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jueves, 24 de mayo de 2018

La comuna de París fructificó en cerezas que saboreamos todavía

Alberto Betancourt Posada Rebelión

El sábado 26 de mayo a las 14:30 en la puerta del metro Gambeta de París comenzará una caminata al cementerio Pere-Lachaise, al Mur des Fèdèrès (Muro de los comuneros), convocada por la Asociación de Amigos de la Comuna de París. La marcha cumplirá tres objetivos: rendir homenaje a los 147 comuneros fusilados ahí, ratificar la vitalidad de la Comuna y celebrar sus valiosas premoniciones. Arturo Argueta, investigador mexicano de la comunalidad y amigo de la Comuna afirma: “durante los meses de marzo, abril y mayo de 1871 la conciencia colectiva francesa se unió en torno a la idea de crear una república socialista, conformada por una federación de comunas”. A esa revolución, afirma Aruto se le asoció con la canción “El tiempo de las cerezas”, según la cual, se construirá una sociedad en la que: “Los amantes tendrán ganas de hacer locuras/y los enamorados, tendrán sol en el corazón”. Recordar la Comuna es una forma de romper el sitio militar que se le impuso para estrangularla, y su equivalente contemporáneo, el silencio mediático destinado a olvidarla. La comuna fue una realidad fugaz, pero su esplendor político, social y cultural refulge todavía. Como los cerezos, la comuna tuvo múltiples floraciones, Marx, por ejemplo, la consideró como una gran experimento social.

Los amantes tendrán ganas de hacer locuras

La Asociación de Amigos de la Comuna, fundada en 1882 tras el regreso de los comuneros exiliados, afirma que la valiosa experiencia de autogestión nos heredó la igualdad entre hombres y mujeres, como olvidar por ejemplo el papel de Louise Michel, maestra, tiradora, feminista, dirigente, anarquista, con una relación epistolar con Víctor Hugo, exiliada a Nueva Caledonia; la comuna floreció de muchas otras maneras, al promover: la laicidad del estado, la defensa de los servicios públicos, el sufragio universal, el derecho al trabajo (en un mundo en el que la mayoría de los trabajadores pasaban la mayor parte del tiempo buscando empleo), los derechos de los trabajadores, la requisición de empresas abandonadas, la defensa de la república, el acceso a la cultura, la educación pública, la bienvenida a los migrantes y la defensa de los valores republicanos. Vale agregar que la resistencia popular del pueblo mexicano contra la invasión francesa contribuyó de manera decisiva a fortalecer la oposición Luis Napoleón Bonaparte en Francia, y en ese sentido existe un lazo histórico entre la defensa d ela soberanía popular en México y en Francia.

La comuna un gran experimento económico, político cultural y psicológico

Carlos Marx escribió por encargo de la Asociación Internacional de Trabajadores un balance del significado de la Comuna en la historia universal. En su texto La guerra civil en Francia, el gigante de Treveris, recordó que e l 18 de marzo París despertó con los gritos de : “Viva la Comuna”, en ella los trabajadores se dieron cuenta de que habían sido traicionados por las clases dominantes y que ellos mismos tendrían que tomar en sus manos la defensa de la patria, asumir la dirección de la sociedad y organizar la vida. El Segundo Imperio dirigido por Luis Napoleón Bonaparte, tuvo como acta de nacimiento el golpe de estado, como estilo político el populismo y como sostén la espada, sus ambiciones capitalistas condujeron al imperialismo y éste a la invasión prusiana. La comuna fue la antípoda del imperialismo e implicó muchas acciones y reflexiones sobre el hecho la forma en que el estado había perdido su papel de arbitro mediador y paulatinamente se había convertido en el instrumento de dominación de una clase. La comuna alarmó a la nobleza de toda Europa porque su mera existencia suponía el fin de la monarquía. La primera república socialista recuperó para la sociedad funciones que el estado se había apropiado. Disolvió al ejército profesional y creó un ejército de trabajadores en armas. El consejo federativo de las comunas regionales volvió revocables todos los cargos y homologó el salario de los funcionarios estatales al de un obrero calificado. La educación se volvió laica, universal y gratuita. Las fábricas cerradas por bancarrota o por abandono patronal durante la huelga fueron entregadas a las asociaciones de trabajadores. La comuna subvirtió el orden económico, el trabajo dejó de ser una mercancía. Cada trabajador se convirtió en ciudadano. Los trabajadores asumieron un rol dirigente en la sociedad. La comuna expropió a los expropiadores y devolvió los medios de producción, la tierra y el capital a los productores. Reordenó la tecnología bajo la lógica de los productores. Cuando la bandera roja, símbolo de la república del trabajo hondeó en el Hotel de Ville, la comuna reasignó un lugar mucho más modesto a los científicos que solían adoptar un tono oracular. La comuna fue un gran experimento político, económico, cultural y psicológico. El gobierno de Thiers se apresuró a sitiar París para impedir que “la fiebre bovina” de la revolución se propagara al campo.

Roger Marteli escribió en La Commune: si ejercemos nuestra responsabilidad de elegir nuestra historia podremos descubrir más elementos que nos permitan construir el mundo en el que queremos vivir. En un planeta asediado por versiones comerciales, dominantes y efímeras de la historia, recordar la Comuna nos ayuda a explicarnos quienes somos, y en que fundamentos descansa nuestra convicción de que otro mundo es posible. Existen muchas comunas vivas e irradiando rebeldía: los caracoles zapatistas, Cherán, Caracas. Junto con ellas el espíritu de la Comuna de París late hoy en el emocionante encuentro entre trabajadores ferrocarrileros y estudiantes francés, que ha resucitado un fantasma que recorre Europa.