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En el otoño de 1957, nada más llegar al Massachusetts Institute of Technology (MIT), Thomas Kailath recibió el encargo, como el resto de sus compañeros, de programar un gran ordenador IBM. Para Kailath, un veinteañero procedente de la Universidad de Pune (India), era una papeleta, porque no había visto en su vida nada igual. Pero de inmediato quedó fascinado por el potencial de aquella máquina. Y supo que ahí estaba su futuro. Idear nuevos caminos matemáticos para hacer más potentes los ordenadores.
Décadas después, Kailath lograría, mediante el desarrollo matemático, romper una barrera histórica en la miniaturización de los chips. La barrera de los 100 nanómetros. Hasta hace unos años, se creía que las características más pequeñas que se podían grabar en un chip eran de 100 nanómetros [un nanómetro es una millonésima parte de un milímetro] ahora el límite está en 32. Y sigue bajando.
...“Cuanto menor es el espacio entre los transistores de un microchip, mayor número de ellos se puede incluir, con lo que aumenta su potencia”, dice Kailath en conversación telefónica desde su casa de Palo Alto (California).
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“Estados Unidos es líder en tecnología y lo seguirá siendo por sus excelentes universidades y su capacidad de atraer inmigrantes”, dice. “La educación no es memorística. A los exámenes se va cargado de libros para consultar. El estudiante recibe mucha información teórica sobre la que basar su trabajo práctico”.
La fabulosa suma del premio BBVA, “irá a parar casi por completo a las fundaciones benéficas que monté con mi esposa Sarah para apoyar la educación de gente sin recursos y ayudar a las mujeres”. Y “Organizaré conferencias, encuentros restringidos de especialistas para discutir sobre los nuevos retos que afronta esta tecnología”.
(de EL PAÍS)
(En las fotos el investigador en su despacho de la U. de Stanford y el pórtico de dicha Universidad en Palo Alto, California)
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