La idea de un homenaje a Sanlúcar había sido abordada desde diversas instancias en los últimos años, e incluso alguno de los intentos tuvo que ser suspendido debido a su delicado estado de salud. En esta ocasión, y aunque sea tras su marcha, se podría decir que el espectáculo planteado reunía los suficientes elementos y conocimientos de su obra para tributarle los honores que merecían su persona y su legado.
La lectura de la lista de participantes en el evento podía resultar apabullante, pero para nada era gratuita. Todos respondían a la llamada de Romero que, en realidad, era la llamada del maestro: “El nombre de Manolo, al que se ha querido mucho, ha allanado el camino”, declaraba el director artístico de la función, que reconocía que solo había recibido facilidades y que “todo había encajado perfectamente”. Pocas personas tan conocedoras de la obra del guitarrista para reflejar su complejidad y su gran riqueza de perspectivas.
Para Romero son aspectos difíciles de concentrar en una sola persona: “Está su perfil arraigado en la tradición, reflejado en su obra Tauromagia; el sinfónico, representado en Medea, la obra que creó para el Ballet Nacional de España; el lírico de La Gallarda, la obra de teatro de Rafael Alberti a la que puso música y el de vanguardia, con la grabación Locura de brisa y trino junto a Carmen Linares”.
Todas esas vertientes recibieron la pertinente atención en la gala, pero en ningún momento se olvidó ese otro aspecto ineludible del maestro: su condición de escritor y pensador reflexivo, en muchos momentos atormentado, del que quedó conocida constancia en su libro de memorias El alma compartida, que es solo una parte de un gran corpus que está aún sin publicar, como recordó el profesor Suárez Japón en una justa introducción. Juan Carlos Romero ha escarbado entre las muchas carpetas en las que Sanlúcar fue vertiendo sus pensamientos para extractar una selección de textos, todos ellos inéditos, con los que el actor Antonio Dechent se metió en la piel de Sanlúcar y fue intercalando sus reflexiones, de forma tan natural como brillante, entre las actuaciones de guitarra, de cante y de baile.
La enumeración de la veintena de cuadros de la noche resultaría interminable, además de cansina. Pero es obligado dejar constancia de que, en conjunto, lograron transmitir la música y el espíritu del gran maestro y que, sobre todo, contuvieron muchos momentos de emoción. Ver reunidos a sus discípulos Rafael Riqueni, José Antonio Rodríguez y el propio Romero —más David Carmona, de la siguiente generación— reviviendo los temas de Tauromagia pudo ser uno de ellos. La docencia, la transmisión de saberes, siempre fue una preocupación del maestro.
También sonó viva la música de una Medea que llevaron a la danza Merche Esmeralda, Eva Yerbabuena, Farruquito y Pastora Galván. O el cante de La Macanita haciendo De Muleta como si no hubieran pasado los años (la interpretó en el disco cuando tenía diecinueve), y el de Carmen Linares recordando al Lorca de Locura de brisa y trino… Dos horas para un espectáculo bien hilvanado y con una característica única: su condición de irrepetible.
Homenaje a Manolo Sanlúcar. 'El pesimismo de la razón. El optimismo de la voluntad'
Juan Carlos Romero, Rafael Riqueni, José Antonio Rodríguez, Manuel Valencia, David Carmona (guitarras). Cristina Hoyos, Merche Esmeralda, Eva Yerbabuena, Farruquito, Pastora Galván (baile). Carmen Linares, La Macanita, Diego Carrasco, Jesús Méndez, Naike Ponce, Carmen Molina (cante). Pasión Vega Tino (canción). Tino Di Geraldo, Paquito González (percusión), Los Mellis (palmas y cante). Orquesta Sinfónica de Triana. Antonio Dechent (actor). Borja Évora (ayudante de dirección). Dirección artística: Juan Carlos Romero.
Teatro Villamarta, 25 de abril.
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