Hablan Amos Oz, Philippe Claudel, Donna Leon, Amélie Nothomb, Nuno Judice, Milton Hatoum, Kjartan Flogstad...
La música suena. He ahí a Marcel Proust en el gran salón de baile de máscaras. He ahí a Proust convirtiendo su vida, la vida, en arte, en novela. El escritor divirtiendo a lectores con En busca del tiempo perdido y transformando a algunos en escritores desde hace un siglo, en una estela de admiración que llega hasta hoy con nombres como Amos Oz, Philippe Claudel, Milton Hatoum, Donna Leon, Amélie Nothomb, Philippe Lançon, Nuno Judice, Marie Arana…
“Es el mago de la representación de objetos y personas, de lugares y de acontecimientos. A veces puedo leer a Proust con los ojos cerrados”, reconoce el israelí Amos Oz. Un hechizo que reside en su capacidad de hacer de la novela el teatro más grande del mundo, asegura el portugués Nuno Judice, último Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana. Y con un efecto añadido: “Convertir al lector en un espectador que a menudo tiene que entrar en el juego escénico. Eso hace que sea una obra que rescata la superficie y lo cotidiano, y nos obliga a disfrutar de este Proust y su magdalena que nos ofrece para revivir los recuerdos que, con el tiempo, llegan a ser también nuestros”.
(Un Proust que creó una pintura viva de la existencia visible y emocional en un magistral ciclo narrativo que en una de sus páginas de Por el camino de Swann, primer volumen que el 14 de noviembre cumple su primer siglo, funde su vida, la del narrador, la de la novela y la del lector y el escritor de lo que habrá de ser y contar en siete volúmenes: “yo me había echado sobre mi cama con un libro en la mano, en mi habitación que, temblando, protegía su frescor transparente y frágil del sol de la tarde tras sus persianas casi cerradas donde, sin embargo, un reflejo de día había encontrado modo de filtrar sus alas amarillas y permanecía inmóvil entre la madera y el cristal, en un rincón, como una mariposa que se hubiera posado”.)
Soplo de vida de realidad-ficción decisivo para muchos escritores como Oz porque, confiesa, “fue uno de los responsables de que decidiera escribir Una historia de amor y oscuridad, mi intento más ambicioso de abordar mis tiempos perdidos”.
El acercamiento al libro tiene tantas historias como historias tiene cada lector. Philippe Lançon, escritor y crítico de Libération, recuerda que un día cogió de la biblioteca de su madre, al azar, Albertine desaparecida, en una vieja edición de Gallimard, y como tantos otros, reconoce: “nunca me recuperé de ello totalmente. A menudo, tengo la impresión de que todo lo que leo ya se ha escrito, mejor, en En busca del tiempo perdido. Es una impresión injustificada, pero no conozco otra obra que la produzca hasta ese punto. El libro aumenta y resume todas las posibilidades de la literatura en un momento en el que esta, en su instante álgido en Europa, va a iniciar dentro de poco su declive, a decir adiós en cualquier caso a su omnipotencia. Es exactamente el momento en el que el alba se convierte en crepúsculo, y viceversa, como si ni la noche ni el día existiesen”.
Camino que deja huellas eternas tras su lectura porque, según Marie Arana, escritora y responsable de la información sobre libros en The Washington Post, la primera impresión de Por el camino de Swann reside en su clara distinción entre lo antiguo y lo nuevo: “El tiempo parecía perfectamente detenido, de la misma manera que el tiempo permanecía detenido en, pongamos por caso, el libro Habla, memoria, de Vladimir Nabokov. Ambos describían el mismo pasado amado y dorado, rescatándolo para nosotros en hazañas de heroicidad verbal. Proust dejó una impresión duradera en mí porque disfrutaba sin reservas de la nostalgia, de la sensualidad, del mundo material y de unas imágenes elaboradas con precisión. Logró transmitir —quizás incluso más que Nabokov, Henry James o Murasaki Shikibu— la sensación de lo que perdemos mientras avanzamos rápido hacia el futuro”.
A ello ayudan, según Hatoum, “sus frases largas y sinuosas, muy diferentes de la prosa francesa anterior. Sus personajes que invitan al lector a descifrar una conducta moral, sin respuestas definitivas”. ¡Y el humor! Lo recuerda Lançon Libération: “El tamiz extraordinariamente preciso de su ironía, que no deja pasar nada, ni lo que somos, ni lo que pensamos, ni lo que hacemos, ni lo que fingimos ser, pensar y hacer. Este humor, de una ligereza implacable, nos anima a vivir con todas las caricaturas posibles de nosotros mismos que podemos inventar, y a vivirlas como si nunca tuviésemos que sobrevivirlas”.
En la profundidad psicológica sitúa Hatoum el centro de la aportación literaria, "en la infinita posibilidad de inventar a través de la memoria. El hecho de que pata Proust, memoria e imaginación son hermanas siamesas. Donde un detalle mínimo puede contener el universo".
Para Judice, lo fascinante es el “romántico encuentro del sujeto con un libro que transforma el momento en que alguien se despierta en una génesis moderna. En esta nueva creación, Dios se sustituye por uno que me da todo el poder sobre sus criaturas. Pero esta voz que hace la ficción de un comentario personal de eventos pertenece a un narrador que nos arrastra en la intimidad, y nos hace íntimos con una gran galería de personajes que nos lleva a un convivencia de interminables conversaciones, pensamientos, monólogos, obras de teatro, grandes o pequeñas".
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En la profundidad psicológica sitúa Hatoum el centro de la aportación literaria, “en la infinita posibilidad de inventar a través de la memoria. El hecho de que, para Proust, memoria e imaginación son hermanas siamesas. Donde un detalle mínimo puede contener el universo”.
Más de tres mil páginas en siete volúmenes que se pueden leer en diferentes etapas de la vida, como recuerda la escritora estadounidense Donna Leon. Y no se olvida del desafío de la traducción, de esa “otra persona que influye en la manera en la que se entenderá el texto. Por tanto, se convierte más en una carrera de obstáculos que en un libro”.
En busca del tiempo perdido también tiene fieles laicos. Reconocen su grandeza, pero también que no es para ellos. Es el caso del finlandés Kjartan Flogstad:“Al acabar el libro quedé contento y supe que no tiene que ver con mi idea de novelar. No solo leer a Marcel Proust, sino también expresar la voluntad de leerlo aporta gran capital cultural. Más que literatura es un emblema literario. Dentro de la narrativa modernista los nombres de Joyce y Proust indican dos caminos opuestos. Utilizando todos los recursos del idioma y del habla popular, Joyce, en mi opinión, abre camino, Proust no”.
Un siglo después el camino sigue, y espera. Allí continúa Marcel Proust viendo la vida en un baile de máscaras y señalando qué hay detrás de cada una de ellas, mientras fuera una cortina de lluvia con incesantes relámpagos de recuerdos e ilusiones no amainan.
Homenajes editoriales en España
Marcel Proust. El almuerzo en la hierba. Selección de pensamientos de En busca del tiempo perdido.
Por Jaime Fernández. Traducción de María Teresa Gallego y Amaya García. (Hermida Editores)
Por Jaime Fernández. Traducción de María Teresa Gallego y Amaya García. (Hermida Editores)
Marcel Proust. La memoria recobrada.
Mireille Naturel. Traducción Elisenda Julivert (Plataforma Editorial)
Mireille Naturel. Traducción Elisenda Julivert (Plataforma Editorial)
En busca del tiempo perdido (estuche 7 volúmenes)
Marcel Proust. Traducción de Carlos Manzano (RBA)
Marcel Proust. Traducción de Carlos Manzano (RBA)
Proust
Samuel Beckett. (Tusquets)
Samuel Beckett. (Tusquets)
A la busca del tiempo perdido (estuche en 3 volúmenes)
Marcel Proust. Edición de Mauro Armiño (Valdemar)
Marcel Proust. Edición de Mauro Armiño (Valdemar)
El abrigo de Proust
Lorenza Foschini. Traducción de Hugo Beccacece (Impedimenta)
Fuente: El País. Más, Los pilares de su universo
Lorenza Foschini. Traducción de Hugo Beccacece (Impedimenta)
Fuente: El País. Más, Los pilares de su universo
7 comentarios:
Antes de que mi lectura alcance el penúltimo párrafo del artículo mi pensamiento ya había hilvanado este comentario: "Dios mio!! y yo sin leer a Proust, todavía... ¿por donde empiezo?".
Al llegar a dicho penúltimo párrafo me desanimo: "hummm...podría parecer tosco intento de aportar capital cultural a mi sardina"...
Lectura finalizada decido: "Ahí queda, en cualquier caso...lo dicho Antonio, ¿por donde empiezo??"
Empieza por donde quieras pero sobre todo por intentar leer y encontrar <En busca del tiempo perdido o —de acuerdo con otras traducciones— À la recherche du temps perdu, en francés- Aunque el tiempo pasado difícilmente se recupera. Al menos puedes intentar no perder más el presente y el futuro. Así que aprovechalo bien haciendo cosas buenas y que te guste hacerlas,... deja fluir a tu cuerpo y a tu mente. La verdad es que hemos tenido una educación muy represiva y castrante y nos pesa impidiéndonos ser libres. La libertad es una conquista que solo se consigue con lucha.
Bueno, bueno... La educación pudo impedir en otro tiempo hacer deteminadas actuaciones, pero hoy en día la mayoría nos hemos sacudido esas limitaciones, aunque no todos en la misma medida. Puede haber otros condicionantes, pero son en muchos casos externos. Lo que sí se mantiene como rémora de la educación antigua es la doble moral, eso sí que continúa. Y ya no hay quien quite esa losa...
Carmen: Gracias por tu comentario. Al respecto considero que la educación recibida es un factor importante que nos ha condicionado y nos condiciona de forma muy importante en todos los aspectos de nuestras vidas. Lo de la doble moral es un factor más que tanto abunda pero no considero que sea lo único.
Uno de los fragmentos más conocidos y nombrados de En busca del tiempo perdido tiene lugar en la primera de las obras, Por el camino de Swann, cuando el narrador rememora recuerdos de su infancia al comer una magdalena con una taza de té, ya que asocia el sabor, la textura y el aroma de la magdalena con ese mismo estímulo vivido años atrás, en la niñez, pasados en los viajes que hacía con sus padres a la casa de la tía Leoncia. Con ello, una vulgar magdalena se ha convertido en el símbolo proustiano del poder evocador de los sentidos. Durante los siguientes seis tomos, el protagonista proustiano se encontrará una y otra vez con esta especie de epifanía sensorial y mnemónica que le llevará a lugares de su memoria que estarán vedados a la simple rememoración sistemática.
Esta experiencia del «tiempo puro», como la llama Maurice Blanchot, configurará la estructura de la novela hasta su tomo final de El tiempo recobrado, cuando la misma experiencia de evocación de la magdalena se repita en otras formas y a partir de otros estímulos, y lleve al narrador y a los lectores al mismo instante de gestación que ha dado inicio a toda la saga.
El «tiempo puro» de la narración ficcional, mezclado en una compleja ecuación narrativa con el «tiempo destructor» de un Marcel Proust que agoniza y escribe perseguido por la certeza de su mortalidad, hacen que la experiencia puramente estética y sensorial de la magdalena adquiera una densidad llena de referentes reales atravesados por la experiencia profundamente humana del tiempo y su poder deletéreo sobre los hombres, del mismo modo en que el arte da en rescatar y purificar la belleza de la vida cotidiana, pero necesita de esta misma cotidianidad para cubrirse de sentido. En el evento de la magdalena y el té, Proust logra resumir las íntimas contrariedades del objeto estético en su relación con la vida, la muerte y la memoria.
Uno de los aspectos más llamativos de la obra de Proust es su tratamiento de la homosexualidad:
"Es difícil recordar a un autor anterior a Proust que haya escrito tan prolijamente sobre la homosexualidad, masculina y femenina. Ello le confiere una gran modernidad para la época en que la novela fue escrita. Proust era homosexual pero sus convicciones religiosas por un lado, y la presión familiar y social por otro, le abocaron a vivir su homosexualidad de un modo secreto. Marcel Proust llegó a batirse en duelo para "limpiar su honor", tras haber sido acusado de mantener relaciones inapropiadas con un amigo suyo de juventud. Al escribir esta novela, por un lado, Proust analiza exhaustivamente la homosexualidad, tema que obsesiona al narrador-protagonista ( el cual, paradójica o no tan paradójicamente, parece fascinado de las relaciones homosexuales secretas pero como un espectador que, a fin de cuentas, la desaprueba ), y por otro, realiza una declaración velada al mundo de su propia homosexualidad. Los personajes homosexuales o bisexuales son numerosos: Albertine, M. de Charlus, Morel, Robert de Saint-Loup, sin ser exhaustivos. Se puede afirmar que, en este apartado, es un precursor de la novela y el arte homosexual moderno. Desde este punto de vista, se puede decir que la novela es la cristalización literaria artística del desgarramiento interno de Proust en la vivencia-no vivencia y aceptación-negación de su propia sexualidad."
Carmen, gracias una vez más por tu comentario, esta vez tan largo,...
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