Las habilidades sociales necesitan tiempo y práctica para perfeccionarse. Aquí te damos algunos consejos para hacerlo más fácil.
A diferencia de materias como las matemáticas o las ciencias, las habilidades sociales dependen más de un aprendizaje práctico. Cuando eres niño puedes aprender a manejar los conflictos, hacer amigos y desenvolverte en grupo simplemente haciéndolo. Pero no todos aprenden las mismas lecciones de la misma manera. A veces, se requiere de toda una vida para perfeccionarlas y muchos jamás las dominamos.
Aprender habilidades sociales puede ser difícil cuando no has estado expuesto a las dinámicas grupales tradicionales de niño, si lidias con un padecimiento mental como la ansiedad o la depresión o incluso si no tuviste muchos ejemplos positivos al crecer. Los jóvenes aprenden cómo manejar sus propias emociones, reconocer las de otras personas y gestionar ambas de manera eficaz, mediante la socialización. Si no desarrollaste estas habilidades en tu crianza, no te preocupes. No estás solo.
Los cimientos sociales: la inteligencia emocional
Antes de hablar de situaciones sociales específicas, es útil analizar el concepto de la inteligencia emocional (o IE). Dicho de manera muy sencilla, la IE es tu capacidad de reconocer tus propias emociones, así como las de otras personas, y usar esa información para guiar tu comportamiento. Esta es un área de estudios relativamente nueva en el campo de la psicología, y desarrollar tu propia IE puede ayudarte a entender y mejorar tus interacciones sociales.
Hay varios modelos de inteligencia emocional, pero para el objetivo de esta guía, tomaremos en cuenta el trabajo del autor Daniel Goleman. Según él, hay cinco categorías generales de IE que se complementan y se respaldan.
La autoconciencia: Esto significa que eres capaz de identificar tus propias emociones y la manera en que funcionan. ¿Los entornos ruidosos te generan ansiedad? ¿Te enojas cuando la gente te corta la palabra? Si reconoces estas cosas, entonces estás practicando la autoconciencia. Puede ser más difícil de lo que parece, pero solo se necesita estar consciente de ti mismo para lograrlo.
La autorregulación: El siguiente paso es la autorregulación, que no solo depende de tu capacidad de conocer tus emociones, sino de manejarlas. A veces eso implica controlarlas cuando surgen. Si te enojas, es importante saber cómo calmarte. Sin embargo, también puede tratarse de manejar las emociones que enfrentarás. Si sabes que espiar a tu ex en Facebook solo te hará sentir mal, la autorregulación te ayudaría a hacer algo para mejorar tu vida en vez de repetir ese comportamiento.
La motivación: Los factores externos como el dinero, el estatus o el dolor son motivadores poderosos. Sin embargo, en el modelo de Goleman, la motivación interna es un componente clave. Esto implica saber cómo manejar tu propia motivación y crear o continuar proyectos porque así lo decides, no porque algo externo te lo exige.
La empatía: Es igual de importante estar consciente de las emociones de los demás. Esto podría significar el desarrollo de las habilidades para reconocer la manera en que se expresa la gente (¿puedes detectar la diferencia entre alguien que se siente cómodo y una persona que está ansiosa?), pero también significa entender cómo podrían responder otras personas a las circunstancias que atraviesan.
La socialización: Esta área se trata de tu capacidad de dirigir tus relaciones y navegar situaciones sociales. No significa controlar a los demás, sino entender cómo llegar al punto que deseas con otras personas. Eso podría implicar expresarles tus ideas a tus colegas de trabajo, gestionar un equipo o lidiar con un conflicto en una relación.
Todas las situaciones sociales son distintas y no siempre hay una manera “correcta” de manejarlas. Sin embargo, cuando lo ves a través de la óptica de estas habilidades esenciales, la mayoría de las situaciones sociales se vuelven mucho más manejables. Ahora veremos algunos episodios comunes que pueden ser difíciles de manejar, incluso para los adultos. Ten en cuenta que estos principios pueden aplicarse en todo tipo de contextos.
Enfrentar a alguien de manera constructiva
Confrontar a alguien cuando tienes un problema puede ser aterrador. Si eres de los que evitan los conflictos, quizá lo racionalices diciendo que quieres mantener la paz o que no quieres molestar a nadie. No obstante, esa puede ser una manera de evadir tus propios sentimientos. Si nada te molestara, no habría por qué enfrentar a nadie en primer lugar.
Ryan Howes, psicólogo clínico, explicó en Psychology Today que nuestros propios miedos evitan que enfrentemos a los demás: nuestro temor de perder algo que tenemos, de lastimar a alguien que nos importa o de que la situación nos dolerá pero no lograremos nada. Uno de los primeros pasos para enfrentar a alguien de manera constructiva es reconocer ese miedo e identificar los problemas reales que ocasionaron ese conflicto en primer lugar. Por ejemplo, si te molesta que tu pareja haya olvidado tu cumpleaños, ignorar tus sentimientos no resolverá el problema.
Cuando estés listo, Gregg Walker, profesor de la Universidad Estatal de Oregon, recomienda tener una conversación al respecto cuando haya tiempo de hablar sobre el tema, enfocándote en frases en primera persona como esta: “Me hirió que no hiciéramos nada en mi cumpleaños” y en describir tu comportamiento y tus reacciones, en vez de señalar a la otra persona. Los enfrentamientos saludables requieren una buena medida de conciencia sobre tus propias emociones, así que esta es una buena situación para practicar esa habilidad.
Alza la voz y haz que te escuchen cuando estás en un grupo
Ya sea en una reunión o en una fiesta, cuando haya más que un par de personas en un grupo, puede ser difícil (o imposible) tener la oportunidad de hablar. Aunque la mayoría de los trucos para combatir esta situación requieren modular tu manera de hablar —hacer pausas en medio de una oración en vez del final, o terminar lo que estás diciendo aunque alguien trate de interrumpirte— un problema que ignoramos con frecuencia es cómo manejar la forma en que reaccionas cuando alguien te interrumpe.
Sería genial que todos fueran amables y te dejaran terminar o hicieran una pausa para preguntarte qué piensas. Pero no siempre es así. Si alguien te interrumpe y eso te molesta, tal vez ya no te sientas motivado para volver a tomar la palabra. O quizá te muestres visiblemente agitado o exijas que te escuchen, lo cual puede ser desagradable y hacer que sea menos probable que la gente quiera escuchar lo que quieres decir.
En cambio, Chris Macleod, consejero y autor de The Social Skills Guidebook sugiere aceptar que las conversaciones en grupo son un “vórtice de ruido y caos”, y seguir la corriente. No pases todo el tiempo tratando de agregar lo que tenías tantas ganas de decir. Cuando lo hagas, habla en voz alta y con seguridad. Los trucos más prácticos como contar anécdotas breves o presentar una queja a manera de historia pueden facilitar la experiencia, pero regular tu propia frustración y molestia es la base de estas estrategias.
Haz nuevas amistades (y consérvalas) en la adultez
Hacer amigos puede ser relativamente fácil cuando eres joven. La escuela a menudo implica que haya un grupo de personas con las que debes pasar el rato y que son de tu edad. Quizá también compartas algunos intereses, además de que se verán casi todos los días. De adulto, puede ser más difícil. Todos están ocupados y cansados, y el tiempo nos resulta escaso. O eso parece. En realidad, lo que quizá falta es la motivación.
Como lo explica Vox, una de las claves más importantes para desarrollar una nueva amistad es reunirse. Quizá ambos digan: “¡Deberíamos salir un día de estos!”, pero por algún motivo nunca lo hacen. ¿Por qué? Claro, tienen cosas que hacer, pero aun así pudiste ver de corrido la temporada más reciente de Stranger Things. No tiene nada de malo disfrutar de un tiempo para ti, pero también es bueno comunicarte con alguien nuevo.
Cuando hagas nuevos amigos, debes comenzar con alguna motivación interna. Decide que harás amigos y después ponte en situaciones en las que eso pueda ocurrir. Toma una clase, únete a un club o tan solo habla con personas que conozcas y con las que aún no has entablado una amistad. Lo más importante es darle continuidad. Si encuentras a alguien con quien quieres tener una amistad —y sobre todo si hay señales de que esa persona también quiere ser tu amiga— pon a esa persona en lo más alto de tu lista de cosas a las que quieres dar seguimiento. Te sorprenderá lo fácil que resulta cuando lo haces a conciencia.
Comienza una conversación con alguien nuevo
Hablar con un extraño por primera vez —ya sea en una fiesta, en un evento del trabajo o simplemente en la calle— puede ser complicado. Cuando hablas por primera vez con una persona no sabes nada de ella. Eso es algo que puedes usar a tu favor. A la gente le gusta hablar de sí misma. Tanto así que, de acuerdo con una investigación de la Universidad de Harvard, a veces la gente incluso gasta dinero para hablar de sí misma.
Quizá te sientas raro o incómodo cuando lo haces tú solo, pero practicar un poco de empatía puede revelar una verdad poderosa: eso les pasa a todos. Una investigación de la Universidad de Chicago reveló que menos del 47 por ciento de sus participantes creían que un extraño estaría dispuesto a hablar con ellos. En realidad, todos los intentos tuvieron éxito. La mayoría de nosotros estamos dispuestos a tener una conversación, pero no siempre queremos ser los que dan el primer paso.
Sin embargo, no todos están dispuestos a conversar con extraños todo el tiempo. Una manera fácil de saberlo es poner atención a lo que hacen en ese momento. ¿Tienen audífonos puestos? ¿Parecen apresurados? ¿Están haciendo su trabajo y solo conversan como parte de sus deberes? De ser así, quizá debas intentarlo de nuevo más tarde (o con alguien más). Si no están ocupados, comienza con un saludo o inicia con un cumplido. De ahí puedes mantener la conversación con el método del “comentario y la pregunta”. Solo haz una observación o un comentario, continúa con una pregunta y deja que la conversación fluya de manera natural.
Estas situaciones están lejos de ser las únicas que quizá te cuesten un poco, pero los principios que pueden aplicarse son casi universales. Reconoce tu propio estado emocional y maneja tus necesidades y sentimientos de una manera constructiva. Toma la iniciativa de ir tras los resultados sociales que buscas, y empatiza con otros que estén lidiando con los mismos problemas que tú. Con la práctica, el resto de los matices complejos de interacción social fluirán de manera mucho más natural.