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sábado, 7 de mayo de 2022

El innovador y exitoso método nórdico para acabar con el acoso escolar

Lady Gaga, Shawn Mendes, Blake Lively, Karen Elson, Eminem, Kate Middleton y Mike Nichols. Estas son solo algunas de las personas que han hablado de su experiencia como víctimas del acoso escolar y el dolor que esto les ha causado en la infancia y en etapas posteriores de su vida.

Cualquiera que haya sido victimizado de niño comprenderá los sentimientos de vergüenza que pueden generar este tipo de experiencias. Y las consecuencias no se quedan ahí.

Investigaciones recientes sugieren que los efectos del acoso infantil pueden persistir durante décadas, con cambios duraderos que pueden ponernos en mayor riesgo de enfermedades mentales y físicas.

Estos hallazgos están llevando a un número cada vez mayor de educadores a cambiar su punto de vista sobre el matoneo: de una situación inevitable del crecimiento a una violación de los derechos humanos de los niños.

"La gente solía pensar que el acoso escolar era un comportamiento normal y, en algunos casos, que incluso podría ser algo bueno, porque ayuda a fortalecer el carácter", explica Louise Arseneault, profesora de psicología del desarrollo en el King's College de Londres, en Reino Unido.

"Les tomó mucho tiempo [a los investigadores] comenzar a considerar este comportamiento como algo que puede ser realmente dañino".

Con este cambio de mentalidad, muchos investigadores ahora están probando varios esquemas contra el acoso, con algunas estrategias nuevas y emocionantes para crear un entorno escolar más amable.

Cultura de tolerancia de la victimización
El Programa de Prevención del Acoso Olweus (Olweus Bullying Prevention Program) es uno de los esquemas que más se ha puesto a prueba.

Lady Gaga es uno de los personajes famosos que ha hablado abiertamente sobre su experiencia de acoso escolar.

Fue desarrollado por el fallecido psicólogo sueco-noruego Dan Olweus, quien encabezó gran parte de las primeras investigaciones académicas sobre la victimización infantil.

El programa se basa en la idea de que los casos individuales de acoso suelen ser producto de una cultura más amplia que tolera la victimización. Como resultado, intenta abordar todo el ecosistema escolar para evitar que prospere el mal comportamiento.

Como muchas otras intervenciones, el Programa Olweus comienza con un reconocimiento del problema. Por este motivo, los colegios deberían realizar una encuesta para preguntar a los alumnos sobre sus experiencias.

"Saber lo que está pasando en tu edificio es realmente importante y puede guiar tus esfuerzos de prevención del acoso escolar", dice Susan Limber, profesora de psicología del desarrollo de la Universidad de Clemson, en Carolina del Sur, Estados Unidos.

El Programa Olweus alienta a la escuela a establecer expectativas muy claras para un comportamiento aceptable, y las consecuencias si se infringen esas reglas.

"[Las sanciones] no deberían ser una sorpresa para el niño", dice Limber. Los adultos deben actuar como modelos positivos a seguir, que refuercen los buenos comportamientos y muestren tolerancia cero ante cualquier forma de victimización.

También deben aprender a reconocer los lugares dentro de la escuela donde es más probable que ocurra la intimidación y supervisarlos regularmente.

"Todos los adultos de la escuela necesitan una formación básica sobre el acoso: las personas que trabajan en la cafetería, los conductores de autobuses, el conserje", señala Limber

A nivel del aula, los propios niños organizan reuniones para discutir la naturaleza del acoso escolar y las formas en que pueden ayudar a los estudiantes que son víctimas de este comportamiento.

El objetivo, en todo ello, es conseguir que el mensaje anti-intimidación quede arraigado en la cultura de la institución.

Resultados positivos
Al trabajar con Olweus, Limber probó el esquema en varios entornos, incluida una implementación a gran escala en más de 200 escuelas en Pensilvania.

Sus análisis sugieren que el programa resultó en 2.000 casos menos de intimidación durante dos años. Es importante destacar que los investigadores también observaron cambios en la actitud general de la población escolar hacia el acoso, incluida una mayor empatía con las víctimas.

Los resultados de Limber no son los únicos que muestran que las campañas sistemáticas contra el acoso pueden generar un cambio positivo.

Todo el personal de la escuela debería estar alerta a las posibles señales de intimidación y matoneo.

Un metanálisis reciente, que examinó los resultados de 69 ensayos, concluyó que las campañas contra el acoso escolar no solo reducen la victimización sino que también mejoran la salud mental general de los estudiantes.

Curiosamente, la duración de los programas no pareció predecir sus posibilidades de éxito.

"Incluso unas pocas semanas de intervención fueron efectivas", dice David Fraguas, del Instituto de Psiquiatría y Salud Mental del Hospital Clínico San Carlos, en Madrid, España, quien fue el autor principal del estudio.

Atentos a las señales
La intimidación no acaba en la escuela, y Limber argumenta que los padres y cuidadores deben estar atentos a las señales que indican que puede haber un problema. "Debes ser proactivo al hablar sobre el tema, no esperes a que surja", dice.

"Puedes hacerlo como parte de una conversación del tipo: '¿Cómo van las cosas con tus amigos? ¿Tienes algún problema?'".

Ella enfatiza que el adulto debe tomar en serio las preocupaciones del niño, incluso si parecen triviales desde una perspectiva externa, al mismo tiempo que debe mantener una mente abierta.

"Escucha atentamente y trata de controlar tus emociones mientras las escuchas". El cuidador debe evitar hacer sugerencias apresuradas sobre cómo el niño puede manejar el problema, ya que esto a veces puede crear la sensación de que la víctima tiene la culpa de la experiencia.

Todos los sitios donde puede ocurrir el acoso dentro de la institución educativa deberían estar supervisados.

Si corresponde, el padre o tutor debe iniciar una conversación con la escuela, que debe elaborar un plan de inmediato para asegurarse de que el niño se sienta seguro. "Lo primero es centrarse en ese niño y sus experiencias".

Crecer rara vez va a ser fácil: los niños y los adolescentes están aprendiendo a manejar las relaciones sociales y eso va a traer dolor y malestar.

Pero como adultos, podemos hacer un trabajo mucho mejor al enseñarles a los niños que ciertos tipos de comportamientos nunca son aceptables: no hay nadie a quien culpar sino a los mismos agresores.

Estas lecciones podrían tener un impacto generalizado en la salud y la felicidad de muchas generaciones venideras.

*Este artículo fue publicado en BBC Future.

https://www.bbc.com/mundo/vert-fut-61283576

lunes, 20 de diciembre de 2021

_- El día que quemé mi corazón

_- Resulta dramático que una institución como la escuela, que pretende enseñar el camino de la felicidad, de la convivencia armoniosa y de la paz justa, se convierta para algunos alumnos y alumnas en un infierno. El sufrimiento se hace, a veces, tan insoportable que las víctimas se ven abocadas a tomar la decisión de quitarse la vida.

Es triste pensar en la noche de las víctimas de acoso escolar, que se acuestan pensando en el horror del día que ha pasado y en las seguridad de que al día siguiente volverá a repetirse la tortura. Es probable, además, que el sueño se pueble de pesadillas. ¿Por dónde escapar?

Cuesta pensar en esa horrible sensación de tener que levantarse para ir cada día al potro de tortura. Con la angustia, el miedo y la impotencia grabados a fuego en la piel. Callando por el miedo a que redoblen las agresiones y a que se cumplan las amenazas de los torturadores. Callando porque sienten vergüenza de lo que les está pasando y no lo quieren contar.

– Como digas algo a tus padres o a los profesores, lo pagarás caro.

Hace unos días, la cadena de televisión Antena 3 estrenó una película francesa titulada ”El día que quemé mi corazón”, del director Christophe Lamotte. Una película que cuenta la historia real de un joven estudiante francés que se inmola a los 16 años prendiéndose fuego, como consecuencia de un acoso escolar de más de seis años.

– “El 8 de febrero de 2011, dice el protagonista de la historia, decidí acabar con todo. Compré un litro de alcohol, lo vertí sobre mi ropa y me prendí fuego”.

La película se estrenó el año 2018 en Francia con motivo del Día Internacional contra el acoso escolar, que se celebra el día 2 de mayo desde el año 2011.

El caso de Jonathan Destin fue el origen de la primera ley francesa contra el acoso escolar en colegios e institutos de Francia. Fue necesario que un alumno se prendiera fuego para que se promulgase una ley, que llegó tres años después de la tragedia.

El autor del libro autobiográfico “Condamné à me tuer” (“Condenado a matarme”), Jonathan Dastin (interpretado en la película por el actor Martin Daquin), nació en 1994. Tiene ahora 27 años, si no he hecho mal el cálculo.

Ese libro ha servido para producir la película, que comienza con unas dramáticas imágenes del joven rociándose con gasolina y pendiéndose fuego. La prensa se hace eco de la tragedia con el impactante lema de “La antorcha humana”.

– “Todo empezó cuando tenía 10 años, dice Jonathan. Durante todo ese tiempo me acosaron en la escuela. Me pegaban, me intimidaban, me decían que matarían a mis padres”,

La película, desde el punto de vista cinematográfico, no tiene nada especial. Es una película que está más centrada en el qué cuenta que en el cómo contarlo. Es una película correcta, sin alardes, con inevitables flash backs, con un lenguaje sencillo.

Nos cuenta las burlas, los chantajes, las humillaciones, los golpes, las amenazas con las que se ceban algunos compañeros y compañeras de colegio. Y también algunas escenas de la vida colegial en las que sufre, por ejemplo en las clases de Educación Física. Tiene que saltar el plinton, dar volteretas, suspenderse de barras, dar saltos… Lo que para los demás es algo fácil y divertido para él resulta imposible y, como consecuencia, humillante. Dada su constitución pícnica se muestra incapaz, despertando las risas de sus compañeros y, en algún caso, del profesor. En otra clase, después de recibir un golpe de una compañera se gana sin rechistar la reprimenda de la profesora. Él, como suele suceder en estos casos, no desvela quién ha sido la que ha desencadenado la disrupción. La compañera sonríe cínicamente, alegrándose del injusto reproche que recibe Jonathan.

Le quitaban diariamente los diez euros que sus padres le entregaban para el desayuno. En cierta ocasión le colocaron una pistola en la frente y le exigieron que les diera cien euros.

– Si no nos das el dinero te mataremos y mataremos también a tus padres.

Después de la autoinmolación pasa varios meses en coma, los médicos se plantean hacer alguna amputación porque en las aguas del canal quedó congelado. Ha sido sometido, según cuenta en su libro, a más de veinte operaciones y todavía sigue en terapia para superar aquella tragedia.

La película muestra a los protagonistas de la historia: el acosado, los acosadores y acosadoras, los testigos, la familia (padres y hermana) el profesorado, el jefe de estudios y el director del centro, los padres de los acosadores…

Los acosadores y acosadoras, en realidad, son unos cobardes. Eligen al más débil cono su víctima. Su dolor les divierte. Y se rodean de una camarilla de turiferarios que les ríen las gracias. Porque todas las vejaciones son consideradas graciosas.

El jefe de estudios, interpretado por el excelente actor Patrick Demarescau, que no sabe que su hijo es uno de los acosadores, es una persona cercana a los alumnos. Cuando se entera de lo ocurrido, acude al Hospital donde se encuentra encamado Jonathan, como una momia, completamente oculto por las vendas. Solamente se le ve la nariz y la boca. Permanece en estado de coma desde el día trágico en que tomó la decisión autolítica. Después de incendiarse, diversos recuerdos de la vida familiar le impulsaron a arrojarse a un canal después de recorrer doscientos metros.

El Director de la institución le exige a su jefe de estudios que exima al centro de cualquier responsabilidad. Es la imagen del centro lo que le importa.

– Ya sufría acoso antes de llegar aquí, dice el Director, tratando de eludir cualquier responsabilidad,

Su postura es realmente deleznable. No existe ni una pizca de compasión en sus palabras. Incluso desde el punto de vista profesional adopta una actitud inadmisible:

No es mi trabajo saber si hubo acoso, dice enfadado. Pues yo creo que sí es su trabajo. Más aún, debería saber cómo y por qué no se ha detectado. Y qué responsabilidad existe en el intento de suicidio de uno de sus alumnos.

Los profesores celebran una reunión para analizar los hechos. Es curioso observar la sorpresa de la mayoría. ¿Cómo es posible que no veamos nada de nada, que ni siquiera alberguemos una sospecha? ¿Cómo puede fraguarse la decisión de un suicidio después de años de acoso, como sucedió en este caso, sin percibir ni un solo signo de alarma? Alguno, sin embargo, había observado con más atención y reconoce que Jonathan no se comportaba de una manera espontanea.

Pienso también en el padre, la madre (interpretada por la actriz Camille Chamaux) y la hermana de Jonathan. Porque ellos tampoco se percataron de la tragedia que estaba viviendo Jonathan. Ni siquiera en los álgidos días en que se fragua la fatal decisión. Es más, cuando el padre es informado por su mujer de que su hijo era acosado, dice:

– Es imposible. Él es muy fuerte. Les hubiera dado una paliza a todos.

Es preocupante también la insolidaridad de todos los testigos. Los alumnos y alumnas conocen bien lo que pasa. Son testigos directos de los abusos. Pero se callan. Temen las represalias de los violentos. Saben que ellos pueden pasar a ser las víctimas si hablan.

Escuela y familia tienen una tarea educativa que debe estar encaminada a la prevención de este fenómeno (que hoy se ve agrandado por el uso nocivo de las redes sociales). Y que deben permanecer atentas (hay que educar los ojos para ver, hay que cuidar el corazón para que el otro importe) ante el sufrimiento de las víctimas.

Jonathan no solo ha escrito el libro para ayudar a descubrir y afrontar esta lacra. Imparte conferencias en Colegios e institutos, concede entrevistas (fue entrevistado en Antena 3 con ocasión del estreno de la película), hace campañas… No quiere que nadie viva lo que él tuvo que soportar y que todavía perdura (“Las secuelas psicológicas son las peores”, dice). porque considera que hay que evitar a toda costa esta tragedia.

El acoso escolar es un cáncer de las instituciones educativas. ¿Cómo es posible que nos pase inadvertido tanto dolor, tanta angustia, tanta desesperación? ¿Cómo no detectamos el sufrimiento de esos alumnos y alumnas que viven a la desesperada una vida infeliz, llena de miedo y de dolor?

Y los alumnos y alumnas tienen que saber que es una obligación moral delatar a los torturadores. El silencio les hace cómplices de la tortura. No son chivatos, no son acusicas. Es un error considerarse buenos compañeros porque no hablan. Tienen que ser buenos compañeros de las víctimas.

Blog El Adarve. Miguel Ángel Santos Guerra.

sábado, 5 de septiembre de 2020

_- Dolor en la escuela, El Bullying.

_- Resulta sobrecogedor que una institución que está creada para formar personas felices, sea el lugar en el que algunos alumnos y algunas alumnas encuentran dolor, angustia, desesperación e, incluso, la muerte. Hablo del bullying o acoso escolar. Se trata de un acto o una serie de actos intimidatorios y normalmente agresivos o de manipulación por parte de una persona o varias contra otra persona o varias, normalmente durante un cierto tiempo. Es ofensivo y se basa en un desequilibrio de poderes.

Acabo de prologar un libro, coordinado por Arnaldo Canales, que pronto verá la luz en Santiago de Chile. Se titula “Historias que sanan”. Una hermosa paradoja este título ya que las historias que han causado daño, al ser contadas, curan a quienes las cuentan y a quienes las leen. Arnaldo, presidente de la Fundación Liderazgo Chile e impulsor de la Ley de Educación Emocional en dicho país, predica con el ejemplo. Pide que otros escriban, pero lo él hace también en un doble y valiente relato, uno en el que humildemente se confiesa verdugo y otro en el que describe sus vivencias de víctima.

Las historias del libro curan porque previenen. Y curan porque cicatrizan. Curan porque ayudan a reflexionar y curan porque ayudan a sentir. La reflexión demanda que no se repitan estos casos tan dolorosos y la compasión nos redime ante las víctimas.

El libro, escrito con la sangre, contiene catorce relatos autobiográficos en los que los autores y autoras (más chicas que chicos, por cierto) cuentan el calvario que vivieron en la escuela. Sobrecoge imaginar el terror con el que estos niños/jóvenes acudían a la institución escolar cada mañana, como si fueran al patíbulo. Iban a sufrir, no a disfrutar. Iban a ser machacados y machacadas, no a ser protegidos y queridos. Iban a sufrir, no a aprender.

Voy a elegir algunos párrafos de tres de esos relatos. Me ha costado decidirme por estos tres, ya que todos son extraordinariamente interesantes, por auténticos y dolorosos.

Yanira García Correa titula su relato “El poder de las palabras”. Describe el comienzo. Y dice:Recuerdo el día en que todo comenzó; la profesora estaba preguntando de dónde éramos, para conocernos, y cuando me tocó a mí, todos me miraron sorprendidos y comenzaron a susurrarse cosas. Desde ese día, el acoso era algo constante, algo del día a día, tan rutinario, no había ni siquiera un día de silencio. Aislamiento, nadie quería incluirme en grupos de trabajo, nadie se juntaba conmigo en los recreos, me elegían de las últimas en las actividades de educación física, me gritaban insultos, me escondían mis cosas. Una infinidad de momentos que hacen que la vida de una niña se vuelva tan triste. Llegó un momento en que comencé a mentir; sentía que esa era la única forma en la que por fin me podrían aceptar, pensé que así al menos tendría un amigo, eso era todo lo que quería. Pero no valió para nada lo que pensé; les había dado otro motivo por el que acosarme, ahora me gritaban mentirosa”.

Haré referencia a un segundo relato de los que integran el libro. La autora se llama Macarezza Meléndez y titula su historia con una contundente palabra “Burlas”. Extraigo este párrafo, que se centra en los motivos de la saña:

“De niña yo tenía una gran inseguridad: mis orejas. No podían gustarme, sentía que eran muy grandes, que eran muy largas, que eran muy todo. Evitaba recogerme el cabello en una cola, utilizaba siempre mi pelo suelto cubriéndolas o usaba gorros y evitaba que la gente las mirara por mucho tiempo, porque me sentía insegura y en casa lloraba por ello. Algunos compañeros míos me molestaban sistemáticamente, incluso mis amigos, y yo me sentía muy mal al respecto. Siendo una niña, no sabía qué hacer para cambiar las cosas, e incluso llegué a pedirle a mi madre que me operara lo antes posible porque me acomplejaban”.

Tercer párrafo relacionado con las consecuencias. Claudia Soto titula su relato ”Barbie negra”. Estremece leer lo que escribe: “Fue tanta la depresión que intenté suicidarme siete veces, buscaba desesperadamente trozos de vidrios, quería sentir un dolor más fuerte del que ya sentía, me lancé a un gran pozo de leña, me golpeé tantas veces con la madera y nada, tomé pastillas hasta casi desmayarme en frente de un río, una compañera evitó que me ahogara…”.

¿Cómo puede soportar tanto dolor un niño o un joven que está abriéndose a la vida?, ¿qué visión pueden tener del mundo en que viven?, ¿qué sentido puede tener para ellos un futuro que solo ofrece desesperación?, ¿cómo sorprenderse de que les ronde la idea del suicidio?

En esos relatos aparecen cinco tipos de víctimas. Los que practican el bullyng son también victimas porque se convierten en crueles verdugos. Son también víctimas porque se convierten en miserables agentes del mal. Se envilecen convirtiendo a un compañero en un objeto al que ponen al servicio de su sadismo. Me pregunto por los intrincados caminos que les han llevado a disfrutar haciendo daño al prójimo. Me pregunto por los extraños mecanismos psicológicos que les llevan a elegir a sus víctimas. Porque la víctima no es un compañero cualquiera. Es alguien con alguna tara física o psíquica pero, sobre todo, es alguien que no va a saber ni poder defenderse. Es alguien que reúne unas características peculiares que son cuidadosamente estudiadas por los agresores.

Son víctimas también aquellos que corean, aplauden, ríen y graban las acciones del matón. No golpean pero alientan a quien lo hace. No abusan pero animan a quien toma la iniciativa. Pienso en ellos como víctimas porque se cargan de violencia moral.

Considero víctimas también a quienes callan. A todos aquellos que no tienen el valor de oponerse, de denunciar, de decir basta. Se lavan las manos, miran para otra parte, se encogen de hombros como si no fuera con ellos. Son víctimas porque el silencio les envilece.

Son víctimas de esa lacra quienes no son capaces de observar con sagacidad y atención. ¿cómo es posible que llegue un alumno al suicidio sin que nadie haya visto el más mínimo indicio de angustia o desolación?, ¿cómo es posible que se haya producido un dolor tan horrible sin haber oído una palabra o una señal de alarma?

Es víctima también la institución que, lejos de ser un espacio de aprendizaje de la convivencia, se convierte en una cárcel donde se practica la tortura.

Claro que las víctimas por excelencia son aquellas personas que son objeto de burlas, risas, golpes, humillaciones y desprecios. No en una ocasión aislada sino de forma persistente y asfixiante. Cuesta pensar que ese proceso destructivo, que se basa en la crueldad sistematizada, tenga lugar en la escuela. El verdugo suele actuar con un grupo que aplaude y ríe divertido y que calla y encubre. El verdugo busca adquirir poder y que todos le teman. En realidad, lo que dice a todo el mundo es: cuidado, que también te lo puedo hacer a ti. Busca provocar el miedo.

He leído recientemente el excelente libro de Keith Sullivan, Mark Cleary y Ginny Sullivan titulado “Bullying en la enseñanza secundaria. El acoso escolar: cómo se presenta y cómo afrontarlo”. Dicen los autores que “cuando las escuelas alaban la política contra el bullying, pero no la cumplen, ponen a los estudiantes en peligro. El mensaje es muy claro: las escuelas deben estar completamente implicadas en el desarrollo de un entorno seguro. Lo que hacen las escuelas es mucho más importante de lo que dicen”.

No sé si en estos tiempos de confinamiento habrá desaparecido el bullying de forma plena. Porque hay formas diversas de ciberbullying, como estudia con rigor Alejandro Castro Santander en su libro “Bullying duro, bullying blando y ciberbullying”. ¿Qué está pasando en este nuevo contexto?, ¿cómo se canalizan los impulsos sádicos?, ¿cómo se manejan los sentimientos? Hay que ponerse a observar, a preguntar, a pensar y a intervenir.

Tomado de Miguel Ángel Santos Guerra, El Adarve.

https://mas.laopiniondemalaga.es/blog/eladarve/2020/08/15/dolor-en-la-escuela-2/

domingo, 23 de febrero de 2020

_- Tú no harás nada en la vida.

_- He viajado a Ceuta invitado por la Unidad de Programas Educativos del Ministerio de Educación. Un hermoso viaje en helicóptero desde Málaga sobrevolando la Costa del Sol y el estrecho de Gibraltar. Y, al día siguiente, el regreso de noche con el suelo alfombrado de aguas y de luces. Pero lo más hermoso estuvo en los asistentes a las dos sesiones. Una de profesores y profesoras y otra de directivos y directivas de los colegios e institutos de la ciudad. Emocionantes actividades para mí al comprobar la expectación y la vibrante respuesta a los planteamientos que compartimos.

Al final de una de las sesiones estuve charlando con una profesora que, entre lágrimas, tuvo a bien compartir conmigo su historia. Le pedí que la escribiera para poder alertar a otros docentes verdugos y prevenir a otros alumnos y alumnas que pueden ser víctimas como ella. Afortunadamente, con su esfuerzo y su rabia, ella salió de un pozo profundo al que fue arrojada por la actitud irresponsable, insensible y cruel de quien tenía el deber de animarla y cuidarla.

Habla Watlawick de las profecías de autocumplimiento. La profecía de un suceso, dice, suele convertirse en el suceso de la profecía. Pero ella rompió el pronóstico y destrozó la profecía. Ella es ahora una maestra entusiasta que está haciendo realidad un sueño. Como ella cuenta, de niña llevaba a casa trozos de tiza y con ellos le explicaba a sus muñecos, en un teatro anticipatorio, lo que les deseaba enseñar. Le cedo la palabra a la protagonista a la vez que agradezco desde aquí la autorización explícita que me concedió para hacer pública su experiencia. Nadie lo puede contar mejor que ella.

“La vida pasa demasiado rápido a veces. Quizás sin darnos cuenta. Y cuando echamos la vista atrás vemos todo lo que hemos avanzado, todos los miedos superados, todos los fracasos convertidos en éxito.

A mis casi 28 años puedo decir que he tenido una vida bonita, pero con algunos momentos desagradables, sobre todo en mi adolescencia.

Durante años he sufrido acoso no solo en el colegio sino también en la calle. Supongo que es algo contagioso. Cuando alguien ve a un sujeto débil y sensible, lo fácil es atacar e imitar al resto.

Todo empezó en la secundaria, en el momento que pasé a primero de la E.S.O. El paso de la primaria a la secundaria siempre es algo lleno de ilusión, al menos para mí, ya que me encanta aprender cosas nuevas. Siempre me había encantado ir colegio. Pero no siempre trae buenas cosas. La etapa del desarrollo, la aparición de acné y ser una persona a la que nunca le ha gustado destacar sino mantenerse siempre en segunda fila, me pasaron factura y como ya he contado antes trajeron consigo el acoso. Yo, que era una niña de sobresaliente, empecé a bajar mis notas un poco, pero seguía siendo buena estudiante.

Llegué a segundo y mis problemas con mis compañeras iban a peor, pero nadie hacia nada. Recuerdo un día en clase con el profesor de Lengua y Literatura, estuvimos trabajando una redacción que hablaba del futuro, nos preguntaron en clase qué queríamos ser de mayores. Yo, sin ninguna duda, le dije que quería ser maestra. Siempre fue mi sueño. Recuerdo que cuando era niña robaba las tizas del colegio y me las guardaba en los bolsillos. Cuando llegaba a casa me metía en mi cuarto y pintorreaba mis armarios con cualquier cosa interesante para contarle a los muñecos. Era una adolescente llena de vida y de sueños, sueños que casi me arrebatan porque a veces las palabras duelen y te hacen pensar que no vales o que no eres capaz de hacerlo.

Empecé a bajar las notas, incluso a suspender algún examen, eso en mí era casi imposible y este profesor, este docente que sabía que su alumna no lo estaba pasando bien y que tenía sueños, se los destruyó en un minuto diciendo: “En esta clase hay gente excelente como Ana (llamémosla así) que conseguirá todo lo que se proponga y gente mediocre como fulanita (yo) que empezará pronto a suspender asignaturas y no hará nada en la vida” (Recordar este comentario en una clase donde la gente, no toda, se reía de mi, fue demoledor).

Por cierto, se me ha olvidado comentar que debido a este bullying desarrollé un trastorno compulsivo que consistía en que cuando me daba ansiedad cogía mi goma de borrar y me ponía a manosearla compulsivamente. Cuando me veían las niñas de mi clase, (porque por aquel entonces el colegio solo era femenino) se oía a una decir: miradla, ya está otra vez con la gomita.

Volviendo a la historia principal, el profesor me acaba de decir que soy mediocre y que seguramente no haga nada en la vida. Me vengo abajo, pero aguanto las, lágrimas me aferro a mi goma y dejo pasar las horas y los días pensando que un día esa profecía iba a ser autocumplida.

Llegué a cuarto de E.S.O. y me quedaron para junio tres asignaturas. Era excelente en mi casa, todo lo sabía hacer bien. Pero mi inseguridad en clase era tan grande que no daba pico en bolo y me quedaba en blanco casi siempre. Además, desarrollé una ansiedad que a día de hoy sigo arrastrando. Solo un maestro era capaz de ayudarme sin decir nada. El resto parecía que no quería darse cuenta que en clase no estaba bien; mejor dicho, no me trataban bien.

Llegamos a junio, aprobé las asignaturas y pude pasar un verano tranquilo, pero lo bueno, mi racha buena estaba por llegar. Por suerte, las niñas que había en mi clase eran de familias de un nivel socioeconómico alto, y todas (sobre todo la que más se reían de mi) se fueron a un centro privado a hacer bachiller. Como mis padres no podían permitírselo a mí me llevaron a un instituto público cerca de casa. Siempre lo digo y lo seguiré diciendo, fueron los dos mejores años de mi vida, volví a ser yo, volví a mis buenas notas, empecé a participar en clase. Me di cuenta de que mi luz, que yo creía fundida, simplemente estaba apagada y se volvió a encender, esta vez con mucha más fuerza. Terminé bachillerato con una media de 9´38 y selectividad con un 8’6. Podría haber elegido cualquier carrera, pero elegí magisterio porque era mi sueño, no me imagino a día de hoy trabajando de otra cosa, creo que es la carrera más bonita del mundo. Cuando llegué a las prácticas, elegí el cole donde estuve siempre, porque es un buen colegio a pesar de mi historia. El psicólogo me dijo que era raro que quisiera volver a un sitio donde lo pasé tan mal. Mi respuesta fue: quiero demostrar que valía para esto.

Antes de terminar mi carrera empecé a trabajar en una academia de inglés. El año pasado fue mi primer año de tutora en un colegio en el que sigo contratada a día de hoy.

Soy insegura, valiente y feliz.

Nunca dejéis que fundan vuestra luz. Ni dejéis a vuestros niños que se fundan. Termino con una cita de Louis L. Hay: “Enseña con amor porque no sabes de qué tormentas vienen tus alumnos. A veces, el único lugar seguro que los alumnos tienen es cuando están contigo y tu ejemplo.”

Gracias mamá, papá y hermana por no dejarme caer. (Mis padres no conocían esta historia hasta hoy, nunca tuve fuerzas suficientes para contárselo, ya lo estaban pasando bastante mal por mi situación)”.

Se dirige luego a mí para agradecer la inspiración y “por darme voz para contar mi historia”. No hay de qué. Yo solo he actuado de notario. Solo tengo palabras de reconocimiento, de admiración y de afecto para quien supo darme una hermosa y valiente lección de vida.

 https://mas.laopiniondemalaga.es/blog/eladarve/2020/02/01/tu-no-haras-nada-en-la-vida/

domingo, 3 de junio de 2018

Los alumnos ya no se sienten chivatos ante el acoso escolar. Nueve de cada 10 profesores creen que la visión “normalizada” de la violencia de los acosadores es determinante para explicar el bullying.

Nueve de cada 10 profesores creen que la visión “normalizada” de la violencia que tienen los alumnos acosadores es determinante para explicar las agresiones en las aulas. Esta trivialización de la violencia y la presión del grupo son las dos cuestiones que más fomentan el acoso escolar, según una encuesta reciente a docentes y estudiantes. Los chicos ven cada vez más claro que la unión entre compañeros para pedir al acosador que pare es la herramienta más eficaz para frenar a los acosadores, por encima de pedir ayuda al profesor. Ya no se sienten chivatos

Uno de cada tres alumnos afirma que en su clase se sufren situaciones de acoso escolar. Y que en el aula en la que aprenden hay al menos dos compañeros acosados. Víctimas a las que sobre todo insultan y en la mayoría de los casos reciben empujones, collejas, golpes o patadas de sus acosadores. Así lo recoge la última encuesta sobre acoso elaborada por la Fundación ANAR (Ayuda a Niños y Adolescentes en Riesgo) y la Fundación Mutua Madrileña, que incluye por primera vez la visión de los docentes.

El número de chavales que perciben esta violencia en las aulas ha descendido en un año. Si en 2016 el 50% creía que había víctimas de acoso en su clase, este último informe, correspondiente a 2017, rebaja esa percepción a un tercio. Benjamín Ballesteros, director de programas de ANAR, es un descenso del que aún no conocen las causas: “Habrá que vigilar encuestas posteriores. Vigilaremos si la tendencia continúa a la baja".

La gran mayoría de los niños y adolescentes encuestados, eso sí, consideran que el acoso es maltrato (97,7%) y son poquísimos los que piensan que se trata de una broma, el 0,3%. Entre los datos positivos, Ballesteros destaca también que cada vez más alumnos —del 65,7 al 80,3% en un curso— creen que unirse entre ellos y decirle al agresor que pare es la medida más eficaz para frenar el acoso, por delante de ir a contarlo al profesor o un alumno y aún más de contarlo a los padres, lo que solo ven como solución apenas uno de cada tres alumnos (35,4%). “Es un éxito y una de las claves de los programas de prevención: que los espectadores ya no se queden mirando, que no se sientan chivatos”, añade el responsable de ANAR.

Padres autoritarios o muy permisivos
Las encuestas, realizadas en los 150 centros a los que acuden a hacer talleres, incluyen por primera vez la visión de los profesores. Los docentes alertan de que la presión del grupo y la “normalización de la violencia” entre los acosadores son la clave del acoso escolar. “A los agresores muchas veces se les demoniza, pero no estamos hablando de adultos sino de niños y adolescentes. Y hay que preguntarse qué les ocurre a ellos para poder combatirlo”, dice Ballesteros. Tras esa “normalización”, este psicólogo ve la violencia que pueden estar sufriendo esos alumnos en su propia familia o una personalidad violenta que pueden marcar dos tipos de padres muy diferentes: los muy autoritarios o los demasiados permisivos.

Los alumnos ya no se sienten chivatos ante el acoso escolar


Cuando se pregunta a los docentes las características del acosador, en la mayoría de los casos creen que son alumnos con complejos, autoestima baja o miedo al rechazo (40,8%), con problemas familiares o personales (22,5%) o chicos agresivos (21,1%). Solo en último lugar señalan que les gusta destacar, llamar la atención o son chulos. Los alumnos creen, por su parte, que los acosadores actúan por creerse mejores, para divertirse y, en menor medida, por venganza.

Los profesores responden, además, sobre qué pueden hacer los padres. En primer lugar, les piden escuchar, dialogar y conocer a sus hijos, seguido de inculcar valores. La tercera opción es colaborar con los profesores y en cuarto lugar, no sobreprotegerlos y enseñarles a resolver problemas.

La Fundación ANAR dispone de un teléfono de ayuda: 900 20 20 10. En su web han habilitado un chat para los menores.

https://politica.elpais.com/politica/2018/05/01/actualidad/1525194466_444479.html


SIN LOS DATOS PROMETIDOS DEL GOBIERNO
Existen pocos datos oficiales para conocer la profundidad del acoso en las aulas españolas, más allá del trabajo de fundaciones o de ONG, como las que elaboran este informe. Save The Children publicó una encuesta en 2016 que señalaba que uno de cada 10 alumnos aseguraba haber sufrido acoso escolar. El Gobierno carece de cifras actualizadas. El ministro de Educación, Íñigo Méndez de Vigo, anunció a principios de 2016, tras el suicidio de un alumno que sufría bullying, ,que se crearía un registro estatal con “todos los datos estadísticos de convivencia escolar”, como piden las asociaciones para dimensionar el problema. Aún no está disponible. El único dato oficial, de 2010, señala que el acoso afecta a un 4% de alumnos.

viernes, 9 de febrero de 2018

La bebé que ayuda a prevenir el bullying en una escuela de Canadá.

Naomi tiene solo siete meses, pero tiene un trabajo serio: visita regularmente una clase de niños y niñas de 10 años para enseñarles a ser más cariñosos y menos agresivos.

Como parte de un programa llamado Raíces de Empatía (Roots of Empathy), Noemi y su mamá van a la escuela con regularidad. Relacionarse con alguien más vulnerable, dicen los promotores del proyecto, hace que los niños desarrollen su empatía.

Las clases con bebés de Raíces de Empatía se llevan a cabo en Canadá y en otros siete países. Según los estudios hasta ahora, reducen los casos de acoso y agresión en el año escolar.


http://www.bbc.com/mundo/media-42805107

jueves, 27 de julio de 2017

_- Cómo es KiVa, el exitoso método creado en Finlandia para combatir el bullying que están empezando a usar en escuelas de América Latina

_- Da igual si son privadas o públicas, si están en barrios privilegiados o en zonas pobres, en China, Reino Unido o en Uruguay.

En la mayoría de las escuelas del mundo se generan -en mayor o menor medida- situaciones de bullying o acoso escolar. Finlandia -un país líder en temas de educación- no es una excepción a la regla.

Sin embargo, desde 2009, el acoso en las escuelas de ese país ha disminuido drásticamente gracias a un método revolucionario para combatir estas situaciones en las que un estudiante o un grupo de estudiantes hostiga de forma sistemática a un compañero.

Según un estudio en el que participaron 30.000 estudiantes de entre 7 y 15 años, este sistema desarrollado en la Universidad de Turku, en el suroeste de Finlandia, logró eliminar el acoso en cerca del 80% de las escuelas y lo redujo en el otro 20%.

El éxito de este programa bautizado KiVa (acrónimo de Kiusaamista Vastaan, que en finés significa en contra del bullying) no pasó desapercibido en Europa, donde cerca de 20 países decidieron implementarlo. Y, ahora, varias instituciones educativas en países de América Latina -entre ellos Argentina, Chile, Colombia y Perú- están empezando a usarlo.

El rol de los testigos
La clave de KiVa es que, a diferencia de las metodologías tradicionales, además de trabajar con las víctimas y los acosadores, "incorpora a los testigos", le dice a BBC Mundo Francisca Isasmendi, psicopedagoga y encargada del programa en el Colegio Santa María de Salta, una de las instituciones pioneras en la implementación de KiVa en Argentina.

Es decir, "toma en cuenta a las personas que se quedan calladas y sufren pasivamente el acoso".
"Porque si bien a nadie le gustar ser partícipe de una situación donde se violenta a una persona, muchos chicos no saben qué hacer para salir del paso o cómo defender a la víctima", añade Isasmendi.

Aunque los testigos no son los protagonistas obvios de la historia, con su silencio o sus risas refuerzan el poder del agresor. Incidencia del bullying en América Latina

32% estudiantes de secundaria reconocen haber sufrido la rotura de objetos llevados a la escuela

12% - 14% experimentó violencia verbal

10% dice haber sufrido amenazas de un compañero.

8% fue víctima de exclusión social

37,2% de los chicos de sexto grado dice haber sido insultado o amenazado.

CEPAL y Bullying Sin Fronteras (2014)

Si se trabaja con los observadores para que puedan tomar conciencia de su rol en esta situación y estos modifican su comportamiento, el agresor pierde su público.

"Y cuando el grupo lo deja de apoyar y se queda solo, el acosador para", explica la psicopedagoga. Una vez que se identifica en la clase una situación de acoso, un equipo entrenado trabaja siguiendo un protocolo específico con la víctima, el acosador y los testigos de forma individual, sin enfrentarlos.

Si bien a nadie le gustar ser partícipe en una situación donde se violenta a una persona, muchos chicos no saben qué hacer para salir del paso o cómo defender a la víctima

"El impacto del sistema se siente sobre todo en los acosadores, porque si cambian las actitudes de los demás, (acosar) ya no es tan divertido", le explica a BBC Mundo Tiina Mäkelä, directora del programa KiVa del Instituto Escalae en España y entrenadora del programa en los países de habla hispana.

Antes de que ocurra
Otro componente fundamental -en el que participan todos- es la prevención. "Esto incluye lecciones y actividades que se imparten dos veces al mes, durante 45 minutos, donde no se habla de casos particulares sino de conceptos generales", dice Tiina Mäkelä

Todas estas actividades apuntan a crear un ambiente amable, generoso y respetuoso con los demás. Se les enseña a los niños a diferenciar entre un conflicto entre pares (aceptable) y una situación de bullying, que no debe ser tolerada.

Iván Galindo, dueño y director del Colegio Erik Erikson en Querétaro, a dos horas de Ciudad de México, cuenta que actuar antes de que se desarrollen situaciones de bullying fue importante para mejorar el bienestar de los niños en su escuela.

"Nosotros antes actuábamos cuando nos dábamos cuenta de que algo estaba pasando, cuando la leche ya se había derramado", le dice a BBC Mundo.

"Ahora nos anticipamos al problema y es más fácil identificarlo, porque los niños ya saben de qué se trata" y cómo evitarlo, explica.

Antes actuábamos cuando la leche ya se había derramado. Ahora nos anticipamos al problema y es más fácil identificarlo que antes Iván Galindo, director del Colegio Erik Erikson

Isasmendi coincide con Galindo. "Los chicos saben ahora que si están en una situación en la que no se sienten cómodos o se sienten violentados pueden pedir ayuda", dice Isasmendi.

Y este trabajo de prevención y concientización alcanza también a los padres y a los docentes.

"Hay que cambiar la cultura, porque aquí el bullying se toma muchas veces como algo normal y dicen 'son cosas de chicos, que lo resuelvan entre ellos'. Y, como consecuencia, muchos chicos transitan toda su escolaridad sintiéndose mal", explica la psicopedagoga.

Isasmendi reconoce que es un trabajo lento pero que da resultados, aunque paradójicamente ahora, según su experiencia, parece haber más casos. No es porque antes no ocurriesen, aclara, sino que "ahora se ven más porque hay una mayor conciencia de que no es normal que esto pase".

De Finlandia a América Latina
¿Pero en qué medida un método creado para una cultura y una sociedad tan diferentes a la nuestra puede brindar los mismos resultados?

"Hay problemas básicos que son iguales en todos los países", dice Mäkelä, aunque reconoce que ciertos aspectos de la metodología requieren aquí más atención.

"Los docentes aquí necesitan más apoyo que en Finlandia, porque ellos allí tienen más autonomía y más tiempo para preparar sus clases".

Otro punto es la colaboración con las familias.
"Muchas veces en América Latina, en vez de colaborar se busca a los culpables: la familia culpa a la escuela y viceversa. En vez de buscar culpables hay que buscar soluciones", agrega Mäkelä.

En el caso de la escuela de Salta, involucrar a las familias ayudó a agilizar los cambios. "Nosotros necesitamos que las familias participaran porque notamos que cuando lo hacían, veíamos cambios muchos más rápidos", cuenta Isasmendi.

A poco más de un año de su implementación, todavía es temprano para cuantificar el impacto de KiVa en Argentina, pero a juzgar por los testimonios de alumnos y maestros, la mejoría en el ambiente escolar es evidente. "(Kiva) me hace sentir más seguro y más confiado. Las clases de KiVa me hicieron más empático y más social", dice un alumno de 4º del Colegio Erik Erikson.
"Ha motivado a los alumnos a mostrarse más reflexivos y a tomar más en cuenta al otro", comenta una coordinadora de la misma institución.

Para Isasmendi, se trata mucho más que de una herramienta válida para intervenir en un medio escolar. "Es más que un programa antibullying. Es una filosofía de vida que apunta al bienestar escolar, a crear un clima de trabajo donde los chicos puedan tener tolerancia y respeto".

http://www.bbc.com/mundo/noticias-39845405#


ESTAMPAS FINESAS


• Es el país con mayores niveles de democracia y el menos corrupto del mundo. Fue el primero en permitir que las mujeres fueran parlamentarias y el segundo en permitir el voto femenino.
• Dos de las profesiones públicas mejor pagadas son la de policía y de maestro.
• Está en el euro desde 2002 pero es uno de los seis miembros de la UE que no pertenecen a la OTAN.

martes, 15 de noviembre de 2016

LA LEY DEL SILENCIO. El acoso escolar precisa campañas y protocolos de actuación porque se tiende a desdibujar responsabilidades.

CUANDO TENGO actos públicos en el extranjero, a menudo sale a relucir en el coloquio el “horrible maltrato que los españoles damos a las mujeres” y las muchas víctimas mortales que hay en nuestro país. Cierto es que son muchas, pero tal como se plantea siempre el tema es como si los españoles fuéramos los mayores asesinos de mujeres del planeta, cuando la realidad es muy otra. España es una sociedad que está en la media baja en cuanto a víctimas mortales por violencia de género. En Europa, por ejemplo, los países nórdicos nos duplican y hasta triplican el porcentaje de víctimas. Si el mundo sabe tanto de las muertes de mujeres en España, es precisamente porque nos importan, porque el tema se ha convertido en una cuestión de Estado, porque la sociedad está sensibilizada y hemos colocado el problema en el más alto punto de visibilidad pública. Estamos luchando contra ello con mayor o menor acierto, pero de lo que no cabe duda es de que nos lo tomamos muy en serio.

Digo todo esto como ejemplo de lo que debe hacerse con un tema tan grave, y escandalizada ante la tremenda dejación de responsabilidad que manifestamos ante un problema igual de terrible que está empeorando cada día: el acoso escolar. De cuando en cuando vuelve a agitarnos la conciencia alguna noticia especialmente brutal, como si fuera una ballena que emerge de las profundidades con su chorro furioso. Niños que se tiran por los acantilados, o vídeos con aterradoras muestras de violencia que han grabado los propios verdugos con sus móviles. Pero luego siempre sucede, no sé cómo, que los poderes fácticos se apresuran a minimizar los hechos, a desdibujar responsabilidades y desactivar las investigaciones, e incluso llegan a culpabilizar y marginar a las familias de las víctimas que se atreven a presentar denuncia. A menudo otros padres de alumnos se apiñan junto a la dirección del centro contra la víctima, quizá porque resulta muy difícil asumir que tus propios hijos pueden ser unos maltratadores o cuando menos cómplices, esto es, asumir tu parte de responsabilidad como padre en ello, y por consiguiente prefieren minimizar los hechos, decir que son cosas de chiquillos. Pero no. No son cosas de chiquillos. Son auténticas torturas y el niño o la niña que las sufre no sólo pasa por un calvario atroz durante años y corre el riesgo de suicidarse, sino que, además, es probable que quede marcado de por vida.

Estoy harta de escribir artículos sobre este tema: me desespera ver que nunca cambia nada. Recientemente han salido a la luz otros dos casos en España; la niña de 8 años de un colegio de Palma de Mallorca a la que una docena de niños entre 12 y 14 años propinó tan brutal paliza que tuvo que ser ingresada en el hospital con traumatismo craneal entre otras lesiones. Los profesores dicen que fue un juego infantil que se desmadró, el fiscal archivó el asunto, la conselleria apoyó al colegio. La velocidad con que se está intentando enterrar todo es tremendamente sospechosa y por desgracia muy habitual. Lo mismo sucede con Alejandro, de 12 años, en Olula del Río (Almería). Alejandro lleva desde los 8 años sufriendo una persecución de tal calibre que está destrozado. No quiere vivir, no duerme, apenas come y está medicado. Otras dos familias han denunciado acoso en el mismo centro escolar; una de las víctimas incluso fue grabada durante una salvaje agresión sexual cometida por dos compañeros fuera del instituto, pero pese a todo esto nadie hace nada. Ni la Junta, ni Educación, ni el centro escolar. Y, naturalmente, la denuncia que interpusieron fue archivada. En el maltrato escolar impera la ley del silencio. Y todo esto no es más que la punta del iceberg del tormento que viven cotidianamente muchos de nuestros niños. ¡Basta ya! Necesitamos un Plan Nacional; campañas de educación de padres y niños con anuncios publicitarios, cómics, jornadas de información; necesitamos juzgados e inspectores escolares especializados, protocolos de actuación, centros de apoyo. Necesitamos visibilizar y priorizar el problema, como se hizo con la violencia de género. Seguir ignorando la existencia de este infierno nos convierte a todos en repugnantes cómplices.
Rosa Montero.
http://elpaissemanal.elpais.com/columna/la-ley-del-silencio/


El acoso escolar deja más secuelas que el maltrato por parte de adultos- Las víctimas de 'bullying' tienen mayores riesgos de padecer problemas de salud mental

http://elpais.com/tag/bullying/a/


MÁS INFORMACIÓN


domingo, 27 de abril de 2014

Finlandia combate el acoso escolar con un programa eficiente desarrollado por la Universidad de Turku

El país nórdico, reconocido por su excelencia educativa, exporta a Europa un sistema que ayuda a prevenir y solucionar los casos de abuso entre estudiantes


En la ciudad de Espoo, a unos 25 kilómetros al noroeste de Helsinki, la escuela primaria Karamzin fue pionera en la implantación del programa KiVa para prevenir y neutralizar el acoso escolar. En una clase, la maestra proyecta una serie de dibujos que muestran diferentes situaciones de conflicto entre alumnos. “¿Es esto acoso?”, pregunta. “Sííí”, contestan en bloque la decena de niños de siete años. “¿Y esto?”. Pero la respuesta ya no es tan homogénea. “Las imágenes les enseñan a diferenciar las situaciones, algunos son simples conflictos y otros son casos de acoso”, dice la maestra.

Kiva, en finlandés coloquial, se usa para describir algo agradable y, al mismo tiempo, es el acrónimo de Kiusaamista Vastaan (contra el acoso escolar). El programa, desarrollado por la Universidad de Turku, arrancó en 2007 y ya se aplica en el 90% de las escuelas finlandesas y se ha exportado a casi una decena de países, entre ellos Holanda, Reino Unido, Francia, Bélgica, Italia, Estonia, Suecia y Estados Unidos. Los estudiantes asisten en tres etapas de su vida escolar —a los siete, los 10 y 13 años de edad— a una veintena de clases en las que aprenden a reconocer el acoso y donde realizan ejercicios para mejorar la convivencia.

“KiVa se puso en marcha en esta escuela en 2008”, dice Jouni Horkko, director de Karamzin. “Por entonces, nuestros casos de acoso superaban la media de las escuelas finlandesas, pero tras el primer año de implementación redujimos la cifra en un 60%. Hoy tenemos 500 alumnos y en torno a 14 casos al año”, explica. En cada centro que adopta KiVa hay un equipo de profesores que son los que actúan en caso de denunciarse un caso, pero son todos los docentes los que están atentos a posibles conflictos y los que avisan al equipo KiVa para que intervenga.

Los docentes de KiVa se entrevistan con el o los acosadores, la víctima y a cuantos alumnos crean conveniente citar; sopesan en qué momento es mejor comunicar la situación a los padres y hacen un seguimiento del caso. “Generalmente, tras la entrevista donde el acosador es apercibido, deja de hacerlo. Hay casos difíciles, que pueden llevarnos a cambiar a la víctima de grupo, pero son francamente excepcionales”, comenta una de las responsables del equipo KiVa. Los miembros del grupo contra el acoso (en el caso del colegio Karamzin son cuatro) se compone de maestros que el propio director suele elegir teniendo en cuenta sus cualificaciones universitarias en temas relacionados con la violencia escolar o estudios de comportamiento de grupos, entre otras disciplinas.

Leer más en El País. Más sobre la educación en Finlandia, aquí en la BBC.