miércoles, 12 de agosto de 2020

Zafra y la guerra civil

Cada vez que se reivindica la memoria de las víctimas de la violencia fascista hay quienes cuestionan esa reivindicación.

Basta con recordar que, en sitios como Zafra, fueron asesinadas en apenas unos meses de 1936 cerca de doscientas personas, para que haya quien ponga reparos a la oportunidad de rememorarlas o hasta busque justificaciones a esa violencia.

Y quienes lo hacen no siempre son descarados fanáticos ultras. Hay gente que ha interiorizado ese discurso miserable sin serlo o, incluso, a pesar de figurar antepasados suyos entre las víctimas.

Les molesta hablar de eso. Es como si no fueran capaces de acomodar esos hechos entre sus convicciones y los rechazaran como quien rechaza una pieza que no encaja en un puzle.
En cualquier caso, a todos esos negacionistas les resulta una historia insoportable (“los rojos, ¿las víctimas?”) y construyen varios argumentos defensivos ante ella.

Unos dicen que es hora de olvidar (cuando no se puede olvidar lo que no se conoce), o dicen que en todas las guerras hay muertos (aunque esas doscientas víctimas no murieran con las armas en la mano), o dicen que todos mataron (cuando es evidente que en Zafra solo hubo víctimas entre los partidarios de la República y de la izquierda), o dicen que hablar de eso es airear viejas disputas entre bandos (dándoles a los asesinos rango de contendientes, en vez de verdugos), o -en fin- dicen que eso atenta contra la concordia (cuando no hay paz sin justicia).

En la historia las víctimas son inapelables, sea cual sea su ideología. La injusticia de sus muertes no puede proseguir con la injusticia del silencio sobre ellas. El pebetero de la memoria nunca puede dejar de arder por ellas.

El próximo miércoles, día 12, en el auditorio al aire libre del Instituto “Suárez de Figueroa”, con las limitaciones de aforo que impone la situación actual, habrá un acto de divulgación histórica sobre lo que ocurrió en Zafra en agosto de 1936.

Tomado de J. M. Lama.

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