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miércoles, 4 de octubre de 2023

«Si queremos entender la extrema derecha en el siglo XXI debemos mirar a Rusia»

Cuna de la mayor revolución socialista de la historia, Rusia ha experimentado intensas transformaciones sociales, económicas y políticas a lo largo del siglo XX. Desde el ascenso de Stalin hasta el actual régimen de Putin, no queda mucho de la experiencia organizativa de los soviets y del legado socialista que caracterizó los primeros años de la revolución de 1917. Ilya Budraitskis, activista socialista ruso, está convencido de que el actual régimen de Putin tiene todas las características de lo que podríamos llamar el fascismo del siglo XXI.

Ilya Budraitskis es un activista político y un teórico. Ha vivido muchos años en Moscú, donde ha consolidado su activismo. Es autor de varios textos sobre la política, la cultura y la historia intelectual de Rusia. Ha publicado artículos en revistas universitarias como Radical Philosophy, New Left Review, Slavic Review y South Atlantic Quarterly, así como en importantes portales de medios críticos como Jacobin, London Review of Books, E-Flux, Le Monde Diplomatique, Inprecor y Open Democracy. Su colección de ensayos “Disssidents among Dissidents: Ideology, Politics and the Left in Post-Soviet Russia” fue publicada por Verso en 2022. También es miembro del comité editorial de la web socialista rusa anti-guerra Posle.media.

Durante su visita a Brasil, Budraitskis habló con Radar Internacional sobre el proceso de despolitización de la sociedad rusa post-URSS, los impactos del neoliberalismo, las características del régimen de Putin y sus estrategias de acercamiento al Sur global. Finalmente, comentó las posibilidades de organización de la izquierda rusa hoy.

Nos gustaría empezar por preguntarte cómo caracterizas el régimen de Putin: ¿es un régimen nacionalista? ¿Un régimen fascista? ¿Puedes decirnos un poco más al respecto?

Sí, diría que este régimen existe desde hace más de 20 años y que ha sufrido una seria transformación durante este período. Comenzó siendo un régimen bonapartista neoliberal y se ha convertido en una especie de dictadura fascista abierta. Y creo que esta transformación en un régimen fascista comenzó después del comienzo de la invasión de Ucrania. Puedo presentar un análisis más profundo de cómo se ha producido esta transformación a lo largo de estos años.

Se ha producido debido a dos tendencias paralelas dentro de la sociedad rusa, especialmente en la última década. Si examinamos la transformación del régimen de Putin, podemos decir que el primer período de su existencia, es decir, la década de 2000, se caracterizó por el crecimiento económico, la implementación de reformas neoliberales y un profundo proceso de despolitización de la sociedad rusa, que se tradujo en la desarticulación y alienación de la mayoría de las formas de autoorganización política.

Pero en 2011 y 2012 ocurrió algo importante. Después de la crisis económica de 2009 la economía rusa aún no se había recuperado, el crecimiento económico aún no había despegado y la economía rusa estaba estancada. Durante el mismo periodo, la despolitización dio paso a un nuevo movimiento de protesta que comenzó a finales de 2011, principalmente en Moscú, pero que también tuvo repercusiones en muchas grandes ciudades rusas. Se trataba de un movimiento contra el régimen, cuyas demandas eran principalmente políticas en lugar de sociales, pero que, en mi opinión, también reflejaba un creciente descontento con la situación económica y social.

Este movimiento surgió cuando Putin decidió volver a la presidencia y presentarse a las elecciones presidenciales de 2012, para un tercer mandato. A diferencia de sus campañas de la década de 2000, ésta no estuvo marcada por un proceso de despolitización, sino por una ofensiva conservadora y antirrevolucionaria. Así, a partir de ese momento, se puede decir que se produjo un punto de inflexión conservador en el régimen de Putin. El discurso que presentó fue que las manifestaciones no eran un movimiento de oposición interna sino un grupo de agentes externos, traidores nacionales, personas que quieren destruir la familia tradicional, los valores tradicionales rusos, etc. A partir de ahí se adoptó una retórica extremadamente conservadora en la ideología de este régimen.

En 2014, Rusia comenzó a involucrarse militarmente en Ucrania con la anexión de Crimea. Para Putin no se trataba solo de una cuestión de política exterior, de reconquista de la influencia imperial de Rusia en el espacio post-soviético, sino también de una cuestión de política interna. Se trataba de crear una unidad patriótica de la sociedad rusa en torno a su presidente. Se puede ver la rapidez con la que Putin recuperó popularidad en la sociedad rusa tras la anexión de Crimea.

Pero el efecto Crimea, el efecto del reagrupamiento alrededor de la bandera, no duró mucho. Tres años después de lo que se llamó la “reunificación de Crimea”, la popularidad de Putin comenzó a desmoronarse y surgió una nueva ola de protestas en Rusia. A partir de 2017, comenzó a surgir un nuevo movimiento contra la corrupción, contra el autoritarismo del régimen y, en última instancia, contra las profundas desigualdades sociales que existen en la sociedad rusa. Estas manifestaciones se asociaron estrechamente con la figura de Alexei Navalny, pero en realidad no se trataba sólo de un movimiento de sus partidarios personales. Por parte del régimen todo esto se presentó como la lucha contra una “revolución de color”.

Entonces, ¿cuál fue el principal problema en Ucrania? Según Putin, fue Maidan, el derrocamiento ilegal del gobierno por parte del pueblo, algo absolutamente inaceptable. Por lo tanto, había que evitar que esto se produjera en Ucrania y en Rusia. Putin luego tomó una posición contra esta posible revolución porque, para él, todas las revoluciones que tuvieron lugar en Rusia, incluida la de 1917, son el resultado de la actividad de enemigos externos. Según él, todas las revoluciones son una conspiración, son procesos que vienen del exterior para desestabilizar al Estado ruso. Y, de hecho, este pensamiento antirrevolucionario está muy presente en la versión oficial de la historia rusa, en los manuales escolares, en las grandes presentaciones historiográficas, donde no solo 1917 se presenta como una especie de motín antiruso organizado por Occidente, sino que incluso los levantamientos populares del siglo XVIII, como el de Pugachev, se presentan como una conspiración venida del exterior.

En este sentido, es posible ver cómo el comienzo de la invasión no fue solo una cuestión de política exterior, sino también una forma de disciplinar a la sociedad rusa. Y cuando miramos los primeros meses de esta invasión, nos damos cuenta de lo mucho que han cambiado las reglas del juego dentro de Rusia. Desde el comienzo de la invasión es imposible criticar la guerra de ninguna manera. Ni siquiera está permitido hablar de este evento como de una guerra. El uso de la palabra “guerra” es un acto criminal en virtud de la ley rusa, porque oficialmente no se trata de una guerra sino de una “operación militar especial”. Este es el término que debería usarse para describir este acontecimiento.

Todos los medios independientes que habían permanecido en el país hasta entonces fueron expulsados una semana después de la invasión, y hoy podemos ver esta tendencia represiva en el restablecimiento de la unidad total de Rusia, como la presenta Putin. Para él, la sociedad rusa se consolida en torno a la idea de luchar contra Occidente, contra cualquier tipo de enemigo interno o externo, y aún no se permite ninguna crítica en el país. Por ejemplo, es posible que hayas visto que la semana pasada Boris Kagarlitsky fue detenido en Moscú. Esta detención forma parte de una creciente campaña de represión de las manifestaciones que se ha traducido ya en muchos presos políticos. Preguntado en una conferencia de prensa sobre Kagarlitsky, el Sr. Putin, por supuesto, respondió que era la primera vez que escuchaba ese nombre, como siempre lo hace, pero también dijo: “Actualmente estamos en un conflicto militar con nuestro vecino. Por eso todo lo que va en contra de nuestra unidad nacional debe ser eliminado. Esa es la razón de todos estos asuntos”.

Creo que si hablamos del movimiento fascista de hoy, de cómo es el fascismo en el siglo XXI, deberíamos mirar lo que ya está sucediendo en Rusia. Debido a que estamos en un contexto en el que un movimiento de masas desde abajo ya no es necesario, podría tratarse de un giro fascista desde arriba. Si miras, el fascismo clásico, que surgió en el siglo XX, siempre ha sido la combinación de movimientos de masas con la clase dirigente, que utilizó el movimiento de masas para transformar el régimen político. Hoy, en las sociedades que ya han sido fuertemente destruidas por el neoliberalismo, con la destrucción de toda tradición de organización, solidaridad, etc., en esas sociedades ya no es preciso un movimiento de masas fascista. Por eso creo que es importante hablar de la transformación fascista del estado ruso, y creo que en este sentido, el caso ruso no es único. No se trata de una excepción a la tendencia global, sino de una imagen de la misma. Si queremos entender cómo estos movimientos de extrema derecha pueden transformar la sociedad, deberíamos tomar a Rusia como ejemplo.

En cuanto a la política exterior de Putin, este se ha acercado al continente africano y al Sur en general. ¿Podrías decirnos un poco más al respecto? ¿Cómo deben considerar los países del Sur este acercamiento a Putin y la guerra?

Esta es una pregunta muy interesante, porque Putin realmente está tratando de explotar este sentimiento anti-occidental, anti-americano, anti-colonial y propone, en lugar del orden mundial actual, otro tipo de modelo, que se llama mundo multipolar. ¿Qué es un mundo multipolar? Es la existencia de civilizaciones particulares o de civilizaciones-estados particulares. Los “Estados-civilizaciones” son un término importante ya utilizado en la nueva versión de la doctrina de política exterior rusa adoptada a principios de este año. El estado-civilización no significa lo mismo que el estado-nación, sino más bien que los estados soberanos reales existen como una especie de civilización – como Estados Unidos, China y Rusia. Por ejemplo, digamos que Brasil es un país clave para la civilización sudamericana. Esto significa que debe controlar todo el continente para restaurar la verdadera soberanía de Brasil y controlar el dominio orgánico de sus intereses nacionales como Estado-civilización. Lo mismo ocurre con Rusia, por supuesto, porque el Estado civilización ruso es mucho más amplio que las fronteras actuales del Estado ruso. Así, por ejemplo, Ucrania ha pertenecido orgánica e históricamente al Estado civilización ruso. Probablemente sea lo mismo para China, que debe recuperar su propio Estado-civilización.

Si quieres encontrar las raíces de este concepto, puedes leer el libro de Samuel Huntington, El choque de civilizaciones, donde propone más o menos lo mismo. La idea de Huntington es que Occidente, Estados Unidos, no deben pretender proponer un orden mundial, sino que deben ser responsables de su propia civilización. Así, las civilizaciones occidentales como Estados Unidos y Europa Occidental formarían parte de la misma civilización y Estados Unidos sería el líder. Esto significa que Occidente no debe ser demasiado ambicioso en cuanto a su influencia y debe centrarse en sus propios valores, su propia religión, sus propias tradiciones y así sucesivamente, dejando la posibilidad de que otras civilizaciones tengan sus propias tradiciones. Por ejemplo, tienes tus tradiciones brasileñas, tienes el tipo tradicional de régimen político brasileño, que es probablemente la dictadura militar, porque es el mejor régimen para servir a los intereses de tu Estado-civilizacíón, y tienes los valores tradicionales que son propios de tu civilización y que deben ser preservados. Este es esencialmente el concepto de un mundo multipolar. Es un mundo sin ningún sentido del universalismo, sin ningún sentido de la autodeterminación nacional, porque no se trata de naciones, sino de civilizaciones, y ciertamente no es un mundo más justo o más igual que el en el que vivimos, quizás incluso peor.

Por ejemplo, si miramos a África y todas las especulaciones sobre lo que Rusia ha dicho sobre África y lo que realmente ha hecho allí, es el Grupo Wagner quien es la clave para comprender la política exterior rusa en el continente africano. Verás absolutamente el mismo tipo de método colonial, ya que Rusia es actualmente casi el principal proveedor de armas en el continente africano y es un país que intenta explotar y extraer los recursos naturales de la misma manera que las potencias occidentales coloniales e imperialistas. Si miras lo que hace el Grupo Wagner en la República Centroafricana, donde esencialmente controla las principales minas de oro y lo extrae a cambio de apoyo militar al gobierno actual, esta es la típica forma neocolonial de hacer política – proporcionar apoyo militar a una élite gobernante a cambio de un monopolio sobre la extracción de los recursos naturales de ese país. No veo ninguna diferencia entre esta política y la de Francia o el Reino Unido. La única diferencia es que el grupo Wagner representa a otro “Estado-civilización”. En la República Centroafricana, por ejemplo, ha promovido activamente la religión ortodoxa. Han organizado misiones ortodoxas, formado sacerdotes locales, etc.

Ya hacia el final de la entrevista, me gustaría preguntarte sobre las posibilidades de organización de la izquierda en Rusia. ¿Cómo reacciona la izquierda ante el gobierno de Putin? ¿Cuáles son las posibilidades de acción dentro del Partido Comunista? ¿Cómo es la organización de la resistencia en Rusia?

La cuestión de la izquierda en Rusia es bastante complicada, porque no creo que los grupos y partidos que apoyan la invasión de Ucrania puedan ser considerados de izquierda o socialistas. Podemos constatar que la dirección del Partido Comunista y un gran número de grupos estalinistas cercanos al Partido Comunista apoyan plenamente la invasión de Ucrania, lo que significa que siguen integrados en el sistema político de Putin. Este sistema se ha construido y desarrollado durante los 20 años del régimen de Putin y, dentro de este sistema, la dirección del Partido Comunista no tiene capacidad de acción política. Está totalmente guiada por el Kremlin.

El Partido Comunista Ruso y el estalinismo en general en Rusia están muy relacionados con la herencia imperialista del final del período estalinista. En los últimos años de la Segunda Guerra Mundial e inmediatamente después, Stalin explotó mucho el legado del nacionalismo ruso. Creo que la tradición estalinista en Rusia incluye este elemento de chovinismo ruso y la continuidad de este elemento estaba ciertamente muy presente en las posiciones del Partido Comunista Ruso y otros grupos estalinistas después del inicio de la invasión.

Pero, por supuesto, hay otra izquierda en Rusia, la izquierda que se oponía a las ambiciones imperialistas de su propio gobierno, compuesta por grupos socialistas, trotskistas y anarquistas. Y como ya he explicado, actualmente no es posible expresar abiertamente críticas a la guerra, que es la principal cuestión política del país. Por eso no es posible que la izquierda anti-guerra rusa opere legalmente en el país en estos momentos. Numerosos activistas importantes que ya eran conocidos por sus posiciones contra la guerra y anti-Putin han abandonado el país. En mi organización, el Movimiento Socialista Ruso, la mayoría de los dirigentes ya han abandonado el país. Kagarlitsky fue arrestado precisamente porque seguía criticando la guerra mientras aún estaba en el país. Por eso fue arrestado.

Algunos miembros de los grupos anti-guerra todavía intentan actuar en Rusia, pero de forma semi-clandestina: discusiones políticas a puerta cerrada, eventos de propaganda con invitaciones personales, difusión de información a través de Telegram o Youtube. Pero los que están en Rusia deben cumplir con la legislación rusa vigente, lo que significa que no pueden hacer ningún comentario sobre la guerra. No solo sobre el nombre de la guerra, que no es una guerra sino una operación militar especial, sino tampoco sobre las acciones del ejército ruso en general. De hecho, ahora existe en Rusia una ley que criminaliza todas las noticias falsas sobre el ejército ruso. La definición de noticias falsas es muy sencilla: cualesquiera que no sean las declaraciones oficiales del Ministerio de Defensa ruso. Entonces, por ejemplo, si dices que el ejército ruso cometió crímenes de guerra, puedes ser arrestado inmediatamente y cumplir una condena de cinco años en general.

¿Es posible ser arrestado incluso por publicar mensajes en redes sociales como Facebook o Instagram?

Sí, es posible. Y no es solo una posibilidad, hay varios casos de este tipo. Cientos de personas han sido detenidas o multadas por publicar publicaciones en las redes sociales. Pero en lo que respecta a Instagram y Facebook, estas redes sociales ya han sido prohibidas en territorio ruso, por lo que no tienes derecho a usarlas. Youtube y Telegram todavía están permitidos, pero no sabemos por cuánto tiempo. Según algunos rumores, las autoridades rusas probablemente bloquearán Youtube para finales de año. Ya se ha propuesto una alternativa, una especie de plataforma rusa totalmente controlada por el gobierno para reemplazar a Youtube, que es muy popular en Rusia.


Traducción: Faustino Eguberri para viento su