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sábado, 29 de julio de 2023

“Oppenheimer”: Jean Tatlock, la trágica vida de la psiquiatra que enamoró (y rechazó) a Oppenheimer. "Estaba entregado a ella".


El estreno de la película de Christopher Nolan ha vuelto a poner de actualidad la figura de la doctora y gran amor del padre de la bomba atómica. Interpretada por Florence Pugh, repasamos la influencia que tuvo en la trayectoria del físico y su temprana y controvertida muerte.

Es la gran batalla cinéfila de 2023. Oppenheimer y Barbie, dos de los filmes más esperados del año, se estrenan de manera simultánea en la gran pantalla para luchar por mucho más que la hegemonía en la taquilla. La escala de grises contra el rosa brillante. Nolan contra Gerwig. Dos películas antitéticas, dos estados de ánimo, dos memes andantes que ‘obligan’ al espectador a elegir entre el drama adulto de despachos y dilemas éticos y la fantasía de carácter escapista y feminista. Sin embargo, pese a los clichés sobre sus índices de testosterona, Oppenheimer es mucho más que una biografía personalista sobre el físico estadounidense (interpretado por Cillian Murphy) que acabó convertido en el padre –después arrepentido– de la bomba atómica. El thriller también narra su tortuosa relación con la psiquiatra Jean Tatlock, la mujer más influyente en la vida de Oppenheimer y a la que da vida Florence Pugh. Una joven intelectual que se reveló ante las convenciones sociales que degradaban a las mujeres de la época y cuya muerte temprana sigue siendo hoy objeto de teorías y conspiraciones. Aunque muchos han intentado reducir su papel al de mera amante, los hechos dicen todo lo contrario. Esta es su trágica historia:

Florence Pugh y Cillian Murphy dan vida a la pareja en la nueva película de Christopher Nolan. 

Oppenheimer conoció a Tatlock durante su estancia como profesor de física en la Universidad de Berkeley en California. Era buen amigo de su padre, John, un reputado profesor de Inglés en la facultad, y su primogénita, de 22 años, ojos verdes y pelo color café, ya era conocida por todo el campus de Medicina, donde se preparaba para ser psiquiatra. Corría el año 1936 y ver a una mujer en un aula universitaria seguía considerándose insólito; más aún si tenía la brillantez académica, el historial vital –había recorrido Europa formándose en psicoanálisis– y la buena imagen de Tatlock. “Todos estábamos un poco celosos”, confirma un amigo en la biografía del científico. A pesar de los diez años de diferencia que los separaban, todos los amigos cercanos a Oppenheimer sostienen que este se enamoró de ella como nunca antes lo había hecho. “Jean fue el amor más verdadero de Robert. La amó más que a nadie, estaba entregado a ella”, afirmó Robert Serber, físico nuclear y confidente de Oppie. Este le propuso matrimonio a Tatlock, sin éxito, hasta en dos ocasiones.

La simpatía de la joven por el Partido Comunista trajo grandes quebraderos de cabeza a la pareja, siendo puesta Tatlock bajo vigilancia del FBI ante la sospecha de que pudiera ser un foco de radicalización para Oppenheimer o hasta una espía soviética. Incluso después de la muerte de la joven, el físico siguió viéndose obligado a desmentir estas afirmaciones en duros interrogatorios ante el gobierno estadounidense. “Su afiliación al partido era intermitente y nunca parecía proporcionarle lo que buscaba. No creo que sus intereses fueran realmente políticos. Ella amaba a su país, a su gente y a su vida”, declaró en una audiencia gubernamental. La paranoia llegó hasta el punto de que el tan célebre como controvertido J. Edgar Hoover, al mando de la oficina de inteligencia, mandó intervenir el teléfono del piso de la psiquiatra y seguir todos sus movimientos.

Jean Tatlock y Robert Oppenheimer rompieron su relación sentimental en 1939. Unos meses después, el científico conoció a Kathering ‘Kitty’ Puening, una bióloga casada en dos ocasiones anteriores que poco después se convertiría en su mujer y en la madre de los dos hijos de la pareja. A pesar de estar casado, Oppenheimer siguió viéndose con una Tatlock que empezaba a sufrir episodios depresivos cada vez más agudizados. Dicen que el estado mental de la doctora se agravó tras la pérdida de contacto con su gran amor. El 14 de junio de 1943, dirigiendo ya el Proyecto Manhattan en Los Álamos que culminaría en la creación de la bomba atómica, este volvería a San Francisco para pasar el que sería su último día con ella. Seguido por oficiales del ejército sin su conocimiento, Oppenheimer se encontró con Tatlock en la estación de tren y, tras besarse, pasaron toda la jornada juntos. Los informes incluso certifican que apagaron las luces del piso de la joven a las 11 y media de la noche. Tras desayunar de nuevo juntos, la doctora llevó al aeropuerto a Oppie para regresar al complejo militar.

El 4 de enero de 1944, el padre de Tatlock acudió a ese mismo apartamento después de que esta no contestara el teléfono durante varios días. Tras escalar por una ventana para poder acceder a él, se encontró a su hija muerta, con la cabeza sumergida en una bañera a medio llenar. Tenía 29 años. Junto a ella había una nota que rezaba así: “Estoy disgustada con todo. A quienes me amaron y me ayudaron, todo el amor y el coraje. Quería vivir y dar, y de una forma u otra me quedé paralizada. Intenté entender, pero no pude… Habría sido una responsabilidad toda mi vida, al menos puedo librar de la carga de un alma paralizada a un mundo en conflicto”. Aunque la teoría de la conspiración respecto al supuesto asesinato de Tatlock ha sido avivada durante nueve décadas con argumentos puramente especulativos, sí que existen ciertos hechos probados que alimentan ese fuego.

A pesar de contraer matrimonio después, los cercanos a Oppenheimer siempre han mantenido que Tatlock fue su gran amor. 

Una vez hallado el cuerpo inerte de la joven, John Tatlock se encargó de quemar toda la correspondencia e imágenes de su hija antes de llamar a los servicios funerarios. Supuestamente, para desligarla de cualquier sospecha de enlace con el comunismo. La autopsia, que determinó que la causa de la muerte había sido asfixia por ahogamiento, también reveló que no había restos de alcohol en su sangre y que ninguno de los barbitúricos que había tomado la psiquiatra había alcanzado sus órganos vitales en el momento de su muerte. Un doctor con acceso a los datos del fallecimiento de Tatlock confesó a los autores del libro Prometeo Americano, en el que se basa la película de Christopher Nolan, que “si eres inteligente y quieres matar a alguien, esta es la forma correcta de hacerlo”. Su hermano Hugh Tatlock siempre apoyó la teoría del asesinato.

Peer De Silva, un oficial de la CIA encargado de la seguridad de Los Álamos, fue el encargado de comunicar a Oppenheimer la muerte de Jean. El científico quedó devastado tras la noticia y se marchó a dar un largo paseo. “Dijo que ya no tenía a nadie más con quien poder hablar”, añadió De Silva. Robert Oppenheimer acuñó el primer test de la bomba atómica como Trinity. Según narraron los cercanos a él, el nombre es un homenaje a un poema de John Donne que le había enseñado la mismísima Jean Tatlock.*




jueves, 23 de mayo de 2019

Suicidios, tragedias silenciadas

La serie ‘Por trece razones’ aborda el suicidio entre adolescentes que sufren acoso escolar y abre la puerta al debate sobre los motivos que lo desencadenan en edades tan tempranas.

ANNAH BAKER toma la decisión, perfectamente meditada, de cortarse las venas con una cuchilla de afeitar. Esta víctima de acoso escolar es un personaje ficticio que protagoniza la serie Por trece razones, un drama sobre bullying emitido por Netflix. La adolescente decide que vivir “no merece la pena” y busca responsables: “¿En qué momento empezó a torcerse mi vida?, y ¿de la mano de quién?”. Baker es una adolescente en el punto de mira de sus compañeros. Su comportamiento es objeto —involuntario, injusto y falaz—de la observación y crítica de todo el instituto. Es víctima también de la era tecnológica, de la facilidad de difusión de opiniones y mentiras, de la trascendencia de una fotografía tomada en un momento de privacidad que, sacada de contexto, nos invita a creer que tenemos derecho a juzgar la vida de la gente.

Está muy bien que una serie de televisión aborde el espinoso tema del bullying porque podría utilizarse como herramienta para la prevención de muchas de las agresiones que sufren los estudiantes en los colegios. Pero la crudeza de algunas de sus escenas la hace desaconsejable para el público más joven. Además, la trama va mucho más allá. Está claro que haber sido desprestigiada, insultada y acosada por sus compañeros constituye buena parte de la trágica decisión que toma Hannah Baker. Por otro lado, esta ficción refleja muy bien la crisis vital de un adolescente. No es fácil vivir en un mundo dicotómico en el que “todo el mundo”, si no te quiere, te odia. Lleva su tiempo aprender que a la mayoría de las personas que pueblan nuestro entorno les somos prácticamente indiferentes, que nuestra conducta no trasciende más allá de unos pocos, a los que verdaderamente importamos. Es posible que haya quien esté pendiente de nuestro fracaso y hasta disfrute del mismo, pero a esa difícil edad se tiende a sobrevalorar esta observación y, sobre todo, produce una intensa angustia sentir que cada acto, cada traspié o cada opinión ajena nos perseguirán siempre.

Los chicos y chicas tienden a exagerar la trascendencia e inmutabilidad de las decisiones a largo plazo, atribuyéndoles una influencia excesiva en su existencia. ¿Elegir la carrera adecuada es la decisión más importante de una vida? Sin duda es una de las más importantes, pero no se trata de algo irrevocable. Observándolo desde la distancia adulta, un fallo que retrase dos o tres años la consecución de nuestros objetivos no es un error absoluto. Pero dos o tres años, cuando se tiene 16, puede ser mucho tiempo. Y no solo se trata de una cuestión de proporción, sino de desajuste generacional. Por ejemplo, ¿quién querría a los 16 años compartir aula con chavales de 13?

Suicidios, tragedias silenciadas
ILUSTRACIÓN DE MIKEL LASO

La adolescencia es el periodo en el que creamos parte de nuestra identidad respecto del entorno. Lo que el exterior nos devuelve respecto a la idea que tenemos de nosotros mismos es, durante varios años, determinante para la percepción de nuestra imagen. Somos más dependientes que nunca, y esa es otra barrera, en esta difícil etapa, que no permite percibir que somos algo más de lo que los demás ven en nosotros.

Otro elemento espléndidamente reflejado en la serie es el conocido como “efecto túnel”. Se produce en las personas que consideran el suicidio una salida a sus problemas: son incapaces de percibir señales de esperanza y centran su atención tan solo en aquellas que confirman la certeza de que su decisión es la única posibilidad. Hannah Baker, la protagonista, es incapaz de ver el mensaje positivo que claramente nos transmiten los guionistas de la serie cuando el bibliotecario que una vez le prestó atención, que mostró interés, incluso admiración, por sus poemas, le ofrece una salida digna a un futuro incierto, una salida realista, adecuada a sus intereses y habilidades. El mismo día que Hannah consuma su decisión, esta persona le recuerda que él sigue a su disposición, pero ella pasa por su encuentro de puntillas. Ella se intenta demostrar a sí misma que nadie quiere ayudarla. Tras haber visto esta magnífica producción televisiva, me gustaría destacar que, si bien Hannah Baker es víctima del oprobio y la injusticia, ella no se queda corta, acusando directamente a una serie de personas de ser responsables más o menos directas de su decisión.

La terrible injusticia que comete esta chica en su desesperación no solo es equiparable a la que ella misma sufre de manos de otros. En algunos casos, las supera. En “las 13 razones” que argumenta apunta a 13 personas a las que culpa de su trágico final. Algunas por acción, otras por omisión. El suicidio como ejemplificador y aleccionador es un acto de un heroísmo tan banal que tan solo puede ser considerado detestable y agresivo. Sin duda hay dos o tres personajes que le causan un daño muy costoso de reparar, pero ella es la única que provoca un daño de verdad irreparable.

https://elpais.com/elpais/2017/06/25/eps/1498341908_149834.html

martes, 15 de noviembre de 2016

LA LEY DEL SILENCIO. El acoso escolar precisa campañas y protocolos de actuación porque se tiende a desdibujar responsabilidades.

CUANDO TENGO actos públicos en el extranjero, a menudo sale a relucir en el coloquio el “horrible maltrato que los españoles damos a las mujeres” y las muchas víctimas mortales que hay en nuestro país. Cierto es que son muchas, pero tal como se plantea siempre el tema es como si los españoles fuéramos los mayores asesinos de mujeres del planeta, cuando la realidad es muy otra. España es una sociedad que está en la media baja en cuanto a víctimas mortales por violencia de género. En Europa, por ejemplo, los países nórdicos nos duplican y hasta triplican el porcentaje de víctimas. Si el mundo sabe tanto de las muertes de mujeres en España, es precisamente porque nos importan, porque el tema se ha convertido en una cuestión de Estado, porque la sociedad está sensibilizada y hemos colocado el problema en el más alto punto de visibilidad pública. Estamos luchando contra ello con mayor o menor acierto, pero de lo que no cabe duda es de que nos lo tomamos muy en serio.

Digo todo esto como ejemplo de lo que debe hacerse con un tema tan grave, y escandalizada ante la tremenda dejación de responsabilidad que manifestamos ante un problema igual de terrible que está empeorando cada día: el acoso escolar. De cuando en cuando vuelve a agitarnos la conciencia alguna noticia especialmente brutal, como si fuera una ballena que emerge de las profundidades con su chorro furioso. Niños que se tiran por los acantilados, o vídeos con aterradoras muestras de violencia que han grabado los propios verdugos con sus móviles. Pero luego siempre sucede, no sé cómo, que los poderes fácticos se apresuran a minimizar los hechos, a desdibujar responsabilidades y desactivar las investigaciones, e incluso llegan a culpabilizar y marginar a las familias de las víctimas que se atreven a presentar denuncia. A menudo otros padres de alumnos se apiñan junto a la dirección del centro contra la víctima, quizá porque resulta muy difícil asumir que tus propios hijos pueden ser unos maltratadores o cuando menos cómplices, esto es, asumir tu parte de responsabilidad como padre en ello, y por consiguiente prefieren minimizar los hechos, decir que son cosas de chiquillos. Pero no. No son cosas de chiquillos. Son auténticas torturas y el niño o la niña que las sufre no sólo pasa por un calvario atroz durante años y corre el riesgo de suicidarse, sino que, además, es probable que quede marcado de por vida.

Estoy harta de escribir artículos sobre este tema: me desespera ver que nunca cambia nada. Recientemente han salido a la luz otros dos casos en España; la niña de 8 años de un colegio de Palma de Mallorca a la que una docena de niños entre 12 y 14 años propinó tan brutal paliza que tuvo que ser ingresada en el hospital con traumatismo craneal entre otras lesiones. Los profesores dicen que fue un juego infantil que se desmadró, el fiscal archivó el asunto, la conselleria apoyó al colegio. La velocidad con que se está intentando enterrar todo es tremendamente sospechosa y por desgracia muy habitual. Lo mismo sucede con Alejandro, de 12 años, en Olula del Río (Almería). Alejandro lleva desde los 8 años sufriendo una persecución de tal calibre que está destrozado. No quiere vivir, no duerme, apenas come y está medicado. Otras dos familias han denunciado acoso en el mismo centro escolar; una de las víctimas incluso fue grabada durante una salvaje agresión sexual cometida por dos compañeros fuera del instituto, pero pese a todo esto nadie hace nada. Ni la Junta, ni Educación, ni el centro escolar. Y, naturalmente, la denuncia que interpusieron fue archivada. En el maltrato escolar impera la ley del silencio. Y todo esto no es más que la punta del iceberg del tormento que viven cotidianamente muchos de nuestros niños. ¡Basta ya! Necesitamos un Plan Nacional; campañas de educación de padres y niños con anuncios publicitarios, cómics, jornadas de información; necesitamos juzgados e inspectores escolares especializados, protocolos de actuación, centros de apoyo. Necesitamos visibilizar y priorizar el problema, como se hizo con la violencia de género. Seguir ignorando la existencia de este infierno nos convierte a todos en repugnantes cómplices.
Rosa Montero.
http://elpaissemanal.elpais.com/columna/la-ley-del-silencio/


El acoso escolar deja más secuelas que el maltrato por parte de adultos- Las víctimas de 'bullying' tienen mayores riesgos de padecer problemas de salud mental

http://elpais.com/tag/bullying/a/


MÁS INFORMACIÓN


domingo, 24 de abril de 2016

PREVENCIÓN DEL SUICIDIO. UN INSTRUMENTO PARA DOCENTES Y DEMÁS PERSONAL INSTITUCIONAL. O.M.S. El verdadero dolor, ya se sabe, es indecible, es un tumulto de palabras ahogadas.

...“Nunca se debería clasificar un suicidio en términos de cobardía o de valentía (…) Decir, por otro lado, que la persona que ha fallecido era egoísta es quizá una gran injusticia, sería invalidar su vida por ese final tan trágico. No solemos culpar de egoísmo a quien murió por cáncer o por otra enfermedad u otras circunstancias”, dicen en RedAipis.

El suicidio, pues, sería una suerte de enfermedad, y además devastadora. Es la primera causa de muerte no natural en España, con 3.910 fallecimientos por este motivo en 2014, la cifra más alta desde que empezaron a contabilizarse hace 25 años. De hecho, los suicidas duplican a las víctimas de tráfico y además han aumentado un 20% desde el comienzo de la crisis, cosa que no creo que sea algo casual. Cada día se quitan la vida 10 personas, la mayoría entre los 40 y los 60 años, y es posible que estas cifras estén por debajo de la realidad, porque a veces se camuflan como accidentes o como simples “paradas cardiorrespiratorias”, un eufemismo al parecer bastante común en los certificados de defunción. Y es que el suicidio es un tabú, un agujero negro del que no se habla, un estigma que se oculta, lo cual es un grave error, según Olga Ramos y Carlos Soto, miembros de un grupo llamado Supervivientes de Suicidio que forma parte de RedAipis...

Este documento forma parte de una serie de instrumentos dirigidos a grupos específicos sociales y profesionales particularmente relevantes para la prevención del suicidio.

Ha sido preparado como parte de SUPRE, la iniciativa mundial de la OMS (Organización Mundial de la Salud) para la prevención del suicidio. 
http://www.redaipis.org/wp-content/uploads/2015/02/Un-instrumento-para-docentes-y-personal-institucional.OMS_.pdf

Más recursos para consejeros.
http://www.redaipis.org/wp-content/uploads/2015/02/Recursos-para-consejeros.OMS_.pdf

Asociación privada contra el suicidio.
RedAipis, la Asociación de Investigación, Prevención e Intervención del Suicidio (www.redaipis.org)

Artículo sobre el suicidio de Rosa Montero en El País:
http://elpaissemanal.elpais.com/columna/hablemos-del-suicidio/

sábado, 23 de abril de 2016

HABLEMOS DEL SUICIDIO. El verdadero dolor, ya se sabe, es indecible, es un tumulto de palabras ahogadas.

El pasado 28 de marzo se cumplieron 75 años del suicidio de Virginia Woolf. La escritora británica se puso el abrigo, llenó los bolsillos de piedras y se metió en las frías aguas del río Ouse, próximo a su casa. Hace falta estar sufriendo mucho para escoger una muerte tan determinada, tan terrible. Como bien explican en la página de RedAipis, la Asociación de Investigación, Prevención e Intervención del Suicidio (www.redaipis.org), el suicida no quiere matarse: lo que no puede es seguir soportando una realidad que le tortura. Personalmente, creo que hay casos en los que el suicidio es una opción de la vida, no de la muerte: por ejemplo, ante una enfermedad terminal. Creo que uno tiene todo el derecho a decidir sensata y dignamente su salida del mundo, pero me parece que esto sucede en contadas ocasiones y que en general quien se mata no lo hace en un momento de lucidez, sino de desesperada ofuscación. En medio de un torbellino de angustia que tal vez hubiera podido solucionarse. “Nunca se debería clasificar un suicidio en términos de cobardía o de valentía (…) Decir, por otro lado, que la persona que ha fallecido era egoísta es quizá una gran injusticia, sería invalidar su vida por ese final tan trágico. No solemos culpar de egoísmo a quien murió por cáncer o por otra enfermedad u otras circunstancias”, dicen en RedAipis.

El suicidio, pues, sería una suerte de enfermedad, y además devastadora. Es la primera causa de muerte no natural en España, con 3.910 fallecimientos por este motivo en 2014, la cifra más alta desde que empezaron a contabilizarse hace 25 años. De hecho, los suicidas duplican a las víctimas de tráfico y además han aumentado un 20% desde el comienzo de la crisis, cosa que no creo que sea algo casual. Cada día se quitan la vida 10 personas, la mayoría entre los 40 y los 60 años, y es posible que estas cifras estén por debajo de la realidad, porque a veces se camuflan como accidentes o como simples “paradas cardiorrespiratorias”, un eufemismo al parecer bastante común en los certificados de defunción. Y es que el suicidio es un tabú, un agujero negro del que no se habla, un estigma que se oculta, lo cual es un grave error, según Olga Ramos y Carlos Soto, miembros de un grupo llamado Supervivientes de Suicidio que forma parte de RedAipis. La única hija de Carlos y Olga, Ariadna, una chica brillante, inteligente y sensible, se suicidó en enero de 2015, recién cumplidos los 18 años: “Desde entonces nos hemos volcado en tratar de evitar que le vuelva a pasar a nadie más”.

En RedAipis sólo hay medio centenar de socios y no cuentan con ningún apoyo económico, pero pese a ello se esfuerzan por poner palabras al colosal, aplastante silencio que deja detrás de sí una muerte de este tipo: “Hay algunas personas que vienen a las reuniones, que perdieron a un ser querido hace quizá 20 años y que están hablando por primera vez de ello”, dice Carlos. El verdadero dolor, ya se sabe, es indecible, es un tumulto de palabras ahogadas; pero además el suicidio lo empeora todo al arrojar sobre los deudos el pétreo peso del silencio social. “En el instituto de mi hija había habido seis suicidios en seis años y tres intentos fallidos más y sin embargo nunca mandaron a un inspector ni lo hablaron con los alumnos. Con la muerte de Ariadna hicieron un minuto de silencio y ya está, y eso es una barbaridad porque entonces los chicos se imaginan cualquier cosa… Que es romántico o heroico, o que así dejan de molestar y su familia se sentirá más libre… Hay que enseñarles la realidad, el sufrimiento que provocan”. Existen síntomas que pueden ponerte sobre la pista de tendencias suicidas: que la persona empiece a regalar las cosas que más quiere, por ejemplo; que deje notas muy afectuosas que parecen despedidas; que no duerma nada, o que, por el contrario, se pase el día en la cama… En ese momento puede buscarse tratamiento, “pero es un problema complejo, porque en la carrera de Psicología apenas se estudia el suicidio, salen sin saber nada de ello”.

En RedAipis hay psicólogos especializados e intentan, con sus pocos recursos, ayudar todo lo que pueden. Porque sin duda al ayudar a los demás se alivia también la pena propia. Aun así, la entereza que muestran estos guerreros de la supervivencia que son Olga y Carlos resulta admirable: “Nosotros podemos hacer todo lo que estamos haciendo y pudimos hablar de ello desde el primer día gracias a la carta que nos dejó Ariadna. Teníamos una relación espléndida con nuestra hija y ella nos dejó una carta explicándonos todo y diciéndonos lo que teníamos que hacer. Una carta maravillosa que a mí me salvó la vida”, dice Carlos con sencilla y estremecedora serenidad. Las palabras de Ariadna deshaciendo silencios, iluminando abismos, dejando una estela de luz sobre su ausencia.
Rosa Montero

http://elpaissemanal.elpais.com/columna/hablemos-del-suicidio/

miércoles, 22 de abril de 2015

Cuando las madres tiraban al río a sus hijos. Alemania recuerda la oleada de suicidios en los últimos meses de la II Guerra Mundial

El documento es estremecedor. 28 páginas repletas de nombres acompañados de la fecha y el motivo de su muerte. Elegida una al azar, aparecen varias familias —los Gaut, los Schubert (madre e hija), los Rienaz (también madre e hija)…—. Todos fallecieron el 8 de mayo de 1945. Y todos por una misma causa: suicidio. Estamos en el Museo Regional de Demmin, una pequeña ciudad del noreste de Alemania que estos días revive sus días más dramáticos. En los últimos meses de la Segunda Guerra Mundial, cuando la victoria final tantas veces anunciada por Adolf Hitler parecía cada vez más irreal y el Ejército Rojo acechaba, entre 700 y 1.000 ciudadanos de Demmin —que entonces tenía unos 15.0000 habitantes— prefirieron morir antes que vivir en un mundo en el que los nazis no gobernaran. Fue el mayor suicidio masivo en la historia de Alemania.

Bärbel Schreiner, entonces una niña de seis años, estuvo a punto de caer víctima de esa locura colectiva. Pero su hermano consiguió que su madre no hiciera con los dos niños lo que tantos padres hacían esos días. “Mamá, nosotros no, ¿verdad?”, recuerda Schreiner que dijo su hermano, mientras observaba el río Peene, repleto de cadáveres. “Todavía me acuerdo del agua enrojecida por la sangre. Sin esas palabras, estoy convencida de que mi madre nos habría ahogado a los dos”, asegura con la voz entrecortada esta mujer de 76 años.

El caso de Schreiner no fue excepcional. Una ola de suicidios recorrió Alemania entre enero y mayo de 1945. No existen cifras exactas, pero los historiadores calculan que entre 10.000 y 100.000 personas tomaron esta decisión. Al quitarse la vida, era habitual que los adultos se llevaran también a sus hijos. Es lo que hizo Joseph Goebbels, ministro de Propaganda y canciller en los últimos días del III Reich, cuando él y su mujer, Magda, envenenaron a sus seis hijos.

Se ha escrito mucho sobre la inmolación de los líderes nazis. Además de Hitler, del que el próximo 30 de abril se cumplirá el 70 aniversario de su muerte, y de Goebbels, también se quitó la vida el jefe de las temibles SS, Heinrich Himmler. Pero hasta ahora no se había prestado demasiada atención a los ciudadanos de a pie que siguieron el destino de sus fanáticos líderes. Precisamente ese desconocimiento sobre la tragedia que vivieron miles de personas anónimas llevó al historiador Florian Huber a escribir Hijo, prométeme que te vas a disparar. El éxito del libro, que en dos meses ha vendido más de 20.000 ejemplares, ha sorprendido incluso al autor.

“Estudié historia y nunca había oído hablar de este episodio trágico. Un día, vi en un libro un pie de página que mencionaba la oleada de suicidios de los últimos meses de la guerra y decidí investigar”, explica en una cafetería berlinesa. Pero, ¿qué es lo que llevó a estos hombres y mujeres de a pie a pegarse un tiro, colgarse de un árbol o a tirarse al río más cercano? ¿Miedo por las represalias de los vencedores? ¿Fanatismo nazi? ¿O sentimiento de culpa por las tropelías de 12 años de nacionalsocialismo y seis de guerra? “Una mezcla de todos estos factores. También influyó un efecto psicológico que convierte el suicidio en algo contagioso, casi como una infección. Si ves que en esta cafetería todo el mundo empieza a matarse, a lo mejor te lo plantearías tú también”, responde.

La epidemia suicida se extendió por muchos rincones de Alemania, ¿pero por qué afectó sobre todo a algunas zonas, como el este del país, y muy especialmente a lugares como Demmin? Huber desgrana la mezcla de circunstancias históricas y geográficas que convirtieron esa localidad en una ratonera de la que era imposible escapar. “Rodeada por tres ríos, forma una especie de península. En su huida, los jerarcas nazis dinamitaron los tres puentes existentes. Así que cuando llegaron los soviéticos, no podían seguir avanzando. Los soldados del Ejército Rojo llegaron el 30 de abril, deseosos de abandonar pronto Demmin para celebrar la fiesta del 1 de mayo”, explica.

Justo el mismo día en el que Hitler se pegaba un tiro en su búnker en Berlín, los soldados rojos quemaban Demmin y cundía el pánico. Los años de guerra, las ganas de revancha y la bebida que corrió esa noche fomentaban la violencia de los soviéticos. El resultado de este cóctel fue tremendo. Huber asegura que los ríos hicieron de cementerios durante semanas; y que los trabajos para sacar los cuerpos del agua se alargaron entre mayo y julio de ese año. “Los testigos recuerdan a gente colgada en los árboles por todas partes”, añade.

El sufrimiento de los civiles alemanes durante la guerra —ya sean las violaciones de mujeres o los bombardeos de ciudades como Potsdam, del que esta semana se han cumplido 70 años— es un tema complejo. Es indudable que muchos inocentes padecieron las consecuencias, pero también este sufrimiento sirve de agarradero para los neonazis, que siguen tratando de confundir e igualar el dolor del pueblo agresor con el de los agredidos.

Eso mismo ocurre aún hoy en Demmin. Desde hace una década, cada 8 de mayo, día de la capitulación, un pequeño grupo de manifestantes cercano al partido de ultraderecha NPD recuerdan a las víctimas alemanas. “Durante los años del comunismo, este era un tema tabú. Nadie quería recordar las violaciones o crímenes cometidas por los soldados que nos liberaron del fascismo. Y ahora los neonazis también utilizan el dolor pasado para sus fines”, explica Petra Clemens, la directora del museo, rodeada de vestigios de la historia de la zona. En esta castigada ciudad del este alemán, el paro afecta al 17% de la población (un porcentaje altísimo para un país en el que la media está en el 6,9%) y el alcoholismo hace mella.

Demmin fue quizás el caso más extremo de locura colectiva que invadió al país en los primeros meses de 1945, pero no el único. En Berlín se registraron ese año 7.000 suicidios, de los que casi 4.000 se produjeron en el mes de abril. En su libro, Huber recoge testimonios de aquellos que asociaron a sus propias vidas el fin del nacionalsocialismo. Como el profesor Johannes Theinert y su mujer Hildegard, que comenzaron a escribir un diario en 1937, al año siguiente de casarse. La última entrada está fechada el 9 de mayo de 1945. “La crisis se acaba. Las armas callan”, anota Hildegard. Ese mismo día, Johannes disparó a su mujer y después a sí mismo. La última entrada del diario que alguien encontró tras su muerte decía: “¿Quién se acordará de nosotros, quién sabrá cómo hemos acabado? ¿Tienen estas líneas algún sentido?”.

(Sin olvidar nada, sin olvidar acciones inadmisibles, sin santificar ni elevar a los altares a nadie, ni siquiera a los libertadores de la Alemania nazi que tenían tras de sí, recientes y acumulados, millones y millones de muertos (y probablemente centenares de miles de suicidios), ¿se trata de otro nudo más para revisar la historia de la II Guerra Mundial?

La idea de fondo: nazismo y comunismo son uno y lo mismo, (no es verdad) actos de barbarie opuestos a la civilización liberal. Los ejércitos aliados occidentales fueron otra cosa.)

Fuente: 

miércoles, 18 de septiembre de 2013

Estudio vincula aumento de suicidios a crisis económica global. BBC miércoles, 18 de septiembre de 2013

Una nueva investigación vincula el incremento en las tasas de suicidio en Europa y América a la reciente crisis económica. El estudio publicado en British Medical Journal analizó datos de 54 países para investigar el impacto global de los problemas financieros provocados por el colapso de los mercados de crédito y bienes raíces en Estados Unidos en 2008. Se encontró que el año posterior al inicio de la crisis la tasa de suicidios de varones se incrementó 3,3%, principalmente en los países que informaron de más pérdidas de empleos.

Esto significó casi 5.000 suicidios más que el nivel promedio que se esperaba para ese año, afirman los investigadores. Y ocurrieron principalmente en los 27 países europeos y 18 países americanos estudiados.

lunes, 5 de agosto de 2013

El suicidio de la izquierda italiana (1991-2013)

Jordi Córdoba

La izquierda comunista italiana de los años setenta y ochenta, heredera de Antonio Gramsci y de Palmiro Togliatti, fue la más poderosa de toda Europa occidental, con un Partido Comunista (PCI) que, bajo la dirección de Enrico Berlinguer, se aproximaba al 35% de los votos en 1976, mientras el Partido Socialista de Bettino Craxi apenas superaba el 10-15%, y otros grupos socialdemócratas y de la izquierda revolucionaria como Democracia Proletaria estaban también presentes en el Parlamento.

Sin embargo, en 1991, Achille Occhetto, entonces secretario general del PCI, promovió la renuncia al marxismo, la disolución del partido y la creación del nuevo Partido Democrático de la Izquierda (Partito Democratico della Sinistra, PDS), que se integró en el grupo socialista del Parlamento Europeo y en la Internacional Socialista, organismo donde, según Massimo d'Alema, sucesor de Occhetto al frente del partido, se producía "la auténtica innovación de la izquierda" (sic). En la práctica, el PDS cayó en un reformismo más cercano al Partido Laborista de Tony Blair que a la socialdemocracia nórdica o incluso mediterránea, optando por un programa de carácter claramente social-liberal. El PDS dejó de ser una alternativa de transformación social desde la izquierda, como había sido el PCI, para convertirse en una máquina electoral preparada para conquistar, por fin, la mayoría parlamentaria y llegar al gobierno, lo que se produjo durante diferentes periodos a partir de 1996.

No es extraño que, en esta situación, una parte del disuelto PCI no aceptara esta vía y, junto con la Democracia Proletaria y otros grupos menores formara, el mismo año 1991, el Partido de la Refundación Comunista (Rifondazione Comunista), liderado inicialmente por Fausto Bertinotti y Armando Cossutta, que llegaría al 8,5% de votos y 69 diputados en 1996, y encabezaría la fundación del nuevo Partido de la Izquierda Europea.

En 1998, el PDS evolucionó hacia la nueva formación Demócratas de Izquierda (Democratici di Sinistra, DS) acercándose, primero con Walter Veltroni y después con Piero Fassino, a los centristas de Romano Prodi (Democrazia è Libertà - La Margherita), para acabar constituyendo juntos en 2007 el nuevo Partido Democrático (Partito Democratico, PD) que ya no se consideraba ni siquiera de izquierdas, tal y como afirmó el propio Veltroni ("no somos de izquierdas, somos progresistas"). En los últimos tiempos, el PD del recientemente dimitido Pier Luigi Bersani, cada vez más en la línea del Partido Demócrata estadounidense, ya no forma parte de la Internacional Socialista ni del Partido de los Socialistas Europeos, y tan solo se ha integrado en el grupo parlamentario europeo a condición de que adoptara el nombre de Alianza Progresista de Socialistas y Demócratas. El historial del propio Enrico Letta, hasta hace poco vicesecretario del partido y nuevo presidente del gobierno italiano, no es precisamente el de una persona de izquierdas: antiguo miembro de la Democracia Cristina, ex secretario general de los jóvenes del Partido Popular Europeo o ex vicesecretario del Partido Popular Italiano, entre otros cargos. Por tanto, los pactos de gobierno con el centra-derecha de Mario Monti y la derecha pura y dura de Sílvio Berlusconi están muy lejos de ser un acuerdo entre la izquierda, la derecha y el centro, como han afirmado algunos medios, una interpretación que no se ajusta en absoluto a la realidad.

Lamentablemente, la izquierda comunista ha ido sufriendo diferentes rupturas que, junto con los antidemocráticos cambios de la ley electoral por parte de Berlusconi, han provocado su desaparición del arco parlamentario, a pesar de la constitución de diferentes coaliciones como la de La Izquierda (La Sinistra - El Arcobaleno) en 2007, encabezada aún por Bertinotti, o la más reciente de Revolución Civil (Rivoluzione Civile), liderada por Antonio Ingroia y formada por Refundación Comunista, liderada actualmente por Paolo Ferrero, el Partido de los Comunistas, de Oliviero Diliberto, Italia de los Valores, del juez Antonio Di Pietro, los Verdes y otros grupos menores, y que tampoco ha logrado representación parlamentaria, a pesar de obtener más de 750.000 votos. En de la izquierda propiamente dicha, sólo Izquierda, ecología y libertad (Sinistra, ecología e libertà), liderada por Nichi Vendola, ha podido llegar al Parlamento, a pesar de no superar la barrera del 4% los votos, gracias a formar parte de una más que cuestionable coalición con Bersani y el Partido Democrático.

domingo, 30 de junio de 2013

El Detective del Suicidio

Por razones que han eludido la gente siempre, muchos de nosotros parecemos empeñados en nuestra propia destrucción. Recientemente más seres humanos han muerto a causa de suicidio cada año que por asesinato y las guerra combinados. A pesar de los progresos realizados por la ciencia, la medicina y la atención de salud mental en el siglo XX - la secuencia de nuestro genoma, la llegada de los antidepresivos, al reconsiderar asilos y lobotomías - nada ha sido capaz de bajar la tasa de suicidios en la población general . En los Estados Unidos, se ha mantenido relativamente estable desde 1942. A nivel mundial, aproximadamente un millón de personas se suicidan cada año. El año pasado, más soldados en servicio activo estadounidenses se mataron a sí mismos que los que murieron en combate, su tasa de suicidios ha ido en aumento desde 2004. El mes pasado, el Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades anunció que la tasa de suicidio entre los estadounidenses de mediana edad ha aumentado casi un 30 por ciento desde 1999. En respuesta a ese aumento, informado ampliamente, Thomas Frieden, director del CDC, apareció en la PBS NewsHour y aconsejó a los espectadores que cultivaran una vida social, recibieran tratamiento para problemas de salud mental, ejercicio físico y consumieran alcohol con moderación. En esencia, estaba diciendo, mantenerse fuera de los grupos demográficos con altas tasas de suicidio, que incluyen a las personas con una enfermedad mental como el trastorno del estado de ánimo, el aislamientos social y la adicción a las drogas, así como los grupos de hombres blancos mayores, jóvenes indígenas estadounidenses, los residentes del Southwest, los adultos que sufrieron abusos cuando eran niños y las personas que tienen armas a mano.

Pero la mayoría de las personas en cada uno de esos grupos no tienen pensamientos suicidas - menos aún actúan con ellos - y no existen datos para explicar la diferencia entre los que lo van a hacer y los que no lo hará. Tampoco tenemos ninguna manera de adivinar cuando - en la próxima hora? en la próxima década? - Los factores de riesgo conocidos pueden conducir a un intento. Nuestra comprensión de cómo avanza el pensamiento suicida o cómo detectar y detenerle, es mucho mejor ahora de lo que era hace dos siglos y medio, cuando empezamos a pensar en el suicidio como un problema y prescribir tratamiento médico más que filosófico, para evitar que los baldes de agua fría fueran lanzados a la cabeza.

"Nunca hemos salido y observado, como ecologista o un biólogo se saldría y observaría lo que le interesa durante horas y horas y horas y luego comprender sus propiedades básicas y luego trabajar sobre eso," Mateo K . Nock, el director del Laboratorio de la Universidad de Harvard para la Investigación Clínica y Desarrollo, me dijo. "Nunca lo hemos hecho."

Fue una brillante mañana de diciembre y estábamos en su oficina en el piso 12 del edificio que alberga el departamento de psicología de la escuela, una losa de hormigón blanco que sobresalía por encima de sus vecinos como una torre de vigilancia. A continuación, Cambridge parecía una ciudad de juguete - techos a dos aguas y campanarios, una cinta de carretera, parabrisas guiñando al sol. Nock había mantenido una reunión con cuatro miembros de su equipo de investigación - que en su silla giratoria, que en su sofá - sobre varios de los estudios que estaban en ejecución. Sus ojos azules a juego con su suéter de diamante a cuadros, y fue cuidadosamente sencillo y optimista. Parecía más un entrenador de fútbol juvenil, que estaba un sábado por la mañana con el equipo de primer grado de su hijo, que un experto en la autodestrucción.

En la reunión, escuché a Nock y sus investigadores discutir un estudio que estaban planteado en colaboración con el ejército. Ellos llamaban a los soldados que habían intentado suicidarse recientemente y le pedían que le explicaran lo que habían hecho y por qué. Nock espera que al tamizar a través de las transcripciones de las entrevistas frases o temas repetidos podría sugerir modelos predictivos que podía diseñar pruebas para detectar al soldado en peligro de suicidio. Un psicólogo clínico, que había entrenado a cada uno de sus investigadores a hacer preguntas específicas a través del teléfono. Adam Jaroszewski, un novato de 29 años de edad, con gafas de carey, me dijo que había estado nervioso al llamar a los sujetos en el hospital, donde aún se estaban recuperando, y al sondearlos acerca de por qué intentaron acabar con su vida: ¿Por qué ese momento? ¿Por qué ese método? Podría haber ocurrido cualquier cosa para hacer que cambien de opinión? A pesar de que los soldados se habían ofrecido para hablar, Jaroszewski preocupado por las inflexiones de su voz: ¿cómo iba a hablarles para facilitarles con cariño las respuestas y a la vez el agradecimiento por su participación les sonaran sin ceder su debido tono científico neutral?

Nock, dijo, le dijo que lo que le ayudó a encontrar un equilibrio entre la empatía y la objetividad era imaginandose a Columbo, el desaliñado, amable, persistente interrogador detective de la TV interpretado por Peter Falk. "Sólo trato de ser muy, muy curioso," dijo Nock.

Esa curiosidad ha hecho de Nock, de 39 años, uno de los más originales e influyentes investigadores de suicidio en el mundo. En 2011, recibió un premio de genio MacArthur por inventar nuevas formas de investigar los mecanismos ocultos de un comportamiento que parece tan imposible de desenredar, empíricamente, como el amor o los sueños.

Tratando de estudiar lo que la gente piensa antes de intentar quitarse la vida es como tratar de examinar una sombra con una linterna: el momento en que centro de atención, desaparece. Los investigadores no pueden inducir por ética pensamientos suicidas en el laboratorio y ver como se desarrolla.
Conducta únicamente humana, que no puede ser observado en otras especies.
Y es imposible entrevistar a cualquier persona que ha muerto por suicidio.
Para entenderlo, los psicólogos han empleado con más frecuencia dos métodos frustrantes e imprecisos: se han investigado las vidas de las personas que se han suicidado, y cualquier nota que pueda haber quedado atrás, en busca de pistas sobre lo que su pensamiento podría haber sido, o también se pidió a la gente que han intentado suicidarse que describieran sus procesos de pensamiento - aunque sus estados mentales pueden ser diferentes de los de las personas cuyos intentos fueron letales y sus recuerdos pueden estar incompletos o inexactos.

Tales métodos de investigación pueden generar estadísticas útiles e hipótesis acerca de cómo un impulso suicida podría empezar y cómo se desplaza desde el pensamiento a la acción, pero eso no es lo mismo que la evidencia objetiva sobre la forma en que se desarrolla en tiempo real.

El hermetismo del suicidio no se ha mantenido en la mayoría de los psicólogos que estudian desde la teorización acerca de por qué la gente se suicida. Nock, sin embargo, tiende a acercarse a las teorías desde un ángulo diferente. "Creo que es fácil de generar explicaciones", dijo recientemente. . "Es mucho más difícil de probar estas diferentes explicaciones y ver si los datos las apoyan o no" Al principio, el estrés de combate parece ser la razón obvia para el salto en los suicidios militares - hasta que los investigadores se dieron cuenta de que la tasa ha aumentado entre los soldados que no fueron desplegados. Los expertos de salud pública han especulado que el aumento en los suicidios entre las personas de mediana edad está relacionada con tensiones modernas como los problemas de la economía, el estrés de cuidar a los padres ancianos y niños insolventes, y el acceso sin precedentes a los medicamentos recetados. Nock, por el contrario, tiende a apuntar a un gráfico que muestra la forma en que la tasa de suicidios de 45 a 64 años de edad ha bajado y subido en un período de tiempo más largo - la tasa de hoy es similar a lo que era hace 20 años. El gráfico nos cuenta una historia más complicada. "Mi idea es que hemos tenido las teorías sobre suicidio durante mucho tiempo y no hay datos", dijo. "Por eso queremos trabajar desde el otro extremo."

En efecto, Nock ha comenzado desde cero mediante la búsqueda de una manera de medir con precisión el riesgo de suicidio. Hace tres años, él y su equipo publicaron un artículo sugiriendo que habían encontrado, por primera vez, una prueba objetiva que podría predecir la probabilidad de un intento de suicidio mejor que el propio paciente o su médico podría predecir de un paciente psiquiátrico. Nock ya está funcionando y otras pruebas de cientos de personas - los que han intentado quitarse la vida, los que han tenido pensamientos suicidas y los que no tienen - para ver cómo las puntuaciones iniciales varían de un grupo a otro y si esos resultados terminan previendo, más allá de lo que los métodos actuales pueden, quien tratará de quitarse la vida en el futuro.

Cada punto de datos que recoge Nock le lleva un paso más cerca de su objetivo final: ser capaz de dar a la gente una serie de pruebas que podrían decirles - y sus psiquiatras y médicos de atención primaria y enfermeras escolares - cuan alto es el riesgo de suicidio, en cualquier determinado momento, como la forma en que los cardiólogos pueden utilizar lecturas de colesterol junto con la presión arterial, el peso y la altura para calcular el riesgo de enfermedades del corazón de una persona.

Cada punto de datos es también una persona cuyo imposiblemente complejo consciente e inconsciente pensamientos - acerca de quiénes son, qué quieren, qué es posible y tolerable - Pone de relieve tanto por qué se necesitan las pruebas como por qué es tan sorprendente que en realidad pueda funcionar.

Cuando Melissa estaba creciendo en el sur de California, sus compañeros de juego incluían seis princesas imaginarios. Uno de ellos siempre era capturado, y Melissa, una princesa misma, la salvaría, me dijo. Estábamos en un salón de té en una tarde de febrero en Harvard Square, donde el estrépito de los platos, el silbido del vapor en la leche y el lavado de los objetos con las voces de los camareros a la vez nuestra conversación como ella prefiere. Melissa, que pidió ser identificado sólo por su segundo nombre, llevaba una capa fina, blanca-a cuadros. Ella tenía 18 años, menuda y pálida, con tenues pecas y pelo castaño recogido en un clip de plata. En noviembre pasado, intentó suicidarse en su habitación de residencia universitaria con una sobredosis de pastillas. Ahora, tres meses más tarde, se había completado un programa de tratamiento residencial en el Hospital McLean en Belmont, Massachusetts, y vivía en una casa de transición en Cambridge para los pacientes psiquiátricos. Ella estaba tomando clases en una extensión de escuela local, para volver a su antigua universidad, una academia de artes liberales en otro estado, tendría que volver a empezar.. Conocí a Melissa en el laboratorio de Nock y me quedé impresionado por su memoria cinematográfica. Pero incluso para ella, tratando de recrear el progreso de sus pensamientos suicidas era como tratar de remontar una ola rompiendo de nuevo al océano. Sus padres, sus médicos e incluso Melissa misma no habían conocido que la ola venía hasta que llegó. Ahora todos ellos tenían la esperanza de volver del peligro futuro sin saber exactamente qué buscar.

En el séptimo grado, dijo Melissa, a veces se escribió "notas de despedida" en la cabeza en la ducha. Ese año, ella comenzó a sentirse excluida por sus amigos, y porque era más lenta que otras chicas para alcanzar su etapa de crecimiento, dijo, se veía como una extraña también. Las nociones que había de terminar con su vida estaban en su mayoría fantasía. "Nunca fue algo que hablé, pero siempre estaba un poco allí", dijo. Ella no se había considerado "lo suficientemente valiente" para realmente hacerlo, a pesar de que ahora se considera "valiente" era una palabra extraña para usarla.

Melissa habló de sus años de escuela secundaria con animación, haciendo voces tontas para narrar las ideas ingenuas de su yo más joven. Recordó significativos mensajes de sus compañeros de clase que habían publicado sobre ella en un popular foro en línea, incluso cuando ella simpatizaba con lo que vio como su deseo por encajar en principio, ella comenzó a beber regularmente y fumar marihuana. Ella falleció de hambre por sí misma. Ella luchó con sus padres. Sus calificaciones bajaron. El verano después de su segundo año, Melissa dijo a sus padres que se sentía suicida y tenía que ir a un hospital, los médicos allí la mantuvieron durante cinco días y prescribieron la medicación que su padre, un neurobiólogo, y su madre, un bioquímico, se negaron, ya que sentían que era demasiado fuerte para ella, su madre me lo dijo. Finalmente tenían miedo de dejarla sola, aunque fuera por unos minutos, la inscribieron en un programa de hospitalización por abuso de sustancias y enfermedades mentales. Melissa sintió que los consejeros de allí eran su castigo por su comportamiento en vez de ayudarle a aprender cómo cambiarlo, y la mantuvieron más allá del mes que esperaba. "Me dijeron que estaba resistiendo el tratamiento", dijo. "Realmente lo único que me enseñó fue que tenía que salir de allí. Para salir, tuve que explicar por qué yo era manipuladora, pasivo-agresivo, como mi relacion con los niños expresaba mi sexualidad. "Estos supuestos la ofendian, y ella no creía que fuera cierto. En última instancia, sin embargo, le dijo a los médicos lo que ella pensaba que querían oír, y la dejaron ir.

Melissa vio a un psiquiatra, quien le recetó medicamentos para la depresión y la ansiedad, y ella pasó por varios programas de pacientes externos con mejores resultados. Se trasladó a una nueva escuela por su tercer año de secundaria, lo que alivió la tensión social, era una atleta competitiva, actuado en obras de teatro y recaudó dinero para los niños pobres en la India que se entregó en persona. Fue aceptada por su universidad preferida. El verano antes de salir de casa, en una ceremonia realizada en un centro de tratamiento, me dijo, la madre de otra niña le dijo: "No entiendo por qué estabas aquí, en primer lugar, porque parece que lo tienes todo planeado. "Aparentemente ella aceptó el comentario como un cumplido, aunque se sobresaltó al darse cuenta de que parecía que todo el mundo se dejaba engañar. "En ese punto exacto en el tiempo", dijo, "Yo estaba pensando en nada más que estar viva."

Sus padres, preocupados, estipulaba que estarían dispuestos a pagar su matrícula universitaria sólo si asistió a sesiones de terapia semanales en el centro de servicios de salud de la escuela, que se informe de asistencia perdida para ellos. Pero Melissa quería empezar de nuevo. Saltó sesiones y dejó de tomar su medicación - a pesar de los efectos secundarios potencialmente peligrosos de dejar de fumar abruptamente - salvando las píldoras en una bolsa en su lugar. Su madre me dijo que ella voló a ver cómo estaba, pero Melissa no quería verla. Ella tenía 18 años por aquel entonces, y se encarga de su propia atención médica. En la casa de té, Melissa describió cómo decorar su nueva habitación de la residencia, la colocación de un cartel de Harry Potter que trajo de su casa y hacer la cama con sábanas azules que su madre compró para ella cuando ella tenía 13 años y el miedo de ir a dormir. Encontró a sus amigos, comenzó a beber y usar drogas de nuevo y se quedó retrasada en sus clases. Alrededor de un mes en el semestre, dijo, un episodio doloroso entre ella y un chico que estaba viendo la convirtió en el chismes del campus, haciendo que se sintiese afligida y expuesta. No podía decir exactamente cómo ni cuándo ideó un plan para usar las pastillas que había guardado como "una medida de salida de emergencia."

Ella tiró de un lazo de pelo de color rosa en la muñeca. "Estoy teniendo un momento difícil de explicar esto", me dijo. "No fue un momento específico. Fue todo ".

Le pregunté si los terapeutas que vio alguna vez le preguntaron si ella tenía pensamientos suicidas. "Ellos siempre me preguntaron," ella dijo. "Y la respuesta siempre que dio fue que sí, que tenía pensamientos, y que no me gustaría nada actuar. Era una especie de respuesta robot, y en realidad no era cierto, pero yo no estaba en condiciones de que yo pudiera decir, 'No, me encanta mi vida, y yo no estaba en una posición en la que podría decir "Sí, me paso subterráneo paseos de planificación de mi nota de despedida."

En la noche después de Halloween, Melissa se cernía sobre y de desgaste de su traje de ángel de la noche anterior, cuando ella y su compañero de habitación, vestido como un diablo, fue a una fiesta de la escuela. Una semana antes, ella revivió la relación con el chico que le hizo daño. Ahora ella recibió un mensaje de él diciéndole que deje de ser tan necesitada. Recordó la sensación de que todo el mundo sería mejor si ella desaparecía, ella no estaba haciendo del mundo un lugar mejor y no se merecía estar en el. Sentada en su cama, ella escribió una carta de despedida en su cuaderno preferido, mientras que su compañero de habitación y algunos de sus amigos escuchaban música e hacían los deberes. Cuando los amigos de Melissa le preguntaron si quería ir al comedor para el helado, ella se negó. Cuando se fueron, se tragó las píldoras. Se despertó de un coma en terapia intensiva, intubada. Los paramédicos le habían quitado la ropa con tijeras, revelando la frase "No resucitar" garabateadas en sus antebrazos en Sharpie rojo. No recordaba escribiéndola.

Melissa le resultaba difícil decir por qué trató de suicidarse cuando lo hizo - como aquella noche se diferenciaba de los demás cuando se había sentido herida o triste. "Como que me golpeó todo a la vez", dijo. "Yo estaba detrás en mis clases. Sentí como mis amigos estaban avergonzados por mí. Y, no sé, me sentí tan mal como si me hubiera jodido mi vida que esta era la única manera de salir ".

Nock no tenía intención de dedicar su carrera a la investigación de la autolesión. El hijo de un mecánico de automóviles, que creció con el bombeo de gasolina y aprendió a arreglar los coches en la estación de servicio de sus propios padres en Basking Ridge, NJ, teniendo también otros puestos de trabajo: Auxiliar de esmoquin de alquiler, guardia de pista de hielo, taller de reparación de parabrisas. Fue el primer miembro de su familia en graduarse en la universidad y esperaba usar su título en psicología para convertirse en un médico y trabajar con los pacientes. Pero cuanto más tiempo pasaba con las personas que se hacen daño a sí mismos, más preocupado por el tratamiento de su comportamiento estaba. Su primera práctica, mientras que cursaba una licenciatura en la Universidad de Boston, estaba en una unidad psiquiátrica para pacientes violentos propensos a graves lesiones autoinfligidas: un hombre sacó su ojo, otro llegó con profundos cortes en sus brazos. Nock, que rara vez se menciona a sus propios sentimientos, incluso cuando le pregunté preguntas personales, dijo que creció cerca del paciente más joven en la unidad, un hombre de su edad. "Cuando estaba en tratamiento, era bastante estable, un tipo muy feliz, un hombre muy optimista", dijo Nock. "Hablábamos mucho de hip-hop y el fútbol." Cuando fue liberado, en torno a las prácticas de la época de Nock estaba terminando, se suicidó. Él fue la primera persona que Nock supo que murió por suicidio, y Nock no lo había previsto. Luego pasó a obtener un doctorado en psicología de la Universidad de Yale, y en lugar de unirse a la práctica clínica, se volvió a la academia y la investigación.

No hay nada que en la literatura médica que sugiera un método fiable para identificar con precisión los pacientes suicidas. La primera referencia conocida al suicidio es un poema, escrito en papiro en Egipto hace 4.000 años. Desde entonces y hasta la década de 1700, artistas, filósofos y figuras religiosas, en lugar de médicos o científicos, fueron los únicos que lidiaron con el asunto, de acuerdo con la historia completa de George Howe Colt, "The Enigma of Suicide." Fue un sociólogo Émile Durkheim, quien ofreció la primera teoría unificada de suicidio, "Le Suicide", que se ha basado la ciencia del suicidio desde que fue publicado en 1897. Durkheim sostuvo que se producen sentimientos suicidas en respuesta a la relación de una persona con la sociedad: no forma parte de una comunidad y de repente las interrupciones en el tejido de la vida diaria son posibles desencadenantes. Freud clasificó el suicidio en la misma categoría que el masoquismo, lo que atribuyó a un superyó agresivamente crítico de encender el auto. Teorías psicológicas recientes postulan que el suicidio es impulsado por un intenso dolor mental: desesperanza, un anhelo de escapar, una sensación de no pertenencia, sentimientos de gran manera agravados.

Pero el comportamiento suicida también parece darse en familias, lo que sugiere que tiene raíces biológicas. "Creemos que hay muchos genes - que podría haber cientos, puede haber miles, cada uno de los cuales podrían contribuir con una cantidad pequeña de forma individual" a mayor riesgo, dice Jordan Smoller, especialista en genética psiquiátrica en el Hospital General de Massachusetts, que ha colaborado con Nock. Gustavo Turecki, el director del Grupo de McGill de Estudios de suicidio, también ha demostrado que un factor de riesgo importante relacionado con el suicidio, después de haber sufrido abusos en la infancia, puede causar cambios en los receptores de las células del cerebro que regulan la hormona del estrés cortisol, dejando el cerebro en un estado químico de mayor estado de alerta que hace que una persona a reaccionar de forma exagerada al estrés. "Nuestras emociones están en alguna parte codificada en nuestros cerebros", Turecki me dijo, e identificar qué mecanismos conducen al suicidio podría permitir que un día los científicos tengan tratamientos farmacológicos a medida para reducir el riesgo. Ahora, sin embargo, las pruebas de Nock parecen ofrecer nuestra mejor esperanza para una herramienta de diagnóstico que puede trabajar en cualquier persona, sin importar lo que los factores sociales y biológicos complejos están provocando pensamientos suicidas. También ofrecen una manera de ver cómo funciona este tipo de pensamiento, lo que podría ayudar a entender por qué sucede.

En 2003, durante su primer año enseñando en Harvard, Nock se acercó a su colega Mahzarin Banaji con una propuesta. Banaji había ayudado a desarrollar el Test de Asociación Implícita, que fue presentado a la psicología social hace cinco años y se ha convertido en famoso por su capacidad para medir los prejuicios que los sujetos o bien no les importa reconocer o no se dan cuenta que tienen en temas como la raza, la sexualidad, el sexo y la edad. Nock se preguntó si el I.A.T. podría ser configurado para medir el sesgo de las personas y en contra de estar vivo y estar muerto, y Banaji pensó que valía la pena intentarlo. Ellos experimentaron con varias versiones en el laboratorio de Nock y en el departamento de psiquiatría de emergencia al Hospital General de Massachusetts. Luego ponen su mejora en un ordenador portátil y se lo ofreció a los pacientes generales de comunicación, muchos de los cuales recientemente habían amenazado o intentado suicidarse, 157 accedieron a tomarlo. Encorvado en sillas plásticas de la sala de espera o apoyado en la cuna mientras esperaban a un médico para admitir o descargarlos, a menudo se mostraron agradecidos por una distracción.

El equilibrio del equipo en sus muslos, los pacientes mantuvieron sus dedos índices sobre las teclas del teclado izquierda y derecha. El título "La vida", apareció en la esquina superior izquierda de la pantalla, "muerte" en la parte superior derecha. En el centro, las palabras asociadas con uno de los encabezamientos aparecieron uno a la vez. Los pacientes pinchó la tecla izquierda para enlazar "vivo", "sobrevivir", "respirar", "crecimiento" y "en vivo" con "Vida", el botón derecho corresponde "funeral", "sin vida", "morir", "fallecido" y "suicidio" por "la muerte". Los investigadores pidieron a los voluntarios para hacer esto lo más rápido que pudieron. Cada palabra tiene una respuesta correcta. Si los pacientes se ponen "crecer" con "muerte", por ejemplo, una X roja apareció, y la prueba se detuvo hasta que lleguen a la clave adecuada. La clasificación continuó como las palabras reaparecieron al azar. Después de un minuto, los encabezados cambiaron de bando y se repite el proceso. Entonces aparecieron nuevas rúbricas - "Me", "No Me" - junto con nuevas palabras para ordenar: "yo", "yo", "yo", "mi", "mío", "sí", "suyo" "ellos", "ellos", "sus". Otra vez los encabezados volteado lugares, y la clasificación continuaron.

Una vez que los pacientes que habían establecido un ritmo, la prueba comenzó a medir el sesgo. Las cabeceras se dobló: "La vida" por encima de "Me" y "muerte" por encima "Not Me", obligando a los examinados para golpear el mismo botón al grupo "crecimiento" y "respirar" con el "yo", "mi" y " yo mismo. "" Die "y" funeral "fue con" ellos "," ellos "," ellos ". Teóricamente, el más rápido de los pacientes fueron y el menor número de errores que cometieron en esta parte de la prueba, más que ellos mismos asociados con vivir.

A continuación, "vida" y "muerte" cambiaron de lugar, el intercambio de las asociaciones, la misma clave agrupada "yo" y "mi", con "funeral", "suicidio", "morir", "fallecido" Agilidad en esta parte de la prueba. sugiere una asociación con la muerte.

Los médicos de todo tipo, incluidos los psicólogos, no hacen más que pura casualidad en la predicción de quien intenta el suicidio y quién no. Sus pacientes a menudo mienten sobre sus sentimientos para evitar la hospitalización. Muchos de ellos también parecen inducir a error por accidente, sin darse cuenta de que son un riesgo para sí mismos o la realización, pero sin saber cómo lo dice. Alrededor del 90 por ciento de los jóvenes que se suicidan han visitado a sus médicos de atención primaria dentro de un año, casi el 40 por ciento de los adultos hace menos de un mes. La oportunidad de ayudarles parece enorme, aunque sólo hubiera una manera de ver apariciones anteriores y determinar una inclinación que podrían estar escondidos - tal vez incluso de ellos mismos.
***
Los pacientes generales de comunicación y sus médicos calificados en escalas separadas la probabilidad que pensaban que iban a tratar de quitarse la vida en el futuro. Cuando los investigadores comprueban en cada paciente seis meses más tarde, descubrieron que, como era de esperar, los médicos habían ido mejor que 50-50 en sus predicciones. Propios pacientes, resultó que eran sólo un poco más preciso. El IAT, para sorpresa de todos, superó a los dos. Las personas que ordenan las palabras más rápidamente cuando "la muerte" fue emparejado con "Yo" que con "Not Me" probaron tres veces más propensos a intentar suicidarse que las personas que ordenan las palabras más rápidamente cuando "Life" se combina con "Yo". El IAT, al parecer, estaba recogiendo una señal de aumento de las tendencias suicidas que el método más utilizado para la evaluación de riesgo - una entrevista clínica - había sido incapaz de detectar.

En una mañana inusualmente cálido en enero, un Hospital McLean van Melissa dejó fuera en el laboratorio de Nock, donde uno de sus investigadores postdoctorales, Cassie Glenn, corría el IAT y otros dos ensayos en voluntarios de 12 a 19 años de edad. Se había anunciado para los sujetos en Craigslist y Twitter ya través de volantes en los hospitales. Unos ocho examinados llegaron en el mes pasado, a menudo las tardes de domingo, en rosa sudaderas o jeans con agujeros en las rodillas zip-up, vistiendo Medias Rojas tapas o sombra de ojos brillo. Conocí a una chica que estaba risueña y dos chicos que eran tímidos. Dos voluntarios no eran todavía 18 años y trajeron a sus madres. Glenn, un alegre Roller Derby jugador con un tatuaje colorido debajo de cada muñeca, les dio un formulario de permiso que podrían firmar para que me miro tomar las pruebas o los entrevistan. Protector de sus súbditos, siempre me pidió que esperara fuera de la vista para que no se sienta presionado. Melissa fue la cuarta para firmar en conocerme. Cuando Glenn nos presentó, Melissa le tendió la mano, enumerando ligeramente hacia un bolso con los animales de dibujos animados cosidos en su lado, colgado del hombro opuesto. "¿Sería posible tomar un descanso?" Preguntó Glenn. "¿Podría bajar a fumar un cigarrillo?" Glenn dijo que sí, siempre y cuando ella se fue con ella. "Usted puede venir también", Melissa me dijo: "si quieres hacerme preguntas."

En el exterior, se alza sobre un estante de la bici, el embalaje Marlboro Red 100s contra su palma. Le pregunté por qué se ofreció como voluntaria para las pruebas, y ella me dijo que en la universidad, ella tomó una clase de psicología en la que leyó los estudios de casos sobre famosos. En McLean, curioso acerca de lo que sería como para ser sujeto de investigación, le pidió a los médicos la forma de convertirse en uno. "Siempre he estado interesado, desde el punto de vista de un observador, en lo que dirían de mí", dijo. Hizo una pausa, dio una calada y miró calle abajo mientras exhala, en el papel de un trágico ingenua dejando claro que sabía que estaba en el escenario - es una parte real de ella era vulnerable a mi opinión. Nock me había dicho que hablar con la gente acerca de sus intentos previos de suicidio no aumenta las probabilidades de que se vuelva a intentarlo. Pero sigo preocupado por pedir Melissa revisar su experiencia. Quería saber que ella no le haría daño a sí misma otra vez, pero no pude. Tenía miedo de que si lo hacía, me sentía responsable. Fue, me di cuenta, la misma ansiedad que escuché de los clínicos y los investigadores y familiares y amigos que están involucrados con la gente piensa que es un riesgo elevado de suicidio. No había nada que yo o cualquier otra persona, podría hacer que estar absolutamente seguro de que ella estuviera a salvo.

Tomamos el ascensor al piso de arriba. En una pequeña habitación amarilla, Melissa Glenn instaló en una silla de madera frente a un PC de aspecto antiguo Glenn y yo vimos a través de una ventana cuadrada polarizados detrás de ella. La primera prueba fue el Stroop, que los psicólogos utilizan para identificar las palabras que son especialmente significativos para el tomador de la prueba. En la versión de Nock, las palabras aparecen en pantalla en letra azul o rojo, y lo más rápido posible el examinado empuja una clave si la palabra es de color rojo y otra tecla si es azul. Las personas que están pensando en el suicidio, a sabiendas o no, parecen tener una fracción de segundo más que apretar el botón cuando la palabra en la pantalla se relaciona con el suicidio que cuando es una palabra neutral como "motor" o "museo". Como Melissa tocar las teclas, las palabras apenas registrados como algo más que explosiones de color: La "feliz", "funeral", "suicidas", "solo", "museo", "dead", "placer", "papel", "placer "," papel "," rechazado ".

Luego vino el I.A.T. En la pantalla, las palabras aparecieron y desaparecieron como un time-lapse koan: "fallecido", "die", "yo", "respirar", "yo", "crecer", "mi", "funeral", "suicidio "," sí "," fallecido "," respirar "," crecer "," ellos "," die "," a mí mismo. "

"Me perdí un poco", dijo Melissa disculpándose cuando terminó la prueba y Glenn abrió la puerta. "No te preocupes", dijo Glenn, "Echo de menos algunos, también."

Nock y su equipo se están ejecutando actualmente el IAT y de Stroop en los hospitales locales y militares, así como en el laboratorio. También están experimentando con otras medidas. Glenn tarde dio auriculares Melissa y electrodos conectados debajo de su ojo para medir la cantidad de un músculo se contrae cuando escuchó una explosión de ruido de la intención de asustarla. El ruido fue acompañado de una serie de fotografías, algunas de las cuales estaban relacionadas con el suicidio sin ser demasiado gráfico, como un hombre de pie delante de un tren. La hipótesis de Glenn es que los adolescentes tienen que superar el miedo a la muerte a intentar suicidarse y que cuanto menos sorprendidos que están en la búsqueda de imágenes relacionadas con el suicidio, es más probable que sean para tratar de quitarse la vida en el futuro. El plan de Nock es finalmente combinar cuatro o cinco pruebas que miden ligeramente diferentes procesos cognitivos en una herramienta diagnóstica única que puede entregar una puntuación de riesgo. Sin embargo, las puntuaciones Melissa y otros que ahora tendrá un significado más completo solamente lo largo de meses y años de trabajo - ya que los investigadores a analizar, junto a la luz de lo que los que tomaron el examen van a hacer: ser más o menos deprimido, iniciar o dejar de tener tendencias suicidas pensamientos, daño a sí mismos de otra manera o intento de suicidio. Glenn llamaba Melissa en seis meses y otra vez en un año para preguntarle cómo estaba haciendo y añadir las respuestas a su archivo.

Si estos datos llevan a pruebas de diagnóstico fiables, los investigadores podrían utilizar como una herramienta de medición para el diseño de los estudios de suicidio que reflejan el Estudio del Corazón de Framingham, que ha guiado cómo tratar y prevenir las enfermedades cardiovasculares: hace 65 años, los investigadores comenzaron a rastrear los hábitos de y la compilación de workups médicos regulares en 5209 los residentes de Framingham, Massachusetts, no fue inicialmente claro cuáles son los datos que estaban recogiendo significaban. Pero en las últimas décadas, ya que algunas personas desarrollaron la enfermedad cardíaca y otras no, sus resultados de las pruebas anteriores y el comportamiento comenzaron a revelar cómo la presión arterial alta y el colesterol, el tabaquismo, la obesidad y la falta de ejercicio han ayudado a hacer que, ¿cómo se podrá incorporar los factores en una calculadora para determinar el riesgo y lo que conduciría a que el riesgo de abajo, una vez que estas ideas llevaron a los tratamientos, la tasa de muertes por enfermedades del corazón en todo el país, que ha ido en constante aumento desde el cambio de siglo, se inició un fuerte descenso.

Las pruebas cognitivas, por supuesto, no son a prueba de fallos como un análisis de sangre. Nock dice que es posible que los pacientes que tomaban el IAT o el Stroop para ajustar la velocidad de sus golpes de teclado si desean ocultar sus pensamientos. "Pero es mucho más difícil cambiar la forma de informar sobre la prueba de que al cambiar la forma de informar verbalmente a alguien." Dijo Nock. "Es muy fácil decir:" Yo no quiero suicidarme. Estoy totalmente bien. '"Cualquier persona puede optar por no revelar lo que realmente está pensando. Es mucho más difícil, Nock dijo, para engañar a las pruebas.

Pero incluso si las pruebas podrían ofrecer una puntuación de riesgo de suicidio en estos momentos, los médicos y los investigadores todavía tienen preguntas acerca de cómo se utilice el número para el tratamiento de los pacientes. "Una de las cosas que me pregunto es ¿qué hacer si alguien resultados positivos en una de estas cosas y ellos niegan que son suicidas", dice David A. Brent, que tiene una cátedra en estudios de suicidio en la Universidad de Pittsburgh Facultad de Medicina. "Es cierto que prefiero tener la información que no. Pero es una cosa interesante, ya sabes, para decir: "Mira, de acuerdo con esto usted está pensando en el suicidio." ¿Y usted será capaz de mantener a alguien en el hospital a causa de eso? ¿Cambiaría su tratamiento? Yo no estoy muy seguro ".

La negativa de Nock a aceptar cualquier sabiduría que no puede ser probado, incluyendo la noción aparentemente lógico que simplemente hacer que la gente más suicidas en el tratamiento podría resolver el problema, lo ha puesto en desacuerdo con los médicos que creen que sus métodos de trabajo y que los interrogatorios podría costar vidas . En enero, en colaboración con Ronald Kessler, un epidemiólogo de Harvard, publicó un estudio que muestra que aproximadamente uno de cada ocho adolescentes estadounidenses reportaron experimentar pensamientos suicidas serios. Sorprendentemente, más de la mitad de ellos estaban recibiendo terapia antes o durante el período en que se convirtió en suicida. Algunos médicos Nock por correo electrónico a expresar la ira que iba a hacer este tipo de estadísticas públicas. Su posición, dijo, es que si le dices a la gente de tratamiento no es eficaz, te dejan de venir. "Pero creo que hay un equilibrio aquí", dijo Nock. "Sí, queremos que las personas reciben tratamiento. Pero al mismo tiempo, queremos asegurarnos de que el tratamiento que están recibiendo es eficaz. "Marsha Linehan, profesor de psicología en la Universidad de Washington, ha demostrado que la terapia intensiva diseñada para cambiar los patrones de pensamiento y comportamiento se puede reducir el riesgo de intentos de suicidio entre los pacientes altamente impulsivos con problemas emocionales graves. Este fue el tratamiento Melissa recibió en McLean. La evidencia preliminar sugiere que las otras intervenciones existentes podrían funcionar también, pero - en gran parte debido a lo difícil que es saber quién es suicida y cuando - la mayoría de las personas en alto riesgo no se benefician de ellos.

Una gran inversión de dinero y recursos humanos del Ejército va a revolucionar el ámbito de la recopilación de datos sobre el comportamiento suicida. Nock y su equipo están participando en el Estudio del Ejército para evaluar el riesgo y la resiliencia en Los militares, que se puso en marcha en 2009 y es la investigación más completa de suicidio jamás emprendido. El acceso del Ejército a miles de voluntarios que llevan estilos de vida comparables y sobresalir en las instrucciones siguientes ofrece un laboratorio único para estudios longitudinales Framingham escala. Nock prevé, por ejemplo, un día radiante de las pruebas IAT, Stroop y otra a los teléfonos para Militares diaria - una hazaña tecnológica impensable hace una década. Estos resultados podrían revelar pensamientos suicidas en tiempo real. También podría ofrecer una manera de controlar a los pacientes que se sabe que un alto riesgo y llamarlos si parecen estar entrando en una peligrosa trama de la mente.

"En este momento, pedimos a la gente si son suicidas", dijo Nock. "Y si dicen que sí, les damos medicamentos para tratar de hacerlos menos deprimido o menos ansioso o menos psicóticos o tener un estado de ánimo más estable. Y entonces hablamos con ellos. Lo hacemos terapia de conversación. Y esencialmente a hablar en no ser suicida más. Y sobre todo, como una estrategia para mucha gente no parece ser curativa. "Pero si los médicos pudieran ver qué pacientes son suicidas en un momento dado, podría ser capaz de volver a entrenar su pensamiento autodestructivo en base a sus calificaciones. Si, como la I.A.T. parece sugerir, asociándose más con la muerte que con la vida aumenta el riesgo de suicidio, romper esa asociación podría disminuirlo. Para averiguarlo, Nock está desarrollando tareas de la computadora que espera podría ayudar a la gente, a través de la práctica rutinaria, a identificarse más con estar vivo que muerto. Sus investigadores también están comenzando a probar si la formación de las personas a pensar más positivamente acerca del pasado y el futuro que les hace menos propensos a intentar el suicidio. Nock habla a menudo de "convertir palancas", como si se tratara de un operador ferroviario-switch dotación de una unión existencial. "¿Podemos pensar en el suicidio como resultado de problemas con la memoria o la cognición o la atención?", Dijo. "Y si es así, ¿podemos gire las palancas en las cosas para que la gente menos propensos a pensar en el suicidio? Por lo tanto, no está dando una pastilla, sino que está dando una formación ".

Antes de conocer a Nock, me pregunté qué alguien cuya investigación requiere constantemente profundizar en el dolor de los demás debe ser. Me imaginé que sería solemne y cansado. Pero él es un mecánico de fondo y el temperamento. Su búsqueda de soluciones es socrático, no quijotesca. Él es un optimista. "Es un problema complejo", me dijo una vez que, a su manera razonable ", pero hay respuestas a la misma." En este punto de su carrera, se ha pedido a cientos de personas por las que trataron de quitarse la vida. Más a menudo que no, sus respuestas han alimentado y no entorpecido su curiosidad.

Una tarde, en su oficina en enero, le pregunté si alguna vez había conseguido una respuesta que tenía sentido para él. Fue una fiesta de la escuela, y la mayor parte del edificio estaba vacío. Nock, trabajando hasta tarde, llevaba un top chándal y tratando de patear a cinco tazas de-un día-hábito café sorbiendo una taza de sidra de manzana. En el exterior, muy por debajo en la oscuridad, los copos de nieve se slicking las carreteras.

Nock empezó a hablar de dolor. Imaginó el edificio estaba en llamas y que salta de la ventana era la única salida. Evocó las infecciones del oído perforación que ninguna droga puede tocar. Él dijo que él sabe lo que se siente al estar en el dolor intenso y tiene una necesidad urgente de que se detenga, a pesar de que nunca ha sido un suicidio. Pero él sabe de su investigación que en la mayoría de los casos, sintiendo suicida - por cualquier razón - es un estado que va y viene. Esto es lo que le impulsa a su vez palancas, para mantener pidiendo a la gente que intentan suicidarse, "¿Por qué?" Tan individual como sus respuestas son, tienden a compartir al menos un detalle. "Casi todos ellos", dijo, "digo," Me alegro de que no muera. "

Todo el mundo desea la vida podría ser diferente; primera opción de nadie es estar muerto. Melissa quiere ser una actriz o un escritor. Eso le molesta, me dijo, a pensar en la angustia que su intento de suicidio causado a su familia y amigos, y ella está trabajando en la construcción de una vida que ella puede sentir la pena vivir. Pero ella ha dicho que también hay momentos en los que se enfrenta el impulso de lastimarse de nuevo. Ella fue siempre la materia-de hecho-cuando hablaba de tratar de quitarse la vida - se sentía, dijo, como contar una historia sobre alguien más. En la tarde nos reunimos en la plaza, parecía cansado de refrito del pasado y con ganas de ir a clase. Trazó una marca húmeda a lo largo de la mesa y habló en voz baja acerca de lo que eufemísticamente se llama su nota de despedida. "La palabra 'suicidio' tipo de sacarme los fanáticos", dijo, "así que trato de no decirlo." Fuente: Por KIM Tingley, The NYT. 26 de junio 2013 Kim Tingley es columnista de OnEarth.org. La última vez que escribió para la revista acerca de la Segunda metro Avenida.

Editor: Dean Robinson
Fuente:
http://www.nytimes.com/2013/06/30/magazine/the-suicide-detective.html?emc=tnt&tntemail0=y#comments