_- Durante ocho años, la autora siguió a tres desconocidas para examinar su relación con el sexo y el deseo. El resultado, 'Tres mujeres', resucita la tradición del gran periodismo literario estadounidense.
Durante ocho años, Lisa Taddeo (Nueva Jersey, 1980) siguió a tres desconocidas para interrogarlas sobre su relación con la sexualidad y el deseo. “Me interesan esos temas porque no somos sinceros al hablar de ellos. Las cosas más importantes en la vida son el sexo y la muerte, y mentimos sobre ambas”, afirma la autora, periodista con largo recorrido en revistas como Esquire o New York, que debuta como escritora con Tres mujeres (Principal de los Libros), convertido en uno de los fenómenos editoriales del año pasado en Estados Unidos. “Creí que estaba escribiendo un libro discreto”, dice sobre su superventas, en proceso de traducción en medio mundo. “Mi única imposición es que no escojan portadas de color rosa”, advierte a los editores tentados de asimilarla con la más inocua chicklit.
Taddeo vive lejos de las élites urbanas que han aclamado su libro, en un pequeño pueblo del condado de Lichtfield —del que exige no dar la localización exacta para que la dejen en paz—, el único en todo Connecticut donde Donald Trump ganó las últimas elecciones. “No quiero estar con gente. No es que odie a los demás, pero aquí me resulta más fácil escribir y criar a mi hija que en Nueva York entre el ruido de ambulancias. Aquí tengo más tranquilidad”. Mirando por el ventanal, la escritora observa la tienda de ultramarinos de la esquina, angustiosamente pulcra y ordenada; una perezosa comisaría, donde los agentes no deben de tener mucho más que hacer que rescatar gatitos de los árboles, y una iglesia de proporciones descomunales, esencia del proyecto puritano que desembarcó con el Mayflower. Al otro lado se adivina el oscuro interior de un bosque frondoso, último reducto de una naturaleza pendiente de civilizar.
Su idea inicial consistía en hablar del deseo de los hombres. “Llevaba muchos años trabajando para la prensa masculina y tenía una conexión inmediata con lo que ese lector quería”, dice Taddeo, casi excusándose. Enseguida entendió que las mujeres serían un tema de estudio más estimulante. “Me daban respuestas más sinceras. Los hombres estaban menos dispuestos a hablarme de la parte negativa. Incluso a mi hermano, a quien entrevisté al comienzo del proceso, y que obviamente no necesita impresionarme en el ámbito sexual, le daba miedo no parecer un semental”, relata. “Las mujeres tenían menos ego, o incluso ninguno”.
Su método de trabajo consistió en preguntar a extraños cuándo fue la última vez que habían practicado sexo o colgar anuncios solicitando testimonios de amores no correspondidos. Desmotivada por la falta de resultados, Taddeo se mudó a Indiana para trabajar con un grupo de terapia de mujeres coordinado por el Instituto Kinsey, que en 1948 escandalizó al país con aquel informe que descubrió al estadounidense medio que la mitad de la población masculina tenía tendencias bisexuales y, peor aún, que sus abuelas también se masturbaban. Allí encontró a la primera de sus protagonistas: Lina, un ama de casa católica que fue víctima de una violación en grupo durante su juventud, casada con un hombre que lleva una década sin besarla. Después se trasladó a Dakota del Norte, donde dio con la historia de Maggie, una veinteañera que en el instituto tuvo una relación con un profesor casado, al que lleva ante la justicia. En tercer lugar, encontró a Sloane, propietaria de un restaurante en la acomodada Rhode Island y aficionada a practicar tríos con su marido, aunque su libérrima vida sexual también esconda algunas heridas. ¿Qué tenían en común? “Las tres fueron juzgadas moralmente. Por eso decidieron hablar”.
Tres mujeres resucita la tradición del gran periodismo literario estadounidense, en la estela de un volumen como La mujer de tu prójimo, de Gay Talese, que examinaba las consecuencias de la revolución sexual en la clase media. Taddeo también admite la influencia de Joan Didion, de Tom Wolfe y, sobre todo, del menos conocido Tracy Kidder, autor de Home Town, que ponía al descubierto los entresijos de un pueblo idílico de Massachusetts, o El alma de una nueva máquina, sobre el proceso de fabricación de un ordenador. “Me da igual de lo que escriban porque son autores que siempre me interesan, incluso cuando el tema no pueda importarme menos”, dice Taddeo, que creció en un hogar de inmigrantes italianos donde “se leía a Virginia C. Andrews [autora de best sellers escabrosos] y no a Virginia Woolf”.
Más que sobre el deseo, Tres mujeres habla de la posición subalterna que las mujeres siguen teniendo en el terreno afectivo y sexual dos siglos después de Madame Bovary (no por casualidad, Taddeo comienza su libro con una cita de Flaubert). La autora describe una sociedad envuelta en un decoro social digno del siglo XIX. Harold Bloom describió a Hester, la protagonista de La letra escarlata, como “la Eva americana”, castigada por ceder ante su deseo adúltero. Taddeo retrata, en ese sentido, a tres Evas contemporáneas. En la psique estadounidense, ¿el sexo sigue siendo maléfico? “La resaca del puritanismo tardará en marcharse, no va a desaparecer de inmediato, menos todavía en el actual clima político”, responde. “He presentado el libro en muchos países y el mío es el más puritano de todos. Hay lectores que vienen a pedirme una firma y, de paso, aprovechan para decirme que mis personajes son auténticas zorras”. ¿Los efectos del Me Too todavía son limitados? “No es culpa del movimiento, pero como sociedad no queremos oír historias que no sigan una lógica ascendente y edificante”, dice Taddeo. En ese sentido, sus protagonistas son incómodos contraejemplos. “Solo queremos leer perfiles sobre famosas empoderadas. Yo misma he escrito decenas de ellos. Esta vez preferí hacer lo contrario: hablar de la gente normal y de sus circunstancias”, añade.
Taddeo describe a mujeres que viven sin una red de solidaridad, rodeadas de otras féminas que siguen a rajatabla el dictado patriarcal y perpetúan sus tics misóginos. “Las mujeres son muy solidarias entre sí, excepto fuera de Twitter”, ironiza Taddeo. “Todavía luchamos por un compañero que nos dé un bebé. Esa es la realidad biológica y, por mucho que hayamos avanzado como sociedad, todavía no ha desaparecido. Incluso en el caso de las parejas homosexuales hay un patrón de competición, que es idéntico al del mundo laboral”. Taddeo recuerda que una íntima amiga le dijo que Lina —que conduce durante cuatro horas para tener un encuentro sexual de 20 minutos con un hombre casado que le ha dejado claro que no la quiere— le parecía una mujer patética. “Le recordé que, años atrás, ella solía cruzar el río Hudson hasta Hoboken para tener encuentros fugaces con un vicepresidente de Goldman Sachs”, recuerda la autora antes de desaparecer bajo la lluvia. “Todo el libro está escrito para que esa amiga logre entenderla”.
https://elpais.com/cultura/2020/02/28/babelia/1582906979_994283.html
P. D.: Es discutible que las cosas más importantes sean el sexo y la muerte, para todas las personas. Para mi lo más importante es la vida, pues sin vida no hay nada, no nos queda nada, ni sexo ni pasión y cuando mi muerte existe yo no existo, y tampoco la forma que tenemos de mantener esa vida, nuestra economía.
Si damos por hecho ese dato, si pertenecemos a la pequeña burguesía o a otra clase superior, entonces sí, es el sexo y la muerte, la salud, lo más importante. Y aún queda el amor, la familia,... o la manera o el modo que tenemos de vivir esa vida. Pero damos por sentado que tenemos cubierto la forma de sustentarnos.
Para millones de personas su vida gira alrededor de cómo sobrevivir y esa preocupación inunda todo su cerebro y no deja espacio para más... comer, sobrevivir, vestirse, buscar un lugar para dormir hoy,... todo lo demás es secundario, lamentablemente. Hasta que los humanos no se aseguraron el sustento, no se dedicaron a filosofar, a hacer arte, a hacerse preguntas, por eso las civilizaciones comenzaron y se sustentaron en los cereales, trigo, arroz y maíz. mediterránea, china, americana.
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domingo, 15 de marzo de 2020
_- Lisa Taddeo, escritora: “Las cosas más importantes son el sexo y la muerte, y mentimos sobre ambas”. Durante ocho años, la autora siguió a tres desconocidas para examinar su relación con el sexo y el deseo. El resultado, 'Tres mujeres', resucita la tradición del gran periodismo literario estadounidense.
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domingo, 27 de marzo de 2016
La razón de los animales. La curiosa amistad entre un anciano y un pingüino alimenta la reflexión sobre hombres y animales
“Odio y detesto a ese animal llamado hombre”. Jonathan Swift.
La historia de amor entre un anciano brasileño y un pingüino dio la vuelta al mundo la semana pasada. João Pereira de Souza, viudo de 71 años, se encontró al pingüino hace cinco años cubierto de alquitrán en una playa cerca de su humilde hogar. Lo limpió, le dio de comer unas sardinas y lo lanzó al mar. El pingüino nunca se olvidó de su salvador. Vuelve a visitarle con regularidad, conviviendo con Pereira semanas o incluso meses antes de regresar a su gélido habitat natural.
Según un reportaje en The Wall Street Journal, los dos pasean juntos por la playa, se bañan en el mar. Si un perro o un gato se acerca a Pereira, el pingüino lo espanta con aleteos y chillidos. “Lo quiero como si fuera mi hijo”, dice Pereira, cuyos hijos en Río de Janeiro se quejan de que dedica más tiempo al pingüino que a ellos.
¿Por qué causó tanto interés la noticia?
Será en parte porque a los seres humanos nos fascinan las historias (solo hay que darse una vuelta por YouTube para verlo) que revelan nuestra afinidad con los demás habitantes de la tierra. Criados en casi todas las culturas con cuentos o películas de animales a los que se les atribuyen características humanas (viene a la mente Madagascar con su león, jirafa, cebra, hipopótamo y simpática tropa de pingüinos), parecemos tener una necesidad de creer que algo de verdad hay en estas fantasías infantiles.
Por otro lado, la historia del hombre que adoptó al pingüino, o del pingüino que adoptó al hombre, apela a valores que no suelen saltar a la vista en las noticias que recibimos en nuestros teléfonos móviles, iPads, radios, televisores o, para los nostálgicos, en periódicos de papel. Puede ser que el pingüino solo vaya a visitar al viejo por sus sardinas, pero nos conmueve la historia porque elegimos ver una inusual pureza en la relación hombre y animal, una sencilla reafirmación de valores como la generosidad, la lealtad y el afecto incondicional que no acostumbramos a ver cuando leemos sobre los atentados terroristas de los islamonazis, la desesperación de los refugiados sirios, el cinismo putinesco, la imbecilidad trumpiana, la rapacidad de las multinacionales, los nacionalismos rabiosos, la malhumorada parálisis que hoy define a la política española y la corrupción de los gobernantes mire uno por donde mire, por ejemplo en el país de João Pereira donde el expresidente Lula fue detenido la semana pasada por la policía.
Vi la historia de Pereira y el pingüino y pensé inmediatamente en unas líneas de un poema de Walt Whitman que ronda en mi cabeza desde la primera vez que lo leí hará más de 30 años. Aquí van, traducidas:
Creo que podría dar la vuelta y vivir con los animales,
Son tan plácidos e independientes,
Me detengo y los observo largo rato.
Ellos no se trastornan ni lloriquean por lo que les toca vivir,
No permanecen despiertos en la oscuridad llorando por sus pecados.
No me enferman con sus discusiones sobre el deber a Dios.
Ninguno está insatisfecho, ninguno enloquece con la manía de poseer cosas,
Ninguno se arrodilla ante otro ni ante sus antepasados que vivieron hace miles de años,
Ninguno es respetable o desdichado en toda la faz de la tierra.
La idea que quiere transmitir Whitman se podría resumir en la famosa cita, atribuida entre muchos a Charles de Gaulle: “Cuanta más gente conozco, más quiero a mi perro”. O sea, contemplamos las mezquindades de los seres humanos y los desastres que provocan y nos cuestionamos la premisa en la que se basan la mayoría de nuestras creencias, que somos superiores al resto de las criaturas del mundo animal, que nosotros —y solo nosotros— estamos hechos a imagen Dios. Se ha escrito bastante sobre el tema, con la opinión científica dividida entre aquellos que concluyen que somos especiales y los que ven al ser humano como una bestia más de la naturaleza.
Un biólogo británico llamado Henry Gee ha escrito un libro en el que concluye que no hay diferencias cualitativas entres los hombres y los animales. No representamos la cima de la evolución; no somos más excepcionales, argumenta Gee, “que un conejillo de indias o un geranio”. Marc Bekoff, profesor universitario neoyorquino, es un experto sobre el comportamiento de los animales que ha escrito sobre la vida emocional de las abejas, el altruismo de las ratas, la espiritualidad de los chimpancés. Berkoff comparte con Gee la opinión de que la diferencia en la complejidad mental de los hombres y los animales es meramente proporcional.
En el otro lado del debate está Michael Tomasello, un psicólogo estadounidense que ha dedicado su vida a investigar las diferencias entre los humanos y los primates. Tomasello concluye que la diferencia elemental reside en que nosotros somos capaces de cooperar para lograr objetivos comunes y que ellos son casi siempre por naturaleza egoístas y competitivos. O sea, que somos animales sociales poseídos de la virtud de la empatía, capaces de dar el salto mental que nos permite entender las emociones y necesidades —incluso la lengua y la cultura y la religión— del prójimo.
Persuasivo, Tomasello. Me inclino más hacia su tesis. João Pereira siente amor; el pingüino siente hambre. Pero el hecho de que nuestros procesos cerebrales sean más complejos que los de los animales no nos convierte en seres más sensatos, nobles o decentes. Por eso me inclino también hacia la visión de Whitman: los animales dan menos asco que nosotros. En "Los viajes de Gulliver", una salvaje sátira contra lo que entendemos como la civilización, Jonathan Swift acaba comparando los vicios, las idioteces y las crueldades de los humanos, "los yahoos", con la racional serenidad de los caballos. Gulliver, anticipándose a Whitman, acaba conviviendo en un establo con dichos animales. Se anticipa también a João Pereira, que parece preferir la compañía de su amigo el pingüino a la de los seres de su propia especie. Es difícil convencerse de que carece de razón.
http://internacional.elpais.com/internacional/2016/03/13/actualidad/1457898824_971486.html
La historia de amor entre un anciano brasileño y un pingüino dio la vuelta al mundo la semana pasada. João Pereira de Souza, viudo de 71 años, se encontró al pingüino hace cinco años cubierto de alquitrán en una playa cerca de su humilde hogar. Lo limpió, le dio de comer unas sardinas y lo lanzó al mar. El pingüino nunca se olvidó de su salvador. Vuelve a visitarle con regularidad, conviviendo con Pereira semanas o incluso meses antes de regresar a su gélido habitat natural.
Según un reportaje en The Wall Street Journal, los dos pasean juntos por la playa, se bañan en el mar. Si un perro o un gato se acerca a Pereira, el pingüino lo espanta con aleteos y chillidos. “Lo quiero como si fuera mi hijo”, dice Pereira, cuyos hijos en Río de Janeiro se quejan de que dedica más tiempo al pingüino que a ellos.
¿Por qué causó tanto interés la noticia?
Será en parte porque a los seres humanos nos fascinan las historias (solo hay que darse una vuelta por YouTube para verlo) que revelan nuestra afinidad con los demás habitantes de la tierra. Criados en casi todas las culturas con cuentos o películas de animales a los que se les atribuyen características humanas (viene a la mente Madagascar con su león, jirafa, cebra, hipopótamo y simpática tropa de pingüinos), parecemos tener una necesidad de creer que algo de verdad hay en estas fantasías infantiles.
Por otro lado, la historia del hombre que adoptó al pingüino, o del pingüino que adoptó al hombre, apela a valores que no suelen saltar a la vista en las noticias que recibimos en nuestros teléfonos móviles, iPads, radios, televisores o, para los nostálgicos, en periódicos de papel. Puede ser que el pingüino solo vaya a visitar al viejo por sus sardinas, pero nos conmueve la historia porque elegimos ver una inusual pureza en la relación hombre y animal, una sencilla reafirmación de valores como la generosidad, la lealtad y el afecto incondicional que no acostumbramos a ver cuando leemos sobre los atentados terroristas de los islamonazis, la desesperación de los refugiados sirios, el cinismo putinesco, la imbecilidad trumpiana, la rapacidad de las multinacionales, los nacionalismos rabiosos, la malhumorada parálisis que hoy define a la política española y la corrupción de los gobernantes mire uno por donde mire, por ejemplo en el país de João Pereira donde el expresidente Lula fue detenido la semana pasada por la policía.
Vi la historia de Pereira y el pingüino y pensé inmediatamente en unas líneas de un poema de Walt Whitman que ronda en mi cabeza desde la primera vez que lo leí hará más de 30 años. Aquí van, traducidas:
Creo que podría dar la vuelta y vivir con los animales,
Son tan plácidos e independientes,
Me detengo y los observo largo rato.
Ellos no se trastornan ni lloriquean por lo que les toca vivir,
No permanecen despiertos en la oscuridad llorando por sus pecados.
No me enferman con sus discusiones sobre el deber a Dios.
Ninguno está insatisfecho, ninguno enloquece con la manía de poseer cosas,
Ninguno se arrodilla ante otro ni ante sus antepasados que vivieron hace miles de años,
Ninguno es respetable o desdichado en toda la faz de la tierra.
La idea que quiere transmitir Whitman se podría resumir en la famosa cita, atribuida entre muchos a Charles de Gaulle: “Cuanta más gente conozco, más quiero a mi perro”. O sea, contemplamos las mezquindades de los seres humanos y los desastres que provocan y nos cuestionamos la premisa en la que se basan la mayoría de nuestras creencias, que somos superiores al resto de las criaturas del mundo animal, que nosotros —y solo nosotros— estamos hechos a imagen Dios. Se ha escrito bastante sobre el tema, con la opinión científica dividida entre aquellos que concluyen que somos especiales y los que ven al ser humano como una bestia más de la naturaleza.
Un biólogo británico llamado Henry Gee ha escrito un libro en el que concluye que no hay diferencias cualitativas entres los hombres y los animales. No representamos la cima de la evolución; no somos más excepcionales, argumenta Gee, “que un conejillo de indias o un geranio”. Marc Bekoff, profesor universitario neoyorquino, es un experto sobre el comportamiento de los animales que ha escrito sobre la vida emocional de las abejas, el altruismo de las ratas, la espiritualidad de los chimpancés. Berkoff comparte con Gee la opinión de que la diferencia en la complejidad mental de los hombres y los animales es meramente proporcional.
En el otro lado del debate está Michael Tomasello, un psicólogo estadounidense que ha dedicado su vida a investigar las diferencias entre los humanos y los primates. Tomasello concluye que la diferencia elemental reside en que nosotros somos capaces de cooperar para lograr objetivos comunes y que ellos son casi siempre por naturaleza egoístas y competitivos. O sea, que somos animales sociales poseídos de la virtud de la empatía, capaces de dar el salto mental que nos permite entender las emociones y necesidades —incluso la lengua y la cultura y la religión— del prójimo.
Persuasivo, Tomasello. Me inclino más hacia su tesis. João Pereira siente amor; el pingüino siente hambre. Pero el hecho de que nuestros procesos cerebrales sean más complejos que los de los animales no nos convierte en seres más sensatos, nobles o decentes. Por eso me inclino también hacia la visión de Whitman: los animales dan menos asco que nosotros. En "Los viajes de Gulliver", una salvaje sátira contra lo que entendemos como la civilización, Jonathan Swift acaba comparando los vicios, las idioteces y las crueldades de los humanos, "los yahoos", con la racional serenidad de los caballos. Gulliver, anticipándose a Whitman, acaba conviviendo en un establo con dichos animales. Se anticipa también a João Pereira, que parece preferir la compañía de su amigo el pingüino a la de los seres de su propia especie. Es difícil convencerse de que carece de razón.
http://internacional.elpais.com/internacional/2016/03/13/actualidad/1457898824_971486.html
lunes, 21 de diciembre de 2015
Las mujeres realizan el triple de trabajo no remunerado que los hombres. Según el Informe sobre Desarrollo Humano 2015, publicado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD).
Nerea Fernández García
Ameco Press
Según el Informe sobre Desarrollo Humano 2015, publicado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, las mujeres realizan la mayor parte del trabajo no remunerado, en concreto, del 41% que supone, las mujeres representan el 31% frente al 10% de los hombres. Esta proporción se invierte en el caso del trabajo remunerado, que se realiza en su mayor parte fuera del hogar. Éste supone el 59%, del cual el 38% son hombres y solo el 21% mujeres.
Los hombres predominan en el mundo del trabajo remunerado y las mujeres lo hacen en el del trabajo no remunerado. Explica el estudio que, pese a que el trabajo no remunerado en el hogar es indispensable para el funcionamiento de la sociedad y el bienestar humano, al recaer sobre todo en las mujeres, “limita sus posibilidades de elección y sus oportunidades de realizar otras actividades que podrían ser más satisfactorias para ellas”. Esto se evidencia en el tiempo que pueden dedicar al tiempo libre: “en una muestra de 62 países, los hombres dedicaban una media de 4,5 horas al día a la vida social y el ocio, y las mujeres 3,9 hora”. Desigualdad que crece aún más en los países con un desarrollo humano bajo, donde “los hombres dedican casi un 30% más de tiempo a la vida social y el ocio que las mujeres”.
Tanto en el mundo del trabajo de cuidados no remunerado como en el del trabajo remunerado dice el estudio que “sigue observándose un marcado desequilibrio entre los géneros, como consecuencia de los valores locales, las tradiciones sociales y los papeles asignados históricamente a cada género. El trabajo de cuidados abarca las labores domésticas, como preparar la comida para la familia, limpiar la casa e ir a buscar agua y combustible, así como el cuidado de los niños, los ancianos y los familiares enfermos, tanto a corto como a largo plazo. En la mayoría de los países de todas las regiones del planeta, las mujeres trabajan más que los hombres. Se estima que la contribución de las mujeres al trabajo mundial es del 52%, mientras que la de los hombres es un 48%.”
Prosigue el informe afirmando que, aun cuando soportan más de la mitad de la carga, las mujeres se encuentran en situación de desventaja en ambos mundos laborales con patrones que se refuerzan mutuamente.
En 2015, la tasa de participación de la fuerza de trabajo a escala mundial fue del 50% en el caso de las mujeres y del 77% en el de los hombres. En 2015, a escala mundial, el 72% de los hombres en edad de trabajar (a partir de 15 años) tenía un empleo, frente a solo el 47% de las mujeres. La participación de las mujeres en el mercado laboral y las tasas de ocupación se ven afectadas en gran medida por cuestiones económicas, sociales y culturales y la distribución del trabajo de cuidados en el hogar.
El “techo de cristal”
El estudio destaca que, a nivel mundial, “las mujeres ganan un 24% menos que los hombres y solo ocupan el 25% de los cargos administrativos y directivos en el mundo empresarial; además, en el 32% de las empresas ninguna mujer desempeña un cargo directivo superior”. Escasa presencia también en los parlamentos nacionales: solo un 22% de los escaños en la cámara única o en la cámara baja están ocupados por mujeres.
Además, aun realizando tareas similares, las mujeres suelen percibir salarios más bajos y, por lo general, las mayores diferencias salariales se observan entre los profesionales mejor remunerados. “A nivel mundial, las mujeres ganan un 24% menos que los hombres. En América Latina, las mujeres en puestos de alta dirección ganan de media solo un 53% del salario que reciben sus homólogos varones”.
Medidas para acabar con el desequilibrio
Para acabar con los desequilibrios en las oportunidades de trabajo remunerado y no remunerado entre hombres y mujeres, el informe propone varias medidas:
-Ampliación y fortalecimiento de políticas relativas al empleo asalariado de las mujeres que tengan en cuenta las cuestiones de género.
-Medidas para aumentar la representación de las mujeres en los cargos decisorios de alto nivel. La representación puede ampliarse tanto en el sector público como en el privado a través de políticas de recursos humanos, selección y contratación, e incentivos a la retención. Los criterios para ascender a los hombres y las mujeres a cargos directivos deberían ser idénticos.
-Intervenciones específicas. Se necesitan medidas legislativas para reducir la desigualdad entre mujeres y hombres en lo que se refiere al acoso en el lugar de trabajo, la discriminación en la contratación y el acceso a la financiación y a la tecnología.
-Orientación hacia la licencia parental de maternidad y paternidad. Si se concede una bonificación a los progenitores que comparten la licencia parental de un modo más equitativo, se induciría a que los padres hicieran un mayor uso de la licencia de paternidad.
-Ampliación de las opciones de asistencia, como guarderías, programas de actividades extraescolares, residencias para las personas de edad y centros de atención prolongada. Los empleadores también pueden ofrecer servicios de guardería en el lugar de trabajo.
-Fomento de las modalidades de trabajo flexibles, incluido el teletrabajo. Debería haber suficientes incentivos para retomar la actividad profesional después del parto. Entre las medidas que se pueden aplicar se incluye la reserva durante un período de hasta un año de los puestos de trabajo de las mujeres que disfrutan de su licencia de maternidad.
-Valoración del trabajo de cuidados. Las iniciativas en este ámbito contribuirían a concienciar a nivel normativo acerca del valor que el trabajo de cuidados aporta a la sociedad, y podrían fomentar diferentes opciones para recompensar este trabajo.
-Recopilación de mejores datos sobre el trabajo remunerado y no remunerado. Los sistemas nacionales de estadística deberían recopilar mejores datos sobre la distribución del trabajo remunerado y no remunerado, empleando para ello a más investigadoras y utilizando muestras y cuestionarios adecuados.
Fuente: http://www.amecopress.net/spip.php?article13420
Ameco Press
Según el Informe sobre Desarrollo Humano 2015, publicado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, las mujeres realizan la mayor parte del trabajo no remunerado, en concreto, del 41% que supone, las mujeres representan el 31% frente al 10% de los hombres. Esta proporción se invierte en el caso del trabajo remunerado, que se realiza en su mayor parte fuera del hogar. Éste supone el 59%, del cual el 38% son hombres y solo el 21% mujeres.
Los hombres predominan en el mundo del trabajo remunerado y las mujeres lo hacen en el del trabajo no remunerado. Explica el estudio que, pese a que el trabajo no remunerado en el hogar es indispensable para el funcionamiento de la sociedad y el bienestar humano, al recaer sobre todo en las mujeres, “limita sus posibilidades de elección y sus oportunidades de realizar otras actividades que podrían ser más satisfactorias para ellas”. Esto se evidencia en el tiempo que pueden dedicar al tiempo libre: “en una muestra de 62 países, los hombres dedicaban una media de 4,5 horas al día a la vida social y el ocio, y las mujeres 3,9 hora”. Desigualdad que crece aún más en los países con un desarrollo humano bajo, donde “los hombres dedican casi un 30% más de tiempo a la vida social y el ocio que las mujeres”.
Tanto en el mundo del trabajo de cuidados no remunerado como en el del trabajo remunerado dice el estudio que “sigue observándose un marcado desequilibrio entre los géneros, como consecuencia de los valores locales, las tradiciones sociales y los papeles asignados históricamente a cada género. El trabajo de cuidados abarca las labores domésticas, como preparar la comida para la familia, limpiar la casa e ir a buscar agua y combustible, así como el cuidado de los niños, los ancianos y los familiares enfermos, tanto a corto como a largo plazo. En la mayoría de los países de todas las regiones del planeta, las mujeres trabajan más que los hombres. Se estima que la contribución de las mujeres al trabajo mundial es del 52%, mientras que la de los hombres es un 48%.”
Prosigue el informe afirmando que, aun cuando soportan más de la mitad de la carga, las mujeres se encuentran en situación de desventaja en ambos mundos laborales con patrones que se refuerzan mutuamente.
En 2015, la tasa de participación de la fuerza de trabajo a escala mundial fue del 50% en el caso de las mujeres y del 77% en el de los hombres. En 2015, a escala mundial, el 72% de los hombres en edad de trabajar (a partir de 15 años) tenía un empleo, frente a solo el 47% de las mujeres. La participación de las mujeres en el mercado laboral y las tasas de ocupación se ven afectadas en gran medida por cuestiones económicas, sociales y culturales y la distribución del trabajo de cuidados en el hogar.
El “techo de cristal”
El estudio destaca que, a nivel mundial, “las mujeres ganan un 24% menos que los hombres y solo ocupan el 25% de los cargos administrativos y directivos en el mundo empresarial; además, en el 32% de las empresas ninguna mujer desempeña un cargo directivo superior”. Escasa presencia también en los parlamentos nacionales: solo un 22% de los escaños en la cámara única o en la cámara baja están ocupados por mujeres.
Además, aun realizando tareas similares, las mujeres suelen percibir salarios más bajos y, por lo general, las mayores diferencias salariales se observan entre los profesionales mejor remunerados. “A nivel mundial, las mujeres ganan un 24% menos que los hombres. En América Latina, las mujeres en puestos de alta dirección ganan de media solo un 53% del salario que reciben sus homólogos varones”.
Medidas para acabar con el desequilibrio
Para acabar con los desequilibrios en las oportunidades de trabajo remunerado y no remunerado entre hombres y mujeres, el informe propone varias medidas:
-Ampliación y fortalecimiento de políticas relativas al empleo asalariado de las mujeres que tengan en cuenta las cuestiones de género.
-Medidas para aumentar la representación de las mujeres en los cargos decisorios de alto nivel. La representación puede ampliarse tanto en el sector público como en el privado a través de políticas de recursos humanos, selección y contratación, e incentivos a la retención. Los criterios para ascender a los hombres y las mujeres a cargos directivos deberían ser idénticos.
-Intervenciones específicas. Se necesitan medidas legislativas para reducir la desigualdad entre mujeres y hombres en lo que se refiere al acoso en el lugar de trabajo, la discriminación en la contratación y el acceso a la financiación y a la tecnología.
-Orientación hacia la licencia parental de maternidad y paternidad. Si se concede una bonificación a los progenitores que comparten la licencia parental de un modo más equitativo, se induciría a que los padres hicieran un mayor uso de la licencia de paternidad.
-Ampliación de las opciones de asistencia, como guarderías, programas de actividades extraescolares, residencias para las personas de edad y centros de atención prolongada. Los empleadores también pueden ofrecer servicios de guardería en el lugar de trabajo.
-Fomento de las modalidades de trabajo flexibles, incluido el teletrabajo. Debería haber suficientes incentivos para retomar la actividad profesional después del parto. Entre las medidas que se pueden aplicar se incluye la reserva durante un período de hasta un año de los puestos de trabajo de las mujeres que disfrutan de su licencia de maternidad.
-Valoración del trabajo de cuidados. Las iniciativas en este ámbito contribuirían a concienciar a nivel normativo acerca del valor que el trabajo de cuidados aporta a la sociedad, y podrían fomentar diferentes opciones para recompensar este trabajo.
-Recopilación de mejores datos sobre el trabajo remunerado y no remunerado. Los sistemas nacionales de estadística deberían recopilar mejores datos sobre la distribución del trabajo remunerado y no remunerado, empleando para ello a más investigadoras y utilizando muestras y cuestionarios adecuados.
Fuente: http://www.amecopress.net/spip.php?article13420
sábado, 16 de marzo de 2013
Suicidios en hombres, el drama de no saber pedir ayuda
La tasa de suicidios de hombres en el Reino Unido es de 12 al día.
Media hora después de hablar con su mejor amigo, Guy se quitó la vida. Ni su familia ni sus allegados lo vieron venir. Estaba sumido en una depresión profunda y no supo pedir ayuda. Este es el caso de miles de hombres de todo el mundo.
Estudios estadísticos indican que la tasa de suicidios de este género va en aumento, mientras que el de las mujeres ha disminuido.
Sólo en Reino Unido, en 2011 se registraron 12 suicidios diarios de hombres, la mayoría entre 45 y 55 años.
¿Qué está causando este fenómeno? "Muchos de los motivos son pérdidas de dinero, de trabajo, deudas y fracasos profesionales", le dice a la BBC el psiquiatra Peter Byrne, del hospital de la Universidad de Newham.
Por su parte, Jane Powell, directora de la Campaña contra una vida miserable, explica que el actual clima económico mundial es el gran causante de que se hayan disparado los suicidios en hombres.
Hace un año Wilson Stephens intentó quitarse la vida. La presión de crear una empresa se sumó a una crisis de pareja y a un juicio que tuvo que enfrentar. "Todo se estaba derrumbando, no lo podía superar y traté de suicidarme", le cuenta a la BBC. "Para los hombres es muy difícil decir 'necesito ayuda'. Se supone que somos fuertes". En muy pocas oportunidades se crea un espacio en el que los hombres se sientan cómodos para hablar de sus problemas, de las presiones a las que se enfrentan. Esto los hace más vulnerables.
Con el fin de entender las razones que cada vez más lleva a los hombres a optar por el suicidio, la BBC reunió a varios expertos con dos hombres que intentaron quitarse la vida y familiares de quienes no supieron pedir ayuda.
"Es interesante como la mente te juega malas pasadas. Como pone las cosas de una manera que te pega fuerte... pero también es interesante los progresos que puedes llegar a alcanzar en un año", comenta Stephens. Para Powell, la historia de Simon es muy frecuente. "Creo que allá afuera hay miles de hombres que saben exactamente lo que siente".
Qué habría pasado si...
"El perfil de los hombres que se suicidan es muy distinto al de los que vienen a pedir ayuda", dice el psiquiatra Peter Byrne.
"Me temo que allá afuera hay una población de psiquiatras, que como yo, no llegamos a tratarlos. Sus familias sólo se enteran del problema después de que perdieron la vida".
Hace seis años que Guy, el ex esposo de Caroline Carter se suicidó. "Muchas veces pienso cuan distinto sería si hubiera hablado con la familia, con los amigos... con alguien". Carter confiesa que nunca se le pasó por la cabeza pensar que Guy se quitaría la vida. "Yo sé que estábamos separándonos y que se deprimió mucho, pero también siempre estaba cambiando de ánimo... Lo había mencionado y nunca creí que lo haría. Esto es algo de lo que me sentí culpable durante mucho tiempo", agrega. Guy dejó una hija, Lottie Barnard, quien tuvo que manejar la rabia que sintió al verse sin él. "Te da rabia que te haya dejado en esa situación". "Con el tiempo lo perdoné. Ahora entiendo por qué lo hizo, y acepto el hecho de que él no estaba bien". Carter habla de forma pausada. Asegura haber conseguido paz.
Lograr entender los motivos del suicidio de su pareja le ayudó. "Entiendo que (Guy) se encontraba en tal estado de desesperación, que esa fue su única forma de... honestamente pensó que estaríamos mejor sin él. Obviamente ese no es el caso, pero es en lo que verdaderamente creía. Sólo me da mucha tristeza que no haya podido hablar conmigo o con alguien más".
Una llamada Kevin Shepherd escucha con atención a Caroline. La presencia de ella y su hija le afecta, porque él estuvo a punto de dejar sin padre a dos chicos.
Expertos indican que el perfil de hombres que se suicida es muy distinto de los que piden ayuda.
"La verdad es que cuando uno está en ese estado no tienes habilidad para racionalizar. No tienes la habilidad de pensar racionalmente, de poner las cosas en perspectiva de forma que puedas pensar en cómo vas a superar la situación".
Una llamada telefónica salvó a Shepherd del suicidio. Minutos antes de quitarse la vida reviso sus contactos en el teléfono y pensaba quién lo extrañaría y quien no. En eso se encontró con el número de la organización británica Samaritans que ayuda a gente suicida y en situación desesperada. La noche anterior marcó el número, pero no se había atrevido a hablar. "Todavía no sé qué fue lo que me hizo apretar el botón (la segunda vez), pero lo hice", recuerda.
La historia de Shepherd es muy parecida a la contó Stephens con anterioridad; su relación se había terminado y lo despidieron del trabajo.
"Salí de la relación con las manos vacías, prácticamente sin techo... El panorama era muy feo porque de la noche a la mañana, con 40 años me vi empezando de cero otra vez", agrega.
"En lo único que piensas es en terminar con la angustia y el dolor mental. No es físico, hubiese sido más fácil si hubiera sido físico porque lo puedes tratar. Pero cuando estás así, la angustia te nubla completamente y no puedes ver a través".
Aislamiento
Simon Stephens intenta explicar por lo que pasó. Dice que la depresión es una enfermedad de aislamiento. "Cuando te asilas, te desconectas, y creo que la forma en que llevamos nuestras vidas -y los hombres en particular- hace que nos desconectemos de los otros seres humanos". "Creo que quizás éste es el problema que no vemos y necesitamos ver", agrega.
El psiquiatra Peter Byrne aclara que la depresión no hace distinción de clases sociales. No obstante, concede que la gente de bajos recursos tiene más tendencia quitarse la vida. (Ay¡¡¡ siempre aarece la pobreza para empeorarlo todo. Y la pobreza no es casual)
Por su parte, Stephens cree que el motivo por el que hay más suicidios en hombre se debe a que en la lucha por la igualdad de hombres y mujeres se ha cuidado mucho al sexo femenino "se han olvidado de lo que los hombres también tienen que pasar".
"¿Con quien hablas?", intercede Kevin Shepherd.
"No vas a llorar delante de tus amigos". "Si decides hablar cuando sales a tomar copas, temes que tus amigos te dejen de llamar porque no querrán lidiar con eso. Y no buscas ayuda profesional porque realmente no sabes qué es lo que te está pasando".
La ayuda profesional es lo que ha ayudado a Simon Stephens, quien aclara que la conexión con el terapeuta es crítica para salir de la depresión. La cuestión está en saber identificar los síntomas de depresión antes de que sea demasiado tarde para pedir ayuda.
Fuente: BBC
Media hora después de hablar con su mejor amigo, Guy se quitó la vida. Ni su familia ni sus allegados lo vieron venir. Estaba sumido en una depresión profunda y no supo pedir ayuda. Este es el caso de miles de hombres de todo el mundo.
Estudios estadísticos indican que la tasa de suicidios de este género va en aumento, mientras que el de las mujeres ha disminuido.
Sólo en Reino Unido, en 2011 se registraron 12 suicidios diarios de hombres, la mayoría entre 45 y 55 años.
¿Qué está causando este fenómeno? "Muchos de los motivos son pérdidas de dinero, de trabajo, deudas y fracasos profesionales", le dice a la BBC el psiquiatra Peter Byrne, del hospital de la Universidad de Newham.
Por su parte, Jane Powell, directora de la Campaña contra una vida miserable, explica que el actual clima económico mundial es el gran causante de que se hayan disparado los suicidios en hombres.
Hace un año Wilson Stephens intentó quitarse la vida. La presión de crear una empresa se sumó a una crisis de pareja y a un juicio que tuvo que enfrentar. "Todo se estaba derrumbando, no lo podía superar y traté de suicidarme", le cuenta a la BBC. "Para los hombres es muy difícil decir 'necesito ayuda'. Se supone que somos fuertes". En muy pocas oportunidades se crea un espacio en el que los hombres se sientan cómodos para hablar de sus problemas, de las presiones a las que se enfrentan. Esto los hace más vulnerables.
Con el fin de entender las razones que cada vez más lleva a los hombres a optar por el suicidio, la BBC reunió a varios expertos con dos hombres que intentaron quitarse la vida y familiares de quienes no supieron pedir ayuda.
"Es interesante como la mente te juega malas pasadas. Como pone las cosas de una manera que te pega fuerte... pero también es interesante los progresos que puedes llegar a alcanzar en un año", comenta Stephens. Para Powell, la historia de Simon es muy frecuente. "Creo que allá afuera hay miles de hombres que saben exactamente lo que siente".
Qué habría pasado si...
"El perfil de los hombres que se suicidan es muy distinto al de los que vienen a pedir ayuda", dice el psiquiatra Peter Byrne.
"Me temo que allá afuera hay una población de psiquiatras, que como yo, no llegamos a tratarlos. Sus familias sólo se enteran del problema después de que perdieron la vida".
Hace seis años que Guy, el ex esposo de Caroline Carter se suicidó. "Muchas veces pienso cuan distinto sería si hubiera hablado con la familia, con los amigos... con alguien". Carter confiesa que nunca se le pasó por la cabeza pensar que Guy se quitaría la vida. "Yo sé que estábamos separándonos y que se deprimió mucho, pero también siempre estaba cambiando de ánimo... Lo había mencionado y nunca creí que lo haría. Esto es algo de lo que me sentí culpable durante mucho tiempo", agrega. Guy dejó una hija, Lottie Barnard, quien tuvo que manejar la rabia que sintió al verse sin él. "Te da rabia que te haya dejado en esa situación". "Con el tiempo lo perdoné. Ahora entiendo por qué lo hizo, y acepto el hecho de que él no estaba bien". Carter habla de forma pausada. Asegura haber conseguido paz.
Lograr entender los motivos del suicidio de su pareja le ayudó. "Entiendo que (Guy) se encontraba en tal estado de desesperación, que esa fue su única forma de... honestamente pensó que estaríamos mejor sin él. Obviamente ese no es el caso, pero es en lo que verdaderamente creía. Sólo me da mucha tristeza que no haya podido hablar conmigo o con alguien más".
Una llamada Kevin Shepherd escucha con atención a Caroline. La presencia de ella y su hija le afecta, porque él estuvo a punto de dejar sin padre a dos chicos.
Expertos indican que el perfil de hombres que se suicida es muy distinto de los que piden ayuda.
"La verdad es que cuando uno está en ese estado no tienes habilidad para racionalizar. No tienes la habilidad de pensar racionalmente, de poner las cosas en perspectiva de forma que puedas pensar en cómo vas a superar la situación".
Una llamada telefónica salvó a Shepherd del suicidio. Minutos antes de quitarse la vida reviso sus contactos en el teléfono y pensaba quién lo extrañaría y quien no. En eso se encontró con el número de la organización británica Samaritans que ayuda a gente suicida y en situación desesperada. La noche anterior marcó el número, pero no se había atrevido a hablar. "Todavía no sé qué fue lo que me hizo apretar el botón (la segunda vez), pero lo hice", recuerda.
La historia de Shepherd es muy parecida a la contó Stephens con anterioridad; su relación se había terminado y lo despidieron del trabajo.
"Salí de la relación con las manos vacías, prácticamente sin techo... El panorama era muy feo porque de la noche a la mañana, con 40 años me vi empezando de cero otra vez", agrega.
"En lo único que piensas es en terminar con la angustia y el dolor mental. No es físico, hubiese sido más fácil si hubiera sido físico porque lo puedes tratar. Pero cuando estás así, la angustia te nubla completamente y no puedes ver a través".
Aislamiento
Simon Stephens intenta explicar por lo que pasó. Dice que la depresión es una enfermedad de aislamiento. "Cuando te asilas, te desconectas, y creo que la forma en que llevamos nuestras vidas -y los hombres en particular- hace que nos desconectemos de los otros seres humanos". "Creo que quizás éste es el problema que no vemos y necesitamos ver", agrega.
El psiquiatra Peter Byrne aclara que la depresión no hace distinción de clases sociales. No obstante, concede que la gente de bajos recursos tiene más tendencia quitarse la vida. (Ay¡¡¡ siempre aarece la pobreza para empeorarlo todo. Y la pobreza no es casual)
Por su parte, Stephens cree que el motivo por el que hay más suicidios en hombre se debe a que en la lucha por la igualdad de hombres y mujeres se ha cuidado mucho al sexo femenino "se han olvidado de lo que los hombres también tienen que pasar".
"¿Con quien hablas?", intercede Kevin Shepherd.
"No vas a llorar delante de tus amigos". "Si decides hablar cuando sales a tomar copas, temes que tus amigos te dejen de llamar porque no querrán lidiar con eso. Y no buscas ayuda profesional porque realmente no sabes qué es lo que te está pasando".
La ayuda profesional es lo que ha ayudado a Simon Stephens, quien aclara que la conexión con el terapeuta es crítica para salir de la depresión. La cuestión está en saber identificar los síntomas de depresión antes de que sea demasiado tarde para pedir ayuda.
Fuente: BBC
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