“Me equivoqué, lo lamento, pero fue así. Me equivoqué en mantener la confianza en alguien que ahora sabemos que no la merecía”. Si el señor Rajoy, en lugar de presidente del Gobierno de España, fuera el director general de una empresa privada y hubiera dicho esto ante su junta de accionistas debería haber presentado a continuación su dimisión porque, de no hacerlo, los accionistas le hubieran cesado de inmediato.
El señor Rajoy, respecto a las declaraciones del señor Bárcenas, dijo que son “una ingente colección de falsedades, como demostrará la justicia con el tiempo”. ¿Y si la justicia demuestra lo contrario? Hasta ahora, ya se han demostrado una serie de cosas que, no hace mucho, eran indemostrables según él: ¿recuerdan aquello de “nadie podrá probar que no son inocentes” refiriéndose a Bárcenas y Galeote?
En un determinado momento, el señor Rajoy recordó a los diputados socialistas que su partido había tenido también un caso similar, el de Luis Roldán. Quizá haya olvidado que, en aquella ocasión, dimitió Antoni Asunción, el ministro del Interior que había nombrado al señor Roldán; o quizá es que no quiere recordarlo.— Antonio Calvete. Getafe. Madrid. Cartas al director El País.
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