave y en episodios de depresión y ansiedad. El libro también retrata algunos desahogos, como su afición por el alcohol y los naipes. Siempre viajaba con un maletín que contenía petacas de martini, coñac y whisky, aunque nunca bebía antes de cantar. Y solía realizar complejos solitarios con dos barajas durante los descansos de las representaciones y conciertos.

Pero el libro dedica bastantes páginas a su evolución vocal. A sus primeros pasos como cantante de ópera, de los 25 a los 35 años, desde el repertorio ligero y la ópera cómica hasta los dramas wagnerianos. Una época en que su voz creció ostensiblemente en volumen y color, al tiempo que se ensanchaban sus músculos y se rasgaban sus vestidos. Pero también recopila múltiples testimonios y opiniones de críticos de la época. A destacar el apartado dedicado al experto wagneriano Ernest Newman, que describió en The Sunday Times la pureza y calidez de su voz, tras escuchar su debut londinense en 1936, como un brillante y claro sol incidiendo en la nieve. Un crítico que admiró la peculiaridad de su instrumento, con un registro grave y medio de una calidad exquisita, y unos potentes agudos que brillaban como una radiante luz blanca. Pero que también atacó la parquedad psicológica de sus interpretaciones wagnerianas como Isolda y Brünnhilde.

Tampoco faltan comentarios acerca de sus mejores grabaciones. Es el caso de sus registros en directo, desde 1935 hasta 1941, junto al tenor Lauritz Melchior, con quien no se llevaba bien, o bajo la batuta de Wilhelm Furtwängler, desde 1937 hasta 1952, que fue siempre su director predilecto. Y hay un jugoso apartado acerca de su legendaria grabación de Tristán e Isolda de EMI/Warner Classics donde actuó como mediadora entre Furtwängler y el productor Walter Legge. Precisamente a raíz de esa grabación se explican los problemas que tuvo con el do sobreagudo en su madurez, tanto en Tristan e Isolda como en Sigfrido y El ocaso de los dioses, y la necesidad de reforzarlo en estudio con la voz de otras sopranos.

A pesar de ello, su voz siguió impresionando hasta el final. Resulta impagable el testimonio que recoge Solbrekken del asistente de producción de Decca, Erik Smith, durante la grabación de El oro del Rin, en el otoño de 1958. De esa venerable anciana con un sombrero gracioso que tejía chalecos para todo el mundo y que, cuando tenía que cantar el personaje de Fricka, dejaba las agujas y cubría a la mismísima Filarmónica de Viena con su fabuloso chorro de voz. El ingeniero Gordon Parry también recuerda que apagó algunos los micrófonos de las voces para equilibrar la mezcla y el director George Solti rememora esa increíble voz que siempre flotaba por encima de la orquesta y podía cabalgar sobre la cresta de la ola sonora.

Las grabaciones fueron el verdadero testamento de Flagstad. Su relación con Noruega remontó en sus últimos años con su nombramiento, en 1958, como primera directora de Den Norske Opera. Pero nunca quiso una tumba, pues en su testamento pidió ser incinerada y que no se conservasen sus cenizas. La edición española de Javier Jiménez se beneficia de abundantes y explicativas notas adicionales con códigos QR que permiten acceder a páginas web y a numerosas grabaciones disponibles en YouTube. El libro se abre con un prólogo de Fernando Fraga y a la ágil traducción de Lotte K. Tollefsen le faltó una revisión técnica que hubiera evitado algunos errores como traducir el referido “do sobreagudo”, que utiliza Wagner en Isolda y Brünnhilde, como “do sostenido”, cuando paradójicamente esa nota siempre es natural.

martes, 19 de marzo de 2024

Rudolf Höss, el comandante a cargo de Auschwitz cuya vida familiar retrata la inquietante película “Zona de interés”

Rudolf Höss

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Rudolf Höss durante su juicio, una vez finalizada la Segunda Guerra Mundial.


Rudolf Höss se unió al Partido Nazi cuando tenía 21 años. Comenzó su carrera en los campos de concentración nazis a los 34, y a los 39 ya se había convertido en el comandante de Auschwitz.

En ese cargo, seguía las órdenes de Heinrich Himmler, uno de los hombres más poderosos de la Alemania nazi. Por encima de Himmler estaba Hitler.

En la atroz historia del Holocausto, Höss es recordado por su obediencia irrestricta a sus superiores y por ser un innovador que logró aumentar a dimensiones inimaginables la capacidad para matar personas en el campo de exterminio de Auschwitz.

A los 46 años, terminó ejecutado en la horca por sus crímenes en el mismo lugar que los cometió, Auschwitz.

“Zona de interés”, la película inspirada en su vida familiar durante la Segunda Guerra Mundial, se llevó este domingo el Oscar a la Mejor Película Internacional.

Dirigida por Jonathan Glazer, cautivó a la crítica por su mirada original sobre el Holocausto, una que pone el foco precisamente en la banal vida cotidiana de la familia de Höss, uno de los mayores victimarios.

La historia de la película transcurre casi enteramente en la agradable casa de la familia, que tiene un jardín amplio que la esposa de Rudolf dedica largas horas a cuidar y una piscina en la que juegan sus cinco hijos.

Un muro gris separa la casa del campo de exterminio y esconde de los ojos de la familia la tragedia de magnitudes escalofriantes que estaba ocurriendo en Auschwitz.

La película es de ficción. Está, de hecho, basada vagamente en una novela del escritor británico Martin Amis.

Pero, como delatan los nombres de los personajes, es también un intento de imaginar la normalidad de Rudolf Höss y su esposa Hedwig, los de la vida real, quienes efectivamente vivían en una amplia casa junto al campo de exterminio y disfrutaban de una cómoda vida mientras él tomaba algunas de las decisiones más atroces y brutales de la Historia.

El mismo Höss, durante los juicios de Núremberg, estimó el número de víctimas de Auschwitz entre 2,5 y 3 millones.

Fotograma de “Zona de interés”

Fotograma de “Zona de interés”

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La película es hablada en alemán, polaco y yidis, y representó a Reino Unido en los Oscar de este año.

El joven soldado
La vida personal y familiar de Höss se conoció por sus memorias, que se publicaron en español bajo el título de “Yo, el comandante de Auschwitz”.

Höss venía de una familia acomodada y muy católica. En sus memorias, cuenta que no tuvo amigos en la infancia, su padre lo crió con estricta disciplina militar y creció sintiéndose incapaz de expresar afecto.

Cuando estalló la Primera Guerra Mundial, siendo aún un niño, convenció a su madre de dejarlo ser enfermero auxiliar de la Cruz Roja.

A pesar de que su padre lo había encaminado para ser sacerdote, Höss tenía otras ideas. “Quería ser soldado, y sobre todo no quería perderme esa guerra”, escribió en sus memorias

Con 16 años, lo consiguió. Se unió a un batallón y fue a pelear en el frente iraquí.

“Jamás volví a sentir un terror semejante al que se apoderó de mí en aquel momento”, escribió Höss sobre su primer combate. “Continué disparando, con mayor seguridad, tiro tras tiro, tal como me habían enseñado en el cuartel, sin pensar en el peligro”.

Cuando volvió de la guerra, se había quedado huérfano. Entonces, decidió unirse a los Fraikorps, ejércitos paramilitares y ultranacionalistas de soldados que, como Höss, habían ido a la guerra y se sentían incapaces de volver a la vida civil.

En sus memorias, recuerda crímenes que atestiguó en el conflicto que perduraba en los países bálticos después de la Primera Guerra Mundial.

“¡Cuántas veces tendría que presenciar el horrible espectáculo de casas quemadas y cuerpos carbonizados de mujeres y niños! Me parecía entonces que la locura destructiva de los hombres había alcanzado su paroxismo y que no podría ir más allá”, escribió sobre los letones en su autobiografía.


Rudolf Höss junto a otros dos oficiales de las SS en 1944.

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Höss, a la derecha, junto a otros dos oficiales de las SS en 1944.

Condenado a prisión

En 1922, Höss se afilió al Partido Nazi. Poco después, fue condenado a 10 años de prisión por participar en el asesinato a un maestro de escuela, al cual acusaba de haber traicionado a un soldado de su mismo bando. Pagó solo 4 gracias a una amnistía general.

En sus memorias, describe Höss: “Mis largos años de aislamiento en la celda de una prisión me ayudaron a comprender que sólo me atraía una cosa: llegar a tener una granja con la que alimentar y asegurar una existencia sana a una familia numerosa. Ese proyecto se convirtió en el objetivo de mi existencia”.

Al salir de la cárcel, buscó la manera de realizarlo. Trabajó en granjas en el nororiente alemán y se unió a la Liga Artaman, un movimiento de ultraderecha, que años después sería absorbido por el Partido Nazi, que abogaba por el regreso de los alemanes de “la decadencia de las ciudades” al “idilio rural”.

Allí conoció a Himmler, quien años después sería su jefe en el ejército alemán, y a su esposa, Hedwig, interpretada en “Zona de interés” por Sandra Hüller.

“La animaba el mismo ideal que a mí. En cuanto nos vimos supimos que estábamos hechos el uno para el otro”, expresó Höss sobre Hedwig en sus memorias.

En los campos de concentración

En 1934, Höss se unió a las SS, el ejército de Hitler.

Abandonó su sueño de vivir en una granja para ir a trabajar en los campos de concentración nazis, donde tuvo una carrera meteórica.

Trabajó por años en Dachau y Sachsenhausen, que en esa época albergaban principalmente a prisioneros políticos, hasta que en 1940, se le ordenó estudiar la posibilidad de construir un campo de concentración en Auschwitz. Dio su visto bueno y se convirtió en el comandante.

Heinrich Himmler inspeccionando la construcción de la tercera fase de Auschwitz

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Heinrich Himmler inspeccionando la construcción de la tercera fase de Auschwitz. A la derecha, Rudolf Höss.

En sus años en ese cargo, Höss fue el responsable de que Auschwitz pasara de ser un proyecto que llegaron a construir un puñado de soldados a ser una máquina de muerte.

Su política era simple: trabajo forzado y represión brutal.

“Cada preso debía servir a las necesidades de la guerra”, decía. Ese trabajo forzado era clave para cumplir con los encargos colosales que le hacían sus superiores, aún con pocos recursos.

Ante la puesta en marcha de las cámaras de gas en Auschwitz, Höss expresó sentirse “aliviado”. Dijo que el gaseamiento era preferible al fusilamiento, que “habría supuesto una carga demasiado pesada para los hombres de las SS”.

“Durante el último semestre de 1941 y el primero de 1942, se había dedicado a innovar: lejos de contentarse con seguir órdenes, tomó iniciativas para aumentar las capacidades de exterminio en Auschwitz”, explica el historiador británico Laurence Rees.

Auschwitz se escogió como centro de exterminio para los judíos, entre otras razones, por su capacidad para reducir cuerpos a cenizas, que llegó a ser de unos 2.000 por hora.

Su vida familiar

En esa época, la familia Höss vivió en lo que se conocía como la zona de interés de Auschwitz.

Se trataba de un área de 41 kilómetros cuadrados, administrada por las SS, que separaba el campo de exterminio de la mirada de testigos y forasteros.

Mientras en Alemania escaseaba la comida, los Höss llevaban una vida más que cómoda.

“Todos los deseos que expresaban mi mujer o mis hijos les eran concedidos”, expresó Höss en sus memorias.


Fotograma de “Zona de interés”

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Sandra Hüller, nominada al premio Oscar a la Mejor Actriz por “Anatomía de una caída”

Es esa vida apacible y bucólica, en la que el horror de lo que pasaba detrás del muro gris apenas se insinuaba, lo que decide retratar Glazer en su inquietante película.

Hay una escena, por ejemplo, en la Hedwig recibe un abrigo de piel que había sido robado a una víctima de Auschwitz. En otra, Rudolf, mientras se baña en el río con sus hijos, encuentra una mandíbula humana.

El horror no se ve nunca explícitamente, pero se cuela por las rendijas. Y, sobre todo, se hace presente a través del sonido.

“¿Es un grito o el silbato de un tren? ¿O es el bebé de la casa? Somos deliberadamente ambiguos”, le dijo Johnnie Burn, el ingeniero de sonido de “Zona de interés”, a BBC Culture.

“Hay una película que ves, y hay una película que escuchas”, expresó el director.

Sin embargo, ninguna de esas pistas de lo que pasaba a pocos metros de su casa inmutaba a la Hedwig que aparece en la película. Ella amaba la casa y la vida a las afueras de Auschwitz.

De hecho, el conflicto central de la película surge cuando Rudolf recibe un ascenso y le tiene que decir a su esposa que debe marcharse a Berlín.

Eso también ocurrió en la vida real, a finales de 1943. Y, como en la película, el resto de la familia se quedó a vivir en Auschwitz.

Lo que ya no se ve en la película es que Höss regresó a los pocos meses con el encargo de llevar a cabo la que se conoce como “Operación Höss”, que consistió en llevar a Auschwitz a más de 400.000 judíos húngaros en un lapso de dos meses. La inmensa mayoría fueron enviados inmediatamente a las cámaras de gas.

Después de la guerra

Rudolf Höss siendo extraditado luego de los juicios de Núremberg

Rudolf Höss siendo extraditado luego de los juicios de Núremberg

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Höss siendo extraditado luego de los juicios de Núremberg.

Al final de la guerra, la familia Höss se escondió en el norte de Alemania, con la esperanza de esperar hasta poder escapar a Sudamérica, pero no lo consiguieron.

Rudolf se ocultó en una granja y las autoridades tardaron un año en dar con su paradero. Lo delató su anillo de boda, que tenía grabados su nombre y el de Hedwig.

Fue el primer nazi de alto rango en confesar los crímenes de Auschwitz, y fue condenado a morir en la horca.

Las investigaciones de historiadores y psicólogos para entender la psique de los líderes del horror del Holocausto han apuntado a que Höss era un nazi convencido y sobre todo extremadamente obediente.

Después de la guerra, mostró signos de arrepentimiento.

“Ahora me doy cuenta de que todo ese encarnizamiento mío no podían contribuir en nada a la victoria alemana. Pero, en esa época, estaba firmemente convencido de que acabaríamos ganando la guerra y no quería permitirme el menor traspié ni el menor desfallecimiento”, expresó en sus memorias que escribió mientras esperaba la pena capital.

El psiquiatra estadounidense Leon Goldensohn dijo que, durante los juicios de Núremberg, Rudolf Höss le respondió en tercera persona pero refiriéndose a sí mismo: “Ahora él se da cuenta de que no era bueno. Después de la rendición, llegó a la conclusión de que el exterminio de los judíos no era como le habían dicho y que hoy se siente tan culpable como todos los demás”.

En una entrevista con The Guardian, el director de “Zona de interés”, Jonathan Glazer, expresó que su intención con la película no era tanto hacer una historia de nazis como una sobre la naturaleza humana.

Al poner el foco en la vida familiar de los Höss, “quería desmontar la idea de que son anomalías, casi sobrenaturales”. “Quería humanizarlos”, dijo Glazer en otra entrevista con el New York Times.

“Para mí, no es una película sobre el pasado. Trata sobre el ahora, y sobre nosotros y nuestra similitud con los perpetradores, no nuestra similitud con las víctimas”, agregó.