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domingo, 15 de enero de 2023

REDES SOCIALES El biógrafo de Elon Musk: “Para él, el caos es el procedimiento operativo estándar”.

Ashlee Vance, autor del libro más importante sobre la vida del hombre más rico del mundo, valora las primeras polémicas del magnate como propietario de la red social

En la tercera cita de Elon Musk con su segunda mujer, Riley Talulah, ya en la intimidad del hotel, le quiso enseñar sus cohetes. “Era escéptica, pero de verdad me enseñó vídeos de cohetes”, revela Talulah. En su primer encuentro, Musk había descartado a otras dos modelos en favor de Talulah porque “ella quería realmente hablar de cohetes y coches eléctricos, eso era lo interesante”, cuenta Musk a su biógrafo Ashlee Vance, periodista de Bloomberg y autor de Elon Musk. El empresario que anticipa el futuro, un libro publicado originalmente en 2015.

Musk no solo usaba los coches eléctricos para ligar cuando ya había invertido millones de dólares en Tesla, una empresa que los fabrica. Ya lo hacía cuando tenía 18 años y acababa de llegar a Canadá desde su Sudáfrica natal. “Creo que la segunda frase que salió de su boca fue ‘pienso mucho en los coches eléctricos’. Entonces me miró y me dijo, ‘¿tú piensas mucho en los coches eléctricos?’”, dice Christie Nicholson, que conoció al joven Musk en una fiesta y mantuvieron la amistad.

El foco exacerbado y obsesivo en sus intereses vitales y empresariales es constante en la vida de Musk. Desde joven le ha interesado mucho internet (fundó X.com, que está en el origen de Paypal y los pagos seguros en la red), los cohetes (SpaceX) y los coches eléctricos (Tesla). Su interés por las redes sociales y Twitter puede parecer nuevo desde fuera, pero es probable que Musk le haya dedicado muchas horas y crea, como escribió a los anunciantes, que Twitter no es solo una red social, sino una “plaza pública digital” imprescindible para el futuro de la humanidad.

“Según algunos mensajes que hemos intercambiado, creo que está bastante estresado”, dice su biógrafo Vance por teléfono a EL PAÍS. Desde el anuncio oficial de la compra de Twitter, el pasado 27 de octubre, Musk ha despedido a miles de empleados, ha abierto la puerta al regreso de Donald Trump, ha causado el caos con decisiones poco pensadas y ha provocado entre sus críticos el vaticinio del fin de Twitter y un pequeño éxodo a Mastodon y otras redes.

¿Es todo esto un gran problema para Musk? Probablemente, no. “Es una situación extraordinaria, pero para Elon tener sus empresas en caos es un procedimiento operativo estándar, tiene práctica”, dice Vance. “También debo decir que si nada funciona y Twitter se desploma y pierde los 44.000 millones de dólares, no diré que no le importaría, pero es quizá la única persona en la Tierra a quien no le destruiría la vida. Está dispuesto a jugársela y podría vivir sea cual sea el resultado”, añade.

Musk tiene otros proyectos en marcha cuyos resultados están en duda o en camino: el hyperloop, la conducción automática de Tesla y sus robots Optimus, o los chips en el cerebro de Neuralink. Los éxitos indiscutibles de Paypal, SpaceX y Tesla no son los únicos hitos de su carrera.

Un gran misterio de estas primeras semanas con Musk frente de Twitter es cómo puede sobrevivir la compañía con 2.700 empleados, más del 50% menos de los que tenía en octubre. Hay varias posibles respuestas, observando tanto lo que ocurre hoy en Silicon Valley como echando un vistazo al pasado de Musk en SpaceX y Tesla. Otras empresas tecnológicas están despidiendo a empleados. El cofundador de Twitter, Jack Dorsey, admitió haber hinchado en exceso la plantilla. Musk tenía pinta de saberlo y de igualmente haber apostado fuerte: “Le están subestimando. Se dice mucho que está perdiendo a todos estos ingenieros”, dice Vance. “Se subestima cuánta gente solo protesta por el hecho de que Elon esté ahí y se subestima su capacidad de contratar a gente con talento”, añade. Ya hay ejemplos de ingenieros que se ponen a disposición de Musk con pruebas complejas, como arreglar el buscador de Twitter:

Hay, para Vance, una diferencia sustancial entre Twitter y sus otros dos negocios: SpaceX y Tesla: “Sus dos empresas las construyó con el tiempo. Tienen visiones muy claras sobre qué son y hacia dónde se dirigen. El comportamiento de Musk es algo más tolerado porque están acostumbrados a su estilo. Aun así, es increíblemente duro con algunas personas y las despide de manera horrible”, explica. Pero ahora ha llegado a Twitter siendo ya el hombre más rico del mundo y el mayor usuario de la red, y el interés que levanta es distinto: “En Twitter acaba de tirarse en paracaídas con su gestión y es obviamente impactante para todos en la empresa y los que están fuera de ella”, añade.

En Tesla y SpaceX hay varios ejemplos de su comportamiento y ética de trabajo. En sus cientos de entrevistas, Vance cuenta en el libro algunos casos notables. “Una persona que trabaja 16 horas al día termina siendo mucho más eficaz que dos personas que trabajan ocho horas”, escribe Vance en la biografía a propósito de un caso concreto. “Ese trabajador no debe celebrar reuniones, ni llegar a consensos o poner al día a otras personas. Simplemente, sigue trabajando y trabajando y trabajando. El empleado ideal de SpaceX es alguien como Steve Davis, el director de proyectos avanzados de SpaceX. ‘Ha estado trabajando 16 horas al día todos los días durante años’, dijo Brogan [otro empleado de SpaceX]. ‘Hace más cosas que 11 personas trabajando juntas’”.

Los fines de semana son también un obstáculo para Musk: “Cuando llegó, le hice notar lo impresionante que era que tanta gente trabajara un sábado”, escribe Vance. “Musk vio la situación bajo una luz diferente, quejándose de que cada vez menos personas trabajaban los fines de semana. ‘Nos hemos vuelto jodidamente blandos’, respondió Musk. ‘Voy a enviar un correo electrónico. Somos jodidamente blandos’”. ¿El nacimiento de un hijo? Importa menos que la empresa: “Un empleado [de Tesla] se perdió un evento para presenciar el nacimiento de su hijo. Musk le envió un correo electrónico diciendo: ‘Eso no es excusa. Estoy extremadamente decepcionado. Debes averiguar dónde están tus prioridades. Estamos cambiando el mundo y cambiando la historia, y te comprometes o no’”. Vance cita las palabras del receptor del correo, pero en este caso no pudo ver el mensaje original enviado por Musk.

¿Se van los empleados? Fichamos más
En X.com un grupo de ejecutivos se llevó a una parte sustancial de la plantilla porque estaban en desacuerdo con la gestión de Musk: “Terminó con una empresa fantasma y un puñado de empleados leales. ‘Después de todo, recuerdo estar sentada con Elon en su oficina”, dijo Julie Ankenbrandt, una de las primeras empleadas de X.com que se quedó. ‘Había un millón de leyes para impedir que ocurriera algo como X.com, pero a Elon no le importaba. Simplemente, me miró y dijo: ‘Creo que deberíamos contratar a más personas’”.

“Musk se quejó de que cada vez menos personas trabajaban los fines de semana. ‘Nos hemos vuelto jodidamente blandos”
Otro modo de subestimar la tozudez de Musk es su relación con el fracaso. En 2008, los cohetes no despegaban y fabricar un Tesla a tiempo parecía un sueño. Con la crisis estaba a punto de perder todo el dinero que había ganado tras la venta de Paypal a eBay. Su mujer entonces, Riley Talulah, recuerda su desesperación. “Un día hubo 50 artículos sobre cómo moriría Tesla”, recuerda Kimbal Musk, hermano de Elon. Hoy el riesgo es mucho mayor en términos absolutos, pero el imperio de Musk no depende de Twitter. Aun así, no se permite fracasos.

Vance cita a Jeff Heilman, uno de los primeros empleados de la primera empresa de Musk, Zip2, de servicios de internet. “‘Elon tenía ese impulso de que esto, fuera lo que fuera, tenía que hacerse y que si no lo hacía, fallaría su oportunidad’, dijo Heilman. ‘Eso es lo que veían los inversores de riesgo: que estaba dispuesto a apostar su existencia en la construcción de esta plataforma’. Musk en realidad le dijo lo mismo a un inversor: ‘Mi mentalidad es la de un samurái. Preferiría cometer harakiri antes que fallar’”.

Más allá del fracaso, una de las distinciones de Musk es cómo reinvierte buena parte del dinero que logra en sus nuevos proyectos. En los años más difíciles de SpaceX y Tesla, cuando aún vivía con su primera mujer, Justine, le dijo esto a Antonio Gracias, amigo e inversor en sus empresas: “‘Las cosas empezaban a ir mal con Justine, pero aún estaban juntos’, dijo Gracias. ‘Durante esa cena, Elon me dijo: ‘Gastaré mi último dólar en estas empresas. Si tenemos que mudarnos al sótano de los padres de Justine, lo haremos’”.

¿Es de derechas?
Una polémica persistente con Musk, que ha crecido desde su compra de Twitter, es si es de derechas. “Creo que es una estupidez”, dice Vance. “Algo de esto lo ha provocado él mismo con las cosas que dice y tuitea, pero la gente tiene que entender que la mayor parte del tiempo está bromeando solo para tocar las narices. No es un fascista radical ni nada por el estilo. Es bastante racional y sus lealtades políticas tienden a cambiar según la forma en que el gobierno trata a sus empresas en cada momento. Es excéntrico y le encantan los follones, pero en mi opinión no es de extrema derecha, no lo creo”.

Las vacaciones “te matan”
Musk estuvo a punto de morir en un viaje a África con Justine. Pilló un tipo de malaria grave y se la descubrieron tarde a la vuelta. Musk pasó 10 días difíciles en la unidad de cuidados intensivos. Tardó seis meses en recuperarse. Perdió 20 kilos durante la enfermedad. “Estuve muy cerca de morir”, dijo Musk a Vance. “Esa es mi lección para las vacaciones: las vacaciones te matarán”.

https://elpais.com/tecnologia/2022-11-23/el-biografo-de-elon-musk-para-el-el-caos-es-el-procedimiento-operativo-estandar.html

sábado, 15 de octubre de 2022

_- Cómo podremos reemplazar las sociedades moldeadas por los multimillonarios de Sillicon Valley

_- Los titulares cargados de fatalidad de nuestros tiempos parecen indicar que hay dos futuros en oferta.


En uno de ellos, prevalece un autoritarismo orwelliano. Temerosos ante las crisis que se agravan -la climática, sanitaria y económica-, los ciudadanos aceptan el trato que les ofrece el "hombre fuerte": su protección a cambio de una lealtad incuestionable como "súbditos". Lo que sigue es la abdicación del poder personal, la elección o la responsabilidad.

En el otro, todos somos "consumidores" y la autosuficiencia se convierte en un deporte extremo. Los más ricos tienen en una mano sus lugares para escaparse o retirarse de la rutina en Nueva Zelanda y en la otra un billete para Marte.

El resto nos esforzamos por ser como ellos, valiéndonos por nosotros mismos a medida que los robots nos quitan puestos de trabajo y se intensifica la competencia por unos recursos cada vez más escasos.

Los beneficios de la tecnología, ya sea la inteligencia artificial, la biotecnología, la neurotecnología o la agrotecnología van a parar a los más ricos, al igual que todo el poder de la sociedad.

Se trata de un futuro moldeado por los caprichos de los multimillonarios de Silicon Valley. Aunque este modelo se vende a sí mismo con garante de las libertades personales, la experiencia para la mayoría es de exclusión: un mundo de ricos y pobres.

La tercera vía
A pesar del ancho de banda y las ondas dedicadas a estas dos distopías, existe otra trayectoria: la llamamos "futuro ciudadano".

Los autores explican que el concepto de ciudadanía va más allá del ejercicio de voto y de otros mandatos previstos en la ley.

En los últimos años estuvimos trabajando en un libro titulado "Ciudadanos", en el que proponemos una narrativa más esperanzadora para el siglo XXI.

En este futuro, las personas son ciudadanos, en lugar de súbditos o consumidores. Con esta identidad, resulta más fácil ver que todos somos más inteligentes que cualquiera de nosotros. Y que la estrategia para navegar en tiempos difíciles es aprovechar las diversas ideas, la energía y los recursos de todos.

Esta forma de ciudadanía no tiene que ver con el pasaporte que tenemos, y va mucho más allá del votar en las elecciones. Representa el significado más profundo de la palabra, cuyas raíces etimológicas se traducen literalmente como "personas juntas": los humanos nos definimos por nuestra interdependencia fundamental, las vidas no tienen sentido sin la comunidad.

Es una práctica más que un estatus o una posesión, casi más verbo que sustantivo.

Como ciudadanos, miramos a nuestro alrededor, identificamos los ámbitos en los que tenemos alguna influencia, encontramos a nuestros colaboradores y nos comprometemos. Y, fundamentalmente, nuestras instituciones nos animan a hacerlo.

Sin embargo, aprovechar este futuro dependerá de que veamos y aceptemos una historia más amplia de lo que somos como seres humanos. ¿Y cómo lo hacemos?

Ejemplos en cada esquina
Mientras escribíamos el libro, encontramos con innumerables ejemplos de la perspectiva ciudadana. Si miramos más allá de los titulares, pronto descubriremos un fenómeno global e intersectorial, y lo que pueden parecer ejemplos aislados están conectados por temas comunes.

Chile se encuentra en estos momentos inmerso en la campaña para decidir si aprueba una nueva Constitución.

Pensemos en la gobernanza. La ciudad de París acaba de aprobar la creación de una Asamblea Ciudadana permanente que orienta la política, y se ha comprometido a distribuir más de US$ 101 millones al año mediante presupuestos participativos.

La Ciudad de México ha elaborado una Constitución para sus nueve millones de habitantes, mientras que Chile se encuentra en medio del proceso para ratificar un proyecto de Carta Magna redactado por una Convención impulsada por los ciudadanos.

En Reikiavik (Islandia), los diseñadores de juegos han construido una plataforma de democracia participativa que ha incorporado a cientos de personas al funcionamiento de la ciudad.

Quizá lo más impresionante de todo sea que Taiwán mostró al mundo un camino para superar la pandemia, construyendo su respuesta en torno a tres principios: rápido, divertido y justo.

Esto llevó al gobierno taiwanés a abrir sus datos, a convocar premios para aplicaciones de seguimiento de la disponibilidad de máscaras faciales (y mucho más), a confiar en la gente lo suficiente como para restringir los movimientos sobre la base de la "autovigilancia participativa", e incluso a crear una línea de atención telefónica a la que cualquier ciudadano podía llamar con ideas sobre qué más se podía hacer.

¿El resultado? Una de las tasas de mortalidad más bajas del mundo, sin imponer nunca un confinamiento.

El futuro de los ciudadanos también está ganando terreno en el mundo de la empresa. Muchas empresas aspiran ahora a crear "valor para las partes interesadas" y no sólo "valor para los accionistas".

Un antiguo director general de Unilever, por ejemplo, fijó como objetivo de la empresa ser contribuyentes "positivos netos" a la sociedad. Y algunas de las empresas más grandes y de más rápido crecimiento del mundo están experimentando con el crowdsourcing y el crowdfunding.

General Electric, por ejemplo, recurre habitualmente a soluciones de crowdsourcing para algunos de sus principales retos. Y la marca de cosméticos Body Shop ha instituido un pionero Colectivo de Jóvenes como parte de su estructura de gobierno.

La decisión del gobierno taiwanés de permitirle a sus ciudadanos participar a la hora de diseñar las políticas para combatir la pandemia del covid-19, es para los expertos un modelo de la ciudadanía del futuro.

Hay muchas más cosas que ocurren por debajo del radar convencional, arraigadas en modelos de negocio que se construyen para extenderse en lugar de escalar.

El cooperativismo de plataforma, con el que Airbnb y Uber se enfrentan a la competencia de Ride Austin y Peepl Eat, cuyos clientes son también sus propietarios; y el crowdfunding de capital, el cual difumina la línea entre el accionista y el cliente e impulsa a empresas establecidas como la cervecera Brewdog y a nuevas empresas como Yuup, la cual es una plataforma que apoya a pequeños negocios en la ciudad inglesa de Bristol.

Las ONG también se suman
El futuro de los ciudadanos también está tomando forma en el sector no lucrativo, ya que las organizaciones se reimaginan a sí mismas como facilitadoras de los movimientos dirigidos por los ciudadanos.

En el Reino Unido, organizaciones como la Real Sociedad para la Protección de las Aves (RSPB), el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF) y Amigos de la Tierra están reorientando sus estrategias hacia la participación, apoyando campañas en lugar de iniciar las suyas propias.

Por su parte, Greenpeace EE.UU. está adoptando un enfoque más colectivo, tratando de ser, en palabras de la directora ejecutiva Annie Leonard, "un héroe entre héroes".

Una nueva plataforma llamada Restor permite a los proyectos de base de conservación de la naturaleza de todo el mundo trazar su impacto, conectarse y colaborar.

Al mismo tiempo, los grupos comunitarios están rechazando los viejos modelos de ayuda y caridad, y buscando soluciones locales.

Las ofertas de acciones comunitarias, por ejemplo, son una innovación en el Reino Unido que facilita a la población local la inversión en sus propias comunidades.

En Grimsby, en el norte de Inglaterra, un grupo llamado East Marsh United acaba de completar con éxito una oferta de acciones comunitarias por valor de US$ 602.000 para comprar 10 casas, que serán reformadas y luego alquiladas a menor costo.

El proyecto generará un flujo de ingresos sostenible para el resto de sus operaciones.

Greenpeace ha comenzando a respaldar las iniciativas de otras agrupaciones ambientalistas, en lugar de iniciar campañas en solitario.

Y si hay alguien que destaca por encima de todos en toda esta historia, es Kennedy Odede: un hombre que empezó con un balón de fútbol y teatro callejero en uno de los barrios marginales de Nairobi y ha hecho crecer su organización Shining Hope for Communities hasta una escala en la que permitió a más de dos millones de habitantes de los barrios marginales apoyarse durante la pandemia.

Incluso acoge un incipiente Foro Mundial de Comunidades, una alternativa más colectiva al Foro Económico Mundial de Davos.

Más sencillo de lo que parece
El reto no es que el futuro ciudadano sea difícil de encontrar o complicado de articular. Es sencillo, está arraigado en una verdad profunda y surge en todas partes.

Pero está oculto, porque cada día la gente se cuenta a sí misma otras historias de la sociedad y su papel en ella.

De manera crítica, las instituciones refuerzan estas otras narrativas, tomando el oxígeno de la imaginación, haciéndolas parecer como las únicas posibilidades.

No somos los primeros en sugerir que las historias pueden dar forma a las sociedades. En un ensayo histórico escrito hace 25 años, Donella Meadows, pionera del pensamiento sistémico, propuso que las sociedades se aferran a mentalidades o paradigmas que describió como "acuerdos sociales compartidos sobre la naturaleza de la realidad (...) el conjunto más profundo de creencias sobre cómo funciona el mundo".

Son, según ella, "las fuentes de los sistemas".

Y más recientemente, la socióloga Arlie Russell Hochschild ha tratado de entender las comunidades estadounidenses que estudia a través de su "historia profunda", una "lente subjetiva" a través de la cual ven el mundo.

En la balanza
Proponemos que una de las historias profundas más extendidas es la "historia del consumidor".

Dice así: nuestro papel como individuos es perseguir nuestro propio interés, sobre la base de que se agregará a los mejores resultados para la sociedad. Nos definimos a través de la competencia.

En el camino, nuestras elecciones representan nuestro poder, nuestra creatividad, nuestra identidad: nos hacen ser quienes somos.

Todas las organizaciones e instituciones, desde las empresas hasta las organizaciones benéficas y el gobierno, existen para ofrecer estas opciones. Todas se reducen a proveedores de productos y servicios.

Esta historia de consumo es la que nos lleva al Futuro B, el futuro de las fugas marcianas, los multimillonarios con un poder desproporcionado y la desigualdad extrema.

El modelo capitalista, pese a garantizar derechos y libertades, ha dejado a millones en todo el mundo sumidos en la pobreza.

En cuanto al Futuro A, este futuro orwelliano corresponde al retorno del "relato del súbdito", como en "súbditos del Rey".

En esta historia, el líder es el que mejor sabe, trazando el camino a seguir y declarando nuestros deberes.

Los demás somos inocentes, ignorantes de los asuntos importantes. Este trato se hace más atractivo cuanto mayor es el peligro, por lo que esta historia vuelve a aparecer hoy en día.

Los gobiernos y las organizaciones que surgen del relato del súbdito son paternalistas y jerárquicos, con unos pocos supuestamente superiores en la cima de la pirámide.

Ya en China, las consecuencias de esta historia son claras. El proyecto Skynet del país cuenta con más de 400 millones de cámaras de vigilancia, con un número cada vez mayor de ellas enganchadas automáticamente al reconocimiento facial y a otros programas de inteligencia artificial.

El gobierno sabe casi todo lo que hacen sus ciudadanos, desde las compras hasta el comportamiento al volante, pasando por las publicaciones en las redes sociales y la cantidad de tiempo que una persona pasa jugando a los videojuegos.

También existe el Sistema de Crédito Social, un enorme sistema de recopilación y procesamiento de datos, que concede automáticamente premios o castigos.

Un castigo ya muy extendido es la prohibición de comprar vuelos: según las cifras publicadas por el Centro Nacional de Información de Crédito Público de China, esto ya había ocurrido 17,5 millones de veces a finales de 2018.

Otros castigos incluyen, según se informa, la reducción automática de la velocidad de internet o la confiscación de la mascota.

La historia del súbdito precedió a la historia del consumidor. Fue la historia dominante durante siglos, dando forma a las interacciones de la mayoría de la humanidad, al menos desde el siglo XVII, hasta que se desmoronó en el transcurso de las dos guerras mundiales del siglo XX.

La historia del consumidor, por inevitable que parezca, sólo surgió de las cenizas del súbdito, y sólo ha sido la historia dominante de la humanidad durante los últimos 70 años.

El modelo orwelliano es aplicado en países como China, donde las autoridades hoy por hoy saben casi todo lo que hacen sus ciudadanos, desde en qué gastan su dinero y hasta cuánto tiempo pasan jugando videojuegos.

A diferencia del súbdito, la historia del consumidor parecía prometer un sueño dorado, con su distribución más amplia de los recursos y la riqueza, su sustitución de la aristocracia por la meritocracia.

Pero ahora la historia del consumo se está resquebrajando. Se está derrumbando bajo el peso de sus propias contradicciones, y amenaza con arrastrarnos con ella.

Tenemos una desigualdad tan generalizada que amenaza la seguridad de todos (incluso de los más ricos), mientras que el relato dice que nuestra principal responsabilidad es competir para acaparar más.

Tenemos un colapso ecológico, mientras que la historia insiste en que nuestra identidad y nuestro estatus dependen de un consumo cada vez mayor. Tenemos una epidemia de soledad y problemas de salud mental, mientras el relato nos dice que estamos solos.

Ciudadanos del mañana
Son las viejas historias las que están rotas, no la humanidad.

La caída del relato del súbdito y el auge del consumidor son la prueba de que el cambio a nivel de un relato profundo es posible. El relato ciudadano puede sustituir al consumidor, como el consumidor sustituyó al súbdito.

Para realizar el futuro ciudadano, no debemos aceptar lo que se nos da como única posibilidad, como hacen los súbditos; ni tirar nuestros juguetes del cochecito cuando no nos gusta lo que se nos ofrece, como hacen los consumidores.

Como ciudadanos, debemos proponer, no sólo rechazar. Debemos establecer una base de creencia en los demás. Debemos empezar desde donde estamos, aceptar la responsabilidad y crear oportunidades significativas para que cada uno contribuya mientras lo hacemos.

Debemos dar un paso al frente y participar. Como escribió el arquitecto y diseñador pionero Buckminster Fuller: "Nunca se cambian las cosas luchando contra la realidad existente. Para cambiar algo, hay que crear un nuevo modelo que haga obsoletos los modelos existentes".

Los ciudadanos juntos pueden lograr más cambios que individualmente, apuntan los autores.

El proceso de reescribir la historia es exigente para todos nosotros. Cuando aparecen las grietas en una creencia largamente mantenida, provoca ansiedad y dolor.

A medida que el mundo seguro es sustituido por una gran incertidumbre, el riesgo es que nos aferremos más que nunca a lo que conocemos. La atracción gravitatoria de lo conocido se ejerce, sin importar lo disfuncional que sepamos que es lo conocido.

Cuando reconocemos esto, podemos mantener el espacio para este colapso y esta transición de forma más suave, más respetuosa, con más cuidado.

De lo contrario, la ansiedad se convierte en ira, y las personas pierden la confianza y la fe en los demás y en sus instituciones.

El resultado corre el riesgo de convertirse en un círculo vicioso: a medida que los retos de nuestro tiempo se intensifican, confiamos menos en nuestros líderes, las salidas que buscamos en nuestro descontento -como las creencias anticientíficas o las teorías de la conspiración- se vuelven más extremas, y nuestros líderes a su vez confían menos en nosotros.

Se inclinan aún más por ceñirse a lo que conocen -las viejas historias- negándonos la capacidad de acción mientras se dedican a intentar inútilmente resolver los retos por nosotros, sin nosotros.

Por eso, el trabajo más esencial en este momento debería ser una reimaginación de lo que es el liderazgo. Si los que ocupan posiciones de poder actúan como si no hubiera nada malo, nada que ver, nuestra desconfianza en ellos se profundiza aún más.

Los líderes que construyen el futuro de los ciudadanos empiezan por reconocer la incertidumbre, compartiendo con nosotros las preguntas y los retos en lugar de proporcionarnos (o no proporcionarnos) las respuestas.

Crean oportunidades para que participemos y contribuyamos. Cultivan la llamada "incertidumbre segura": reconocen las incógnitas, no las niegan.

No pretenden saber exactamente cómo será el futuro. Pero nos aseguran que la mejor manera de construirlo es trabajando juntos. Como dice la filósofa y activista Adrienne Maree Brown: "Nadie es especial; todos somos necesarios".

Para sobrevivir y prosperar, debemos entrar en el futuro ciudadano. Debemos vernos a nosotros mismos como ciudadanos: personas que moldean activamente el mundo que nos rodea, que cultivan conexiones significativas con su comunidad e instituciones, que pueden imaginar una vida diferente y mejor, que se preocupan y asumen responsabilidades, y que crean oportunidades para que otros hagan lo mismo.

De manera crucial, los líderes de nuestras instituciones también deben ver a las personas como ciudadanos, y tratarnos como tales.

Si somos capaces de adentrarnos en el futuro ciudadano, podremos hacer frente a nuestros innumerables retos: la inseguridad económica, la emergencia ecológica, las amenazas a la salud pública, la polarización política, etc. Podremos construir un futuro. Podremos tener un futuro juntos.

Este artículo fue publicado en BBC Future. Haz clic aquí si quieres leer la versión original (en inglés). 

jueves, 11 de mayo de 2017

Los latinos de Silicon Valley quieren ser ejecutivos. Los líderes de la comunidad ayudan a las nuevas generaciones a seguir sus pasos.

Algunos se apellidan Díaz o Fernández, nacieron en México, pero apenas hablan en español. Llegaron a comienzos de los 70 a San José y sus alrededores con menos de cinco años. Algunos cuentan cómo, en la escuela, los castigaban por hablar el idioma que escuchaban en casa, y cómo a medida que sus padres se integraban en una zona próspera, con la industria tecnológica como motor de desarrollo local, fueron borrando la lengua, pero no la cultura, los amigos o la forma de ver la vida.

Hoymuchos de esos chicos son profesionales que sigue en la zona de la bahía de San Franciscohan conseguido estudiar y trabajan en las empresas tecnológicas de la zona. Los que han conseguido este éxito son una minoría, pero quieren que su ejemplo sirva para que las nuevas generaciones lo tengan más sencillo.

Durante el Silicon Valley Latino Leadership Summit algunos de los más exitosos pasaron por el Faculty Club de Stanford para dar consejos a los que emprenden su mismo camino.

Carmen Rojas dirige Workers Lab, un laboratorio que ayudar a los padres de los jóvenes para que tengan oportunidades económicas y acceso a becas. Su inquietud es que los que quieren llegar a la universidad lo tengan más fácil que ella, cuya madre era costurera en una fábrica de Levi’s.

Yai Vargas está al frente de Marketing para Estados Unidos de la aseguradora New York Life. Se permitió dar un consejo: “Me veo como un recurso, como alguien que conecta. Creo que es bueno no estar solo en el grupo de latinos, sino en más poder ejercer más influencia y unir diferentes intereses”.

Anthony Salcido es otro de esos perfiles que destaca, ejerce como vicepresidente de Toyota y presume como latino: “Somos el grupo con mayor crecimiento. Tenemos que pedir nuestro sitio, ocupar el espacio. Cada vez más latinos se gradúan en las mejores escuelas del país. Si ves ejemplos de líderes, piensas que quizá tú también puedas hacerlo”.

El contexto político, con una presidencia poco abierta a la inmigración, es una de las preocupaciones del colectivo. Aaron Santillán, directivo de VISA, le da la vuelta a la situación: “Tenemos que verlo como una oportunidad para que se nos vea como algo distinto”. Salcido apunta en la misma línea ante la criminalización de los inmigración: “Tenemos que ser ejemplares. Somos el grupo de más crecimiento. Vamos a tener más y más visibilidad. Tarde o temprano vamos a llegar”.

Una cifra que llama la atención es que solo el 10% de los latinos llega a graduarse en la universidad. Sin embargo, son el colectivo con mayor éxito a la hora de emprender, con mayor tasa de permanencia de las empresas, pero, de nuevo, con una dificultad, les cuesta escalar. No son muchas las empresas creadas por ellos que superen el millón de euros de facturación.

Jacqueline Martínez, creadora y consejera delegada de la  Latino Community Foundation,  apuesta por la apertura a otras comunidades: “Muchos de los que van a ver liderazgo, cualidades, algo especial en otros quizá no están en nuestro entorno. Por eso tenemos que abrirnos, encontrar a los que nos va a ayudar a ir más allá.

Santillán dio un consejo para los que estén en el mundo corporativo, que pierdan los complejos: “Tenemos que negociar. No conformarnos. Pensar lo que queremos ganar y saber pedirlo. El cambio empieza con los salario. No hay nada malo en pedir lo que te mereces. Después, ya se puede ir escalando en la pirámide corporativa, pero ese respeto hay que ganárselo”.

http://internacional.elpais.com/internacional/2017/05/08/estados_unidos/1494222591_845519.html

Los 20 latinos más relevantes en tecnología

viernes, 6 de febrero de 2015

"Hotel 22". En Silicon Valley, California, los sin-hogar utilizan una linea de autobuses -la 22- que circula durante las 24 horas como refugio durante la noche

Cuando pensamos en Silicon Valley, tendemos a imaginar un mundo de extrema riqueza y oportunidades ilimitadas. ¿Cómo nos olvidamos de las poblaciones que han sido desplazadas o descuidadas por el auge reciente de la  tecnología?.
El aumento de los precios de las propiedades en la zona han creado unos costes de vida insostenibles, especialmente para los pobres. Al mismo tiempo, Silicon Valley carece de suficientes viviendas asequibles y refugios para desamparados.

Este video Op-Doc muestra escenas de un autobús público durante la noche que se ha hecho popular en la región para las personas sin hogar. (De acuerdo con un informe del año pasado del Departamento de Vivienda y Desarrollo Urbano, el 75 por ciento de las más de 7.500 personas sin hogar en el área de Silicon Valley no se encuentran en los refugios, la tasa más alta entre las principales ciudades del país.)

La línea 22 es una ruta de autobús que funciona las 24 horas en el Silicon Valley, viajando entre San José y Palo Alto. Las personas sin hogar pagan la tarifa para viajar en el autobús por la noche a lo largo de su recorrido de hora y media, bajando en cada extremo, y con frecuencia a caballo varias veces de ida y vuelta. La práctica se ha prolongado durante años, y el autobús se conoce coloquialmente como "Hotel 22."

Oí hablar de este fenómeno mientras vivía en Palo Alto como estudiante en la Universidad de Stanford. Fue el contraste con mi imagen de Silicon Valley lo que a mi me hizo que decidiera viajar en el autobús. Lo que en él vi parecía como un microcosmos de los desafíos que enfrenta esta población desposeída. Y a pesar de que su mayoría se mantienen a sí mismo, los que a veces duermen entran en conflicto directo con los viajeros nocturnos que también viajan en el autobús a esas horas.

Filmé en el transcurso de una semana y monté las imágenes para representar una noche en el autobús. Espero que esta película sea una ventana a las desigualdades de esta nación que tan fácilmente pueden pasar desapercibidas.

Este vídeo forma parte de una serie producida por cineastas independientes que han recibido el apoyo de la organización no lucrativa Instituto Sundance.

Elizabeth Lo es una directora de cine de no ficción y candidata al Master MFA en el programa de Cine Documental de la Universidad de Stanford. "Hotel 22" es su primera película en el Festival de Cine de Sundance.

Op-Docs  es un foro de cortos, documentales obstinados, producidos con la latitud creativa de cineastas y artistas independientes. Más información sobre Op-Docs y la forma de presentar a la serie.
Ver el vídeo aquí, en el NYT.
La pobreza y los sin hogar en España.