viernes, 25 de junio de 2010

Ha muerto José María Díez-Alegría, jesuita apartado por Roma por su opción por los humildes y gran teólogo

Conocí a Jose María Diez-Alegría con motivo de una conferencia que dió en Villafranca de los Barros, en el Colegio San José de los Jesuitas, eran tiempos de la dictadura. Lo recuerdo como si fuera ayer; daba gusto escucharle, me llamaron la atención su inteligencia y su bondad, a cual más grandes.

El jesuita español fue uno de los grandes teóricos del postconcilio y se fue a vivir al barrio marginal del Pozo del Tío Raimundo donde compartió sus luchas con el padre Llanos.

Esta madrugada ha muerto José María Díez-Alegría, uno de los grandes teólogos españoles. Iba a cumplir en octubre los 99 años de vida. Fue jesuita impenitente, obligado por los inquisidores del Vaticano a dejar la orden de Ignacio de Loyola por no aceptar silencios, componendas ni censuras. Pese a todo, nunca dejó de vivir en (y con) la Compañía de Jesús. "Soy un jesuita sin papeles", solía ironizar.
Nacido el 22 de octubre de 1911 en la sucursal del Banco de España de Gijón, de la que su padre era director, Díez-Alegría se cambió pronto al bando de los mineros y empezó a tener problemas con la dictadura franquista, poco amiga de curas de combate. Sólo el apellido Díez-Alegría, con dos famosos generales en la familia, lo libró de la cárcel, aunque no de marginaciones y desplantes. Una vez le preguntaron cómo un banquero podía ser católico, y Díez-Alegría contestó con esta anécdota brechtiana. Fue un banquero a confesarse y le dijo: 'Mire, padre, yo soy banquero'. Y el cura le respondió: '¡Mal empezamos!'. El rico penitente se enfadó y se fue.

Cuando fue expulsado hace 37 años de la Compañía de Jesús por publicar 'Yo creo en la esperanza', Alegría vivía en Roma y era un bullicioso profesor de la Gregoriana, es decir, un pensador lanzado a la fama. Tiempos del postconcilio, aunque ya se vislumbraban nubarrones en aquella primavera eclesial. Díez-Alegría pide permiso para editar su libro. No ha lugar, le dicen. Y toma una decisión que cambiaría su vida. El libro aparece en 1972 en la editorial Desclée de Brouwer, de Bilbao y se vendieron 200.000 ejemplares en numerosos idiomas. Su salto a la fama fue fulminante. Quince días más tarde, el periódico más vendido en Roma, Il Messagero, y el más importante de EE UU, The New York Times, tronaban: "El best seller de un jesuita español aclama a Marx y ataca a Roma"...

Díez-Alegría tardó poco en regresar a España y en "tomar la mejor decisión" de su vida, dijo más tarde. Se fue a El Pozo del Tío Raimundo, se quitó el bonete de jesuita, se pone la boina de cura y puso en práctica la teología que había enseñado en Roma. ...
A los 90 años, Díez-Alegría publicó la segunda parte de su famoso libro, esta vez con el título 'Yo todavía creo en la esperanza', pero en medio hay muchas otras obras de impacto, como Actitudes cristianas ante los problemas sociales (1967), Cristianismo y revolución (1968), Yo creo en la esperanza (1971), Teología en broma y en serio veras (1977), Rebajas teológicas de otoño (1980). La cara oculta del cristianismo (1983). ¿Se puede ser cristiano en esta iglesia? (1987) o Cristianismo y propiedad privada (1988). Él mismo se consideraba un miembro más de la Teología de la Liberación, orgulloso de que el padre Ignacio Ellacuría, asesinado por el fascismo clerical de El Salvador, Jon Sobrino o Gustavo Gutiérrez le considerasen "un viejo compañero". Sostuvo siempre que en el fragor de la injusticia que vive este mundo global no cabía otra cosa que el compromiso social.

...Díez-Alegría aconsejaba humildad, volver a Cristo y menos papanatismo. "Hay que citar más a los Evangelios y menos al Papa", decía.

"Okupa del Universo"

Cuando cumplió 94 años y empezaba a sentirse "un okupa del Universo", pese a estar todavía como un chaval, Díez Alegría recibió un homenaje de sus amigos en el paraninfo de la Casa de América, repleto de público. Fue recibido con larguísimos aplausos, todos puestos en pie para verlo mejor bajar las escaleras camino del escenario, como si el que llegaba fuese un profeta o un galán de cine.

...La jerarquía eclesiástica ha soportado la fama y la voz de Alegría con pasmo o pánico. Por ejemplo, el 28 de mayo de 1977. Ese día, EL PAÍS acogía en su primera página una gran fotografía del jesuita Llanos saludando puño en alto ante 60.000 personas reunidas en el campo de fútbol de Vallecas (Madrid). "El mitin comunista de ayer contó con dos protagonistas de excepción, tan dentro de la lógica de la historia de la Iglesia española como fuera de programa: los padres jesuitas Díez-Alegría y Llanos. El padre Llanos -en la fotografía- saluda, puño en alto, a su pueblo de El Pozo. De alguna manera viene a simbolizar el compromiso histórico de cierta Iglesia pasada dolorosamente del nacional-catolicismo al saludo de identificación marxista",
..."Yo no soy marxista, pero tampoco antimarxista. Me tomo en serio el marxismo. La crítica que hace Marx del capitalismo es válida. Nunca me leí El capital, pero sí otros libros suyos, y en mi libro Rebajas teológicas de otoño escribí un capítulo titulado Recuerdos a Marx de parte de Jesús en el que contaba que tuve un sueño en el que Jesús se me presentaba y me decía: 'Oye, y este Carlos Marx, del que tanto hablan escandalizados mis discípulos actuales, ¿qué me dices de él?'. Entonces yo le recitaba algunos textos de Marx, y después Jesús me decía: 'Mira, si ves a Carlos Marx, dale recuerdos de mi parte y dile que no está lejos del Reino de Dios. Pues ése era un poco nuestro marxismo"...

En la biografía de Alegría, Lamet cuenta anécdotas y sucesos deliciosos, que por qué fue Alegría un jesuita "sin papeles". He aquí una de las historias que contaba Díez-Alegría, con arrobo teológico, para armonizar con la fe católica su radical teología de liberación. Un catequista de mujeres adultas en Andalucía se topó con una joven muy pobre, casada y con hijos, que se había ido a vivir con un viejo.

-Mujer, tienes que volver, no puedes seguir con el viejo.
-Pues claro que sí, señorito. Pero es que el viejo se va a morir en seguida, y me voy a quedar con una casica muy apañada, me traigo a mi marido y a mis hijos, y problema resuelto.
-Pero, mujer, es que eso es contra la ley de Dios.
La mujercita, con convicción: "No, señorito, si yo con el Señor no tengo dificultad. Yo le digo al Señor: Señor, tú me perdonas a mí y yo te perdono a ti ["por tenerme tan pobre", matizó Alegría], y estamos en paz".

Seguir aquí. Y aquí leer una entrevista en El País. Más aquí.

https://youtu.be/rHKQYFgkcB8

2 comentarios:

Anónimo dijo...

una amiga me escribe: "Nos estamos quedando huérfanos, se están muriendo nuestros padres. Lo conocí y lo admiré. Un beso"

Anónimo dijo...

Fantástico el artículo, aquella noche en Villafranca de los Barros también estaba yo. Lole