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viernes, 10 de febrero de 2023

Liberada una de las espías más dañinas para Estados Unidos

El 6 de enero fue liberada Ana Belén Montes, una de las principales contraespías estadounidenses. Como empleada de los servicios de inteligencia estadounidenses, transmitió información secreta a las autoridades cubanas con el fin de frustrar operaciones de desestabilización y atentados terroristas contra Cuba. En cierto sentido, estaba librando una «guerra contra el terror», es decir contra el terror de Estado de su propio país. Lea esta extraordinaria historia de una mujer heroica.

Terror de Estado contra Cuba
En 1959 los cubanos lograron construir una revolución socialista en las narices de su todopoderoso vecino. Esto supuso un duro golpe para la mayor superpotencia de la historia. En consecuencia, los sucesivos presidentes estadounidenses hicieron todo lo posible para poner de rodillas a la revolución.

Es bien sabido que Cuba sufre el bloqueo económico más largo de la historia mundial, con consecuencias devastadoras. Menos conocido es que el país también ha estado expuesto a muchas otras agresiones brutales en los últimos 64 años.

En 1961 se produjo la fallida invasión militar de Bahía de Cochinos, en 1976 se derribó un avión de pasajeros, hubo cientos de asesinatos y actos de sabotaje y en la década de 1960 se desató una auténtica guerra bacteriológica contra la isla.

Un total de 3.478 personas cubanas murieron en los numerosos atentados terroristas, más que en el ataque del 11 de septiembre. Además, 2099 personas quedaron discapacitadas de por vida.

Excelente espía
Para armarse contra este terror de Estado varios cubanos, más conocidas como los «Cinco Cubanos», se infiltraron en las redes terroristas de Miami. Se hizo una película sobre esta historia, que se puede ver en Netflix.

Pero Cuba también podría contar con el apoyo de ciudadanos y ciudadanas estadounidenses. Una de ellas es Ana Belén Montes. Sus padres son de Puerto Rico, por lo que tiene la nacionalidad estadounidense.

A mediados de la década de 1980 se incorporó a una agencia de inteligencia clave del Pentágono, la Agencia de Inteligencia de Defensa (DIA). Gracias a su excelente trabajo, hizo una carrera relámpago. Su campo de trabajo era Cuba.

Ascendió a uno de los escalones más altos, lo que le dio acceso a casi todo lo que las agencias de inteligencia recopilaban sobre Cuba. También ayudó a redactar los informes finales.

Debido a su rango, fue miembro del supersecreto «Grupo de Trabajo Interinstitucional sobre Cuba», que incluía a analistas clave de agencias federales como la CIA, el Departamento de Estado y la propia Casa Blanca.

Se apreciaba mucho su trabajo, tanto que recibió varios reconocimientos. Entre ellos figuraba el Certificado de Distinción, el tercer galardón nacional más importante para agentes de inteligencia. Debido a sus capacidades, Ana Belén llegó a ser conocida en los círculos de inteligencia como «la Reina de Cuba».

Procedió con extrema cautela. Era muy discreta, no entablaba relaciones y vivía sola en un piso sencillo. Para evitar ser descubierta, nunca se llevaba nada a casa. Memorizó todo y luego transfirió la información a discos duros encriptados, que luego entregó a las autoridades cubanas.

El hecho de que su hermano fuera agente especial del FBI y su hermana analista en el mismo FBI jugó a su favor.

Durante 17 años transmitió información secreta a Cuba, al igual que los Cinco Cubanos, lo que ayudó al país a frustrar innumerables operaciones de desestabilización. También consiguió convencer a los presidentes Bill Clinton y Georges W. Bush de que Cuba no constituía una amenaza militar para Estados Unidos. A consecuencia de ello, puede que evitara una guerra contra Cuba que habría provocado innumerables bajas cubanas. También reveló la identidad de cuatro agentes encubiertos de los servicios de inteligencia estadounidenses que trabajaban en Cuba.

Descubrimiento y condena
En septiembre de 2001, tres años después de que los Cinco Cubanos fueran descubiertos y detenidos, Ana Belén también fue detenida. Ante la falta de pruebas, fue acusada, al igual que los Cinco Cubanos, de «conspiración con el fin de cometer espionaje» para Cuba.

Una semana antes de su detención se enteró de que estaba bajo vigilancia. Pudo haber huido, pero, según sus propias palabras, su compromiso político le hizo considerar «que no podía renunciar a la gente a la que ayudaba.

El jefe de contrainteligencia la consideraba «una de las espías más dañinas que Estados Unidos haya conocido».

En el clima poco después de los ataques del 11 de septiembre, corría peligro de ser condenada a la pena de muerte, por lo que negoció con el tribunal y se declaró culpable. Fue condenada a 25 años de prisión al calificada de «peligro para la nación» y, al igual que Julian Assange, fue trasladada a una prisión especial para delincuentes violentos con problemas psiquiátricos con el objetivo de quebrarla mentalmente.

No podía recibir visitas, excepto de algunos familiares. Su madre nunca pudo visitarla. Vivía en un aislamiento absoluto, no se le permitía hacer llamadas telefónicas, no recibía periódicos ni revistas y no podía ver la televisión.

Motivación
Ana Belén nunca ha recibido dinero de Cuba por su extremadamente peligroso trabajo. Actuó motivada por su creencia en la justicia y la solidaridad con Cuba. Era muy consciente de los grandes riesgos que corría. Al igual que Edward Snowden, es una de los muchos ciudadanos estadounidenses que se oponen a las acciones bárbaras de su gobierno.

En su declaración ante el tribunal podemos leer qué motivo su arriesgada actividad:

«Existe un proverbio italiano que quizás sea el que describe de la mejor forma lo que yo creo: Todo el mundo es un solo país. En ese «país mundial» el principio de amar al prójimo tanto como se ama a uno mismo resulta una guía esencial para las relaciones armoniosas entre todos nuestros «países vecinos”.

Este principio implica tolerancia y entendimiento respecto a las diferentes formas de actuar de los demás. El establece que nosotros tratemos a otras naciones en la forma en que deseamos ser tratados- con respeto y consideración. Es un principio que, desgraciadamente, yo considero nunca hemos aplicado a Cuba.

Señoría, me involucré en la actividad que me ha traído ante usted porque obedecí mi conciencia más que obedecer la ley. Yo considero que la política de nuestro gobierno hacia Cuba es cruel e injusta, profundamente inamistosa, me consideré moralmente obligada a ayudar a la isla a defenderse de nuestros esfuerzos por imponer en ella nuestros valores y nuestro sistema político.

Nosotros hemos hecho gala de intolerancia y desprecio hacia Cuba durante las últimas cuatro décadas. Nosotros nunca hemos respetado el derecho de Cuba a definir su propio destino, sus propios ideales de igualdad y justicia.

Yo no entiendo como nosotros continuamos tratando de dictar cómo Cuba debe seleccionar sus líderes, quiénes no deben ser sus dirigentes y qué leyes son las más adecuadas para dicha nación. ¿Por qué no les dejamos decidir la forma en que desean conducir sus asuntos internos, como Estados Unidos ha estado haciendo durante más de dos siglos?

Mi forma de responder a nuestra política hacia Cuba quizás no fue la más adecuada moralmente. Es posible que el derecho a existir de Cuba, libre de la coerción política y económica, no justifique el haber entregado a la isla información clasificada para que pudiera defenderse. Yo solamente puedo decir que hice lo que consideré más adecuado para contrarrestar una gran injusticia.

Mi mayor deseo sería ver que surja una relación amistosa entre Estados Unidos y Cuba. Espero que mi caso, en alguna manera, estimule a nuestro gobierno para que abandone su hostilidad en relación con Cuba y trabaje conjuntamente con La Habana, imbuido de un espíritu de tolerancia, respeto mutuo y entendimiento.

Hoy vemos más claro que nunca que la intolerancia y el odio – de individuos o gobiernos- lo único que disemina es dolor y sufrimiento. Yo espero que Estados Unidos desarrolle una política con Cuba fundamentada en el amor al vecino, una política que reconozca que Cuba, como cualquier otra nación, quiere ser tratada con dignidad y no con desprecio.

Una política como esa llevaría nuevamente a nuestro gobierno a estar en armonía con la compasión y la generosidad del pueblo estadounidense. Permitiría a los cubanos y estadounidenses aprender a compartir unos con los otros. Permitiría que Cuba abandone sus medidas defensivas y experimente cambios más fácilmente. Y esto permitiría que los dos vecinos trabajen conjuntamente y con otras naciones para promover la amistad y cooperación en nuestro “país mundial” y en nuestra única “patria mundial”».

De vuelta a Puerto Rico
El 6 de enero de 2023 Ana Belén Montes, de 65 años, fue liberada, Su liberación fue recibida con aplausos en muchos países de América Latina.

Afirmó en un mensaje que vivió «dos décadas bastante agotadoras» y que ahora quiere dedicarse «a una existencia tranquila y privada. Animo a los que desean centrarse en mí a que se centre, en cambio, en temas importantes, como los serios problemas que a los que se enfrenta el pueblo puertorriqueño o el embargo económico de Estados Unidos hacia Cuba», indicó.

Y añadió: «¿Quién en los últimos 60 años ha preguntado al pueblo cubano si quiere que Estados Unidos les imponga un embargo asfixiante que los hace sufrir? También merece atención la apremiante necesidad de cooperación global que detenga y dé marcha atrás a nuestra destrucción de nuestro medio ambiente.

Soy irrelevante como persona. No tengo importancia, mientras que existen problemas graves en nuestro terruño mundial que reclaman atención y una demostración de amor fraternal».

Marc Vandepitte ha escrito junto a Katrien Demuynck varios varios libros sobre Cuba, entre ellos El factor Fidel, editado en castellano en ebook por Dyscolo y en papel por Boltxe Liburuak. Visitaron varias veces a uno de los Cinco Cubanos en una prisión de alta seguridad en Estados Unidos.

Fuente: https://www.dewereldmorgen.be/artikel/2023/01/09/een-van-de-meest-schadelijke-spionnen-van-de-vs-vrijgelaten/

Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, a la traductora y Rebelión como fuente de la traducción.

miércoles, 24 de enero de 2018

Un nuevo mundo para Smiley. El agente de John le Carré vuelve al corazón de la Guerra Fría bajo el escrutinio de colegas de una nueva generación.

Vuelve Georges Smiley, el agente secreto británico creado por John le Carré y protagonista de sus más célebres novelas como El topo o El honorable colegial. Planeta lleva a las librerías hoy El legado de los espías. No teníamos noticias suyas desde El peregrino secreto, libro de relatos publicado en 1990, el año de la reunificación alemana, pocos meses después de la caída del Muro de Berlín y de que concluyese esa Guerra Fría en la que había destacado, con sus trajes mal ajustados y su aspecto de sapo, como uno de los principales guerreros. Le habían invitado a dar una conferencia en el centro de entrenamiento y formación de agentes que el servicio secreto posee en Sarratt, unos 50 kilómetros al norte de Londres, y para sorpresa de sus más íntimos, que jamás le habían escuchado hablar en público, acostumbrados a su carácter retraído y a su inseguridad en el trato social, Smiley no solo aceptó sino que, enfundado en un smoking que no había lucido en años, habló durante horas para advertir a aquellos jóvenes destinados “a recoger la antorcha”, entre los que destacaban, por primera vez en la historia de la agencia, tres mujeres, de la responsabilidad que implica el trabajo como agente: “El fin puede justificar los medios; de no darlo por supuesto, imagino que no estarían ustedes aquí. Pero hay que pagar un precio, y el precio resulta ser uno mismo. A su edad, es fácil vender el alma. Después ya es más difícil”.

Por entonces, el único cargo de Smiley era el de presidente en un oscuro Comité de los Derechos de Pesca, tapadera que ocultaba un equipo de trabajo extraoficial compuesto por agentes del Centro de Moscú y del Circus de Londres, y cuya finalidad era facilitar la cooperación entre ambos servicios en el mundo posterior a la Guerra Fría. Curiosamente, no habían sido los ingleses sino los rusos quienes habían insistido en que Smiley aceptara ese cargo, deseosos de conocer al hombre que les había derrotado, organizando la deserción de Karla, el mayor agente soviético de la Guerra Fría. Para ello, Smiley tuvo que sobrevivir a una triple traició de la que salió, contra todo pronóstico, fortalecido y dirigiendo el servicio secreto británico. Fue precisamente en la operación que destruyó a Karla donde Smiley comenzó a labrar los cimientos de su leyenda en el mundo del espionaje.

Se encontraba ya plenamente retirado, instalado en un cottage sin teléfono cerca de Hartland Quay, al norte de las escolleras de Cornualles, (uno de los lugares favoritos no solo de Smiley sino de John Le Carré), donde dar largas caminatas ante las embravecidas corrientes que agitan el canal de Bristol, dedicado a criar abejas, o a estudiar a poetas menores en la Uuniversidad de Exeter o quizás en el mismo Oxford, donde se formó y fue reclutado para la inteligencia británica a finales de los años 30, por su propio preceptor, Jebedee, en un despacho del colegio universitario donde se había especializado en lenguas modernas. Y sin embargo algo nos hacía intuir que Smiley no podía estar totalmente desactivado. A pesar de su melancolía de amante despechado, de su querencia por la soledad y de la aversión que le provoca el esnobismo de los altos mandarines de la Administración, para este retoño desarraigado y desclasado de una familia sin lustre del sur de Inglaterra no hay otro lugar en el mundo que ese cuarto de las escobas de Whitehall que es el servicio secreto. Inevitablemente Smiley debía regresar a su cauce.

Y así lo confirma ahora Viking House, la editorial de John Le Carré. En su próxima novela A legacy of spies, cuya publicación en España está prevista este mes, regresa Smiley en una nueva aventura donde tendrá que hacer frente a su pasado y al escrutinio al que le someterá “una nueva generación de agentes sin memoria de la Guerra Fría y sin paciencia para sus justificaciones”. ¿Y quiénes son estos agentes? Posiblemente los mismos que atendieron la última aparición pública de Smiley en la biblioteca de Sarratt, decorada con los retratos amarillentos de los agentes desaparecidos; los mismos a los que advirtió que no saldrían incólumes manipulando a sus semejantes y atropellando sus sentimientos; los mismos a los que recomendó reducir el tamaño del Estado construido para derrotar a un enemigo que ya no existía y que ahora amenazaba las libertades de sus ciudadanos.

UN HOMBRE BUENO

Cómo verá Smiley este mundo donde los comunistas chinos se han convertido en los campeones del libre comercio y los multimillonarios neoyorquinos, del proteccionismo; donde los sucesores de Jefferson o Lincoln permiten la violación sistemática de la intimidad de sus ciudadanos o apoyan abiertamente la tortura; donde los antiguos agentes del KGB se han despojado de la máscara de la ideología, han cambiado sus despachos de la Lubyanka o Yasenovo por los salones del Kremlin y luchan descarnadamente por el poder a tiro limpio en los páramos de Siria y las estepas de Ucrania o a golpe de comisión en los centros de inversión de la City. Al contemplar este panorama nos damos cuenta de cuánto hemos echado de menos a Smiley estos años, con su sentido básico de la decencia, su noble patriotismo, su lealtad sin fisuras, y su condición de hombre, en el buen sentido de la palabra, bueno. En este preciso momento, resulta más valioso y pertinente que nunca.

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https://elpais.com/cultura/2018/01/08/actualidad/1515438284_361989.html