El premio Nóbel de la paz concedido a la Unión Europea es un premio contra la duda. Pretende levantar la moral a un narcisismo europeo lastimado por la crisis financiera. El discurso que Europa pronuncia y proyecta en el mundo sobre sí misma acerca de su bondad y de los valores universales de los que se considera portadora, paz, cohesión social y derechos humanos, se ha tambaleado. Se tambalea la cohesión europea, aumentan el euroescepticismo y los reproches entre naciones. El premio pretende actuar contra esa nueva inseguridad europea que, inesperadamente, ha traído la crisis. Pero hay algo más importante: se trata de la duda sobre la paz de Europa en un mundo estresado con recursos globales tan escasos como disputados.
¿Qué es históricamente Europa desde el punto de vista de la guerra y la paz? La respuesta es obvia: es la parte más guerrera del mundo. En los últimos 500 años la guerra fue la norma en este continente de naciones luchando entre ellas. Entre 1615 y 1815, cuando concluyen las guerras napoleónicas, las naciones europeas estuvieron en guerra una media de sesenta o setenta años por siglo. Hasta 1914 hubo un poco más de paz, pero Europa continuó en aquella época culminando la exportación de guerra y genocidio hacia fuera de sus fronteras: con el holocausto colonial- imperial que fue la conquista del mundo no europeo.
Ese periodo 1815-1914 de relativa paz europea, si olvidamos episodios como la guerra de Crimea o la guerra franco-prusiana, es la edad de oro de la industrialización. La industrialización fue un invento europeo que convirtió la guerra en algo mucho más mortífero. Dos guerras mundiales de inusitada mortandad e incubadas en y por Europa, fueron su resultado.
El paréntesis de paz que Europa ha conocido desde 1945 hasta hoy ha sido excepcional, 67 años, pero no hay que olvidar que tuvo lugar gracias a la tutela de dos superpotencias en tensión nuclear, es decir fue una paz bajo vigilancia y presidida por un factor, el de la destrucción masiva, que representa el escalón superior de la estupidez humana: la destrucción del planeta. Ese inquietante factor sigue ahí en el centro de nuestra civilización globalmente calentada.
En cualquier caso aquella tutela concluyó, en 1989-1991, con la retirada de la Unión Soviética, y está yendo a menos en lo que respecta a Estados Unidos. Por todo eso, la pregunta sobre si la actual Europa, con su nueva soberanía, no volverá a las andadas, tiene pleno sentido. Sobre esto dos consideraciones.
Es verdad que cuesta imaginar guerra entre naciones europeas, pero algo de ello hemos tenido en los Balcanes. En segundo lugar se constata que cada vez hay más participación europea en aventuras militares occidentales en el mundo. Si durante la guerra de Vietnam los europeos dejaron a Estados Unidos solos con la faena –ni siquiera se sumó el Reino Unido, su fiel criado- hoy casi todos los europeos están en Afganistán. En Irak ha habido una notable participación, aunque con disimulos y divisiones. En Libia se ha visto un gran protagonismo europeo, con gran iniciativa francesa, parece que hasta en el asesinato de Gadafi. Y en Siria, Europa está contribuyendo claramente a que las cosas vayan a peor alimentando la guerra civil por el procedimiento de apoyar a uno de los bandos. Por todo eso, la pregunta sobre si la actual Europa, malhumorada y desencantada, puede volver a las andadas, tiene mucho más sentido de lo que se cree. De ahí que éste sea el premio contra la duda.
Rafael Poch, La Vanguardia.
Fuente: http://blogs.lavanguardia.com/berlin/?p=346
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