Mostrando entradas con la etiqueta acoso. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta acoso. Mostrar todas las entradas

sábado, 5 de septiembre de 2020

_- Dolor en la escuela, El Bullying.

_- Resulta sobrecogedor que una institución que está creada para formar personas felices, sea el lugar en el que algunos alumnos y algunas alumnas encuentran dolor, angustia, desesperación e, incluso, la muerte. Hablo del bullying o acoso escolar. Se trata de un acto o una serie de actos intimidatorios y normalmente agresivos o de manipulación por parte de una persona o varias contra otra persona o varias, normalmente durante un cierto tiempo. Es ofensivo y se basa en un desequilibrio de poderes.

Acabo de prologar un libro, coordinado por Arnaldo Canales, que pronto verá la luz en Santiago de Chile. Se titula “Historias que sanan”. Una hermosa paradoja este título ya que las historias que han causado daño, al ser contadas, curan a quienes las cuentan y a quienes las leen. Arnaldo, presidente de la Fundación Liderazgo Chile e impulsor de la Ley de Educación Emocional en dicho país, predica con el ejemplo. Pide que otros escriban, pero lo él hace también en un doble y valiente relato, uno en el que humildemente se confiesa verdugo y otro en el que describe sus vivencias de víctima.

Las historias del libro curan porque previenen. Y curan porque cicatrizan. Curan porque ayudan a reflexionar y curan porque ayudan a sentir. La reflexión demanda que no se repitan estos casos tan dolorosos y la compasión nos redime ante las víctimas.

El libro, escrito con la sangre, contiene catorce relatos autobiográficos en los que los autores y autoras (más chicas que chicos, por cierto) cuentan el calvario que vivieron en la escuela. Sobrecoge imaginar el terror con el que estos niños/jóvenes acudían a la institución escolar cada mañana, como si fueran al patíbulo. Iban a sufrir, no a disfrutar. Iban a ser machacados y machacadas, no a ser protegidos y queridos. Iban a sufrir, no a aprender.

Voy a elegir algunos párrafos de tres de esos relatos. Me ha costado decidirme por estos tres, ya que todos son extraordinariamente interesantes, por auténticos y dolorosos.

Yanira García Correa titula su relato “El poder de las palabras”. Describe el comienzo. Y dice:Recuerdo el día en que todo comenzó; la profesora estaba preguntando de dónde éramos, para conocernos, y cuando me tocó a mí, todos me miraron sorprendidos y comenzaron a susurrarse cosas. Desde ese día, el acoso era algo constante, algo del día a día, tan rutinario, no había ni siquiera un día de silencio. Aislamiento, nadie quería incluirme en grupos de trabajo, nadie se juntaba conmigo en los recreos, me elegían de las últimas en las actividades de educación física, me gritaban insultos, me escondían mis cosas. Una infinidad de momentos que hacen que la vida de una niña se vuelva tan triste. Llegó un momento en que comencé a mentir; sentía que esa era la única forma en la que por fin me podrían aceptar, pensé que así al menos tendría un amigo, eso era todo lo que quería. Pero no valió para nada lo que pensé; les había dado otro motivo por el que acosarme, ahora me gritaban mentirosa”.

Haré referencia a un segundo relato de los que integran el libro. La autora se llama Macarezza Meléndez y titula su historia con una contundente palabra “Burlas”. Extraigo este párrafo, que se centra en los motivos de la saña:

“De niña yo tenía una gran inseguridad: mis orejas. No podían gustarme, sentía que eran muy grandes, que eran muy largas, que eran muy todo. Evitaba recogerme el cabello en una cola, utilizaba siempre mi pelo suelto cubriéndolas o usaba gorros y evitaba que la gente las mirara por mucho tiempo, porque me sentía insegura y en casa lloraba por ello. Algunos compañeros míos me molestaban sistemáticamente, incluso mis amigos, y yo me sentía muy mal al respecto. Siendo una niña, no sabía qué hacer para cambiar las cosas, e incluso llegué a pedirle a mi madre que me operara lo antes posible porque me acomplejaban”.

Tercer párrafo relacionado con las consecuencias. Claudia Soto titula su relato ”Barbie negra”. Estremece leer lo que escribe: “Fue tanta la depresión que intenté suicidarme siete veces, buscaba desesperadamente trozos de vidrios, quería sentir un dolor más fuerte del que ya sentía, me lancé a un gran pozo de leña, me golpeé tantas veces con la madera y nada, tomé pastillas hasta casi desmayarme en frente de un río, una compañera evitó que me ahogara…”.

¿Cómo puede soportar tanto dolor un niño o un joven que está abriéndose a la vida?, ¿qué visión pueden tener del mundo en que viven?, ¿qué sentido puede tener para ellos un futuro que solo ofrece desesperación?, ¿cómo sorprenderse de que les ronde la idea del suicidio?

En esos relatos aparecen cinco tipos de víctimas. Los que practican el bullyng son también victimas porque se convierten en crueles verdugos. Son también víctimas porque se convierten en miserables agentes del mal. Se envilecen convirtiendo a un compañero en un objeto al que ponen al servicio de su sadismo. Me pregunto por los intrincados caminos que les han llevado a disfrutar haciendo daño al prójimo. Me pregunto por los extraños mecanismos psicológicos que les llevan a elegir a sus víctimas. Porque la víctima no es un compañero cualquiera. Es alguien con alguna tara física o psíquica pero, sobre todo, es alguien que no va a saber ni poder defenderse. Es alguien que reúne unas características peculiares que son cuidadosamente estudiadas por los agresores.

Son víctimas también aquellos que corean, aplauden, ríen y graban las acciones del matón. No golpean pero alientan a quien lo hace. No abusan pero animan a quien toma la iniciativa. Pienso en ellos como víctimas porque se cargan de violencia moral.

Considero víctimas también a quienes callan. A todos aquellos que no tienen el valor de oponerse, de denunciar, de decir basta. Se lavan las manos, miran para otra parte, se encogen de hombros como si no fuera con ellos. Son víctimas porque el silencio les envilece.

Son víctimas de esa lacra quienes no son capaces de observar con sagacidad y atención. ¿cómo es posible que llegue un alumno al suicidio sin que nadie haya visto el más mínimo indicio de angustia o desolación?, ¿cómo es posible que se haya producido un dolor tan horrible sin haber oído una palabra o una señal de alarma?

Es víctima también la institución que, lejos de ser un espacio de aprendizaje de la convivencia, se convierte en una cárcel donde se practica la tortura.

Claro que las víctimas por excelencia son aquellas personas que son objeto de burlas, risas, golpes, humillaciones y desprecios. No en una ocasión aislada sino de forma persistente y asfixiante. Cuesta pensar que ese proceso destructivo, que se basa en la crueldad sistematizada, tenga lugar en la escuela. El verdugo suele actuar con un grupo que aplaude y ríe divertido y que calla y encubre. El verdugo busca adquirir poder y que todos le teman. En realidad, lo que dice a todo el mundo es: cuidado, que también te lo puedo hacer a ti. Busca provocar el miedo.

He leído recientemente el excelente libro de Keith Sullivan, Mark Cleary y Ginny Sullivan titulado “Bullying en la enseñanza secundaria. El acoso escolar: cómo se presenta y cómo afrontarlo”. Dicen los autores que “cuando las escuelas alaban la política contra el bullying, pero no la cumplen, ponen a los estudiantes en peligro. El mensaje es muy claro: las escuelas deben estar completamente implicadas en el desarrollo de un entorno seguro. Lo que hacen las escuelas es mucho más importante de lo que dicen”.

No sé si en estos tiempos de confinamiento habrá desaparecido el bullying de forma plena. Porque hay formas diversas de ciberbullying, como estudia con rigor Alejandro Castro Santander en su libro “Bullying duro, bullying blando y ciberbullying”. ¿Qué está pasando en este nuevo contexto?, ¿cómo se canalizan los impulsos sádicos?, ¿cómo se manejan los sentimientos? Hay que ponerse a observar, a preguntar, a pensar y a intervenir.

Tomado de Miguel Ángel Santos Guerra, El Adarve.

https://mas.laopiniondemalaga.es/blog/eladarve/2020/08/15/dolor-en-la-escuela-2/

lunes, 15 de junio de 2020

_- “Hiciste de mi vida un infierno”: Hollywood ya delata a los malos compañeros, ¿por qué España no se atreve? La crisis de imagen que atraviesan figuras sagradas de la televisión en Estados Unidos como Ellen Degeneres o estrellas como Lea Michele dejan claro que ya no hay miedo a hablar de la crueldad en el set de rodaje, pero en nuestro país todavía no hemos abierto esa puerta

_- Un solo tuit del cómico Kevin Porter sirvió el pasado marzo para hacer que la imagen de Ellen Degeneres, "la mujer más divertida de América", una de las presentadoras y cómicas más queridas y poderosas de la televisión en Estados Unidos, cayese por los suelos. "Ellen Degeneres es una de las personas más crueles que hay. Contesta a este hilo con la peor historia que hayas escuchado sobre Ellen siendo cruel y por cada respuesta donaré dos euros al banco de alimentos de Los Ángeles". Cinco mil respuestas después, Ellen sufre una crisis de relaciones públicas y publicaciones especializadas como Variety han dedicado artículos para dar voz a empleados y compañeros que han dibujado una cara muy distinta de la que conoce el público.

"En España, enemistarte en público con alguien puede dejarte sin trabajo. Nadie quiere ser tachado de conflictivo o de tener la piel fina, así que en esos casos lo más común es apretar los dientes", afirma una trabajadora de la industria del entretenimiento

Es la eterna historia de lo que se sabe, pero no se cuenta. O de lo que se cuenta en camerinos, en pasillos, en bares o en fiestas privadas, pero no tiene proyección más allá del ámbito profesional. Algo que sucede en todos los ámbitos: el jefe que te hace la vida imposible o el compañero que pisaría tu cabeza para conseguir un ascenso lo ha sufrido, más o menos, todo el mundo. Pero en el mundo del espectáculo el poder no solo imponía a la hora de hablar, sino que una calculada estrategia de relaciones públicas (de la que además dependían millones en publicidad) opacaba cualquier intento de desenmascarar a alguien. ¿Se dice en los círculos televisivos que la todopoderosa Oprah Winfrey puede ser déspota, calculadora y cruel? Sí. ¿Trasciende a los medios? Apenas. Cuando en 2011 Kitty Kelley publicó una escandalosa biografía de la presentadora y empresaria, casi ningún programa ni canal quisieron dedicarle un solo segmento de su programación. Enfadar a Oprah era enfadar al monstruo.

Pero está ocurriendo ahora. Paralelamente al movimiento #MeToo, obviamente de implicaciones mucho más profundas y graves, en el mundo del espectáculo se está normalizando que artistas y trabajadores hablen sin tapujos de quién fue un dolor de muelas en un rodaje o quien les hizo la vida imposible cuando estaban comenzando su carrera. Hoy es actualidad Lea Michele, cantante y actriz conocida sobre todo por Glee. El 29 de mayo escribió un tuit donde lamentaba la muerte de George Floyd con su correspondiente hashtag "black lives matter". Muy poco después, el pasado martes 2 de junio, la actriz Samantha Marie Ware (que hizo de Jane en la temporada 6 de la serie de Ryan Murphy) respondió lo siguiente y en mayúsculas (que, en Internet, indica que estás gritando):

"¡Me parto! ¿Te acuerdas de cuando hiciste de mi primer papelito en televisión un infierno en la tierra? Porque yo nunca lo olvidaré. Creo que le dijiste a todo el mundo que, si tenías oportunidad, cagarías sobre mi peluca, entre otras microagresiones traumáticas que hicieron que me cuestionase si quería una carrera en Hollywood", escribió la actriz. Leah no tardó en responder con un comunicado oficial un día después, lo cual da una idea de que la historia había dado donde le dolía y, tal vez, había verdad en ella. Pese a que, según afirma en el comunicado, publicado por la revista People, no recordaba ese incidente en particular al que se refería la actriz, Lea remataba: "He escuchado esas críticas y estoy aprendiendo a la vez que pido perdón. Seré mejor persona en el futuro tras esta experiencia".

El comunicado era de diez, pero no evitó que otras personas que han trabajado con Lea Michele apoyasen a Samantha Marie Ware compartiendo sus propias historias, como Heather Morris, que indicó –también en Twitter– que Michele era "muy desagradable como compañera".

¿Ha creado la pandemia y su consiguiente confinamiento una tormenta perfecta para que empecemos a ver a las celebridades de otra manera? Un compartidísimo análisis de The New York Times habló el pasado abril de cómo el propio concepto de la celebridad se reveló no solo inútil durante estos tiempos difíciles, sino desagradable para la gente de a pie: ver a esas superestrellas pedir que todos nos quedásemos en casa desde sus espectaculares jardines con hechuras de parque temático fue un golpe de realidad. ¿Pero por qué esto apenas ocurre en España? Mientras en Estados Unidos se ha hecho habitual desenmascarar a esos que crean ambientes tóxicos en el mundo del espectáculo, apenas hemos visto una ola correspondiente en España.

Pocos aquí se han atrevido a hablar mal de un compañero de trabajo. Apenas se recuerda el caso de Pilar Punzano contra Imanol Arias, que en 2015 publicó una carta contra el actor en su perfil de Facebook que recogieron todos los medios. "Este señor que a la mayoría le parece entrañable", escribió Punzano, "jamás me preguntó cómo estaba en cinco años. No sabe nada de los delitos que han cometido contra los derechos de los trabajadores dicha productora en mi caso, ¿o sí?". Es una de las pocas que, con razón o sin ella (en una posterior entrevista a EL PAÍS aseguró no tener problemas con Imanol y haber aceptado sus disculpas), se han atrevido a dar el paso de criticar públicamente a una figura sagrada de los medios en España.

Según una trabajadora de la industria de la televisión en España, sí hay casos de vacas sagradas en la industria adoradas por el público y cuyo comportamiento con el equipo ha suscitado a menudo críticas, pero nunca públicas. "La manera como tratamos a las estrellas en los rodajes, junto a los rasgos narcisistas que en muchos casos van unidos a la vocación interpretativa, da lugar a comportamientos tiránicos por parte de los actores que jamás se tolerarían en otros ámbitos profesionales, ni siquiera a los jefes", explica tras pedir que se mantenga su anonimato. "Y a pesar de que en los últimos años se ha tomado más conciencia de esto (las denuncias de los abusos sexuales son un buen ejemplo), todavía hay cierta sensación de impunidad".

"Los que sufren las consecuencias de estas actitudes, sobre todo trabajadores, pero también algunos actores, no quieren hablar públicamente de ello porque su pan está en juego", prosigue. "En España más aún, porque se trata de una industria más pequeña y más precaria en la que enemistarte en público con alguien puede dejarte sin trabajo. Nadie quiere ser tachado de conflictivo o de tener la piel fina, así que en esos casos lo más común es apretar los dientes, aguantar lo que dure el proyecto, y esperar no volver a cruzarte con según qué personajes". Así, a menudo la charla de colegas tras las cámaras, cuando nadie escucha, se convierte en una especie de recuerdo de guerra en el que técnicos, actores secundarios y guionistas se preguntan: "¿Y tú a quién sobreviviste?".

https://elpais.com/elpais/2020/06/04/icon/1591263139_424967.html

domingo, 23 de febrero de 2020

_- Tú no harás nada en la vida.

_- He viajado a Ceuta invitado por la Unidad de Programas Educativos del Ministerio de Educación. Un hermoso viaje en helicóptero desde Málaga sobrevolando la Costa del Sol y el estrecho de Gibraltar. Y, al día siguiente, el regreso de noche con el suelo alfombrado de aguas y de luces. Pero lo más hermoso estuvo en los asistentes a las dos sesiones. Una de profesores y profesoras y otra de directivos y directivas de los colegios e institutos de la ciudad. Emocionantes actividades para mí al comprobar la expectación y la vibrante respuesta a los planteamientos que compartimos.

Al final de una de las sesiones estuve charlando con una profesora que, entre lágrimas, tuvo a bien compartir conmigo su historia. Le pedí que la escribiera para poder alertar a otros docentes verdugos y prevenir a otros alumnos y alumnas que pueden ser víctimas como ella. Afortunadamente, con su esfuerzo y su rabia, ella salió de un pozo profundo al que fue arrojada por la actitud irresponsable, insensible y cruel de quien tenía el deber de animarla y cuidarla.

Habla Watlawick de las profecías de autocumplimiento. La profecía de un suceso, dice, suele convertirse en el suceso de la profecía. Pero ella rompió el pronóstico y destrozó la profecía. Ella es ahora una maestra entusiasta que está haciendo realidad un sueño. Como ella cuenta, de niña llevaba a casa trozos de tiza y con ellos le explicaba a sus muñecos, en un teatro anticipatorio, lo que les deseaba enseñar. Le cedo la palabra a la protagonista a la vez que agradezco desde aquí la autorización explícita que me concedió para hacer pública su experiencia. Nadie lo puede contar mejor que ella.

“La vida pasa demasiado rápido a veces. Quizás sin darnos cuenta. Y cuando echamos la vista atrás vemos todo lo que hemos avanzado, todos los miedos superados, todos los fracasos convertidos en éxito.

A mis casi 28 años puedo decir que he tenido una vida bonita, pero con algunos momentos desagradables, sobre todo en mi adolescencia.

Durante años he sufrido acoso no solo en el colegio sino también en la calle. Supongo que es algo contagioso. Cuando alguien ve a un sujeto débil y sensible, lo fácil es atacar e imitar al resto.

Todo empezó en la secundaria, en el momento que pasé a primero de la E.S.O. El paso de la primaria a la secundaria siempre es algo lleno de ilusión, al menos para mí, ya que me encanta aprender cosas nuevas. Siempre me había encantado ir colegio. Pero no siempre trae buenas cosas. La etapa del desarrollo, la aparición de acné y ser una persona a la que nunca le ha gustado destacar sino mantenerse siempre en segunda fila, me pasaron factura y como ya he contado antes trajeron consigo el acoso. Yo, que era una niña de sobresaliente, empecé a bajar mis notas un poco, pero seguía siendo buena estudiante.

Llegué a segundo y mis problemas con mis compañeras iban a peor, pero nadie hacia nada. Recuerdo un día en clase con el profesor de Lengua y Literatura, estuvimos trabajando una redacción que hablaba del futuro, nos preguntaron en clase qué queríamos ser de mayores. Yo, sin ninguna duda, le dije que quería ser maestra. Siempre fue mi sueño. Recuerdo que cuando era niña robaba las tizas del colegio y me las guardaba en los bolsillos. Cuando llegaba a casa me metía en mi cuarto y pintorreaba mis armarios con cualquier cosa interesante para contarle a los muñecos. Era una adolescente llena de vida y de sueños, sueños que casi me arrebatan porque a veces las palabras duelen y te hacen pensar que no vales o que no eres capaz de hacerlo.

Empecé a bajar las notas, incluso a suspender algún examen, eso en mí era casi imposible y este profesor, este docente que sabía que su alumna no lo estaba pasando bien y que tenía sueños, se los destruyó en un minuto diciendo: “En esta clase hay gente excelente como Ana (llamémosla así) que conseguirá todo lo que se proponga y gente mediocre como fulanita (yo) que empezará pronto a suspender asignaturas y no hará nada en la vida” (Recordar este comentario en una clase donde la gente, no toda, se reía de mi, fue demoledor).

Por cierto, se me ha olvidado comentar que debido a este bullying desarrollé un trastorno compulsivo que consistía en que cuando me daba ansiedad cogía mi goma de borrar y me ponía a manosearla compulsivamente. Cuando me veían las niñas de mi clase, (porque por aquel entonces el colegio solo era femenino) se oía a una decir: miradla, ya está otra vez con la gomita.

Volviendo a la historia principal, el profesor me acaba de decir que soy mediocre y que seguramente no haga nada en la vida. Me vengo abajo, pero aguanto las, lágrimas me aferro a mi goma y dejo pasar las horas y los días pensando que un día esa profecía iba a ser autocumplida.

Llegué a cuarto de E.S.O. y me quedaron para junio tres asignaturas. Era excelente en mi casa, todo lo sabía hacer bien. Pero mi inseguridad en clase era tan grande que no daba pico en bolo y me quedaba en blanco casi siempre. Además, desarrollé una ansiedad que a día de hoy sigo arrastrando. Solo un maestro era capaz de ayudarme sin decir nada. El resto parecía que no quería darse cuenta que en clase no estaba bien; mejor dicho, no me trataban bien.

Llegamos a junio, aprobé las asignaturas y pude pasar un verano tranquilo, pero lo bueno, mi racha buena estaba por llegar. Por suerte, las niñas que había en mi clase eran de familias de un nivel socioeconómico alto, y todas (sobre todo la que más se reían de mi) se fueron a un centro privado a hacer bachiller. Como mis padres no podían permitírselo a mí me llevaron a un instituto público cerca de casa. Siempre lo digo y lo seguiré diciendo, fueron los dos mejores años de mi vida, volví a ser yo, volví a mis buenas notas, empecé a participar en clase. Me di cuenta de que mi luz, que yo creía fundida, simplemente estaba apagada y se volvió a encender, esta vez con mucha más fuerza. Terminé bachillerato con una media de 9´38 y selectividad con un 8’6. Podría haber elegido cualquier carrera, pero elegí magisterio porque era mi sueño, no me imagino a día de hoy trabajando de otra cosa, creo que es la carrera más bonita del mundo. Cuando llegué a las prácticas, elegí el cole donde estuve siempre, porque es un buen colegio a pesar de mi historia. El psicólogo me dijo que era raro que quisiera volver a un sitio donde lo pasé tan mal. Mi respuesta fue: quiero demostrar que valía para esto.

Antes de terminar mi carrera empecé a trabajar en una academia de inglés. El año pasado fue mi primer año de tutora en un colegio en el que sigo contratada a día de hoy.

Soy insegura, valiente y feliz.

Nunca dejéis que fundan vuestra luz. Ni dejéis a vuestros niños que se fundan. Termino con una cita de Louis L. Hay: “Enseña con amor porque no sabes de qué tormentas vienen tus alumnos. A veces, el único lugar seguro que los alumnos tienen es cuando están contigo y tu ejemplo.”

Gracias mamá, papá y hermana por no dejarme caer. (Mis padres no conocían esta historia hasta hoy, nunca tuve fuerzas suficientes para contárselo, ya lo estaban pasando bastante mal por mi situación)”.

Se dirige luego a mí para agradecer la inspiración y “por darme voz para contar mi historia”. No hay de qué. Yo solo he actuado de notario. Solo tengo palabras de reconocimiento, de admiración y de afecto para quien supo darme una hermosa y valiente lección de vida.

 https://mas.laopiniondemalaga.es/blog/eladarve/2020/02/01/tu-no-haras-nada-en-la-vida/

jueves, 17 de octubre de 2019

_- El acoso a Peter Handke

_- Rafael Poch de Feliu Blog personal

El Nobel de literatura se interpone en el camino de los apologistas de la guerra humanitaria de la OTAN

Los premios Nobel de literatura -no hablemos ya de los de la Paz- siempre fueron asunto polémico y politizado. Hace unos años el galardón literario se le concedió a Patrick Modiano, autor de una sola novela que se repite, una y otra vez, en toda su extensa obra. En 2010 se le concedió a Mario Vargas Llosa, un gran escritor que, curiosamente se ha ido haciendo mediocre (y hasta plagiador, véase el artículo de Enrique Serbeto sobre La fiesta del chivo) conforme se hacía más reaccionario. En 2016, llegó la broma de considerar un gran literato a Bob Dylan… Políticamente es bastante corriente premiar a los escritores críticos con los gobiernos de países adversarios, lo que hace particularmente notable que autores no disidentes de esos países accedan al título, como fue el caso de Mo Yan en 2012. Considerando todo esto, es doblemente destacado que el Nobel de literatura haya recaído este año en el poeta y dramaturgo austríaco Peter Handke.

Peter Handke

No solo tiene Handke méritos más que sobrados para tal premio, sino que desde los años noventa figuraba en el índice de los apestados, circunstancia que había convencido a todo el mundo, y en primer lugar al propio autor, de que nunca sería premiado. El motivo es que Handke criticó, con toda la razón, el informe mediático occidental contra Serbia que preparó las guerras de Bosnia (1992-1995) y Kosovo (1999). Sin aquello nunca habríamos llegado a comprender que las bombas de Javier Solana explicadas por el infame Jamie Shea, eran necesarias y humanitarias, que la agresión de la OTAN violadora del derecho internacional iba destinada a prevenir el genocidio. Por eso, su publicación, en enero de 1999, del texto Gerechtigkeit für Serbien (“Justicia para Serbia”) lleno de buen sentido, fue el escándalo literario del año en el mundo germanoparlante. Algo parecido le sucedió a Régis Debray en Francia, con su “Carta de un viajero al Presidente de la República” (1999). Ovejas negras que desentonaban en el rebaño. Notas que desafinaban en la disciplinada y gregaria orquesta.

Parecido pero de diferente calidad. Porque los Nouveaux Chiens de garde que sufrió Debray en Francia eran los habituales payasos mediáticos de la derecha parisina, Alain Finkielkraut, André Glucksmann, Bernard-Henri Lévy y similares, mientras que los apologistas de la guerra en Alemania que denigraron a Handke eran gente de mayor categoría, Jürgen Habermas, habitualmente descrito como “el principal filósofo alemán vivo”, Hans Magnus Enzensberger o Peter Schneider. Habermas vio en el ataque de la OTAN a Serbia un “salto en el camino del derecho internacional clásico de los estados hacia el derecho cosmopolita de una sociedad civil mundial”. En ausencia de instituciones responsables de mantener el orden global, la OTAN debía actuar como “instrumento de un derecho superior”.

El texto de Handke se basaba en un viaje que el autor hizo con amigos en noviembre y diciembre de 1995 a través de Serbia. Su propósito era contar la verdad sobre Serbia y el conflicto. “Cuando los criminales de la OTAN bombardean el país, mi lugar está en Serbia”, decía en un contexto dominado por las acusaciones unilaterales y las tergiversaciones mediáticas más groseras. Handke volvió a Yugoslavia en 1999, cuando caían las bombas de la llamada guerra de Kosovo, y publicó sus notas “Unter Tränen fragend” (Preguntando entre lágrimas). Católico practicante, anunció que dejaba la “Iglesia actual” en protesta porque en su mensaje de Pascua, el papa no condenó “el arrollador asalto de la OTAN contra un país pequeño”. Mas tarde visitó a Slobodan Milošević en La Haya y escribió sobre él nuevos textos incorrectos.

Por su comprensión hacia Milosevic, Handke fue comparado con Ezra Pound por sus loas a Mussolini, y con Louis-Ferdinand Céline, ese enorme escritor que fue fan de Hitler, poniendo el signo de igualdad entre actitudes, situaciones y personajes tan diferentes. Como escribió hace unos años el historiador Kurt Gritsch en la revista Hintergrund, “apenas se intentó entender la motivación de Handke, al revés: se cuestionó su credibilidad e integridad”. Es una manera moderada de decirlo.

Lo que hubo fue un linchamiento, algo particularmente asqueroso cuando los pateadores de la víctima hablan alemán, lo que inevitablemente se asocia con perros de presa y un fondo de reflectores y alambre de espino. Se le tachó de “negacionista”, de “tonto útil”, etc., y todo para justificar una enormidad: la primera participación alemana en una guerra desde Hitler. Esa circunstancia no concurría en Francia.

A Habermas en 2001 le dieron el premio de la paz de los libreros alemanes. A Handke se le nominó en 2006 para el premio Heinrich Heine pero el consejo municipal de Düsseldorf protestó recordando la “actitud proserbia del autor” y el entonces presidente de la región de Renania del Norte-Westfalia, Jürgen Rüttgers, declaró indigno de tal premio “a quien ha relativizado el holocausto”.

Este tipo de acusaciones y reproches deshonestos se han mantenido hasta hoy y han resurgido con motivo de la concesión del Nobel de literatura. “Nadie ha convertido en tanta pequeñez las masacres, la guerra y el sufrimiento en los Balcanes tan expresivamente como Peter Handke, para las víctimas, la decisión de Estocolmo tiene un mensaje demoledor”, señalaba hace unos días el Frankfurter Allgemeine Zeitung. “Alemania estaba en guerra con Milosevic por muy buenas razones humanitarias, ¿no honramos ahora a los apologistas del dictador?”, se pregunta en el Tagespiegel el embajador y lobbysta del complejo militar-industrial alemán Wolfgang Ischinger.

Los mismos que en su día contaminaron el informe yugoslavo, sobre el que hoy disponemos de cuadros mucho más completos y realistas, continúan manipulando y tergiversando. Por una vez el Nobel de literatura se les ha atravesado en el camino.

(Publicado en Ctxt)

Fuente: https://rafaelpoch.com/2019/10/16/el-acoso-a-peter-handke/#more-347

viernes, 9 de febrero de 2018

La bebé que ayuda a prevenir el bullying en una escuela de Canadá.

Naomi tiene solo siete meses, pero tiene un trabajo serio: visita regularmente una clase de niños y niñas de 10 años para enseñarles a ser más cariñosos y menos agresivos.

Como parte de un programa llamado Raíces de Empatía (Roots of Empathy), Noemi y su mamá van a la escuela con regularidad. Relacionarse con alguien más vulnerable, dicen los promotores del proyecto, hace que los niños desarrollen su empatía.

Las clases con bebés de Raíces de Empatía se llevan a cabo en Canadá y en otros siete países. Según los estudios hasta ahora, reducen los casos de acoso y agresión en el año escolar.


http://www.bbc.com/mundo/media-42805107

jueves, 27 de julio de 2017

_- Cómo es KiVa, el exitoso método creado en Finlandia para combatir el bullying que están empezando a usar en escuelas de América Latina

_- Da igual si son privadas o públicas, si están en barrios privilegiados o en zonas pobres, en China, Reino Unido o en Uruguay.

En la mayoría de las escuelas del mundo se generan -en mayor o menor medida- situaciones de bullying o acoso escolar. Finlandia -un país líder en temas de educación- no es una excepción a la regla.

Sin embargo, desde 2009, el acoso en las escuelas de ese país ha disminuido drásticamente gracias a un método revolucionario para combatir estas situaciones en las que un estudiante o un grupo de estudiantes hostiga de forma sistemática a un compañero.

Según un estudio en el que participaron 30.000 estudiantes de entre 7 y 15 años, este sistema desarrollado en la Universidad de Turku, en el suroeste de Finlandia, logró eliminar el acoso en cerca del 80% de las escuelas y lo redujo en el otro 20%.

El éxito de este programa bautizado KiVa (acrónimo de Kiusaamista Vastaan, que en finés significa en contra del bullying) no pasó desapercibido en Europa, donde cerca de 20 países decidieron implementarlo. Y, ahora, varias instituciones educativas en países de América Latina -entre ellos Argentina, Chile, Colombia y Perú- están empezando a usarlo.

El rol de los testigos
La clave de KiVa es que, a diferencia de las metodologías tradicionales, además de trabajar con las víctimas y los acosadores, "incorpora a los testigos", le dice a BBC Mundo Francisca Isasmendi, psicopedagoga y encargada del programa en el Colegio Santa María de Salta, una de las instituciones pioneras en la implementación de KiVa en Argentina.

Es decir, "toma en cuenta a las personas que se quedan calladas y sufren pasivamente el acoso".
"Porque si bien a nadie le gustar ser partícipe de una situación donde se violenta a una persona, muchos chicos no saben qué hacer para salir del paso o cómo defender a la víctima", añade Isasmendi.

Aunque los testigos no son los protagonistas obvios de la historia, con su silencio o sus risas refuerzan el poder del agresor. Incidencia del bullying en América Latina

32% estudiantes de secundaria reconocen haber sufrido la rotura de objetos llevados a la escuela

12% - 14% experimentó violencia verbal

10% dice haber sufrido amenazas de un compañero.

8% fue víctima de exclusión social

37,2% de los chicos de sexto grado dice haber sido insultado o amenazado.

CEPAL y Bullying Sin Fronteras (2014)

Si se trabaja con los observadores para que puedan tomar conciencia de su rol en esta situación y estos modifican su comportamiento, el agresor pierde su público.

"Y cuando el grupo lo deja de apoyar y se queda solo, el acosador para", explica la psicopedagoga. Una vez que se identifica en la clase una situación de acoso, un equipo entrenado trabaja siguiendo un protocolo específico con la víctima, el acosador y los testigos de forma individual, sin enfrentarlos.

Si bien a nadie le gustar ser partícipe en una situación donde se violenta a una persona, muchos chicos no saben qué hacer para salir del paso o cómo defender a la víctima

"El impacto del sistema se siente sobre todo en los acosadores, porque si cambian las actitudes de los demás, (acosar) ya no es tan divertido", le explica a BBC Mundo Tiina Mäkelä, directora del programa KiVa del Instituto Escalae en España y entrenadora del programa en los países de habla hispana.

Antes de que ocurra
Otro componente fundamental -en el que participan todos- es la prevención. "Esto incluye lecciones y actividades que se imparten dos veces al mes, durante 45 minutos, donde no se habla de casos particulares sino de conceptos generales", dice Tiina Mäkelä

Todas estas actividades apuntan a crear un ambiente amable, generoso y respetuoso con los demás. Se les enseña a los niños a diferenciar entre un conflicto entre pares (aceptable) y una situación de bullying, que no debe ser tolerada.

Iván Galindo, dueño y director del Colegio Erik Erikson en Querétaro, a dos horas de Ciudad de México, cuenta que actuar antes de que se desarrollen situaciones de bullying fue importante para mejorar el bienestar de los niños en su escuela.

"Nosotros antes actuábamos cuando nos dábamos cuenta de que algo estaba pasando, cuando la leche ya se había derramado", le dice a BBC Mundo.

"Ahora nos anticipamos al problema y es más fácil identificarlo, porque los niños ya saben de qué se trata" y cómo evitarlo, explica.

Antes actuábamos cuando la leche ya se había derramado. Ahora nos anticipamos al problema y es más fácil identificarlo que antes Iván Galindo, director del Colegio Erik Erikson

Isasmendi coincide con Galindo. "Los chicos saben ahora que si están en una situación en la que no se sienten cómodos o se sienten violentados pueden pedir ayuda", dice Isasmendi.

Y este trabajo de prevención y concientización alcanza también a los padres y a los docentes.

"Hay que cambiar la cultura, porque aquí el bullying se toma muchas veces como algo normal y dicen 'son cosas de chicos, que lo resuelvan entre ellos'. Y, como consecuencia, muchos chicos transitan toda su escolaridad sintiéndose mal", explica la psicopedagoga.

Isasmendi reconoce que es un trabajo lento pero que da resultados, aunque paradójicamente ahora, según su experiencia, parece haber más casos. No es porque antes no ocurriesen, aclara, sino que "ahora se ven más porque hay una mayor conciencia de que no es normal que esto pase".

De Finlandia a América Latina
¿Pero en qué medida un método creado para una cultura y una sociedad tan diferentes a la nuestra puede brindar los mismos resultados?

"Hay problemas básicos que son iguales en todos los países", dice Mäkelä, aunque reconoce que ciertos aspectos de la metodología requieren aquí más atención.

"Los docentes aquí necesitan más apoyo que en Finlandia, porque ellos allí tienen más autonomía y más tiempo para preparar sus clases".

Otro punto es la colaboración con las familias.
"Muchas veces en América Latina, en vez de colaborar se busca a los culpables: la familia culpa a la escuela y viceversa. En vez de buscar culpables hay que buscar soluciones", agrega Mäkelä.

En el caso de la escuela de Salta, involucrar a las familias ayudó a agilizar los cambios. "Nosotros necesitamos que las familias participaran porque notamos que cuando lo hacían, veíamos cambios muchos más rápidos", cuenta Isasmendi.

A poco más de un año de su implementación, todavía es temprano para cuantificar el impacto de KiVa en Argentina, pero a juzgar por los testimonios de alumnos y maestros, la mejoría en el ambiente escolar es evidente. "(Kiva) me hace sentir más seguro y más confiado. Las clases de KiVa me hicieron más empático y más social", dice un alumno de 4º del Colegio Erik Erikson.
"Ha motivado a los alumnos a mostrarse más reflexivos y a tomar más en cuenta al otro", comenta una coordinadora de la misma institución.

Para Isasmendi, se trata mucho más que de una herramienta válida para intervenir en un medio escolar. "Es más que un programa antibullying. Es una filosofía de vida que apunta al bienestar escolar, a crear un clima de trabajo donde los chicos puedan tener tolerancia y respeto".

http://www.bbc.com/mundo/noticias-39845405#


ESTAMPAS FINESAS


• Es el país con mayores niveles de democracia y el menos corrupto del mundo. Fue el primero en permitir que las mujeres fueran parlamentarias y el segundo en permitir el voto femenino.
• Dos de las profesiones públicas mejor pagadas son la de policía y de maestro.
• Está en el euro desde 2002 pero es uno de los seis miembros de la UE que no pertenecen a la OTAN.

domingo, 7 de septiembre de 2014

Los hijos más inesperados. Andrew Solomon firma un conmovedor libro sobre las implicaciones de ser padre


Seres humanos, no simplemente casos. Este es un libro con nombres propios, que muestra hasta qué punto el conocimiento comporta el enigma y el misterio de lo imprevisto y de lo inclasificable de la vida. Más exactamente, el dolor y el sufrimiento, o el encuentro con formas inauditas de sentido y hasta de alegría, en situaciones verdaderamente límite. Es un libro sobre las relaciones entre padres y madres y sus hijos e hijas, y no un catálogo que pretende clasificar experiencias, muchas de las cuales se ordenan como enfermedades o anomalías, algo sin duda polémico para quienes desconfían, con razón, de la tipificación de “lo normal”. Baste el índice para ratificarlo: “Hijo, Sordos, Enanos, Síndrome de Down, Autismo, Esquizofrenia, Discapacidad, Prodigios, Violación, Crimen, Transgénero, Padre”. Con trescientas páginas de bibliografía, índices y notas, y aún más en su edición digital, el volumen, que supera las mil, muestra una decidida voluntad de corresponder a los avatares y progresos de la ciencia, también en su dimensión social y humana. Los terrenos son, sin embargo, tan resbaladizos y los avatares de la existencia tan desconcertantes que pronto comprendemos, a pesar de su atractiva lectura, que ni es tan fácil, ni tan posible saber en muchas ocasiones qué es mejor. Más concretamente, qué es mejor hacer.

Andrew Solomon, profesor de psiquiatría en la Universidad de Cornell, tras ser reiteradamente galardonado con El demonio de la depresión, se muestra también en esta ocasión concernido, hasta conmocionado, más allá de su voluntad de presentar un estudio elaborado, en al menos diez años, con alrededor de trescientas familias que han aprendido a vivir, a convivir y a sobrevivir en situaciones de enorme complejidad, incluso extremas. La propia historia de Solomon se ofrece como una suerte de relato de alumbramiento. “Emprendí esta obra para perdonar a mis padres y la concluí concibiendo un hijo. Comprender el pasado me ha dado libertad para vivir el presente”. “Solo reconocí que era gay cuando comprendí que la homosexualidad no tiene que ver con la conducta, sino con la identidad”. Tal vez únicamente en este sentido define su obra como de autoayuda, como una suerte de proceso para convertirse en padre, en creador y descubridor, más aún que en reproductor, para proyectar y aceptar simultáneamente. “Este es un manual para aprender a ser receptivo”, para “tolerar aquello que no puede curarse y una ilustración de que curar, aunque sea factible, no siempre es lo apropiado”. Se trata de elegir, de poder elegir. Y en esto no se sabe qué es peor, estigmatizar o atribuir un aire romántico a lo que nos enfrentamos.

En cada página del libro hay algo que problematizar o discutir, algo que cuestiona nuestras posiciones o prejuicios, que nos inquieta, que nos da que pensar, que nos convoca a debatir. No nos deja indiferentes. Todos sentimos más o menos cerca la irrupción de lo más inesperado. Ni los imprescindibles diagnósticos y pronósticos logran finalmente esquivar lo que llega a calificarse en el libro como “un sufrimiento infinito”, que conlleva en determinados momentos la necesidad de los padres de proteger de su propia desesperación a sus hijos. No falta aliento, ni ánimo, ni fuerzas, pero tampoco Solomon claudica ante fáciles alivios o consuelos. Se trata de afrontar y de procurar acompañar, de cuidar y de remediar, pero sin precipitarse en el uso de la palabra “enfermedad”, ni en el abuso de la palabra “curar”. Llega a decirse que es una puesta en duda y en evidencia de las diversas formas de amar y de los conceptos divergentes del amor, y de entender lo que cabe esforzarse por hacerlo cuando hay que cruzar líneas divisorias. Tanto que Solomon viene a señalar que “la pasión confunde, y la mayoría de estos padres actúan de tal modo arrastrados por ella que identificarla como amor o como odio es quitarle importancia. Ellos no saben lo que sienten; solo conocen la fuerza de su sentimiento”. Las historias y las experiencias de estas relaciones no permiten precipitadas tomas de posición. Se trata, en ocasiones, de buscar simplemente no hacernos daño cuando la autonomía tarda en llegar, y ya cuesta esperarla.

Se precisa, sin embargo, intervenir. No son espacios de pasividad. Y hay conocimiento y oficio y ayuda, y es necesario buscarlos, requerirlos, pero ello no siempre libera de lo que incluso la palabra “temor” parece no alcanzar a decir. Y hay entrega, la que Solomon encuentra hasta extremos insospechados. “Si un ángel glorioso descendiera de los cielos hasta mi salón para decirme que me cambiaría mis hijos por otros que fueran más listos, amables, divertidos, cariñosos, disciplinados o dotados, me aferraría a los que tengo y, como la mayoría de los padres, le rogaría a ese atroz espectro que volviera por donde había venido”. No es simple resignación, es expresión de una sociedad para Solomon cada vez más diversa y tolerante. La regularización, la inclusión, la desinstitucionalización, el movimiento por los derechos de los discapacitados y las políticas de identidad son el camino. Y esta tarea nos compromete. Más aún, Solomon no olvida el valor y la generosidad de tantas personas para abrazar la más inesperada y concreta diferencia.

Lejos del árbol. Andrew Solomon. Traducción de Sergio Lledó Rando y Joaquín Chamorro Mielke. Debate. Barcelona, 2014. 1.064 páginas. 39,90 euros (electrónico: 12,99)
Fuente: El País, Babelia.

domingo, 27 de abril de 2014

Finlandia combate el acoso escolar con un programa eficiente desarrollado por la Universidad de Turku

El país nórdico, reconocido por su excelencia educativa, exporta a Europa un sistema que ayuda a prevenir y solucionar los casos de abuso entre estudiantes


En la ciudad de Espoo, a unos 25 kilómetros al noroeste de Helsinki, la escuela primaria Karamzin fue pionera en la implantación del programa KiVa para prevenir y neutralizar el acoso escolar. En una clase, la maestra proyecta una serie de dibujos que muestran diferentes situaciones de conflicto entre alumnos. “¿Es esto acoso?”, pregunta. “Sííí”, contestan en bloque la decena de niños de siete años. “¿Y esto?”. Pero la respuesta ya no es tan homogénea. “Las imágenes les enseñan a diferenciar las situaciones, algunos son simples conflictos y otros son casos de acoso”, dice la maestra.

Kiva, en finlandés coloquial, se usa para describir algo agradable y, al mismo tiempo, es el acrónimo de Kiusaamista Vastaan (contra el acoso escolar). El programa, desarrollado por la Universidad de Turku, arrancó en 2007 y ya se aplica en el 90% de las escuelas finlandesas y se ha exportado a casi una decena de países, entre ellos Holanda, Reino Unido, Francia, Bélgica, Italia, Estonia, Suecia y Estados Unidos. Los estudiantes asisten en tres etapas de su vida escolar —a los siete, los 10 y 13 años de edad— a una veintena de clases en las que aprenden a reconocer el acoso y donde realizan ejercicios para mejorar la convivencia.

“KiVa se puso en marcha en esta escuela en 2008”, dice Jouni Horkko, director de Karamzin. “Por entonces, nuestros casos de acoso superaban la media de las escuelas finlandesas, pero tras el primer año de implementación redujimos la cifra en un 60%. Hoy tenemos 500 alumnos y en torno a 14 casos al año”, explica. En cada centro que adopta KiVa hay un equipo de profesores que son los que actúan en caso de denunciarse un caso, pero son todos los docentes los que están atentos a posibles conflictos y los que avisan al equipo KiVa para que intervenga.

Los docentes de KiVa se entrevistan con el o los acosadores, la víctima y a cuantos alumnos crean conveniente citar; sopesan en qué momento es mejor comunicar la situación a los padres y hacen un seguimiento del caso. “Generalmente, tras la entrevista donde el acosador es apercibido, deja de hacerlo. Hay casos difíciles, que pueden llevarnos a cambiar a la víctima de grupo, pero son francamente excepcionales”, comenta una de las responsables del equipo KiVa. Los miembros del grupo contra el acoso (en el caso del colegio Karamzin son cuatro) se compone de maestros que el propio director suele elegir teniendo en cuenta sus cualificaciones universitarias en temas relacionados con la violencia escolar o estudios de comportamiento de grupos, entre otras disciplinas.

Leer más en El País. Más sobre la educación en Finlandia, aquí en la BBC.