_- En los colegios de pago se ponen un tercio más de dieces que en la pública, luego en la EVAU las notas se acercan, pero la fórmula matemática final da ventaja a los alumnos de los centros privados en el acceso a la universidad
En seis años se ha disparado el porcentaje de alumnos que llegan en junio a la Selectividad con una media de sobresaliente (entre el 9 y el 10) en el Bachillerato. Casi se ha duplicado entre los que han estudiado en los institutos públicos ―del 12,75% de los aprobados en 2015 al 22,9% en el curso 2020/2021― y en centros concertados ―del 15,5% al 29,5%―, y también ha subido, aunque proporcionalmente menos, en la escuela privada pura, donde las calificaciones máximas ya eran más habituales (del 19,25% se ha pasado al 31,9%). La guerra por entrar en la carrera deseada se libra a la milésima en los grados más demandados ―como Medicina, Biotecnología, Matemáticas y Físicas o Traducción― y la competición empieza en el propio centro educativo, pues en la nota de acceso final, el expediente del Bachillerato cuenta un 60% y los resultados de las pruebas comunes a todos los aspirantes de esa comunidad autónoma un 40%; por lo que el futuro laboral de los jóvenes queda en una parte muy importante en manos de los claustros de sus colegios e institutos.
La tendencia al alza de los sobresalientes se observa en las gráficas del Ministerio de Universidades desde al menos hace seis años (la serie empieza en 2015) ―con Mariano Rajoy (PP) en el poder―, mucho antes de la llegada de la pandemia de coronavirus y, con ella, la decisión de levantar la mano a la hora de evaluar para compensar las dificultades derivadas de la crisis. Esta decisión del Ministerio de Educación (PSOE), avalada por los Gobiernos autonómicos, fue objeto de muchas críticas por parte de quien lo consideró un atropello para la meritocracia. El hecho es que, en términos de aprobados, aunque el salto de la pandemia fue muy importante, el proceso al alza también venía de mucho antes. En la pública, el porcentaje de graduados en Bachillerato creció 10,8 puntos en un solo curso: de 79,8% en 2019 al 90,6% en 2020, pero entre 2007 y 2019 había ido ya creciendo, lenta pero irremisiblemente, otros 9,1 puntos, desde un porcentaje del 70,7% de aprobados. En la privada, aunque en menor medida, también se aprecia el mismo proceso: pasó del 86,6% de 2007 al 92,1% de 2019 y al 97,1% de 2020.
Volviendo a la Selectividad, en las calificaciones medias de la repesca ―la segunda oportunidad para los que no aprobaron en la primera convocatoria―, también hay un alza enorme: en la escuela de pago, desde 2015 los sobresalientes se han más que duplicado (del 2,8% al 6,7%, y hace dos cursos llegaron al 10,2%) y también en la pública (del 0,7% al 2,5%); mientras en la concertada se han multiplicado por seis (del 1% al 6%).
Xavier Bonal, catedrático de Sociología de la Universidad Autónoma de Barcelona, ofrece varias hipótesis para explicar esta tendencia. “Siempre se ha dicho que la privada califica más alto por una cuestión clientelar, si pagas es la solución”, explica. Pero cree que los sobresalientes podrían estar subiendo, además, porque “la caída demográfica coincide con un aumento de la competencia, y tener notas altas es un buen incentivo para los centros públicos, concertados y públicos”.
Bonal, que dirige un grupo de investigación sobre globalización, educación y políticas sociales, no descarta tampoco que los alumnos se esfuercen más que antes porque son sometidos a una gran presión si quieren entrar a determinados grados inalcanzables para la mayoría. Y no quiere pasar por alto el efecto de la pandemia, que ha llevado a abrir la mano a la hora de aprobar. “Si la subida de notas es generalizada en los centros, el efecto se neutraliza″.
Invariablemente, año a año, la mayoría de estos alumnos brillantes ven cómo luego su nota cae varios puntos en Selectividad con respecto a la media que traían del Bachillerato. En la fase general ―el aspirante se puede examinar si quiere de otras materias para subir nota y tratar de acercarse al máximo posible de 14― las calificaciones entre el 9 y el 10 descienden estrepitosamente: lo logra el 6,5% de los alumnos de instituto, el 9% de los de centros privados y el 7,3% de los concertados.
Este desfase entre las calificaciones del expediente y las de Selectividad beneficia especialmente a la escuela privada cuando se aplica la fórmula matemática del 60%- 40%. En la nota de acceso final, el 19% de los alumnos de la privada sacan un sobresaliente, un 16,2% de la concertada y un 12,8% en la pública.
La escuela pública parte con la desventaja de que nueve de cada 10 alumnos de familias sin medios se matriculan en sus aulas, pero también su profesorado es el único validado en unas oposiciones. La calidad de la educación al menos es igual si se resta el Índice Socioeconómico y Cultural (ISEC), que se mide por el nivel educativo de los padres y su profesión, por la cifra de libros en casa o los recursos domésticos (habitación propia, ordenador, acceso a internet...). En las pruebas de calidad educativa PISA se resta el ISEC y las diferencias por titularidad de centro se esfuman.
Un reciente estudio de la Universidad Complutense, basado en los aprobados de sus 8.660 bachilleres inscritos en primero de carrera, ha puesto de manifiesto que un alumno que se graduó en un instituto tiene un 63% más posibilidades de sacar buenas notas que uno que viene de un centro privado (concertado o no). Los autores señalan tres hipótesis: una mayor calidad de la educación, una mejor adaptación a la universidad (en los colegios de pago están muy tutelados) o que en la privada se hinchen falsamente las notas.
Hasta octubre de 1999 la nota del expediente de Bachillerato pesaba un 50% y la Selectividad otro 50%, pero Mariano Rajoy, por entonces ministro de Educación del PP, anunció que la calificación puesta en los centros contaría más, un 60%. Esta medida fue muy contestada por los las universidades. Saturnino de la Plaza, que era presidente de la conferencia de rectores (CRUE), aseguró que esos cambios iban a “desprestigiar” la prueba. Temía que la privada hinchase la nota. Además, los campus propusieron sin éxito que se aprobase la Selectividad con un 5, no con un 4, pues consideraban que eso realzaría la prueba.
Rajoy argumentó que se daría más importancia al expediente para evitar que los alumnos “se jueguen el trabajo de muchos años en una prueba”. Y resaltó que en la reforma se incluía “que la comisión organizadora de cada prueba vigile si hay importantes diferencias entre los resultados de Bachillerato y de la prueba de un buen número de alumnos de algún centro y los remita a las administraciones para que haga públicos los posibles casos”. El ministro no habló de sancionar a los centros y no consta que las administraciones persigan estas prácticas, si existen.
El sociólogo y profesor Jesús Rogero, experto en desigualdades educativas de la Universidad Autónoma de Madrid, lo tiene claro: “La Selectividad es fundamental para garantizar unos mínimos niveles de equidad en el acceso a la universidad. Sin esta prueba, la inequidad se dispararía”. Pero coincide con Rajoy en que “los estudiantes se juegan su futuro en tres días”. A Rogero sí le preocupa, sin embargo, algunos puntos de desigualdad que genera la Selectividad: “Los estudiantes con más recursos suelen tener mejores condiciones para preparar la prueba y, en caso de necesidad, para repetirla en convocatorias venideras”.
https://elpais.com/educacion/secundaria-bachillerato-fp/2022-07-10/la-escalada-vertiginosa-de-notas-en-bachillerato-los-sobresalientes-de-los-que-llegan-a-selectividad-se-doblan-en-seis-anos.html#?rel=lom
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