_--Josep Emili Arias
Un sistema educativo, dentro de la OCDE, no debe permitir que una asignatura de religión confesional obtenga el mismo estatus académico que las asignaturas troncales de bachiller/ESO. La condición de credo no debe otorgar ninguna ventaja académica con la cual redimir cursos y engorda nota media. Un sistema educativo no debe tolerar alumnos “salvados” por su creencia. Todo sistema educativo ha de quedar desligado de cualquier ideologización, más cuando la creencia religiosa está exonerada de la razón y el conocimiento.
Adoctrinar no es impartir conocimientos, es influir en la conciencia y la moralidad del alumnado. La fe religiosa es una actitud de compromiso hacia una determinada doctrina e inmersa en una parte muy subjetiva de la persona -la espiritualidad-, un estado muy ajeno a la objetividad del conocimiento y la razón. La creencia religiosa sólo está sujeta a la conciencia y la convicción personal, por ello, todo credo confesional ha de quedar excluido del currículo académico evaluable. La fe pertenece al plano personal, privativo, familiar y eclesial. Exponer en el aula el «misterio de la Santísima Trinidad» jamás puede ser conocimiento académico evaluable por ser una suposición idealizada desde la fe y amparada por el dogma. ¿Por qué la subjetividad de “creer” ha de ostentar el mismo mérito académico que la objetividad de las matemáticas, la química o la termodinámica? . Puestos a ensalzar las creencias, impartamos astrología en las aulas.
Esta privilegiada concesión de la ley LOMCE (8/2013, Ley Orgánica para la Mejora de la Calidad Educativa) -ley actualmente paralizada y en subcomisión- tan condescendiente con la asignatura de Religión católica, nos ha retrotraído a la Europa del Medievo: «La fe por encima de la razón». Donde el alumnado se ve seducido a escoger las bondades de esta asignatura “maría” por el hecho de: aprobarse sólo con la asistencia, de poquísimas horas lectivas y por su facilidad en lograr excelente nota con la cual amañar el curso y engordar la nota media de corte de acceso universitario (PAU). Pervertimos al alumnado y al propio sistema educativo, y una religión convertida en el mercadeo más rentista.
El teorema de Pitágoras, las ecuaciones electromagnéticas de Maxwell, e incluso cualquier partitura sinfónica, son bellas expresiones del conocimiento humano. Pues tanto la proposición de un teorema matemático como el lenguaje de una partitura musical poseen una interpretación única, concluyente y universal. Cosa muy distinta es la teología, donde sus dictámenes teologales evidencian mucha anfibología, donde un mismo versículo bíblico admite juicios muy contradictorios según qué credo judeocristiano lo interprete (judío, protestante, católico, Testigos, evangelistas). Las confesiones monoteístas y sus teologías no son conocimiento al uso, son una disciplina que -únicamente- está sujeta a la subjetividad de la fe y al dogma impuesto. Las religiones y sus teologías sólo sobreviven en el campo de la fe.
A ningún alumno se le obliga a que comulgue con las tesis de Bertrand Russell y de Nietzsche, ni con los postulados ateístas «no creacionistas» de Stephen Hawking y de biólogo Richard Dawkins, pero tales teorías resultan tangibles y contrastables, son razonamientos exentos de adoctrinaje y que se mueven en lo observacional y experimental, son fruto de nuestro pensamiento evolutivo y, nos gusten o no, son postulados teóricos a impartir y evaluar en las aulas. Cosa muy distinta son los credos y sus teologías que conllevan un adoctrinamiento, cuyas nociones son intangibles, incontrastables y que no admiten experimentación. Famosas fueron las banales conjeturas de la teología romana, desde pretender conocer el sexo de los ángeles hasta el cálculo del aforo de cielos y purgatorios. Unas resoluciones teológicas sustentadas sobre suposiciones y especulaciones, terrenos muy ajenos a la noción de conocimiento. No recuerdo qué filósofo expresó: «Al final la teología no es más que un apilamiento de suposiciones y entelequias apuntalado por convenidos dogmas». ¿Te imaginas una ciencia gobernada por el dogma y no sometida al método y al libre examen?.
Todo un despropósito en el s. XXI, pues resulta paradójico que el Parlamento Europeo promueva iniciativas para combatir el fanatismo religioso (documentos: serie La Europa de los ciudadanos), mientras nuestro sistema educativo encumbra y pontifica la asignatura de Religión católica como conocimiento académico evaluable y computable.
El conocimiento científico, al igual que la historicidad, avanzan gracias a su permanente exposición al libre examen que le confiere la cualidad del rigor concluyente. Sin embargo las creencias religiosas, sus teologías y sus revelaciones, sólo caben ser asimiladas desde la fe, campo exento a la razón ya que no son conocimiento contrastable ni falsable. Los credos no entran al laboratorio, sus dogmas rehúyen el debate y las preguntas incomodas. Pretender homologar la creencia religiosa como conocimiento académico evaluable es todo un radicalismo.
Tal concesión legislativa, para preeminencia y hegemonía de un exclusivo credo, viola la aconfesionalidad del Estado. En la LOMCE, la asignatura de confesión católica quedó blindada como oferta obligatoria para todos los centros de Primaria bachiller/ESO, sí o sí todo centro ha de ofertarla y evaluarla. Obteniendo una clara ventaja sobre sus dos posibles optativas "Valores éticos" y "Segunda lengua extranjera". Y, sobre todo, sin la competencia de las otras religiones cristianas de raigambre europea que se profesan en nuestro país y mostrando, así, su arrogante posición dominante y de privilegio.
Como creyente cristiano siento vergüenza que los prelados católicos estén más preocupados por la supremacía de su credo que por dignificar la fe. Las injerencias del lobby católico presionando al legislador a que legisle en favor de una determinada doctrina responde, únicamente, al fanatismo por restituir su poder de influencia. Me pregunto por qué los prelados de la CEE (Conferencia Episcopal Española) -grandes valedores de la familia- no se posicionan con el mismo afán político en la defensa de una nueva ley hipotecaria que proteja de los desahucios a las familias más vulnerables. Ni siquiera abren la boca para el establecimiento de una «renta básica» que garantice la dignidad y la inclusión de las personas más paupérrimas. Por qué los prelados no ponen el grito en el cielo contra las cláusulas abusivas bancarias y su praxis de la usura, y por una efectiva ley que palíe la pobreza energética.
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martes, 13 de junio de 2017
domingo, 31 de mayo de 2015
Un acto de protesta, no de sabotaje, en el lugar de nacimiento de la bomba atómica.
Amy Goodman, con la colaboración de Denis Moynihan
Democracy Now!
En lo profundo de las colinas del este de Tennessee se levanta un gran complejo militar llamado “Y-12”. Es el lugar donde se produce y se almacena todo el uranio altamente enriquecido que se usa para producir el arsenal de ojivas nucleares de Estados Unidos. El complejo está situado en Oak Ridge, la “ciudad secreta” que fue creada prácticamente de un día para el otro durante la Segunda Guerra Mundial y donde se produjo el uranio para la bomba atómica que fue lanzada sobre Hiroshima el 6 de agosto de 1945. Hoy en día, el complejo, apodado “El Fuerte Knox del uranio” (NO LEER ), alberga cantidades de este elemento radiactivo suficientes para hacer 10.000 bombas atómicas.
Fue allí que, poco antes del amanecer del 28 de julio de 2012, tres activistas por la paz del movimiento Plowshares, entre ellos una monja de 82 años de edad, burlaron los numerosos sistemas de seguridad de las instalaciones y llegaron al corazón del complejo, el Centro de Almacenamiento de Materiales de Uranio Altamente Enriquecido o HEUMF (por su sigla en inglés). Pintaron mensajes de paz en las paredes, vertieron sangre, martillaron el concreto y fueron detenidos. A principios de este mes, un tribunal federal de apelaciones revocó sus condenas por sabotaje y los dejó en libertad tras dos años de cárcel. Esta es la primera vez que se revierte una condena por sabotaje a activistas de este grupo, un momento histórico para el movimiento por el desarme nuclear.
Plowshares es un movimiento que deriva su nombre del versículo 2:4 del libro de Isaías en la Biblia, que instruye: “Convertirán sus espadas en rejas de arado y sus lanzas en hoces. No alzará espada nación contra nación ni se adiestrarán más para la guerra". Inspirados por la fe y comprometidos con la acción militante, los activistas de Plowshares han llevado a cabo acciones directas no violentas durante los últimos 35 años. Acceden a instalaciones militares de máxima seguridad y dañan con martillos armas de guerra, sea que se trate de aviones de combate o depósitos de misiles, o, como en este caso más reciente, el complejo que enriquece y almacena uranio para la producción de bombas.
Entre los primeros activistas de Plowshares estaban los hermanos Berrigan, el padre Daniel y el fallecido Philip, que habían concitado la atención nacional por la quema de listas de reclutamiento en protesta contra la guerra de Vietnam. En 1980, los Berrigan ingresaron junto con otros activistas a la fábrica de misiles nucleares de General Electric en la ciudad de King of Prussia, en Pensilvania, y dañaron con martillos los armazones de las ojivas, dejándolos inutilizables. Por esta y muchas otras acciones posteriores fueron varias veces a la cárcel. Decenas de protestas similares por el desarme se han producido en todo el mundo desde entonces.
Los activistas que lograron entrar en el complejo ultra seguro Y-12 conforman un trío muy especial: la hermana Megan Rice, una monja católica; Michael Walli, un veterano de la guerra de Vietnam que se volvió activista católico por la paz; y Greg Boertje-Obed, un ex oficial del ejército de Estados Unidos, ahora pintor de casas y activista por la paz. Después de cortar cuatro líneas de cercas y atravesar terrenos patrullados para llegar al HEUMF , pintaron consignas que decían “El fruto de la justicia es la paz” y “A Isaías le agradan los Plowshares”. Como en acciones anteriores, el grupo acuñó un nombre para sí mismo: “Transform Now Plowshares” (“Transformar ahora las espadas en arados”, en español). Le pregunté a la hermana Megan qué significaba. “¿Por qué hemos gastado en este lugar diez billones de dólares en 70 años, cuando ese dinero podría haber sido utilizado para transformar no solamente Estados Unidos, sino el mundo, en una alternativa para una vida mejor? En su lugar, hacemos algo que nunca podrá usarse, nunca debería usarse, que probablemente nunca se use a menos que queramos destruir el planeta”.
La falla de seguridad generó conmoción en los organismos de seguridad nacional, en especial en el Departamento de Energía, que está a cargo del Y-12 en el este de Tennessee. Si bien los tres activistas de Transform Now Plowshares enfrentaban cargos federales de sabotaje y hasta 30 años de prisión, durante el juicio permanecieron en libertad bajo fianza y libres de asistir a las audiencias del Congreso impulsadas por su acto de desobediencia civil, que The New York Times calificó de “la mayor violación de la seguridad en la historia del complejo atómico del país”. Sorprendentemente, Joe Barton, congresista republicano de Texas, elogió a la hermana Megan Rice:
“Queremos agradecerle por señalar algunos de los problemas en nuestra seguridad. Aunque yo no estoy totalmente de acuerdo con la plataforma que defiende, le agradezco por señalar las carencias de nuestro sistema de seguridad y por estar presente hoy. Señor presidente, esta jovencita llevaba consigo una Santa Biblia. Si hubiera sido una terrorista, solo Dios sabe lo que podría haber sucedido”.
Ed Markey, congresista demócrata de Massachusetts y actualmente senador, también se dirigió a la hermana Megan: “Gracias, hermana Megan Rice, por estar presente. Gracias por sus acciones. Gracias por su férrea voluntad de hacer centrar la atención en esta acumulación de armas nucleares que aún existe en nuestro mundo y lo mucho que necesitamos hacer algo para reducirla. No necesitamos más armas nucleares. Necesitamos menos”.
La hermana Megan Rice ahora tiene 85 años de edad. Ella y sus compañeros acusados esperan la decisión de un tribunal de primera instancia para saber si deben o no seguir tras las rejas por los cargos menores de destrucción de bienes del Estado, por el corte de cercas, pintar consignas y verter sangre en el Y-12. Pero, ciertamente, la libertad de la cárcel no es lo que más le preocupa. “Realmente no diría que nos sentimos libres, porque mientras exista una sola arma nuclear, nadie será libre”.
© 2015 Amy Goodman
Traducción al español del texto en inglés: Inés Coira. Edición: María Eva Blotta y Democracy Now! en español, spanish@democracynow.org
Amy Goodman es la conductora de Democracy Now!, un noticiero internacional que se emite diariamente en más de 800 emisoras de radio y televisión en inglés y en más de 450 en español. Es co-autora del libro "Los que luchan contra el sistema: Héroes ordinarios en tiempos extraordinarios en Estados Unidos", editado por Le Monde Diplomatique Cono Sur.
Fuente: http://www.democracynow.org/es/blog/2015/5/22/un_acto_de_protesta_no_de
Democracy Now!
En lo profundo de las colinas del este de Tennessee se levanta un gran complejo militar llamado “Y-12”. Es el lugar donde se produce y se almacena todo el uranio altamente enriquecido que se usa para producir el arsenal de ojivas nucleares de Estados Unidos. El complejo está situado en Oak Ridge, la “ciudad secreta” que fue creada prácticamente de un día para el otro durante la Segunda Guerra Mundial y donde se produjo el uranio para la bomba atómica que fue lanzada sobre Hiroshima el 6 de agosto de 1945. Hoy en día, el complejo, apodado “El Fuerte Knox del uranio” (NO LEER ), alberga cantidades de este elemento radiactivo suficientes para hacer 10.000 bombas atómicas.
Fue allí que, poco antes del amanecer del 28 de julio de 2012, tres activistas por la paz del movimiento Plowshares, entre ellos una monja de 82 años de edad, burlaron los numerosos sistemas de seguridad de las instalaciones y llegaron al corazón del complejo, el Centro de Almacenamiento de Materiales de Uranio Altamente Enriquecido o HEUMF (por su sigla en inglés). Pintaron mensajes de paz en las paredes, vertieron sangre, martillaron el concreto y fueron detenidos. A principios de este mes, un tribunal federal de apelaciones revocó sus condenas por sabotaje y los dejó en libertad tras dos años de cárcel. Esta es la primera vez que se revierte una condena por sabotaje a activistas de este grupo, un momento histórico para el movimiento por el desarme nuclear.
Plowshares es un movimiento que deriva su nombre del versículo 2:4 del libro de Isaías en la Biblia, que instruye: “Convertirán sus espadas en rejas de arado y sus lanzas en hoces. No alzará espada nación contra nación ni se adiestrarán más para la guerra". Inspirados por la fe y comprometidos con la acción militante, los activistas de Plowshares han llevado a cabo acciones directas no violentas durante los últimos 35 años. Acceden a instalaciones militares de máxima seguridad y dañan con martillos armas de guerra, sea que se trate de aviones de combate o depósitos de misiles, o, como en este caso más reciente, el complejo que enriquece y almacena uranio para la producción de bombas.
Entre los primeros activistas de Plowshares estaban los hermanos Berrigan, el padre Daniel y el fallecido Philip, que habían concitado la atención nacional por la quema de listas de reclutamiento en protesta contra la guerra de Vietnam. En 1980, los Berrigan ingresaron junto con otros activistas a la fábrica de misiles nucleares de General Electric en la ciudad de King of Prussia, en Pensilvania, y dañaron con martillos los armazones de las ojivas, dejándolos inutilizables. Por esta y muchas otras acciones posteriores fueron varias veces a la cárcel. Decenas de protestas similares por el desarme se han producido en todo el mundo desde entonces.
Los activistas que lograron entrar en el complejo ultra seguro Y-12 conforman un trío muy especial: la hermana Megan Rice, una monja católica; Michael Walli, un veterano de la guerra de Vietnam que se volvió activista católico por la paz; y Greg Boertje-Obed, un ex oficial del ejército de Estados Unidos, ahora pintor de casas y activista por la paz. Después de cortar cuatro líneas de cercas y atravesar terrenos patrullados para llegar al HEUMF , pintaron consignas que decían “El fruto de la justicia es la paz” y “A Isaías le agradan los Plowshares”. Como en acciones anteriores, el grupo acuñó un nombre para sí mismo: “Transform Now Plowshares” (“Transformar ahora las espadas en arados”, en español). Le pregunté a la hermana Megan qué significaba. “¿Por qué hemos gastado en este lugar diez billones de dólares en 70 años, cuando ese dinero podría haber sido utilizado para transformar no solamente Estados Unidos, sino el mundo, en una alternativa para una vida mejor? En su lugar, hacemos algo que nunca podrá usarse, nunca debería usarse, que probablemente nunca se use a menos que queramos destruir el planeta”.
La falla de seguridad generó conmoción en los organismos de seguridad nacional, en especial en el Departamento de Energía, que está a cargo del Y-12 en el este de Tennessee. Si bien los tres activistas de Transform Now Plowshares enfrentaban cargos federales de sabotaje y hasta 30 años de prisión, durante el juicio permanecieron en libertad bajo fianza y libres de asistir a las audiencias del Congreso impulsadas por su acto de desobediencia civil, que The New York Times calificó de “la mayor violación de la seguridad en la historia del complejo atómico del país”. Sorprendentemente, Joe Barton, congresista republicano de Texas, elogió a la hermana Megan Rice:
“Queremos agradecerle por señalar algunos de los problemas en nuestra seguridad. Aunque yo no estoy totalmente de acuerdo con la plataforma que defiende, le agradezco por señalar las carencias de nuestro sistema de seguridad y por estar presente hoy. Señor presidente, esta jovencita llevaba consigo una Santa Biblia. Si hubiera sido una terrorista, solo Dios sabe lo que podría haber sucedido”.
Ed Markey, congresista demócrata de Massachusetts y actualmente senador, también se dirigió a la hermana Megan: “Gracias, hermana Megan Rice, por estar presente. Gracias por sus acciones. Gracias por su férrea voluntad de hacer centrar la atención en esta acumulación de armas nucleares que aún existe en nuestro mundo y lo mucho que necesitamos hacer algo para reducirla. No necesitamos más armas nucleares. Necesitamos menos”.
La hermana Megan Rice ahora tiene 85 años de edad. Ella y sus compañeros acusados esperan la decisión de un tribunal de primera instancia para saber si deben o no seguir tras las rejas por los cargos menores de destrucción de bienes del Estado, por el corte de cercas, pintar consignas y verter sangre en el Y-12. Pero, ciertamente, la libertad de la cárcel no es lo que más le preocupa. “Realmente no diría que nos sentimos libres, porque mientras exista una sola arma nuclear, nadie será libre”.
© 2015 Amy Goodman
Traducción al español del texto en inglés: Inés Coira. Edición: María Eva Blotta y Democracy Now! en español, spanish@democracynow.org
Amy Goodman es la conductora de Democracy Now!, un noticiero internacional que se emite diariamente en más de 800 emisoras de radio y televisión en inglés y en más de 450 en español. Es co-autora del libro "Los que luchan contra el sistema: Héroes ordinarios en tiempos extraordinarios en Estados Unidos", editado por Le Monde Diplomatique Cono Sur.
Fuente: http://www.democracynow.org/es/blog/2015/5/22/un_acto_de_protesta_no_de
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