Carlos Luis Álvarez, famoso periodista y escritor asturiano, fallecido hace algunos años, firmaba sus artículos y colaboraciones con el pseudónimo Cándido. En uno de sus artículos contaba que en la tertulia Peñalva de Oviedo tuvo lugar hace tiempo una enconada disputa sobre la forma en la que rugían los leones. Un grupo defendía que lo hacían hacia adentro, otro sostenía que lo hacían hacia afuera. La polémica se prolongaba, se consultaban tratados de zoología, se preguntaba a los expertos… No había solución. Nadie quería ceder. Un buen día se enteran los tertulianos de que llega el circo a Oviedo y deciden visitar la jaula de los leones para zanjar definitivamente la cuestión. Cuando uno de los contertulios ve desautorizada su opinión al observar el rugido del león, se dirige indignado a él y le dice:
Así no se ruge.
Traigo esta historia a propósito de lo que está sucediendo con la reacción de la derecha y la ultraderecha ante la posible y probable (y para mí deseable) investidura de Pedro Sánchez.
Lo que realmente está diciendo la derecha a la ciudadanía es lo siguiente:
Así no se vota.
Es decir, que no se debe votar a quien pacta una amnistía para los independentistas catalanes, a quien se sienta a negociar con los diputados de Bildu y con los secesionistas del Partido Nacionalista Vasco. Eso no es de recibo. No se debe votar así. Hay que votar a quien no los quiere ni ver. A quien pretende ilegalizarlos como enemigos de España que son. Aunque sean partidos plenamente democráticos, aunque están elegidos por ciudadanos y ciudadanas libres y responsables, aunque hayan abandonado las armas y se hayan incorporado de forma plena a la democracia.
Los insultos se suceden, las acusaciones no cesan, las agresiones verbales son cada día más contundentes y más repugnantes. “Pedro Sánchez, hijo de puta”, corean a coro los congregados en la calle Ferraz. Libertad de expresión no es lo mismo que libertad de agresión. Dice Emilio Lledó:
“A mí me llama la atención que siempre se habla y con razón, de libertad de expresión. Es obvio que hay que tener libertad de expresión pero lo que hay que tener, principal y primariamente es libertad de pensamiento. ¿Qué me importa a mí la libertad de expresión si no digo más que imbecilidades? ¿Para qué sirve si no sabes pensar, si no tienes sentido crítico, si no sabes ser libre intelectualmente?”.
Hay sedes socialistas y casas del pueblo, que están siendo agredidas con lanzamiento de piedras y huevos, con pintadas (“gobierno asesino”, “traidores”, “culpables”, “partido socialista, putero y golpista”…), con cánticos del Cara al sol, con gritos de apoyo a la dictadura franquista…
Con una buena dosis de cinismo el Partido Popular dice que su líder ha renunciado al poder porque tiene principios y no podía ni siquiera sentarse a negociar con Junts porque sus exigencias eran inaceptables. Una persona con principios, el señor Feijóo. Lo que no dice es que, si se hubiera sentado a negociar con el que llaman prófugo de la justicia (hay que añadir que se fugó en un maletero, para poder llamarle cobarde) hubiera perdido el apoyo de Vox. No hubiera podido gobernar. No es que no haya querido, es que no ha podido.
Que dependa la gobernabilidad de la nación de un prófugo de la justicia no es fruto del capricho o de la voluntad de Sánchez. Es el resultado de las elecciones. La ciudadanía ha dicho que tiene que ser así. Claro que el PP quiere que el pueblo vuelva a hablar para ver si ahora dice otra cosa. Quien ha hecho decisivo a Puigdemont no ha sido el presidente del gobierno sino el resultado de las elecciones. Si hubiera querido el pueblo que no fuera esta la situación habría dado el gobierno a una mayoría absoluta del PP solito o del PP con Vox. Tampoco le dio mayoría absoluta al Partido Socialista ni a su coalición con Sumar. La misma responsabilidad que le llevó al señor Feijóo a presentarse a una investidura imposible, es la que le impulsa a Pedro Sánchez a buscar el éxito en la suya.
Qué virulencia. Qué manera de encender los ánimos. Qué agitación en las calles. Qué descalificaciones más terribles. Qué amenazas y qué agravios. La señora Ayuso dice que esto es una dictadura e invoca a la corona, al poder judicial y a las fuerzas armadas. “Sánchez ha dado una patada al tablero porque no podía gobernar”. No, señora Ayuso, el que no puede gobernar es el señor Feijóo y quien pretende dar una patada al tablero es usted.
De forma ridícula dice Feijóo que el gobierno no va a amedrentarle, cuando quien está amedrentando con insultos, descalificaciones, concentraciones y manifestaciones es él. Y el señor Abascal, que considera al futuro gobierno no solo ilegítimo sino ilegal.
Los nueve vocales conservadores del Consejo General del Poder Judicial (caducado desde hace cinco años por voluntad del PP) crean más presión y emiten un comunicado, que nadie les ha pedido, sobre una ley que todavía no existe. ¿Se ve por dónde va la negativa del PP a renovar la cúpula del poder judicial?
Acabo de escuchar al obispo de Orihuela, monseñor Munilla, manifestarse contra la amnistía con un argumento singular. Habla de pecadores y de pecados. Pero, monseñor, ¿qué categoría es esa de pecado aplicada a la política? Diríjase a sus feligreses, por Dios. También han salido a la palestra los obispos de Valladolid y de Oviedo. No podía faltar el inefable señor Rouco Varela.
El juez García Castellón imputa ahora a Carles Puigdemont y a Marta Rovira por un delito de terrorismo, a causa de aquella movida del tsunami democrático. Es un momento muy oportuno, como puede verse. Es un evidente intento de propiciar el diálogo y el encuentro. ¿No, señor juez?
Lo curioso es que todo este indecente proceder de la derecha se debe exclusivamente, al deseo del presidente en funciones de mantenerse en el poder (a cualquier precio, dicen). Porque es un psicópata, un dictador, un mentiroso y un traidor. Como si el señor Feijóo desease acceder a la Moncloa solo por generosidad, altruismo y responsabilidad.
Creo que lo que pasa es que la derecha no ha aceptado la derrota electoral. Después de las elecciones del 28 de mayo daban por segura la victoria en las generales. Ayuso decía que los españoles no aguantaban ni un día más al líder socialista. Desde esa perspectiva no han sido capaces de aceptar la derrota. Feióo y Bendodo y Gamarra han repetido miles de veces que fue Feijóo quien ganó las elecciones. Y no. Una cosa es ser el partido más votado y otra es ganar las elecciones. Porque gana las elecciones quien puede ser investido con los votos de la cámara. Esa es la democracia. Y el que será investido, será el ganador.
No han aceptado el resultado. No han dado por buena la forma de rugir del león. La ciudadanía no rugió como debía, como esperaba el PP. De ahí esa ocupación de calles y palestras para denunciar una ley que ni siquiera conocen. Qué impaciencia, qué desesperación. Pues sí, parece ser que la ciudadanía ha querido otros cuatro años de gobierno progresista. Resulta que la derogación del sanchismo que tanto anhelaron y prometieron se ha convertido en la defenestración del candidato del PP.
Quienes han despreciado la Constitución durante cinco años negándose a renovar el Consejo General del Poder Judicial, se echan las manos a la cabeza argumentando que una ley cuyo articulado no conocen, vulnera la Carta Magna. Sin embargo, explícitamente no la prohíbe y hay muchos juristas que dudan o que sostienen de forma clara que no contraviene ninguno de sus artículos.
El señor Feijóo dice que la amnistía no es una cuestión de convivencia sino de conveniencia. ¿Por qué no de las dos cosas? Es que por su conveniencia el señor Feijóo pidió a Sánchez el apoyo para tener dos años de gobierno y pidió que algunos socialistas buenos se convirtiesen en tránsfugas, y llamó reiteradamente al PNV pidiendo el apoyo, y aceptó los votos de Vox aunque renegaba de su alianza…
Hay algunos socialistas, entre ellos algunos líderes veteranos, que piensan que los pactos que se están haciendo para sacar adelante la investidura son pactos que contravienen las esencias del Partido. Como si fueran ellos los únicos depositarios de esas esencias. No sé cómo explican el apoyo del 87 por ciento de la militancia en la consulta realizada. Parece que ellos también aplican la teoría del tertuliano del Peñalva: así no se ruge, así no se vota.
Lo que tenía que haber hecho el tozudo ovetense después de haber visto cómo rugía el león es reconocer que estaba equivocado, cambiar su explicación sobre el rugido y aceptar que el adversario tenía razón. Decirle al león que así no se ruge no es más que una señal de orgullo, de empecinamiento y de estupidez.
Autor Miguel Ángel Santos Guerra