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lunes, 20 de marzo de 2017

Le he visto a usted, señor Hernando, en la televisión, en un ejercicio de falsedad e hipocresía solo digno del Hurias Heep dickensiano de David Cooperfield, manifestando su sorpresa porque los que reclaman la exhumación del Valle de los Caídos de sus deudos asesinados por los franquistas, a los que enterraron junto a sus asesinos, estén siempre “con los muertos a vueltas” cuando usted desea que “los muertos descansen en paz”, y hasta se atrevió a añadir que “alguien debe de entretenerse con ello”.

Como yo tengo unas familiares muy cercanas que hace 80 años que se están entreteniendo buscando los restos de su padre, le voy a contestar a tales manifestaciones contándole su historia.

El 17 de julio de 1936, Virgilio Leret, capitán de aviación del Ejército Republicano, al que había jurado fidelidad muy gustosamente, ya que pertenecía al Partido Socialista y había estado implicado en la conjura de Galán y García Hernández, era el jefe de la base de Hidros de Mar Chica en el Ataloyón de Melilla. Ese infausto día, el ejército faccioso sublevado a las órdenes del general Francisco Franco, asaltó la base. Después de una heroica resistencia que duró sólo unas horas, ya que no tenían ni municiones ni hidros, que se encontraban desguazados para limpiarlos, Leret y sus tropas se rindieron al ejército rebelde. Y, despreciando las leyes de la guerra, los facciosos fusilaron inmediatamente al capitán y a los trece oficiales que comandaban la tropa y que se habían batido valerosamente contra los fascistas, en defensa del legítimo régimen de la II República.

Nunca se encontraron sus cuerpos.

Virgilio Leret era el marido de mi tía, Carlota O’Neill, la hermana de mi madre, Enriqueta O’Neill, que pasó seis años de prisión por ser la esposa del capitán, y padre de mis primas María Gabriela y Carlota Leret O’Neill. Ellas, mis primas, todavía están buscando los restos de su padre para poder honrarle en una sepultura digna.

En similares condiciones, se encuentran 150.000 desaparecidos, asesinados por falangistas, franquistas y otros de igual laya, en todas las cunetas, caminos y campos de España. Como ya se ha repetido, España es el país que tiene más desaparecidos después de Camboya.

España es también el país donde después de una cruenta guerra civil, la única en Europa contra el fascismo, y de una dictadura interminable, no se han creado tribunales que aclararan los crímenes de los dirigentes del régimen, no se ha constituido una Comisión de la Verdad como en Sudáfrica, no se han anulado los innumerables infames Consejos de Guerra en los que se condenaba a muerte a republicanos, anarquistas, sindicalistas, socialistas, comunistas, masones, demócratas y simple gente del pueblo que había votado la República.

En Alemania, Francia, Portugal, Grecia, Argentina, Chile, Uruguay, Guatemala, se han celebrado juicios contra los dictadores y sus sicarios torturadores, algunos incluso en España -¡macabra paradoja!- y condenado a decenas de años de prisión a los culpables, por los mismos delitos que en España cometieron sus conmilitones fascistas que nos oprimieron y explotaron durante cuatro largas décadas.

En España, no. En España se tardó 32 años en aprobar la Ley de Memoria Histórica después de morir el dictador. Una Ley que no anula los juicios fascistas, que no provee de medios para buscar las fosas comunes, desenterrar los restos y darles sepultura digna y que no indemniza a las víctimas. Y en cuanto el Partido Popular se hizo con el gobierno anuló todas las ayudas económicas –¡tan miserables!- que se habían concedido para llevar a cabo esa justa misión.

Ese Partido Popular que tiene como honroso representante a Rafael Hernando, que habla en nombre de su partido en los términos que acaba de hacerlo, y que no ha accedido a condenar el golpe de Estado de 1936, impuso sus condiciones para aprobar la Ley de Memoria Histórica en 2007.

Hace diez años, cuando se estaba debatiendo en el Parlamento, con interminables discusiones y estéril retórica escribí:

“En definitiva, ser demócrata en España es diferente de serlo en Alemania o en Argentina. Hoy, ni siquiera a las víctimas sobrevivientes de la Guerra Civil y la dictadura se les otorga la satisfacción de ver a sus verdugos avergonzados. Porque nunca nos pidieron perdón”.

Pero no sólo no nos han pedido perdón sino que el portavoz del PP, partido que gobierna nuestro país, se permite burlarse de las víctimas. En otra célebre comparecencia ante los medios de comunicación Rafael Hernando afirmó que “algunos se han acordado de su padre cuando había subvenciones”. Por eso, para que los olvidemos definitivamente y dejemos de “entretenernos moviendo a los muertos” el Partido Popular ya no concede subvenciones para la búsqueda de las fosas comunes.

Pero quiero decirle, señor Hernando, que mis primas Gabriela y Carlota Leret O’Neill, no han recibido nunca subvenciones para buscar los restos de su padre. Han trabajado en la búsqueda de datos, en viajes desde Venezuela donde residen, en las entrevistas con los todavía supervivientes de aquella época, en procedimientos múltiples, administrativos y judiciales, de los que no han obtenido respuesta, costeándoselo de su propio peculio.

Y de la misma manera, la hija de Julián Grimau, fusilado en abril de 1963, y las hermanas de Salvador Puig Antich, asesinado a garrote vil el 2 de marzo de 1974, y los amigos y parientes de los últimos ejecutados por el franquismo el 27 de septiembre de 1975 –porque el dictador murió matando-, y las hijas y nietos de los miles de desaparecidos durante los exterminadores años de la dictadura, nunca han recibido ayuda económica alguna para su labor de perseguir la justicia.

Ciertamente, señor Hernando, usted no debe sentir vergüenza por sus declaraciones, ya que es muy proclive a divulgarlas. En diciembre de 2014 fue condenado a pagar 20.000 euros, con el portavoz adjunto Rafael Merino, al partido político UPyD por vulnerar el honor del mismo y acusarle de financiarse ilegalmente. En diciembre de 2012 negó el cambio climático aduciendo que esos “postulados” responden a “eco comunismo que profetiza lo mismo que eso de que el próximo 21 de diciembre se va a acabar el mundo“. En octubre de 2012 llamó al juez Santiago Pedraz “pijo ácrata”, comentario del que tuvo que disculparse poco después.

Usted no tiene vergüenza de pronunciar tales expresiones públicamente porque no tiene ningún familiar asesinado, torturado ni exiliado por los franquistas. Su pariente más conocido es Rafael Pérez Escolar, abogado y político, dentro de la antigua Alianza Popular –luego Partido Popular-, que fue representante del Consejo de Administración de Banesto en la etapa de Mario Conde, por lo que fue procesado.

Su biografía corresponde exactamente al arquetipo de la derecha española: dirigente de un partido fundado por Manuel Fraga Iribarne, ministro y embajador de Franco durante décadas; firmante de penas de muerte; ministro del Interior que afirmaba que “la calle era suya” y ordenaba a la policía matar a tiros a los trabajadores en las manifestaciones; autor de las leyes de represión de la libertad de prensa, de opinión, de manifestación, de partidos políticos. Un partido que protege al capital y oprime a los trabajadores, que le niega a las mujeres el derecho a disponer de su capacidad reproductora, que persigue la libertad de expresión y de manifestación, y que vota en contra de todo intento, por tímido que sea, de restaurar la memoria y la justicia en nuestro país.

Para completar el retrato del señor Hernando, es amante de las corridas de toros y procesiona cada Viernes Santo con las cofradías del Santo Sepulcro y la Virgen de los Dolores de Almería.

Y por supuesto, “no se entretiene moviendo a sus muertos” de las fosas comunes ni del Valle de los Caídos, porque no tiene ninguno.

viernes, 25 de marzo de 2016

Los grandes desconocidos de la sociedad española. Los militares de carrera que fueron fieles a la República y que por ella combatieron en la Guerra Civil española (III)

Artículo dedicado al Ejercito del Aire, al Comandante del Ejército del Aire D. Ricardo de la Puente Bahamonde.

El primo al que Franco ejecutó. El “generalísimo” y su primo Ricardo de la Puente Bahamonde, comandante republicano convencido, crecieron como hermanos hasta que la ideología les separó. «Un día voy a tener que fusilarte», le llegó a decir Francisco a Ricardo. Y lo hizo.

En 1936, fue el último militar fiel a la República del norte de África.

El personaje.
El comandante Ricardo de la Puente Bahamonde nació en la ciudad de Ferrol en 1895.

Realizó su mayor participación en operaciones militares en la guerra africana, en la que obtuvo dos medallas. Apoyó la revolución de Asturias en 1934.

El 18-J de 1936 intentó que el «Dragón Rapide» no aterrizara en Tetuán y fue fusilado tras fulminante consejo de guerra.

La sombra de su primo.
Franco tenía al enemigo en casa y no debió sorprenderle saberlo. En la tarde del 17 y la madrugada del 18 de julio de 1936, cuando el ruido de sables ya había sido reemplazado abiertamente por el estruendo de fusiles en el norte de África, muy pocos oficiales de la región se mantuvieron fieles a la República.

El último jefe en caer al mando de las fuerza aéreas del norte de África, y jefe del aeródromo “Sania Ramel”, era su primo el comandante Ricardo de la Puente Bahamonde, al que Franco apreciaba, pero al cual no dudó en fusilar.

En realidad fue como la confirmación de un viejo augurio. En su libro Historia de una disidencia, la sobrina del general Pilar Jaraiz Franco escribió sobre ellos: “Eran más hermanos que primos, pero de adultos se habían agudizado sus diferencias ideológicas. Franco lo había sustituido de su puesto durante la revolución de Asturias en octubre de 1934. Y en una de sus muchas discusiones, había exclamado Franco: "Un día voy a tener que fusilarte”. Ricardo, que también había nacido en Ferrol, era tres años más joven que su primo Francisco. Como él, consiguió los más importantes logros de su carrera militar en el norte de África. En 1922 fue destinado como capitán a Larache y resultó herido en una de sus incursiones. Dos años más tarde recibió una medalla de «sufrimiento por la patria». Incluso se le concedió años después otra condecoración, la Cruz de María Cristina por motivos de guerra debido a una estancia en África.

Pero no fueron las suyas vidas precisamente paralelas. Más bien al contrario. Tras la revuelta de Asturias de octubre de 1934, reprimida por el propio Franco, De la Puente Bahamonde fue suspendido de su empleo y sueldo por apoyarla. Según dicen las crónicas de la época, su primo Francisco omitió la “h” de su segundo apellido para que no le relacionasen con su primo Ricardo.

Única unidad leal.
Después de que tras el triunfo del Frente Popular, en las elecciones de febrero de 1936, Manuel Azaña legislara un indulto general, De la Puente Bahamonde fue rehabilitado. Le enviaron entonces, en abril de ese mismo año, a Marruecos como jefe de las Fuerzas Aéreas, con base en el aeródromo de Sania Ramel, a pocos kilómetros de Ceuta. Apenas faltaban tres meses para el inicio de la Guerra Civil y aquél iba a ser su último destino.

Al caer la tarde del 17 de julio de 1936 el comandante Bahamonde ya había tenido noticias de la sublevación en Melilla y de la toma de la base de hidroaviones de Atalayón. Su compañero el capitán aviador Virgilio Leret había sido detenido allí y pocas horas después habría de ser ejecutado. Asimismo, la máxima autoridad militar, el general Gómez Morato, también estaba detenido.

En realidad solo había caído un Centro permaneciendo en manos leales la alta Comisaría General de Ceuta, con Arturo Álvarez-Buylla al frente.

El comandante Bahamonde no tenía dudas de que durante la madrugada del 18 de julio sería atacado el aeródromo. En pocas horas su primo, el general Franco, debía aterrizar allí a bordo del Dragón Rapide, procedente de Canarias, para tomar el mando de los sublevados en el norte de África. De modo que detuvo a varios oficiales que estaban implicados en el golpe y, con los subordinados leales, unos 25 en total, comenzó a preparar su defensa.

Instaló cuatro ametralladoras sobre una torreta e iluminó la carretera por la cual podían venir las tropas atacantes con las luces de todos los vehículos de que disponía. Para dificultar más la llegada de las fuerzas del acuartelamiento legionario de Dar Riffien, mandadas por el brazo derecho del general Mola, el teniente coronel Juan Yagüe, Bahamonde ordenó salir a uno de sus capitanes con varias camionetas hacia Ceuta y volcarlas en un puente cercano.

Era noche cerrada cuando en Sania Ramel se recibió una esperanzadora llamada desde la Alta Comisaría. Álvarez-Buylla había logrado hablar con el presidente del Gobierno y ministro de la Guerra, Casares Quiroga. Madrid iba a enviar aviones de refuerzo y había que resistir a toda costa. Alrededor de las 23.30 horas el comandante Bahamonde dio orden de marcar el campo de aterrizaje con hogueras encendidas con trapos y cubos de gasolina y señaló a un grupo de soldados para que quedaran en la pista al cuidado de ellas.

El teléfono volvió a sonar a las dos de la madrugada, ya del 18 de julio. Esta vez era el jefe de la sublevación en Tetuán, el teniente coronel Sáenz de Buruaga, el que estaba al otro lado del teléfono. Si Bahamonde no deponía su aptitud el aeródromo sería tomado por la artillería y tropas de Regulares.

Los aviones de Madrid seguían sin llegar, pero Bahamonde se mantuvo firme. Tal y como quedó reflejado en el consejo de guerra, el comandante no dudó en contestar: «¡Tendrán que pasar por encima de los que defendemos al gobierno legal en este momento! ¿En qué concepto me ordena usted que me rinda? ¿Quién es usted para darme tales ordenes?». Dos horas y media después Sania Ramel estaba rodeado y el asedio apenas tardó unos minutos.

Las fuerzas atacantes tuvieron mucha precaución en no dañar la pista de aterrizaje, que sería utilizada en pocas horas por el avión que traía al general Franco. Pero incluso así lo tuvieron fácil. En menos de media hora empezaron a registrarse los primeros heridos entre los hombres de Bahamonde. El comandante no tardó en comprender que los aviones prometidos por Casares Quiroga no iban a llegar nunca, que resistir sólo serviría para contribuir al derramamiento de sangre y que su primo había ganado esta partida. Antes de entregarse, no obstante, ordenó a sus hombres que realizaran averías en varios aviones Breguet XIX, rompiendo sus depósitos de gasolina, radiadores y las ruedas del tren de aterrizaje para que no pudieran ser utilizados por los aviadores sublevados. A las 05.15 horas de la madrugada del 18 de julio, enarboló un pañuelo blanco y entregó su pistola al comandante de regulares Serrano Montaner. Él y todos sus hombres fueron detenidos y trasladados a la fortaleza del Monte Hacho (Ceuta).

Unas horas más tarde, en la mañana del 19 de julio aterrizaba en el aeródromo el Dragón Rapide. Franco fue rápidamente informado de la actitud de su primo el comandante Bahamonde y su situación en calidad de detenido por oponerse a la sublevación.

El proceso sumarísimo contra el comandante Bahamonde, sin embargo, había comenzado a tramitarse el mismo 18 de julio. Se deseaba cuanto antes tener una sentencia, y así fue como el 2 de agosto se celebró el consejo de guerra. A las pocas horas de escuchar las acusaciones, y ante una defensa inexistente, fue condenado a muerte por traición.

Ejecución.
El 3 de agosto se envió a Franco el fallo para que, como máxima autoridad, aportara su enterado y firmara la ejecución o el indulto. El general debió de pensar que cualquier condena que no fuera la ejecución sería considerada un signo de debilidad, pero firmar la sentencia de un familiar tan cercano podría ser inquietante y no lo hizo. Decidió ceder su firma a Luís Orgaz, quien la rubricó.

El Comandante al mando Ricardo De la Puente Bahamonde fue fusilado a las 5 de la tarde (en vez de al amanecer, de alguna forma le quisieron humillar hasta en su muerte, pues es considerado dentro del ámbito castrense un deshonor no ser fusilado al amanecer) del 4 de agosto de 1936, en los muros exteriores de la fortaleza del Monte Hacho (Ceuta).

Francisco Sánchez Montoya es autor de Ceuta y el norte de África (1931-1944).

Bibliografía:
El Mundo / Crónica
Francisco Sánchez Montoya “El primo al que Franco ejecutó”. República, guerra civil y represión (Editorial Natívola).
Atlas ilustrado de la Aviación Militar Española. SUSAETA Ediciones.

http://andaquepaque.blogspot.com.es/2013/08/la-gesta-de-tablada-y-el-inicio-de-la.html