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miércoles, 1 de mayo de 2024

Ken Loach se retira tras 60 años de cine

Ken Loach afirma sentir un "gran respeto" por Jonathan Glazer, quien planteó la cuestión de Gaza en su discurso de aceptación del Oscar por The Zone of Interest [La zona de interés], y asegura que el director fue "muy valiente" al declarar lo que declaró. "Y estoy seguro de que comprendió las posibles consecuencias de ello, lo que le hace aún más valeroso, de modo que siento un gran respeto por él y por su trabajo", ha comentado a Variety.

El veterano cineasta y activista habla en vísperas del estreno en los Estados Unidos de The Old Oak [El viejo roble], un largometraje que será además el último. Tras más de 60 años de carrera, el director británico, ganador de la Palma de Oro en dos ocasiones y responsable de películas tan queridas como Kes, The Wind That Shakes the Barley [El viento que agita la cebada], Land and Freedom [Tierra y libertad], Sweet Sixteen [Felices dieciséis], My Name is Joe [Mi nombre es Joe] y I, Daniel Blake,[Yo, Daniel Blake] da por terminada su carrera.

Por supuesto, Loach ya ha anunciado su retirada en más de una ocasión. Por eso, cuando afirmó que The Old Oak sería su último largometraje en vísperas del Festival de Cannes de 2023 -donde se presentó a concurso (su decimoquinta película, todo un récord)-, muchos observadores se lo tomaron con cautela. No cabía duda de que el autor más importante del mundo del realismo de clase trabajadora volvería a centrar su objetivo en otra injusticia social.

Diez meses después, sin embargo, ni siquiera el estado actual del mundo es suficiente para que Loach, de 87 años, vuelva a ponerse detrás de la cámara.

"Creo que, en lo que respecta a la salud, la idea de volver a pasar por todo significa probablemente un paso excesivo", explica. "Sólo te detienes cuando ya es absolutamente necesario, y yo he llegado al final del recorrido".

Pero Loach insiste en que su actual ronda de compromisos con los medios -entrevistas con la prensa que aprovecha en cada película para hablar de los temas sociales que muestra en pantalla- no supone una gira de despedida.

"Intento pensar en el futuro y no ser nostálgico", cuenta. "No hacer películas no significa que termine en modo alguno la conexión con el cine y los estudiantes, y con la gente que escribe sobre cine. Y he tenido suerte, hay muchas posibilidades de hacer cosas parecidas a trabajar, pero no con el mismo grado de concentración y viajes".

Para Loach, que celebró su primera Palma de Oro (por The Wind That Shakes the Barley) con una taza de té típicamente discreta, lo más destacado de sus seis décadas en el cine son "las extraordinarias relaciones y amistades" que ha encontrado por el camino. Todavía mantiene el contacto con David Bradley, a quien ofreció el papel de protagonista en Kes, su clásico de 1969, cuando sólo tenía 14 años.

"Se acerca a los 70 y sigue siendo el mismo", dice. "Nos vemos de vez en cuando e intercambiamos tarjetas de Navidad. Pero lo mismo ocurre con la mayoría de mis películas. Esa conexión humana es una de las cosas que más aprecias".

Kes recibió un inesperado reconocimiento en los premios BAFTA (del cine británico) en febrero, cuando Samantha Morton, al recoger su beca BAFTA, afirmó que su vida "cambió para siempre" cuando vio la película en el colegio, siendo adolescente. "Al ver la pobreza y a gente como yo en la pantalla, me reconocí: la representación importa", afirmó.

Pero ni siquiera este momento, estando Loach en la sala para poder escucharlo (The Old Oak era candidata a mejor película británica), bastó para quebrar su modestia.

"Fue muy generoso por su parte, pero he sido siempre consciente de que fue mérito del libro de Barry Hines [Kes fue una adaptación de A Kestrel for a Knave, Un cernícalo para un bribón], y conocí a Barry a través de Tony Garnett, el productor", dice. "De manera que siempre me avergüenzo cuando me dicen que es mi película. Es nuestra película. Y el libro de Barry es un auténtico clásico. Creo que el problema de nuestro negocio es que crea egoístas si no se tiene cuidado. Una película "del" director es algo vergonzoso. Una película Kodak sí es de alguien".

Para tratarse de uno de los nueve directores que han ganado dos Palmas de Oro, Loach afirma que su ego siempre ha estado controlado gracias a "la familia y los amigos, que están dispuestísimos a tomarme el pelo".

Desde su primera película -el drama televisivo Cathy Come Home en 1966- Loach ha abordado innumerables temas, como los sin techo, la pobreza, la salud mental, los derechos laborales, el Estado del Bienestar y la economía colaborativa, además de periodos históricos como la independencia irlandesa y la guerra civil española. The Old Oak tiende puentes entre temas nacionales e internacionales, centrándose en una familia de refugiados sirios enviados por las autoridades británicas a vivir a un antiguo pueblo minero del norte de Inglaterra que ha pasado por tiempos difíciles y donde los recién llegados se convierten en fácil chivo expiatorio.

Pero Loach admite que hay un tema muy cercano a su corazón al que nunca ha conseguido hincarle el diente cinematográficamente: Palestina.

"Me hubiera gustado trabajar sobre esa cuestión, pero no sabía cómo abordarlo", dice. "Tendría que haber sido un documental, pero era un gran proyecto y, desde luego, es algo me ha superado en la última década".

En relación a Palestina, Loach y su equipo de The Old Oak se mostraron muy firmes en su apoyo a un alto el fuego en Gaza en los BAFTA (los premios del cine británicos), hablando sobre la cuestión en la alfombra roja y posando para las fotos con un cartel que rezaba "Gaza: Alto a la matanza".

Dos semanas después, Glazer pronunció su alocución en los Oscar.

En unas palabras muy escudriñadas desde el 10 de marzo, al recoger el Oscar al mejor largometraje internacional por su drama sobre el Holocausto, Glazer se refirió a la violencia en Oriente Próximo, afirmando que su película ambientada en Auschwitz "muestra adónde conduce la deshumanización en su peor momento. Ha configurado todo nuestro pasado y presente. Ahora mismo, estamos aquí como personas que se niegan a que su judaísmo y el Holocausto se vean secuestrados por una ocupación que ha llevado a sufrir un conflicto a tanta gente inocente. Ya se trate de las víctimas del 7 de octubre en Israel o del actual ataque a Gaza, de todas las víctimas de esta deshumanización, ¿cómo nos resistimos a ella?".

El discurso fue recibido lo mismo con elogios que condenas. Tony Kushner lo describió como una "declaración intachable e irrefutable". Mientras tanto, una carta abierta firmada por más de mil creativos y ejecutivos judíos del sector lo denunciaba por contribuir a alimentar "el creciente odio antijudío en todo el mundo".

Aunque Loach reconoce que Glazer se ha visto "atacado" por su discurso, señala que también ha recibido "mucho apoyo de muchísimas personas judías que declararon que rompe el estereotipo de que todos los judíos apoyan lo que hace Israel, porque está bien claro que no es el caso".

Y añade: "Ha sido algo de gran valor porque muestra esa diversidad. De modo que siento un gran respeto por lo que ha hecho".

The Old Oak se estrenó el 5 de abril en el Film Forum de Nueva York, el 12 de abril en el Laemmle Royal de Los Ángeles y se exhibirá a escala nacional en otras localidades. La proyección en el Film Forum irá acompañada de una retrospectiva de más de 20 películas de Loach, entre ellas Kes, The Wind that Shakes the Barley, Riff-Raff, Poor Cow, I, Daniel Blake, y muchas más, a partir del 19 de abril.

Alex Ritman periodista cinematográfico radicado en Londres, estudió Economía y Filosofía en la Universidad de Leeds, y cubre la actualidad del cine y televisión británicos para las más conocidas revistas especializadas del sector en los EE.UU., como Variety o The Hollywood Reporter, informando además de festivales europeos de “clase A”, como Berlín, Cannes o Venecia.

Fuente:
Variety, 2 de abril de 2024

domingo, 12 de junio de 2016

"I, Daniel Blake" y la lucha por otro mundo mejor

“Otro mundo es posible y necesario”
Ken Loach

Palabras de Ken Loach al recibir la Palma de Oro en el LXIX Festival de Cine de Cannes:

“Recibir la Palma de Oro resulta algo curioso, pues hay que recordar que los personajes que han inspirado esta película (“I, Daniel Blake”) son los pobres de la quinta potencia mundial, que es Gran Bretaña. Hacer cine es una cosa formidable y, como vemos esta tarde, muy importante. El cine hace que viva nuestra imaginación, aporta al mundo el sueño, pero nos presenta el verdadero mundo en el que vivimos. Pero ese mundo se encuentra en una situación peligrosa.

“Estamos en el filo de un proyecto de austeridad, que se dirige con ideas que llamamos neoliberales que amenazan con llevarnos a la catástrofe. Estas prácticas han provocado la miseria de millones de personas, de Grecia a Portugal, con una pequeña minoría que se enriquece de manera vergonzosa. El cine es portador de numerosas tradiciones, y una de ellas es la de presentar un cine de protesta, un cine que antepone al pueblo frente a los poderosos, y espero que esa tradición se mantenga. Nos acercamos a periodos de desesperación, de los que la extrema derecha puede aprovecharse. Algunos de nosotros somos lo bastante mayores para recordar lo que eso pudo suponer. Por eso, debemos decir que hay otra cosa posible, que otro mundo es posible y necesario”.

Cannes, 22 de mayo de 2016

Franca, digna y brutalmente conmovedora
Peter Bradshaw

Con esta película — tal vez la última de las suyas, y tal vez, no —, Ken Loach se constituye todavía más en John Bunyan del cine británico contemporáneo. Sobre la base de la investigación y las entrevistas realizadas por el guionista Paul Laverty, esta película cuesta la historia imaginada de Daniel Blake, viudo de mediana edad del noreste [de Inglaterra] que no puede trabajar ni recibir prestaciones después de un infarto casi fatal, y la historia se cuenta con una llaneza pura y feroz: sin adornos, sin disculpas, hasta sin desarrollo. La película de Loach es una ofensa a las reglas tácitamente aceptadas del buen gusto sofisticado: sutiliza, ironía y oblicuidad. La película no es objetiva y acaso Loach y Laverty subscriben la máxima de Churchill de negarse a ser neutral entre la brigada de bomberos y el fuego.

Ken Loach insistirá en comportarse como si hubiera de verdad algo malo de un modo apremiante, y que no deberíamos o no tenemos que acostumbrarnos a los bancos de alimentos como una realidad de la vida; lo retrata todo como algo respecto a lo cual podríamos de verdad hacer alguna cosa en el mundo real, por oposición a lo que supone invocar la injusticia como gesto estético, o como ingrediente que dé sabor a una ficción realista social moderna. Hay muchos que están encantados de reconocer el valor de películas como ésta si se localizan en el mundo en vías de desarrollo, mostrando a gente solidaria que trata de conservar su dignidad mientras pasa hambre. Pero si eso mismo se desarrolla en la Gran Bretaña moderna se desecha con un encogimiento avergonzado igualmente estridente o amedrentador, como si pasar hambre fuera imposible para los británicos que no son unos gandules.

I, Daniel Blake, tiene, desde luego, errores, y estaría por reconocerlo. Hay un par de escenas muy grandes, probablemente demasiado, y se veía venir cómo iba a acabar veinte minutos antes de que terminara la película. Sería un error etiquetar este estilo de austero, por supuesto. Pero tiene pasión y franqueza e idealismo, y magníficas interpretaciones, en un estilo que no es de actor, del cómico monologuista Dave Johns, en el papel de Daniel Blake, y de Hayley Squires como Katie, la madre soltera de Londres, a la que reubican en una vivienda municipal de Newcastle, donde el coste de la vida es más barato.

Desde el principio mismo, Blake se encuentra en una tormenta perfecta de infortunio burocrático. Ha sobrevivido a un paro cardíaco y su especialista del NHS le dice que debe descansar y no tratar de trabajar a destajo como carpintero. Pero de modo catastrófico, se presenta como si estuviera bastante bien; carece del ingenio o de la astucia para ofrecer al funcionariado el relato más pesimista posible de su dolencia, y de hecho pone instintivamente la mejor cara. Una valoración por parte de un funcionario que va marcando las casillas del Departamento de Trabajo y Pensiones decide que no tiene derecho a subsidio de enfermedad.

El círculo vicioso resultante concluye que sus únicos ingresos sólo pueden provenir de su asignación como demandante de empleo, que únicamente puede ganarse si le ven buscando trabajo agotadoramente y asistiendo a talleres sobre cómo hacer un currículo; este hombre jovialmente abierto, nada reflexivo, es ingenuamente honesto acerca de su intención de evitar el trabajo debido a su salud, de manera que se le etiqueta de modo humillante de gorrón. Todo tiene que solicitarse por vía digital, pero Blake carece de ordenador, de teléfono inteligente, de Internet, y es incompetente de forma vergonzante a la hora de usar los terminales de su biblioteca pública, que se cae o se cuelga cuando llega al final del formulario, de manera que tiene que volver a empezar.

Su única amiga es Katie, la madre soltera de sangre caliente de la que Daniel se hace amigo, convirtiéndose en una figura amable, como de abuelo, para sus dos niños. Aunque es inocente como un niño cuando se trata de la Red, demuestra que puede arreglar su destartalado piso y les da diestros consejos para mantenerlo todo lo cálido que sea posible. En realidad, le gusta hacer trabajos.

La fría y dura gravedad del Centro de Empleo, con su plana iluminación y sus cubículos separados de aglomerado pintado pone un barniz brutal sobre muchas escenas. Lo mismo vale en el caso del lenguaje. Los funcionarios tienen la espeluznante costumbre de desactivar todas las quejas, ya sea cara a cara o por teléfono, insistiendo en que ellos no son los que deciden: es todo responsabilidad “del que toma las decisiones”, como si fuera una sola persona: “responsable” es jerga burocrática casi risiblemente torpe, que tiene también algo distintivamente orwelliano en ello.

Y luego está la escena clave: el afrentoso momento del banco de alimentos, cuando la desdichada y orgullosa Katie soporta una indecible humillación, que resulta casi insufriblemente conmovedora. La escena es una evocación brutal, insensible de a qué cosas impensables puede llevar el hambre. Escribió Dickens en Bleak House que “lo que son los pobres para los pobres es poco conocido, salvo para ellos y para Dios”. Esta película interviene en el desordenado y desagradable mundo de la pobreza con la intención secular de hacernos ver lo que verdaderamente está pasando, y en un país próspero, además. I, Daniel Blake es una película con una dignidad propia feroz y sencilla.

Ken Loach (1936) es el mayor de los cineastas políticamente comprometidos del realismo social británico.

http://www.sinpermiso.info/textos/i-daniel-blake-y-la-lucha-por-otro-mundo-mejor