La Viena Roja no solo dio alternativas habitacionales asequibles, sino que estas construcciones también cumplían los estándares más modernos, ofreciendo viviendas que son de calidad incluso en el presente.
La obra social más conocida es el Karl-Marx-Hof, que se extiende abarcando varias estaciones de tranvía (aprox. 1,2 km). Sin embargo, hay muchas construcciones mayores en Viena en la que miles de ciudadanos han encontrado un hogar. Algo que todas estas comparten es la forma cuasi artística de su arquitectura y lo avanzado de su infraestructura: guarderías, cafés, zonas deportivas y muchas otras instalaciones contribuyen a la calidad de vida de estas construcciones sociales.
100 años de la Viena Roja
Cómo la socialdemocracia empezó a hacer de Viena una ciudad con calidad de vida para todos hace un siglo.
Una vez finalizada la I Guerra Mundial, la miseria y el hambre campaban a sus anchas en Viena. Una de las carencias principales era la vivienda. En los distritos del extrarradio la gente vivía en asentamientos ilegales formados por chabolas de madera, muriendo de frío durante el invierno y cayendo a miles ante el avance de la tuberculosis.
Algunos años después, los trabajadores vivirían en verdaderos palacios del proletariado, con acceso a calefacción, jardines y espacio suficiente, y tendrían la posibilidad de ir al cine o al teatro. Estas personas contaban con atención médica y participaban de la vida intelectual. ¿Qué fue lo que pasó?
Las primeras elecciones municipales libres tuvieron lugar en Viena en mayo de 1919, y otorgaron al Partido Socialdemócrata de los Trabajadores (Sozialdemokratische Arbeiterpartei en alemán) la mayoría absoluta en votos y diputados. "Algún día, estas piedras hablarán por nosotros", profetizó el alcalde Karl Seitz durante la inauguración del Karl-Marx-Hof el 12 de octubre de 1930 en Heiligenstadt, edificio que fue bautizado en honor del teórico del comunismo. El "superbloque" de 1,2 kilómetros de longitud, con sus enormes miradores y torres, cuyos apartamentos, sin embargo, siguen siendo espaciosos y dignos de ser habitados, cuenta la historia de la Viena Roja.
Otto Wagner como modelo
En vez de emprender la revolución, los socialdemócratas comenzaron combatiendo las carencias de la gente con una política eficaz en el que los libros y la formación sustituirían a los patrones. Contar con espacios habitables sanos ofreció a las personas una oportunidad para desarrollarse. Con el fin de no depender de los especuladores, la ciudad construyó más de 64 000 viviendas, que eran asignadas a las personas mediante un sistema de puntos. Los fondos procedían de un impuesto sobre el salario y de otro impuesto sobre la construcción de viviendas introducidos en 1923.
En muchos de los edificios de vivienda social que aún forman parte de la imagen de la ciudad es posible ver hermosos detalles y admirables elementos pertenecientes al estilo art déco y Bauhaus. Muchos de los arquitectos eran antiguos estudiantes de Otto Wagner.
El Karl-Marx-Hof es el buque insignia de la flota de viviendas rojas. Sobre las monumentales torres del tramo central, se alzan hacia el cielo potentes mástiles de los que cuelgan banderas. En el patio interior, un Sämann ––una figura de bronce–– porta su siembra de forma simbólica: en los edificios sociales también había guarderías, puntos de asesoramiento para madres, clínicas y canchas deportivas, cafeterías y bibliotecas. El experimento social abarcaba todos los ámbitos de la vida. En la lavandería n.º 2, donde estaban los baños y las duchas, actualmente hay una exposición que explica el intento que se hizo de crear una nueva sociedad con la fuerza necesaria para plantar cara a la burguesía capitalista.
Amalienbad: el templo de la higiene
El reformador del sistema escolar, Otto Glöckel, se ocupó de organizar los planes de estudios de las escuelas de educación primaria. El concejal Julius Tandler dio forma a una nueva política sanitaria y de bienestar que pudiera cuidar a sus ciudadanos desde el primer día de sus vidas hasta el último. Gravando el lujo, la propiedad y el patrimonio con nuevos impuestos, el gobierno municipal puso orden en sus finanzas y modernizó los servicios funerarios, el abastecimiento de agua y el cuerpo de bomberos. El ferrocarril urbano a vapor de los tiempos del emperador fue "electrificado" y conectado a la red de tranvías de la ciudad.
Un distrito particularmente bien comunicado era Favoriten, donde los trabajadores se dejaban la piel en las fábricas de ladrillos y otras factorías antes de, sudados y ennegrecidos, poder volver a bloques de viviendas masificados donde no tenían ni siquiera baño propio. El lugar perfecto para erigir un templo moderno a la higiene era el Amalienbad. Con espacio para 1300 visitantes, se trataba de un baño espléndido cubierto por un techo de cristal, baño romanoirlandés y duchas, una verdadera novedad por aquel entonces. Esta última innovación fue muy alabada en la literatura de entonces, ya que el agua "era sustituida por agua limpia de forma continua, de modo que la gente no se bañaba en agua sucia".
De la piscina de los trabajadores que fue construida en el Viejo Danubio hoy no queda más que las escalera de salida. El baño al aire libre para nadar y tomar el sol del Kongresspark de Ottakring, por otro lado, sigue rezumando el alma inspiradora de los años 20.
En 1934, uno de cada diez vieneses vivía en una vivienda social comunitaria. Pero la hegemonía de la izquierda llegaría a su fin abruptamente cuando Engelbert Dollfuß, del Partido Socialcristiano, disolvió el Parlamento y ordenó al ejército disparar contra el Karl-Marx-Hof en la "Guerra Civil" de febrero de 1934. Perdieron la vida más de 350 personas. Así, reducida a escombros, es como la Viena Roja acabaría sus días. No obstante, su legado sí ha llegado hasta nuestros días. El hecho de que Viena siempre figure en las clasificaciones de las ciudades con mejor calidad de vida es algo que, en gran medida, tenemos que agradecerle a los logros alcanzados durante la Viena Roja de antaño, algunos de los cuales siguen vigentes en nuestros días.