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martes, 25 de junio de 2013

¿Cuál es la mejor técnica para memorizar hechos? Según la BBC

Las técnicas diseñadas para ayudar a recordar -mnemotecnia- se utilizan desde hace miles de años.

En la Antigüedad había una mayor necesidad de recurrir a este tipo de técnicas que ahora que hay tabletas y computadoras.

El método más conocido tiene sus orígenes en Grecia, en el siglo V a.C.

Cuando le pidieron al poeta Simónides de Ceos que identificara a personas que habían sido aplastadas por el derrumbe de un edificio del que acababa de salir, Simónides descubrió que podía hacerlo recordando mentalmente dónde se había sentado cada uno.

Este truco, que consiste en vincular hechos con lugares, todavía es ampliamente utilizado por participantes de concursos en que ponen a prueba la memoria. Es conocido como "camino mental" o Método de Loci (MOL, en sus siglas en inglés), y loci, que viene del latín, significa 'lugares'.

Irónicamente, se cree que la historia de Simónides es sólo un lindo cuento (1) que se usa para que la gente se acuerde de cómo funciona.

Con escáneres del cerebro se ha descubierto que los expertos que utilizan MOL para memorizar tienen niveles de activación más elevados en áreas del cerebro percepción espacial, como el hipocampo, pero no queda claro cómo esto ayuda al recuerdo.

Sin embargo, no funciona solamente con hechos ordinarios: en 2009, un equipo de científicos de Canadá y Estados Unidos informaron que puede ser usado para recordar decenas de miles de datos aleatorios.

También se está investigando la técnica MOL como forma de combatir la pérdida de memoria relacionada con la edad avanzada. Fuente: BBC

Nota. (1) Los cuentos son narraciones que tienen una utilidad principal; enseñar cosas que se consideran útil para la vida, para el grupo social, aprender preceptos, recordar consejos, normas, valores, ... memorizar información en definitiva. Y como, si es bello, se recuerda mejor, aparece la estética ligada a la narración. Otro método ancestral para aprender y recordar conocimientos, valores y actitudes, ha sido y es el canto.

sábado, 8 de mayo de 2010

_--Caperucita Roja. Little Red Riding Hood

_--Caperucita Roja y Bibiana feroz

_¿Qué jaleo es este, el que se ha armado a propósito del supuesto intento de Bibiana Aído de “meter cuchara” (una articulista dixit) en los cuentos infantiles de toda la vida?
Para empezar, ¿qué ha ocurrido?
Los hechos son estos: el Ministerio de Igualdad ha firmado un convenio con la Federación de Enseñanza de UGT para fomentar la igualdad en las aulas; y en él se afirma: “Los cuentos infantiles están llenos de estereotipos. Casi todas las historias colocan a las mujeres en una situación pasiva, en la que el protagonista, generalmente masculino, tiene que salvarla”.

En cuanto a Bibiana Aído en persona, no ha dicho nada. Lo que no obsta para que se le haya acusado de todo: de “achicar los espacios del pensamiento”, “emplear las tijeras de podar en la literatura infantil”, “habitar un mundo desolado de relativismo y deconstrucción” (sic) y hasta de “no entender Blancanieves”...

A mí, en todo este revuelo, me molestan tres cosas que, más allá de este caso concreto, se están volviendo norma general.

Una, que se califique de censura (“piquete moralista”, ha escrito alguien) lo que no es más que sentido crítico, el intento de hacer que la gente piense en vez de tragarse sin más lo que le echen, sean cuentos infantiles u otra cosa.

Dos, la idea subyacente de que de un lado está –cual inocente Caperucita– el sentido común, o la naturaleza de las cosas, o la tradición o la calidad o la libertad de los lectores, y del otro, sólo del otro, como el Lobo Feroz, la ideología. Como si los cuentos infantiles –o el canon occidental, o la publicidad, o la lengua española– fueran indiscutibles e invariables, como si en su gestación o fijación no hubiera intervenido nadie; como si no contuvieran, en fin, ninguna ideología.

Y la tercera, basta que la ministra de Igualdad abra la boca (o no la abra siquiera, como en este caso), para que la despedace una jauría de columnistas y tertulianos, izquierdas y derechas confundidas.
Pero quizá lo que más me duele es el ahínco con que algunas mujeres que escriben en la prensa han aprovechado la oportunidad para hacer algo que hacen regularmente: renegar tres veces, en voz alta y clara, del feminismo y de las feministas. Hacen bien: no olvidan que son hombres, poco proclives en general al feminismo, los que pagan y mandan, y que su silla nunca está lo bastante segura.

Fuente: Laura Freixas, La Vanguardia, jueves 29 de abril, 2010, pág. 24
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