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jueves, 11 de marzo de 2021

Las Misiones Pedagógicas o cómo transmitir la cultura de la ciudad sin colonizar los pueblos.

El catedrático de Teoría e Historia de la Educación en la UNED y secretario de Estado de Educación Alejandro Tiana publica "Las misiones pedagógicas. Educación popular en la Segunda República"

Una tarea de justicia social. Un avance como nunca antes dado en España. Un acercamiento a los pueblos por parte de urbanitas convertidos en meros emisarios de ese mundo que crecía ante las torcidas y trabajadas espaldas del mundo rural. Así es como describe Alejandro Tiana lo que supusieron las Misiones Pedagógicas, cuya andadura se programó al inicio de la Segunda República y que tuvo el final más abrupto posible: un golpe de Estado que echó por tierra este ejercicio educativo y cultural.

Tras él, la dictadura franquista, que hizo todo lo posible por enterrar la experiencia que llevó títeres, representaciones teatrales clásicas, bibliotecas y cursos de formación para el profesorado a decenas de localidades españolas. Con ello, el exilio, encarcelamiento, fusilamiento o depuración de muchos de los misioneros e impulsores del proyecto.

Las misiones pedagógicas. Educación popular en la Segunda República es el título ahora reeditado por Catarata dentro de su colección Relecturas. En la publicación, Tiana recupera la historia de un proyecto tan innovador como necesario que, en cierta forma, ya se venía fraguando desde finales del siglo XIX dada la imperiosa necesidad de alfabetización y culturización de los habitantes rurales. Las Misiones recogen la esencia de la Institución Libre de Enseñanza (ILE), bien aprehendida y materializada en Manuel Bartolomé Cossío, sucesor de Francisco Giner de los Ríos al frente de la entidad.

“Los promotores de la iniciativa estaban convencidos de que era un riesgo para el desarrollo del país que el campo español, las zonas más alejadas de la ciudad, no tuvieran un desarrollo educativo y cultural importante”, aclara el autor, catedrático de Teoría e Historia de la Educación en la UNED.

El impulso que supuso el advenimiento republicano y su apuesta por la cultura se conjugaron en las Misiones. Su labor cultural se ejemplarizó en diversas actividades que la mayor parte de los habitantes de los pueblos acogían con goce y admiración. El Museo Circulante, con réplicas de las obras pictóricas más emblemáticas de España, el Teatro y Coro del Pueblo, elenco que representaba y cantaba allí por donde pasaba, pero también el cine y los títeres del Retablo de fantoches, son ejemplos que dibujan el método seguido por el Gobierno republicano para acercar la cultura a los pueblos. De la educación formal a la informal, a la popular.

Y pese a que esos ejemplos pueden ser los más llamativos, la actividad más importante de las Misiones Pedagógicas fue la creación y dotación de bibliotecas, tanto en términos de recursos económicos dedicados como de alcance territorial, defiende Tiana. La lectura como motor de cambio, al fin y al cabo. Con todo y con eso, la ilusión que supuso la proclamación de la República en diferentes sectores de la sociedad impulsó que hasta 700 misioneros participaran en la iniciativa durante los cinco años que existió, desde la primera misión a Ayllón (Segovia) en diciembre de 1931 hasta las que se desarrollaban el 18 de julio de 1936.

El autor de la publicación, que también es secretario de Estado de Educación en el Ministerio de Educación y Formación Profesional, resume los motivos de las misiones: por un lado, sensibilizar culturalmente a la España más profunda, pero también llevar los valores republicanos a la España tradicionalista y rural que era esquiva al republicanismo. Para conseguirlo, se puso en marcha todo un equipo de expertos, no solo relacionados con el ámbito cultural, sino también con el pedagógico.

La Comisión Central del Patronato de las Misiones estaba compuesta, entre otros, por Antonio Machado y Pedro Salinas. Ellos y sus compañeros tenían una única meta: “Sugerir, despertar, responder”, tal y como explicita Tiana en el libro en referencia a lo que buscaban producir entre los habitantes de los pueblos. Un objetivo que se centró en la lectura, motivándola, enviando a cada biblioteca unos 100 volúmenes con encuadernación sólida para facilitar su conservación, integrando en su gestión al maestro o maestra del lugar…

Aunque los números jamás estarán a la altura de lo vivido durante aquellos años en lugares tan dispares, sí que proporcionan cierta información para comprender lo que supuso la iniciativa. Se pusieron en marcha un total de 188 misiones en más de 900 localidades; el Teatro y Coro del Pueblo realizó 147 viajes, visitando más de 220 municipios; El Museo Circulante se expuso en 176 pueblos; y el servicio de música actuó en otros 73 (sin contar 1935 y 1936, ya que no hay datos al respecto). Además, entre 1932 y 1934 se llevaron a cabo 12 cursos para maestros. En total, 1.300 localidades disfrutaron de la presencia de las Misiones Pedagógicas, un número que casi alcanza los siete millares teniendo en cuenta las 5.522 poblaciones que recibieron bibliotecas por parte del Patronato.

Muchos de estos logros fueron fruto de la solidaridad, pues los misioneros no percibían honorarios por su trabajo. “Hay que verlo desde la perspectiva histórica. Era un tiempo de recursos escasos, hacía poco que se había producido la gran depresión y las limitaciones presupuestarias eran importantes. De todas formas, si hubieran sido algo mantenido durante más tiempo no hubieran sido viables de ese modo”, explica Tiana. Él mismo recalca personalidades que trabajaron en pro de la culturización del campo mediante las Misiones, como Luis Cernuda, Matilde Moliner (hermana de María Moliner), María Zambrano y Alejandro Casona.

“También hubo otros muchos colaboradores importantes procedentes del mundo pedagógico, como maestros, profesores y figuras que colaboraban asiduamente, como los inspectores. Después, el franquismo les condenó al silencio y poco menos que al olvido”, relata el autor. La guerra y la represión que se dio durante y después hizo que mucha documentación se perdiera o no se archivara adecuadamente, por lo que faltan muchos testimonios que podrían aportar información sobre las Misiones, sobre todo en lo referente a 1935 y 1936. “Cuando los sublevados entraban en una localidad arrasaban con lo que podían. Cosas que podrían estar en los ayuntamientos o en otros lugares distinguidos simplemente las quemaron o destruyeron”, apostilla el catedrático de la UNED.

Preguntado por qué se puede aprender a día de hoy de esta experiencia que popularizó el conocimiento científico y la lectura en las zonas más alejadas de las grandes urbes, Tiana responde: “Las Misiones Pedagógicas nos enseñan que se pueden organizar sistemas de desarrollo educativo y cultural en las zonas que lo necesiten pero sin ánimo de colonización. Las Misiones siempre procuraron ser muy respetuosas con el lugar al que iban, porque no se trasladaban a llevarles la cultura de la ciudad, sino a acercársela para que todos pudieran aprender juntos y que el mundo rural también se sintiera orgulloso de su cultura propia”.

“Esa voluntad de acercarse al otro que está en una peor situación, pero sin ánimo de redimirles, sino darles la posibilidad del conocimiento… Ese espíritu es muy interesante, más allá de la experiencia concreta”, puntualiza el escritor. Por otra parte, los misioneros eran conocedores de los grandes problemas que asolaban el mundo rural en España. Antonio Sánchez Barbudo explicitó que “ninguno de los misioneros confundíamos nunca ‘la utopía cultural’ con ‘la justicia social’. Veíamos la pobreza, el atraso, las injusticias, y todo ello nos afectaba mucho, aunque podíamos hacer poco o nada para remediarlo. Estábamos convencidos de la necesidad de radicales reformas. (…) antes que nada en el terreno económico”.

Sea como fuere, y superando los debates que suscitaron en el Congreso de los Diputados sobre su adecuación y utilidad, las Misiones Pedagógicas fueron eso, un acto de justicia social, un valor que no entiende de tiempos ni productividad y que así quedó reflejado en aquellos intensos años en los que miles de personas disfrutaron por primera vez en su vida, por ejemplo, de un gramófono o de una proyección de cine.

Fuente: 

Foto: Retablo de Fantoches de las Misiones Pedagógicas en la localidad coruñesa de Malpica el 20 de octubre de 1933. DOMINIO PÚBLICO

sábado, 28 de abril de 2018

Los 'malditos bastardos' de la guerra civil española.

La más audaz misión de comandos de España cumple 80 años de silencio por el pecado de ser republicana

El Ejército de la República fue quizá el primero que dispuso de forma reglada de una unidad como después serían los Boinas Verdes de EEUU o las Ratas del Desierto del Reino Unido
Carles Cols. Barcelona

Los bombardeos de Barcelona en 1938 han sido ya debidamente rememorados, los de enero y los de marzo, a cuáles más terribles. Y vendrán otras conmemoraciones este 2018, pues 80 años, que tiene algo de cifra redonda, son los que se cumplen ahora de aquel cruento tercer año de la guerra civil española. En ese álbum de recuerdos no debería faltar, incluso despuntar por encima de los demás, un episodio no siempre conocido, la más audaz y tal vez única operación de comando de un ejército regular español, en este caso el republicano, tras las líneas enemigas, una misión ejecutada, y ahí está el bonus track de esta historia, por la versión real y avant la lettre de los Malditos bastardos de Quentin Tarantino. Fue el 23 de mayo de 1938. Fue la operación Carchuna, comandada por un par de Fernández, los tenientes José y Joaquín, y ejecutada, entre otros, por los exbrigadistas internacionales Irving Goff (un judío bregado en las calles de Brooklyn en peleas contra pandillas antisemitas) y William Aalto, también neoyorkino, y además comunista y homosexual, y años más tarde amante del poeta W. H. Auden. Vamos, malditos bastardos con letras de oro.

La operación Carchuna, por ir primero al final, a lo que comportó, fue una incursión republicana tras las líneas del bando nacional en la costa granadina, a pocos kilómetros de Motril. Allí, de noche y con lanchas, un grupo de soldados de lo que hoy en día se consideraría un comando de operaciones especiales, se infiltraron en el Castillo de Carchuna, reconvertido entonces en prisión, asesinaron a cuatro crueles cárceleros ("por justicia poética", parece que dijo uno de los asaltantes) y liberaron a los alrededor de 300 asturianos allí presos, más ocho soldados del bando nacional que aprovecharon la oportunidad para cambiar de ejército. Es esta, con independencia del color político, la más audaz y cinematográfica operación de un ejército español en la retaguardia del enemigo y, sin embargo, es una acción durante casi 70 años silenciada, hasta que un grupo de historiadores con título y otros simplemente aficionados (Jesús Castillo, Txema Prada y Floren Dimas, entre otros) la repescaron hace unos 10 años y consiguieron dar incluso con supervivientes de aquel rescate, como Marcelono Díaz: "Aquello fue una cosa espectacular, una maniobra relámpago con la que lograron sacarnos del presidio. Éramos cientos de personas y salimos de allí con vida... ¡Y que hoy nadie se acuerde de nosotros!".

Largo Caballero
No, Federico Trillo, no fue la de Perejil en el 2002 una operación que le pueda toser a la de Carchuna. Es más, puede que el exministro de Defensa ("al alba, y con tiempo duro de levante... "; cuanto más pasa el tiempo, más ridículo parece) ni siquiera sepa de lo que fueron capaces, de noche, y tras unos preparativos que duraron apenas 48 horas, un grupo de 35 soldados de ese cuerpo al que el Gobierno de la República destinaba 200.000 pesetas mensuales por orden de Francisco Largo Caballero para que fomentara el desorden en la zona enemiga, a veces de formas inauditas, como hizo un tal Currito, en otra misión, cuando se hizo con un uniforme de legionario y así disfrazado se coló en Zaragoza para recabar información sobre qué se cocía en la retaguardia fascista. Lo bueno de su caso, casi berlanguiano, es que para no ser descubierto se alojó durante semanas en un burdel, un tiempo que, tal vez, fue el más feliz de su vida.

Según Castillo y sus colegas, el español fue el primer ejército que dispuso de forma reglada de una unidad de comandos como la que después serían los Boinas Verdes de Estados Unidos o las Ratas del Desierto del Reino Unido.

¿Por qué se ignora ese dato?
Qué fácil es la respuesta. Porque la historia la escriben los vencedores, sobre todo, en España. Si la batalla de Little Bighorn (la gran derrota del Séptimo de Caballería) hubiera sucedido en La Mancha, por poner un lugar, Errol Flynn no habría interpretado jamás al general Custer.

La cuestión es, por volver al título, hasta qué punto el sobrenombre ahora de malditos bastardos les resulta adecuado a los protagonistas de aquella hazaña. Se lo merecen por quiénes y cómo eran y por lo que hicieron.

En primer lugar está la biografía personal de quienes llegaron a España como brigadistas internacionales y terminaron en esa unidad, con el plus de que, terminada la guerra, no sufrieron el silencio al que obligaba el franquismo y relataron en su casa aquello que habían llevado a cabo.

Irving Goff, nacido en Nueva York en 1900 en el seno de una familia judía originaria de Odessa, antes de partir hacia España compatibilizó sus empleos como bailarín, acróbata circense y vigilante de las playas de Coney Island, con peleas pandilleras contra grupos antisemitas de las calles de Brooklyn. Es la fuente más rica de la operación Carchuna, pues de él se conservan grabaciones en las que relata con minucioso detalle su participación. Fue el responsable también durante la guerra civil de una misión de captura de un grupo de oficiales fascistas en el frente de Serós (Segrià) y de la voladura de un estratégico puente en Albarracín, una acción en la que se supone que, con más almíbar del necesario, se inspiraron los guionistas que adaptaron Por quién doblan las campanas de Ernest Hemingway al cine. Si Ingrid Bergman hubiera estado por ahí -bromeó años más tarde Goff-- él no se habría ido de España.

En Carchuna, Goff lideró uno de lo comandos. Otro lo dirigió su buen amigo de batallas William Aalto, nacido en el Bronx aunque de origen finlandés. Llegó a España con solo 19 años. Era un convencido comunista y declarado homosexual, una doble condición que, como descubrió años más tarde, era incompatible a ojos de algunos. Tras la guerra civil ingresó en la OSS de los Estados Unidos, el embrión de la futura CIA, pero fue expulsado de allí por su orientación sexual. Tampoco sus camaradas comunistas le perdonaron que fuera homosexual. Puede que fuera él quien tras fusilar a cuatro carceleros calificara el rescate de Carchuna como una "justicia poética", pues, al cabo de unos años, terminadas las guerras y expulsado del partido, terminó en brazos en W. H. Auden.

Hubo más malditos bastardos, como Alex Kunslich, políglota, estibador de Nueva York, un hombre culto, pero con menos relato, porque su historia se interrumpió en Córdoba, donde murió capturado por las tropas fascistas, pero no participó en el rescate de Carchuna, que, llegados a este punto, merece ser rememorado.

En aquel lugar lo que hay es un castillo levantado en 1777 junto a la playa para defender la zona de los ataques piratas. Cuando el frente de guerra quedó estancado al este de aquella fortificación, entre Castell de Ferro y Calahonda, el bando nacional lo reconvirtió en penal de trabajos forzados. Llevó hasta allí a tres centenas de presos republicanos asturianos, pues se daba por hecho que, algunos de ellos bregados en las minas, eran perfectos para el trabajo duro de acondicionar los alrededores del castillo como pista de aterrizaje de la Legión Cóndor.

De noche y por mar
El caso es que cuatro oficiales presos en Carchuna (Joaquín Fernández Canga, Secundino Alvarez Torres, Esteban Alonso García y Cándido Adolfo Muriel López) se fugaron y cruzaron las líneas republicanas en busca de refugio. No les fue fácil convencer a los mandos del lugar de dónde venían y quiénes eran, pero, superados los recelos, se organizó en menos de 48 horas una misión de rescate que se encomendó a Los Niños de la Noche, que es como se hacían llamar los miembros de esa unidad de comandos. Los cuatro fugados no solo dieron datos precisos y valiosos para organizar la misión, sino que, a la pregunta de "¿estáis dispuestos a volver al infierno?", se pusieron a las órdenes de, entre otros, Goof y Aalto.

Tras un primer intento fallido, la operación Carchuna dio comienzo la noche del 23 de mayo tal y como estaba previsto, por mar, no con lanchas neumáticas, sino con barcas de pescadores. Los asaltantes llevaban sus subfusiles shmeisser (eran la única unidad republicana con ese privilegio) y decenas de granadas de mano para dar después a los presos, por si se complicaba la huida. Una vez en tierra, un reloj suizo no hubiera funcionado mejor. A los celadores se les pilló desprevenidos, murieron cuatro de ellos, se repartieron las armas disponibles y, en silencio, se enfiló el camino de regreso a la zona republicana, desde donde se lanzó un ataque de artillería para despistar al enemigo. A la altura de Calahonda, los fugados tuvieron una pequeña refriega con los guardias civiles de un cuartel, que acoquinados ante el lanzamiento de granadas (qué buena ida fue llevarlas) se retiraron. Solo al final la operación pasó contratiempos, pues cuatro de los comandos se descolgaron del grupo y tuvieron que regresar a nado. El resto, mientras, llegó a su destino tal y como estaba planificado. Cantaban alegres Asturias, patria querida.

'Los Niños de la Noche', el homenaje de Paco Santana a aquellos soldados
La historia completa y pormenorizada de quiénes fueron y qué hicieron aquellos primeros comandos de la historia militar española está aún pendiente de ser escrita. Hay, no obstante, buenos esbozos, como la Historia del Ejército Popular de la República, de Ramón Salas Larrazábal, donde se les dedica algún capítulo. También Jorge Martínez Reverte echa mano de la trayectoria vital de Bill Aalto como hilo conductor de Guerreros y traidores. Ahora, un autor de Santa Coloma de Gramenet, Paco Santana, le ha dedicado directamente el título al sobrenombre con el que se daban a conocer aquellos soldados, Niños de la Noche, una novela en la que el viaje a través de España de un guardia civil y el preso al que escolta hasta un penal le permite recorrer las tremendas historias de la guerra civil española. A la leyenda de los Niños de la Noche y su sorprendente hazaña del castillo de Carchuna le dedica Santana, por supuesto, un entregado capítulo.

https://www.elperiodico.com/es/sociedad/20180328/operacion-carchuna-los-malditos-bastardos-de-la-guerra-civil-espanola-6713759

domingo, 14 de agosto de 2016

Historia de los brigadistas chinos que lucharon en la guerra civil española, su valor y sus destinos. South China Morning Post

Agricultores analfabeto, trabajadores manuales, funcionarios públicos, unos 100 chinos se unieron a las brigadas internacionales que ayudaron a luchar contra los fascistas del general Franco hace 80 años. A pesar de ser pocos en número, dejaron un recuerdo duradero.

En el otoño de 1937, Zhang Ruishu estaba disfrutando de uno de sus raros descansos de su trabajo de 14 horas diarias en primera línea del frente. Uno de los pocos, si no el único chino en Madrid, que no había pedido permiso de descanso -quedaba mucho que hacer-, pero su comandante había insistido en que se lo tomara. La capital española estaba decorado con desafiantes banderas desgarradas en que se leía "No pasarán " y "Madrid será la tumba del fascismo". Zhang había visto a menudo antes estos signos. En un puesto de periódicos, sin embargo, un gran cartel promocional en la revista de noticias española la Estampa le llamó la atención.

El intrigante cartel mostraba la cara de un hombre de perfil. No era una cara bonita, sino ruda y curtida, con el pelo muy recortado, mejillas hundidas y un montón de dientes torcidos en una boca ligeramente abierta -la cara de un tonto que ha conocido dificultades. De repente, una multitud se agolpaba alrededor de Zhang; los ojos se abrían y los dedos le apuntaban. "Es él!" Clamaron, lanzándose hacia adelante para estrechar la mano del desconocido.

Casi 20 años después del día en que puso el pie en suelo europeo, el humilde hombre de 44 años de edad de la provincia de Shandong, ahora médico con las fuerzas republicanas en la lucha contra el fascismo en la guerra civil española, fue aclamado como un héroe en un país a casi 10.000 kilómetros de su casa.

Poco más de un año antes, el 17 de julio de 1936, al mismo tiempo que militarismo japonés se volvía cada vez más pesado en China, un grupo de oficiales [traidores] de derechas del ejército español, dirigido por el general Francisco Franco, se levantó contra el gobierno republicano democráticamente elegido. El movimiento marcó el comienzo de una guerra civil que se prolongó durante dos años y ocho meses y hacía entrever un conflicto aún mayor en Europa.

Mientras que los nacionalistas de Franco eran asistidos abiertamente por las fuerzas alemanas e italianas de los dictadores fascistas Adolf Hitler y Benito Mussolini, las naciones democráticas como Francia y Gran Bretaña aplicando una política oficial de no intervención para disgusto de muchos de sus propios ciudadanos, que vieron la contienda como una lucha contra los males del fascismo y el preludio de un conflicto aún mayor en Europa.

En respuesta a la indiferencia de sus gobiernos, decenas de miles de trabajadores, sindicalistas y estudiantes de izquierda se movilizaron y dirigieron a España, a tomar las armas. El número de combatientes extranjeros que lucharon en lo que llegó a ser conocido como las Brigadas Internacionales se ha estimado en 40.000, con voluntarios de 53 países, entre ellos Francia (9.000 personas), Estados Unidos (2800), Gran Bretaña (2.500), Polonia (3000) e incluso Alemania (4.000) e Italia (3000). Llegaron de Costa Rica y Albania, de Grecia, Cuba y Argentina, de Finlandia, Irlanda, Sudáfrica y Bulgaria.

Y llegaron desde China
Una investigación de varias décadas de Len y Hwei-Ru Tsou, dos investigadores americano-taiwanés (ahora retirados y con domicilio en San José, California), ha demostrado que más de 100 chinos combatieron hombro con hombro con los republicanos [y anarquistas]. Algunas de sus historias se detallan en el libro de la pareja, La llamada de España: Los voluntarios chinos en la Guerra Civil española (1936-1939), que fue publicado por primera vez en chino tradicional en Taiwán en 2001 (y ampliado en 2015), y en español y chino simplificado en 2013, con nuevo material añadido, que ahora sale a la luz.

'La llamada a las armas de Tsou' [Tsou's call to arms ] fue una película documental realizada en los EE.UU. "Creo que fue alrededor de 1986, que vimos 'El Buen Combate' [The Good Fight], dice Len Tsou, señalando que el documental se centró en la Brigada Abraham Lincoln, un batallón de combatientes estadounidenses que habían viajado a España. "Nos quedamos muy sorprendidos de que tantos voluntarios de todas partes del mundo se hubieran alistado. Comenzó entonces nuestro interés en las brigadas internacionales, y hemos aprendido todo lo que pudimos".

Ese año fue el 50 aniversario del inicio de la guerra, y los veteranos de la Brigada Abraham Lincoln publicaron un folleto para recordar la ocasión. Contenía una lista completa de los voluntarios.
"Len y yo hechamos un vistazo y vimos que había tres nombres chinos allí", dice Hwei-Ru Tsou. "Nos quedamos estupefactos. Los chinos en ese momento estaban luchando por su propia supervivencia - intentando rechazar la agresión japonesa ".

Una semilla había brotado, y la pareja cavó más profundo. Con muchos veteranos de guerra envejeciendo, los investigadores tuvieron que moverse rápido, viajando varias veces a España, China, Francia, Países Bajos, Bulgaria, Alemania y otros países para entrevistar a ex soldados, ex voluntarios, familiares y amigos, y entresacar la información de entre el marasmo de documentos oficiales.

Descubrieron que los chinos habían venido de todos los estratos, algunos de familias de funcionarios públicos, otros de lo más bajo de los trabajadores manuales y agricultores analfabetos. Como su número había sido relativamente pequeña, no había habido ninguna brigada china oficial en España, y luchado en batallones de otras naciones, por lo general elegido en función de sus habilidades lingüísticas.

Aunque los fascistas de Franco tenían el poder de su lado, los republicanos no estaban completamente solos: recibieron ayuda material y más de 2.000 tropas de combate de la Unión Soviética.

Mao Zedong envió una carta abierta de apoyo a los republicanos en mayo de 1937.
"Si no fuera por el hecho de que tenemos el enemigo japonés frente a nosotros", escribió Mao, "seguramente nos uniríamos a sus tropas".

Lo que Mao quizá no sabía era que, para aquel entonces, un número de chinos ya estaban allí.

El camino de Zhang a Europa comenzó ya en 1917, cuando - en los tiempos de la Primera Guerra Mundial - Gran Bretaña y Francia reclutaron a más de 100.000 chinos con el fin de que trabajaran en las fábricas cuyas plantillas regulares ahora estaban luchando en el frente. Nacido en la pobreza extrema en 1893, Zhang - huérfano siendo ya adolescente, sin trabajo, analfabeto y desesperado - se había registrado a bordo de un barco lleno de casi otros 2.000 hombres chinos con destino a Marsella.

Después de un viaje agotador 70 días por mar, Zhang se puso a trabajar en una fábrica de papel francesa. En menos de un año, sin embargo, se logró un armisticio, la 1º Guerra terminó con la paz de Versalles y los trabajadores chinos fueron un excedente para las necesidades franceses. La mayoría fueron enviados de vuelta a casa.

Sin familia y sin perspectivas en China, Zhang decidió quedarse y probar suerte, realizando los trabajos más desagradables y peligrosos (desenterrar cadáveres o detonación de bombas de gas sin explotar, por ejemplo) que los franceses evitaban.

También proveniente de Shandong, fuerte y valiente, Liu Jingtian nació en 1890. Tras su paso por el Ejército Chino también viajó a Francia en 1917, se quedó al terminar la guerra y en 1924, él y Zhang (cada vez más un autodidacta, ahora enseñaba francés) obtuvieron un empleo estable en la planta de fabricación de automóviles Renault en el oeste del suburbio [gueto] parisino de Boulogne-Billancourt. Al igual que muchos trabajadores de la industria del momento, se unieron al Partido Comunista Francés y, cuando estalló la guerra civil española, fueron llamados a dejar las herramientas, cruzar los Pirineos a pie y luchar contra el fascismo.

Zhang y Liu llegaron a España en noviembre de 1936, y aunque se les pidió que se convirtiesen en ametralladores de la Brigada Internacional, por sus edades (ambos estaban en sus 40s) se les asignó a los equipos médicos como camilleros, a menudo encargados de rescatar a los soldados heridos bajo el fuego enemigo. Como se describe en el Estampa, Zhang fue herido en el pecho, hombros y las manos durante el desempeño de sus funciones. También una dramática fotografía en el calor de la batalla que muestra a Liu rescatando a un soldado herido fue publicada en el diario español Frente Rojo, fue entonces alabado en reconocimiento a su heroísmo.

"En ese momento, era probable que si volvían no recuperaran de nuevo sus trabajos [en la Renault de París]; Incluso puede que no fueran capaces de volver a Francia, "dice Hwei-Ru Tsou," pero ellos fueron de todos modos, porque era una pelea muy importante. Estos dos tipos no eran jóvenes, los dos estaban solteros, y dijeron entre sí: "Si los trabajadores franceses van, cuando tienen familias, tienen hijos, entonces nosotros vamos también." Fueron extraordinarios, y también muy queridos por sus compañeros. Eran muy valientes".

Luchando con la Brigada Abraham Lincoln, estaban Zhang Ji de Minnesota y Chen Wenrao de Nueva York, que eran a demás originarios de China. Chen, nacido en la provincia de Guangdong y fue abatido en la sangrienta batalla de Gandesa, en 1938, a la edad de 25 años. Zhang, sin embargo, sobrevivió a la guerra en España.

Viniendo de una familia educada y relativamente privilegiada en la provincia de Hunan, Zhang Ji había salido de China hacia San Francisco en 1918, recibiendo el título de Ingeniero de Minas por la Universidad de Minnesota en 1923. Después de la crisis financiera del 1929, en que perdió su trabajo como ingeniero y se radicalizó, se unió al Partido Comunista de los Estados Unidos en 1935. En marzo de 1937 a la edad de 37 - Zhang Ji subió a bordo del trasatlántico SS París en Nueva York y se dirigió a Francia, luego cruzó los Pirineos hacia España. Alto, delgado y desgarbado, y físicamente no el más fuerte de voluntarios, Zhang Ji fue asignado inicialmente como conductor de camión, antes de asignarle funciones de secretario.

Se describe en "La llamada de España" a un silencioso y misterioso doctor chino-indonesio, Bi Daowen (que también fue conocido por el nombre Indonesio como Tío Oen Bik) de Java, tenía 31 años cuando llegó a España, en septiembre de 1937.

Mientras que uno de los más fervientemente políticos de entre los chinos, delgado, con binóculos, fue Xie Weijin, que nació en la provincia de Sichuan en 1899. Xie participó en el Movimiento Antiimperialista del Cuatro de Mayo en Shanghai en 1919 antes de dirigirse a Francia.

En la década de 1920, se unió a la Liga de la Juventud Comunista en Europa y al Partido Comunista de la rama europea china, y una foto tomada en una reunión en Berlín en 1927 muestra a Xie entregando una pancarta con la leyenda "De los Trabajadores de la huelga de Hong Kong y Kowloon" al líder comunista alemán Ernst Thalmann, que fue asesinado a tiros por orden expresa de Hitler en el campo de concentración de Buchenwald en 1944.

Xie se dirigió a España en abril de 1937. En una carta al Partido Comunista de España escribió: "llegué a España no para una estancia corta, sino para ir al frente de batalla. Me esforzaré al máximo en combatir como soldado. Espero que el comité me conceda este derecho y deje que me una a las Brigadas Internacionales al igual que muchos otros compañeros extranjeros".

Xie se hizo ametrallador con el batallón de Austria, pero fue retirado de la primera línea por un disparo que atravesó su pierna derecha, por debajo de la rodilla.

De acuerdo con la investigación de los Tsou, Chen Agen fue posiblemente el único voluntario chino que llegó a la guerra directamente desde China. Chen, de hecho, huía de las autoridades después de haber organizado un sindicato en Shanghai. Mientras se dirigía a Europa en 1937, un cocinero vietnamita - se rumorea que fue Ho Chi Minh - quien encandiló a Chen con fábulas de la intrepidez anti-fascista de España, por lo que viajó allí para luchar; sólo para ser capturado y puesto a trabajar como prisionero de guerra sirviendo de mano de obra.

Con un embargo de armas, de acuerdo con la política de no intervención de muchos países, en 1938 los republicanos estaban en retirada, y en octubre el mando ordenó la disolución de las Brigadas Internacionales, con la esperanza [excusa] de convencer a los aliados extranjeros de los nacionalistas [fascistas] de retirar sus tropas; pero fue en vano, y la guerra terminó oficialmente el 1 de abril de 1939, con victoria de los nacionales.

Las suertes de los voluntarios de las Brigadas Internacionales Chinos después de la Guerra
Las suertes finales de los voluntarios de las Brigadas Internacionales fueron tan variadas como sus orígenes.

Chen no fue liberado de la cárcel hasta 1942, y su rastro rápidamente se perdió en Madrid. Zhang Ji huyó de España después de la disolución de las Brigadas Internacionales y llegó a Hong Kong, donde en marzo de 1939 tas sus experiencias en la guerra civil española publicó las "viñetas españolas" en el periódico mensual Tien Hsia.

Chang había escrito de su deseo de unirse a VIII Ejército de Mao a su regreso a China, pero se desconoce si tuvo éxito - los Tsou no han encontrado ningún registro de su paradero después de Hong Kong.

Bi se enroló en China y en 1940 estaba en Yanan con las tropas de Mao. Bi fue uno de los voluntarios extranjeros que volvieron y fueron venerados como "los médicos españoles", apoyando el esfuerzo de guerra de China contra Japón. Los médicos habían llegado a China desde Polonia, Alemania, Canadá, Gran Bretaña, India y muchos otros países, y habían servido en los campos de batalla españoles. Bi se mantuvo en Yanan hasta 1945 tras la rendición japonesa, trabajó en la Unión Soviética antes de regresar a Indonesia, donde fue condenado al ostracismo por sus acciones revolucionarias y creencias políticas. No se supo nada de él después de 1966, un año después del golpe militar de Suharto, y se sospecha que Bi pudo haber sido ejecutado.

"Cuando lo oí, lloré", dice Hwei-Ru Tsou. "Sentí que había llegado a conocerlo. Lo sentía muy cercano a mi. Más tarde supe mucho acerca de sus hechos, no sólo en España sino también en China. Sentí que este gran hombre había sido olvidado, no sólo por su propio pueblo, pueblo de Indonesia, y sus compañeros, sino también por el mundo. Fue un hombre que vivió para sus ideales, y que tuvo un gran valor. Era un hombre increíble ".

A principios de 1939, Xie fue uno de los cientos de miles de refugiados republicanos que huyeron a Francia, donde fueron confinados en el famoso Campo de Concentración de Gurs durante ocho meses antes de regresar a China a través de Singapur, Hong Kong y Vietnam. Xie luchó con el Ejército Rojo contra los japoneses. Con el tiempo trabajó como ingeniero para la fuerza aérea china en la década de 1950 y principios de los años 60. En 1965, sin embargo, Xie fue purgado por el Partido Comunista y acusado de revisionista debido a su implicación con los extranjeros en Europa. Murió de cáncer en 1978, no habiendo podido ser "rehabilitado".

Liu llegó a Yanan a finales de 1939 y fue admitido en el Partido Comunista en 1946. Se sabe que trabajó en proyectos de construcción, incluyendo las [arqueológicas] viviendas cavernícolas de Yaodong por las que Yanan se hizo famoso, pero luego su rastro se pierde.

¿Y el muchacho del cartel de la Estampa?
De acuerdo con Hwei-Ru Tsou, cuando los voluntarios internacionales se retiraron en 1938, Zhang Ruishu volvió a París y fue rápidamente detenido por el gobierno francés. Finalmente liberado con ayuda del Partido Comunista Francés, su antiguos compañeros de trabajo y sindicalistas de la Renault pagaron su pasaje en barco a China en el año 1939. A partir de 1949, trabajó en varias posiciones administrativas para la agencia de noticias Xinhua, retirándose en 1958. Diez años más tarde, solo y olvidado, calló a las puerta de su casa, y murió ese mismo año, a la edad de 75.

Para Hwei-Ru Tsou, las experiencias de los voluntarios chinos, que lucharon - y en algunos casos murieron - por sus convicciones internacionalistas en el lado opuesto del planeta de su tierra natal, no son mera historia, son ejemplos que brillan en un mundo habitualmente sacudido por tormentas políticas y la creciente intolerancia.

"Sus historias - en los tiempos actuales - son muy importantes", dice ella. "La situación en aquel entonces, - con Hitler y Mussolini levantándose sobre Europa, la situación económica y política en ese momento - podría regresar, y vemos signos de esto en algunos lugares del mundo.
"Estas historias pueden servir para mantenernos alerta."

Traducción: The Chinese volunteers who fought in the Spanish civil war - their amazing courage and obscure fates |(Los voluntarios chinos que lucharon en la guerra civil española- su valor increíble y oscuros destinos)

South China Morning Post 18.7.2016 vía tarcotecacounterinformation.blogspot

viernes, 25 de marzo de 2016

Los grandes desconocidos de la sociedad española. Los militares de carrera que fueron fieles a la República y que por ella combatieron en la Guerra Civil española (III)

Artículo dedicado al Ejercito del Aire, al Comandante del Ejército del Aire D. Ricardo de la Puente Bahamonde.

El primo al que Franco ejecutó. El “generalísimo” y su primo Ricardo de la Puente Bahamonde, comandante republicano convencido, crecieron como hermanos hasta que la ideología les separó. «Un día voy a tener que fusilarte», le llegó a decir Francisco a Ricardo. Y lo hizo.

En 1936, fue el último militar fiel a la República del norte de África.

El personaje.
El comandante Ricardo de la Puente Bahamonde nació en la ciudad de Ferrol en 1895.

Realizó su mayor participación en operaciones militares en la guerra africana, en la que obtuvo dos medallas. Apoyó la revolución de Asturias en 1934.

El 18-J de 1936 intentó que el «Dragón Rapide» no aterrizara en Tetuán y fue fusilado tras fulminante consejo de guerra.

La sombra de su primo.
Franco tenía al enemigo en casa y no debió sorprenderle saberlo. En la tarde del 17 y la madrugada del 18 de julio de 1936, cuando el ruido de sables ya había sido reemplazado abiertamente por el estruendo de fusiles en el norte de África, muy pocos oficiales de la región se mantuvieron fieles a la República.

El último jefe en caer al mando de las fuerza aéreas del norte de África, y jefe del aeródromo “Sania Ramel”, era su primo el comandante Ricardo de la Puente Bahamonde, al que Franco apreciaba, pero al cual no dudó en fusilar.

En realidad fue como la confirmación de un viejo augurio. En su libro Historia de una disidencia, la sobrina del general Pilar Jaraiz Franco escribió sobre ellos: “Eran más hermanos que primos, pero de adultos se habían agudizado sus diferencias ideológicas. Franco lo había sustituido de su puesto durante la revolución de Asturias en octubre de 1934. Y en una de sus muchas discusiones, había exclamado Franco: "Un día voy a tener que fusilarte”. Ricardo, que también había nacido en Ferrol, era tres años más joven que su primo Francisco. Como él, consiguió los más importantes logros de su carrera militar en el norte de África. En 1922 fue destinado como capitán a Larache y resultó herido en una de sus incursiones. Dos años más tarde recibió una medalla de «sufrimiento por la patria». Incluso se le concedió años después otra condecoración, la Cruz de María Cristina por motivos de guerra debido a una estancia en África.

Pero no fueron las suyas vidas precisamente paralelas. Más bien al contrario. Tras la revuelta de Asturias de octubre de 1934, reprimida por el propio Franco, De la Puente Bahamonde fue suspendido de su empleo y sueldo por apoyarla. Según dicen las crónicas de la época, su primo Francisco omitió la “h” de su segundo apellido para que no le relacionasen con su primo Ricardo.

Única unidad leal.
Después de que tras el triunfo del Frente Popular, en las elecciones de febrero de 1936, Manuel Azaña legislara un indulto general, De la Puente Bahamonde fue rehabilitado. Le enviaron entonces, en abril de ese mismo año, a Marruecos como jefe de las Fuerzas Aéreas, con base en el aeródromo de Sania Ramel, a pocos kilómetros de Ceuta. Apenas faltaban tres meses para el inicio de la Guerra Civil y aquél iba a ser su último destino.

Al caer la tarde del 17 de julio de 1936 el comandante Bahamonde ya había tenido noticias de la sublevación en Melilla y de la toma de la base de hidroaviones de Atalayón. Su compañero el capitán aviador Virgilio Leret había sido detenido allí y pocas horas después habría de ser ejecutado. Asimismo, la máxima autoridad militar, el general Gómez Morato, también estaba detenido.

En realidad solo había caído un Centro permaneciendo en manos leales la alta Comisaría General de Ceuta, con Arturo Álvarez-Buylla al frente.

El comandante Bahamonde no tenía dudas de que durante la madrugada del 18 de julio sería atacado el aeródromo. En pocas horas su primo, el general Franco, debía aterrizar allí a bordo del Dragón Rapide, procedente de Canarias, para tomar el mando de los sublevados en el norte de África. De modo que detuvo a varios oficiales que estaban implicados en el golpe y, con los subordinados leales, unos 25 en total, comenzó a preparar su defensa.

Instaló cuatro ametralladoras sobre una torreta e iluminó la carretera por la cual podían venir las tropas atacantes con las luces de todos los vehículos de que disponía. Para dificultar más la llegada de las fuerzas del acuartelamiento legionario de Dar Riffien, mandadas por el brazo derecho del general Mola, el teniente coronel Juan Yagüe, Bahamonde ordenó salir a uno de sus capitanes con varias camionetas hacia Ceuta y volcarlas en un puente cercano.

Era noche cerrada cuando en Sania Ramel se recibió una esperanzadora llamada desde la Alta Comisaría. Álvarez-Buylla había logrado hablar con el presidente del Gobierno y ministro de la Guerra, Casares Quiroga. Madrid iba a enviar aviones de refuerzo y había que resistir a toda costa. Alrededor de las 23.30 horas el comandante Bahamonde dio orden de marcar el campo de aterrizaje con hogueras encendidas con trapos y cubos de gasolina y señaló a un grupo de soldados para que quedaran en la pista al cuidado de ellas.

El teléfono volvió a sonar a las dos de la madrugada, ya del 18 de julio. Esta vez era el jefe de la sublevación en Tetuán, el teniente coronel Sáenz de Buruaga, el que estaba al otro lado del teléfono. Si Bahamonde no deponía su aptitud el aeródromo sería tomado por la artillería y tropas de Regulares.

Los aviones de Madrid seguían sin llegar, pero Bahamonde se mantuvo firme. Tal y como quedó reflejado en el consejo de guerra, el comandante no dudó en contestar: «¡Tendrán que pasar por encima de los que defendemos al gobierno legal en este momento! ¿En qué concepto me ordena usted que me rinda? ¿Quién es usted para darme tales ordenes?». Dos horas y media después Sania Ramel estaba rodeado y el asedio apenas tardó unos minutos.

Las fuerzas atacantes tuvieron mucha precaución en no dañar la pista de aterrizaje, que sería utilizada en pocas horas por el avión que traía al general Franco. Pero incluso así lo tuvieron fácil. En menos de media hora empezaron a registrarse los primeros heridos entre los hombres de Bahamonde. El comandante no tardó en comprender que los aviones prometidos por Casares Quiroga no iban a llegar nunca, que resistir sólo serviría para contribuir al derramamiento de sangre y que su primo había ganado esta partida. Antes de entregarse, no obstante, ordenó a sus hombres que realizaran averías en varios aviones Breguet XIX, rompiendo sus depósitos de gasolina, radiadores y las ruedas del tren de aterrizaje para que no pudieran ser utilizados por los aviadores sublevados. A las 05.15 horas de la madrugada del 18 de julio, enarboló un pañuelo blanco y entregó su pistola al comandante de regulares Serrano Montaner. Él y todos sus hombres fueron detenidos y trasladados a la fortaleza del Monte Hacho (Ceuta).

Unas horas más tarde, en la mañana del 19 de julio aterrizaba en el aeródromo el Dragón Rapide. Franco fue rápidamente informado de la actitud de su primo el comandante Bahamonde y su situación en calidad de detenido por oponerse a la sublevación.

El proceso sumarísimo contra el comandante Bahamonde, sin embargo, había comenzado a tramitarse el mismo 18 de julio. Se deseaba cuanto antes tener una sentencia, y así fue como el 2 de agosto se celebró el consejo de guerra. A las pocas horas de escuchar las acusaciones, y ante una defensa inexistente, fue condenado a muerte por traición.

Ejecución.
El 3 de agosto se envió a Franco el fallo para que, como máxima autoridad, aportara su enterado y firmara la ejecución o el indulto. El general debió de pensar que cualquier condena que no fuera la ejecución sería considerada un signo de debilidad, pero firmar la sentencia de un familiar tan cercano podría ser inquietante y no lo hizo. Decidió ceder su firma a Luís Orgaz, quien la rubricó.

El Comandante al mando Ricardo De la Puente Bahamonde fue fusilado a las 5 de la tarde (en vez de al amanecer, de alguna forma le quisieron humillar hasta en su muerte, pues es considerado dentro del ámbito castrense un deshonor no ser fusilado al amanecer) del 4 de agosto de 1936, en los muros exteriores de la fortaleza del Monte Hacho (Ceuta).

Francisco Sánchez Montoya es autor de Ceuta y el norte de África (1931-1944).

Bibliografía:
El Mundo / Crónica
Francisco Sánchez Montoya “El primo al que Franco ejecutó”. República, guerra civil y represión (Editorial Natívola).
Atlas ilustrado de la Aviación Militar Española. SUSAETA Ediciones.

http://andaquepaque.blogspot.com.es/2013/08/la-gesta-de-tablada-y-el-inicio-de-la.html