Hace diez años las protestas contra las políticas de austeridad de la UE sacudieron a Grecia. Aunque el movimiento tuvo la virtud de movilizar a los ciudadanos que no formaban parte de la izquierda organizada, su carencia de orientación política terminó conduciéndolo a la derrota.
La «primavera caliente» de 2011 fue solo una gota en la enorme ola de levantamientos populares que recorrió el mundo ese año. La ola empezó a formarse en la costa sur del Mediterráneo con la Revolución tunecina y las revueltas de la plaza Tahrir. Luego llegó a España de la mano de los indignados y viajó, a través de Grecia, a los Estados Unidos, donde fue recibida por el movimiento Occupy Wall Street, antes de volver al Mediterráneo para la ocupación del Parque Taksim Gezi de Estambul.
Además de formar parte de esta revuelta internacional, la ocupación de las plazas que sacó a la calle a cientos de miles de griegos debe ser analizada en el marco del ciclo nacional de movilizaciones, que había empezado a sacudir al país en mayo de 2010, cuando el parlamento aprobó el primer memorándum con los acreedores europeos de Atenas. La ocupación de las plazas quedó atrás, pero la ola se expandió y tomó distintas formas hasta llegar al verano de 2015.
Aunque hubo muchas diferencias entre los distintos levantamientos, el movimiento griego compartió ciertos rasgos con sus equivalentes extranjeros, especialmente los del Mediterráneo. Todos fueron sorprendentemente masivos, su composición social fue transclasista, los jóvenes estudiantes jugaron un rol destacado y lograron despertar simpatía popular. Además, compartieron un amplio repertorio de acciones, fundamentalmente centrado en la ocupación del espacio público.
No menos notables fueron las semejanzas subjetivas de estos movimientos. En ruptura con los marcos organizativos y las escisiones políticas tradicionales, enfatizaron la autoorganización y combinaron reivindicaciones socieconómicas con la búsqueda de formas de democracia directa o participativa. La presencia ubicua de banderas nacionales y la distancia tomada frente a las referencias históricas y simbólicas de la izquierda, sacaron a luz el carácter «nacional» de las movilizaciones. Aun así, el desarrollo de distintas formas de solidaridad y la circulación transnacional de símbolos, consignas y modos de acción, debe concebirse como una forma renovada de internacionalismo.
Todo esto para decir que comprender la experiencia griega nos permitirá extraer algunas conclusiones generales sobre la paradoja que definió a estos movimientos, a saber, la divergencia entre su dimensión insurreccional masiva y el limitado impacto político que tuvieron. Para decirlo en pocas palabras, fueron incapaces de lograr conquistas duraderas que estuvieran a la altura de los objetivos que se habían propuesto.
Crisis orgánica
Un punto de partida útil para comprender las razones profundas que llevaron a esta situación es el concepto de «crisis orgánica», elaborado por Antonio Gramsci en sus Cuadernos de la cárcel.
El concepto de «crisis orgánica» remite a una ruptura radical y repentina de las relaciones entre las clases sociales y las fuerzas políticas que hasta entonces cumplían funciones representativas. Es una forma específica de crisis política, típica de un régimen parlamentario en el que un sistema institucional ampliado y pluralista organiza los términos del consentimiento de las clases subalternas a la dominación burguesa.
La estabilidad de este sistema hegemónico se viene abajo —de aquí el carácter «orgánico» de la crisis— como resultado de la presión que ejercen dos factores fundamentales. El primero es el fracaso de un proyecto estratégico de la clase dominante, como una guerra o un asunto de importancia nacional. El segundo es el pasaje repentino de las masas de un estado pasivo a una actitud activa. Este cambio —enfatiza Gramsci— conduce a una explosión de reivindicaciones que surgen directamente de las masas movilizadas, aunque, en estas circunstancias, constituyen un todo «inorgánico», es decir, incoherente. Sin embargo, para Gramsci no dejan de ser una «revolución», un movimiento que exige una ruptura radical para ponerle fin a una crisis devenida crisis de hegemonía, es decir, una crisis que afecta a todo el Estado. El concepto de «crisis orgánica» no basta para dar cuenta de la crisis revolucionaria, pero contiene algunos de sus elementos más importantes. El resultado final depende sobre todo de la intervención «subjetiva» de las fuerzas políticas que luchan para tomar la dirección del proceso y canalizarlo en una dirección determinada.
Este análisis nos brinda una clave para comprender los rasgos específicos de la crisis griega de 2011 y los meses subsiguientes. Con toda evidencia, la terapia de choque impuesta por los memorándums manifestó una derrota estratégica de la burguesía griega: deshizo los fundamentos del contrato social forjado luego de la caída del régimen militar en 1974, transformó las perspectivas de «integración europea» de Grecia en una pesadilla e impuso un régimen de tutelaje permanente y una merma considerable de soberanía nacional. Para sostener su dominio sobre el país, la clase dominante tuvo que aceptar un lugar subalterno y un deterioro drástico de su posición internacional.
La combinación de estas tres dimensiones (social, ideológica y nacional) llevó a la deslegitimación, no solo de los estratos políticos dominantes, sino también del sistema hegemónico en su conjunto. De ahí el colapso de la credibilidad en los medios, en los «intelectuales orgánicos» de los sectores dominantes y en las instituciones representativas (incluso en las fuerzas que operaban como una oposición fiel). Todo esto puso en cuestión la capacidad que tenían las élites de dirigir el país y la capacidad del sistema bipartidista de brindar soluciones viables.
Vale la pena enfatizar la dimensión nacional de la crisis. El tutelaje impuesto por la Troika (la Unión Europea, el Banco Central Europeo y el FMI) privó de su «función nacional» a la clase dominante griega y a sus servidores. La pérdida fue acompañada de un ataque a la clase trabajadora, sin precedentes en las sociedades europeas occidentales de la posguerra, aunque muy similar a los programas de «ajuste estructural» promovidos por el FMI y el Banco Mundial en muchos países del Sur Global y de Europa del Este, a partir de los años 1980.
La combinación entre la pérdida de soberanía nacional y la violencia de la ofensiva antisocial explica la profundidad y el carácter generalizado de la crisis griega, sobre todo si se la compara con la situación portuguesa o española de ese mismo año. También explica por qué el gesto más extendido en las plazas ocupadas fue la flameante bandera griega, que desconcertó a los activistas de izquierda que se negaban a comprender su sentido. Inédita desde los días de la dictadura militar (1967-1974), esta reapropiación de la bandera surgió como una reacción a la imposición de los dictados de la Troika, un mensaje del pueblo que se autoproclamaba como la «verdadera» Grecia, diferenciándose de aquellos que pretendían actuar en su nombre. Este colapso hegemónico también representó una oportunidad histórica para la izquierda más radicalizada. Por primera vez en décadas, la izquierda se encontró en posición de luchar por la hegemonía, es decir, en una situación excepcional en cualquier régimen parlamentario «maduro».
¿Hacia una crisis revolucionaria?
La ocupación de las plazas también develó un segundo aspecto de la crisis orgánica: el momento en que las masas, que excedían por mucho a los militantes que habían dirigido hasta entonces las movilizaciones contra la Troika, pasaron a ocupar el centro de la escena. Esta confluencia no fue en absoluto un proceso automático. Los sindicatos más combativos, y la intervención de la izquierda radical en las asambleas populares celebradas en los espacios ocupados, permitieron superar gradualmente la desconfianza mutua de las primeras semanas, alimentada por los desacreditados dirigentes de la confederación sindical. Sin fusionarse en términos orgánicos, el «pueblo de las plazas» convergió así con el movimiento obrero. La movilización popular alcanzó su momento más álgido en los tres días de huelga general —15, 28 y 29 de junio—, que contó con niveles de participación inéditos desde los años 1970. En este sentido, el movimiento griego siguió un camino distinto al de los indignados españoles, que no tuvieron ningún intercambio significativo con el movimiento obrero, y terminó pareciéndose más a los casos egipcio y tunecino.
Esto hace relucir todavía más la magnitud excepcional del movimiento griego. A todas luces, la proporción de la población movilizada fue más grande que en el caso de España y no es difícil compararla con los levantamientos árabes. Según algunos sondeos, a comienzos de junio de 2011 al menos 2 800 000 griegos —¡el 30% de la población adulta!— declararon que participarían «definitivamente» de las protestas, a los que se suma un amplio 21% que manifestó que asistiría «muy probablemente». Mientras tanto, el 35% declaró haber participado de marchas y otras iniciativas populares organizadas durante el período previo. Una estimación realista es que, en las movilizaciones que acompañaron a la huelga general del 28 y 29 de junio, al menos un tercio de la población participó activamente. Además, en los sondeos del período, al menos dos tercios de los griegos declararon rechazar los memorándums y el régimen de la Troika.
Esta dinámica mayoritaria también explica la duración de las movilizaciones y su intensidad. A pesar del reflujo del movimiento de las plazas que siguió al voto del memorándum «intermedio» del 29 de junio, la movilización alcanzó un nuevo pico pocos meses después. El 19 y 20 de octubre, una huelga general, la más masiva que se haya visto desde la caída de la dictadura, paralizó completamente a Grecia. Una semana después, el 28 de octubre —el feriado en el que se celebra el «No» a Mussolini de 1940—, la gente tomó las calles y forzó la interrupción de los desfiles militares y la retirada de los funcionarios estatales. Al mismo tiempo, el primer ministro George Papandreou, humillado en la cumbre europea celebrada en Cannes, donde propuso un referéndum sobre los memorándums, renunció a su cargo para favorecer un movimiento de coalición amplio guiado por la UE y dirigido por el banquero Loukas Papademos. Al ver que su apoyo mermaba, tanto dentro como fuera del parlamento, Papademos convocó a elecciones anticipadas en mayo de 2012 y, como no logró constituir una mayoría, lo hizo de nuevo en junio. Esta doble elección efectivizó el colapso del sistema bipartidista, cuyos pilares —la socialdemocracia del PASOK y la derecha de Nueva Democracia— pasaron de haber conquistado el 77,4% de los votos en noviembre de 2009 a quedarse tan solo con el 42%.
Por lo tanto, no es exagerado decir que la crisis griega mostró algunos de los rasgos aludidos en la célebre definición que dio Lenin de una situación revolucionaria, que es a la vez una de las principales fuentes de la noción gramsciana de «crisis orgánica»:
La revolución solo puede triunfar cuando los «de abajo» no quieren y los «de arriba» no pueden seguir viviendo como antes. Esta verdad también puede expresarse en otras palabras: la revolución es imposible sin una crisis nacional general (que afecte a explotados y explotadores).
Pero la condición faltante —y la más decisiva— fue otra, una que suele recibir menos atención, pero que también es mencionada por Lenin en este pasaje:
[Q]ue la mayoría de los obreros (o, en todo caso, la mayoría de los obreros conscientes, reflexivos, políticamente activos) comprenda a fondo la necesidad de la revolución y esté dispuesta a sacrificar la vida por ella.
En otras palabras, no puede haber revolución si las masas no apoyan las soluciones revolucionarias; y este apoyo no es un resultado automático del movimiento de masas. Se necesita cierto tipo de intervención y preparación política. Este tipo de conciencia política no definió a un levantamiento cuyo horizonte se formó exclusivamente en función del rechazo visceral hacia la Troika y hacia los políticos de turno, y no de la voluntad de derrocar el orden social existente. Pero no deja de ser cierto que, por primera vez desde los grandes levantamientos de los años 1960 y 1970, en un país europeo que parecía convertirse de nuevo en el «eslabón débil» del centro continental del capitalismo, se presentó la posibilidad de una ruptura del equilibrio social y político de fuerzas.
La grandeza del movimiento y sus límites
El movimiento de las plazas de 2011 surgió de una larga serie de acontecimientos insurreccionales que puntúan la historia griega moderna. Pero aunque explique su grandeza, el carácter explosivo y repentino del levantamiento también lo convirtió en un hecho sumamente contradictorio. El «pueblo de las plazas» carecía de cualquier experiencia previa de organización o de participación en acciones colectivas, motivo por el que planteó una serie de reivindicaciones y prácticas que Gramsci hubiese definido como «incoherentes». Cualquiera que haya estado en aquel momento en la plaza Síntagma recordará la mezcla de enojo y combatividad, la atmósfera futbolística y el radicalismo genuino, en síntesis, un rechazo indiscriminado hacia la política combinado con una búsqueda de autoorganización y participación directa en los asuntos públicos. Este revoltijo de actitudes y prácticas estaba acompañado por cierta fascinación con encontrar «soluciones mágicas» a la crisis: desde los llamados a recuperar la antigua «democracia ateniense» hasta distintas teorías de la conspiración que pretendían explicar las causas de la deuda pública.
La contradicción más importante tal vez fue la que se expresó en la consigna más popular del movimiento de las plazas: la reivindicación de la άμεση δημοκρατία, generalmente traducida como «democracia directa». Sin embargo, el término griego άμεση se traduce mejor como «inmediata», pues significa «sin mediaciones», es decir, «directa», y a la vez algo que debe realizarse «inmediatamente». En este sentido, uno de los principales límites del movimiento de las plazas reside en el hecho de que no supo dotar de un contenido real a esta reivindicación de «democracia inmediata».
Para muchos, la consigna remitía a una forma de antiparlamentarismo espontánea —o, más bien, brutal—, ilustrada por el impactante y multitudinario canto que se escuchaba en la plaza Síntagma: «Quememos este parlamento, que no es más que un burdel». Para otros remitía a una idea libertaria de democracia sin mediaciones, es decir, un modelo puramente «horizontal» inspirado por las formas de autoorganización que surgían en las plazas ocupadas. También había quienes pensaban que se refería a una reforma institucional tan radical como indefinida, que establecería una «democracia real», o, al menos, un funcionamiento democrático suprimido por el régimen de la Troika y el autoritarismo que conllevó. Además, la convocatoria inicial a ocupar las plazas —que terminó dándole su nombre a la página y al grupo de Facebook del movimiento de la plaza Síntagma— se hizo bajo el título «¡Democracia real ya!», referencia directa a la Puerta del Sol de Madrid.
El movimiento de las plazas no tuvo éxito a la hora de sintetizar estas ideas en función de un proyecto político alternativo, ni tampoco logró generar una reorganización económica alternativa que fuera más allá del rechazo a la austeridad y al tutelaje de la Troika. En este sentido, compartió el carácter «negativo» de los levantamientos de la década pasada, definido por Alain Badiou en función de que su principal factor de unidad, cuando no el único, es el rechazo generalizado hacia los gobernantes. Ahora parece evidente que la ausencia de un proyecto alternativo, lejos de liberar a la política del peso de las «ideologías» y de las «grandes narrativas» —como nos quisieron hacer pensar muchos intelectuales posmodernos—, conduce a la impotencia y, en general, a una restauración reaccionaria, de la que la brutal dictadura de Abdulfatah al Sisi es el ejemplo más terrible.
Sin embargo, el principal límite del movimiento estaba en otro nivel, uno del que surgían, «en última instancia», todos los límites. No se trató solamente de la incapacidad de formular una alternativa global, ni siquiera de la imposibilidad de detener la votación del memorándum en el parlamento. De hecho, bien consideradas las cosas, estos objetivos parecían estar lejos del alcance de un movimiento heterogéneo y eruptivo cuya esperanza de vida se contaba en semanas. El problema decisivo fue que no contó con un marco organizativo —ni siquiera con un proyecto— capaz de elevar la lucha popular a otro nivel.
Con todo, nos dejó algunos elementos valiosos para emprender esta tarea. Básicamente, renovó el repertorio de la acción colectiva y estimuló muchas iniciativas locales de solidaridad, autoorganización y acción directa. Pero no elaboró una forma capaz de organizar y coordinar con autonomía la lucha popular durante el período siguiente, un límite que compartieron otros movimientos similares que irrumpieron en ese entonces y que sigue afectando a muchos que surgen en la actualidad. Entonces, el movimiento fue incapaz de atravesar cierto umbral de sus propias capacidades para desarrollar perspectivas alternativas más amplias e interactuar productivamente con otros actores políticos. Esta fue la causa principal de la discrepancia entre la impresionante fuerza del movimiento y su incapacidad de alcanzar resultados tangibles y positivos.
La capitulación
A primera vista, Grecia parece ser una excepción al principio de unidad estrictamente negativo definido —y criticado— por Alain Badiou. El ciclo de movilización popular de 2010-2012 condujo efectivamente a una transformación real de la escena política, de la que se benefició especialmente Syriza. Fue la única fuerza que mostró disposición a satisfacer la reivindicación de una ruptura política que surgió de las movilizaciones y que estas eran incapaces de conquistar por sus propios medios. En este contexto —siempre teniendo en cuenta el peso simbólico de la izquierda radical en un país que vivió una guerra civil y décadas de persecución anticomunista—, la propuesta de un «gobierno de izquierda antiausteridad» se presentó como una decisión de romper con la situación existente. A pesar de sus objetivos «negativos» o defensivos —poner fin a la austeridad y al tutelaje de la Troika—, se percibió en Syriza un intento de superar el rol tradicional de oposición subordinada que el sistema bipartidista asigna a la izquierda y de plantear la cuestión del poder en términos efectivos. Al menos en este sentido, Syriza emergió como una fuerza que comprendió la oportunidad planteada por la «crisis orgánica». Es una de las lecciones fundamentales que nos deja todo este período: la movilización popular es capaz de crear las condiciones para un desplazamiento hacia la izquierda pero, para que estas condiciones se materialicen, se necesita una propuesta política potencialmente hegemónica.
Esto también plantea el problema de las responsabilidades —y, en última instancia, del fracaso— de la organización que fue capaz de jugar dicho rol. A falta de un análisis sistemático, diremos simplemente que el problema de Syriza estuvo en su gestión estrictamente electoral de la dinámica creada por la movilización desde abajo, es decir, que contuvo el conflicto en los niveles necesarios para tener éxito en las urnas. Nunca propuso un plan para organizar la lucha popular, una perspectiva más general ni se preparó para enfrentar las condiciones más inmediatas que planteaba la posibilidad de un triunfo. Entre estas condiciones, una tenía una importancia estratégica decisiva: la confrontación con la UE y los mecanismos que previsiblemente utilizaría contra el gobierno que se atrevió a desafiar sus políticas, empezando con el «arma nuclear» del BCE, el euro.
La capitulación de Syriza no implica que no haya sucedido nada, es decir, que durante esos primeros siete meses de 2015 no se haya efectuado —y perdido— una apuesta histórica. Pero nos muestra que el momento de verdad no fue tanto el éxito electoral alcanzado por Syriza en enero de 2015, sino el hecho de que este triunfo haya intensificado el ciclo de conflictos previo, iniciado en 2010 y generalizado contra la voluntad de las figuras que la propia movilización había colocado en el gobierno. El momento de verdad llegó en 2015 con el referéndum sobre el paquete de austeridad de la UE. Aunque durante poco tiempo, la «primavera caliente» de 2011 efectivamente resucitó, no en la victoria electoral de Syriza, sino en la movilización del 3 de julio de 2015 en la plaza Síntagma y en el 61,3% de los votos por el «No» en el referéndum del 5 de julio.
Aunque el «No» rotundo provocó la sorpresa de todo el mundo, fue revertido unos pocos días después: en manos de aquellos que lo recibieron como una carga insostenible, se convirtió rápidamente en un «Sí» a la austeridad de la UE. De la noche a la mañana, cuando Alexis Tsipras firmó el tercer memorándum, Grecia dejó de ser un faro de esperanza para convertirse en un trauma del que la izquierda internacional no se recupera.
En cualquier caso, es fundamental que las enseñanzas que nos deja esta experiencia no se pierdan. La primera es que ni siquiera un movimiento de masas tan grande como aquel es capaz de brindar las soluciones necesarias a los problemas que plantea su propio surgimiento. La política sigue siendo necesaria y es a fin de cuentas el factor decisivo que informa el resultado de cualquier situación. Pero también quedó claro que no debemos consentir en cualquier propuesta política que se presenta como «la izquierda» y se rehúsa al mismo tiempo a elaborar los medios capaces de llevar al pueblo a la victoria.
Stathis Kouvelakis. Profesor de teoría política en el King’s College London. Formó parte del comité central de Syriza.
Traducción: Valentín Huarte.
Fuente: https://jacobinlat.com/2021/08/12/el-pueblo-griego-estaba-dispuesto-a-luchar/
https://rebelion.org/el-pueblo-griego-estaba-dispuesto-a-luchar/
miércoles, 30 de abril de 2025
martes, 29 de abril de 2025
Este hábito está arruinando silenciosamente tus relaciones Muchos de nosotros lo hemos hecho, pero eso no significa que esté bien, dicen los expertos.

Muchos de nosotros lo hemos hecho, pero eso no significa que esté bien, dicen los expertos
Una noche de la semana pasada, mi esposo, Tom, y yo discutimos. A la mañana siguiente, yo seguía echando humo. Así que le hice la ley del hielo.
Para los que nunca lo han hecho, la ley del hielo es cuando una persona se niega intencionadamente a comunicarse contigo o, en algunos casos, hasta a reconocer tu presencia. Es una maniobra habitual que se utiliza en todo tipo de relaciones, dijo Kipling Williams, profesor emérito de ciencias psicológicas de la Universidad de Purdue, quien ha estudiado los efectos de la ley del hielo durante más de 30 años.
La táctica que utilizaba con Tom es una que los investigadores de la Universidad de Sidney denominan “silencio ruidoso”. Es cuando una persona intenta, de forma evidente, mostrarle al otro que lo está ignorando, como abandonar teatralmente la habitación cuando entra la otra persona.
Me avergüenza decir que esa fui yo. Cuando me fui al trabajo sin mediar palabra, miré a Tom fijamente y luego di un portazo espectacular.
Utilizar la ley del hielo es tentador porque puede sentirse bien, temporalmente, hacer que la otra persona se retuerza, dijo Erin Engle, psicóloga del Centro Médico Irving de la Universidad Columbia/Presbiteriano de Nueva York. Pero, añadió, puede tener consecuencias a largo plazo en tu relación.
Pregunté a los expertos qué hacer si te hacen la ley del hielo, o si sientes el impulso de hacérsela a otra persona.
Si tienes la tentación de dejar de hablarle a alguien
Algunas personas creen que la ley del hielo es una forma más suave de afrontar los conflictos, dijo Gail Saltz, profesora clínica asociada de psiquiatría del Hospital Presbiteriano de Nueva York.
Pero no lo es, explicó. “Responder con silencio es un castigo”, dijo, “así lo reconozcas o no”.
Para quien está siendo excluido, crea “ansiedad y miedo, y sentimientos de abandono”, dijo Saltz, y a menudo provoca una “cascada de dudas sobre sí mismo, culpa y autocrítica”.
Y duele, añadió Williams. Su investigación sugiere que ser excluido e ignorado activa en el cerebro las mismas regiones dolorosas que el dolor físico. “Así que no es solo metafóricamente doloroso, sino que el cerebro lo detecta como dolor”, dijo.
Si te sientes abrumado, pide un poco de tiempo, aconseja Williams. Puedes decir: “No puedo hablar contigo ahora, estoy muy alterada. Voy a dar un paseo y volveré dentro de una hora”.
Di una hora clara en la que estarás de vuelta y dispuesto a hablar, para no dejar las cosas abiertas, dijo James Wirth, profesor asociado de psicología de la Universidad Estatal de Ohio en Newark, quien estudia el ostracismo. La ambigüedad, dijo, es parte de lo que hace que la ley del hielo sea “realmente letal”.
Y recuerda: aunque utilizar la ley del hielo puede darte una sensación de poder y control, dijo Williams, también es agotador. Requiere trabajo imponer “este comportamiento que es inusual y contrario a las normas”, explicó, “así que requiere mucho esfuerzo cognitivo y mucho esfuerzo emocional”.
Si es a ti a quien no le hablan
No hay mucha literatura sobre la forma más eficaz de romper el silencio, dijo Wirth. La única sugerencia verdadera basada en la investigación, dijo, es que hay que dejar de hacerlo.
Si te animas, dijo, escribe una nota o apela a la persona directamente en lugar de prolongar el silencio.
Para restablecer la conexión, intenta apelar a tu empatía, dijo Saltz. Aunque reconoció que puede ser difícil. “Piensas: ‘¿por qué no pueden hablar conmigo? Como diciendo: ‘Esto es terrible, no les cuesta nada a ellos’”, dijo.
Pero eso no es necesariamente cierto, añadió. La persona puede haber llegado a un estado de angustia, dijo. “En realidad, no es fácil para ellos”, dijo. “Es duro para ellos”.
Saltz sugirió acercarse a la persona con franqueza y curiosidad utilizando el siguiente guion: “me hace sentir que no podemos avanzar cuando me respondes con silencio. Quiero entender lo que te pasa. No quiero que te sientas disgustada. Quiero que las cosas mejoren entre nosotros. Y para eso necesito más información sobre lo que te ocurre”.
Y aunque muchos de nosotros somos culpables de utilizar la ley del hielo de vez en cuando, añadió Saltz, si, por ejemplo, una pareja maneja crónica y frecuentemente todos los conflictos de esta manera, entonces “es justo calificarlo de abuso emocional”.
En un momento de calma, pide a tu pareja que piense en otras formas de resolver los conflictos, dijo Saltz.
Si eso no funciona, dijo Engle, puedes sugerir que ambos vayan a terapia, para que aprendan formas más eficaces de manejar los desacuerdos o de estar emocionalmente agobiados.
Si tu pareja no está dispuesta a probar la terapia, dijo Saltz, entonces ve tú, “para desentrañar el papel que desempeñas en la interacción y obtener orientación sobre cómo gestionar la ley del hielo cuando te está ocurriendo a ti”.
Mi “silencio ruidoso” con Tom duró solo unas horas, pero la próxima vez lo hablaré en lugar de dejarlo fuera. Cuando llegué a casa del trabajo, me ofreció una bolsa de galletas de una pastelería que me gusta, aunque no debería haber tenido que recurrir a un soborno.
Aun así, mi lema es “acepta todas las galletas”, así que eso rompió el hielo.
Una noche de la semana pasada, mi esposo, Tom, y yo discutimos. A la mañana siguiente, yo seguía echando humo. Así que le hice la ley del hielo.
Para los que nunca lo han hecho, la ley del hielo es cuando una persona se niega intencionadamente a comunicarse contigo o, en algunos casos, hasta a reconocer tu presencia. Es una maniobra habitual que se utiliza en todo tipo de relaciones, dijo Kipling Williams, profesor emérito de ciencias psicológicas de la Universidad de Purdue, quien ha estudiado los efectos de la ley del hielo durante más de 30 años.
La táctica que utilizaba con Tom es una que los investigadores de la Universidad de Sidney denominan “silencio ruidoso”. Es cuando una persona intenta, de forma evidente, mostrarle al otro que lo está ignorando, como abandonar teatralmente la habitación cuando entra la otra persona.
Me avergüenza decir que esa fui yo. Cuando me fui al trabajo sin mediar palabra, miré a Tom fijamente y luego di un portazo espectacular.
Utilizar la ley del hielo es tentador porque puede sentirse bien, temporalmente, hacer que la otra persona se retuerza, dijo Erin Engle, psicóloga del Centro Médico Irving de la Universidad Columbia/Presbiteriano de Nueva York. Pero, añadió, puede tener consecuencias a largo plazo en tu relación.
Pregunté a los expertos qué hacer si te hacen la ley del hielo, o si sientes el impulso de hacérsela a otra persona.
Si tienes la tentación de dejar de hablarle a alguien
Algunas personas creen que la ley del hielo es una forma más suave de afrontar los conflictos, dijo Gail Saltz, profesora clínica asociada de psiquiatría del Hospital Presbiteriano de Nueva York.
Pero no lo es, explicó. “Responder con silencio es un castigo”, dijo, “así lo reconozcas o no”.
Para quien está siendo excluido, crea “ansiedad y miedo, y sentimientos de abandono”, dijo Saltz, y a menudo provoca una “cascada de dudas sobre sí mismo, culpa y autocrítica”.
Y duele, añadió Williams. Su investigación sugiere que ser excluido e ignorado activa en el cerebro las mismas regiones dolorosas que el dolor físico. “Así que no es solo metafóricamente doloroso, sino que el cerebro lo detecta como dolor”, dijo.
Si te sientes abrumado, pide un poco de tiempo, aconseja Williams. Puedes decir: “No puedo hablar contigo ahora, estoy muy alterada. Voy a dar un paseo y volveré dentro de una hora”.
Di una hora clara en la que estarás de vuelta y dispuesto a hablar, para no dejar las cosas abiertas, dijo James Wirth, profesor asociado de psicología de la Universidad Estatal de Ohio en Newark, quien estudia el ostracismo. La ambigüedad, dijo, es parte de lo que hace que la ley del hielo sea “realmente letal”.
Y recuerda: aunque utilizar la ley del hielo puede darte una sensación de poder y control, dijo Williams, también es agotador. Requiere trabajo imponer “este comportamiento que es inusual y contrario a las normas”, explicó, “así que requiere mucho esfuerzo cognitivo y mucho esfuerzo emocional”.
Si es a ti a quien no le hablan
No hay mucha literatura sobre la forma más eficaz de romper el silencio, dijo Wirth. La única sugerencia verdadera basada en la investigación, dijo, es que hay que dejar de hacerlo.
Si te animas, dijo, escribe una nota o apela a la persona directamente en lugar de prolongar el silencio.
Para restablecer la conexión, intenta apelar a tu empatía, dijo Saltz. Aunque reconoció que puede ser difícil. “Piensas: ‘¿por qué no pueden hablar conmigo? Como diciendo: ‘Esto es terrible, no les cuesta nada a ellos’”, dijo.
Pero eso no es necesariamente cierto, añadió. La persona puede haber llegado a un estado de angustia, dijo. “En realidad, no es fácil para ellos”, dijo. “Es duro para ellos”.
Saltz sugirió acercarse a la persona con franqueza y curiosidad utilizando el siguiente guion: “me hace sentir que no podemos avanzar cuando me respondes con silencio. Quiero entender lo que te pasa. No quiero que te sientas disgustada. Quiero que las cosas mejoren entre nosotros. Y para eso necesito más información sobre lo que te ocurre”.
Y aunque muchos de nosotros somos culpables de utilizar la ley del hielo de vez en cuando, añadió Saltz, si, por ejemplo, una pareja maneja crónica y frecuentemente todos los conflictos de esta manera, entonces “es justo calificarlo de abuso emocional”.
En un momento de calma, pide a tu pareja que piense en otras formas de resolver los conflictos, dijo Saltz.
Si eso no funciona, dijo Engle, puedes sugerir que ambos vayan a terapia, para que aprendan formas más eficaces de manejar los desacuerdos o de estar emocionalmente agobiados.
Si tu pareja no está dispuesta a probar la terapia, dijo Saltz, entonces ve tú, “para desentrañar el papel que desempeñas en la interacción y obtener orientación sobre cómo gestionar la ley del hielo cuando te está ocurriendo a ti”.
Mi “silencio ruidoso” con Tom duró solo unas horas, pero la próxima vez lo hablaré en lugar de dejarlo fuera. Cuando llegué a casa del trabajo, me ofreció una bolsa de galletas de una pastelería que me gusta, aunque no debería haber tenido que recurrir a un soborno.
Aun así, mi lema es “acepta todas las galletas”, así que eso rompió el hielo.
lunes, 28 de abril de 2025
Cómo el simple hábito de sacarte los zapatos cuando entras a tu casa puede traer beneficios enormes para tu salud

Mi madre siempre ha tenido una norma inquebrantable: nada de zapatos que se usan en el exterior dentro de la casa. No importaba quién fueras -familiar, vecino o invitado-, tenías que quitártelos antes de cruzar el umbral.
De niña, pensaba que era una de sus muchas manías. Pero a medida que me fui haciendo mayor (y más sabia), comprendí que no se trataba de un orden obsesivo. Se trataba de salud, seguridad e higiene.
La limpieza se asocia con frecuencia con la suciedad visible. Pero cuando se trata del calzado, lo que se esconde bajo la superficie suele ser microscópico y mucho más peligroso que un poco de barro o hierba seca.
El calzado de exterior es portador de bacterias, alérgenos y sustancias químicas tóxicas, muchas de las cuales están relacionadas con graves problemas de salud.
Piensa por dónde pasa tu calzado cada día: baños públicos, aceras, pasillos de hospitales y césped tratado con productos químicos como herbicidas e insecticidas para controlar las malas hierbas y las plagas.
Según un estudio de la Universidad de Arizona, en Estados Unidos, la friolera del 96% de los zapatos dio positivo en bacterias coliformes, que suelen encontrarse en la materia fecal.
Y lo que es más inquietante, el 27% contenía E. coli, una bacteria relacionada con diversas infecciones, algunas de ellas potencialmente mortales.
Calzado para andar dentro de la casa
De niña, pensaba que era una de sus muchas manías. Pero a medida que me fui haciendo mayor (y más sabia), comprendí que no se trataba de un orden obsesivo. Se trataba de salud, seguridad e higiene.
La limpieza se asocia con frecuencia con la suciedad visible. Pero cuando se trata del calzado, lo que se esconde bajo la superficie suele ser microscópico y mucho más peligroso que un poco de barro o hierba seca.
El calzado de exterior es portador de bacterias, alérgenos y sustancias químicas tóxicas, muchas de las cuales están relacionadas con graves problemas de salud.
Piensa por dónde pasa tu calzado cada día: baños públicos, aceras, pasillos de hospitales y césped tratado con productos químicos como herbicidas e insecticidas para controlar las malas hierbas y las plagas.
Según un estudio de la Universidad de Arizona, en Estados Unidos, la friolera del 96% de los zapatos dio positivo en bacterias coliformes, que suelen encontrarse en la materia fecal.
Y lo que es más inquietante, el 27% contenía E. coli, una bacteria relacionada con diversas infecciones, algunas de ellas potencialmente mortales.
Calzado para andar dentro de la casa

Fuente de la imagen,
Los niños menores de cinco años corren un riesgo especial debido al desarrollo de su sistema inmunitario y a que se llevan la mano a la boca con frecuencia.
Pero el E. coli no es el único germen que se cuela en tu salón. Los zapatos también recogen Clostridium difficile, una bacteria conocida por causar diarrea dolorosa y a veces grave, y Staphylococcus aureus, incluido el SAMR una "superbacteria" resistente a los medicamentos que puede causar infecciones profundas de la piel, neumonía o incluso infecciones mortales del torrente sanguíneo.
No solamente gérmenes
Los riesgos para la salud van más allá de las bacterias.
El calzado también actúa como portador de sustancias químicas y alérgenos. Estudios demostraron que el calzado para exteriores puede contener pesticidas, herbicidas y metales pesados como el plomo, los cuales representan graves riesgos para la salud, especialmente para niños pequeños y mascotas.
La exposición al plomo, a menudo presente en el polvo o la tierra urbana, es especialmente perjudicial para los niños, ya que puede afectar el desarrollo cerebral y causar problemas cognitivos permanentes.
Además, alérgenos como el polen pueden adherirse a las suelas, agravando las alergias y los problemas respiratorios en lo que debería ser un refugio seguro.
Familia caminando en un parque
El calzado también actúa como portador de sustancias químicas y alérgenos. Estudios demostraron que el calzado para exteriores puede contener pesticidas, herbicidas y metales pesados como el plomo, los cuales representan graves riesgos para la salud, especialmente para niños pequeños y mascotas.
La exposición al plomo, a menudo presente en el polvo o la tierra urbana, es especialmente perjudicial para los niños, ya que puede afectar el desarrollo cerebral y causar problemas cognitivos permanentes.
Además, alérgenos como el polen pueden adherirse a las suelas, agravando las alergias y los problemas respiratorios en lo que debería ser un refugio seguro.
Familia caminando en un parque

Fuente de la imagen,Getty Images
¿Y quiénes pasan más tiempo cerca del suelo? Los niños y las mascotas. Los niños gatean, juegan y con frecuencia se llevan las manos a la boca. Las mascotas se lamen las patas después de caminar sobre estas superficies contaminadas. Usar calzado de exterior en interiores puede aumentar involuntariamente su exposición a sustancias nocivas.
Suelos limpios, casas saludables
Dada la evidencia, la regla de mi madre ya no suena tan descabellada. De hecho, podría ser una de las medidas de salud pública más sencillas y eficaces que puedes adoptar en casa.
Al quitarte los zapatos al entrar, no solo evitas que la suciedad manche la alfombra, sino que también reduces significativamente la exposición de tu familia a microbios y sustancias químicas dañinas.
Y no es difícil de hacer. Considera designar una zona para dejar los zapatos junto a la entrada o quizás poner un zapatero o una cesta e incluso unas zapatillas cómodas para los invitados.
Pedirle a alguien que se quite los zapatos puede resultar incómodo al principio, pero es fácil pasar por alto que algo tan rutinario como entrar en casa puede conllevar riesgos tan ocultos.
*Manal Mohammed es Profesora titular de Microbiología Médica, Universidad de Westminster, Reino Unido
*Este artículo fue publicado en The Conversation y reproducido aquí bajo la licencia Creative Commons.
Al quitarte los zapatos al entrar, no solo evitas que la suciedad manche la alfombra, sino que también reduces significativamente la exposición de tu familia a microbios y sustancias químicas dañinas.
Y no es difícil de hacer. Considera designar una zona para dejar los zapatos junto a la entrada o quizás poner un zapatero o una cesta e incluso unas zapatillas cómodas para los invitados.
Pedirle a alguien que se quite los zapatos puede resultar incómodo al principio, pero es fácil pasar por alto que algo tan rutinario como entrar en casa puede conllevar riesgos tan ocultos.
*Manal Mohammed es Profesora titular de Microbiología Médica, Universidad de Westminster, Reino Unido
*Este artículo fue publicado en The Conversation y reproducido aquí bajo la licencia Creative Commons.
domingo, 27 de abril de 2025
¿Por qué los niños pequeños dicen mentiras (incluso muy obvias)?

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Pablo recibió como regalo de cumpleaños la camiseta y pantalón de su equipo favorito de fútbol. Al día siguiente, entusiasmado, estrenó su atuendo. Cuando sus padres lo vieron vestido de pies a cabeza, notaron algo extraño en sus medias.
Al acercarse, descubrieron que había escrito con rotulador las iniciales de su equipo en sus calzas para personalizarlas. Con una expresión de evidente disgusto, le preguntaron por qué lo había hecho. Sin dudarlo, Pablo respondió con naturalidad: "¡Yo no he sido! Ya venían así".
A menudo, los niños pequeños dicen mentiras que para los adultos resultan fáciles de detectar.
Un niño de tres o cuatro años puede negar ser el autor de un dibujo en la pared, aunque sea el único presente en la habitación; o es capaz de insistir en que no ha comido chocolate cuando su boca está llena de cacao.
Estas situaciones desconciertan a los adultos, pero tienen una explicación basada en el desarrollo cognitivo y socioemocional infantil.
¿Por qué mienten los niños?
Se ve a un niño de espaldas con los dedos cruzados, mientras su padre le habla.

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Cuando notan una expresión de enfado en sus padres o han aprendido que una acción parecida ha terminado en reprimenda, tratan de evitar esas consecuencias negando lo ocurrido.
No decir la verdad les ayuda también a mantener una imagen positiva ante los demás, evitando así decepcionar a los adultos.
Mentir les ayuda a evitar problemas. Pero ¿acaso no se dan cuenta de que es evidente que no dicen la verdad?
A edades tempranas, aún no han desarrollado ciertas habilidades cognitivas propias de etapas evolutivas posteriores. Por ejemplo, no pueden anticipar las consecuencias de sus acciones y por tanto no son capaces de prever que una mentira puede ser descubierta.
Tampoco han adquirido la capacidad de entender que los pensamientos y emociones de los demás pueden ser diferentes a los suyos propios. Creen que los otros van a pensar como ellos y que, por tanto, creerán su versión de la historia.
¿Cómo aprenden a mentir?

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Frases como "no le digas a papá que has comido galletas" o "estaremos de viaje" para no asistir a una cena, transmiten la idea de que las pequeñas mentiras son aceptables.
En sus primeras experiencias con este tipo de situaciones, reaccionan a menudo con ingenuidad. No es extraño que contradigan sorprendidos a los adultos, revelando al padre lo ricas que estaban las galletas o informando a la vecina de que el supuesto viaje nunca existió.
Con el tiempo, y tras varias situaciones similares, el niño interioriza que en ciertos casos mentir es admisible. Esto ocurre a menudo cuando los padres minimizan la importancia de esas pequeñas mentiras, a las que ellos mismos también recurren en ocasiones.
Conforme van creciendo, los niños aprenden que las mentiras pueden ser descubiertas y van modificando su forma de mentir. Si sus mentiras se detectan con facilidad, aprenden que mentir es una estrategia que no funciona y que genera desconfianza por parte de los demás. Si logran engañar, perfeccionan su técnica y sus mentiras se vuelven más elaboradas y son más difíciles de detectar.
Qué hacer ante una mentira infantil

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Las mentiras forman parte del desarrollo infantil, pero deben manejarse de forma adecuada para fomentar la honestidad y evitar que se utilicen con la intención de manipular a los demás.
Por ello, es importante ser un modelo de sinceridad, evitando mentir delante de los niños, aunque se trate de pequeñas mentiras cotidianas.
De esa forma el niño entenderá que decir la verdad es un valor importante y no podrá justificar sus propias mentiras diciendo "tú también mientes". Es preferible reforzar la importancia de decir la verdad y destacar los beneficios de ser sincero con los demás.
Otra sugerencia es evitar las consecuencias desproporcionadas ante una conducta inadecuada.
Si el niño recibe un castigo excesivo por decir la verdad, aprenderá que mintiendo evita reprimendas. En su lugar, es mejor interpretar una conducta inadecuada como una oportunidad para el aprendizaje.
No debemos asumir de inmediato que el niño ha hecho algo malo, sino darle la oportunidad de explicarse, sin juzgarle previamente. Dejar que se exprese libremente reduce la necesidad de defenderse con mentiras y fomenta un ambiente de confianza.
Una parte normal del desarrollo
Por ello, es importante ser un modelo de sinceridad, evitando mentir delante de los niños, aunque se trate de pequeñas mentiras cotidianas.
De esa forma el niño entenderá que decir la verdad es un valor importante y no podrá justificar sus propias mentiras diciendo "tú también mientes". Es preferible reforzar la importancia de decir la verdad y destacar los beneficios de ser sincero con los demás.
Otra sugerencia es evitar las consecuencias desproporcionadas ante una conducta inadecuada.
Si el niño recibe un castigo excesivo por decir la verdad, aprenderá que mintiendo evita reprimendas. En su lugar, es mejor interpretar una conducta inadecuada como una oportunidad para el aprendizaje.
No debemos asumir de inmediato que el niño ha hecho algo malo, sino darle la oportunidad de explicarse, sin juzgarle previamente. Dejar que se exprese libremente reduce la necesidad de defenderse con mentiras y fomenta un ambiente de confianza.
Una parte normal del desarrollo

Fuente de la imagen
Las mentiras en la infancia son parte del desarrollo cognitivo, emocional y social.
A edades tempranas no deben percibirse como señales de malicia o deshonestidad.
A través de sus primeras experiencias con la mentira, los niños aprenden sobre las consecuencias de sus acciones.
Si los adultos comprenden por qué los niños mienten y abordan las mentiras de manera adecuada, podrán guiarles hacia una comunicación honesta basada en la sinceridad.
Con paciencia, buena comunicación y con ejemplos positivos, los niños aprenderán que la verdad es siempre la mejor opción. No tendrán miedo por cometer errores y fortalecerán así su confianza en los adultos.
*Mireia Orgilés es catedrática, experta en tratamiento psicológico Infantil, Universidad Miguel Hernández, y José Pedro Espada es catedrático de Psicología. Director del centro de investigación de la infancia, Universidad Miguel Hernández
**Este artículo fue publicado en The Conversation y reproducido bajo la licencia Creative Commons. Haz clic aquí para leer la versión original.
A través de sus primeras experiencias con la mentira, los niños aprenden sobre las consecuencias de sus acciones.
Si los adultos comprenden por qué los niños mienten y abordan las mentiras de manera adecuada, podrán guiarles hacia una comunicación honesta basada en la sinceridad.
Con paciencia, buena comunicación y con ejemplos positivos, los niños aprenderán que la verdad es siempre la mejor opción. No tendrán miedo por cometer errores y fortalecerán así su confianza en los adultos.
*Mireia Orgilés es catedrática, experta en tratamiento psicológico Infantil, Universidad Miguel Hernández, y José Pedro Espada es catedrático de Psicología. Director del centro de investigación de la infancia, Universidad Miguel Hernández
**Este artículo fue publicado en The Conversation y reproducido bajo la licencia Creative Commons. Haz clic aquí para leer la versión original.
sábado, 26 de abril de 2025
_- Vargas Llosa y García Márquez, la brutal amistad de dos colosos de las letras latinoamericanas que terminó con un puñetazo.

_- La amistad que marcaría la literatura latinoamericana del siglo XX empezó a la manera del siglo XIX: por carta.
Fue en enero de 1966. Gabriel García Márquez (quien aún trabajaba en "Cien años de soledad") le escribió desde México una primera misiva a Mario Vargas Llosa, que estaba en París.
La dirección se la había dado Luis Harss, el periodista chileno-estadounidense que, sin saberlo, estaba escribiendo el primer libro indispensable sobre el Boom de la literatura latinoamericana ("Los nuestros", 1966, publicado primero en inglés como "Into the mainstream").
"Estimado Mario Vargas Llosa:
A través de Luis Harss conseguí por fin tu dirección, que resultaba inencontrable en México, sobre todo ahora que Carlos Fuentes anda perdido quién sabe en qué manglares de la selva europea.
El productor de cine Antonio Matouk está entusiasmado con la idea de hacer en Perú "La ciudad y los perros", dirigida por Luis Alcoriza (...).
Por acá estamos impacientes por conocer "La Casa Verde". ¿Cuándo se publica? Carmen Balcells, a su paso por México, estaba muy entusiasmada con los originales.
Me alegro, de todos modos, y aunque no cuaje el proyecto cinematográfico, de la oportunidad que me ofrece esta carta para establecer contacto.
Cordialmente, Gabriel García Márquez". (1)
Después de un intercambio epistolar de año y medio, en el que incluso discutieron la posibilidad de escribir una novela juntos, García Márquez y Vargas Llosa se vieron por primera vez el 9 agosto de 1967, en el aeropuerto Maiquetía de Caracas, Venezuela.
Gabo -ya el flamante autor de "Cien años de soledad"- llegaba como invitado de honor a la entrega del Premio Rómulo Gallegos que Vargas Llosa había ganado precisamente por "La casa verde", y a participar en un congreso de literatura.
LibrosFuente de la imagen,BBC Mundo
Así describe el momento Vargas Llosa en su monumental "García Márquez, historia de un deicidio" (sobre la cual abundaremos más adelante):
"Nos conocimos la noche de su llegada al aeropuerto de Caracas; yo venía de Londres y él de México y nuestros aviones aterrizaron casi al mismo tiempo. Antes habíamos cambiado algunas cartas y hasta habíamos planeado escribir, alguna vez, una novela a cuatro manos -sobre la guerra tragicómica entre Colombia y Perú en 1931-, pero esa fue la primera vez que nos vimos las caras.
"Recuerdo la suya muy bien, esa noche: desencajada por el espanto reciente del avión -al que tiene un miedo cerval-, incómoda entre los fotógrafos y periodistas que lo acosaban. Nos hicimos amigos y estuvimos juntos las dos semanas del congreso".
Empezaba una gran amistad... que duraría menos de diez años.
Conversación en Lima
Antes del encuentro en Caracas, Vargas Llosa había escrito un elogioso comentario a la recién publicada novela de García Márquez, titulado "Cien años de soledad: el Amadís en América" (fechado en la "primavera de 1967"), con el que empezaba un deslumbramiento con la novela y la obra del colombiano que culminaría cuatro años más tarde con la publicación de "Historia de un deicidio".
Ese deslumbramiento se haría evidente en las siguientes semanas, cuando ambos escritores visitaron Bogotá y Lima.
En esta última ciudad, el 5 y 7 de septiembre, realizaron un "Diálogo sobre la novela en América Latina" que se volvería legendario y que durante décadas circularía en fotocopias o ediciones piratas, hasta que finalmente fue publicado por Alfaguara en abril de 2021.
Gabriel García Márquez Fuente de la imagen,Getty Images Pie de foto,
Gabriel García Márquez (1927-2014). Premio Nobel de Literatura en 1982.
Lo que llamó la atención tanto a los presentes en ese diálogo (como a los posteriores lectores) es que, pese a que en esos momentos era el novelista más conocido y con más trayectoria de los dos, Vargas Llosa fungió como una especie de entrevistador de García Márquez, que durante la conversación soltaría algunas de sus boutades, los dichos ingeniosos que lo caracterizarían en adelante (como que había intentado escribir la novela a los 17 años de edad o que se iba a vivir a Europa porque era más barato).
Por casualidad, en esa visita a Lima nacería el segundo hijo de Vargas Llosa, a quien bautizaría Gabriel Rodrigo Gonzalo en honor a García Márquez y a sus dos hijos. Los padrinos fueron, como no, Gabo y su mujer, Mercedes Barcha.
Luego cada uno regresaría a su hogar. Pero no mucho después estarían viviendo con sus familias en Barcelona, literalmente pared contra pared.
Barcelona, capital del mundo
Aún en Londres, Vargas Llosa seguiría escribiendo su siguiente novela total "Conversación en la catedral", mientras preparaba en paralelo un curso sobre García Márquez, que dictaría en Puerto Rico en 1968, y sería el embrión de su largo ensayo sobre el autor colombiano.
Gabo ya se había trasladado a Barcelona junto a Mercedes y sus dos hijos (en noviembre de 1967), aupados por Carmen Balcells, la superagente literaria que siempre buscó que sus autores pudieran vivir de lo que escribían, sin distracciones adicionales, algo nunca visto en América Latina.
Balcells le hizo la misma oferta a Vargas Llosa, quien en 1970 se mudó con su prima y esposa, Patricia Llosa, y sus dos hijos a la capital catalana. Allí, en 1974, nacería su hija Morgana.
En 1970, después de dos años trabajo, terminó su libro "García Márquez, historia de un deicidio", el primer gran texto (y quizás el mejor) escrito sobre la obra del colombiano, (que al tiempo le sirvió como tesis de un doctorado que no había terminado en España).
Mario Vargas Llosa
Fue en enero de 1966. Gabriel García Márquez (quien aún trabajaba en "Cien años de soledad") le escribió desde México una primera misiva a Mario Vargas Llosa, que estaba en París.
La dirección se la había dado Luis Harss, el periodista chileno-estadounidense que, sin saberlo, estaba escribiendo el primer libro indispensable sobre el Boom de la literatura latinoamericana ("Los nuestros", 1966, publicado primero en inglés como "Into the mainstream").
"Estimado Mario Vargas Llosa:
A través de Luis Harss conseguí por fin tu dirección, que resultaba inencontrable en México, sobre todo ahora que Carlos Fuentes anda perdido quién sabe en qué manglares de la selva europea.
El productor de cine Antonio Matouk está entusiasmado con la idea de hacer en Perú "La ciudad y los perros", dirigida por Luis Alcoriza (...).
Por acá estamos impacientes por conocer "La Casa Verde". ¿Cuándo se publica? Carmen Balcells, a su paso por México, estaba muy entusiasmada con los originales.
Me alegro, de todos modos, y aunque no cuaje el proyecto cinematográfico, de la oportunidad que me ofrece esta carta para establecer contacto.
Cordialmente, Gabriel García Márquez". (1)
Después de un intercambio epistolar de año y medio, en el que incluso discutieron la posibilidad de escribir una novela juntos, García Márquez y Vargas Llosa se vieron por primera vez el 9 agosto de 1967, en el aeropuerto Maiquetía de Caracas, Venezuela.
Gabo -ya el flamante autor de "Cien años de soledad"- llegaba como invitado de honor a la entrega del Premio Rómulo Gallegos que Vargas Llosa había ganado precisamente por "La casa verde", y a participar en un congreso de literatura.
LibrosFuente de la imagen,BBC Mundo
Así describe el momento Vargas Llosa en su monumental "García Márquez, historia de un deicidio" (sobre la cual abundaremos más adelante):
"Nos conocimos la noche de su llegada al aeropuerto de Caracas; yo venía de Londres y él de México y nuestros aviones aterrizaron casi al mismo tiempo. Antes habíamos cambiado algunas cartas y hasta habíamos planeado escribir, alguna vez, una novela a cuatro manos -sobre la guerra tragicómica entre Colombia y Perú en 1931-, pero esa fue la primera vez que nos vimos las caras.
"Recuerdo la suya muy bien, esa noche: desencajada por el espanto reciente del avión -al que tiene un miedo cerval-, incómoda entre los fotógrafos y periodistas que lo acosaban. Nos hicimos amigos y estuvimos juntos las dos semanas del congreso".
Empezaba una gran amistad... que duraría menos de diez años.
Conversación en Lima
Antes del encuentro en Caracas, Vargas Llosa había escrito un elogioso comentario a la recién publicada novela de García Márquez, titulado "Cien años de soledad: el Amadís en América" (fechado en la "primavera de 1967"), con el que empezaba un deslumbramiento con la novela y la obra del colombiano que culminaría cuatro años más tarde con la publicación de "Historia de un deicidio".
Ese deslumbramiento se haría evidente en las siguientes semanas, cuando ambos escritores visitaron Bogotá y Lima.
En esta última ciudad, el 5 y 7 de septiembre, realizaron un "Diálogo sobre la novela en América Latina" que se volvería legendario y que durante décadas circularía en fotocopias o ediciones piratas, hasta que finalmente fue publicado por Alfaguara en abril de 2021.
Gabriel García Márquez Fuente de la imagen,Getty Images Pie de foto,
Gabriel García Márquez (1927-2014). Premio Nobel de Literatura en 1982.
Lo que llamó la atención tanto a los presentes en ese diálogo (como a los posteriores lectores) es que, pese a que en esos momentos era el novelista más conocido y con más trayectoria de los dos, Vargas Llosa fungió como una especie de entrevistador de García Márquez, que durante la conversación soltaría algunas de sus boutades, los dichos ingeniosos que lo caracterizarían en adelante (como que había intentado escribir la novela a los 17 años de edad o que se iba a vivir a Europa porque era más barato).
Por casualidad, en esa visita a Lima nacería el segundo hijo de Vargas Llosa, a quien bautizaría Gabriel Rodrigo Gonzalo en honor a García Márquez y a sus dos hijos. Los padrinos fueron, como no, Gabo y su mujer, Mercedes Barcha.
Luego cada uno regresaría a su hogar. Pero no mucho después estarían viviendo con sus familias en Barcelona, literalmente pared contra pared.
Barcelona, capital del mundo
Aún en Londres, Vargas Llosa seguiría escribiendo su siguiente novela total "Conversación en la catedral", mientras preparaba en paralelo un curso sobre García Márquez, que dictaría en Puerto Rico en 1968, y sería el embrión de su largo ensayo sobre el autor colombiano.
Gabo ya se había trasladado a Barcelona junto a Mercedes y sus dos hijos (en noviembre de 1967), aupados por Carmen Balcells, la superagente literaria que siempre buscó que sus autores pudieran vivir de lo que escribían, sin distracciones adicionales, algo nunca visto en América Latina.
Balcells le hizo la misma oferta a Vargas Llosa, quien en 1970 se mudó con su prima y esposa, Patricia Llosa, y sus dos hijos a la capital catalana. Allí, en 1974, nacería su hija Morgana.
En 1970, después de dos años trabajo, terminó su libro "García Márquez, historia de un deicidio", el primer gran texto (y quizás el mejor) escrito sobre la obra del colombiano, (que al tiempo le sirvió como tesis de un doctorado que no había terminado en España).
Mario Vargas Llosa
Mario Vargas Llosa recibió el Premio Nobel de Literatura en 2010. Muchos se sorprendieron de la generosidad entre dos colegas que eran, a la vez, competidores.
En su libro "Historia personal del Boom", el escritor chileno José Donoso, recuerda lo que le dijo un crítico italiano al respecto:
"En Italia, que un escritor como Vargas Llosa escriba un libro sobre la obra de otro escritor como García Márquez sería imposible. Y que ambos estén en la misma reunión sin que uno eche veneno en el café del otro, bueno, eso ya parecería ciencia ficción".
Carmen Balcells los definió de manera inmejorable: "Vargas Llosa es el primero de la clase, y García Márquez es un genio".
"No hay más que verlos. Cualquiera que los conozca sabe a lo que me refiero. Mario es un intelectual, alguien con la cabeza muy bien amueblada, que atesora conocimientos eruditos sobre múltiples materias y, a la vez, es capaz de crear grandes obras. Su discurso intelectual es de gran altura, es el primero de la case, un cum laude.
"Al contrario, Gabo es un genio en el sentido de que es un monstruo creador, una fuerza de la naturaleza, alguien tocado por la mano de Dios, que tiene un don, y no se dedica a elaborar teorías o análisis sobre la cultura. Me parece algo que los describe sin valorar a uno por encima del otro. Yo estoy enamorada de los dos".
Libro Fuente de la imagen,BBC Mundo
En la misma "Historia personal del Boom", Donoso fecha el fin de ese fenómeno literario como proyecto común en la Nochevieja de 1970, "en una fiesta en la casa de Luis Goytisolo en Barcelona", donde estuvieron Cortázar, Vargas Llosa, García Márquez, Carmen Balcells y Sergio Pitol.
"Esa noche se habló sobre todo de la fundación de la revista Libre (...) de cómo quedaría constituida, ampliando la restringida nómina de los directores con que empezó hasta decidirse por directores rotativos y una larga lista de socios contribuyentes".
Caída Libre
Y fue precisamente con el primer número de la revista Libre que empezó una profunda división entre algunos intelectuales occidentales y Cuba.
Empujados por el español Juan Goytisolo y apoyados financieramente por una rica heredera boliviano-francesa, algunos de los escritores latinoamericanos de más renombre se juntaron para editar desde la capital francesa la flamante revista de izquierda.
Allí estarían los cuatro principales del Boom (Vargas Llosa, García Márquez, Julio Cortázar y Carlos Fuentes), pero también Octavio Paz, José Donoso, Severo Sarduy, Claribel Alegría, Plinio Apuleyo Mendoza y Jorge Edwards.
La historia completa está narrada en el capítulo cuarto del libro "En los reinos de Taifa", de Juan Goytisolo: el primer número de Libre ya estaba listo para la imprenta cuando se presentó en Cuba el llamado "Caso Padilla".
Heberto Padilla era un poeta cubano que había participado de la revolución y ocupado el cargo representante del ministerio Comercio Exterior en Praga. Sin embargo, hacia finales de los 60 empezó a criticar de manera abierta y a burlarse de la política cultural del gobierno castrista.
En marzo de 1971 fue detenido y poco después se divulgó una caricaturesca "confesión" que recordaba los juicios estalinistas e hizo montar en cólera a muchos escritores extranjeros amigos de la isla caribeña.
Encabezados por Vargas Llosa y Goytsolo, varios intelectuales y escritores (que incluían a Sartre, Cortázar, Susan Sontag, Italo Calvino, Simone de Beauvoir, Octavio Paz, Alberto Moravia y Margarite Duras) enviaron una moderada carta a Fidel Castro respaldando a Padilla antes de que se divulgara su confesión.
No fue posible ubicar a García Márquez, quien en esos momentos se encontraba en Colombia, en uno de los frecuentes viajes que realizó a la región cuando escribía "El otoño del patriarca" para reencontrarse con el ámbito del Caribe, recapturarlo y ser capaz de reflejarlo en el libro.
Por eso, después de buscarlo en vano, Plinio Apuleyo Mendoza, jefe de redacción de la revista, autorizó a poner el nombre de su amigo sin consultarlo, seguro de que estaría de acuerdo.
Pero no era así: extraviada en el correo quedó una carta desde Barranquilla en la que Gabo le explicaba que no quería firmar nada "mientras no tuviera una información muy completa sobre el asunto". (2)
Fidel Castro montó en cólera por esa primera misiva y pronunció un fuerte discurso contra los firmantes, "señores intelectuales burgueses y libelistas y agentes de la CIA (...) los seudo izquierdistas descarados que quieren ganar laureles viviendo en París, Londres, Roma". Además, prohibía a todos los firmantes la entrada a Cuba "por un tiempo indefinido e infinito".
Casi de manera simultánea se divulgó la "confesión" de Padilla.
Entonces Mario Vargas Llosa convocó a una reunión de emergencia en su casa de Barcelona, donde se redactó y una segunda carta, mucho más afilada y contundente.
Gabriel García Márquez y Julio Cortázar se negaron a firmarla.
Revista Libre Fuente de la imagen,BBC Mundo
El primer número de Libre fue aplazado hasta el otoño para que llevara un completo dossier sobre el caso Padilla con todos los puntos de vista, incluido el discurso de Castro, las dos cartas de los intelectuales, la "confesión" del poeta, así como mensajes a favor y en contra de escritores y artistas latinoamericanos.
Llevaba también un poema de Cortázar en el que se desmarcaba por completo de las críticas al gobierno cubano (antes lo adulaba) y una entrevista de García Márquez que, según Juan Goytisolo, era "un prodigioso ejercicio de saltimbanqui cuyo virtuosismo impone la admiración ya que no el respeto", donde se las arreglaba para no criticar a los intelectuales firmantes y tampoco romper con el régimen cubano.
Agotada por la falta de dinero y escisiones internas, la revista sólo alcanzaría a publicar cuatro números.
La imagen de García Márquez con el ojo morado publicada en un diario mexicano.Fuente de la imagen,EPA-EFE Pie de foto,
La imagen de García Márquez con el ojo morado publicada en un diario mexicano. Un puñetazo en Bellas Artes
Quien mejor ha contado la historia del episodio final de la amistad entre Vargas Llosa y García Márquez es Xavi Ayén en su libro "Aquellos años del Boom".
En él deja claro que la amistad no se rompió a raíz del "caso Padilla", pues ambos escritores continuaron viviendo y viéndose en Barcelona. Sin embargo, era evidente que algo se había roto.
En su libro "Vargas Llosa, el vicio de escribir" (1991), JJ Armas Marcelo recuerda la tarde barcelonesa de 1973 en que el peruano le presentó al colombiano, quien llegó a la cita vestido con el mono azul de obrero con el que trabajaba en la que sería "El otoño del patriarca":
"En esa misma reunión noté que MVLL hablaba poco. Miraba con cierta distancia a García Márquez y llegué a una conclusión quizás prejuiciosa para entonces: al novelista peruano no le gustaban muchas de las "salidas", más o menos fáciles, que el colombiano demostraba en público. "Ahora me voy al cine", dijo García Márquez al despedirse. "¿Vestido así", le pregunté un poco provocativamente. "Claro", me dijo, "es para asustar a los burgueses". Y MVLL volvió a mirarlo con desdén".
Mario Vargas Llosa
En su libro, Ayén deja claro que el motivo del rompimiento definitivo no fue político, sino que se produjo por algo mucho más banal y humano.
Para resumirlo: a mediados de 1974, cuando regresaban a vivir en Perú, Vargas Llosa se enamoró de otra mujer y dejó a Patricia y a sus hijos.
En mayo de 1975, Patricia Llosa viajó a Barcelona donde fue bien recibida por los García Márquez. De allí surgió la versión de que (quizás en broma) Gabo se le había insinuado.
No mucho después, los Llosa volvieron a vivir juntos.
Eso está explicado con más detalle en el libro de Ayén, quien me dijo que, antes de su publicación, había enviado el texto tanto a García Márquez como a Vargas Llosa y a sus familias para que le dijeran si algo de lo que allí escribía no era verdad.
El 12 de febrero de 1976, en el Palacio de Bellas Artes de Ciudad de México, era el pre-estreno de documental "La odisea de los Andes", con guión de Vargas Llosa, sobre el equipo de rugby uruguayo que sobrevivió 72 días a un accidente de avión en la cadena montañosa, en algunos casos recurriendo a la antropofagia.
Según relata Xavi Ayén, en el vestíbulo del hermoso edificio se encontraban "la flor y la nata de la intelectualidad mexicana", entre ellos los García Márquez con algunos amigos.
"'Me disculpan, voy a saludar a Mario', les dijo antes de ir a la sala de proyección. Allí se dirigió al peruano y recibió un fortísimo puñetazo: 'Esto es por lo que le hiciste a Patricia en Barcelona', dejó claro el agresor".
En su biografía "Gabriel García Márquez, una vida" Gerald Martin escribe "es evidente que Mario llegó a la conclusión que García Márquez había antepuesto su preocupación por Patricia a la amistad que los unía a ambos. Nada más que García Márquez y Patricia Llosa saben lo que ocurrió".
Los años postreros
En los años posteriores ambos se negaron a hablar sobre lo sucedido y Vargas Llosa dijo que se lo dejaba a "los historiadores".
Hasta donde se sabe tampoco volvieron a cruzar palabra en privado, y en público hubo algunos -pocos- comentarios e improperios, sobre todo de Vargas Llosa, por la postura política de García Márquez frente a Cuba y su amistad con Fidel Castro.
Gabriel García Márquez
Para resumirlo: a mediados de 1974, cuando regresaban a vivir en Perú, Vargas Llosa se enamoró de otra mujer y dejó a Patricia y a sus hijos.
En mayo de 1975, Patricia Llosa viajó a Barcelona donde fue bien recibida por los García Márquez. De allí surgió la versión de que (quizás en broma) Gabo se le había insinuado.
No mucho después, los Llosa volvieron a vivir juntos.
Eso está explicado con más detalle en el libro de Ayén, quien me dijo que, antes de su publicación, había enviado el texto tanto a García Márquez como a Vargas Llosa y a sus familias para que le dijeran si algo de lo que allí escribía no era verdad.
El 12 de febrero de 1976, en el Palacio de Bellas Artes de Ciudad de México, era el pre-estreno de documental "La odisea de los Andes", con guión de Vargas Llosa, sobre el equipo de rugby uruguayo que sobrevivió 72 días a un accidente de avión en la cadena montañosa, en algunos casos recurriendo a la antropofagia.
Según relata Xavi Ayén, en el vestíbulo del hermoso edificio se encontraban "la flor y la nata de la intelectualidad mexicana", entre ellos los García Márquez con algunos amigos.
"'Me disculpan, voy a saludar a Mario', les dijo antes de ir a la sala de proyección. Allí se dirigió al peruano y recibió un fortísimo puñetazo: 'Esto es por lo que le hiciste a Patricia en Barcelona', dejó claro el agresor".
En su biografía "Gabriel García Márquez, una vida" Gerald Martin escribe "es evidente que Mario llegó a la conclusión que García Márquez había antepuesto su preocupación por Patricia a la amistad que los unía a ambos. Nada más que García Márquez y Patricia Llosa saben lo que ocurrió".
Los años postreros
En los años posteriores ambos se negaron a hablar sobre lo sucedido y Vargas Llosa dijo que se lo dejaba a "los historiadores".
Hasta donde se sabe tampoco volvieron a cruzar palabra en privado, y en público hubo algunos -pocos- comentarios e improperios, sobre todo de Vargas Llosa, por la postura política de García Márquez frente a Cuba y su amistad con Fidel Castro.
Gabriel García Márquez
El escritor peruano prohibió que se volviera a reeditar su estudio "Historia de un deicidio" (que tuvo dos ediciones en 1971), el cual se volvió un objeto de culto entre los amantes de la literatura latinoamericana.
Solo volvería a aparecer impreso en 2006, con motivo de la edición de las obras completas del peruano y como parte de sus volúmenes de ensayos. Como obra individual solo se reeditó en 2021, cincuenta años después de haber sido publicada.
En una de las últimas ocasiones que habló en público sobre García Márquez, en el verano de 2017, durante un curso de la Universidad Complutense sobre la obra del colombiano, ante la pregunta de si después del distanciamiento se habían vuelto a ver, Vargas Llosa respondió entre risas:
"No... Estamos entrando en terrenos peligrosos, creo que llegó el momento de poner fin a esta conversación". (3)
Sin embargo, al parecer hubo un intento de reconciliación apoyado por amigos de ambos en una ocasión en la que los dos escritores se encontraban en Cartagena con motivo de un Hay Festival, pero, para entonces, ya Gabo se encontraba demasiado perdido en las brumas de las desmemoria.
En ellas continuó hasta el Jueves Santo de 2014, cuando murió en Ciudad de México.
Ahora, su odiado amigo, Vargas Llosa, también está muerto.
La historia, quizás, se encargará de reconciliarlos.
https://www.bbc.com/mundo/articles/cv224337p50o
Solo volvería a aparecer impreso en 2006, con motivo de la edición de las obras completas del peruano y como parte de sus volúmenes de ensayos. Como obra individual solo se reeditó en 2021, cincuenta años después de haber sido publicada.
En una de las últimas ocasiones que habló en público sobre García Márquez, en el verano de 2017, durante un curso de la Universidad Complutense sobre la obra del colombiano, ante la pregunta de si después del distanciamiento se habían vuelto a ver, Vargas Llosa respondió entre risas:
"No... Estamos entrando en terrenos peligrosos, creo que llegó el momento de poner fin a esta conversación". (3)
Sin embargo, al parecer hubo un intento de reconciliación apoyado por amigos de ambos en una ocasión en la que los dos escritores se encontraban en Cartagena con motivo de un Hay Festival, pero, para entonces, ya Gabo se encontraba demasiado perdido en las brumas de las desmemoria.
En ellas continuó hasta el Jueves Santo de 2014, cuando murió en Ciudad de México.
Ahora, su odiado amigo, Vargas Llosa, también está muerto.
La historia, quizás, se encargará de reconciliarlos.
https://www.bbc.com/mundo/articles/cv224337p50o
viernes, 25 de abril de 2025
Gitanos: el pueblo perseguido

El día 8 de abril se conmemora el día Internacional del Pueblo Gitano. “La fecha no es arbitraria –dice el escritor argentino de origen gitano Jorge Nedich– sino que conmemora el Primer Congreso Gitano que se realizó el 8 de abril de 1971 en Londres y en el que se instituyeron tanto la bandera como el himno gitanos”.
Y agrega: “La bandera es verde y azul y tiene una rueda roja que simboliza el carácter itinerante de los gitanos que no es una característica inherente al pueblo gitano en sí, sino la respuesta a siglos de expulsiones de distintos países. El himno gitano, Gelem, gelem, que significa anduve, anduve, fue compuesto por Jarko Jovanovic y recuerda a los gitanos y gitanas víctimas del Holocausto”.
La propia historia de Nedich es en sí misma la historia de la marginación de los gitanos que, según el escritor, aún no son sujetos de derecho. Fue a la escuela primaria algunos días salteados en que pudo hacerlo porque el nomadismo no le permitió la escolarización.
“De chico –cuenta en una nota aparecida en este mismo diario- vendía en la calle naftalina, agujas, hilos. Lustré zapatos, vendí helados, estampitas, tiré la manga. Hice todo lo que hace una familia gitana que está en una situación de marginalidad. Éramos tremendamente pobres, por lo que comencé a vender desde el vientre de mi madre que se dedicaba e eso cuando estaba embarazada de mí”.
Aprendió a leer leyendo las revistas que él mismo vendía en los trenes, «números viejos o fallados de Afanancio, El Tony, Killing”, Cuando tenía dudas les preguntaba a los chicos de la villa que también se dedicaban a vender en los trenes. Con esa precaria instrucción y mucho esfuerzo personal, se convirtió en escritor.
Ya tenía libros publicados cuando en el momento en que se sancionó una ley que permitía a los mayores de 25 años que acreditaran de alguna forma un saber que les permitiera ingresar a estudios terciarios o universitarios aunque no hubieran terminado el colegio primario. Dio el el examen de ingreso y ahí saltó el dato de que no había terminado ni la primera ni la secundaria. En contraposición ya había publicado Gitanos para su bien o su mal y Ursari. Fue así que accedió a la carrera de Letras en la Universidad Nacional de Lomas de Zamora, se recibió y desde entonces se dedica a la docencia y a la escritura.
Hoy hace más de 30 años que lucha por la causa gitana, por la integración de su pueblo, por la inclusión en los manuales escolares de la historia de los gitanos. Hasta el momento, los gobiernos han mostrado mayor o menor empatía hacia su propuesta, pero ninguno la ha aplicado.
Gitanos: el pueblo perseguido Foto: Eduardo Sarapura

Gitanos, un pueblo segregado
La segregación del pueblo gitano comienza ya en Edad Media, cerca del año 1300 y a lo largo de la historia se lo ha discriminados de distintos modos.
“En 1930 –le cuenta Nedich a Tiempo Argentino– comienza el asociacionismo gitano. Antes de la Segunda Guerra Mundial, en los lugares en que los gitanos pudieron asentarse desarrollaron una economía y accedieron como el resto de la población a la educación. De hecho, hay un Premio Nobel en ciencia de origen gitano, Schack August Steenberg Krogh”.
“Ese asociacionismo se vio truncado en 1936/1937 con el auge del racismo. Es el momento en que Hitler toma una cervecería en Berlín en la que da un discurso por el que luego es encarcelado y, una vez liberado, comienza su ascenso”.
Y agrega: “Hay algo que me gustaría aclarar y es que, contrariamente a lo que se dice, Hitler no ganó las elecciones. Salió segundo con el 33 por ciento de los votos. Quien gana es Paul von Hindenburg quien enferma y nombra canciller a Hitler y así comenzó su actividad política y llegó a lo que llegó”.
“Luego del genocidio –continúa-, los gitanos quedaron muy diezmados, con muchas pérdidas. En un principio se reconocieron 200.000 fallecidos pero en realidad fueron más de 1.500.000 los que murieron dentro de los campos de concentración y fuera porque a muchos de ellos los mataban donde los encontraban. Como estaban indocumentados, era difícil establecer una cifra.”
Gitanos: el pueblo perseguido
Recién en 1960 comienza a retomarse el asociacionismo. “En 1971 –dice Nedich- un gitano inglés que trabajaba de cocinero en una escuela, pide permiso a las autoridades para hacer un congreso. En ese congreso se establecieron la bandera y el himno gitanos. En este punto hay que destacar tres nombres: Juan de Dios Ramírez Heredia, diputado gitano; Yul Brynner, actor gitano y el autor del himno gitano, Jarko Jovanovic.”
“En realidad, el himno era una vieja canción del 45 o 46. En verdad es un contra himno porque pone en valor la pérdida, la familia, el desastre que hace la guerra, no es una canción de heroísmo. Es el único himno en el mundo con esa característica”.
En 1980 comienza el primer reconocimiento de las pérdidas gitanas ya que, durante el Juicio de Nuremberg, Alemania argumentó y presentó documentación al fiscal Robert J. Jackson que sostenía que los gitanos no habían muerto por cuestiones raciales, sino porque eran delincuentes comunes.
“En ese momento –acota Nedich- se reconocieron 200.000, de modo que la cantidad de delincuentes comunes del pueblo gitano era inmensa, absurda. En realidad, los gitanos cultivaban la vid, el olivo, eran actores, empresarios. Muchos de ellos, cuando percibieron lo que se venía, viajaron a los Estados Unidos. Entre ellos estaba la familia de quien sería Elvis Presley, que cambió su apellido porque sonaba demasiado alemán. Quien ya era Chaplin, de origen gitano, se va de Irlanda a los Estados Unidos”.
Gitanos: el pueblo perseguido

Grupo de gitanos en una carreta alemana en 1908
En lo que hace a la inclusión de los gitanos, Argentina ha firmado muchos tratados y acota Nedich, “no ha cumplido con ninguno. El más rimbombante es la resolución 169 que se firma en la OIT en 1985 por el que Argentina se compromete a integrar por medio de la escolarización y el trabajo a la población gitana. Nunca lo hizo, de hecho, ni siquiera nos han censado”.
“Yo hace 32 años que recorro los ministerios de Educación y nunca cortaron el diálogo. El único gobierno que no nos atiende es el actual. Este gobierno habla de hacer de Argentina una potencia, pero para eso necesitaría llenar miles y miles de cabezas de contenidos de excelencia y ha rebajado el Ministerio de Cultura a Secretaría. No habla de educación, sino de mercado”.
Y continúa: “Yo fui líder dos años en Naciones Unidas e hice un curso sobre Derechos Humanos en Costa Rica. Allí vi que hemos avanzado mucho en muchos países, por ejemplo en España, en Serbia, inclusive en Rumania. Hay gitanos que estudiaron, se formaron y trabajan en la universidad, en centros de estudios, son obreros, periodistas, locutores, actores…En Argentina eso no sucede a pesar de que promover la cultura gitana sería útil para que no haya un choque de culturas”.
Y concluye: “A veces nos dicen que los gitanos no nos integramos. Es un error pensar así, porque el que tiene el monopolio de la integración es el Estado”.
En lo que hace a la inclusión de los gitanos, Argentina ha firmado muchos tratados y acota Nedich, “no ha cumplido con ninguno. El más rimbombante es la resolución 169 que se firma en la OIT en 1985 por el que Argentina se compromete a integrar por medio de la escolarización y el trabajo a la población gitana. Nunca lo hizo, de hecho, ni siquiera nos han censado”.
“Yo hace 32 años que recorro los ministerios de Educación y nunca cortaron el diálogo. El único gobierno que no nos atiende es el actual. Este gobierno habla de hacer de Argentina una potencia, pero para eso necesitaría llenar miles y miles de cabezas de contenidos de excelencia y ha rebajado el Ministerio de Cultura a Secretaría. No habla de educación, sino de mercado”.
Y continúa: “Yo fui líder dos años en Naciones Unidas e hice un curso sobre Derechos Humanos en Costa Rica. Allí vi que hemos avanzado mucho en muchos países, por ejemplo en España, en Serbia, inclusive en Rumania. Hay gitanos que estudiaron, se formaron y trabajan en la universidad, en centros de estudios, son obreros, periodistas, locutores, actores…En Argentina eso no sucede a pesar de que promover la cultura gitana sería útil para que no haya un choque de culturas”.
Y concluye: “A veces nos dicen que los gitanos no nos integramos. Es un error pensar así, porque el que tiene el monopolio de la integración es el Estado”.
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