La Teoría de la Elasticidad estudia la deformación que se produce en un sólido al ser sometido a distintas acciones (fuerzas, cambio de temperatura, un campo eléctrico, etc). Es un análisis imprescindible para diseñar cualquier elemento estructural que está expuesto a condiciones de carga y medio ambientales durante su vida útil, desde las vigas de un edificio a los nanocables que permiten interpretar el mundo microscópico. Para relacionar las características del material y su comportamiento con las acciones a las que está sometido es necesaria una matemática rigurosa y compleja. Alrededor del año 1820, grandes matemáticos como Augustin-Louis Cauchy y Claude-Louis Navier, entre otros, dieron forma a dicha teoría. Propusieron analizar la deformación de los sólidos mediante un sistema de ecuaciones diferenciales de segundo orden, que expresa los desplazamientos internos del material en función de las acciones aplicadas en el tiempo.
Durante 140 años todos los estudios se apoyaron en dicho marco teórico, hasta que Alan Stroh, un matemático casi desconocido, abrió una nueva etapa de investigaciones en este campo. Publicó dos artículos (en 1958 y 1962) en los que reemplazó dicho sistema por uno de ecuaciones diferenciales de primer orden. Este sistema, al igual que el anterior, solo se puede resolver de forma exacta en casos muy limitados, pero permite extraer información de manera más sencilla. En la actualidad, su formulación se usa en campos como la sismología, la acústica, la geofísica, la biomecánica y la industria de las telecomunicaciones; desde el análisis no destructivo del daño en estructuras inteligentes mediante la propagación de ondas hasta el estudio de distorsiones e interferencias durante el uso de teléfonos móviles, pasando por el modelado de sistemas micro y nano-magnetoelectromecánicos. Y las aplicaciones siguen creciendo.
Pocos datos biográficos se conocen de este científico; ni siquiera aparece en Wikipedia. Nació en Queenstown, Sudáfrica, un día como hoy, 4 de abril, de 1926, donde completó una licenciatura de matemática aplicada. En el año 1950 se trasladó al Departamento de Física de Bristol, Reino Unido, para estudiar el comportamiento mecánico de ciertos sólidos deformables. Allí pudo formarse junto a grandes científicos (incluso premios Nobel en física y otras disciplinas), muchos de los cuales habían huido de los nazis en Europa en los años treinta y habían sido acogidos por la universidad. En 1953 finalizó su doctorado y trabajó en Cambridge hasta 1955, año en que se incorporó a Sheffield.
Stroh se formó en un ambiente académico que es hoy reconocido como la gran escuela británica de la matemática aplicada de mediados del siglo XX, centrada, entre otros aspectos, en el estudio de la elasticidad, la plasticidad y la teoría de defectos.
La colaboración entre investigadores dedicados al estudio de la materia y matemáticos dedicados a la mecánica dio paso al desarrollo de la mecánica de materiales. En el centro de estos avances estaban los nazis y la tragedia de la Segunda Guerra Mundial, que generaron la diáspora de científicos. Además, en el Reino Unido se produjeron iniciativas gubernamentales, tanto durante la guerra como después de ella, que potenciaron estudios centrados en el comportamiento de la materia. Durante esos años, Stroh se dedicó al estudio de la estabilidad estructural de sólidos analizando la formación y propagación de grietas y sus defectos.
En 1958 se trasladó al Departamento de Ingeniería Mecánica del MIT, EE UU, donde publicó su gran aportación a la ciencia, el formalismo de Stroh. Analizó materiales anisótropos, es decir, que presentan distintas características mecánicas (distinta rigidez) según la dirección en la que son observadas. Para describir la deformación utilizó variables geométricas (desplazamientos) y físicas (tensión o fuerza actuando sobre la superficie del sólido), conceptos relativamente simples, frente a los propios de la maquinaria matemática de la elasticidad. Su formulación resultó ser muy versátil, ya que le ofrece al investigador vías alternativas de resolución del problema. Sin embargo, Stroh no llegó a ver el impacto de su trabajo. Falleció el mismo año que terminó de publicar sus resultados, con tan solo 36 años, en un accidente de tráfico mientras se mudaba a su nuevo trabajo en Seattle. El tiempo ha hecho el resto: su nombre y su legado científico han quedado ya para para la eternidad. Hoy cumpliría 91 años.
José Merodio es Profesor del Departamento de Mecánica de los Medios Continuos y Teoría de Estructuras de la ETSI Caminos, Canales y Puertos de la Universidad Politécnica de Madrid.
Café y Teoremas es una sección dedicada a las matemáticas y al entorno en el que se crean, coordinado por el Instituto de Ciencias Matemáticas (ICMAT), en la que los investigadores y miembros del centro describen los últimos avances de esta disciplina, comparten puntos de encuentro entre las matemáticas y otras expresiones sociales y culturales, y recuerdan a quienes marcaron su desarrollo y supieron transformar café en teoremas. El nombre evoca la definición del matemático húngaro Alfred Rényi: “Un matemático es una máquina que transforma café en teoremas”.
http://elpais.com/elpais/2017/03/31/ciencia/1490959875_428099.html
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lunes, 17 de abril de 2017
Alan N. Stroh, el matemático desconocido que modulaba los sólidos. La fórmula propuesta por el investigador, nacido un 4 de abril de 1926, se usa en campos como la sismología, la acústica, la geofísica, la biomecánica y la industria de las telecomunicaciones.
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domingo, 16 de abril de 2017
¿Por qué Alcampo quiere retirar el aceite de palma de sus productos, si no es tóxico ni venenoso? Llevamos 150 años tomándolo, pero ahora han saltado las alarmas. Estos son los pecados de la grasa más polémica, que varios supermercados se plantean apartar
La cadena de supermercados Alcampo se prepara para eliminar el aceite de palma de todos los productos de su marca propia, según informa Cinco Días. La compañía está negociando posibles alternativas con sus proveedores para retirar de sus lineales este polémico ingrediente, criticado por su proceso de producción y alto contenido en grasas. Alcampo no ha hecho público el número de referencias que se verán afectadas por esta decisión. Otras cadenas, como Dia, Eroski o Mercadona, están estudiando emprender acciones parecidas. Estas son las razones del revuelo.
El pecado original de esta grasa es su composición, en la que predomina el ácido palmítico (45%), un ácido graso saturado cuyo consumo habitual “favorece el aumento del colesterol LDL (el malo), que se deposita en las arterias y lleva al desarrollo de la aterosclerosis (depósitos de grasa en las paredes de las arterias), y que a la larga puede provocar ictus e infartos”, detalla Petra Sanz, cardióloga de la Fundación Española del Corazón.
Este riesgo es un viejo conocido para los científicos y también para la Organización Mundial de la Salud (OMS), que en un informe de 2003 sobre dieta, nutrición y prevención de enfermedades crónicas apuntaba al ácido palmítico –junto al mirístico– como el principal responsable del aumento del colesterol total. Y una investigación de la Universidad de Stanford (EE UU) encontró que por cada kilo más de consumo de aceite de palma por persona y año, aumenta un 68 por cien mil las muertes por enfermedad coronaria.
Un informe de la OMS de 2003, ya apuntaba al ácido palmítico –junto al mirístico, presente en la mantequilla y el aceite de coco–, como el principal responsable del colesterol total. A pesar de ello, representa casi el 40% de todo el aceite vegetal usado a nivel mundial
A pesar de la evidencia, su consumo crece como la espuma y su producción se ha triplicado entre los años 1999 y 2014, según un informe del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF). “Representa casi el 40% de todo el aceite vegetal usado a nivel mundial”, destaca la organización, y se usa en alimentación (galletas, precocinados, chocolates, alimentos infantiles…), cosmética (jabones, cremas…) y combustibles (biodiésel).
Los cultivos de palma aceitera ganan terreno a los bosques tropicales. Las imágenes de Google Earth y Landsat ponen de manifiesto que en el sudeste asiático, el 45% de las plantaciones de palma están en áreas que eran bosques en 1989, y en América del Sur la pérdida tropical ha sido del 31%. Para avivar aún más la polémica que rodea a la palma, en enero saltaron las alarmas cuando la agencia Reuters lanzó una información en la que establecía una relación entre el aceite de palma (que materializó en la Nutella) y el cáncer. Esta conclusión se extrajo de un informe de la Agencia Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) que considera tóxicos, y posiblemente cancerígenos, los derivados del glycidol, un compuesto que se origina a partir de ésteres gliciril de ácidos grasos procesados a más de 200º; a la que siguió el rifirrafe tuitero entre Samanta Villar y Hero Baby (la presentadora preguntó a la marca por qué introducía aceite de palma en sus productos de alimentación infantil), y la publicación en el Journal of Clinical Investigation de un trabajo alemán que ha encontrado que una sola dosis alta de aceite de palma es suficiente para dañar al metabolismo.
Sin obviar los potenciales riesgos del consumo de aceite de palma, numerosos expertos han lanzado mensajes matizando la alarma. Beatriz Robles, tecnóloga de los alimentos y experta en seguridad alimentaria, destaca que ni las autoridades sanitarias europeas ni la FDA americana ni la OMS han prohibido el aceite de palma, y la farmacéutica Marián García explica en su blog que el ácido palmítico se encuentra naturalmente en la leche materna, de ahí que lo tengan las leches maternizadas, aunque su origen es diferente y sus propiedades también. El investigador Rafael Garcés, del Instituto de la Grasa del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), insiste en las recomendaciones de las autoridades sanitarias para evitar el consumo de ácidos grasos saturados como el palmítico, “pero eso no quiere decir que el aceite de palma sea tóxico o venenoso. Simplemente, a largo plazo, aumenta el riesgo de sufrir enfermedades cardiocirculatorias”.
La cardióloga Sanz admite que es muy difícil suprimir el aceite de palma de nuestra alimentación: “Basta con leer las etiquetas nutricionales, y se encuentra en muchos productos de uso habitual”, como galletas o pan tostado. “En pequeñas cantidades, y en personas sanas sin factores de riesgo cardiovascular (colesterol elevado, hipertensión, diabetes, etcétera) probablemente no tendrá un impacto importante”, opina. “Una persona sana no va a sufrir un infarto por comer todos los días tres galletas, porque la obstrucción de una arteria depende de más cosas que el colesterol (por ejemplo, fumar). Ahora bien, las grasas saturadas están absolutamente prohibidas en personas que han sufrido un infarto, una angina de pecho o un ictus”. Su recomendación en estos casos es “pan normal, y si es integral mejor”.
El aceite de palma ha ido ganando terreno en nuestras despensas desde que se conocieron los peligros de otras grasas. “Primero dijimos que las grasas animales son malas, y es verdad, y se sustituyeron por ácidos grasos ‘trans’, que son aún peores”, relata Garcés. Y llegó la palma, que tampoco es 100% saludable. “La ventaja con la que juega está en que es barata, tecnológicamente se usa bien y es grata al paladar. Además, algunas industrias tienen plantaciones”, un poderío al que es difícil enfrentarse, admiten los expertos. Con todo, puede haber opciones más saludables al aceite de palma convencional. “Tenemos que competir con otro ácido graso saturado y que no sea tan dañino”, indica el investigador del CSIC. “Un candidato sería el ácido esteárico, que se encuentra en la manteca de cacao y no afecta a los niveles de colesterol. Pero es cara y no hay suficiente producción”. En el Instituto de la Grasa se ha desarrollado “un aceite de girasol alto en esteárico y oleico, pero sale más caro que la palma”, revela Garcés, para quien la industria es la llave para abaratar precios de alternativas más saludables. “En nuestra sociedad, el problema no es alimentarnos, sino hacerlo bien”.
Los cultivos de palma aceitera ganan terreno a los bosques tropicales. En el sudeste asiático, el 45% de las plantaciones están en áreas que eran bosques en 1989, y en América del Sur la pérdida tropical ha sido del 31%
Felipe Ruano, presidente de la Asociación Española de la Industria de Panadería, Bollería y Pastelería (ASEMAC), que aglutina al 80% de las empresas del sector de masas congeladas, asegura: “No utilizamos directamente aceite de palma, aunque existirá alguna traza en margarinas. La mantequilla es la grasa estrella [además del de girasol, oliva y maíz]”. Ruano destaca que no hay prohibición ni restricción legal para el empleo de aceite de palma, pero subraya: “Según el Anexo 7 del Reglamento de Información al Consumidor 1169/2011, la etiqueta debe identificar los tipos específicos de aceites vegetales que se utilicen, por ejemplo, aceite vegetal (girasol, palma y colza) en proporciones variables”. Las cosas están así, pero la asociación está abierta a cambios, según su presidente, que asegura que “los proveedores se adaptan con facilidad a las necesidades de los consumidores y de las normativas”.
Ascensión Marcos, presidenta de la Federación Española de Sociedades de Nutrición, Alimentación y Dietética, recuerda, por su parte, que “en España y en los países del sur de Europa, el aceite de oliva sigue siendo la estrella. La mayor parte de los estudios sobre el aceite de palma se han llevado a cabo en Asia o Sudáfrica, pero muy pocos en Europa”.
No todo el ácido palmítico es el demonio
¿Algún aspecto positivo? "Su posible papel protector ante el daño oxidativo típico de la diabetes, su efecto sobre la contracción y motilidad intestinal debido a sus compuestos fenólicos y, en personas sanas, no afecta a la secreción de insulina”, enumera Marcos.
Es, como se ha dicho, un componente importante de la leche materna. La farmacéutica García explica que representa el 25% de los lípidos de su composición. Y por eso es ingrediente de preparados para lactantes y alimentos infantiles. El truco está en que no todos son iguales: el que proviene de la leche materna es mayoritariamente beta-palmitato. El de los aceites vegetales es alfa-palmitato “y, para alimentación infantil, se sintetiza en laboratorio para conseguir la posición beta”. Según un estudio publicado en Nutrition Journal, este promueve funciones fisiológicas: influye positivamente en el metabolismo de los ácidos grasos, mejora la absorción de calcio, la calidad ósea y el desarrollo de la microbiota intestinal.
http://elpais.com/elpais/2017/04/04/buenavida/1491318026_847822.html
El pecado original de esta grasa es su composición, en la que predomina el ácido palmítico (45%), un ácido graso saturado cuyo consumo habitual “favorece el aumento del colesterol LDL (el malo), que se deposita en las arterias y lleva al desarrollo de la aterosclerosis (depósitos de grasa en las paredes de las arterias), y que a la larga puede provocar ictus e infartos”, detalla Petra Sanz, cardióloga de la Fundación Española del Corazón.
Este riesgo es un viejo conocido para los científicos y también para la Organización Mundial de la Salud (OMS), que en un informe de 2003 sobre dieta, nutrición y prevención de enfermedades crónicas apuntaba al ácido palmítico –junto al mirístico– como el principal responsable del aumento del colesterol total. Y una investigación de la Universidad de Stanford (EE UU) encontró que por cada kilo más de consumo de aceite de palma por persona y año, aumenta un 68 por cien mil las muertes por enfermedad coronaria.
Un informe de la OMS de 2003, ya apuntaba al ácido palmítico –junto al mirístico, presente en la mantequilla y el aceite de coco–, como el principal responsable del colesterol total. A pesar de ello, representa casi el 40% de todo el aceite vegetal usado a nivel mundial
A pesar de la evidencia, su consumo crece como la espuma y su producción se ha triplicado entre los años 1999 y 2014, según un informe del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF). “Representa casi el 40% de todo el aceite vegetal usado a nivel mundial”, destaca la organización, y se usa en alimentación (galletas, precocinados, chocolates, alimentos infantiles…), cosmética (jabones, cremas…) y combustibles (biodiésel).
Los cultivos de palma aceitera ganan terreno a los bosques tropicales. Las imágenes de Google Earth y Landsat ponen de manifiesto que en el sudeste asiático, el 45% de las plantaciones de palma están en áreas que eran bosques en 1989, y en América del Sur la pérdida tropical ha sido del 31%. Para avivar aún más la polémica que rodea a la palma, en enero saltaron las alarmas cuando la agencia Reuters lanzó una información en la que establecía una relación entre el aceite de palma (que materializó en la Nutella) y el cáncer. Esta conclusión se extrajo de un informe de la Agencia Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) que considera tóxicos, y posiblemente cancerígenos, los derivados del glycidol, un compuesto que se origina a partir de ésteres gliciril de ácidos grasos procesados a más de 200º; a la que siguió el rifirrafe tuitero entre Samanta Villar y Hero Baby (la presentadora preguntó a la marca por qué introducía aceite de palma en sus productos de alimentación infantil), y la publicación en el Journal of Clinical Investigation de un trabajo alemán que ha encontrado que una sola dosis alta de aceite de palma es suficiente para dañar al metabolismo.
Sin obviar los potenciales riesgos del consumo de aceite de palma, numerosos expertos han lanzado mensajes matizando la alarma. Beatriz Robles, tecnóloga de los alimentos y experta en seguridad alimentaria, destaca que ni las autoridades sanitarias europeas ni la FDA americana ni la OMS han prohibido el aceite de palma, y la farmacéutica Marián García explica en su blog que el ácido palmítico se encuentra naturalmente en la leche materna, de ahí que lo tengan las leches maternizadas, aunque su origen es diferente y sus propiedades también. El investigador Rafael Garcés, del Instituto de la Grasa del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), insiste en las recomendaciones de las autoridades sanitarias para evitar el consumo de ácidos grasos saturados como el palmítico, “pero eso no quiere decir que el aceite de palma sea tóxico o venenoso. Simplemente, a largo plazo, aumenta el riesgo de sufrir enfermedades cardiocirculatorias”.
La cardióloga Sanz admite que es muy difícil suprimir el aceite de palma de nuestra alimentación: “Basta con leer las etiquetas nutricionales, y se encuentra en muchos productos de uso habitual”, como galletas o pan tostado. “En pequeñas cantidades, y en personas sanas sin factores de riesgo cardiovascular (colesterol elevado, hipertensión, diabetes, etcétera) probablemente no tendrá un impacto importante”, opina. “Una persona sana no va a sufrir un infarto por comer todos los días tres galletas, porque la obstrucción de una arteria depende de más cosas que el colesterol (por ejemplo, fumar). Ahora bien, las grasas saturadas están absolutamente prohibidas en personas que han sufrido un infarto, una angina de pecho o un ictus”. Su recomendación en estos casos es “pan normal, y si es integral mejor”.
El aceite de palma ha ido ganando terreno en nuestras despensas desde que se conocieron los peligros de otras grasas. “Primero dijimos que las grasas animales son malas, y es verdad, y se sustituyeron por ácidos grasos ‘trans’, que son aún peores”, relata Garcés. Y llegó la palma, que tampoco es 100% saludable. “La ventaja con la que juega está en que es barata, tecnológicamente se usa bien y es grata al paladar. Además, algunas industrias tienen plantaciones”, un poderío al que es difícil enfrentarse, admiten los expertos. Con todo, puede haber opciones más saludables al aceite de palma convencional. “Tenemos que competir con otro ácido graso saturado y que no sea tan dañino”, indica el investigador del CSIC. “Un candidato sería el ácido esteárico, que se encuentra en la manteca de cacao y no afecta a los niveles de colesterol. Pero es cara y no hay suficiente producción”. En el Instituto de la Grasa se ha desarrollado “un aceite de girasol alto en esteárico y oleico, pero sale más caro que la palma”, revela Garcés, para quien la industria es la llave para abaratar precios de alternativas más saludables. “En nuestra sociedad, el problema no es alimentarnos, sino hacerlo bien”.
Los cultivos de palma aceitera ganan terreno a los bosques tropicales. En el sudeste asiático, el 45% de las plantaciones están en áreas que eran bosques en 1989, y en América del Sur la pérdida tropical ha sido del 31%
Felipe Ruano, presidente de la Asociación Española de la Industria de Panadería, Bollería y Pastelería (ASEMAC), que aglutina al 80% de las empresas del sector de masas congeladas, asegura: “No utilizamos directamente aceite de palma, aunque existirá alguna traza en margarinas. La mantequilla es la grasa estrella [además del de girasol, oliva y maíz]”. Ruano destaca que no hay prohibición ni restricción legal para el empleo de aceite de palma, pero subraya: “Según el Anexo 7 del Reglamento de Información al Consumidor 1169/2011, la etiqueta debe identificar los tipos específicos de aceites vegetales que se utilicen, por ejemplo, aceite vegetal (girasol, palma y colza) en proporciones variables”. Las cosas están así, pero la asociación está abierta a cambios, según su presidente, que asegura que “los proveedores se adaptan con facilidad a las necesidades de los consumidores y de las normativas”.
Ascensión Marcos, presidenta de la Federación Española de Sociedades de Nutrición, Alimentación y Dietética, recuerda, por su parte, que “en España y en los países del sur de Europa, el aceite de oliva sigue siendo la estrella. La mayor parte de los estudios sobre el aceite de palma se han llevado a cabo en Asia o Sudáfrica, pero muy pocos en Europa”.
No todo el ácido palmítico es el demonio
¿Algún aspecto positivo? "Su posible papel protector ante el daño oxidativo típico de la diabetes, su efecto sobre la contracción y motilidad intestinal debido a sus compuestos fenólicos y, en personas sanas, no afecta a la secreción de insulina”, enumera Marcos.
Es, como se ha dicho, un componente importante de la leche materna. La farmacéutica García explica que representa el 25% de los lípidos de su composición. Y por eso es ingrediente de preparados para lactantes y alimentos infantiles. El truco está en que no todos son iguales: el que proviene de la leche materna es mayoritariamente beta-palmitato. El de los aceites vegetales es alfa-palmitato “y, para alimentación infantil, se sintetiza en laboratorio para conseguir la posición beta”. Según un estudio publicado en Nutrition Journal, este promueve funciones fisiológicas: influye positivamente en el metabolismo de los ácidos grasos, mejora la absorción de calcio, la calidad ósea y el desarrollo de la microbiota intestinal.
http://elpais.com/elpais/2017/04/04/buenavida/1491318026_847822.html
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