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martes, 30 de enero de 2018

El debate filosófico se traslada a las tablas en el siglo XXI. Voltaire y Rousseau y María Zambrano protagonizan dos montajes teatrales en el Centro Dramático Nacional.

La escena mira a la filosofía. El teatro más que nunca busca ese lugar de encuentro y reflexión conjunta, de pensamiento. Los filósofos, María Zambrano, Voltaire y Rousseau protagonizan dos montajes, La tumba de María Zambrano, dirigido por Jana Pacheco, y Voltaire/Rousseau. La disputa, por Josep Maria Flotats, con los que el Centro Dramático Nacional, estrena el año y abre espacios para subir la filosofía a las tablas.

La llegada de un panfleto anónimo deriva en una escena doméstica en la que se asiste a un intenso debate de ideas entre Voltaire (Josep Maria Flotats) y Rousseau (Pere Ponce) acerca de Dios, la educación, la igualdad y el teatro. El texto de Jean-François Prévand se estrenó en Francia en 1991 y para representarse en España el autor ha retocado y modificado la pieza original. Flotats, actor y director teatral, tenía pendiente interpretar a Voltaire y La disputa le permitirá, a partir de mañana y hasta el 4 de marzo en el Teatro María Guerrero, mostrar en el siglo XXI las ideas revolucionarias de dos hombres que se odiaban y admiraban, sino al mismo nivel si con similar fuerza. En un escenario austero y a través de esta obra, Flotats asegura que “la discusión, brillante e inteligente, entre ambos filósofos nos invita a reflexionar con la misma intensidad que nos da placer y abre una puerta para conocer más sobre Voltaire y Rousseau”.

Pere Ponce pone voz y cuerpo al revolucionario Rousseau, al autor de El contrato social, al defensor de la igualdad absoluta en la sociedad, no exento de contradicciones como cuando manifestaba un marcado desprecio por la mujer o atacaba a la cultura y, en especial, al teatro. “Rousseau era un revolucionario con sus contradicciones, que hoy en día estaría sentado en una plaza en el 15-M y se preguntaría por qué es así la sociedad”, explica Ponce sobre su personaje, al que contrapone frente al “académico y miembro del establishment” Voltaire. Flotats habla del autor de Cándido como “un defensor de la cultura que se jugó el pellejo” con su lucha por la separación de poderes entre Estado e Iglesia, en una época en que la Inquisición estaba a pleno rendimiento y con una monarquía absolutista. “En la España de hoy, algunas personas hablan de república y a otros les parece escandaloso, a pesar de que estamos en 2018 y en una democracia donde se tolera la libertad de expresión: hay que imaginar lo que las palabras de Voltaire significaban en 1760. El siglo XXI necesita unos cuantos Voltaire, pero no es fácil”, ha lamentado durante la presentación de la obra en Madrid.

Encuentro poético

Como una ventana abierta a la filosofía de María Zambrano (Vélez-Málaga 1904 - Madrid 1991), como una antesala al encuentro poético y vital con la primera mujer en recibir el Premio Cervantes (1988), una escritora que sufrió la guerra y el exilio. Así se presenta La tumba de María Zambrano (pieza poética en un sueño), la obra escrita por Nieves Rodríguez y dirigida por Jana Pacheco que se representará en el Teatro Valle Inclán de Madrid hasta el 11 de febrero. Es un viaje emocional, visual y atemporal que sale al encuentro de la razón poética y la fenomenología del sueño tan presente en la obra de la filósofa, con una puesta en escena en la que se juega con el realismo mágico y la fábula y que busca que el espectador tenga una experiencia estética completa con la palabra, el sonido, el cuerpo, la música y hasta los olores.

“No es una biografía, aunque aparecen dos personas fundamentales en la vida de María Zambrano: su padre, maestro de la República, y su hermana Araceli, sino una búsqueda de las palabras de esta autora, esas que ella tanto persiguió”, explica Rodríguez que escribió la obra hace más de cuatro años y que está protagonizada por Aurora Herrero, en el papel de María Zambrano, Óscar Allo, Isabel Dimas, Daniel Méndez e Irene Serrano.

Jana Pacheco, para quien llevar la filosofía a escena es todo un reto como directora, sostiene que “el teatro al final es un espejo del mundo, un escaparate desde el que contar y transmitir. Es una manera de juntarnos en el teatro a pensar y reflexionar”. Tal y como pedía María Zambrano a su padre: “Papá, enséñame a pensar”.


https://elpais.com/cultura/2018/01/10/actualidad/1515604867_873850.html