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domingo, 19 de agosto de 2018

_- La historia desnuda y escandalosa de los que niegan la evidencia científica.


Según las últimas encuestas, el 36% de los estadounidenses niega que la acción humana sea la causa del calentamiento global, una base suficiente para que el presidente Donald Trump se sienta animado a romper los pactos de lucha contra el cambio climático.

El esfuerzo contra el calentamiento global atraviesa una fase crítica y en buena medida se debe a la negativa de Washington y un sector de la sociedad estadounidense a participar del combate. Pese a la incesante acumulación de datos y confirmaciones empíricas del trastorno climático y su origen humano, en esa nación los escépticos se mantienen incólumes. ¿Cómo es posible?

Naomi Oreskes y Erik Conway ofrecen en Mercaderes de la duda una respuesta centrada en el desmontaje de las campañas de desinformación impulsadas por intereses creados y un puñado de científicos conservadores. Para ello, los dos historiadores de la ciencia —una adscrita a la Universidad de Harvard y el otro al Jet Propulsion Lab de la NASA— se remontan a su origen: la ‘ruta del tabaco’, es decir, las tácticas aplicadas por las tabacaleras para negar el poder cancerígeno del cigarrillo.

En los años 50 y 60, sus maniobras allanaron el camino a los posteriores negacionistas. ¿En qué consistían? Por un lado, se investían de autoridad reclutando expertos afines y creando centros de ‘investigación’; por el otro, explotaban las incertidumbres (“La duda es nuestro producto”, admitían en un memorándum interno). En pocas palabras: si los hechos eran imposibles de obviar, los tachaban de insuficientes y exigían más estudios. Con esas tretas dilatorias impedían la regulación de su negocio y ganaban tiempo para seguir fomentando el tabaquismo.

“La duda es nuestro producto”, admitía la industria del tabaco en un memorándum interno

La agitación sistemática de las dudas les permitía abusar de una práctica rutinaria del periodismo estadounidense: la cobertura equilibrada de las polémicas. Nacida para garantizar el acceso mediático a las partes de un debate político, esa pauta fue distorsionada por las tabacaleras, que así lograron que The New York Times o el respetado Edward Murrow otorgaran a sus posturas marginales el mismo rango que al consenso científico mayoritario. Se transmitía de ese modo a la opinión pública la engañosa impresión de que los expertos se hallaban seriamente divididos.

Dudas torticeras
Que sus ardides hicieron escuela quedó claro cuando el rearme impulsado por Ronald Reagan chocó con la hipótesis del invierno nuclear ideada por Carl Sagan y otros expertos. El lúgubre escenario contradecía la propaganda oficial, empeñada en minimizar el impacto de una guerra atómica. Para refutarlo se creó el Instituto George C. Marshall y se introdujo en la panoplia persuasiva una nueva arma: acusar a Sagan y sus colegas de hacerle el juego a la Unión Soviética.

Ese modus operandi se repitió en las sucesivas controversias. En la batalla por el humo de segundo mano, las tabacaleras encargaron al Center for Indoor Air Research y revistas ‘académicas’ como Tobacco & Health negar el perjuicio causado al fumador pasivo.

Con motivo de la lluvia ácida, las eléctricas se movilizaron para desvincular sus emisiones de la muerte de los bosques. Cuando saltó la alarma por el agujero de ozono, los fabricantes de aerosoles pugnaron por absolver a los CFCs de su responsabilidad en el trastorno. Posteriormente, se intentó rehabilitar al DDT a base de demonizar a Rachel Carson, quien alertara de los nocivos efectos ambientales del insecticida.

Actualmente, las petroleras y la minería del carbón financian think tanks como el Cato Institute y otros agentes dedicados a difamar al IPPC (el panel de expertos de las Naciones Unidas que coordina los consensos científicos sobre el cambio climático) y culpar del fenómeno al sol, las variaciones naturales, los rayos cósmicos, o directamente sostener que no hay tal calentamiento.

Expertos que se repiten
Muchos de los científicos que se prestaban a esas operaciones de relaciones públicas compartían un perfil similar: ultraliberales y anticomunistas, creían que las críticas al armamento nuclear, al tabaquismo y a los gases contaminantes respondían a una agenda oculta de izquierda encaminada a implantar el intervencionismo estatal en todos los ámbitos.

Financiados por las industrias afectadas y amplificados por medios conservadores como The Wall Street Journal o Forbes, en sus filas destacaban los físicos Fred Seitz, Fred Singer y Bill Nierenberg. Asociados durante la Guerra Fría al complejo militar-industrial, pasaron de negar el invierno nuclear a refutar las secuelas perniciosas del humo de segunda mano y, finalmente, el origen antrópico del calentamiento global.

Cuesta no escandalizarse con la lectura de esta obra, que ha sido llevada al cine; cuesta no deprimirse al ver cómo ejecutivos mendaces, ayudados por investigadores y políticos venales o ideológicamente ofuscados, recurrieron a toda suerte de artimañas para combatir los hechos que no les convenían; y cómo sus falacias, a falta de una respuesta contundente de parte del periodismo y de la comunidad científica, terminaron calando en un segmento significativo de la opinión pública.

Científicos conservadores pasaron de negar el invierno nuclear a refutar las secuelas del tabaco y, finalmente, el origen antrópico del calentamiento global

Con todo, el balance no es descorazonador; pese a las patrañas, el tabaquismo fue reglamentado; los CFCs, prohibidos; el armamentismo nuclear, frenado; la lluvia ácida se redujo y el DDT no se ha vuelto a usar; aunque en lo relativo a las emisiones causantes del cambio climático el desenlace sigue en el aire. De ahí la actualidad de este trabajo que desmonta la refinada sofística concebida para desacreditar los hallazgos que chocan con intereses poderosos, a la vez que nos recuerda cómo funciona el método científico, la provisionalidad de sus resultados, y los recaudos que deben tener los periodistas si no quieren ser manipulados por los mercaderes de la duda.

Por esto último nos parece pertinente concluir con un párrafo extraído del libro reseñado:

La ciencia no proporciona certidumbre. Solo proporciona pruebas. Solo proporciona el consenso de los expertos, basada en la acumulación organizada y el examen de las pruebas. Oír a ‘ambas partes’ de una controversia tiene sentido cuando se debaten políticas en un sistema con dos partidos, pero cuando ese marco se aplica a la ciencia hay un problema (…) la investigación produce pruebas que pueden aclarar puntualmente la cuestión (…) A partir de ese punto, ya no hay ‘partes’. Hay simplemente conocimiento científico aceptado.

Periodistas y lectores, tomemos nota.

Fuente:
https://www.publico.es/sociedad/calentamiento-global-historia-desnuda-escandalosa-niegan-evidencia-cientifica.html

sábado, 19 de marzo de 2011

La banca y el mundo académico

Se está mostrando en EEUU un documental sobre los orígenes de la crisis financiera en EEUU (Inside Job) que está teniendo gran impacto. Se le ha concedido hace unas semanas el Oscar al mejor documental del año y está creando gran revuelo en los departamentos universitarios de Economía y en centros de investigación económica de aquel país. Muestra, entre otros temas, cómo el centro financiero de EEUU (Wall Street) ha estado configurando la sabiduría convencional del conocimiento económico universitario, reproducido en los centros académicos de mayor prestigio de aquel país.
La banca, a través de la financiación de congresos, de revistas supuestamente científicas de gran renombre, de financiación de centros de investigación económica, de pagos a famosos economistas que directamente o indirectamente están a su servicio y del establecimiento de cátedras universitarias, ha configurado la “ortodoxia” del pensamiento económico que ha estado sirviendo, en su gran mayoría, a los intereses del capital financiero de EEUU. Se ha establecido, así, un dominio casi absoluto que ha dominado la cultura económica del país. El documental presenta también la existencia de economistas críticos con este pensamiento único, un número muy reducido, ignorado por el establishment académico económico.
El documento muestra cómo este pensamiento único, ortodoxo, llevó al país y al mundo al desastre. Las enormes crisis financieras y económicas se basaban en las políticas derivadas de los supuestos que regían tal conocimiento ortodoxo económico. La comunidad académica de grandes departamentos universitarios de Economía, donde se reproducía la ortodoxia, falló estrepitosamente, no sólo en prevenir las crisis, sino que contribuyó a que se produjeran. Y lo que el documental denuncia es que, a pesar de este gran fracaso e incompetencia, continúan dominando el pensamiento económico, guiando las respuestas a la crisis a través del Estado federal, proponiendo medidas que están favoreciendo al capital financiero a costa del bienestar de las clases populares estadounidenses.
Sería aconsejable que un documental parecido se hiciera en España mostrando una situación casi idéntica a la que ocurre en EEUU: el dominio de la banca en la reproducción de la sabiduría convencional económica. Sólo basta señalar la coincidencia de puntos de vista y propuestas de cambio que hace el gobernador del Banco de España (el mayor lobby de la banca, que supuestamente es su regulador), los que hace FEDEA (Fundación de Estudios de Economía Aplicada), financiada por la banca, y los sucesivos manifiestos (patrocinados por FEDEA) de los 100 economistas, la mayoría académicos. Todos ellos reproducen la misma ortodoxia económica. Su manera de resolver el desempleo es despedir más fácilmente a los trabajadores y bajar sus salarios; la de resolver la supuesta inviabilidad del sistema público de las pensiones es a base de reducir las pensiones; y para resolver la supuesta insostenibilidad del Estado del bienestar proponen reducir todavía más el empleo y el gasto público (en el país de la UE-15 que lo tiene ya más bajo), y así un largo etcétera, medidas todas ellas que están causando un enorme dolor a las clases populares. Nunca incluyen en sus análisis el estudio del comportamiento especulativo de la banca responsable del colapso del crédito (una de las causas de la crisis financiera y económica) ni las propuestas que redujeran el excesivo protagonismo que los intereses de la banca tienen para el buen hacer de la economía española, ni la muy necesaria reforma fiscal que corrija la enorme regresividad existente en España.
Su comportamiento se inspira en el pensamiento neoliberal surgido de los mayores centros universitarios de reflexión económica de EEUU y sus revistas supuestamente científicas. Es demostrativo de ello que en una de las escasas ocasiones que un portavoz del manifiesto de los 100 economistas respondió a mis críticas, no lo hizo respondiendo a mis datos, sino –en un intento de descalificación personal– a mi supuesta falta de conocimiento en Economía que según él quedaba mostrada en que (¡horror de los horrores!) yo nunca había publicado un artículo en American Economic Review, una revista que ha sido un fórum de promoción del pensamiento neoliberal en aquel país.
Durante 40 años he sido catedrático de Políticas Públicas (una especialidad en Ciencias Políticas y Económicas) en The Johns Hopkins University. A la vuelta del exilio, fui propuesto como catedrático extraordinario de Economía Aplicada en la Universidad Complutense. Más tarde fui catedrático de Economía Aplicada en la Universidad de Barcelona, y después catedrático de Ciencias Políticas y de la Administración en la Universidad Pompeu Fabra. En cuanto a publicaciones, según el instituto de análisis de literatura científica (Lauder Institute of Management and International Studies de Pensilvania), soy uno de los economistas y politólogo españoles más citado en la literatura científica internacional en Ciencias Sociales (que incluye Economía, Ciencias Políticas y Sociología, entre otras disciplinas). Escribo estas notas con cierta incomodidad (procedo de una familia y de una tradición que no ve con buenos ojos hablar de uno mismo) para denunciar los estrechos cánones de ortodoxia económica profundamente ideologizada existente en España, detrás de la cual está el enorme poder de la banca, que al promover el pensamiento neoliberal (que presenta como ciencia económica) está dañando el bienestar de la mayoría de la población española. Vicenç Navarro. Público
http://blogs.publico.es/dominiopublico/3158/la-banca-y-el-mundo-academico/