Hubo un tiempo en el que Marcello Guida, antiguo director fascista de la colonia de confinamiento del Ventotene, dirigía la policía de Milán. Durante su periodo en el cargo, Guida detuvo ilegalmente a alguien que había sido un joven partisano en 1944-45, Giuseppe Pinelli.
La guerra había acabado casi 25 años antes, pero el ultimo acto de resistencia de Pinelli tuvo lugar en la sede de la policía la noche del 15 de diciembre de 1969, cuando murió tras lanzarse desde la ventana de la oficina del inspector Luigi Calabresi, que estaba interrogándole con sus hombres, pese al hecho de que los plazos de detención habían expirado y tenía derecho a volver libremente a su casa.
El policía quería obligar al ferroviario anarquista a venirse abajo. Es decir, quería arrancarle la confesión de una culpa inexistente: la de ser responsable, junto a sus compañeros, de la matanza de Piazza Fontana llevado a cabo tres días antes por los fascistas de Ordine Nuovo, ayudados por hombres del aparato de seguridad y los servicios secretos del Estado.
Los policías cometieron un crimen contra Pinelli (detención ilegal) y le mintieron durante el interrogatorio, afirmando que su compañero había hecho una confesión falsa (le dijeron que otro anarquista que él conocía, Pietro Valpreda, había confesado la matanza).
Pinelli no quiso ceder, y con su acto de resistencia hizo descarrilar las intenciones de quienes habían querido no sólo tenderles una trampa a él y a sus camaradas, sino escribir una historia diferente del país con la matanza del 12 de diciembre de 1969, una operación paramilitar contra civiles desarmados en tiempo de paz, no reconocida por sus perpetradores, llevada a cabo con el objetivo de que la culpa recayera en sus oponentes políticos (la izquierda política y sindical, tanto parlamentaria como extraparlamentaria) y dirigida a provocar una reacción psicológica en la opinión pública que alentara una involución autoritaria de nuestro sistema constitucional.
Tal como escribió Silvio Lanaro, fueron estos los años durante los cuales la “lealtad institucional” de las fuerzas armadas, las clases propietarias y las fuerzas políticas conservadoras no podía “soportar que los socialistas estuvieran en el gobierno y los comunistas consiguieran un 25% del voto”, años en los que, como le diría más tarde el general Mario Arpino a la comisión que investigó la matanza, “para nosotros, los militares, un tercio del Parlamento era enemigo”.
Por esta razón, fue posible que los hombres de Estado apoyaran y encubrieran a los autores y desbarataran las investigaciones, convirtiéndose en ‘doblemente culpables’, tal como declaró el presidente de la República, Sergio Mattarella, en el 50 aniversario de la matanza, porque “no se sirve al Estado si no se sirve a la República y, junto a ella, a la democracia”.
Era una época en la que un antiguo partisano como Giuseppe Pinelli podía precipitarse desde el cuarto piso de una comisaría de la República y verse difamado hasta en su muerte, acusado de haber cometido suicidio por ser culpable. “Este gesto”, declare Guida a los periodistas, “podría ser el equivalente de una confesión”.
La judicatura calificaría el salto del ferroviario de acto causado por una “aguda enfermedad”, y esta versión quedaría consagrada como verdad oficial, incluso en la placa colocada por la ciudad de Milán en Piazza Fontana, la cual recuerda, con la modestia de la omisión, que Pinelli “murió trágicamente”. Junto a ella, un monumento en piedra representa “otra” memoria democrática verdadera del Milán democrático y antifascista. En ella se recuerda que Pinelli fue “un inocente que fue asesinado”.
Por ultimo, llegó el momento en que el Parlamento, con un voto casi unánime, decidió rechazar la moción que proponía el 12 de diciembre como jornada en recuerdo de las víctimas del terrorismo, y votar en cambio a favor del 9 de mayo (día en el que se encontró el cuerpo de Aldo Moro en la Via Caetani de Rome). Preferencia que era tan “lógica” políticamente para el Estado como históricamente cuestionable.
El Estado italiano ha preferido hablar de esos años con un relato autoexculpatorio que habla de un agente exterior a las instituciones, las Brigadas Rojas, que llevaba a cabo atentados contra el corazón del Estado. Ante todo el país se omite el hecho de que el fenómeno del terrorismo en Italia había nacido de ese mismo corazón muchos años antes. Esto lo entendió Pinelli esa noche en aquella comisaría. Y medio siglo después, gracias a él, lo entendemos nosotros también.
Davide Conti escribe sobre la historia política de la Italia contemporánea en el diario il manifesto. La muerte de Pinelli, falaz e insidiosamente acusado de la matanza de Piazza Fontana, inspiraría la obra más conocida de Dario Fo, “Muerte accidental de un anarquista”.
Fuente:
il manifesto global, 14 de diciembre de 2020
Traducción:Lucas Antón.
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