Mostrando entradas con la etiqueta Adolescente. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Adolescente. Mostrar todas las entradas

viernes, 16 de febrero de 2024

Cómo aprendí a hablar con los adolescentes (y que me escuchen)

Madre e hijo.

FUENTE DE LA IMAGEN,GETTY IMAGES

Pie de foto,

"Los conflictos se resuelven cuando ambos ganamos y cuando ambos perdemos. Siempre hay que ceder algo.

  • Cecilia Barría
  • Role,BBC News Mundo

Después de trabajar más de 30 años con adolescentes como profesor de filosofía, Jordi Nomen decidió compartir las lecciones que aprendió durante ese viaje.

Autor del best seller “El niño filósofo”, Nomen acaba de publicar “Cómo hablar con un adolescente y que te escuche”, un libro que entrega herramientas para cualquier persona que enfrente el desafío de desarrollar una buena relación con un adolescente.

No es fácil, qué duda cabe, y muchas veces los adultos se sienten superados por las circunstancias cuando creen que lo han probado todo y no funciona nada.

“Es que no me escucha”, es uno de los reclamos que suelen hacer cuando las cosas van por mal camino.

Para ayudar a quienes buscan claves sobre cómo entenderse mejor con ellos, Nomen comparte una serie de consejos aprendidos a partir de la experiencia cotidiana.

“Tratar con adolescentes es precioso o yo, al menos, lo siento así”, dice el español de 58 años.

Ese es precisamente el tono del libro y la conversación con BBC Mundo: optimista y apasionado.

Jordi Nomen
Jordi Nomen

FUENTE DE LA IMAGEN,CORTESÍA

Pie de foto,
Jordi Nomen es profesor de filosofía en una escuela de Barcelona, España.

¿Por qué le parece tan fascinante el mundo de los adolescentes?

Le he dedicado prácticamente toda mi vida porque siempre he sido profe de adolescentes. Es un proceso fascinante el crecimiento que ellos experimentan.

Un crecimiento mental, por un lado, porque los ves cómo se emocionan en las clases de Filosofía o Historia con su propio pensamiento.

Pero también está ese crecimiento emocional, esa gestión emocional, que les cuesta bastante más, y que también me parece fascinante porque van evolucionando hacia la madurez y acompañarlos en ese proceso me parece muy bonito.

Después, cuando pasan los años, lo agradecen muchísimo y te lo dicen. Te encuentras con chicos y chicas que se acuerdan de una conversación que tuvieron contigo y que les marcó. Eso te da una satisfacción enorme. Tratar con adolescentes es precioso o yo, al menos, lo siento así.

En su libro usted dice que hay mitos sobre los adolescentes, como la idea de que son irresponsables, conflictivos, desinteresados, etc. ¿No piensa que hay algo de cierto en eso?

En realidad, los mitos son falsos, pero tienen una parte de certeza. Los mitos griegos o los romanos tienen una parte de realidad, pero no dejan de ser una generalización que no debemos aceptar tal cual.

Yo he tratado con unos 2.000 adolescentes en todos estos años y hay muchísimos adolescentes que son una maravilla.

¿Le ha tocado lidiar con casos extremos de adolescentes rebeldes?

Sí, hay algunos casos en que realmente los adolescentes lo están pasando mal. Yo creo que siempre debemos enfocarnos en que cuando una persona no responde ante la preocupación de otros, es porque lo está pasando mal.

No hay que dejar a nadie atrás.

Ahora, lo común es que los adolescentes tengan algún conflicto o que sean irresponsables, claro que sí, ¡pero si están creciendo!, están aprendiendo a ser responsables, pues por supuesto que se equivocan, cometen errores y de los errores se aprende.

La adolescencia es un terremoto de cambios, es un tsunami, es una montaña rusa de emociones, y eso es muy difícil de gestionar.

"Yo he tratado con unos 2.000 adolescentes en todos estos años y hay muchísimos adolescentes que son una maravilla", dice el autor.

Hablemos de los consejos que usted le ofrece a los lectores para comunicarse con los jóvenes. Uno de ellos es la predisposición al diálogo en el sentido de abrirse a la negociación. Eso suena muy bien, pero, ¿cómo se hace?

Creo que en una negociación debemos abandonar los máximos y quedarnos con los mínimos.

Muchas veces el conflicto se plantea en términos de yo gano y tú pierdes, ¡pero es que así no se resuelven los conflictos!. Los conflictos se resuelven cuando ambos ganamos y cuando ambos perdemos. Siempre hay que ceder en algo.

Con los adolescentes esto siempre me ha funcionado. Les digo: “Tú me estás pidiendo esto, pero esto es tu máximo y eso está muy lejos del mío”. Entonces les propongo hablar de los mínimos y eso significa negociar.

Entonces, imaginemos que el adolescente te dice que quiere llegar a las cinco de la mañana y tú quieres que llegue a las 10 de la noche. Les dices que van a negociar y le propones que regrese a las 12. Seguro te contesta que no, que a las 12 empieza todo. Entonces le dices venga, va, hasta la 1.

Si te pones en plan autoritario y le dices que no va a salir, ellos también se ponen a la defensiva y rabiosos.

Otra cosa importante que usted menciona es escuchar atentamente. Suena como algo muy sencillo, pero parece que no lo es…

La escucha atenta lleva consigo el lenguaje no verbal, es decir, hay que hablar calmo y pausado, no perder el control, no gritar, mirar al adolescente a los ojos, adecuar nuestra posición a la del otro.

Luego, no interrumpir, no juzgar lo que el otro está diciendo. Solemos interrumpir. Imagina que un adolescente le dice a un adulto: “Es que mira, fui a una fiesta y había drogas”. “¿Drogas?”, interrumpe el adulto.

La sola palabra provoca una tempestad. Ya le has interrumpido lo que te iba a contar. Ellos y ellas lo que piensan es: “Bueno, pues ya está, no se puede hablar”.

Tampoco sirven los juicios de valor al estilo: “A no, eso sí que no, de ninguna manera, eso no puede ser, ¿y tú qué hiciste en la fiesta?”, y entonces comienza un interrogatorio, no una conversación.

Pongámonos un poco en su lugar, si a ti como adulto te hacen un interrogatorio, ¿qué sentirías?, ¡pues te cierras!, ya no tienes ganas de seguir hablando.

Hay algo interesante que plantea en el libro, esa técnica de parafrasear lo que ellos dicen…

Sí, es importante repetir lo que el adolescente te va diciendo, para que él o ella vea que estás prestando atención.

Puedes hacer preguntas parafraseando lo que el adolescente acaba de decir. Por ejemplo: “Entonces tú dices que esto pasó de esta manera, ¿sí?”.

Se trata de reformular lo que el adolescente va contando. Puedes decir: “Si te he entendido bien, me parece que me estás diciendo… ¿no es cierto?”.

Entonces ellos notan que hay un canal abierto y que tú estás escuchando atentamente.

La palabra atención, además, es preciosa porque etimológicamente quiere decir “tender el espíritu hacia el otro”. Es justamente eso: concentrarse en lo que el otro te está diciendo y no en lo que tú le vas a decir. Y eso no es tan fácil.

La otra cosa que usted menciona es la importancia de escoger el momento adecuado…

El momento es cuando lo decidan ellos y ellas, hay que esperar. Ahora bien, si no hay más remedio porque es muy grave el tema, aconsejaría hablar poco, no darles un gran discurso, un sermón, porque se ponen en modo off y se acabó. Se quedan ahí físicamente, pero no están.

En ese caso, si es algo muy importante, mejor decirles titulares, como: “Esto no me parece bien por esto, por esto y por esto”, y ya está, se acabó, no sigas hablando. Dejémoslo ahí y mejor hablamos en otro momento con calma.

Pero cuando ellos vienen a ti, hay que escucharlos y hay que tener conciencia de que no te lo van a explicar todo. Te van a explicar lo que puedan y quieran explicar. Pero si el canal de comunicación está abierto, es muchísimo más fácil que te expliquen.

Lo importante también son los temas. Cuando llegas y le dices, “hijo mío, tengo una lista de temas que quiero hablar contigo. La primera es el sexo, la segunda es el alcohol, la tercera…”

Decirle esto en frío es muy difícil, sobre todo cuando el adolescente no sabe muy bien cómo expresar lo que siente, no sabe gestionar sus emociones.

No entremos por ahí. Entremos por temas mucho más banales. Esta mañana le preguntaban a unos chicos, ¿y tú de qué hablas con tus amigos? La primera respuesta fue: “De estudios no hablamos porque ya me paso todo el día estudiando. Hablo de música, hablo de videojuegos, hablo de deportes, hablo de las últimas series que estoy viendo”.

Entonces, empecemos por ahí, empecemos por preguntarle a qué videojuego está jugando, o qué tal estuvo el partido, o de qué se trata la serie de televisión y quizás la pueden ver juntos.
Portada del libro de Nomen.

FUENTE DE LA IMAGEN,CORTESÍA

Pie de foto,
El título de su libro es “Cómo hablar con un adolescente y que te escuche”. Algunos interpretan la parte del “que te escuche” como sinónimo de que te obedezcan…

Que te escuchen es que tú plantas la semilla. Pero los adolescentes tienen que elegir, o sea, tú no vas a elegir por ellos y haces muy mal si lo quieres hacer.

La elección queda de su lado. Tú les muestras tu punto de vista y les dices “piénsatelo, me gustará saber qué es lo que vas a hacer”.

Le puedes decir, “la decisión la tienes tú, yo te entreno en la responsabilidad, pero eres tú el que decide”.

Los maestros lo sabemos. A un alumno le empieza a ir bien, cuando él decide que se va a poner a estudiar, cuando él dice: “Ahora me voy a poner a estudiar porque lo decido yo, porque yo quiero”.

Pues esto es lo mismo. Entonces, ¿cuál es nuestro papel? Favorecer esa reflexión, no decidir por él o ella. Quizás la decisión que tomen no te va a gustar mucho, pero es que eso es así.

Y hay que hacer ese duelo. Las personas buscamos nuestra identidad tomando muchas veces decisiones que van en contra de lo que nos han aconsejado los que más nos quieren.

Pero también es cierto que tenemos que equivocarnos. Equivocarse es la única forma de aprender. Intentar que los jóvenes no se equivoquen nunca es imposible, ni es bueno, ni es saludable.

Y si se equivocan hay que decirlo, pero decirlo de una determinada manera. Lo que no le puedes decir es: “Eres un desgraciado, todo lo haces mal”. Si haces eso, no le das ninguna posibilidad de que cambie. Yo creo mucho en que las personas pueden mejorar.

Hay que decirles: “Lo has hecho mal, vamos a ver cómo lo puedes mejorar porque creo que hay que darte otra oportunidad”

No hay que decirles: “Es que no espero nada de ti”. Si oyes eso de una madre o un padre o un profesor… es que ya no levantas cabeza. No hay autoestima que lo pueda sostener.

Yo entiendo que a veces los adultos quemamos las naves porque estamos cansados, yo lo entiendo, pero es importante la manera en que decimos las cosas.

Nomen habla de la importancia de dejar que los adolescentes tomen sus propias decisiones, aunque se equivoquen.

¿Qué otras cosas no deberían hacer los adultos, aunque tengan la mejor intención?

Una de ellas es no darles responsabilidad. Cuando piensas que el adolescente lo va a hacer mal y prefieres hacerlo tú por él o ella, eso no está bien. Es que si haces eso, ¡el adolescente no aprenderá nunca!.

Segunda cosa: no hay que quitarles los obstáculos del camino porque los estamos volviendo frágiles. Si se los quitas, ¿cómo va a aprender a hacer frente a las dificultades?

Luego: saber estar presente, pero de una manera discreta. En la infancia el adulto tiene que ser el ojo que todo lo ve, pero en la adolescencia hay que ser el radar que está atento a los cambios.

Hay que conocer a sus amigos y amigas y conocer por dónde se mueven. Si algo no te gusta, escucha antes de saltar. Hay que enseñarles a manejar los impulsos y los deseos porque eso les cuesta muchísimo, pero me temo que hay malas noticias: a los adultos también nos cuesta.

Si no lo hacemos nosotros, será muy difícil, pero muy difícil que eso pueda funcionar.

Es mucho más efectivo decirle: “Hijo mío, sé que en algún momento vas a probar el alcohol porque no me engaño. Lo que te pido es prudencia, sobre todo si hay coches de por medio”.

Le puedes contar el caso de una persona cuyo hijo tuvo un accidente, por ejemplo.

O le puedes decir: “espero que si en el futuro decides probar el alcohol sepas decir hasta cuándo, que sepas controlarlo”.

No hay que decirle, “no vas a beber nada en la fiesta, eh”. ¿De qué sirve esa frase? Es más sabio decirle que sea prudente, que no se ponga en riesgo.

Igual que cuando la hija va al centro de salud, cuando tiene una determinada edad, para buscar un método anticonceptivo. Hay padres a los que les parece una barbaridad, ¡pero es que no lo es!

Al contrario, sería mucho mejor que el adulto vaya con ella al ginecólogo y así el adolescente interpreta que su familia se preocupa por su salud sexual y reproductiva. Esto hay que hacerlo, hay que acompañarles, porque si no, recibirán consejos de las amigas o del porno.

Es que la hiperprotección y la desprotección son extremos que hay que evitar. Si les hiperproteges, facilitas que se vuelvan débiles, y si les desproteges, les dejas a la intemperie sin ninguna brújula. Hay que dejar que se equivoquen y permanecer a su lado.

Es mucho más efectivo decirle: “hijo mío, sé que en algún momento vas a probar el alcohol porque no me engaño. Lo que te pido es prudencia, sobre todo si hay coches de por medio”.

Y en el caso de la tecnología, ¿qué hacer para que suelten la pantalla?

Si le dices: “no sé por qué pierdes tanto tiempo con el móvil o ¡estás todo el tiempo enganchado al móvil, es una adicción”, no va a funcionar.

Para ellos la identidad real y la identidad digital son exactamente lo mismo. Son vasos comunicantes. En la vida digital ellos existen, se relacionan, resuelven sus problemas, se reconocen, reconocen a los demás, buscan toda la información que necesitan.

Para el adulto, el primer paso, es aceptar que eso es así. Y luego, hay que establecer algunos espacios de seguridad, negociar normas.

Por ejemplo, “en la cena no hay móvil que valga y no hay móvil que valga porque esto es una norma de nuestra familia. Somos un grupo, y todos y todas debemos sentirnos cómodos, no solo tú”.

También es importante decirles que la tecnología tiene muchas cosas positivas, pero hacerles ver que también tiene un lado negativo. Ellos normalmente lo ven, lo reconocen.

Entonces le puedes decir que van a establecer unos tiempos de desconexión. Y eso puede ser, por ejemplo, que si todos vamos a hacer deporte o a pasear a un lado, pues dejaremos el móvil todos, y eso quiere decir que el adulto también.

De entrada, ellos rechazan estos espacios de desconexión, pero si se establecen como una rutina, llega un momento en que lo agradecen.

En nuestra escuela, pensábamos que hacerles dejar el móvil a la entrada del aula iba a ser una tarea imposible. Pues bien, no fue así. Lo estamos haciendo desde septiembre y ha funcionado. No ha habido ningún problema, ninguno.

Y cuando ahora les preguntas, ¿qué os parece esto de no llevar el móvil encima? Te dicen que les da una cierta libertad porque no hay que estar pendiente todo el tiempo.

Pero tienen que experimentarlo para darse cuenta de que no es tan malo como parece.

Una sugerencia del autor es limitar los tiempos de uso del celular, como por ejemplo, en la cena.

¿Qué es lo más difícil que les toca enfrentar a los adolescentes?

Te voy a contar una historia. Habitualmente les pido a los adolescentes que hagan fotografías filosóficas. La semana pasada leí un trabajo extraordinario de una chica, un trabajo magnífico.

Ella se hacía una pregunta: ¿Qué esconden los adolescentes detrás de su carácter fuerte?

Y la respuesta la da en tres fotografías. 
La primera se titula: miedo al fracaso. 
La segunda se titula: inseguridad por no ser aceptada. 
Y la tercera: prisionera de una idea de normalidad falsa.

¿Qué puede contrarrestar ese tipo de emociones? El apego seguro en la familia, el ser querido incondicionalmente. Eso es lo único capaz de contrarrestar el miedo al fracaso, la inseguridad y la tiranía de la normalidad.

Hay un poema que te gusta mucho compartir con los adolescentes…

Es un poema muy bonito del poeta inglés William Henley, que acaba con una frase que yo la he hecho mía para acompañar a los adolescentes:

Ya no importa cuán estrecho haya sido el camino,

ni cuántos castigos lleve a la espalda:

soy el amo de mi destino,

soy el capitán de mi alma.

Obra más famosa
«Invictus» es el poema más famoso del autor. Fue motivo de inspiración para el presidente sudafricano Nelson Mandela durante su estancia en la cárcel...  Fue escrito en 1875 y publicado por primera vez en el Libro de poemas (1888).

Invictus

En la noche que me envuelve,

negra, como un pozo insondable,

le doy gracias al dios que fuere,

por mi alma inconquistable.

En las garras de las circunstancias,

no he gemido, ni he llorado.

Bajo los golpes del destino,

mi cabeza ensangrentada jamás se ha postrado.

Más allá de este lugar de ira y llantos,

acecha la oscuridad con su horror,

Y sin embargo la amenaza de los años me halla,

y me hallará sin temor.

Ya no importa cuan estrecho haya sido el camino,

ni cuantos castigos lleve mi espalda,

Soy el amo de mi destino,

Soy el capitán de mi alma.

Fuente:

martes, 15 de marzo de 2022

_- Por qué los adolescentes sarcásticos pueden ser los más inteligentes

_- Los niños pequeños no entienden el sarcasmo, pero cuando llegan a la adolescencia, puede ser su forma usual de responder. Esto es lo que nos dice la ciencia sobre las acrobacias mentales detrás de una frase irónica.

Si te dijera que el sarcasmo es una de nuestras herramientas lingüísticas más poderosas, tu primera reacción podría ser no tomarme en serio. Tal vez incluso asumas que yo mismo estoy utilizando un poco de ironía.

A menudo se nos recuerda, después de todo, la frase de Oscar Wilde de que "el sarcasmo es la forma más baja de ingenio", aunque olvidamos que el escritor calificó inmediatamente su afirmación añadiendo "pero la forma más alta de inteligencia".

A los padres o maestros de adolescentes en particular les puede resultar difícil creer que esta peculiaridad lingüística sea un signo de una mente flexible e inventiva.

Sin embargo, eso es exactamente lo que han estado argumentando los psicólogos y los neurocientíficos. Estos expertos descubrieron que el sarcasmo requiere que el cerebro supere numerosas dificultades para llegar a una interpretación correcta, para lo que se necesita más capacidad intelectual que para las declaraciones literales.

Y aunque a menudo se desdeña como un comportamiento juvenil, el sarcasmo es en realidad una prueba de madurez, ya que el cerebro en desarrollo de un niño tarda años en comprenderlo y dominarlo por completo.

"Puede ser bastante desafiante", dice Penny Pexman, psicolingüista de la Universidad de Calgary en Canadá.

El sarcasmo puede permitir agregar matices a las interacciones. También puede ser visto como un mecanismo para lidiar con sentimientos negativos o situaciones difíciles.

El esfuerzo mental vale la pena. El sarcasmo nos permite agregar un matiz muy necesario a nuestras interacciones, suavizando los golpes de nuestros insultos o agregando una provocación juguetona a un cumplido.

Incluso hay alguna evidencia de que puede prepararnos para ser más creativos y que puede ayudarnos a ventilar emociones negativas cuando nos sentimos deprimidos.

Pexman está tan convencida de la importancia del sarcasmo que ahora ha comenzado a diseñar programas de entrenamiento para aquellos con un sentido subdesarrollado de la ironía sarcástica.

Pequeños pasos
Algunas pistas sobre la complejidad del sarcasmo provienen de su larga trayectoria de desarrollo a través de la infancia, un hecho que Pexman ha descubierto con la ayuda de unas pícaras marionetas.

En un estudio representativo, un niño quizá vea a un personaje llamado Jane que intenta pintar una rosa, pero acaba haciendo un desastre.

"Eres una pintora increíble", dice Anne, la amiga de la marioneta.

O puede ver a un personaje llamado Sam que está arrancando malezas en el jardín y termina el trabajo muy rápido. "Eres un jardinero horrible", dice su amigo Bob.

En general, los niños menores de 5 años simplemente no pueden detectar el sarcasmo de estas frases y tienden a tomar las declaraciones literalmente.

E incluso después de comenzar a percibir que las palabras ocultan algún significado, pueden tener dificultades para comprender los matices. (Pueden pensar, por ejemplo, que alguien simplemente está mintiendo).

Los niños menores de 5 años son incapaces de detectar el sarcasmo y tienden a tomar las declaraciones literalmente.

La comprensión del uso del sarcasmo en el humor, como una forma de burla, llega por último. "Eso se desarrolla particularmente tarde, alrededor de los 9 o 10 años de edad en promedio", dice Pexman.

Este arco de desarrollo parece seguir el surgimiento de la "teoría de la mente", la capacidad de un niño para comprender las intenciones de otro, que tiende a volverse más sofisticada con la edad.

Otros factores pueden incluir el vocabulario y la gramática, la capacidad de captar las señales vocales sutiles que podrían indicar el significado sarcástico y la comprensión de los contextos en los que se puede esperar o no el sarcasmo. Esto solo llega luego de una amplia experiencia en situaciones sociales.

"Existen todas estas piezas que un niño necesita ensamblar, pero ninguna de ellas es suficiente, por sí sola, para comprender el sarcasmo", dice Pexman.

Sus últimos estudios han demostrado que el entorno familiar de un niño puede influir fuertemente en su comprensión y uso del sarcasmo. Si los padres usan el sarcasmo, es mucho más probable que los niños desarrollen la habilidad por sí mismos.

"Alrededor de los 4 años, los niños desarrollan la capacidad de captar la perspectiva de otra persona y reconocer que la creencia que alguien podría tener en su mente es diferente a la suya", señala Pexman.

El sarcasmo es complejo porque el niño debe comprender la creencia real del hablante y las formas en que pretende que la otra persona interprete sus palabras.

Es un proceso de dos pasos y lleva tiempo para que un niño lo domine. (En general, a los niños menores de 7 años les resulta difícil tener en mente dos ideas potencialmente opuestas).

Cuando llegan a la adolescencia, muchos niños dominan estas habilidades complejas, y tal vez no sea sorprendente que luego disfruten experimentando con ellas y probando sus efectos en otros.

El sarcasmo puede fomentar el pensamiento creativo.

Creatividad
Si todavía no estás convencido de que el amor de tu hijo o hija adolescente por el sarcasmo es un hito que vale la pena celebrar, considera un experimento reciente de Ruth Filik, psicóloga de la Universidad de Nottingham en Reino Unido.

Se pidió a los participantes que se acostaran en un escáner fMRI mientras leían varios escenarios de eventos comunes.

En algunos casos, las declaraciones de los personajes tenían la intención de ser suavemente irónicas, como:

"Bernice y Caitlin estaban aplicando a un curso de psicología en una universidad de Estados Unidos. Fueron a imprimir sus formularios juntas. La imprenta solo tenía papel rosa disponible. Bernice le dijo a Caitlin: '¡Muy formal!'".

En otros escenarios, las mismas palabras fueron utilizadas como crítica sarcástica a una persona en particular:

"Bernice y Caitlin estaban solicitando un curso de psicología en una universidad de Estados Unidos. Fueron a imprimir sus solicitudes juntas. Caitlin eligió imprimir el suyo en papel rosa. Bernice le dijo a Caitlin: '¡Muy formal!'".

Ambos tipos de ironía activaron la red de "mentalización" involucrada en la comprensión de las creencias e intenciones de otras personas, un hallazgo que subraya la importancia de la teoría de la mente en la interpretación de este tipo de declaraciones ambiguas.

Sin embargo, es importante señalar que Filik descubrió que el sarcasmo también desencadenó una mayor actividad en las redes semánticas involucradas en el procesamiento general del lenguaje y en las regiones cerebrales involucradas en el humor, en comparación con la ironía no sarcástica, lo que ella interpreta como un signo de su complejidad general.

"Es más desafiante averiguar cuáles eran las creencias de la otra persona, por qué dijeron eso y si están tratando de ser malos o divertidos", señala Filik.

Este entrenamiento mental puede tener algunos beneficios sorprendentes. Trabajando con colegas de las universidades de Harvard y Columbia, Li Huang de la escuela de negocios de Insead en Fontainebleau, Francia, ha demostrado que expresar, recibir o recordar comentarios sarcásticos puede ayudar a catalizar el pensamiento creativo.

Uno de sus experimentos involucró, por ejemplo, el "problema de la vela", en el que a los participantes se les presenta una vela, un paquete de fósforos y una caja de tachuelas.

Su tarea es encontrar una manera de fijar la vela a la pared para que pueda arder sin gotear cera en el suelo. La respuesta correcta es vaciar la caja de tachuelas, clavarla en la pared y luego colocar la vela dentro, una solución que solo se te ocurrirá si estás preparado para pensar lateralmente sobre las funciones de cada objeto.

Antes de abordar el problema, se pidió a algunos participantes que recordaran una interacción sarcástica, mientras que otros recordaron un intercambio sincero o neutral.

Sorprendentemente, los recuerdos sarcásticos duplicaron con creces la tasa de éxito de los participantes, de alrededor del 30% a más del 60%.

Las respuestas sarcásticas de los adolescentes pueden dejar a sus padres perplejos.

Como forma de humor, el sarcasmo también puede ayudarnos a lidiar con la frustración o el estrés. "Puede ser una forma de desahogarse", dice Kathrin Rothermich de la Universidad de Carolina del Este en Greenville, Carolina del Norte, en Estados Unidos.

Curiosamente, uno de sus estudios recientes encontró que el uso del sarcasmo por parte de las personas deprimidas y ansiosas aumentó durante la pandemia de covid-19, lo que puede reflejar este mecanismo de lidiar con situaciones difíciles.

Sin embargo, en general la principal motivación del sarcasmo será lingüística: agregar color a los mensajes que esperamos transmitir.

"Tienes el velo del significado superficial sobre el significado subyacente", dice Pexman. Podría ser una burla suave y, si estás criticando implícitamente a alguien, incluso puede darte una negación plausible, lo que reduce el riesgo de un altercado.

Si bien estos estudios se realizaron con adultos en lugar de adolescentes, parece probable que los adolescentes experimenten sensaciones similares cuando usan el sarcasmo y podrían verlo como un mecanismo útil para lidiar con sentimientos negativos o situaciones difíciles.

En general, solo a los 9 o 10 años se comprende el sarcasmo en el humor, como forma de burla.

Entrenamiento para el sarcasmo
Inicialmente, puede ser un shock para los padres notar que sus hijos muestran sarcasmo, un signo, quizás, de un cinismo más adulto que choca con sus impresiones sobre la inocencia juvenil de sus hijos.

Los padres pueden sentirse particularmente indefensos cuando se trata de un adolescente que lo inyecta en casi todas las interacciones, como si tuvieran dificultades para expresar emociones sinceras.

Pero ¿deberíamos culpar a los adolescentes por manejar esta herramienta versátil? ¿Sería tal vez mejor verla como la práctica útil de una habilidad vital?

"Es una habilidad en la que los adolescentes quieren ser buenos, particularmente porque una gran parte del lenguaje que usamos en la vida cotidiana no es literal", dice Filik.

Pexman está de acuerdo, y es por esta razón que ha comenzado a buscar formas de enseñar el sarcasmo a los niños que son lentos para captar sus matices.

El resultado es Sydney Gets Sarcastic ("Sydney se vuelve sarcástico"), un libro de cuentos que proporciona múltiples ejemplos de sarcasmo y las razones por las que se utiliza.

Un experimento reciente demostró que a los niños que leían y discutían el cuento les resultaba más fácil luego detectar declaraciones sarcásticas.

Dada la mala reputación del sarcasmo, todos podríamos apreciar un poco más su complejidad y sofisticación. Y no estoy haciendo uso de ninguna ironía cuando digo que el sarcasmo es, literalmente, uno de los mayores regalos de la lengua.

Este artículo fue publicado originalmente en BBC Future. Puedes leerlo aquí en inglés.

* David Robson, @d_a_robson en Twitter, es un escritor y periodista científico situado en Londres. Su nuevo libro es The Expectation Effect: How Your Mindset Can Transform Your Life ("El efecto de la expectativa: cómo tu forma de pensar puede transformar tu vida").

https://www.bbc.com/mundo/vert-fut-60405341

jueves, 23 de mayo de 2019

Suicidios, tragedias silenciadas

La serie ‘Por trece razones’ aborda el suicidio entre adolescentes que sufren acoso escolar y abre la puerta al debate sobre los motivos que lo desencadenan en edades tan tempranas.

ANNAH BAKER toma la decisión, perfectamente meditada, de cortarse las venas con una cuchilla de afeitar. Esta víctima de acoso escolar es un personaje ficticio que protagoniza la serie Por trece razones, un drama sobre bullying emitido por Netflix. La adolescente decide que vivir “no merece la pena” y busca responsables: “¿En qué momento empezó a torcerse mi vida?, y ¿de la mano de quién?”. Baker es una adolescente en el punto de mira de sus compañeros. Su comportamiento es objeto —involuntario, injusto y falaz—de la observación y crítica de todo el instituto. Es víctima también de la era tecnológica, de la facilidad de difusión de opiniones y mentiras, de la trascendencia de una fotografía tomada en un momento de privacidad que, sacada de contexto, nos invita a creer que tenemos derecho a juzgar la vida de la gente.

Está muy bien que una serie de televisión aborde el espinoso tema del bullying porque podría utilizarse como herramienta para la prevención de muchas de las agresiones que sufren los estudiantes en los colegios. Pero la crudeza de algunas de sus escenas la hace desaconsejable para el público más joven. Además, la trama va mucho más allá. Está claro que haber sido desprestigiada, insultada y acosada por sus compañeros constituye buena parte de la trágica decisión que toma Hannah Baker. Por otro lado, esta ficción refleja muy bien la crisis vital de un adolescente. No es fácil vivir en un mundo dicotómico en el que “todo el mundo”, si no te quiere, te odia. Lleva su tiempo aprender que a la mayoría de las personas que pueblan nuestro entorno les somos prácticamente indiferentes, que nuestra conducta no trasciende más allá de unos pocos, a los que verdaderamente importamos. Es posible que haya quien esté pendiente de nuestro fracaso y hasta disfrute del mismo, pero a esa difícil edad se tiende a sobrevalorar esta observación y, sobre todo, produce una intensa angustia sentir que cada acto, cada traspié o cada opinión ajena nos perseguirán siempre.

Los chicos y chicas tienden a exagerar la trascendencia e inmutabilidad de las decisiones a largo plazo, atribuyéndoles una influencia excesiva en su existencia. ¿Elegir la carrera adecuada es la decisión más importante de una vida? Sin duda es una de las más importantes, pero no se trata de algo irrevocable. Observándolo desde la distancia adulta, un fallo que retrase dos o tres años la consecución de nuestros objetivos no es un error absoluto. Pero dos o tres años, cuando se tiene 16, puede ser mucho tiempo. Y no solo se trata de una cuestión de proporción, sino de desajuste generacional. Por ejemplo, ¿quién querría a los 16 años compartir aula con chavales de 13?

Suicidios, tragedias silenciadas
ILUSTRACIÓN DE MIKEL LASO

La adolescencia es el periodo en el que creamos parte de nuestra identidad respecto del entorno. Lo que el exterior nos devuelve respecto a la idea que tenemos de nosotros mismos es, durante varios años, determinante para la percepción de nuestra imagen. Somos más dependientes que nunca, y esa es otra barrera, en esta difícil etapa, que no permite percibir que somos algo más de lo que los demás ven en nosotros.

Otro elemento espléndidamente reflejado en la serie es el conocido como “efecto túnel”. Se produce en las personas que consideran el suicidio una salida a sus problemas: son incapaces de percibir señales de esperanza y centran su atención tan solo en aquellas que confirman la certeza de que su decisión es la única posibilidad. Hannah Baker, la protagonista, es incapaz de ver el mensaje positivo que claramente nos transmiten los guionistas de la serie cuando el bibliotecario que una vez le prestó atención, que mostró interés, incluso admiración, por sus poemas, le ofrece una salida digna a un futuro incierto, una salida realista, adecuada a sus intereses y habilidades. El mismo día que Hannah consuma su decisión, esta persona le recuerda que él sigue a su disposición, pero ella pasa por su encuentro de puntillas. Ella se intenta demostrar a sí misma que nadie quiere ayudarla. Tras haber visto esta magnífica producción televisiva, me gustaría destacar que, si bien Hannah Baker es víctima del oprobio y la injusticia, ella no se queda corta, acusando directamente a una serie de personas de ser responsables más o menos directas de su decisión.

La terrible injusticia que comete esta chica en su desesperación no solo es equiparable a la que ella misma sufre de manos de otros. En algunos casos, las supera. En “las 13 razones” que argumenta apunta a 13 personas a las que culpa de su trágico final. Algunas por acción, otras por omisión. El suicidio como ejemplificador y aleccionador es un acto de un heroísmo tan banal que tan solo puede ser considerado detestable y agresivo. Sin duda hay dos o tres personajes que le causan un daño muy costoso de reparar, pero ella es la única que provoca un daño de verdad irreparable.

https://elpais.com/elpais/2017/06/25/eps/1498341908_149834.html

jueves, 8 de septiembre de 2016

ENTREVISTA | FERNANDO J. LÓPEZ: “Subestimamos a los adolescentes y su sentido crítico”. Con ‘Los nombres del fuego’, el autor Fernando J. López se aventura a la narrativa transmedia

Somos lo que decidimos y también “aquello que no hemos decidido”, escribe Fernando J. López en El sonido de los cuerpos (Dos bigotes, 2016). Y en Los nombres del fuego (Loqueleo, 2016), primera novela transmedia del autor, la vida de Xalaquia y Abril ha sido decidida por otros. A pesar de que sus mundos —el México azteca del siglo XVI y la España del siglo XXI— parecen tan distantes, separados por cientos de años y miles de kilómetros, las une “la búsqueda de su propia voz en una sociedad que trata de oprimirla, de reprimirla”, asegura.

Para este escritor de novelas juveniles, “cada libro que se lee o se escribe se suma a la identidad del que lo hace”. Considera que los personajes de ficción están tan vivos en nuestra memoria como los reales y hasta ve más verdaderos a la Celestina, Don Quijote o la Maga de Cortázar que a cualquier desconocido en la calle. “Nunca somos la misma persona después de leer un libro”, afirma.

Movido por la idea de escribir una novela que abordara la situación actual de las mujeres, la igualdad entre sexos, y que aportara una visión feminista de la realidad, López (Barcelona, 1977) escribió una “historia tejida de historias” para mostrar las semejanzas que “por desgracia aún se mantienen en dos sociedades aparentemente muy diferentes”. Rodeado de obras en una librería de Madrid, el finalista del premio Nadal 2010 por La edad de la ira, explica que para unir estos dos mundos necesitaba uno que culturalmente tuviera una visión del tiempo más compleja que la lineal: “Los aztecas la tienen, en ese sentido fueron muy adelantados”.

En el Madrid actual, Abril tendrá que descifrar una serie de mensajes escritos con palabras que no entiende, para descubrir sus orígenes. Mientras que el universo de Xalaquia se ve alterado por la llegada de unos extranjeros. Las protagonistas de la historia, que mezcla magia y misterio, acaban de cumplir 16 años y buscan su identidad en un entorno hostil y complicado, como el que el escritor trata en casi todos sus libros “de un modo u otro”. “En este caso está muy asociado con la violencia cotidiana que nos rodea y a la que por desgracia nos hemos habituado”, señala.

López, que con solo 19 años ganó el Premio Joven y Brillante por In(h)armónicos, retrata a unos protagonistas jóvenes pero muy maduros. “Creo que subestimamos a los adolescentes, infravaloramos su sentido crítico”, asegura. Y añade que se ve reflejado en cada uno de sus personajes: “Hay un poco de mí en todos. En todos los libros al final siempre vas dejando algo de ti”.

Abril, Xalaquia, Nico, Marina e Iván no están vivos solo en el papel, sus universos traspasan las cubiertas del libro gracias a la narrativa transmedia, un tipo de relato donde la historia se despliega a diferentes medios y plataformas. En este caso, además de la obra, existe un sitio web, un blog, una cuenta en la red social Instagram y una lista de canciones en Spotify. “Es fascinante continuar escribiendo la novela. Sigue viva mientras haya lectores”, dice el catalán sobre su experiencia en esta clase de narraciones, que también permiten la interacción del público, pues estos pueden enviar sus textos, dibujos y canciones.

Con seres que abordan temas como la sexualidad, el suicidio, el abuso escolar y emocional, Los nombres del fuego, al igual que El sonido de los cuerpos —su novela publicada a principios de 2016—, reivindica la pluralidad, la diversidad y la identidad “concebida desde una manera no normativa”. El autor asegura que “escribe desde la verdad” basado en historias de personas cercanas debido a lo cual “hay personajes y páginas que duelen”.


http://cultura.elpais.com/cultura/2016/08/18/actualidad/1471536451_986679.html

jueves, 21 de noviembre de 2013

Tengo un hijo adolescente

Ya no son niños pero tampoco adultos. Comunicación y empatía son claves para evitar conflictos
Los mayores problemas: fracaso escolar, cruzar los límites y el inicio de las relaciones sexuales


– “Hola, María, ¿cómo estás?, cuánto tiempo sin verte. ¿Y tu niña? ¡Debe estar enorme!”.
– “Sí, Marta, enorme, es toda una señorita. ¡Fíjate si ha crecido que hasta usa mi ropa!”.
– “¿Qué me dices? Pues ahora es cuando empiezan los problemas, hija, se vuelven insoportables. Lo recuerdo con horror… quita, quita. Te deseo suerte, Marta, y átala corto, que no veas cómo están las niñas a esta edad”.

Parece que existe una relación directa entre la adolescencia y los conflictos, tan directa, que los padres están a la espera de que lleguen los problemas. El cerebro de los padres de adolescentes despliega un radar con el que detectan los problemas, las malas caras, la ropa que les disgusta, la música, la falta de comunicación y una larga lista de rechazos. Pero no lo aprecian solo porque sea algo diferente, sino porque es “lo que toca”. Por el contrario, dejan de centrar la atención en lo que podría ser una fuente de satisfacción; sencillamente, no cuentan con ella. Son adolescentes, los han etiquetado, tienen sus prejuicios y estos son muy difíciles de modificar.

Sus hijos son fruto de lo que usted proyecta, de la educación en valores, de lo que traen en su pequeña mochila, de lo que van interiorizando de sus iguales, sus maestros y otras fuentes de influencia. Hay padres que educaron con ejemplaridad, y aun así salió mal porque no todo es controlable. Pero si genera un ambiente de comunicación, confianza y seguridad, aumenta la probabilidad de reducir conflictos.

Tres de los mayores problemas con los que se enfrentan los padres de adolescentes son el fracaso escolar, cruzar los límites y el inicio de las relaciones sexuales. Atento a los consejos.

FRACASO ESCOLAR
1. Nuevas emociones. Los chicos conviven con un nuevo animal doméstico, el pavo, del que además hacen partícipes al resto de miembros de la familia. Idolatran las amistades, se enamoran, lloran, encuentran nuevas emociones, dan valor a las marcas y se desgañitan por sus cantantes favoritos.

A los padres les cuesta comprender esta etapa de la vida y en lugar de interesarse por lo que les fascina ahora a sus hijos, dirigen la atención a lo que resta. Dicen que les dedican mucho tiempo a sus redes sociales, que le quitan tiempo al estudio, que hablan largas horas por teléfono y que están todo el día de risitas. Y así no pueden estar concentrados en lo importante: estudiar.

2. ¿Cómo podemos ayudarles? Inculque un hábito de estudio desde primaria. Y convierta este hábito en innegociable. Priorice en casa el deber por encima del placer. Eduque en valores, no hay recompensa sin esfuerzo. Si lo aprenden desde pequeños, será más sencillo que lo sigan respetando y aceptando de adolescentes.

Respete la intimidad de sus hijos. Si ha hecho sus deberes y ha cumplido con las tareas domésticas, deje que organice el resto de su tiempo. Lo que usted cree que es divertido, para ellos igual ha dejado de serlo. Puede que prefieran chatear antes que jugar a los juegos de mesa de toda la vida. Eso sí, todo dentro de unos límites. Participe en lo que es importante para sus hijos, haga un pequeño esfuerzo. Seguro que a sus padres tampoco le hacían gracia los Hombres G, Duncan Dhu o Loquillo. Pregúnteles qué escuchan, sobre qué temas chatean y comparta con ellos cómo se relacionaba usted en su adolescencia. Si quiere ser algo amigo de sus hijos, tenga conductas típicas de la amistad, como hablar de lo que a ellos les interesa.

Tenga en cuenta sus resultados, pero también su rendimiento. Con la adolescencia coincide también el cambio de ciclo a la ESO. A muchos alumnos les cuesta adaptarse al instituto, al hecho de ser más independientes y organizarse solos. Concédales un periodo de ajuste. Valore si se esfuerzan, si dedican tiempo a sus estudios, valore su responsabilidad, no solo las calificaciones. Las notas son el termómetro, pero no siempre son el reflejo del esfuerzo y la actitud que puedan tener sus hijos.

CRUZAR LOS LÍMITES
1. Querer pertenecer al grupo. A ningún padre le gusta encontrarse con un adolescente borracho. Y a todos les horroriza la posibilidad de que consu­man drogas: porros, cocaína, pastillas o cualquier sustancia que pueda ocasionar daños a la salud.

Muchos adolescentes prueban las drogas porque no saben decir no al líder del grupo. Esta actitud significaría no identificarse con lo que manda el cabecilla y, por tanto, sentirse excluidos. Otros adolescentes se inician en las drogas por curiosidad, les gusta experimentar emociones fuertes o llevar la contraria a quien se lo ha prohibido.

Y muchos otros lo hacen por evadirse de sus problemas y por no enfrentarse a la realidad de lo que no funciona: ser tímido, tener problemas para relacionarse o vivir en un ambiente familiar hostil en el que no se sienten queridos o comprendidos.

2. Posibles soluciones. Cuide su comunicación con ellos. Si es un padre autoritario y que no da explicaciones, sepa que está alejando a sus hijos de usted. Trate de ser comprensivo y cariñoso. Cree un ambiente en el que su hijo pueda expresarle sus miedos, la relación que mantiene con sus compañeros y cómo se siente dentro de su grupo.

Trate de fortalecer la autoestima de sus hijos. Valore sus virtudes, elogie sus progresos, su actitud, dígales que son buenos y que los quiere de forma incondicional. No haga juicios de valor ni dé respuestas mostrando lo horrorizado que está ante los comentarios de sus hijos. Reflexione y espere el momento adecuado para hablar de lo que no comparte.

Informe y forme a sus hijos sobre las drogas. Muéstreles la cara dura de la droga, las consecuencias a nivel de salud, el daño a terceros y la miseria que puede generar en el núcleo familiar. No se trata de crear pánico, se trata de que sepan cuáles son las consecuencias.

Entrene a sus hijos en habilidades sociales. Enséñeles a decir no, a defender sus derechos y a que no tienen la necesidad de identificarse con todo lo que el grupo hace.

Cree un ambiente de sincera confianza, en el que sientan que pueden confesarle secretos sin que se vean censurados. Pruebe a preguntar si desean sus consejos en lugar de decirles lo que tienen que hacer.

Cuando crucen los límites, ponga un castigo. No lo haga justo en el momento en el que usted está alterado, porque será exagerado, después se sentirá mal y se lo querrá levantar. Medite qué merece su hijo y trate de que el castigo sea reparador y educativo. No negocie con los castigos, a pesar de las rabietas, las malas caras y el chantaje emocional.

INICIO DE LA ACTIVIDAD SEXUAL
1. Momento de curiosidad. La conducta sexual está relacionada con la actividad hormonal, y es en esta edad en la que la curiosidad despierta en los chicos. Sienten deseo, tienen ganas de experimentar la masturbación y de besarse con sus parejas. Por mucho que evite el tema, no podrá controlar la conducta sexual de sus hijos. De hecho, las estadísticas afirman que algunas niñas inician sus relaciones sexuales cuando solo tienen 13 años.

Lo ideal sería que la conducta sexual comenzara de forma gradual y que cuando la persona tenga la madurez psicológica y la edad apropiada, diera el paso, voluntario por ambas partes, de tener relaciones completas.

2. Ofrézcase a dar explicaciones. Hable a sus hijos sobre el sexo con normalidad. Saque el tema en un momento oportuno, pregunte sobre los amigos de sus hijos, si salen con ellos y si ya tienen novio; si les han dado información sobre la prevención de embarazos y de enfermedades de transmisión sexual (ETS) en el instituto. Ofrézcase a dar explicaciones y ser de ayuda cuando lo necesiten. Indíqueles que cada conducta sexual tiene su momento, que no es aconsejable vivir etapas para las que uno no está preparado y que usted está ahí para aconsejar en todo lo que le soliciten. Explíqueles a sus hijos que no hay ninguna relación directa entre amar a una persona y tener que mantener relaciones sexuales.

Facilite métodos anticonceptivos si sabe que sus hijos son sexualmente activos o si lo intuye. Téngalos en casa en algún lugar donde puedan cogerlos sin sentir vergüenza. Siempre será mejor que se protejan a sufrir embarazos no deseados y ETS.

Si no espera cosas buenas de sus hijos, no las encontrará. Si desea disfrutar de la adolescencia, igual debería no solo desearlo, sino participar en el proceso.

PELÍCULA
"An education". Lone Scherfig

LIBROS
‘Vivir con un adolescente’ Sònia Cervantes. Editorial Oniro
Gestionando adolescentes. Leo Farache. Wolter Kluwer.
CANCIÓN
‘16 añitos’. Dani Martín

Fuente: El País.
Más de interés:


Las buenas acciones y actitudes llevan a otras buenas, o la bondad fomenta bondad,...


Ver también en este blog 10 pautas para educar.