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miércoles, 16 de noviembre de 2011

Baltimore, Nueva Orleans, Faluya

Cuando Margaret Talbot, una periodista de la revista The New Yorker, definió The Wire como "una cruzada", estaba definiendo -con mucha puntería- al creador de la serie, un señor llamado David Simon.

 El historial de Simon en la pequeña pantalla ha sido siempre un compendio de sus manías, sus vicios y sus virtudes. No hay que olvidar que el guionista y productor empezó su andadura profesional como periodista de investigación y ya desde el principio demostró ser un tipo implacable en la búsqueda de lo que él consideraba la verdad. Simon se peleó con el poder en todas sus vertientes y de esa lucha nació Homicidio, una crónica oscura y real de su paso por los bajos fondos de Baltimore.

La serie (1993) que surgió del libro era igualmente veraz, preocupada en extremo por resultar creíble y donde ya se anticipaba aquella máxima que el periodista haría famosa algún tiempo después: "Que se joda el espectador medio".

The Corner (2000), titulada en España La esquina, era una obra 100% Simon, nada de intromisiones o concesiones a los de arriba. HBO le dio carta blanca para el esbozo, el borrador que poco después se convertiría en The Wire.

En La esquina ya convergen muchas de las obsesiones de Simon: la habilidad para la creación de personajes, el profundo conocimiento de la condición humana, una afilada pericia para el diálogo y las tramas corales. La serie también le sirvió para descubrir que la ciudad era su auténtico campo de batalla, allí donde quería levantar el fuerte. Consecuentemente The Wire nacería dos años después casi como un acto de responsabilidad con la ciudad que le había acogido y acabaría convirtiéndose en un monumento a la complejidad de la sociedad estadounidense.

La serie se hizo famosa además por su naturaleza dickensiana (o shakespeariana, la cosa ha merecido muchos argumentos a favor y en contra) y por la belicosidad de sus tramas. Según el escritor Dennis Lehane, a la estancia donde se reunían los guionistas de The Wire la apodaban "la sala de guerra". Lehane, Richard Price, Ed Burns, George P. Pelecanos y Simon formaron el inquieto quinteto que parió la mejor televisión de la historia.

Otras versiones dibujan a un Simon hiperactivo, paseándose por la sala de guerra agitando los brazos y gritando "¿qué haría Shakespeare?" cada vez que el grupo se atascaba. De la serie también se desprenden los signos vitales de este señor bajito y con boina: su incorruptibilidad, su fijación por los temas sociales, su desprecio por las convenciones y lo políticamente correcto. No hay que olvidarse -aunque es bastante difícil afirmar que fuera la voluntad de Simon- de esa épica del perdedor que subyace en sus tramas: la del policía, el traficante, el ladrón o el vagabundo. Sus personajes comparten un gusto por la mortalidad que les hace correr rápidamente en su busca: es difícil eludir el determinismo en su obra.

La posterior Generation Kill (2008), una reflexión hiperrealista sobre la guerra de Irak a través del periodista de la revista Rolling Stone Evan Wright, marca esa mirada que repasa las consecuencias del poder desde abajo. También define muy bien el estilo de Simon: la escritura al servicio del personaje, el lenguaje como puerta de entrada a una realidad distinta, el reparto como declaración de intenciones (en Generation Kill el marine Rudy Reyes se interpretaba a sí mismo, algo similar a lo que sucedió en The Wire con el personaje de Snoop y que sucedería a posteriori con varios de los protagonistas de Treme).

Treme (2010) marca otra de las grandes referencias de Simon, la ciudad no sólo como telón de fondo sino como protagonista. Baltimore ocupó ese rol en Homicidio, La esquina y The Wire; Faluya en Generation Kill, Nueva Orleans en Treme. En esta última la ciudad del sur de EE UU trata de reponerse del desastre causado por el huracán Katrina.

Los trazos de Simon siguen siendo casi caligráficos, fijados esta vez en la idiosincrasia del universo musical del barrio francés. Sin embargo, no importa hasta dónde viaje Simon o lo que se proponga contar: sus criaturas siguen teniendo algo de animales salvajes y sus tramas no buscan la sonrisa o el aplauso.

Para el que está considerado como uno de los hombres más importantes de la historia de la caja tonta (y parafraseando a Bill Shankly) la tele no es una cuestión de vida o muerte, es mucho más que eso.

domingo, 13 de noviembre de 2011

David Simon ha revolucionado la mirada sobre la sociedad estadounidense con sus crónicas sobre violencia, corrupción, drogas o fracaso educativo.

El creador de series de culto como The Wire o Treme usa un lenguaje tan contundente como los temas que aborda.
En estos momentos, en alguna esquina deprimida de miles de ciudades, drogas, dinero y violencia dibujan un universo paralelo habitado por personas cuyos sueños y deseos no son demasiado diferentes de los de aquellos que no pertenecen a aquel lugar. Una compleja mezcla de incapacidades institucionales, fracasos educativos, desigualdades económicas y problemas personales les mantiene atrapados en esa esquina, en un arriesgado juego contra la ley y contra su propia vida y del que en los telediarios se habla bajo el capítulo de "narcotráfico". En Hollywood ese universo es el alimento de cientos de películas y series de televisión que reducen esa esquina a un enfrentamiento entre buenos y malos. Pero hay quien no lo ve así.
David Simon (Washington, 1960) es la antítesis de Hollywood. No puede desprenderse de la realidad que descubrió en las calles de Baltimore, donde trabajó como periodista de sucesos durante casi quince años y, por tanto, no puede entregarse a esa visión descafeinada de un mundo dividido en dos bandos habitados por héroes, mártires y malvados. Eso tiene ventajas y desventajas: la serie que le hizo célebre como creador y guionista, The Wire, centrada en la lucha contra el crimen de un grupo de detectives de Baltimore, tuvo bajos índices de audiencia mientras se emitía en HBO durante la pasada década. Tampoco llegó a ser premiada por la industria, que no perdona el no hacer caja. Pero el espectador sabe elegir. David Simon tiene hoy millones de seguidores en todo el mundo, convertidos en apóstoles de la serie tras extenderse el boca a boca sobre su calidad y tras recibir los elogios unánimes de la crítica, que le ha declarado como uno de los supremos cronistas del siglo XXI. Al combinar audazmente el entretenimiento de guiones y tramas policiales certeras con la descripción más cruda y honesta de los males endémicos de nuestra sociedad -corrupción, guerra contra las drogas, destrucción de la clase trabajadora, fracaso del sistema educativo y perversiones del periodismo actual-, The Wire le ha hecho alcanzar el estatus de los grandes escritores.
Pero mucho antes de que The Wire presentara verdades demoledoras en la televisión, David Simon escribió La esquina (Principal de los Libros), un libro que firmó con el expolicía Ed Burns y que llega a las librerías españolas quince años después de su publicación. Aunque haya pasado tanto tiempo, el año que Simon y Burns bucearon en uno de los guetos más violentos de Baltimore se parece demasiado al mundo en el que aún vivimos. En La esquina relataron con minuciosidad quirúrgica la perversa realidad de las drogas, los dramas personales de quienes quedan atrapados en ellas y el fracaso de las instituciones en su lucha contra el narcotráfico. "Hay pequeñas diferencias de contexto respecto a 1993, pero son mínimas. La naturaleza de la adicción y la violencia alrededor de ella son las mismas. La guerra contra las drogas no ha cambiado y aquella esquina simplemente se ha mudado cuatro calles más abajo. Nadie se plantea legalizarlas, que sería la única forma de acabar con ellas, aunque sí creo que estamos más cerca que antes de la legalización de la marihuana, que sería un primer paso".
David Simon, poco dado a la sonrisa, de proporciones imponentes y vestido con la simplicidad de quien tiene poco interés por salir guapo en la foto, lo explica ahora desde otro lugar aparentemente muy distinto a Baltimore, pero aquejado por males que también tienen relación directa con la incapacidad actual de las instituciones de mejorar la vida de sus ciudadanos: Nueva Orleans. Aquí pasa largas temporadas desde hace ya tres años, embarcado en otra odisea narrativa donde la realidad manda: Treme, una serie sobre la vida en la ciudad después del paso del huracán Katrina, de la que actualmente se emite en España la segunda temporada y para la que Simon acaba de firmar una cuarta con HBO.
En Nueva Orleans, donde prepara el rodaje de la tercera temporada de Treme, en una oficina algo aséptica pero salpicada de fotografías de músicos y de regalos locales -como una extraordinaria máscara bordada por uno de los jefes indios de la ciudad-, Simon rememora el año que pasó en las calles para después escribir La esquina. Fue muy parecido al que vivió empotrado en una comisaría de Baltimore para escribir otro de sus libros, Homicidio, centrado en la vida de varios agentes de esa ciudad y de cuya combinación es hija The Wire, aunque de ambos libros también realizó sendas miniseries antes de embarcarse en aquel opus magnum. "Homicidio era una historia de oficina, me tuve que ganar la confianza de los policías en su día a día de trabajo. En La esquina la oficina era la propia vida de adictos y traficantes y, por tanto, era mucho más difícil ser aceptado. Fue un trabajo lento, de mucha paciencia", recuerda. Comenzó Ed Burns acudiendo a la esquina de las calles Fayette y Mount, en el Baltimore de 1992, cuando la heroína hacía estragos en una ciudad de 600.000 habitantes. Después, tras conseguir una excedencia en el diario Baltimore Sun, Simon se unía a este exagente de cuyo pasado desconfiaban todos. Ahora rememora cómo un día de calor compraron tés helados para los yonquis y los traficantes con los que convivían a diario. "Con eso ganamos muchos puntos porque la policía jamás hubiera hecho algo así, pero la barrera definitiva cayó el día que llevamos a uno de ellos, con un fuerte dolor de muelas, a un hospital y pagamos la factura. Al regresar a la esquina se corrió la voz y se nos abrieron todas las puertas".
El libro describe la vida de una familia real a lo largo de un año, pero hay muchos personajes secundarios de los que Simon y Burns también se sirven para tejer un retrato demoledor pero tremendamente humano de la realidad de este gueto de Baltimore. Y tratándose de un autor como Simon, que ha hecho de esa extraordinaria y escasa cualidad llamada empatía casi un mandamiento, vivir sumergido en aquella realidad no fue fácil. "Emocionalmente fue agotador. En teoría sabes que vas a una esquina dominada por las drogas y que verás cosas muy duras, pero cuando pasas tanto tiempo allí es imposible mantenerte indiferente. Fuimos testigos de momentos de absoluta humanidad, de total desesperación, a veces sentías euforia, otras vergüenza y otras todo al mismo tiempo". ¿Cómo evitó que esos sentimientos no nublaran su trabajo? "Creo que el secreto está en contarlo todo sin omitir las debilidades, pero es fundamental hacerlo desde el máximo respeto".
La crítica estadounidense, al hablar del libro, subrayó la capacidad de Simon y Burns para trazar un retrato veraz y a la vez profundamente humano de una realidad que podría extrapolarse a cientos de ciudades americanas. Para Simon, además, su relación con los personajes del libro no terminó con su publicación. "De algunas de las personas que aparecen en La esquina me llegué a hacer muy amigo y sufrí mucho con su muerte. Otros siguen siendo parte de nuestras vidas. Muchos de ellos trabajaron en la serie de televisión que hicimos basada en el libro. Y otros también en The Wire. A veces Burns y yo nos preguntamos, de forma ególatra, si nuestra entrada en su existencia tuvo algún impacto positivo en ellos, pero lo cierto es que no, había fuerzas mucho mayores en juego que nosotros".
En las notas del libro Simon y Burns explican que al principio casi todo lo que les contaban en la esquina era mentira y solo su perseverancia les permitió que con el tiempo emergiera la verdad de acontecimientos e historias personales. Al preguntarle sobre ese proceso Simon introduce en la conversación uno de sus temas favoritos, la crisis del periodismo y otro que actualmente monopoliza su interés: el movimiento Ocupa Wall Street.
"Las noticias, cuando ocurren, te obligan a contar de inmediato lo que ha pasado, aun sin entender nada. Es inevitable, la superficialidad inicial es un mal intrínseco al periodismo. Pero el error es no profundizar después y, desafortunadamente, los periodistas cada vez profundizan menos, no regresan a la noticia. Al principio yo también creía en el juego de los buenos y los malos y aceptaba la guerra contra las drogas como una necesidad y una imposición moral. Pero cuando pasas mucho tiempo en las calles y observas las dinámicas empiezas a ver las mentiras y las contradicciones entre lo que decimos que hacemos -luchar contra las drogas- y lo que en realidad hacemos: aterrorizar a las clases más pobres machacándoles con el peso de un sistema judicial que está completamente desconectado de la realidad. Si me hubiera limitado a asomarme a las calles de forma superficial nunca lo habría llegado a comprender". Esa falta de interés por buscar las causas de lo que ocurre es la misma que hoy ve en la cobertura informativa del movimiento Ocupa Wall Street. "La prensa le pone el micrófono en la boca a un manifestante que puede ser alguien que sabe de lo que habla o alguien que es prisionero de su propio enfado con Wall Street. Así se crean coberturas caprichosas que dependen de la suerte del manifestante que escoges". Sin embargo, no le sorprende porque, según él, la prensa refleja el mantra que ha dominado en la sociedad durante los últimos treinta años y por tanto retrata la realidad siguiendo ese mantra: "Desde los años ochenta el libre mercado es la respuesta a todo. Maximizar beneficios se ha convertido en el sistema métrico con el que se mide el valor de las cosas y de las personas. Y la gente del parque Zuccotti ha entendido que hay que cambiar ese sistema porque si permites que sea el mercado el que dicta los salarios estás diciendo que los seres humanos no valemos nada. Hoy podemos producir mucho con muy poco y eso solo beneficia al capital, que sigue ganando dinero. Por eso si The New York Times envía a un reportero de negocios a cubrir las protestas en el contexto de una América que lo racionaliza todo en función del máximo beneficio, en su artículo escribirá que esta gente no sabe lo que dice porque no entiende cómo funcionan los mercados. Pero es exactamente al revés, lo entienden perfectamente y por eso han decidido dar un paso en otra dirección. Yo los admiro".
Hace dos años, Simon, en cuya obra siempre hay una abierta denuncia de las desigualdades económicas de su país, se declaraba sorprendido de que en Estados Unidos no hubiera manifestaciones masivas contra el rescate de los bancos y la crisis económica y lo atribuía al hecho de que, mientras el Gobierno le pudiera dar a la gente "las sobras", nadie saldría a la calle. "Ahora ya no quedan ni las sobras. Por eso para mí Ocupa Wall Street es una de las más genuinas y orgánicas representaciones de patriotismo y el acto de desobediencia civil más importante que ha ocurrido en este país desde la guerra de Vietnam. Lo que están consiguiendo, pacíficamente, aunque sea abstracto y teórico, me ha devuelto la ilusión por lo que somos y por lo que tenemos el potencial de ser. Lo único que temo es que la historia me dice que en América todas las conquistas sociales han llegado a través de la violencia. Aun así, si no estuviera en Nueva Orleans, estaría en el parque Zuccotti".
Pero está en Nueva Orleans, preparando la tercera temporada de Treme, una serie en la que pensó junto a Eric Overmyer antes del Katrina, pero a la que el huracán dio alas. "Institucionalmente los niveles de incompetencia, avaricia, corrupción y violencia desde la rotura de los diques han sido impresionantes y solo indican de lo que nuestras instituciones son capaces e incapaces ahora que han sido compradas por el dinero. Y pese a todo, el modo en que la gente ha luchado por su comunidad aquí, individualmente, apoyándose solo en sus deseos ordinarios, en su convicción de querer volver a casa, es extraordinaria. Creo que también es una alegoría de lo que la gente está tratando de hacer en Ocupa Wall Street, es el mismo impulso. Una forma de patriotismo que se expresa en términos de tu amor por el lugar al que perteneces y que en Nueva Orleans es muy fuerte". De todo ello habla Treme. Leer todo en El País.

martes, 4 de mayo de 2010

David Simon, productor de The Wire

La de David Simon es la historia de cómo un redactor de sucesos se convirtió en el productor de televisión más admirado. Quien ha visto sus series The wire o Generation kill, que retratan la corrupción y la guerra de Irak con autenticidad, queda marcado como espectador. Simon, de 50 años... habla con seguridad desbordante...
P. ¿Le atraían los periódicos?
R. Me encantaban. En mi casa se compraban al menos cuatro revistas. Mis padres, mis hermanos y yo discutíamos de todo por norma. Nos tomábamos como un deporte el ser capaces de desarrollar una argumentación. Una forma muy socrática de educarnos.
Al principio me gustaban los periódicos como entidad. Luego, en el instituto, me fascinó su proceso de elaboración: maquetar, imprimir... En la Universidad aprendí a diferenciar una buena de una mala historia, no se me había ocurrido antes (risas). La primera vez que sentí ese enamoramiento fue entonces. Tenía un profesor que nos mandaba sus propios libros de lectura obligatoria, me parecía una mierda. Decidí entrevistar a todos los profesores que hacían lo mismo. Contestaban unas chorradas increíbles y tuve mucho éxito entre los estudiantes. Cuando entré en el Baltimore Sun me encargaron los sucesos. Y con los días empiezas a ver crímenes a diario y nada mejora. Empiezas a preguntarte ¿por qué? Ése es el periodismo adulto...
Hay un hecho trascendental en la carrera de Simon. A los 28 años, siendo redactor de sucesos, pidió permiso para integrarse en el grupo de homicidios de la Policía de Baltimore. El comisario jefe se lo dio. En pleno divorcio, Simon se entregó a la tarea. De aquella experiencia nació el libro Homicide. Y tras su éxito, la televisión llamó a su puerta. En plena crisis de fe hacia la dirección del Sun, aceptó. “Aún no me explico por qué aquel tipo me dio permiso -para entrar en la brigada-”, dice. “Murió antes de que se publicara el libro”. Tenía un tumor cerebral. “¿Qué otra explicación necesitas?”...
Los periodistas de prensa escrita se suelen considerar por encima de los de tele o Internet.
R. Efectivamente. Pero la iglesia de la que me siento un apóstata se ha llenado de usureros y putas. Lo que yo valoraba del periodismo estaba desapareciendo del Sun cuando me fui. Si no, no lo habría hecho. Pero nos compró un grupo para los que Baltimore no era un lugar que cubrir, sino un sitio desde el que ascender. Su cobertura era falsa o exagerada y dejó de divertirme...
¿Desde la televisión se puede sensibilizar, lograr cambios?
R. Nunca me ha importado lograr cambios. Políticamente estoy muy a la izquierda de los demócratas. En EE UU, los intereses económicos han comprado el sistema. Que un país con tanta riqueza no pueda ofrecer cobertura sanitaria básica a todos sus ciudadanos es terrible.
P. ¿No siente la necesidad de aportar su grano de arena para cambiar las cosas?
R. Como periodista, nunca escribí con esa idea. Lo hacía pensando que era la mejor historia que podía hacer. Lo que suceda con ella está fuera de mi alcance. No me van las cruzadas. Sales al mundo, ves algo y lo cuentas. No hay ninguna ley que diga que eso no puede hacerse también en televisión.
Sus series han subido el nivel de exigencia de muchos espectadores...
R. Bueno, es que la tele es un terreno desperdiciado. Pero ahora hay más calidad, aunque también más basura.
P. ¿Creará escuela? R. Hay más gente experimentando con el estilo. El director Paul Greengrass también usa la autenticidad como herramienta.
Y eso os diferencia porque...
R. El motivo por el que uno cuenta algo sin inventar chorradas es dotarlo de profundidad, pero sigue siendo ficción. Hay una gran frase de Picasso, y no me estoy comparando con él, que dice: "El arte es la mentira que nos ayuda a ver la verdad". El periodismo puede contar la verdad, y cuando elige hacerlo es muy poderoso. El arte a veces tiene que mentir para poder contar la verdad con la intensidad necesaria para hacernos sentir algo respecto a esa verdad...
P. Tras retratar el fraude y describir el comienzo de la guerra de Irak, ahora vuelve la vista a Nueva Orleans tras el Katrina.
R. The wire iba sobre cómo el poder y el dinero se relacionan con una ciudad. Treme trata sobre la cultura. Cuando ya no se recuerde a EE UU por nuestra ideología, alguien entrará en un bar en Katmandú y podrá oír a Michael Jackson, a John Coltrane o a Otis Redding. El origen de eso son los músicos que empezaron aquí con Louis Armstrong. Esa es nuestra exportación al mundo. Y ese legado peligró con el Katrina. No la música, pero sí su punto de origen, Treme, el barrio más europeo, latino y tercermundista de EE UU pudo haber desaparecido.
P. ¿Así que es optimista?
R. La cultura ha vuelto. Pero sigue siendo una ciudad disfuncional. The wire es una tragedia en la que los individuos no pueden transformar las instituciones a las que pertenecen. Éstas prefieren hacer una carnicería con los suyos antes que cambiar; ésa era mi crítica al capitalismo posmoderno. La Nueva Orleans institucional no es diferente. ¡Ya ni siquiera hay sistema de educación público! La corrupción es endémica, esta ciudad es un desastre. Pero nada demuestra mejor el poder de los individuos que los músicos y toda esta gente que ha rehecho la ciudad.
P. ¿Cree que Treme ayudará en algo a Nueva Orleans?
R. Quizá traiga más turismo, no sé. De nuevo me estás preguntando si quiero lograr cambios... Sólo estoy contando una historia. En este caso, sobre la cultura americana. Parte de la entrevista publicada en "El País, Domingo"

jueves, 1 de abril de 2010

El guionista de la serie "The wire", ha fallecido

David Mills, que también trabajó en "Urgencias", ha muerto a los 48 años en Nueva Orleans durante el rodaje de su nuevo trabajo, centrado en la tragedia del huracán Katrina.David Mills, reconocido por su trabajo en las series The wire y Urgencias, falleció el martes en la ciudad estadounidense de Nueva Orleans a los 48 años, según ha confirmado la cadena HBO, productora de The Wire y de la aún sin estrenar Tremé, en la que también participaba Mills y que se rueda en Nueva Orleans. No se ha informado de las causas de su muerte, aunque medios locales hablan de un aneurisma cerebral.
Mills escribió para el diario The Washington Post a comienzos de la década de 1990. En esa época, junto a su amigo el también periodista David Simon, empezó a trabajar para la televisión y colaboró en conocidas series como Policías de Nueva York y Urgencias. En 2006 se integró en el equipo de The wire, creada por Simon en 2002 y centrada en el mundo de las drogas, alabada por la crítica y laureada con importantes premios... De la serie The Wire ya colgamos un post en este blog. Seguir leyendo aquí.

Abril es el mes más cruel, hace brotar
lilas del interior de la tierra muerta, mezcla
la memoria y el deseo, estremece
las raíces marchitas con lluvia de primavera.
El invierno nos mantuvo calientes, cubriendo
la tierra con nieve de olvido, alimentando
un poco de vida con tubérculos secos.
El verano nos sorprendió, pasando sobre el Starnbergersee
con una cortina de lluvia; hicimos un alto bajo la galería de columnas,
y continuamos a la luz del sol, adentrándonos en el Hofgarten,
y bebimos café, y hablamos durante una hora.
(...)
En las montañas, allí uno se siente libre.
Leo, gran parte de la noche, y voy al sur en invierno.
¿Qué son las raíces que se prenden, qué ramas brotan
de estos escombros minerales? Hijo de hombre,
nada puedes decir, o adivinar, ya que sólo conoces
un montón de imágenes rotas, donde el sol golpea,
y el árbol muerto no ofrece refugio, ni el grillo consuelo,
ni la piedra seca rumor de agua. Solamente
hay sombra bajo esta roca roja,
(ven bajo la sombra de esta roca roja),
y yo te enseñaré algo diferente, tanto de
tu sombra en la mañana avanzando a tus espaldas
como de tu sombra a la tarde creciendo para encontrarte;
yo te enseñaré el miedo en un puñado de polvo.
"Tú me trajiste jacintos por primera vez hace un año;
ellos me llamaban la chica de los jacintos."
Sin embargo cuando regresamos, tarde, del jardín de jacintos,
tus brazos llenos, y tu pelo húmedo, yo no podía
hablar, y los ojos me fallaban, no estaba
ni vivo ni muerto, y no sabía nada,
mirando en el corazón de la luz, el silencio.
(...)
La tierra baldía. T.S.Eliot