jueves, 12 de septiembre de 2019

Entrevista con Setsuko Thurlow, superviviente de la bomba de Hiroshima. "Si el hombre las fabricó, deberíamos poder deshacernos de las armas nucleares"

Tony Robinson
Pressenza

El 6 de junio, en Pressenza estrenamos nuestro último documental, «El principio del fin de las armas nucleares». Para este largometraje, entrevistamos a 14 personas, expertos en sus campos, que pudieron darnos perspectivas sobre la historia del tema, el proceso que llevó al Tratado sobre la Prohibición de las Armas Nucleares y los esfuerzos actuales para estigmatizar y convertir la prohibición en eliminación.

 Como parte de nuestro compromiso de hacer que esta información esté disponible para todo el mundo, publicamos las versiones completas de esas entrevistas, junto con sus transcripciones, con la esperanza de que esta información sea útil para los futuros cineastas de documentales, activistas e historiadores a quienes les gustaría escuchar los testimonios grabados en nuestras entrevistas. Esta entrevista es con Setsuko Thurlow, que tenía 13 años el 6 de agosto de 1945, cuando la primera bomba nuclear fue arrojada con ira sobre otra nación. A diferencia de la gran mayoría de sus compañeros de clase, Setsuko sobrevivió gracias a la suerte de ser elegida por los militares para trabajar en una base del ejército japonés a una milla más o menos del hipocentro de la detonación.

Para nuestro documental, sabemos que a los 87 años de edad esta podría ser una de las últimas oportunidades para capturar el valioso testimonio de Setsuko para las generaciones futuras que, con suerte, nunca conocerán el horror de las armas nucleares. Pasamos más de una hora con esta encantadora dama en su casa en Toronto, donde nos contó sobre su infancia en Hiroshima antes de la guerra, el día en que estalló la bomba, la experiencia de ir a la universidad e ir a los Estados Unidos, su activismo antinuclear, la experiencia de hacer campaña por el Tratado sobre la Prohibición de las Armas Nucleares y el Premio Nobel de la Paz.

* Cuéntanos sobre tu infancia en Japón
Mi nombre es Setsuko Thurlow, oriunda de Hiroshima, pero llevo muchos años viviendo aquí en Toronto, mi segundo hogar.

Nací en 1932. Me crie allí. Viví allí hasta que terminé la universidad y luego vine a los Estados Unidos con una beca. Los primeros 15 años de mi vida, crecí en un entorno social muy militarista, fascista y totalitario. No conocía otra forma. La vida no era tan mala. No podíamos tener todo lo que queríamos, buena comida, buenos dulces, chocolate y ropa bonita. Y las cosas estaban restringidas, pero en la primera parte de mi infancia era bastante bueno. Pienso en un gran jardín soleado. A mi padre le encantaba la jardinería, y empleamos a un jardinero que estaba allí la mayor parte del tiempo.

Me hice buena amiga del jardinero. Me enseñó todo sobre árboles, plantas y flores, y cómo recoger los frutos, etc. Así que los recuerdos más tempranos eran de tiempos felices y de mucha gente viniendo a nuestra casa.

Mi padre era una especie de jefe del comando de la familia, según el antiguo sistema, y eso significaba un montón de eventos religiosos, familiares y actividades que tenían lugar en mi casa; ya fuera un servicio conmemorativo por el difunto, o una boda de los primos, etcétera.

Todo sucedía en ese lugar. Por ende, tengo recuerdos felices de esa parte de la infancia. Bueno, un recuerdo que no puedo olvidar es que el jardinero envolvía cada brote de las peonías a finales de mayo, y yo le pregunté: «¿Qué estás haciendo?»

«Bueno, espera hasta este fin de semana y ya verás», y así cuando regresó, empezó a quitar todo el papel de arroz fino con el que envolvió los brotes. Quitó todos los envoltorios. Y todas las peonías en el jardín de repente [habían florecido], y los invitados empezaron a llegar.

Esa es la clase de felicidad que recuerdo. Entonces Japón declaró la guerra, defendió la causa más bien estúpida, atacando Pearl Harbor de esa manera, y el estilo de vida tuvo que cambiar de repente. Durante un tiempo, Japón estuvo bien. Estaban hundiendo tantos barcos americanos, y así sucesivamente, pero pronto Japón comenzó a perder barcos, y aviones y hombres luchando, y así.

Así que nuestro estilo de vida cambió rápidamente. Cada día en la radio llegaban las instrucciones: y ahora racionaremos arroz, racionaremos esto, racionaremos aquello, y la vida se volvió muy restringida y triste, pero nos lavaron el cerebro, ya ves. Éramos descendientes del Emperador, los hijos e hijas de la diosa, y nunca perderíamos en la guerra, y de niña lo creía como todo el mundo.

El día que la bomba explotó

Así que las cosas empezaron a cambiar, como la misma escuela primaria cambió de nombre, «La Escuela del Pueblo» o algo así. Todas las mañanas teníamos que ir, no teníamos abrigos grandes y calientes, nos congelábamos.

Y se ordenó que destruyeran nuestra casa, al menos la mitad de ella, porque tenían que ensanchar la calle para los vehículos y los trenes y todo ese tipo de cosas. Tenían que enviar hombres y suministros a la guerra. Por lo tanto, la ampliación de la carretera fue una de las actividades más populares.

Así que eso significaba que nuestra casa, nuestra propia casa, tenía que ser reducida a la mitad. Tuve que renunciar a eso, así que nos mudamos a otra casa. Mi padre tenía muchas casas, casas de alquiler y nos mudamos.

Y la casa, que fue reducida, se convirtió en un hotel; un hotel para alojar a los hombres japoneses que estaban siendo enviados al campo de batalla, ya ves. Fueron reclutados de todo Japón. Fueron traídos a Hiroshima y pasaron su última noche en Japón, y subieron al barco desde el puerto de Hiroshima.

Así que estaban pasando el último día de su vida en [mi casa]. Yo incluso siendo una niña sabía lo que eso significaba. Ya sabes, dejaron a sus hijos y esposas y así. Y estaban tomando algo de sake y teniendo una fiesta en la última noche.

Bueno, eso se me queda en la cabeza porque en mi propia casa se empezó a albergar a los japoneses que estaban disfrutando esa última noche de sus vidas.

De todos modos, en la primavera de 1945 los ataques aéreos comenzaron a ser graves. Bueno, incluso antes solo venían a investigar lo que había ahí abajo. Pero creo que estaban listos. Ahora, después de capturar la isla de Tinián en el Pacífico, que era una buena ubicación, el avión podía sobrevolar a Japón de un solo salto y comenzar a atacar las ciudades.

Así comenzó el ataque indiscriminado contra civiles, empezando por Tokio y Osaka, Nagoya, todas las grandes ciudades. Tengo entendido que más de 100 centros urbanos fueron quemados. Entonces, nos preguntábamos, ¿cuándo va a ser nuestro turno?

Hiroshima era considerada la décima ciudad más grande de la época, pero incluso las ciudades más pequeñas habían sido bombardeadas. ¿Cómo es eso? No está pasando nada. Bueno, los aviones vuelven todos los días, pero no tiran las bombas. ¿Por qué no? ¿Qué está pasando? Y todo tipo de rumores se extendían.

No sabíamos que los Estados Unidos mantenían intacta Hiroshima para un propósito especial, porque para entonces el Sr. Truman ya disponía de la información. Tuvieron éxito con la primera prueba de la bomba en julio, y él o sus militares enviaron el mensaje: no ataquen Hiroshima.

Bueno, puedes adivinarlo fácilmente. Si quieres probar el nuevo tipo de bomba, entonces quieres atacar la ciudad intacta, en lugar de solo rocas y cenizas. No lo supimos hasta mucho después, y estábamos muy ansiosos.

Así que íbamos a la escuela con instrucciones especiales, con un casco especial en caso de ataque. Tuvimos que ponérnoslo. Siempre llevamos una bolsa llena de productos, y todos los suministros médicos, e incluso algo de comida como frijoles tostados o cosas así.

Oh, qué cambio tan rápido en nuestro estilo de vida. ¿Y adivina qué? Me iba a encontrar con mis estudiantes en la estación esa misma mañana. Los recogí y empezamos la marcha hacia el cuartel general del ejército, y yo decía: «¡Marchen!» y luego llegábamos a la puerta del cuartel general del ejército y decíamos [algo en japonés]. Saludando a la derecha. Ya sabes, se tiene que saludar. Entonces, incluso las niñas de 13 años actuaban como pequeños soldados japoneses. Debíamos comportarnos así.

De todos modos yo era una estudiante de octavo grado, séptimo grado. Sí, tuvimos clases casi regulares en la escuela. Así como aprendí inglés: «This is a pen. This is a pen» [Esto es un bolígrafo. Esto es un bolígrafo]. Así es como aprendí inglés, y eso fue divertido, pero el segundo año, el octavo grado, casi no tuvimos ninguna instrucción regular en el aula. Fuimos enviados a los agricultores para ayudar a la granja y a la compañía donde empacamos las cajas de tabaco que fueron enviadas a la línea del frente.

En otra ocasión, fuimos a una fábrica militar donde producíamos ropa, asegurándonos de que los botones estuvieran en el lugar correcto para los militares. Y luego, varias semanas antes del bombardeo de Hiroshima, creo que debió ser en abril o mayo de 1945, fui seleccionada para ser una de las 30 niñas que fueron enviadas al cuartel general del ejército para aprender a decodificar mensajes secretos. Eso fue divertido, lo aprendimos rápidamente y el 6 de agosto, ese mismo día, se suponía que era el primer día para que actuáramos como asistentes oficiales del ejército.

Ese día, conocí a las chicas en la estación. Marchamos hasta el cuartel general cercano, y las llevé al segundo piso del enorme edificio, el edificio de madera que estaba situado a una milla de la zona cero, y a las ocho de la mañana comenzamos una asamblea. El mayor nos estaba dando una charla de ánimo a unas 30 chicas. «Han sido bien entrenadas. Este es el día en que empiezan a demostrar su lealtad, y da da da da da da da, al Emperador».

«¡Sí, señor! Haremos todo lo posible».

En ese momento, vi en la ventana el tremendo destello. Alguien dijo que era una luz más brillante que el Sol; alguien dijo que decenas de miles de soles estallaban juntos, pero de todos modos. Lo vi y no pude comprender y antes de que tuvieras la oportunidad de comprender lo que estaba sucediendo supe que mi cuerpo estaba volando por los aires.

Sabía que estaba flotando en el aire. Es la última sensación que recuerdo. Después de eso perdí el conocimiento. Luego, cuando recuperé el conocimiento en la oscuridad y silencio totales, supe finalmente que los estadounidenses nos habían atacado. La gente en Hiroshima se preguntaba ansiosamente por qué no habíamos sido atacados cuando todos los demás habían sido atacados, pero incluso yo me di cuenta de que esto debía haber sido obra de los Estados Unidos.

No podía mover mi cuerpo, por ende supe que me enfrentaba a la muerte, pero no sentía pánico en absoluto. Lo acepté con calma. Entonces empecé a escuchar las débiles voces de las niñas, «Madre, estoy aquí. Ayúdame. ¡Dios, ayúdame!» Así supe que no estaba sola en esa oscuridad. Estaba rodeada. Entonces, de repente, una mano fuerte me tocó por detrás. «¡No te rindas, no te rindas! ¡Sigue moviéndote! Estoy tratando de liberarte. ¿Ves la luz que sale de esa abertura? Muévete hacia ella lo más rápido posible. Ahora estoy tratando de liberarte. Vamos, sigue empujando, sigue pateando».

Él me estaba animando, y luego luchamos y finalmente pudo liberarme. Desesperadamente hice lo que me pedía. Para cuando salí, el edificio estaba en llamas. Cuando salí, me di la vuelta y traté de determinar cuál era la situación. Si podía regresar y ayudar a mis amigas. Pero no, no pude entrar. Era…

Entonces miré a mi alrededor y pensé: «Extraño». También sucedió que a las 8:15 de la mañana estaba oscuro, oscuro como el crepúsculo, y entonces empecé a ver en la oscuridad algunos objetos en movimiento, moviéndose alrededor, pero estaban tan silenciosos, tan callados. Nadie chillaba, ni gritaba, ni pedía ayuda ni corría por ahí. No, era una quietud fantasmal. Es una escena muy espeluznante que todavía recuerdo. Entonces esos objetos en movimiento se acercaron a mí y los miré. Para mí era una procesión de figuras fantasmales. No parecían seres humanos. Sus cabellos estaban de punta, encrespados, y la piel y la carne se les estaban cayendo. Algunos llevaban los globos oculares en las manos y muchos simplemente hacían lo siguiente [gestos con las manos]. La piel y la carne colgando. Se arrastraban lentamente hacia las afueras de la ciudad desde el centro de la misma.

Y un soldado dijo —ya que yo estaba en el cuartel general del ejército debe haber habido muchos soldados y oficiales, muchos murieron, pero muchos sobrevivieron— y alguien dijo: «Ustedes, chicas, únanse a esa procesión y escapen a la colina cercana». Así que eso es lo que hicimos, pasamos cuidadosamente por encima de los cadáveres en el suelo.

Y el silencio continuó, pero oímos voces, voces débiles, todos pedían agua, agua por favor, agua. Cuando llegamos al pie de la colina, el lugar estaba lleno de cadáveres y moribundos.

Bueno, había un campo de entrenamiento al pie de la colina del tamaño de dos campos de fútbol juntos, y para cuando llegamos allí el lugar estaba lleno de cadáveres y moribundos, y ellos seguían pidiendo agua. Nosotras tres, bueno, estábamos cubiertas de sangre y así, pero no estábamos heridas gravemente. Queríamos ayudar, pero no teníamos balde, ni tazas para llevar el agua. Así que nos acercamos, lavamos nuestro cuerpo, rasgamos nuestras blusas y las empapamos en el agua, y luego llevamos la ropa empapada a la boca de los moribundos que succionaban la humedad. Eso fue lo único que pudieron conseguir antes de morir.

Imagínate tres o cuatro mil grados centígrados. Ese es el calor de la bomba en el nivel del suelo, y eso los quemó de adentro hacia afuera. Deben haber estado sufriendo mucho. Todo el mundo pedía agua.

Así que sólo unas pocas personas fueron capaces de obtener algo de humedad. No había médicos ni enfermeras.

Miré a mi alrededor y pensé que seguramente los profesionales de la salud deben estar presentes, pero no vi a ningún profesional de la salud entre las decenas de miles de personas que estaban muriendo. Bueno, entre el 80 y el 90 por ciento de los profesionales de la salud también fueron asesinados y los que sobrevivieron trabajaban en un área diferente, no donde yo estaba.

Bueno, creo que la mayoría de gente murió aplastada por los edificios derrumbándose y el incendio. Pero la gente que no fue quemada, como yo, estaba allí. Así que estuve expuesta a la radiación.

Entonces, en el período posterior —bueno, tal vez antes de que hable sobre el período posterior, permítanme contarles algunas cosas sobre lo que sucedió ese día. La mayoría de mis compañeros estaban trabajando en el centro de la ciudad, los alumnos de séptimo y octavo grado de todas las escuelas secundarias de la ciudad fueron llevados a ese lugar, ya que la ciudad tenía un plan especial. Querían destruir todos los edificios y ampliar las calles para estar preparados. Ese es el tipo de trabajo que había para los niños pequeños, y los niños se quitaron las camisas justo en el centro de detonación. Fueron los primeros en, simplemente, vaporizarse, derretirse.

De mi escuela más de 300 estudiantes estaban allí. Yo estoy viva, porque no estuve allí. Estaba en otro lugar, ya sabes, a una milla de distancia. Estaba dentro de un edificio. Fui enterrada por el edificio derrumbado. Debo haber estado protegida, pero esas personas no tenían protección directamente ante [la bomba]; 4000 grados centígrados de calor, simplemente carbonizados, vaporizados. Pero una de las niñas sobrevivió y regresó y nos contó lo que les pasó a las niñas antes de que murieran. Solo se arrastraron. No podían identificarse entre ellas porque estaban tan ennegrecidas e hinchadas, pero por voz podían llamarse, se sentaban juntas en el círculo. Ellas cantaron himnos, por lo que entendí, uno particularmente hermoso, mi favorito [habla el nombre en japonés]. En inglés es algo así como «Lord I am coming near you» [Señor, voy llegando a ti]. Y mientras cantaban juntas, una por una se desmayaron y murieron. Esto es lo que les pasó a mis compañeras de clase. Debido a que una niña sobrevivió y regresó para contarnos esta historia, yo la conozco, y la maestra de mi propia cuñada, ella estaba dirigiendo las actividades de supervisión de esas personas. Tratamos de buscar su cuerpo, pero nunca lo encontramos. Así que dejó huérfanos a dos niños pequeños.

Entonces, esas eran las personas que tenían alguna evidencia tangible de lesiones, ya sea piel quemada o cara hinchada, pero había mucha gente en la ciudad o en las afueras. Se veían bien, por ejemplo, mi tío y mi tía. Cuando supimos que habían sobrevivido, nos alegramos, pero una semana después empezaron a sentirse muy mal. Empezaron a vomitar y a tener manchas moradas por todo el cuerpo, y eso era una señal segura de que iban a morir.

De hecho, murieron. Así que en esos días, nosotros los sobrevivientes, lo primero que hacíamos por la mañana era revisar cada parte del cuerpo y asegurarnos de que viviríamos otro día. Esa es la clase de ansiedad con la que vivíamos.

En el período inmediatamente posterior, la gente se sintió tan letárgica, incluso si no había ninguna evidencia tangible de sufrimiento. [La gente] simplemente no tenía energía y algunas personas se quejaban de estos sobrevivientes. Son inútiles, no trabajan, no pueden trabajar. Así que si el granjero quiere emplearlos, no trabajan porque no son físicamente capaces de hacerlo.

Y mucha gente sufrió con cicatrices, una cicatriz muy mala. No se veían bien. Así que algunas personas desconsideradas empezaron a llamarlos fantasmas, y así sucesivamente. La alienación social y la discriminación eran reales. Así que esas chicas con ese tipo de piel, ya sabes, perdieron la oportunidad de un trato igualitario, para cualquier cosa: empleo, matrimonio, vivienda y todo lo demás.

Así que no fue sólo el daño físico, sino también social y psicológico. En todos los sentidos, la ciudad desapareció.

¿Cuál fue la experiencia de ir a la universidad y venir a los Estados Unidos?

Sí, lo impensable sucedió. Japón nunca pensó que perderíamos la guerra. Lo hicimos y tuvimos que sobrevivir día a día. Supervivencia. Estábamos hambrientos. Tengo un gran respeto por las mujeres que estaban decididas a mantener alimentadas a sus familias. ¿Dónde encontraron la comida?

Pero de todos modos, algunos funcionarios que sobrevivieron, inmediatamente empezaron a trabajar, contactando a los militares, [para averiguar] si quedaba algo de ropa y comida, y tratar de distribuirlas a la gente hambrienta, pero ya sabes que durante 12 años el gobierno central, el gobierno nacional, no movió un dedo para ayudarnos. Por supuesto, puedo decir que estaban totalmente desorientados, porque eran ellos los que creían firmemente que éramos los descendientes, y el Emperador, y todo eso, el mito, y estaban totalmente inmovilizados y no podían pensar en la gente pobre que sufría.

No sabían qué hacer. Pero aún así, eso no es excusa. ¡Durante 12 años! Si el gobierno hubiera podido ayudar a los supervivientes dándoles mantas, por ejemplo, dándoles consejo… [como] que no durmieran en el suelo contaminado de la ciudad, y cosas así.

No se proporcionó información, ni mantas ni alimentos. Así que los sobrevivientes que no tenían amigos ni parientes fuera de la ciudad solo dormían en ese suelo contaminado. Una vez más, fueron los primeros en ir.

En mi caso, fuimos muy afortunados, y siempre me siento mal, pero cuando pienso en la gente que no tenía elección. Bueno, fuimos a las afueras de la ciudad donde mi tío nos acogió, nos dio de comer, nos alojó y nos vistió, ya que él mismo perdió a dos hijas. Nunca regresaron de la ciudad, y tres hijos estaban luchando en la guerra en China o en algún lugar. Estaba solo con su esposa y su hijo mayor. Así que tenía mucho espacio y mucha comida y nos acogió. Pero los sobrevivientes tuvieron que escapar de la ciudad, y cuanto más lejos iban en Japón, menos información tenían sobre este nuevo tipo de bomba. El sistema de comunicación era tan pobre en ese momento y el sistema estaba roto.

Él dijo: «¿Quiénes son esas figuras fantasmales?» Así que la discriminación social era real.

Ahora bien, más tarde, los Estados Unidos establecieron algo llamado ABCC por sus siglas en inglés, la Comisión de Víctimas de Bombas Atómicas en Hiroshima y Nagasaki.

Así que la gente estaba tan feliz. Por fin vamos a recibir atención médica, suministros médicos. Pero no. Su único propósito era estudiar los efectos de la radiación en el cuerpo humano, pero no dar suministros o ayuda médica.

Cuando la gente lo descubrió, ya puedes imaginarte. Sentían que simplemente nos estaban usando como conejillos de indias. Primero haciendo pruebas con nosotros, y ahora estudiándonos como sujetos de investigación médica.

De forma que los Estados Unidos debían haberse estado preparando para futuros eventos similares a este. Fue exasperante y la gente estaba por supuesto muy enojada. Esto ocurrió bajo el liderazgo del general MacArthur, que se convirtió en el comandante supremo de las fuerzas aliadas, después de que Japón se rindiera.

La persona que considerábamos como un dios y un descendiente de Dios simplemente desapareció en otro lugar. Ya no estaba [en la escena], fue MacArthur quien nos hizo una declaración clara a nosotros, a los japoneses: «Vine a Japón para lograr dos cosas: una era desmilitarizar a Japón y, en segundo lugar, democratizar a Japón».

¡Genial! Creo que muchos de nosotros, mucha gente se sintió aliviada de que la guerra hubiera terminado. Después de todo, sufrimos de guerra durante 15 años. Crecí sin saber [nada más], ya sabes, conociendo los tiempos de guerra. Así que la democracia. ¿Cómo es la democracia? ¿Qué se supone que es? Y estábamos ansiosos por aprender. Y aprendimos que, bueno, las mujeres pueden ser tratadas igual que los hombres. ¡Buenas noticias!

Verás, yo era un estudiante en una escuela cristiana, una escuela privada. Así que ese fue el comienzo de mi período posiblemente feliz. Estaba en una escuela donde nos decían: «Los tiempos han cambiado. Las mujeres pueden ser igualmente activas en la sociedad», y se le dio mucho ánimo a eso. El nuevo edificio fue construido en el centro de la ciudad, el primero, y los maestros estadounidenses comenzaron a regresar a Hiroshima. Tuve muchas buenas ideas, como empezar periódicos para las chicas de la escuela secundaria, y me convertí en la presidenta del club estudiantil más grande, lo llamábamos YWCA.

Y los chicos en la Universidad de Hiroshima también tenían su YMCA. Hasta entonces nunca habíamos trabajado con estudiantes varones, pero por primera vez podíamos tener actividades juntos. Y esa fue una experiencia muy refrescante, por lo que creo que en esa época se estaba formando el activismo.

Hicimos mucho trabajo. Sí, entonces la líder de la YWCA de Tokio se postulaba para el Parlamento, creo. Recibimos la noticia, y estábamos muy orgullosos y queríamos apoyar. ¿Puedes imaginar una versión joven de mí ayudando con las elecciones, dando discursos por ella y viajando con ellos, etc.? Y lo disfruté mucho. Fue un momento feliz, pero por otro lado de mi vida en ese momento, fue muy serio, después de haber experimentado ese caos total y la repentina desaparición del medio ambiente al que se está acostumbrado.

Empiezas a preguntarte de qué se trata todo esto. ¿Cómo es que pasó esto? Cuando en la escuela hablan del amor de Dios, se supone que los cristianos se aman los unos a los otros, pero fue un país cristiano, los Estados Unidos, el que hizo algo así. Mi mente estaba llena de preguntas y me lo tomé en serio. No estaba solo editando plácidamente el periódico estudiantil. Ya sabes, me tomó mucho tiempo. Fui a la escuela temprano en la mañana, antes de que vinieran todos, y había una sala de oración especial donde podíamos tener un diálogo personal con el maestro, así que hice preguntas y los maestros fueron muy receptivos. Ellos sabían las luchas que estábamos teniendo emocionalmente, espiritualmente, psicológicamente, y yo realmente les doy genuino crédito a esos dedicados maestros. Después de todo, pasé 10 años desde la secundaria, la universidad, 10 años en ese ambiente con profesores comprensivos, sensibles capaces de empoderarte, y ellos escucharon nuestra lucha.

Estábamos totalmente perdidos. Y… luego de unos 4 años de debate conmigo misma, con mentores y amigos, esto es lo que yo quería hacer, y me uní más a la Iglesia Cristiana.

Creo que el activismo de la Iglesia Cristiana, el énfasis de servir al prójimo, fue muy importante para mí, no solo para nosotros mismos, sino para trabajar juntos en la comunidad.

Por ejemplo, en aquel momento estaba en la escuela secundaria, leí el informe anual del Consejo Mundial de Iglesias y me encuentro con una definición. Decía: «La paz no es solo la ausencia de guerra, sino la lucha por garantizar la justicia para todas las personas», algo así.

Como recuerdo en aquellos días, nunca usamos las palabras «justicia social». Ahora las usamos, pero no en esos días, y luego también decía dar o proveer a toda la gente: a toda la gente, eso era importante, no segregando a los ricos o a los pobres, a los mejor educados y a los incultos, porque incluso en Japón en esos días, había algún tipo de sistema como «yo vengo de una familia samurái por encima de los plebeyos» ese tipo de cosas. Aquí [en la iglesia], hablamos de toda la gente, comunistas o gente que ellos…

Bueno, no estaba segura de lo que es el Consejo Mundial de Iglesias, pero estaba interesada en aprender más sobre el cristianismo. Supongo que cada vez que podía iba a la biblioteca a leer sus publicaciones, y se me ocurrió decir: «¡Oye, esta es una gran idea! Sí, la paz no es solo la ausencia de guerra». No. Es fácil de entender, pero para todas las personas, quiere decir sin discriminación, para todas las personas. Igualdad. ¡Guau! ¡Y justicia social! ¿Qué significa eso? ¿Qué incluye eso? Igualdad y, ya sabes, derechos humanos, etc. Nunca supimos lo que eran los derechos humanos. Así que este tipo de estímulos siempre me hacían preguntarme, y yo siempre decía: «¿Qué significa esto? ¿Qué significa eso?» Y yo estaba llena de preguntas, y estoy contenta de estarlo. Y pregunté y obtuve mucho, y por eso decidí: «Bien, así es como voy a vivir».

Poco antes de que ocurriera el atentado, la ciudad decidió que todos los niños de la escuela primaria, desde el quinto grado en adelante, debían ser evacuados de la ciudad porque estábamos anticipando el ataque. Así que esos cinco mil niños fueron trasladados fuera de la ciudad.

Entonces la guerra terminó, y luego regresaron a la ciudad. No había ciudad. No había casas. No habían padres. Cinco mil niños sin la ayuda del gobierno central. ¿Cómo sobreviven? Empezaron a correr sobre las cenizas en los escombros. En el mercado negro, aprendiendo a ganar unos cuantos yenes. Robo de carteristas. Ese tipo de actividades delictivas insignificantes. Bueno, el ministro de mi iglesia era una de esas personas que estaban allí para tratar de ayudar a esos niños, recaudar dinero y levantar orfanatos aquí y allá, y también habían muchas familias a las que padres e hijos nunca volvieron después de la guerra. La mujer tenía que alimentar a los bebés y a los niños. Una fuerza asombrosa la que tiene una mujer.

Pero no tenían dónde vivir, así que no solo orfanatos, sino también hogares de mujeres y casi todas las necesidades humanas básicas debían ser satisfechas, y la gente que estaba convencida de su responsabilidad simplemente se mantenía ocupada; y el ministro de mi iglesia fue uno de ellos.

Y fue criticado por mucha gente. Como ministro de la iglesia, su trabajo es permanecer en su estudio y preparar un sermón para el próximo domingo, cosas así, incluso entre la congregación.

Estaba tan orgullosa. Él dijo: «Bueno, no vale la pena hablar de la fe cristiana sin acción». Siempre enfatizó el amor y la acción. Así que estaba viendo cómo trabajan los adultos en lo posterior a esa sociedad. La forma en que trabajaron influyó en los niños más pequeños para que respondieran a la así llamada situación de crisis.

No tienes que hablar mucho, solo tienes que actuar; luego observamos y sabemos lo que está bien, y así es como quiero vivir. Así que cuando me gradué de la universidad, ya sabía en qué campo quería trabajar. Quería ser trabajadora social. Hablé con la presidenta, graduada de la Universidad de Columbia, y me dijo: «Sabes, Setsuko, ahora los tiempos han cambiado. Las mujeres pueden hacer cosas importantes. Tú ve y aprende sobre el trabajo de grupo, el liderazgo de grupo. Necesitamos ayudar a las mujeres de esta ciudad. Ve y estudia esto y lo otro y regresa para liderar a las mujeres de Hiroshima».

«¿Qué? ¿Para ser un trabajador social tienes que ir a la universidad?» Con buena voluntad, cualquiera puede hacerlo.

«Sí, cualquiera, pero hay nuevas formas de pensar. Puedes estudiar teoría y práctica y demás. Puedes ser más eficiente».

Así que con ese tipo de discusión, me llegó la oportunidad de obtener la beca para venir a los Estados Unidos y estudiar. Es debido a eso, sí.

Pero debo decirte que fue en 1954 cuando me gradué, y ese fue un año muy importante para nosotros. Los estadounidenses habían estado probando bombas de hidrógeno, pero creo que el primero de marzo de 1954, los estadounidenses probaron la bomba de hidrógeno más grande en el atolón Bikini en las Islas Marshall y eso desato furia, porque había muchos barcos pesqueros alrededor. Y los americanos dicen que enviaron una advertencia, pero había muchos de ellos y uno de ellos era japonés, además un pescador murió. Todos los miembros de la tripulación estaban cubiertos [de radiación] y así todo Japón se despertó.

[Antes sólo Hiroshima y Nagasaki] pero ahora Bikini, mira cómo están destruyendo el medio ambiente, y la gente está mostrando los mismos tipos de síntomas que nuestra gente en Hiroshima y Nagasaki.

Estados Unidos, ¡esto es imperdonable! Y en ese momento todo Japón se despertó a la realidad. Verá, el sistema de comunicación no era tan bueno en ese momento, y MacArthur reinaba y todo el mundo era una especie de [gestos serviles], luego hubo bastante opresión, de modo que la gente no era tan libre, ni siquiera la prensa era libre para escribir sobre ello.

Así que a ellos [los EE.UU.] les importa un bledo en este momento. Acaban de explotar (una bomba). Ese fue el comienzo de la mayor acción social en la historia de Japón, y ese fue el verano en que tomé un barco desde Japón. Pasé dos semanas en el Pacífico. No es un océano Pacífico, es un océano cruel, y llegué a los Estados Unidos, y llegué a Virginia, donde fui a estudiar, y la gente de los medios de comunicación sabía lo que estaba pasando en el Pacífico, lo molestos que estaban los japoneses, y aquí viene un sobreviviente de Hiroshima, y se encontraron con el barco e inmediatamente me preguntaron qué sentía al respecto. Entonces, ¿qué más podía hacer? Dije que las pruebas tienen que parar, que hay que detener la destrucción del medio ambiente, y que hay que cuidar a los heridos, y que la gente en Japón sigue sufriendo y muriendo de leucemia y de todo tipo de cánceres. Les dije cosas negativas, al día siguiente empecé a recibir cartas de odio, cartas de odio sin firmar.

Esa fue la introducción a la vida estadounidense, y me dijeron: «¿Quién inició Pearl Harbor? ¡Vete a casa!» Pero acababa de llegar, no podía volver. ¿Puedo vivir aquí en este país? ¿Cómo voy a sobrevivir aquí? ¿Finjo como si no supiera nada y no tuviera experiencia? ¿Ponerme la cremallera en la boca? Fue una experiencia traumática. No podía ir a la escuela, es decir, no podía ir a clase. No podía concentrarme, así que me quedé solo en casa del profesor durante una semana entera. Y oré y sufrí, pensé, y fue el momento más solitario, pero en reflexión siento que fue un momento importante que me dio la oportunidad de hacer realmente el examen de conciencia. ¿Cuál es el valor de mi vida?

¿Cuál es el propósito?

Bueno, mi trabajo es compartir mi experiencia en Hiroshima, y lo que significa vivir en la era nuclear, el horror que eso trae a la humanidad, y no debemos permitir que eso vuelva a sucederle a otro ser humano. Ese es mi mensaje, y no puedo dejar de hablar de ello. Voy a seguir hablando. Esa fue la decisión. Reflexionando, ¿cómo podría hacer eso? Ya sabes, solo. Yo fui capaz de hacer eso. Estoy agradecido y empecé a leer desesperadamente los artículos de la gente. Y la única persona cuyos escritos me influyeron mucho fue el profesor Richard Falk.

Él era el especialista en derecho internacional de la Universidad de Princeton, por supuesto, yo empecé a leer. ¡Oh! estaba tan feliz, porque me había sentido tan sola, y los estadounidenses no ven las cosas como yo, pero aquí hay un hombre que apoya mi idea, y así cuando lo conocí, cuando me escribí con él, ¡cómo me rescató! Realmente me dio poder. ¿Nos escribimos ahora? Sí, ahora vive en la costa oeste.

Así que conocí a cientos de esos líderes que me hicieron reflexionar y me ayudaron.

¿Conociste a Martin Luther King?
No tuve tal suerte. No. Lo conocí en la pantalla, sí. He estado en su escuela, sí.

Entonces, ¿fue en 1954 cuando empezaste a involucrarte en el activismo nuclear?
Formalmente, sí, creo que empecé a actuar, aunque la necesidad de nuestra dedicación y el compromiso que sentí fue mucho antes, cuando estuve en Hiroshima, porque se convirtió en una ciudad de paz, y todo el mundo estaba por la paz, y se construyó el Cenotafio, y todo eso. Todos hicimos ese compromiso, hicimos un juramento.

Después de todo, todos nuestros seres queridos y los amigos, compañeros de clase… No puedo vivir con eso. Nos aseguraremos de que tu muerte no sea intrascendente.

Sí, eso es lo que siempre siento. Cuando pronuncié mi último discurso en las Naciones Unidas ese día, cuando votaron a favor del tratado.

Entonces, ¿cómo te involucraste con ICAN?

Durante muchos años he estado haciendo la así llamada educación para el desarme, hablando con gente joven o cívica como el Club Rotary y el Club de la Mujer, entre otros.

Lo he estado haciendo, pero poco a poco empecé a recibir invitaciones a conferencias internacionales, conferencias de la ONU, etc., y creo que fue en 2007, cuando el grupo de médicos de Ottawa me invitó. «Por favor, ven. Estamos celebrando la reunión inaugural del grupo. Vamos a llamarlo ICAN». Pensé que ese sería otro gran grupo, pero no estaba pensando, ya sabes.

De todos modos, muchos políticos y muchos médicos, muchos estudiantes de medicina de universidades cercanas, el lugar estaba en el edificio del Parlamento, dentro de él, y yo iba a ser oradora. Así que les conté algo de mi experiencia personal, y luego del lado humanitario…

Después de todo, son las personas las que sufren, y esto se ha olvidado en nuestro debate. Siempre están hablando de estrategias y de disuasión y todo ese tipo de cosas. Así que hice hincapié en el riesgo para la humanidad y que para los profesionales de la medicina su trabajo es servir a la humanidad. De todos modos sí hablé, pero en ese momento nunca pensé que ese pequeño grupo sería el gran grupo global. Nunca tuve esa [idea], pero de todos modos ese fue el comienzo.

Y luego fui a Nayarit en la India (sic) y conocí a miembros de ICAN y me quedé asombrada. Les dije cuando me pidieron un discurso espontáneo. Les dije que ustedes saben que he estado trabajando muchos, muchos años como sobreviviente compartiendo mi experiencia, mis aspiraciones y mis deseos y sueños y entre otras cosas, y en la mayoría de las reuniones [hay] un montón de gente con cabello blanco, de mediana edad y eso.

Pero aquí, ¡Guau! Había mucha gente joven y tan apasionada, enérgica, creativa y bien informada también, mentes muy estudiadas, y tan comprometida. Estaba tan emocionada y creo que debo haber compartido la sensación de alegría. Fue una sorpresa para mí, una sorpresa muy agradable, y después de eso he hecho varios viajes a Alemania e Inglaterra y a otras partes de Europa, pero vienen jóvenes. Fui a la escuela de medicina, y creo que fue en Berlín, sí, algunos no sabían nada sobre el tema, pero otros empezaron a estudiarlo, y estaban tan ansiosos de aprender. Fue una experiencia tremendamente empoderante, darse cuenta de que finalmente algunas personas del mundo no la están evitando. Quieren aprender, averiguar en qué mundo viven. ¿Cuál sería su responsabilidad? Eso me dio esperanza, de verdad.

Así que disfruté trabajando con esa gente.

¿En qué pensabas cuando se aprobó el tratado?

En ese momento, mi mente no funcionaba normalmente. Estaba casi entumecida. ¿Lo he oído bien? ¿Lo estoy viendo bien? Tuve que convencerme a mí misma. Tomó tiempo, y luego me quité las gafas, cerré los ojos y las lágrimas empezaron a caer.

Finalmente me di cuenta de lo que significa y lo primero que me vino a la mente fue compartir esta gran noticia con todos los seres queridos que hubieran querido oírla.

Lo hice en mi oración. Así que yo estaba detrás de la gente, mi psique no funcionaba de la manera normal, pero me puse al día. Un momento inolvidable.

¿Qué pasó cuando se anunció el Premio Nobel de la Paz?

Aquí mismo, este lugar estaba lleno de periodistas y fotógrafos japoneses. Y ese teléfono está allí. Si pasara algo, ese teléfono sonaría. Así que querían que me sentara allí, para poder tomarme una foto al recibir [una llamada].

Les dije: «No. Eso no sucederá». Pero tenemos que estar listos por si acaso. Así que eso es lo que pasó. Alrededor de las 6 de la mañana, creo, me di cuenta de que nadie había llamado.

No, ese teléfono no sonó, pero otras personas [en sus teléfonos podían ver y decir], «Oigan. ICAN lo consiguió». ¡Oh! Un gran, gran rugido aquí, sí. Y alguien me sacó una foto loca y dije: «GUAU». Los periodistas japoneses tomaron esa foto, sí.

Fuiste a Oslo para la ceremonia. ¿Cómo fue la experiencia?

De todos modos, el Comité Directivo Internacional de ICAN celebró una conferencia, y [se decidió que] Beatrice, la directora ejecutiva iría, pero aparentemente todo el mundo decidió que yo debería estar allí, compartiendo la conferencia.

Oh, realmente no tuve la oportunidad de discutir con ellos el por qué. Solo puedo adivinarlo, pero de todos modos ninguna persona se detuvo, todos pensaron que era apropiado que me invitaran a compartir ese glorioso momento juntos.

Así que sí, fui. ¿Ahora me estás preguntando mi experiencia en Oslo?

Bueno, por supuesto, estaba tensa, pero físicamente no estaba muy bien, pero no lo sabía. Solo cuando volví, el médico me dijo: «Oye, tenemos que operarte ahora mismo». Así que tuve dos operaciones, dos hospitalizaciones por aquí. No es de extrañar que no me sintiera animada cuando estaba allí, pero, de todos modos, no lo sé.

¡Te tratan como a una reina! ¡El tratamiento estrella!

Sí, el vicepresidente del Comité Nobel vino al aeropuerto a buscarme.

Fue increíble. Me senté con la reina y el rey en la cena, y sí, ojalá hubiera estado más despierta y observado todo. No percibí alrededor del 75% de lo que estaba pasando.

Ahora que tenemos el tratado, ¿cuáles son sus esperanzas y sueños para los próximos pasos? ¿Qué resultará de este proceso del Tratado de Prohibición?

Bueno, me gustaría que este tratado entrara en vigor. ¿Así es como se dice?

Tenemos muchos más países, que debemos convencer. Así que ese es el objetivo inmediato. Creo que todos estamos trabajando. El mes que viene viajaré a Japón, y hablaré mucho con la gente y con algunos políticos, como el Primer Ministro y el Ministro de Asuntos Exteriores, entre otros.

Estoy dispuesto a reunirme con cualquiera y quiero convencerlos, si está dispuesto a escuchar, y se están organizando muchas entrevistas de prensa y demás. Así que esa sería una buena oportunidad para decir lo que pienso.

Realmente siento que Japón debería proporcionar liderazgo, lo que no ha hecho sólo por su relación con Estados Unidos, y creo que es una cosa muy cobarde, además, lo que dicen y lo que hacen son dos cosas diferentes.

Bueno, políticamente tienen que decir a nivel nacional: «Oh, somos la única nación bombardeada con armas nucleares, por lo tanto tenemos la responsabilidad moral de proporcionar liderazgo hacia el desarme». Eso es lo que dicen por razones políticas, pero cuando vienen a la Casa Blanca o al Pentágono, todo lo que hacen es inclinarse, «sí señor, ¿cuán alto señor?»

La sumisión total y la gente simplemente no tiene la fe, confía en ese tipo de relación, hablando cosas diferentes desde ambos extremos de la boca, creo.

Si tienes una idea brillante, dímela. Solo tengo que hablar como un ser humano que lo experimentó, pero creo que, después de todo, estamos hablando de seres humanos y ahí es donde tenemos que poner nuestro enfoque y atención. Y no hacen nada en ese sentido. No.

¿Qué les diría a los jóvenes que tal vez piensen que eliminar las armas nucleares es demasiado difícil? Yo preguntaría, ¿qué quieren decir? ¿Por qué creen que es demasiado difícil? ¿Quién ha dicho eso? ¿Dónde escuchaste ese tipo de cosas? Sí. Es una gran suposición la que estás haciendo.

Bueno, el hombre las fabrico, deberíamos poder deshacernos de las armas nucleares. Tenemos ese tipo de poder científico.

Comisión de Víctimas de la Bomba Atómica

Creo que hay una cosa en particular de la que te hablé, la Comisión de Víctimas de la Bomba Atómica, que solo estudiaba el efecto de la radiación en los cuerpos humanos, pero no para ofrecer el tratamiento o la medicación ni nada. Lo dejé claro.

Sí, eso fue una barbaridad.
Sí, lo sé, totalmente y eso fue un año después de la experiencia.

Otra cosa que tengo que decirles, creo que les dije que el General MacArthur dijo que queríamos lograr dos cosas: la desmilitarización y la democratización. Genial. Suena muy bien, y ha hecho grandes cosas, como dar a las mujeres el voto. Eso es estupendo. Ayudar a los sindicatos a ser activos, un sistema financiero, un sistema educativo. Algunas reformas se llevaron a cabo, ¡es genial! Pero en lo que respecta a Hiroshima y Nagasaki, el hizo todo lo contrario de la democratización.

Esto es lo que él hizo. No deseaba que el mundo entendiera el sufrimiento humano causado por esas bombas, por lo que introdujo la censura. La prensa no era libre de escribir sobre el sufrimiento humano. Podían escribir sobre lo triunfantes que eran las pruebas científicas, pero, ya sabes, lo hicieron desarrollando bombas poderosas, eso estaba bien. Se puede hablar muchas veces, pero sobre el sufrimiento humano, no había que escribirlo, y algún periódico escribió sobre ello, y fue cerrado. Su trabajo fue terminado, no se escribe sobre Hibakusha, el pueblo que sufre, porque Estados Unidos no deseaba la reacción del resto del mundo, y también de sus propios contribuyentes.

Y no sólo eso, empezaron a confiscar cosas personales entre los sobrevivientes, algunas personas guardaban diarios, o fotos, fotografías, diapositivas, todo tipo de cosas, ya sabes.

A los japoneses les gustan los poemas, largos y cortos. Cuando estaban sufriendo, por haber perdido todo. Lo que hay ahí, el corazón está lleno, los pensamientos tenían que salir. Lo único que podían hacer era escribir un diario y hacer poemas, esa era su manera de sanar.

Pero esas cosas eran demasiado peligrosas. Todos fueron confiscados, 32.000 artículos en total, y fueron enviados de vuelta a los Estados Unidos.

Así que estos son dos ejemplos concretos que te doy. Todo el desarrollo de la era nuclear, no sólo el sistema de armas, sino también la preparación psicológica y sociológica.

Así que si no tengo que viajar y hablar, quiero sentarme, leer y escribir. En realidad, eso es lo que quiero hacer a partir de ahora porque tengo problemas de movilidad. Me gusta escribir. Hay mucho más que compartir con el mundo.

Traducción: Melina Miketta

Fuente:
https://www.pressenza.com/es/2019/08/entrevista-con-setsuko-thurlow-superviviente-de-la-bomba-de-hiroshima/

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