El investigador Joan Massagué sostiene que “España tiene que elegir ya si quiere ser un país líder o un país rémora”
Nació en Barcelona en 1953. Dirige desde 2003 el Programa de Biología y Genética del cáncer en el Memorial Sloan-Kettering Cancer Center de Nueva York. Es director adjunto del Instituto de Investigación Biomédica de Barcelona.
Es que con 25 años ya era doctor en Bioquímica. Se marchó a EE UU y se convirtió en uno de los investigadores más importantes del mundo en la lucha contra el cáncer. Ganó el Príncipe de Asturias y todos los premios habidos y por haber, que en su caso siempre serán pocos. Fíjense en ese gesto imperceptible de empolloncete amable recolocándose las gafas mientras el fotógrafo retrata su rostro de niño de 60 años en su precioso piso modernista del Eixample barcelonés. Mentira. Joan Massagué, implacable, lo hace solo para enfocar bien y reanudar el combate, para seguir mirando de frente a los tumores y sus trágicos estallidos, las metástasis: su gran especialidad.
Pregunta. ¿Qué es un tumor?
Respuesta. Un crecimiento anómalo de nuestros tejidos. Somos una sociedad de células muy bien organizada, aunque tenemos trillones. Su misión es mantener el organismo, eso, organizado. Pero alteraciones, mutaciones que pueden ser causadas desde el sol hasta el tabaco, o heredadas de nuestros padres, o adquiridas por accidente, rompen esas normas y, entonces, hay células que dejan de respetar las normas de urbanidad prescritas por nuestros genes a través de cientos de millones de años.
P. Así que el cáncer es una rebelión de células que se van por ahí a su bola. Trágico. Y curioso: el concepto más esencial en nosotros, la célula, ya hace lo que le da la gana y pasa de todo.
R. Sí. Pero esas células lo hacen pagando un gran coste. Porque cuando el tumor empieza a desarrollarse, la mayoría de las células malignas muere. El tumor que vemos y nos espanta son las células supervivientes de ese proceso, pero por cada uno de esos hay miles que nunca veremos porque al llegar a medio milímetro o a un milímetro son liquidados por la policía del cuerpo, que es el sistema inmunitario. Sin embargo, algunas células se escapan. Y eso es el tumor: el resultado final de un proceso de selección brutal contra esa delincuencia. Mientras desayunamos, generamos células premalignas. A la hora de la comida ya no existirán.
P. ...y su fuga con éxito trae el tumor.
R. Los principios más básicos son los principios esenciales de la vida. Por eso decimos que mientras haya vida habrá cáncer. Cáncer es el precio que pagamos por estar vivos.
P. Dice que las infracciones se pagan. Oiga, ¿no hay un término medio al que poder acogerse entre el suicida “la vida son cinco minutos y voy a vivirlos a tope” y la desesperantemente aburrida obsesión por la vida sana?
R. El término medio es el término medio, y por eso le llamamos término medio.
P. Mensaje captado. ¿Hay células buenas y células malas? O de otro modo: ¿la célula se corrompe, como le pasa a la persona?
R. Sí. Y la principal manifestación de esa corrupción de las células es justamente el cáncer. Elementos corruptos que han logrado burlar dispositivos de vigilancia, de policía. Igual que en toda sociedad humana. Ahora ya sabemos, después de muchos estudios, que el principal talento que tiene que desarrollar una célula maligna para formar un tumor es ese: el de corromper.
P. O sea, lo de siempre, que las células corruptas no se autocorrigen por naturaleza, y entonces la policía va a por ellas y las mete en la cárcel. Igual que con Bárcenas. Perdón por la frivolidad.
R. Exactamente, es lo mismo...seguir en El País.
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