Blog de Paul Krugman
Pregunta. ¿No es pesadísimo ser gurú?
Respuesta. Sí. Mi mujer y yo acabamos de pasar diez días en Inglaterra sin que nadie supiéra dónde estábamos, y para que a nadie se le ocurriera pedirme un comentario sobre nada.
P. ¿Es el enfant térrible de la economía?
R. Tengo 59 años. Estoy ya en una edad mediana, incluso madurita. O sea que espero que ya nadie piense que soy un enfant térrible.
P. Dedicó su último libro a los parados. ¿No le agradecerían más una pequeña aportación económica, un detallito?
R. Bueno, hago lo mío, pago mis impuestos, doy para obras de caridad, y la dedicatoria es para gente que yo conozco que no tiene trabajo.
P. ¿Se le ha subido el Nobel a la cabeza?
R. Antes del premio ya era arrogante. Espero no serlo aún más.
P. “Gente como yo, que tal vez no hayamos acertado siempre, hemos acumulado un espléndido historial durante los últimos cinco años”. Pues veo cero problemas de autoestima.
R. Pero yo estaba hablando de una escuela de pensamiento, no de mí. De todo un grupo, unos veinte, y lo que digo es que mi teoría es certera, el pensamiento es el correcto, no que yo sea el más listo de la clase.
P. La introducción de su libro dice: “Y ahora, ¿qué hacemos?” ¿Me aconseja leerlo o ir a una echadora de cartas para que me lo aclare?
R. Quiero pensar que yo sé más que ella, aunque depende de la señora a la que vaya.. Pero en el libro argumento mi tesis. Y quiero añadir que odio el argumento de autoridad, que la gente se crea superior por haber obtenido un premio.
P. Creo que destaca por su capacidad de predicción. No me voy de aquí sin que me dé una fecha para salir de esto.
R. En Europa, desde luego, la toma de decisiones es cuestión de meses, no más. Ahora, por dónde irán los tiros no se lo sé decir.
P. Pues creo que debería cambiar de bola de cristal.
R. Bien [ríe]. Si quiere una predicción detallada, entonces sí es mejor que vaya a la señora que le echa las cartas.
P. Fue consejero económico de Reagan. Algo le tocará de su culpa.
R. Sí, aquello fue bastante divertido. Yo, funcionario de alto nivel, con tarea más bien burocrática, era ya conocido como demócrata, y me encargaba de la asesoría económica internacional. Trabajaba conmigo Larry Summers, también demócrata identificado, que llevaba la economía nacional. Era gracioso. Demócratas ambos.
P. Pues yo creía que sus críticas al neoliberalismo eran para hacerse perdonar esa etapa.
R. Bueno, no he cambiado mucho desde entonces. Lo que sí demuestra esto es que el mundo económico en Estados Unidos es un pañuelo, porque Larry Summers y yo nos conocemos desde 1982 y tenemos desde siempre una rivalidad amistosa.
P. ¿Merkel es la bruja del cuento?
R. Yo creo que ella no importa para nada. Hace lo que haría cualquier canciller alemán. El problema no es Merkel, sino Alemania.
P. ¿Y tiene más peligro ella o el BCE?
R. Bueno, yo tengo más esperanzas en el Banco Central Europeo, en que llegue a ser más flexible y de más ayuda. Conozco a Draghi desde que era estudiante en el MIT.
P. Ha dicho que España necesita menos austeridad y más crecimiento. ¿Por qué no invita a un café a Rajoy y se lo cuenta?
R. Él no puede hacer mucho, Puede relajar un poco la política de recortes. Pero la respuesta la tiene Merkel.
P. ¿Defiende que la inflación es la última playa?
R. No es que sea la última playa. Europa necesita inflación. España, no. Lo que necesita es que la tenga Alemania.
P. ¿Tiene en su casa un altarcillo dedicado a Keynes?
R. La gente sigue diciendo esto de mí, pero no dedico culto a Keynes. Era una mente brillante que dijo cosas muy acertadas, y escribía muy bien. Pero también pienso que se equivocó en otras cosas.
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