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jueves, 11 de mayo de 2017

Los latinos de Silicon Valley quieren ser ejecutivos. Los líderes de la comunidad ayudan a las nuevas generaciones a seguir sus pasos.

Algunos se apellidan Díaz o Fernández, nacieron en México, pero apenas hablan en español. Llegaron a comienzos de los 70 a San José y sus alrededores con menos de cinco años. Algunos cuentan cómo, en la escuela, los castigaban por hablar el idioma que escuchaban en casa, y cómo a medida que sus padres se integraban en una zona próspera, con la industria tecnológica como motor de desarrollo local, fueron borrando la lengua, pero no la cultura, los amigos o la forma de ver la vida.

Hoymuchos de esos chicos son profesionales que sigue en la zona de la bahía de San Franciscohan conseguido estudiar y trabajan en las empresas tecnológicas de la zona. Los que han conseguido este éxito son una minoría, pero quieren que su ejemplo sirva para que las nuevas generaciones lo tengan más sencillo.

Durante el Silicon Valley Latino Leadership Summit algunos de los más exitosos pasaron por el Faculty Club de Stanford para dar consejos a los que emprenden su mismo camino.

Carmen Rojas dirige Workers Lab, un laboratorio que ayudar a los padres de los jóvenes para que tengan oportunidades económicas y acceso a becas. Su inquietud es que los que quieren llegar a la universidad lo tengan más fácil que ella, cuya madre era costurera en una fábrica de Levi’s.

Yai Vargas está al frente de Marketing para Estados Unidos de la aseguradora New York Life. Se permitió dar un consejo: “Me veo como un recurso, como alguien que conecta. Creo que es bueno no estar solo en el grupo de latinos, sino en más poder ejercer más influencia y unir diferentes intereses”.

Anthony Salcido es otro de esos perfiles que destaca, ejerce como vicepresidente de Toyota y presume como latino: “Somos el grupo con mayor crecimiento. Tenemos que pedir nuestro sitio, ocupar el espacio. Cada vez más latinos se gradúan en las mejores escuelas del país. Si ves ejemplos de líderes, piensas que quizá tú también puedas hacerlo”.

El contexto político, con una presidencia poco abierta a la inmigración, es una de las preocupaciones del colectivo. Aaron Santillán, directivo de VISA, le da la vuelta a la situación: “Tenemos que verlo como una oportunidad para que se nos vea como algo distinto”. Salcido apunta en la misma línea ante la criminalización de los inmigración: “Tenemos que ser ejemplares. Somos el grupo de más crecimiento. Vamos a tener más y más visibilidad. Tarde o temprano vamos a llegar”.

Una cifra que llama la atención es que solo el 10% de los latinos llega a graduarse en la universidad. Sin embargo, son el colectivo con mayor éxito a la hora de emprender, con mayor tasa de permanencia de las empresas, pero, de nuevo, con una dificultad, les cuesta escalar. No son muchas las empresas creadas por ellos que superen el millón de euros de facturación.

Jacqueline Martínez, creadora y consejera delegada de la  Latino Community Foundation,  apuesta por la apertura a otras comunidades: “Muchos de los que van a ver liderazgo, cualidades, algo especial en otros quizá no están en nuestro entorno. Por eso tenemos que abrirnos, encontrar a los que nos va a ayudar a ir más allá.

Santillán dio un consejo para los que estén en el mundo corporativo, que pierdan los complejos: “Tenemos que negociar. No conformarnos. Pensar lo que queremos ganar y saber pedirlo. El cambio empieza con los salario. No hay nada malo en pedir lo que te mereces. Después, ya se puede ir escalando en la pirámide corporativa, pero ese respeto hay que ganárselo”.

http://internacional.elpais.com/internacional/2017/05/08/estados_unidos/1494222591_845519.html

Los 20 latinos más relevantes en tecnología

viernes, 13 de marzo de 2009

La máscara de la paz, por primera vez. Y la canción, "In the death car", Bregovic, Goran

Una música para acompañar a un escrito de un general.

La máscara de la paz, por primera vez
Kosovo, 1999-2009

Fabio Mini
Il Manifesto

Traducido por Gorka Larrabeiti

En un libro entrevista de 2003 el embajador estadounidense Christopher Hill, uno de los protagonistas del asunto del Kosovo y responsable del fracaso diplomático que condujo a la guerra, pronuncia estas frases esclarecedoras: 1) “a los diplomáticos les gusta pensar que se ocupan de cuestiones importantes. En realidad, se ocupan de cuestiones urgentes”; 2) “A menudo se suelen definir como urgentes asuntos que son violentos”; 3) “Holbrooke (artífice de Dayton y del monstruo institucional de Bosnia) en 1998 se empeñó en convencer a Washington de que las cosas en Kosovo eran graves”. Se podría decir que la guerra del Kosovo de hace diez años siguió el hilo lógico de estas palabras, que se pueden leer como una constatación, una premonición o un cínico plan en el que la catástrofe humanitaria y la violencia sirven para que las cosas se vuelvan graves, urgentes, y por consiguiente, para justificar cualquier intervención, por ilógica, ilegítima o irresoluta que sea. En 1995 se sabía que Kosovo era tan importante como Bosnia. Se sabía que la solución debía ser regional y no cantonal. Sin embargo, no se incluyó en los debates de Dayton, lo que causó gran malestar entre los kosovares, que confiaban en ello tanto porque Milosevic defendía la soberanía de Serbia como porque la cuestión no era “urgente”. Es decir: que todavía no era lo bastante violenta. Lo que se reiteró en Dayton fue el mensaje que lanzaron quienes a partir de 1991 se apresuraron a reconocer la independencia de los nuevos estados balcánicos: la política internacional anteponía la preponderancia étnica, especialmente si coincidía con la cultural y religiosa. De ahí que de 1995 a 1998 en Kosovo se emprendieran muchas iniciativas para colmar el "vacío” de la violencia y para adaptarse al criterio dominante. El gobierno serbio se empeñó en trasplantar al Kosovo a los serbios que habían huido de las masacres de los croatas y a la lucha a los “terroristas” albaneses, mientras los kosovares recurrían a la asesoría yihadista, a la financiación a través de tráficos ilegales y a la diligente frecuencia de cursos de instrucción para el combate que generosamente les ofrecían los servicios secretos de Estados Unidos y de otros países europeos. Es en 1998 cuando madura la violencia militar que consiente a los diplomáticos ocuparse no de lo importante, sino de lo que “finalmente” es urgente. Considerando lo que ocurrió después -las masacres, limpiezas y contra-limpiezas étnicas, las víctimas de la guerra y el balance final- la guerra del Kosovo no parece distinta del resto de guerras balcánicas en las que los pretextos y la actividad diplomática sirvieron a menudo para que se precipitara la situación y se diera inicio a experimentos socio-políticos imposibles.

Pero Kosovo es mucho más que eso, y la diferencia se ve en los avatares post-bélicos. En esta última década el Kosovo se ha construido como un “no-estado” sobre una base mono-étnica, al que se le impide una soberanía nacional legítima y que es financiado y ocupado por fuerzas internacionales que no deben inmiscuirse con los asuntos locales, sean legales o ilegales. Todo aquel que se ha opuesto a esta construcción ha sido amenazado, eliminado o considerado como un criminal; todo aquel que ha favorecido la realización del proyecto ha sido bien retribuido e incluso premiado. El ejemplo del Kosovo se ha convertido en el paradigma del predominio de la lógica étnica y de los clanes sobre la del orden y la soberanía de los estados. En este sentido, ha puesto en compromiso el principio en que se fundan las Naciones Unidas. Además, Kosovo ha demostrado que es el primer ejemplo de una guerra moderna especialmente hipócrita y violenta: la guerra que jamás termina, que se disfraza de operación de paz; la guerra que no tiende a la victoria y a la estabilidad sino a la realización del caos, del colapso organizativo e institucional; la guerra que determina el derrumbe de los criterios fundamentales de la política internacional y de la propia ética política. Kosovo ha conseguido dar un nuevo significado a la balcanización, vinculado todavía al conflicto, pero ligado a la asimetría institucional que permite la ruptura de los equilibrios internos e internacionales, la alteración del equilibrio de poderes y del reparto de responsabilidades. Kosovo debería ser un ejemplo negativo y enseñar nuevas filosofías y actitudes ante los problemas internacionales, pero no se percibe ni voluntad de aprender ni de cambiar. Los hacedores y los escuderos de este Kosovo están orgullosos de ello y lo apoyan. La dinastía Clinton, que llegó a la guerra, gestiona esa diplomacia que antes de intervenir ha de asegurarse de que las cosas son urgentes. Holbrooke es el enviado especial en Afganistán y Pakistán, y su pupilo Hill es el responsable del área Asia-Pacífico, y será el próximo embajador en Iraq. Áreas todas ellas en las que se necesita de todo excepto urgencias.

Fabio Mini es general del Ejército Italiano, ex-comandante de la OTAN en Kosovo
Publicado originalmente en:
http://www.ilmanifesto.it/il-manifesto/in-edicola/numero/20090322/pagina/11/pezzo/245435/

Arizona dream, Iggy Pop & Goran Bregovic