_- No ha sido el único para quien la nueva ley de eutanasia ha llegado muy tarde. Tanto sufrimiento, y tan innecesario
ntre todas las cartas que he recibido en mi vida hay una que guardo con especial cariño. Son sólo cuatro palabras en una cuartilla; están escritas con bolígrafo, en una letra irregular y temblorosa, llena de tropezones en el trazo, pero se lee con claridad. Y dice: “Muchas gracias. Ramón Sampedro”.
No sé si las nuevas generaciones sabrán quién fue Ramón Sampedro. Quizá sí por Mar adentro, esa maravilla de película, ganadora de un Oscar, que Amenábar hizo en 2004 sobre él. Diré de todas formas que Ramón nació en 1943; marino mercante de profesión, a la espléndida edad de 25 años se zambulló en el mar desde una roca en su Galicia natal y se rompió el cuello. Quedó tetrapléjico y vivió en esas horrendas condiciones durante casi tres décadas. A partir de 1993, es decir, tras pasar 25 años encarcelado en su propio cuerpo, empezó a reclamar su derecho a una muerte digna. Pedía que le quitaran las sondas que lo alimentaban, o que un médico le diera los fármacos necesarios. No lo consiguió. Finalmente, en 1998, ayudado por amigos, pudo sorber cianuro con una pajita. “Hoy, cansado de la desidia institucional, me veo obligado a morir a escondidas, como un criminal”, dijo en su vídeo de despedida. Fue el primer español que puso el tema de la eutanasia ante nuestras narices. Publiqué un artículo hablando de su terrible lucha, y por eso me envió esa carta escrita con la boca. La atesoro.
No ha sido el único para quien la nueva ley de eutanasia ha llegado muy tarde. Tanto sufrimiento, y tan innecesario. Y no sólo en España, por supuesto. Hace un par de semanas consiguió por fin la muerte en Colombia una mujer cuyo caso ha marcado un hito en su país, al igual que Sampedro lo hizo aquí. Hablo de Yolanda Chaparro, de 71 años, diagnosticada hace tres de ELA, una enfermedad cruel que te acaba paralizando. Colombia tiene una situación ambigua respecto a la eutanasia y eso hizo que los médicos le negaran la ayuda a Yolanda, argumentado que todavía debía deteriorarse mucho más; que, para poder morir, antes tenía que estar completamente postrada en cama, haber perdido el habla, necesitar ayuda para todo y no ser capaz de masticar. ¿Cómo? ¿Pero qué parte de “derecho a una muerte digna” no entendieron los malditos médicos colombianos? Es justamente todo eso, todo ese terror y ese horror, lo que la eutanasia debe ahorrarnos.
Los seres humanos somos bastante absurdos. Jamás pensamos en la muerte, aunque es la única certidumbre que tenemos de nuestro futuro. La muerte forma parte de la vida, y es justamente por respeto a la vida por lo que hay que regular el derecho a una buena muerte. Esto es, a una salida digna de un sufrimiento extremo. La ley de la eutanasia no obliga a nadie, sólo cuida y ayuda. Esto es algo tan obvio que me cuesta entender los 141 votos contrarios a la ley. Como tampoco entiendo que ahora los del PP aleguen que es mejor reforzar los cuidados paliativos y la dependencia, cuando se han opuesto en tres ocasiones a legislar la paliación y han recortado 12.000 millones de euros en dependencia. En fin, creo que han perdido la oportunidad de hacer algo bueno y grande.
Porque para mí es conmovedor y emocionante poder vivir el hito histórico de la aprobación de una ley semejante. La ha promovido el PSOE y se lo agradezco, pero en cualquier caso es una de esas leyes esenciales, transversales y apartidistas que pertenecen a toda la sociedad (y a toda la humanidad) y que nos hemos ganado madurando como país: según el CIS, el 82% de los españoles están a favor. Pasarán los años, pocos años, y la evidente justicia y necesidad de la regulación de la eutanasia será algo tan indiscutible como las leyes que dieron el voto a las mujeres o que abolieron la esclavitud.
La muerte por ingestión de cianuro puede tardar entre 10 minutos y una hora y es muy dolorosa: sientes que te quemas por dentro y que te asfixias. En su vídeo final, Ramón Sampedro decía: “Considero que vivir es un derecho, no una obligación. He sido obligado a soportar esta penosa situación (…). Sólo el tiempo y la evolución de las conciencias decidirán algún día si mi petición era razonable o no”. Y aquí estamos, querido Ramón. Sí, era razonable. Han ganado el amor al prójimo y la vida.
www.rosamontero.es
https://elpais.com/eps/2021-07-11/aqui-estamos-querido-ramon.html?event=fa&event_log=fa&prod=SUSDIG&o=susdig_camp
Mostrando entradas con la etiqueta sufrimiento. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta sufrimiento. Mostrar todas las entradas
viernes, 16 de julio de 2021
lunes, 9 de marzo de 2020
¿Pueden sufrir?
Afortunadamente, se detectan cambios en las pautas de consumo. Los 'millennials' se involucran más en el impacto medioambiental, el origen de los alimentos o el bienestar animal
En una reunión de amigos, me tocó escuchar el discurso de Joaquin Phoenix en la ceremonia de los Oscar. Algunas reacciones fueron inmediatas: “Quería ver Joker, pero este tío me ha quitado las ganas”, “Menuda tontería, dijo otro, todos los mamíferos se destetan, incluidos los humanos”. Me sorprendió la actitud inicial de rechazo ante un hecho cada vez más difundido por los medios: el trato infligido a los animales, no solo en fiestas y rituales basados en su muerte, sino también en las granjas de producción intensivas donde padecen hasta la extenuación antes de ser convertidos en productos de consumo. Amén de actos de barbarie, como el triturado de pollitos machos vivos o incluso en granjas artesanales, con la ceba del hígado de ocas y patos para el foie gras.
El comentario del actor oscarizado iba más allá de la mera denuncia informativa. Al describir en detalle la génesis de la leche que tomamos con el café y los cereales por las mañanas —el ciclo continuo de inseminación, parto y separación traumática de vacas y terneros—, colocaba a la audiencia ante una incómoda cuestión: el vínculo entre la satisfacción de nuestras necesidades, cuando no de simples deseos y placeres, y el sufrimiento animal. Cuestión señalada en los años setenta por el controvertido filósofo Peter Singer en Liberación animal y de difícil encaje en una sociedad que celebra las artes y la belleza, y da hipócritamente la espalda a lo que Alain Daniélou llamó el “horror discreto del matadero”.
No solo es esto. Más allá del impacto sobre el medioambiente, la ética en el trato a los animales o los condicionamientos económicos, existe un factor que no puede ser ignorado: la dimensión cuantitativa de fenómenos como el consumo de carne. Según un informe de Foro Económico Mundial, 1.500 millones de cerdos son sacrificados anualmente. Con los pollos la cifra asciende a 50.000 millones. Mientras que en los últimos 50 años el número de personas en el planeta se ha duplicado, la cantidad de carne que consumimos se ha multiplicado por tres. El problema se agrava.
Afortunadamente se detectan cambios en las pautas de consumo de los millennials —es un tema intergeneracional— al ser por lo general más receptivos a consideraciones como el impacto medioambiental, el origen de los alimentos o el bienestar animal. Los intereses económicos actuarán en contra. Para ellos lo mejor es un mundo animal en extinción o masacrado como hoy, reducido a protagonistas simpáticos de películas de animación. Urge en este campo una revolución cultural. Un cambio de usos alimentarios, en línea con las inquietudes del utilitarista Jeremy Bentham, quien hace 200 años se preguntaba: “La cuestión no es ¿pueden razonar?, ni ¿pueden hablar? sino ¿pueden sufrir?”.
https://elpais.com/elpais/2020/02/25/opinion/1582638258_090920.html
En una reunión de amigos, me tocó escuchar el discurso de Joaquin Phoenix en la ceremonia de los Oscar. Algunas reacciones fueron inmediatas: “Quería ver Joker, pero este tío me ha quitado las ganas”, “Menuda tontería, dijo otro, todos los mamíferos se destetan, incluidos los humanos”. Me sorprendió la actitud inicial de rechazo ante un hecho cada vez más difundido por los medios: el trato infligido a los animales, no solo en fiestas y rituales basados en su muerte, sino también en las granjas de producción intensivas donde padecen hasta la extenuación antes de ser convertidos en productos de consumo. Amén de actos de barbarie, como el triturado de pollitos machos vivos o incluso en granjas artesanales, con la ceba del hígado de ocas y patos para el foie gras.
El comentario del actor oscarizado iba más allá de la mera denuncia informativa. Al describir en detalle la génesis de la leche que tomamos con el café y los cereales por las mañanas —el ciclo continuo de inseminación, parto y separación traumática de vacas y terneros—, colocaba a la audiencia ante una incómoda cuestión: el vínculo entre la satisfacción de nuestras necesidades, cuando no de simples deseos y placeres, y el sufrimiento animal. Cuestión señalada en los años setenta por el controvertido filósofo Peter Singer en Liberación animal y de difícil encaje en una sociedad que celebra las artes y la belleza, y da hipócritamente la espalda a lo que Alain Daniélou llamó el “horror discreto del matadero”.
No solo es esto. Más allá del impacto sobre el medioambiente, la ética en el trato a los animales o los condicionamientos económicos, existe un factor que no puede ser ignorado: la dimensión cuantitativa de fenómenos como el consumo de carne. Según un informe de Foro Económico Mundial, 1.500 millones de cerdos son sacrificados anualmente. Con los pollos la cifra asciende a 50.000 millones. Mientras que en los últimos 50 años el número de personas en el planeta se ha duplicado, la cantidad de carne que consumimos se ha multiplicado por tres. El problema se agrava.
Afortunadamente se detectan cambios en las pautas de consumo de los millennials —es un tema intergeneracional— al ser por lo general más receptivos a consideraciones como el impacto medioambiental, el origen de los alimentos o el bienestar animal. Los intereses económicos actuarán en contra. Para ellos lo mejor es un mundo animal en extinción o masacrado como hoy, reducido a protagonistas simpáticos de películas de animación. Urge en este campo una revolución cultural. Un cambio de usos alimentarios, en línea con las inquietudes del utilitarista Jeremy Bentham, quien hace 200 años se preguntaba: “La cuestión no es ¿pueden razonar?, ni ¿pueden hablar? sino ¿pueden sufrir?”.
https://elpais.com/elpais/2020/02/25/opinion/1582638258_090920.html
martes, 7 de agosto de 2018
Cómo el reportaje de un periodista sobre Hiroshima burló la censura y reveló el verdadero horror de la bomba atómica
*Este artículo se publicó originalmente en BBC Mundo en agosto de 2016 y ha sido republicado con motivo del 73º aniversario del lanzamiento de la bomba atómica sobre Hiroshima.
A finales de este mes se cumplen 70 años de la publicación de un reportaje que ha sido elogiado como uno de los más grandes escritos del periodismo.
Titulado simplemente Hiroshima, el artículo de 30.000 palabras, escrito por John Hersey para la revista The New Yorker, tuvo un impacto masivo al revelar el absoluto horror de las armas nucleares a una generación de la posguerra. Así lo describe la documentalista británica Caroline Raphael.
Tengo una copia original de la edición de la revista The New Yorker del 31 de agosto de 1946. Tiene una portada muy inocua; un encantador, fresco y despreocupado dibujo de un verano en el parque.
En la contraportada hay una imagen de los directores técnicos de los equipos de béisbol Gigantes y Yankees de Nueva York exhortando a los lectores a siempre comprar cigarrillos Chesterfield.
Después de las páginas de la agenda de la ciudad y los anuncios de cartelera, pasando los elegantes avisos publicitarios de diamantes y abrigos de piel, te encuentras con una simple declaración editorial que explica que esta edición está dedicada a un sólo artículo "sobre la casi completa erradicación de una ciudad por la bomba atómica".
Tomaron esa decisión, dijeron, por estar "convencidos de que algunos de nosotros todavía no entendemos el increíble y absoluto poder destructivo de esta arma y que todos debiéramos tomarnos el tiempo para considerar las terribles implicaciones de su uso".
¿Era necesario lanzar la bomba atómica contra Hiroshima? Hace 70 años nadie hablaba de reportajes volviéndose "virales" pero la publicación del artículo Hiroshima de John Hersey en The New Yorker logró precisamente eso.
Fue discutido, comentado, leído y escuchado por muchos millones de personas en todo el mundo, a medida que empezaban a comprender lo que había sucedido en realidad, no solamente a la ciudad sino a los habitantes de Hiroshima ese 6 de agosto de 1945 y en los días posteriores.
Fue en la primavera de 1946, cuando John Hersey, un condecorado corresponsal de guerra y galardonado novelista, recibió la comisión de The New Yorker para ir Hiroshima. Esperaba escribir un artículo, como otros lo habían hecho, sobre el estado de la devastada ciudad, los edificios, la reconstrucción, nueve meses después.
Los lectores que enviaron cartas a The New Yorker escribieron de su vergüenza y horror que personas comunes y correntes como ellos, secretarias y madres, médicos y sacerdotes, hubieran soportado semejante terror
Durante el viaje cayó enfermo y recibió una copia del libro "El Puente de San Luis Rey", de Thorton Wilder. Inspirado en la narrativa de Wilder sobre las cinco personas que cruzaron el puente cuando se desplomó, Hersey decidió que su reportaje sería sobre personas en lugar de edificios.
Fue esa simple decisión la que separa a Hiroshima del resto de los artículos de la época.
Una vez en Hiroshima, encontró sobrevivientes de la explosión cuyas historias relataría, empezando por los minutos antes de que la bomba fuera lanzada. Muchos años después describió el horror que sintió y cómo sólo pudo quedarse unas semanas nada más.
Hersey regresó con todos estos relatos a Nueva York. Pensó que si los enviaba desde Japón, las posibilidades de que fueran publicados era remota; los anteriores intentos de sacar del país fotos, película o reportajes habían sido interceptados por las fuerzas de ocupación de Estados Unidos. El material era censurado o incautado, algunas veces simplemente desaparecía.
John Hersey. Nacido en China, hijo de misioneros estadounidenses
Regresó a EE.UU. a los 10 años de edad, luego estudió en la Universidad de Yale
Empezó a escribir para la revista Time en 1937, reportó desde Europa y Asia durante la guerra
Su primera novela, "Una campana para Adano" (1944), sobre una aldea en Sicilia ocupada por las fuerzas de EE.UU., ganó el premio Pulitzer
Hiroshima aparece en una lista como una de las mejores piezas del periodismo estadounidense del siglo XX
Los editores de Hersey, Harold Ross y William Shawn, sabían que tenían algo extraordinario, único, y la edición se preparó en completo secreto. Nunca antes se le había dado todo el espacio editorial de la revista a un solo reportaje y no ha vuelto a ocurrir desde entonces.
Los periodistas que esperaban la publicación de sus artículos en la edición de esa semana se preguntaban dónde estaban sus pruebas de imprenta. Doce horas antes de la publicación, se enviaron copias a todos los principales diarios de EE.UU., una medida inteligente que resultó en editoriales exhortando a todos a leer la revista.
La BBC leyó todo el artículo durante cuatro noches consecutivas en un nuevo espacio, a pesar de las reservas de algunos jefes preocupados por el impacto emocional sobre los escuchas
Todo el tiraje de 300.000 ejemplares se agotó y el artículo fue reimpreso en muchos otros periódicos y revistas por todo el mundo, excepto en los lugares donde había racionamiento de material impreso.
Cuando Albert Einstein trató de comprar 1.000 ejemplares de la revista para enviarlos a sus colegas científicos, tuvo que recurrir a copias facsimilares.
El Club del Libro del Mes de EE.UU. envió una edición especial gratis a todos sus subscriptores porque, en las palabras de su presidente, "encontramos difícil de concebir cualquier otro escrito que pudiera ser más importante en este momento para la raza humana".
Dos semanas después, una copia de The New Yorker de segunda mano se vendió por 120 veces su precio original.
Si Hiroshima demuestra algo como texto de periodismo es el poder eterno de la narración. John Hersey combinó toda su experiencia como corresponsal de guerra con sus habilidades de novelista.
Cómo la bomba atómica creó superhéroes y monstruos
Fue una muestra de periodismo radical que le dio una voz vital a aquellos que apenas un año antes habían sido enemigos mortales.
En ese panorama catastrófico de pesadillas vivientes, de personas medio muertas, de cuerpos quemados y chamuscados, de intentos desesperados por cuidar de sobrevivientes destrozados, de vientos calientes y de una ciudad consumida por incendios conocemos a la señora Sasaki, al reverendo Tanimoto, a la madre Nakamura y sus hijos, al sacerdote jesuita Kleinsorge y los doctores Fujii y Sasaki.
Los seis personajes
Toshiko Sasaki - secretaria en una fábrica de unos 20 años que se encontraba a 1.500 metros del centro de la explosión, con una lesión horrible en la pierna
Reverendo Kiyoshi Tanimoto - un pastor de la Iglesia Metodista Hiroshima que padece de síndrome de irradiación aguda
Hatsuyo Nakamura - la viuda de un sastre que murió prestando servicio en Singapur y tiene hijos menores de 10 años
Padre Wilhelm Kleinsorge - un sacerdote jesuita alemán que siente la presión de ser un extranjero en Japón y sufre de exposición a la radiación Los doctores Masakazu Fujii y Terufumi Sasaki - dos médicos temperamentalmente opuestos
Los pueblos de Asia habían sido demonizados desde antes del ataque japonés a Pearl Harbor.
La "amenaza amarilla" de las tiras cómicas había calado profundamente en la psiquis estadounidense.
En 1941, la revista Time-Life publicó un artículo extraordinario para explicarle a los lectores cómo diferenciar a un japonés de un chino: "Cómo distinguir a tus amigos de los japos". Se informó que el piloto del Enola Gay -el avión que cargaba la bomba- dijo haberse sentido como el héroe de ciencia ficción Roldán el Temerario, el día que la lanzó.
Así que, apenas un año después de la guerra, estos seis retratos íntimos de cinco hombres y mujeres japonesas y uno hombre occidental, cada uno de los cuales "vio más muerte de la que jamás pensó que vería", tuvieron un impacto inesperado y devastador.
Los lectores que enviaron cartas a The New Yorker, casi todas elogiando el trabajo, escribieron de su vergüenza y horror que personas comunes y corrientes como ellos, secretarias y madres, médicos y sacerdotes, hubieran soportado semejante terror.
John Hersey no fue el primero en informar desde Hiroshima pero los reportajes y noticieros cinematográficos habían sido una avalancha de números demasiado grandes para comprender. Habían reportado sobre la destrucción de la ciudad, el hongo nuclear, las sombras de los muertos en los muros y las calles pero nunca se acercaron a aquellos que sobrevivieron esos días del fin del mundo, como lo hizo Hersey.
Algunos también empezaron a tener mayor claridad sobre esta nueva arma que continuaba matando mucho después del "mudo destello", tan brillante como el sol, a pesar de los intensos esfuerzos del gobierno y el ejército de encubrirlo o negarlo.
El libro nunca ha estado fuera de imprenta.
Hiroshima fue la primera publicación que hizo que personas comunes y corrientes, en ciudades distantes, en sus quehaceres cotidianos, enfrentaran la miseria del síndrome de irradiación aguda, comprendieran que se podía sobrevivir la explosión y todavía morir por sus efectos posteriores.
Con su prosa calmada e impávida, John Hersey reportó lo que habían presenciado los sobrevivientes. A medida que se iniciaba la carrera armamentista, apenas tres meses después de otra prueba nuclear en el atolón de Bikini, el verdadero poder de las nuevas armas empezó a comprenderse.
Tales fueron las repercusiones del artículo de Hersey, y el gran apoyo público de Albert Einstein, que el entonces secretario de Guerra de EE.UU., Henry Stimson, escribió una réplica en una revista: "La decisión de usar la bomba atómica", una desafiante justificación para lanzar el arma, cualesquiera que fueran las circunstancias.
¿Por qué Obama no pidió perdón a Japón por el lanzamiento de la bomba atómica en Hiroshima? Cuando la noticia del extraordinario artículo llegó a Gran Bretaña, resultó demasiado largo para su publicación en una época de racionamiento de papel impreso y John Hersey no permitía que fuera editado.
Así que la BBC siguió el ejemplo de la radio en EE.UU. y, unas seis semanas después, fue leído en su totalidad a lo largo de cuatro noches consecutivas en un nuevo espacio, a pesar de las reservas de algunos jefes preocupados por el impacto emocional sobre los escuchas.
La revista de la BBC, Radio Times, comisionó al celebrado autor y locutor Alistair Cooke a escribir una larga pieza de fondo. Haciendo alusión a que el artículo fue publicado en The New Yorker, reconocida como una revista de ingeniosos dibujos humorísticos, Cooke llamó su pieza "El chiste más mortal de nuestra época".
Los índices de audiencia fueron tan altos que la BBC decidió retransmitir la lectura en su estación de programación popular en una sola leída, unas semanas después, para asegurar que más personas la escucharan.
Esa estación tenía como misión, de acuerdo al manual de la BBC de ese año, "entretener a los escuchas e interesarlos en actualidad mundial general sin olvidar el entretenimiento". Hubo poco entretenimiento en este programa de dos horas. El crítico del diario The Daily Express, Nicholas Hallam, dijo que fue la trasmisión más horripilante que jamás había escuchado.
Hersey nunca se olvidó de sus sobrevivientes. En 1985, para el 40 aniversario de la bomba, regresó a Japón La BBC también invitó a John Hersey a ser entrevistado y su respuesta por telegrama se encuentra en los archivos de la corporación: "Hersey muy agradecido invitación BBC interés y cobertura Hiroshima pero siempre mantenido política dejar la historia hablar por sí sola sin palabras adicionales mías u otros".
En efecto, Hersey concedió únicamente tres o cuatro entrevistas durante toda su vida. Tristemente, ninguna para la BBC.
Una grabación de la lectura de Hiroshima en 1948 se encuentra todavía en los archivos de la BBC.
El efecto de las claras voces inglesas contando esta desgarradora historia es impactante. Revela una prosa rítmica y frecuentemente poética y irónica. Una de las lectoras es la joven actriz Sheila Sim, recién casada con el actor Richard Attenborough, posteriormente un galardonado director de cine.
El momento exacto de la explosión quedó congelado para siempre en este reloj que se encontró en Hiroshima. Ese noviembre, Hiroshima fue publicado en formato de libro. Fue rápidamente traducido a muchos idiomas, incluyendo una edición en braille.
Sin embargo, en Japón, el general Douglas MacArthur, el comandante supremo de las fuerzas de ocupación y que gobernó Japón hasta 1948, prohibió rotundamente la difusión de cualquier reportaje sobre las consecuencias de los bombardeos.
Las copias de los libros y la edición pertinente de The New Yorker fueron vetados hasta 1949, cuando el texto finalmente fue traducido al japonés por el revevendo Tanimoto, uno de los seis sobrevivientes en el artículo de Hersey.
Hersey nunca se olvidó de esos sobrevivientes.
En 1985, en el aniversario 40 de la bomba, regresó a Japón y escribió "Las Secuelas", la historia de lo que había sucedido con ellos en el transcurso de cuatro décadas. Dos de ellos ya habían muerto, uno sin duda de una enfermedad relacionada a la radiación.
https://www.bbc.com/mundo/noticias-37187286
A finales de este mes se cumplen 70 años de la publicación de un reportaje que ha sido elogiado como uno de los más grandes escritos del periodismo.
Titulado simplemente Hiroshima, el artículo de 30.000 palabras, escrito por John Hersey para la revista The New Yorker, tuvo un impacto masivo al revelar el absoluto horror de las armas nucleares a una generación de la posguerra. Así lo describe la documentalista británica Caroline Raphael.
Tengo una copia original de la edición de la revista The New Yorker del 31 de agosto de 1946. Tiene una portada muy inocua; un encantador, fresco y despreocupado dibujo de un verano en el parque.
En la contraportada hay una imagen de los directores técnicos de los equipos de béisbol Gigantes y Yankees de Nueva York exhortando a los lectores a siempre comprar cigarrillos Chesterfield.
Después de las páginas de la agenda de la ciudad y los anuncios de cartelera, pasando los elegantes avisos publicitarios de diamantes y abrigos de piel, te encuentras con una simple declaración editorial que explica que esta edición está dedicada a un sólo artículo "sobre la casi completa erradicación de una ciudad por la bomba atómica".
Tomaron esa decisión, dijeron, por estar "convencidos de que algunos de nosotros todavía no entendemos el increíble y absoluto poder destructivo de esta arma y que todos debiéramos tomarnos el tiempo para considerar las terribles implicaciones de su uso".
¿Era necesario lanzar la bomba atómica contra Hiroshima? Hace 70 años nadie hablaba de reportajes volviéndose "virales" pero la publicación del artículo Hiroshima de John Hersey en The New Yorker logró precisamente eso.
Fue discutido, comentado, leído y escuchado por muchos millones de personas en todo el mundo, a medida que empezaban a comprender lo que había sucedido en realidad, no solamente a la ciudad sino a los habitantes de Hiroshima ese 6 de agosto de 1945 y en los días posteriores.
Fue en la primavera de 1946, cuando John Hersey, un condecorado corresponsal de guerra y galardonado novelista, recibió la comisión de The New Yorker para ir Hiroshima. Esperaba escribir un artículo, como otros lo habían hecho, sobre el estado de la devastada ciudad, los edificios, la reconstrucción, nueve meses después.
Los lectores que enviaron cartas a The New Yorker escribieron de su vergüenza y horror que personas comunes y correntes como ellos, secretarias y madres, médicos y sacerdotes, hubieran soportado semejante terror
Durante el viaje cayó enfermo y recibió una copia del libro "El Puente de San Luis Rey", de Thorton Wilder. Inspirado en la narrativa de Wilder sobre las cinco personas que cruzaron el puente cuando se desplomó, Hersey decidió que su reportaje sería sobre personas en lugar de edificios.
Fue esa simple decisión la que separa a Hiroshima del resto de los artículos de la época.
Una vez en Hiroshima, encontró sobrevivientes de la explosión cuyas historias relataría, empezando por los minutos antes de que la bomba fuera lanzada. Muchos años después describió el horror que sintió y cómo sólo pudo quedarse unas semanas nada más.
Hersey regresó con todos estos relatos a Nueva York. Pensó que si los enviaba desde Japón, las posibilidades de que fueran publicados era remota; los anteriores intentos de sacar del país fotos, película o reportajes habían sido interceptados por las fuerzas de ocupación de Estados Unidos. El material era censurado o incautado, algunas veces simplemente desaparecía.
John Hersey. Nacido en China, hijo de misioneros estadounidenses
Regresó a EE.UU. a los 10 años de edad, luego estudió en la Universidad de Yale
Empezó a escribir para la revista Time en 1937, reportó desde Europa y Asia durante la guerra
Su primera novela, "Una campana para Adano" (1944), sobre una aldea en Sicilia ocupada por las fuerzas de EE.UU., ganó el premio Pulitzer
Hiroshima aparece en una lista como una de las mejores piezas del periodismo estadounidense del siglo XX
Los editores de Hersey, Harold Ross y William Shawn, sabían que tenían algo extraordinario, único, y la edición se preparó en completo secreto. Nunca antes se le había dado todo el espacio editorial de la revista a un solo reportaje y no ha vuelto a ocurrir desde entonces.
Los periodistas que esperaban la publicación de sus artículos en la edición de esa semana se preguntaban dónde estaban sus pruebas de imprenta. Doce horas antes de la publicación, se enviaron copias a todos los principales diarios de EE.UU., una medida inteligente que resultó en editoriales exhortando a todos a leer la revista.
La BBC leyó todo el artículo durante cuatro noches consecutivas en un nuevo espacio, a pesar de las reservas de algunos jefes preocupados por el impacto emocional sobre los escuchas
Todo el tiraje de 300.000 ejemplares se agotó y el artículo fue reimpreso en muchos otros periódicos y revistas por todo el mundo, excepto en los lugares donde había racionamiento de material impreso.
Cuando Albert Einstein trató de comprar 1.000 ejemplares de la revista para enviarlos a sus colegas científicos, tuvo que recurrir a copias facsimilares.
El Club del Libro del Mes de EE.UU. envió una edición especial gratis a todos sus subscriptores porque, en las palabras de su presidente, "encontramos difícil de concebir cualquier otro escrito que pudiera ser más importante en este momento para la raza humana".
Dos semanas después, una copia de The New Yorker de segunda mano se vendió por 120 veces su precio original.
Si Hiroshima demuestra algo como texto de periodismo es el poder eterno de la narración. John Hersey combinó toda su experiencia como corresponsal de guerra con sus habilidades de novelista.
Cómo la bomba atómica creó superhéroes y monstruos
Fue una muestra de periodismo radical que le dio una voz vital a aquellos que apenas un año antes habían sido enemigos mortales.
En ese panorama catastrófico de pesadillas vivientes, de personas medio muertas, de cuerpos quemados y chamuscados, de intentos desesperados por cuidar de sobrevivientes destrozados, de vientos calientes y de una ciudad consumida por incendios conocemos a la señora Sasaki, al reverendo Tanimoto, a la madre Nakamura y sus hijos, al sacerdote jesuita Kleinsorge y los doctores Fujii y Sasaki.
Los seis personajes
Toshiko Sasaki - secretaria en una fábrica de unos 20 años que se encontraba a 1.500 metros del centro de la explosión, con una lesión horrible en la pierna
Reverendo Kiyoshi Tanimoto - un pastor de la Iglesia Metodista Hiroshima que padece de síndrome de irradiación aguda
Hatsuyo Nakamura - la viuda de un sastre que murió prestando servicio en Singapur y tiene hijos menores de 10 años
Padre Wilhelm Kleinsorge - un sacerdote jesuita alemán que siente la presión de ser un extranjero en Japón y sufre de exposición a la radiación Los doctores Masakazu Fujii y Terufumi Sasaki - dos médicos temperamentalmente opuestos
Los pueblos de Asia habían sido demonizados desde antes del ataque japonés a Pearl Harbor.
La "amenaza amarilla" de las tiras cómicas había calado profundamente en la psiquis estadounidense.
En 1941, la revista Time-Life publicó un artículo extraordinario para explicarle a los lectores cómo diferenciar a un japonés de un chino: "Cómo distinguir a tus amigos de los japos". Se informó que el piloto del Enola Gay -el avión que cargaba la bomba- dijo haberse sentido como el héroe de ciencia ficción Roldán el Temerario, el día que la lanzó.
Así que, apenas un año después de la guerra, estos seis retratos íntimos de cinco hombres y mujeres japonesas y uno hombre occidental, cada uno de los cuales "vio más muerte de la que jamás pensó que vería", tuvieron un impacto inesperado y devastador.
Los lectores que enviaron cartas a The New Yorker, casi todas elogiando el trabajo, escribieron de su vergüenza y horror que personas comunes y corrientes como ellos, secretarias y madres, médicos y sacerdotes, hubieran soportado semejante terror.
John Hersey no fue el primero en informar desde Hiroshima pero los reportajes y noticieros cinematográficos habían sido una avalancha de números demasiado grandes para comprender. Habían reportado sobre la destrucción de la ciudad, el hongo nuclear, las sombras de los muertos en los muros y las calles pero nunca se acercaron a aquellos que sobrevivieron esos días del fin del mundo, como lo hizo Hersey.
Algunos también empezaron a tener mayor claridad sobre esta nueva arma que continuaba matando mucho después del "mudo destello", tan brillante como el sol, a pesar de los intensos esfuerzos del gobierno y el ejército de encubrirlo o negarlo.
El libro nunca ha estado fuera de imprenta.
Hiroshima fue la primera publicación que hizo que personas comunes y corrientes, en ciudades distantes, en sus quehaceres cotidianos, enfrentaran la miseria del síndrome de irradiación aguda, comprendieran que se podía sobrevivir la explosión y todavía morir por sus efectos posteriores.
Con su prosa calmada e impávida, John Hersey reportó lo que habían presenciado los sobrevivientes. A medida que se iniciaba la carrera armamentista, apenas tres meses después de otra prueba nuclear en el atolón de Bikini, el verdadero poder de las nuevas armas empezó a comprenderse.
Tales fueron las repercusiones del artículo de Hersey, y el gran apoyo público de Albert Einstein, que el entonces secretario de Guerra de EE.UU., Henry Stimson, escribió una réplica en una revista: "La decisión de usar la bomba atómica", una desafiante justificación para lanzar el arma, cualesquiera que fueran las circunstancias.
¿Por qué Obama no pidió perdón a Japón por el lanzamiento de la bomba atómica en Hiroshima? Cuando la noticia del extraordinario artículo llegó a Gran Bretaña, resultó demasiado largo para su publicación en una época de racionamiento de papel impreso y John Hersey no permitía que fuera editado.
Así que la BBC siguió el ejemplo de la radio en EE.UU. y, unas seis semanas después, fue leído en su totalidad a lo largo de cuatro noches consecutivas en un nuevo espacio, a pesar de las reservas de algunos jefes preocupados por el impacto emocional sobre los escuchas.
La revista de la BBC, Radio Times, comisionó al celebrado autor y locutor Alistair Cooke a escribir una larga pieza de fondo. Haciendo alusión a que el artículo fue publicado en The New Yorker, reconocida como una revista de ingeniosos dibujos humorísticos, Cooke llamó su pieza "El chiste más mortal de nuestra época".
Los índices de audiencia fueron tan altos que la BBC decidió retransmitir la lectura en su estación de programación popular en una sola leída, unas semanas después, para asegurar que más personas la escucharan.
Esa estación tenía como misión, de acuerdo al manual de la BBC de ese año, "entretener a los escuchas e interesarlos en actualidad mundial general sin olvidar el entretenimiento". Hubo poco entretenimiento en este programa de dos horas. El crítico del diario The Daily Express, Nicholas Hallam, dijo que fue la trasmisión más horripilante que jamás había escuchado.
Hersey nunca se olvidó de sus sobrevivientes. En 1985, para el 40 aniversario de la bomba, regresó a Japón La BBC también invitó a John Hersey a ser entrevistado y su respuesta por telegrama se encuentra en los archivos de la corporación: "Hersey muy agradecido invitación BBC interés y cobertura Hiroshima pero siempre mantenido política dejar la historia hablar por sí sola sin palabras adicionales mías u otros".
En efecto, Hersey concedió únicamente tres o cuatro entrevistas durante toda su vida. Tristemente, ninguna para la BBC.
Una grabación de la lectura de Hiroshima en 1948 se encuentra todavía en los archivos de la BBC.
El efecto de las claras voces inglesas contando esta desgarradora historia es impactante. Revela una prosa rítmica y frecuentemente poética y irónica. Una de las lectoras es la joven actriz Sheila Sim, recién casada con el actor Richard Attenborough, posteriormente un galardonado director de cine.
El momento exacto de la explosión quedó congelado para siempre en este reloj que se encontró en Hiroshima. Ese noviembre, Hiroshima fue publicado en formato de libro. Fue rápidamente traducido a muchos idiomas, incluyendo una edición en braille.
Sin embargo, en Japón, el general Douglas MacArthur, el comandante supremo de las fuerzas de ocupación y que gobernó Japón hasta 1948, prohibió rotundamente la difusión de cualquier reportaje sobre las consecuencias de los bombardeos.
Las copias de los libros y la edición pertinente de The New Yorker fueron vetados hasta 1949, cuando el texto finalmente fue traducido al japonés por el revevendo Tanimoto, uno de los seis sobrevivientes en el artículo de Hersey.
Hersey nunca se olvidó de esos sobrevivientes.
En 1985, en el aniversario 40 de la bomba, regresó a Japón y escribió "Las Secuelas", la historia de lo que había sucedido con ellos en el transcurso de cuatro décadas. Dos de ellos ya habían muerto, uno sin duda de una enfermedad relacionada a la radiación.
https://www.bbc.com/mundo/noticias-37187286
martes, 9 de agosto de 2016
El sufrimiento laboral se ha convertido en un grave problema social
¿Qué ocurre en el mundo del trabajo que está destruyendo a tanta gente exhausta por ese agotamiento profesional físico y psíquico que en inglés se conoce como burn out?
Patrice, un veterano del sector del espectáculo que pedía el reconocimiento de su invalidez laboral, se prendió fuego frente a la sede del organismo de la seguridad social francesa que gestiona los retiros por enfermedad. Era un 27 de abril en la ciudad de Marsella y el hombre sufrió quemaduras de tercer grado en el 65% de su cuerpo, pero sobrevivió.
El dossier de Patrice estaba atascado en la oficina y su protesta pretendía resolver el asunto por la vía de eliminarse. En la propia oficina de la seguridad social marsellesa las condiciones de trabajo, “se han hecho terribles”, explicó una de las empleadas a la hija de Patrice. La propia funcionaria se declaraba “quemada”, profesionalmente agotada en su labor.
Cuatro meses antes el mundo hospitalario parisino se había visto conmocionado por el suicidio del doctor Jean-Louis Mégnien, un conocido cardiólogo del hospital Georges Pompidou de la capital. Padre de cinco hijos, de 54 años, aficionado a la aviación deportiva y descrito por sus compañeros como persona de carácter jovial e incluso “juerguista”, Mégnien se tiró por la ventana de su despacho, en la séptima planta, un 17 de diciembre. De este modo, ponía así fin a una crisis depresiva, vinculada a las condiciones de trabajo en el hospital.
El 21 de mayo un profesor de instituto de la ciudad de Amiens (noroeste) de 40 años, Frédéric Legris, protagonizó un drama aún más sobrecogedor: se colgó de un árbol tras haber ahorcado a su propio hijo de seis años en un bosque de Oresmaux, al sur de Amiens. También en ese caso se ha especulado con una crisis laboral.
¿Qué ocurre en el mundo del trabajo que está destruyendo a tanta gente exhausta por ese agotamiento profesional físico y psíquico que en inglés se conoce como burn out? Los expertos consultados dibujan una situación que va mucho más allá de los problemas psíquicos personales y se refieren a un verdadero problema social central que afecta a todas las categorías profesionales, especialmente desde los años noventa, cuando se produjo una “intensificación del trabajo”.
Para la psiquiatra Marie-Hélène Braudo, de la asociación contra el sufrimiento laboral 24 Millones de Asalariados, de París, el problema parte de la mentalidad del “todo es posible” que se ha impuesto en el medio laboral, donde las nuevas tecnologías y el “perverso despotismo administrativo”, con sus relaciones de poder crean un “ambiente sin límites” en el trabajo en el que todo es, o debe ser, posible. El resultado es que la mula sobrecargada se acaba desplomando.
En Francia este fenómeno tiene un coste de entre 800 y 1.600 millones de euros anuales, según la estimación del Instituto Nacional de Investigación y Seguridad para la prevención de enfermedades y accidentes laborales (INRS), un organismo de la seguridad social.
“El 22% de las declaraciones de ineptitud laboral expedidas en el 2015 han estado relacionadas con sufrimiento en el trabajo”, explica la doctora Marianne Paul, del servicio de salud de la región de Brest, en Bretaña.
Los médicos responsables de cursar las bajas por agotamiento laboral dan fe de un fenómeno apenas conocido hace diez o veinte años y que añade otros elementos a la cuestión: “pacientes que sufren verdaderos problemas de salud y que piden cualquier cosa menos una baja temporal, por temor a ser mal vistos, sancionados o despedidos”, señalaba recientemente una investigación del diario católico La Croix.
“Trátese de jóvenes en su primer empleo, en plena actividad, o veteranos, ya no podemos más de esta salvajada que rompe las solidaridades, que nos aísla y nos atemoriza, entre el miedo de perder nuestro trabajo, la sumisión a la que nos vemos obligados y la misma desorganización del trabajo, constatamos día tras día, año tras año, un atentado creciente al trabajo y a los seres humanos”, señala la asociación parisina 24 Millones de Asalariados, que apunta a una “guerra económica” que, “en nombre del beneficio por el beneficio, de la rentabilidad y de la competitividad, extiende su empresa gestionaria”.
Para los profesionales que observan el fenómeno en los barrios populares, donde el mero hecho de trabajar ya es a veces un privilegio, la despersonalización del trabajo es una causa frecuente de sufrimiento. “He asistido a varias enfermeras que trabajaban, por ejemplo, en un centro de tercera edad. Todas ellas estaban mal por la sencilla razón de que cada día se las obligaba a cambiar de servicio o de planta, para impedir que desarrollaran un vínculo personal con los ingresados, cuando para ellas es precisamente eso lo que da sentido a su trabajo”, explica en La Croix la doctora Catherine Jung, médico de cabecera en el barrio periférico de Neuhof de la ciudad de Estrasburgo.
Pero el sufrimiento no es sólo consecuencia de una administración irracional, estúpida, o particularmente despótica. El caso de la empresa France Telecom, la primera empresa de telecomunicaciones francesa, que ahora se llama Orange, demuestra que el burn out puede ser también una estrategia.
Entre el 2008 y el 2009 trabajar en France Telecom, una empresa de 110.000 empleados, se convirtió para miles de ellos en un verdadero calvario. Pero era un calvario inducido. Originariamente una empresa pública del servicio nacional de correos (PTT), el gigante fue privatizado en el 2004. El Estado perdió la mayoría en el accionariado. Una nueva dirección, atosigada por la competencia entre las grandes empresas del sector, emprendió un plan de reconversión. Había que quitar de en medio a 22.000 empleados y recolocar a otros 10.000, así que a muchos se les hizo la vida imposible. 35 cuadros de France Telecom se suicidaron en dos años, otros 12 lo intentaron. Tras siete años de investigación, la Fiscalía francesa pidió a principios de julio que se procese a esta empresa y a ocho de sus cinco altos directivos de la época. Es un caso sin precedentes que podría sentar al burn out en el banquillo.
Rafael Poch.
http://www.lavanguardia.com/vida/20160714/403189117532/el-sufrimiento-laboral-se-ha-convertido-en-un-grave-problema-social.html?utm_campaign=botones_sociales&utm_source=facebook&utm_medium=social
Patrice, un veterano del sector del espectáculo que pedía el reconocimiento de su invalidez laboral, se prendió fuego frente a la sede del organismo de la seguridad social francesa que gestiona los retiros por enfermedad. Era un 27 de abril en la ciudad de Marsella y el hombre sufrió quemaduras de tercer grado en el 65% de su cuerpo, pero sobrevivió.
El dossier de Patrice estaba atascado en la oficina y su protesta pretendía resolver el asunto por la vía de eliminarse. En la propia oficina de la seguridad social marsellesa las condiciones de trabajo, “se han hecho terribles”, explicó una de las empleadas a la hija de Patrice. La propia funcionaria se declaraba “quemada”, profesionalmente agotada en su labor.
Cuatro meses antes el mundo hospitalario parisino se había visto conmocionado por el suicidio del doctor Jean-Louis Mégnien, un conocido cardiólogo del hospital Georges Pompidou de la capital. Padre de cinco hijos, de 54 años, aficionado a la aviación deportiva y descrito por sus compañeros como persona de carácter jovial e incluso “juerguista”, Mégnien se tiró por la ventana de su despacho, en la séptima planta, un 17 de diciembre. De este modo, ponía así fin a una crisis depresiva, vinculada a las condiciones de trabajo en el hospital.
El 21 de mayo un profesor de instituto de la ciudad de Amiens (noroeste) de 40 años, Frédéric Legris, protagonizó un drama aún más sobrecogedor: se colgó de un árbol tras haber ahorcado a su propio hijo de seis años en un bosque de Oresmaux, al sur de Amiens. También en ese caso se ha especulado con una crisis laboral.
¿Qué ocurre en el mundo del trabajo que está destruyendo a tanta gente exhausta por ese agotamiento profesional físico y psíquico que en inglés se conoce como burn out? Los expertos consultados dibujan una situación que va mucho más allá de los problemas psíquicos personales y se refieren a un verdadero problema social central que afecta a todas las categorías profesionales, especialmente desde los años noventa, cuando se produjo una “intensificación del trabajo”.
Para la psiquiatra Marie-Hélène Braudo, de la asociación contra el sufrimiento laboral 24 Millones de Asalariados, de París, el problema parte de la mentalidad del “todo es posible” que se ha impuesto en el medio laboral, donde las nuevas tecnologías y el “perverso despotismo administrativo”, con sus relaciones de poder crean un “ambiente sin límites” en el trabajo en el que todo es, o debe ser, posible. El resultado es que la mula sobrecargada se acaba desplomando.
En Francia este fenómeno tiene un coste de entre 800 y 1.600 millones de euros anuales, según la estimación del Instituto Nacional de Investigación y Seguridad para la prevención de enfermedades y accidentes laborales (INRS), un organismo de la seguridad social.
“El 22% de las declaraciones de ineptitud laboral expedidas en el 2015 han estado relacionadas con sufrimiento en el trabajo”, explica la doctora Marianne Paul, del servicio de salud de la región de Brest, en Bretaña.
Los médicos responsables de cursar las bajas por agotamiento laboral dan fe de un fenómeno apenas conocido hace diez o veinte años y que añade otros elementos a la cuestión: “pacientes que sufren verdaderos problemas de salud y que piden cualquier cosa menos una baja temporal, por temor a ser mal vistos, sancionados o despedidos”, señalaba recientemente una investigación del diario católico La Croix.
“Trátese de jóvenes en su primer empleo, en plena actividad, o veteranos, ya no podemos más de esta salvajada que rompe las solidaridades, que nos aísla y nos atemoriza, entre el miedo de perder nuestro trabajo, la sumisión a la que nos vemos obligados y la misma desorganización del trabajo, constatamos día tras día, año tras año, un atentado creciente al trabajo y a los seres humanos”, señala la asociación parisina 24 Millones de Asalariados, que apunta a una “guerra económica” que, “en nombre del beneficio por el beneficio, de la rentabilidad y de la competitividad, extiende su empresa gestionaria”.
Para los profesionales que observan el fenómeno en los barrios populares, donde el mero hecho de trabajar ya es a veces un privilegio, la despersonalización del trabajo es una causa frecuente de sufrimiento. “He asistido a varias enfermeras que trabajaban, por ejemplo, en un centro de tercera edad. Todas ellas estaban mal por la sencilla razón de que cada día se las obligaba a cambiar de servicio o de planta, para impedir que desarrollaran un vínculo personal con los ingresados, cuando para ellas es precisamente eso lo que da sentido a su trabajo”, explica en La Croix la doctora Catherine Jung, médico de cabecera en el barrio periférico de Neuhof de la ciudad de Estrasburgo.
Pero el sufrimiento no es sólo consecuencia de una administración irracional, estúpida, o particularmente despótica. El caso de la empresa France Telecom, la primera empresa de telecomunicaciones francesa, que ahora se llama Orange, demuestra que el burn out puede ser también una estrategia.
Entre el 2008 y el 2009 trabajar en France Telecom, una empresa de 110.000 empleados, se convirtió para miles de ellos en un verdadero calvario. Pero era un calvario inducido. Originariamente una empresa pública del servicio nacional de correos (PTT), el gigante fue privatizado en el 2004. El Estado perdió la mayoría en el accionariado. Una nueva dirección, atosigada por la competencia entre las grandes empresas del sector, emprendió un plan de reconversión. Había que quitar de en medio a 22.000 empleados y recolocar a otros 10.000, así que a muchos se les hizo la vida imposible. 35 cuadros de France Telecom se suicidaron en dos años, otros 12 lo intentaron. Tras siete años de investigación, la Fiscalía francesa pidió a principios de julio que se procese a esta empresa y a ocho de sus cinco altos directivos de la época. Es un caso sin precedentes que podría sentar al burn out en el banquillo.
Rafael Poch.
http://www.lavanguardia.com/vida/20160714/403189117532/el-sufrimiento-laboral-se-ha-convertido-en-un-grave-problema-social.html?utm_campaign=botones_sociales&utm_source=facebook&utm_medium=social
sábado, 23 de abril de 2016
HABLEMOS DEL SUICIDIO. El verdadero dolor, ya se sabe, es indecible, es un tumulto de palabras ahogadas.
El pasado 28 de marzo se cumplieron 75 años del suicidio de Virginia Woolf. La escritora británica se puso el abrigo, llenó los bolsillos de piedras y se metió en las frías aguas del río Ouse, próximo a su casa. Hace falta estar sufriendo mucho para escoger una muerte tan determinada, tan terrible. Como bien explican en la página de RedAipis, la Asociación de Investigación, Prevención e Intervención del Suicidio (www.redaipis.org), el suicida no quiere matarse: lo que no puede es seguir soportando una realidad que le tortura. Personalmente, creo que hay casos en los que el suicidio es una opción de la vida, no de la muerte: por ejemplo, ante una enfermedad terminal. Creo que uno tiene todo el derecho a decidir sensata y dignamente su salida del mundo, pero me parece que esto sucede en contadas ocasiones y que en general quien se mata no lo hace en un momento de lucidez, sino de desesperada ofuscación. En medio de un torbellino de angustia que tal vez hubiera podido solucionarse. “Nunca se debería clasificar un suicidio en términos de cobardía o de valentía (…) Decir, por otro lado, que la persona que ha fallecido era egoísta es quizá una gran injusticia, sería invalidar su vida por ese final tan trágico. No solemos culpar de egoísmo a quien murió por cáncer o por otra enfermedad u otras circunstancias”, dicen en RedAipis.
El suicidio, pues, sería una suerte de enfermedad, y además devastadora. Es la primera causa de muerte no natural en España, con 3.910 fallecimientos por este motivo en 2014, la cifra más alta desde que empezaron a contabilizarse hace 25 años. De hecho, los suicidas duplican a las víctimas de tráfico y además han aumentado un 20% desde el comienzo de la crisis, cosa que no creo que sea algo casual. Cada día se quitan la vida 10 personas, la mayoría entre los 40 y los 60 años, y es posible que estas cifras estén por debajo de la realidad, porque a veces se camuflan como accidentes o como simples “paradas cardiorrespiratorias”, un eufemismo al parecer bastante común en los certificados de defunción. Y es que el suicidio es un tabú, un agujero negro del que no se habla, un estigma que se oculta, lo cual es un grave error, según Olga Ramos y Carlos Soto, miembros de un grupo llamado Supervivientes de Suicidio que forma parte de RedAipis. La única hija de Carlos y Olga, Ariadna, una chica brillante, inteligente y sensible, se suicidó en enero de 2015, recién cumplidos los 18 años: “Desde entonces nos hemos volcado en tratar de evitar que le vuelva a pasar a nadie más”.
En RedAipis sólo hay medio centenar de socios y no cuentan con ningún apoyo económico, pero pese a ello se esfuerzan por poner palabras al colosal, aplastante silencio que deja detrás de sí una muerte de este tipo: “Hay algunas personas que vienen a las reuniones, que perdieron a un ser querido hace quizá 20 años y que están hablando por primera vez de ello”, dice Carlos. El verdadero dolor, ya se sabe, es indecible, es un tumulto de palabras ahogadas; pero además el suicidio lo empeora todo al arrojar sobre los deudos el pétreo peso del silencio social. “En el instituto de mi hija había habido seis suicidios en seis años y tres intentos fallidos más y sin embargo nunca mandaron a un inspector ni lo hablaron con los alumnos. Con la muerte de Ariadna hicieron un minuto de silencio y ya está, y eso es una barbaridad porque entonces los chicos se imaginan cualquier cosa… Que es romántico o heroico, o que así dejan de molestar y su familia se sentirá más libre… Hay que enseñarles la realidad, el sufrimiento que provocan”. Existen síntomas que pueden ponerte sobre la pista de tendencias suicidas: que la persona empiece a regalar las cosas que más quiere, por ejemplo; que deje notas muy afectuosas que parecen despedidas; que no duerma nada, o que, por el contrario, se pase el día en la cama… En ese momento puede buscarse tratamiento, “pero es un problema complejo, porque en la carrera de Psicología apenas se estudia el suicidio, salen sin saber nada de ello”.
En RedAipis hay psicólogos especializados e intentan, con sus pocos recursos, ayudar todo lo que pueden. Porque sin duda al ayudar a los demás se alivia también la pena propia. Aun así, la entereza que muestran estos guerreros de la supervivencia que son Olga y Carlos resulta admirable: “Nosotros podemos hacer todo lo que estamos haciendo y pudimos hablar de ello desde el primer día gracias a la carta que nos dejó Ariadna. Teníamos una relación espléndida con nuestra hija y ella nos dejó una carta explicándonos todo y diciéndonos lo que teníamos que hacer. Una carta maravillosa que a mí me salvó la vida”, dice Carlos con sencilla y estremecedora serenidad. Las palabras de Ariadna deshaciendo silencios, iluminando abismos, dejando una estela de luz sobre su ausencia.
Rosa Montero
http://elpaissemanal.elpais.com/columna/hablemos-del-suicidio/
El suicidio, pues, sería una suerte de enfermedad, y además devastadora. Es la primera causa de muerte no natural en España, con 3.910 fallecimientos por este motivo en 2014, la cifra más alta desde que empezaron a contabilizarse hace 25 años. De hecho, los suicidas duplican a las víctimas de tráfico y además han aumentado un 20% desde el comienzo de la crisis, cosa que no creo que sea algo casual. Cada día se quitan la vida 10 personas, la mayoría entre los 40 y los 60 años, y es posible que estas cifras estén por debajo de la realidad, porque a veces se camuflan como accidentes o como simples “paradas cardiorrespiratorias”, un eufemismo al parecer bastante común en los certificados de defunción. Y es que el suicidio es un tabú, un agujero negro del que no se habla, un estigma que se oculta, lo cual es un grave error, según Olga Ramos y Carlos Soto, miembros de un grupo llamado Supervivientes de Suicidio que forma parte de RedAipis. La única hija de Carlos y Olga, Ariadna, una chica brillante, inteligente y sensible, se suicidó en enero de 2015, recién cumplidos los 18 años: “Desde entonces nos hemos volcado en tratar de evitar que le vuelva a pasar a nadie más”.
En RedAipis sólo hay medio centenar de socios y no cuentan con ningún apoyo económico, pero pese a ello se esfuerzan por poner palabras al colosal, aplastante silencio que deja detrás de sí una muerte de este tipo: “Hay algunas personas que vienen a las reuniones, que perdieron a un ser querido hace quizá 20 años y que están hablando por primera vez de ello”, dice Carlos. El verdadero dolor, ya se sabe, es indecible, es un tumulto de palabras ahogadas; pero además el suicidio lo empeora todo al arrojar sobre los deudos el pétreo peso del silencio social. “En el instituto de mi hija había habido seis suicidios en seis años y tres intentos fallidos más y sin embargo nunca mandaron a un inspector ni lo hablaron con los alumnos. Con la muerte de Ariadna hicieron un minuto de silencio y ya está, y eso es una barbaridad porque entonces los chicos se imaginan cualquier cosa… Que es romántico o heroico, o que así dejan de molestar y su familia se sentirá más libre… Hay que enseñarles la realidad, el sufrimiento que provocan”. Existen síntomas que pueden ponerte sobre la pista de tendencias suicidas: que la persona empiece a regalar las cosas que más quiere, por ejemplo; que deje notas muy afectuosas que parecen despedidas; que no duerma nada, o que, por el contrario, se pase el día en la cama… En ese momento puede buscarse tratamiento, “pero es un problema complejo, porque en la carrera de Psicología apenas se estudia el suicidio, salen sin saber nada de ello”.
En RedAipis hay psicólogos especializados e intentan, con sus pocos recursos, ayudar todo lo que pueden. Porque sin duda al ayudar a los demás se alivia también la pena propia. Aun así, la entereza que muestran estos guerreros de la supervivencia que son Olga y Carlos resulta admirable: “Nosotros podemos hacer todo lo que estamos haciendo y pudimos hablar de ello desde el primer día gracias a la carta que nos dejó Ariadna. Teníamos una relación espléndida con nuestra hija y ella nos dejó una carta explicándonos todo y diciéndonos lo que teníamos que hacer. Una carta maravillosa que a mí me salvó la vida”, dice Carlos con sencilla y estremecedora serenidad. Las palabras de Ariadna deshaciendo silencios, iluminando abismos, dejando una estela de luz sobre su ausencia.
Rosa Montero
http://elpaissemanal.elpais.com/columna/hablemos-del-suicidio/
sábado, 17 de enero de 2015
CUANDO LAS LUCES DE NAVIDAD NO BRILLAN
Una gran amiga envió esta emotiva y bella carta al diario local "Hoy". Sencillamente me ha gustado y por eso la traigo aquí, con todos mis mejores deseos.
Mensajes y más mensajes, convocándonos a la alegría por decreto, a las felices celebraciones y tiernos reencuentros, insistiendo una y otra vez, hasta la extenuación, en la obligación de pasarlo bien, que para eso es Navidad. Pero sucede que la vida es, muchas veces, y para muchos, cruel, despiadada y las luces navideñas no brillan por igual para todos. El dolor no tiene vacaciones ni firma treguas, aunque sea Navidad.
Cuando la angustia nos puede, cuando vemos el futuro como una amenaza, esas continúas invitaciones al amor, a la cordialidad, esas reuniones con familiares, amigos y compañeros, por imperativo social, solo sirven para acrecentar sentimientos de impotencia, de rabia, de infinita tristeza, sobre todo si, día a día, nosotros o algún ser querido, se enfrenta a una enfermedad cuyo solo nombre causa estremecimientos o cuando nos pesan ausencias imposibles de suplir y que ese tiempo de navidad las hace más presentes y dolorosas.
El dolor y la nostalgia acompañan nuestras horas navideñas. Nos pesa cada instante y ni esos spots televisivos, ni esas desmesuradas manifestaciones de alegría callejera pueden amortiguar ante el sufrimiento de un ser querido, frente a la incertidumbre con la que despertamos cada día. Sólo los que han pasado por algo similar pueden entenderme y saben que es sentirse roto en Navidad. Salir a la calle y ver gente repletas de bolsas, sobrados de luz y calor… ajenos a todo desgarro, nos produce aún más dolor y tristeza.
Son muchos los que en estas fechas, cuando el tiempo nos arropa y el pasado se siente más largo que el futuro, cuando nos pesa más la carga vital que los proyectos, manifiestan síntomas depresivos, ansiedad y apatía, que, en ocasiones, llevan a una cierta fobia a esta época del calendario y a hundirnos en la soledad y el abatimiento, haciéndonos sentir con patológica intensidad nuestras personales tragedias. Es cierto que este fenómeno no se recoge aún como tal en ninguno de los manuales que clasifican a las enfermedades mentales, pero presagio que no tardará en hacerse.
Pasado ya este tiempo de brindis continuos, impuestos mucha veces por artificiosas circunstancias, no quiero terminar estas líneas sin manifestar mi solidaridad con los que sufren, brindar con ellos y desearles que, aunque sea a lo lejos, difusa y tenue, avisten alguna luz de esperanza. Este resquicio es el que me hace levantarme con fuerzas cada mañana.
Concha Flores
Mensajes y más mensajes, convocándonos a la alegría por decreto, a las felices celebraciones y tiernos reencuentros, insistiendo una y otra vez, hasta la extenuación, en la obligación de pasarlo bien, que para eso es Navidad. Pero sucede que la vida es, muchas veces, y para muchos, cruel, despiadada y las luces navideñas no brillan por igual para todos. El dolor no tiene vacaciones ni firma treguas, aunque sea Navidad.
Cuando la angustia nos puede, cuando vemos el futuro como una amenaza, esas continúas invitaciones al amor, a la cordialidad, esas reuniones con familiares, amigos y compañeros, por imperativo social, solo sirven para acrecentar sentimientos de impotencia, de rabia, de infinita tristeza, sobre todo si, día a día, nosotros o algún ser querido, se enfrenta a una enfermedad cuyo solo nombre causa estremecimientos o cuando nos pesan ausencias imposibles de suplir y que ese tiempo de navidad las hace más presentes y dolorosas.
El dolor y la nostalgia acompañan nuestras horas navideñas. Nos pesa cada instante y ni esos spots televisivos, ni esas desmesuradas manifestaciones de alegría callejera pueden amortiguar ante el sufrimiento de un ser querido, frente a la incertidumbre con la que despertamos cada día. Sólo los que han pasado por algo similar pueden entenderme y saben que es sentirse roto en Navidad. Salir a la calle y ver gente repletas de bolsas, sobrados de luz y calor… ajenos a todo desgarro, nos produce aún más dolor y tristeza.
Son muchos los que en estas fechas, cuando el tiempo nos arropa y el pasado se siente más largo que el futuro, cuando nos pesa más la carga vital que los proyectos, manifiestan síntomas depresivos, ansiedad y apatía, que, en ocasiones, llevan a una cierta fobia a esta época del calendario y a hundirnos en la soledad y el abatimiento, haciéndonos sentir con patológica intensidad nuestras personales tragedias. Es cierto que este fenómeno no se recoge aún como tal en ninguno de los manuales que clasifican a las enfermedades mentales, pero presagio que no tardará en hacerse.
Pasado ya este tiempo de brindis continuos, impuestos mucha veces por artificiosas circunstancias, no quiero terminar estas líneas sin manifestar mi solidaridad con los que sufren, brindar con ellos y desearles que, aunque sea a lo lejos, difusa y tenue, avisten alguna luz de esperanza. Este resquicio es el que me hace levantarme con fuerzas cada mañana.
Concha Flores
domingo, 28 de abril de 2013
Thomas Herndon. El estudiante que salvó al mundo de la austeridad. Un alumno de doctorado de 28 años desmontó el informe de dos economistas de Harvard
Las políticas de recortes del gasto se basan en este estudio erróneo.
Cuando la deuda de un país supera el 90% del PIB, el crecimiento de la economía es inviable. El aserto, nacido de dos cerebros de Harvard y sobre el que se asientan las políticas de austeridad que están a punto de dinamitar los pilares del Estado de bienestar en medio mundo, ha resultado tan falaz como las armas de destrucción masiva que sirvieron para justificar la invasión de Irak.
“Es exagerado hacer la comparación, pero acepto la analogía porque es cierto que se están adoptando políticas a partir de premisas que son falsas”. Quien habla es Thomas Herndon, el estudiante de 28 años que, en su camino para sacarse un doctorado en Economía en la Universidad de Massachusetts, ha desenmascarado la mentira macroeconómica más significativa de los últimos años, y sobre la que EE UU y Europa se han apoyado en su campaña por la austeridad fiscal y el recorte drástico del gasto.
Herndon cuenta que se frotaba los ojos al cruzar los datos de su trabajo ordinario de carrera con los del hipercitado informe de los profesores de la prestigiosa Universidad de Harvard Carmen Reinhart y Kenneth Rogoff. Los errores eran básicos. De hecho, al principio pensó que el equivocado era él. No podía ser que dos reputadas eminencias hubieran podido pasar por alto cosas así.
El estudio que está en el centro de la controversia global lo publicaron Reinhart y Rogoff en la American Economic Review en 2010. Ahí defienden cómo el crecimiento cae de golpe cuando la deuda pública de un país supera el 90% del PIB. Reinhart, nacida en La Habana (Cuba) hace 57 años, fue economista jefa durante tres años del difunto Bear Stearns, la primera víctima de la crisis financiera. Eso fue en los años 1980, antes de ocupar varios cargos en el Fondo Monetario Internacional (FMI), donde llegó a ser la número dos en el departamento de investigación antes de llegar a Harvard. Rogoff, de 60 años, fue su jefe en el FMI, donde tuvo un sonado encontronazo con Joseph Stiglitz a cuenta de la crítica que el premio Nobel hizo de esa institución en su libro El malestar en la globalización (2002).
No fueron pocos los políticos que echaron mano del trabajo para defender que se pase la podadora al gasto para volver a la senda de un crecimiento sano y robusto. Entre ellos, Paul Ryan, el candidato republicano a la vicepresidencia de EE UU. También el comisario europeo de Asuntos Económicos, Olli Rehn, y el expresidente del Banco Central Europeo Jean-Claude Trichet. Ninguno cuestionó la metodología del trabajo, ni sus datos, como hizo el joven Herndon.
“Estaba convencido desde el principio de que algo iba realmente mal con el estudio. Y cuando me llegaron los datos [los autores le mandaron las tablas de Excel que utilizaron, a petición del estudiante], se confirmaron mis sospechas”, relata Herndon. El joven estudiante, criado en Austin (Texas), de padre texano y madre de Hong Kong, al que le gusta tocar el bajo, le pasó las tablas a su novia, Kyla Walters. Ella tiene un doctorado en Sociología y gracias a su trabajo de investigación está muy acostumbrada a cruzar números. “No creo que te estés equivocando”, le respondió.
El siguiente paso fue acudir a Michael Ash y Robert Pollin, dos de sus profesores, que ahora le cubren las espaldas, pero que en un primer momento se mostraron más bien incrédulos. Lo que no logró anticipar Herndon, ni tampoco Ash y Pollin, es lo que venía a continuación. Hay economistas que les han llamado para emprender con ellos una batalla contra la idea de que el alto endeudamiento frena el crecimiento.
Pero hasta ahora ni un solo dirigente político se ha puesto en contacto con el trío para conocer su teoría. Aun así, el estudiante señala que el trabajo “está empezando a marcar la diferencia en los círculos de decisión política”. Cita, por ejemplo, el blog de John Taylor. El reputado economista por Stanford asegura que el error puesto en evidencia por el joven influyó en la decisión de los ministros de Finanzas del G-20 para omitir en su comunicado de la semana pasada una referencia al nivel de endeudamiento.
En el origen del fiasco está un encargo convencional de los profesores. Pidieron a los alumnos que emularan resultados estadísticos de estudios ya publicados. Él eligió el estudio de Reinhart y Rogoff porque, “aunque era poco atractivo”, le pareció oportuno vistas las dificultades que tienen Europa y EE UU para salir del agujero de la recesión y del impacto de las políticas que se están adoptando en los países.
Los profesores de Harvard ahora cuestionados le facilitaron en enero todo el material que necesitaba para descifrar el estudio y le dieron libertad para publicar lo que quisiera. “Vi el error muy rápido”, dice Herndon. A comienzos de abril, Reinhart y Rogoff admitieron que habían cometido algunos fallos a la hora de codificar las cifras. Pero siguen defendiendo su metodología e insisten en que existe una clara correlación entre alto endeudamiento y lento crecimiento. “Este lamentable desliz no afecta al mensaje central”, dicen en una nota.
Herndon, que habla siempre en plural, admite que criticar el trabajo de los dos profesores de Harvard “es lo más fácil” y no cree que hubiera una intencionalidad cuando omitieron ciertos datos, como el hecho de que Australia, Canadá y Nueva Zelanda crecieran en periodos de alto endeudamiento, o se equivocaran en alguna suma al introducir mal las órdenes en la celdilla de Excel. Pero está convencido también de que la teoría no puede replicarse, porque está mal planteada. Y apoya que se adopten políticas de estímulo para salir de la recesión. “La austeridad es contraproducente, crea sufrimiento”.
El joven no se declara ni conservador ni liberal; dice que no le gustan las etiquetas. Pero sí parece tener muy claro que “es falso decir que el alto endeudamiento es malo”. Por eso cree que lo que deben hacer los dirigentes es ver las circunstancias específicas en las que la deuda puede ser efectiva en un escenario de recesión. Su prioridad ahora, comenta, es terminar el segundo semestre y recopilar ideas para su tesis final.
De momento se está dedicando con sus profesores a publicar los primeros hallazgos para después seguir desarrollando el trabajo a lo largo del verano, integrando mejoras estadísticas. Y entre clase y clase busca tiempo para conceder entrevistas e incluso acercarse a Nueva York para verse con Stephen Colbert, el conductor del programa satírico The Colbert report. Colbert le dedicó esta semana dos espacios a su trabajo, lo que muestra hasta qué punto está caliente el debate. En el primero se dedicó a mofarse de los profesores de Harvard y de los que se apoyaron en su estudio para aventurar “una nueva crisis económica alimentada por la deuda”. “¿Sabes que has enfadado a mucha gente en el campo de la austeridad, importantes y muy poderosos?”, le preguntó después. “La Universidad me cuida mucho”, le respondió. Herndon admite no estar preparado para la avalancha mediática. “Ni siquiera tenía una buena foto”, comenta. Y las siglas con las que los tres autores firman el trabajo, HAP, tomada de la inicial de sus apellidos, ha inspirado ya una expresión entre los estudiantes: “To get happed”, que alguien te señale los errores...
Seguir en El País.
Cuando la deuda de un país supera el 90% del PIB, el crecimiento de la economía es inviable. El aserto, nacido de dos cerebros de Harvard y sobre el que se asientan las políticas de austeridad que están a punto de dinamitar los pilares del Estado de bienestar en medio mundo, ha resultado tan falaz como las armas de destrucción masiva que sirvieron para justificar la invasión de Irak.
“Es exagerado hacer la comparación, pero acepto la analogía porque es cierto que se están adoptando políticas a partir de premisas que son falsas”. Quien habla es Thomas Herndon, el estudiante de 28 años que, en su camino para sacarse un doctorado en Economía en la Universidad de Massachusetts, ha desenmascarado la mentira macroeconómica más significativa de los últimos años, y sobre la que EE UU y Europa se han apoyado en su campaña por la austeridad fiscal y el recorte drástico del gasto.
Herndon cuenta que se frotaba los ojos al cruzar los datos de su trabajo ordinario de carrera con los del hipercitado informe de los profesores de la prestigiosa Universidad de Harvard Carmen Reinhart y Kenneth Rogoff. Los errores eran básicos. De hecho, al principio pensó que el equivocado era él. No podía ser que dos reputadas eminencias hubieran podido pasar por alto cosas así.
El estudio que está en el centro de la controversia global lo publicaron Reinhart y Rogoff en la American Economic Review en 2010. Ahí defienden cómo el crecimiento cae de golpe cuando la deuda pública de un país supera el 90% del PIB. Reinhart, nacida en La Habana (Cuba) hace 57 años, fue economista jefa durante tres años del difunto Bear Stearns, la primera víctima de la crisis financiera. Eso fue en los años 1980, antes de ocupar varios cargos en el Fondo Monetario Internacional (FMI), donde llegó a ser la número dos en el departamento de investigación antes de llegar a Harvard. Rogoff, de 60 años, fue su jefe en el FMI, donde tuvo un sonado encontronazo con Joseph Stiglitz a cuenta de la crítica que el premio Nobel hizo de esa institución en su libro El malestar en la globalización (2002).
No fueron pocos los políticos que echaron mano del trabajo para defender que se pase la podadora al gasto para volver a la senda de un crecimiento sano y robusto. Entre ellos, Paul Ryan, el candidato republicano a la vicepresidencia de EE UU. También el comisario europeo de Asuntos Económicos, Olli Rehn, y el expresidente del Banco Central Europeo Jean-Claude Trichet. Ninguno cuestionó la metodología del trabajo, ni sus datos, como hizo el joven Herndon.
“Estaba convencido desde el principio de que algo iba realmente mal con el estudio. Y cuando me llegaron los datos [los autores le mandaron las tablas de Excel que utilizaron, a petición del estudiante], se confirmaron mis sospechas”, relata Herndon. El joven estudiante, criado en Austin (Texas), de padre texano y madre de Hong Kong, al que le gusta tocar el bajo, le pasó las tablas a su novia, Kyla Walters. Ella tiene un doctorado en Sociología y gracias a su trabajo de investigación está muy acostumbrada a cruzar números. “No creo que te estés equivocando”, le respondió.
El siguiente paso fue acudir a Michael Ash y Robert Pollin, dos de sus profesores, que ahora le cubren las espaldas, pero que en un primer momento se mostraron más bien incrédulos. Lo que no logró anticipar Herndon, ni tampoco Ash y Pollin, es lo que venía a continuación. Hay economistas que les han llamado para emprender con ellos una batalla contra la idea de que el alto endeudamiento frena el crecimiento.
Pero hasta ahora ni un solo dirigente político se ha puesto en contacto con el trío para conocer su teoría. Aun así, el estudiante señala que el trabajo “está empezando a marcar la diferencia en los círculos de decisión política”. Cita, por ejemplo, el blog de John Taylor. El reputado economista por Stanford asegura que el error puesto en evidencia por el joven influyó en la decisión de los ministros de Finanzas del G-20 para omitir en su comunicado de la semana pasada una referencia al nivel de endeudamiento.
En el origen del fiasco está un encargo convencional de los profesores. Pidieron a los alumnos que emularan resultados estadísticos de estudios ya publicados. Él eligió el estudio de Reinhart y Rogoff porque, “aunque era poco atractivo”, le pareció oportuno vistas las dificultades que tienen Europa y EE UU para salir del agujero de la recesión y del impacto de las políticas que se están adoptando en los países.
Los profesores de Harvard ahora cuestionados le facilitaron en enero todo el material que necesitaba para descifrar el estudio y le dieron libertad para publicar lo que quisiera. “Vi el error muy rápido”, dice Herndon. A comienzos de abril, Reinhart y Rogoff admitieron que habían cometido algunos fallos a la hora de codificar las cifras. Pero siguen defendiendo su metodología e insisten en que existe una clara correlación entre alto endeudamiento y lento crecimiento. “Este lamentable desliz no afecta al mensaje central”, dicen en una nota.
Herndon, que habla siempre en plural, admite que criticar el trabajo de los dos profesores de Harvard “es lo más fácil” y no cree que hubiera una intencionalidad cuando omitieron ciertos datos, como el hecho de que Australia, Canadá y Nueva Zelanda crecieran en periodos de alto endeudamiento, o se equivocaran en alguna suma al introducir mal las órdenes en la celdilla de Excel. Pero está convencido también de que la teoría no puede replicarse, porque está mal planteada. Y apoya que se adopten políticas de estímulo para salir de la recesión. “La austeridad es contraproducente, crea sufrimiento”.
El joven no se declara ni conservador ni liberal; dice que no le gustan las etiquetas. Pero sí parece tener muy claro que “es falso decir que el alto endeudamiento es malo”. Por eso cree que lo que deben hacer los dirigentes es ver las circunstancias específicas en las que la deuda puede ser efectiva en un escenario de recesión. Su prioridad ahora, comenta, es terminar el segundo semestre y recopilar ideas para su tesis final.
De momento se está dedicando con sus profesores a publicar los primeros hallazgos para después seguir desarrollando el trabajo a lo largo del verano, integrando mejoras estadísticas. Y entre clase y clase busca tiempo para conceder entrevistas e incluso acercarse a Nueva York para verse con Stephen Colbert, el conductor del programa satírico The Colbert report. Colbert le dedicó esta semana dos espacios a su trabajo, lo que muestra hasta qué punto está caliente el debate. En el primero se dedicó a mofarse de los profesores de Harvard y de los que se apoyaron en su estudio para aventurar “una nueva crisis económica alimentada por la deuda”. “¿Sabes que has enfadado a mucha gente en el campo de la austeridad, importantes y muy poderosos?”, le preguntó después. “La Universidad me cuida mucho”, le respondió. Herndon admite no estar preparado para la avalancha mediática. “Ni siquiera tenía una buena foto”, comenta. Y las siglas con las que los tres autores firman el trabajo, HAP, tomada de la inicial de sus apellidos, ha inspirado ya una expresión entre los estudiantes: “To get happed”, que alguien te señale los errores...
Seguir en El País.
Etiquetas:
austeridad,
crisis,
economía,
estafa,
Excel,
gobierno,
Harvard,
hoja de cálculo,
MIT,
poder,
sufrimiento,
tablas,
tesis doctoral,
Thomas Herndon
Más sobre el fraude en el pensamiento neoliberal
Vicenç Navarro. Sistema Digital
En un artículo reciente (“Fraude en el pensamiento económico dominante”. ‘El Plural’. 21.04.13) indiqué la enorme influencia que la Banca y otros componentes del capital financiero tienen en configurar la sabiduría convencional en el conocimiento económico (de una manera muy semejante a cómo la industria farmacéutica influencia la cultura médica), lo cual ocurre a partir, entre otras medidas, de la financiación de investigadores académicos en el área de economía, que promueven los puntos de vista e intereses de la Banca. Citaba, como ejemplo, los artículos de los economistas Reinhart y Rogoff, de la Universidad de Harvard (próximos ambos al capital financiero), en los que concluían que sus investigaciones mostraban claramente que el aumento de la deuda pública por encima del 90% del PIB creaba una recesión en un país, señalando así que la causa de la recesión que estamos viendo hoy a los dos lados del Atlántico era el resultado del excesivo gasto público, determinante del crecimiento de la deuda pública de estos países. Los recortes de gasto público en todos estos países responden a esta percepción de que la recesión está causada por el excesivo gasto público. Estos trabajos han sido la Biblia que ha guiado las políticas de austeridad. Los trabajos de Reinhart y Rogoff, sin embargo, están llenos de errores, cuando no manipulaciones que niegan la validez de sus conclusiones. Tres economistas de la Universidad de Massachusetts, Thomas Herndon, Michael Ash y Robert Pollin (“Does High Public Debt Consistently Stifle Economic Growth? A Critique of Reinhart and Rogoff”. Un resumen del artículo aparece en el Financial Times, “Why Reinhart and Rogoff are wrong about austerity”, 18.04.13), han documentado los múltiples errores de este estudio.
Como era predecible, el establishment neoliberal que apoya las políticas de austeridad se ha movilizado inmediatamente para defender los trabajos de Reinhart y Rogoff, minimizando los errores y negando que hubiera manipulaciones, trivializando a sus críticos, indicando que, en realidad, no existían los errores que se les atribuía. Un ejemplo de esto aparece en el artículo reciente en ‘El País’ (“La teoría del exceso de deuda pierde un asalto”. 21.04.13), que resume el debate que se ha creado a raíz de las críticas de Thomas Herndon, Michael Ash y Robert Pollin al trabajo de Reinhart y Rogoff. Y para evaluar los méritos de dicha crítica, ‘El País’ pregunta las opiniones del economista Jesús Fernández-Villaverde, presentado, sin más, como Catedrático de Economía de la Universidad de Pensilvania en EEUU. Dicho economista indica que “el único error” en el trabajo de Reinhart-Rogoff es uno de cálculo, cosa relativamente menor y que no altera el resultado del estudio.
Lo que el artículo no cita es que este economista, conocido por su orientación ultraliberal, es Director de Cátedra, Fedea, es decir, patrocinado por Fedea, la fundación financiada por los mayores Bancos en España que han enfatizado, como lo ha hecho toda la banca, la necesidad de llevar a cabo las políticas de austeridad, información que debería haberse facilitado por parte de ‘El País’. Imagínese el lector que apareciera un trabajo de un investigador que mostrara que una medicina promovida como sumamente eficaz por un laboratorio farmacéutico (vendida como milagrosa en la cura del cáncer) es, en realidad, no solo ineficaz, sino incluso tóxica para los enfermos. Naturalmente que se originaría un debate inmediatamente. Y que luego, como parte de este debate, un diario importante del país le preguntara a otro investigador sobre la opinión acerca del trabajo que cuestionó la eficacia del fármaco y que este indicara que la crítica carece de validez, sin indicar que el investigador que niega validez de la crítica del fármaco milagroso está financiado por el que lo produce. Pues bien, esto es lo que está ocurriendo no solo en este caso, sino en muchísimos otros. Constantemente se presenta en los medios a “gurús” económicos defendiendo, por ejemplo, la privatización de las pensiones o el alargamiento de la edad para recibir las pensiones públicas, sin que se indique que muchos de estos “gurús” están asesorando y/o reciben fondos de las compañías de seguros y/o de la banca, que se beneficiarían de estas intervenciones públicas.
EL ERROR DE REINHART Y ROGOFF NO ES MENOR
Andrew Watt, en su artículo “A Brief Social Science Methodology Primer – Renowned Harvard Economists Please Take Note” en ‘Social Europe Journal’, explica con detalle el problema metodológico existente en los trabajos de Reinhart y Rogoff, que es un problema mayor, mucho mayor que el de utilizar un código erróneo. Es, por cierto, un error que es bastante común en los estudios econométricos donde se utiliza un gran número de variables en series temporales y que incluyen en su muestra un limitado número de países. El número reducido de países estudiados hace que grandes variaciones en un país puedan afectar de una manera muy significativa al resultado. El otro problema es que se deducen erróneamente relaciones, en las correlaciones entre las variables, que son altamente cuestionables. De ahí que el mejor método de análisis sea el estudio histórico y político de cada caso (cosa que Reinhart y Rogoff no hacen), permitiendo una mayor comprensión de cada país. Así, la recesión del año 1951 en Nueva Zelanda tiene poco que ver con el aumento de la deuda pública, y mucho con la mayor huelga de los trabajadores que aquel país haya tenido, que paralizó la economía durante 151 días. Y como este caso, existen muchos otros.
Una última observación. El hecho de que Reinhart y Rogoff tuvieran tanta influencia no se debía a su trabajo en sí, sino a la función de su trabajo. No hay plena conciencia de que la visibilidad mediática de un economista depende primordialmente de su utilidad para los intereses económicos a los cuales sirve, que tienen gran influencia en los medios. Y esta gran influencia, que alcanza niveles de dominio, les ofrece una gran impunidad para promover posturas que científicamente carecen de credibilidad. Lo vemos diariamente en España (incluyendo Catalunya), donde la necesidad de las políticas de austeridad ha sido promovida activamente, pese a que la evidencia científica (y la propia realidad que nos rodea) muestra claramente que están profundamente equivocadas. No solo son ineficaces, sino que son tremendamente dañinas: han estado dañando enormemente a las clases populares. Y es ahí donde los ideólogos neoliberales, incluyendo a Reinhart y Rogoff y a Fedea, y los medios que las han promovido tienen una enorme responsabilidad. Su trabajo, al servicio del capital financiero, ha contribuido en gran medida a un gran dolor, todo ello para gloria del capital financiero, cuyas rentas han alcanzado unos niveles nunca antes conocidos. Así de claro. Todo lo que está pasando podría haberse evitado fácilmente, como unos pocos indicamos. Los problemas presentados como económicos son políticos, es decir, dependen del poder que determina la configuración final de las políticas públicas.
En un artículo reciente (“Fraude en el pensamiento económico dominante”. ‘El Plural’. 21.04.13) indiqué la enorme influencia que la Banca y otros componentes del capital financiero tienen en configurar la sabiduría convencional en el conocimiento económico (de una manera muy semejante a cómo la industria farmacéutica influencia la cultura médica), lo cual ocurre a partir, entre otras medidas, de la financiación de investigadores académicos en el área de economía, que promueven los puntos de vista e intereses de la Banca. Citaba, como ejemplo, los artículos de los economistas Reinhart y Rogoff, de la Universidad de Harvard (próximos ambos al capital financiero), en los que concluían que sus investigaciones mostraban claramente que el aumento de la deuda pública por encima del 90% del PIB creaba una recesión en un país, señalando así que la causa de la recesión que estamos viendo hoy a los dos lados del Atlántico era el resultado del excesivo gasto público, determinante del crecimiento de la deuda pública de estos países. Los recortes de gasto público en todos estos países responden a esta percepción de que la recesión está causada por el excesivo gasto público. Estos trabajos han sido la Biblia que ha guiado las políticas de austeridad. Los trabajos de Reinhart y Rogoff, sin embargo, están llenos de errores, cuando no manipulaciones que niegan la validez de sus conclusiones. Tres economistas de la Universidad de Massachusetts, Thomas Herndon, Michael Ash y Robert Pollin (“Does High Public Debt Consistently Stifle Economic Growth? A Critique of Reinhart and Rogoff”. Un resumen del artículo aparece en el Financial Times, “Why Reinhart and Rogoff are wrong about austerity”, 18.04.13), han documentado los múltiples errores de este estudio.
Como era predecible, el establishment neoliberal que apoya las políticas de austeridad se ha movilizado inmediatamente para defender los trabajos de Reinhart y Rogoff, minimizando los errores y negando que hubiera manipulaciones, trivializando a sus críticos, indicando que, en realidad, no existían los errores que se les atribuía. Un ejemplo de esto aparece en el artículo reciente en ‘El País’ (“La teoría del exceso de deuda pierde un asalto”. 21.04.13), que resume el debate que se ha creado a raíz de las críticas de Thomas Herndon, Michael Ash y Robert Pollin al trabajo de Reinhart y Rogoff. Y para evaluar los méritos de dicha crítica, ‘El País’ pregunta las opiniones del economista Jesús Fernández-Villaverde, presentado, sin más, como Catedrático de Economía de la Universidad de Pensilvania en EEUU. Dicho economista indica que “el único error” en el trabajo de Reinhart-Rogoff es uno de cálculo, cosa relativamente menor y que no altera el resultado del estudio.
Lo que el artículo no cita es que este economista, conocido por su orientación ultraliberal, es Director de Cátedra, Fedea, es decir, patrocinado por Fedea, la fundación financiada por los mayores Bancos en España que han enfatizado, como lo ha hecho toda la banca, la necesidad de llevar a cabo las políticas de austeridad, información que debería haberse facilitado por parte de ‘El País’. Imagínese el lector que apareciera un trabajo de un investigador que mostrara que una medicina promovida como sumamente eficaz por un laboratorio farmacéutico (vendida como milagrosa en la cura del cáncer) es, en realidad, no solo ineficaz, sino incluso tóxica para los enfermos. Naturalmente que se originaría un debate inmediatamente. Y que luego, como parte de este debate, un diario importante del país le preguntara a otro investigador sobre la opinión acerca del trabajo que cuestionó la eficacia del fármaco y que este indicara que la crítica carece de validez, sin indicar que el investigador que niega validez de la crítica del fármaco milagroso está financiado por el que lo produce. Pues bien, esto es lo que está ocurriendo no solo en este caso, sino en muchísimos otros. Constantemente se presenta en los medios a “gurús” económicos defendiendo, por ejemplo, la privatización de las pensiones o el alargamiento de la edad para recibir las pensiones públicas, sin que se indique que muchos de estos “gurús” están asesorando y/o reciben fondos de las compañías de seguros y/o de la banca, que se beneficiarían de estas intervenciones públicas.
EL ERROR DE REINHART Y ROGOFF NO ES MENOR
Andrew Watt, en su artículo “A Brief Social Science Methodology Primer – Renowned Harvard Economists Please Take Note” en ‘Social Europe Journal’, explica con detalle el problema metodológico existente en los trabajos de Reinhart y Rogoff, que es un problema mayor, mucho mayor que el de utilizar un código erróneo. Es, por cierto, un error que es bastante común en los estudios econométricos donde se utiliza un gran número de variables en series temporales y que incluyen en su muestra un limitado número de países. El número reducido de países estudiados hace que grandes variaciones en un país puedan afectar de una manera muy significativa al resultado. El otro problema es que se deducen erróneamente relaciones, en las correlaciones entre las variables, que son altamente cuestionables. De ahí que el mejor método de análisis sea el estudio histórico y político de cada caso (cosa que Reinhart y Rogoff no hacen), permitiendo una mayor comprensión de cada país. Así, la recesión del año 1951 en Nueva Zelanda tiene poco que ver con el aumento de la deuda pública, y mucho con la mayor huelga de los trabajadores que aquel país haya tenido, que paralizó la economía durante 151 días. Y como este caso, existen muchos otros.
Una última observación. El hecho de que Reinhart y Rogoff tuvieran tanta influencia no se debía a su trabajo en sí, sino a la función de su trabajo. No hay plena conciencia de que la visibilidad mediática de un economista depende primordialmente de su utilidad para los intereses económicos a los cuales sirve, que tienen gran influencia en los medios. Y esta gran influencia, que alcanza niveles de dominio, les ofrece una gran impunidad para promover posturas que científicamente carecen de credibilidad. Lo vemos diariamente en España (incluyendo Catalunya), donde la necesidad de las políticas de austeridad ha sido promovida activamente, pese a que la evidencia científica (y la propia realidad que nos rodea) muestra claramente que están profundamente equivocadas. No solo son ineficaces, sino que son tremendamente dañinas: han estado dañando enormemente a las clases populares. Y es ahí donde los ideólogos neoliberales, incluyendo a Reinhart y Rogoff y a Fedea, y los medios que las han promovido tienen una enorme responsabilidad. Su trabajo, al servicio del capital financiero, ha contribuido en gran medida a un gran dolor, todo ello para gloria del capital financiero, cuyas rentas han alcanzado unos niveles nunca antes conocidos. Así de claro. Todo lo que está pasando podría haberse evitado fácilmente, como unos pocos indicamos. Los problemas presentados como económicos son políticos, es decir, dependen del poder que determina la configuración final de las políticas públicas.
sábado, 30 de abril de 2011
¿Sufrir es inevitable?
Aunque crea malestar, muchas personas pueden convertirse en adictas al sufrimiento. La mejor opción es no temer a mirar en uno mismo, aceptar los cambios y poder observar desde el desapego para tener una perspectiva clara que ayude a ver la dirección correcta.
El dolor y el placer nos impulsan a la acción, al deseo y al cambio. Ambos pueden crear adicción. El dolor lo sentimos en el cuerpo. A nivel emocional y mental experimentamos sufrimiento. Un sufrir que surge en la mente por pensar negativamente de uno mismo, de los demás y de la vida misma, viviendo con rabia, en la frustración y sumergido en las quejas.
Cuando uno se vuelve adicto a estas formas de sufrir llega a identificarse con ellas. Intentar superarlas puede sentirse como una amenaza hacia su propia identidad. No se ve a sí mismo dejando de sufrir. Muchas personas no quieren o no saben cómo salir de ese estado.
Hay personas que se aíslan en su tristeza y dolor. Exclaman: "No me entiendes". Se separan de las personas que pueden ayudarle. En el fondo quieren su cariño y ayuda. Pero se encierran dificultando e incluso impidiéndose ese apoyo. Quieren ayuda, pero bloquean la posibilidad de aceptarla. Estas emociones negativas se transforman en rasgos comunes del paisaje de nuestra vida cotidiana.
Rechazamos la idea de eliminarlos, con la creencia de que es natural sufrir y que eso es la realidad, y somos incapaces de imaginar la vida sin nuestra dosis diaria de negatividad y de adrenalina.
SIN MIEDO
"Dile a tu corazón que el miedo a sufrir es peor que el sufrimiento mismo" (Paulo Coelho)
Impartí un curso de pensamiento positivo y meditación a un joven entusiasmado con sus aprendizajes en clase. Su madre, al verle tan satisfecho, también se apuntó. En pocas sesiones se sentía mucho más tranquila. Aun así, decidió dejar de meditar y abandonó el curso a medias porque estaba dejando de sufrir y de tener miedo por lo que les podía pasar a sus siete hijos. La meditación estaba despertando en ella un amor libre de miedos que le provocó un choque interno: creía que amar a alguien es sufrir por él.
En nombre del amor sufrimos. En vez de amar desde un espacio de libertad, intentamos ayudar desde la preocupación y el miedo, y así agobiamos, controlamos y dependemos. No dejamos ser.
Cuando hay demasiado dolor no podemos asentarnos en nuestro poder verdadero y experimentar nuestra energía de amor. El miedo al amor y a la grandeza de lo que puede conseguir con su poder le impide levantarse para recuperar su potencial. Tememos nuestra grandeza, y este miedo nos mantiene en un estado restringido y doloroso. Solo el poder del amor verdadero puede ayudarnos a sacar el sufrimiento reprimido del subconsciente a la conciencia consciente. El amor no se aferra a las cosas: libera el pasado y desbloquea la energía.
SOLO SI LO PERMITE
"Nadie puede herirte sin tu consentimiento" (Eleanor Roosevelt)
Lo que nos daña, mucho más que lo que nos ocurre, es nuestro consentimiento a lo que nos sucede. Nadie le puede herir, excepto si usted lo permite. ¿Cómo lo permite? Siendo una aspiradora que hace suyo todo lo del otro, lo bueno y lo malo. Sus expectativas y su insatisfacción constante le llevan a esperar del otro. Y esto le abre a sufrir, sus deseos se multiplican y permanece el vacío interior.
Revise sus expectativas, sus deseos, sus proyecciones, y entre en su silencio interior para aprender a soltar. Abra su corazón y deje que salga el dolor. No lo necesita. No lo justifique. No acumule más sufrimientos.
Un estado emocional, mental y espiritual sano rebosa de paz, amor y bienestar. El estado normal del cuerpo es de salud. Cuando enferma, siente malestar y/o dolor. El dolor viene como una señal, para informarnos de que algo se ha desviado de la normalidad y requiere de nuestra atención. Por tanto, aunque pueda parecer que el dolor causa sufrimiento, la paradoja es que está sirviendo como una señal para prevenir complicaciones mayores y para que pueda dar tratamiento inmediato al mal.
El sufrimiento es un mensajero. Nos señala que tenemos los ojos cerrados frente a nuestra verdadera naturaleza espiritual. Lo que ocurre es que en lugar de escuchar, con frecuencia tapamos y negamos que el problema existe o lo justificamos, con lo que no permitimos que se disuelva. Lo importante es percibir que se puede convertir en un estímulo para la transformación.
Cuando sufrimos, buscamos el origen del malestar. Pero la tendencia es buscar culpables fuera de nosotros. Para sanar el dolor hemos de ir hacia el interior. Solo así nos daremos cuenta de que quizá las causas están en nuestra manera repetitiva de pensar, en nuestras actitudes defensivas o en nuestra incomprensión de nuestras relaciones y del mundo que nos rodea. Aceptar y tolerar nos sana, y una parte consiste en ver el sufrimiento como un proceso de aprendizaje. Tolerar no es aguantar, sino comprender y amar. Desde ahí crece la compasión.
LA MENTE COMO CALMANTE
"El sufrimiento deriva del apego" (Julio César)
El dolor físico, emocional o mental invita a incrementar el poder interior y a desapegarte. En el dolor físico, el aprendizaje del desapego facilita soltar el "nudo" y calmar la sensación de dolor. Este entrenamiento empieza por concentrar la energía en el interior del centro de la frente, detrás de los ojos, tener pensamientos de paz y desde este punto, considerado como el tercer ojo, irradiar rayos pacíficos por todo el cuerpo. Después de enfocar la energía en el centro de la frente, te desapegas del cuerpo, te centras en crear paz. Con tu mente calmas el dolor.
La solución espiritual es impedir que aparezcan las emociones que nos llevan al sufrimiento extrayendo del núcleo de nuestra conciencia cualidades de amor y paz, empleándolas en pensamientos y actitudes con motivación de entrega dirigidas al mundo que nos rodea. Se trata de concentrarnos en nuestras cualidades positivas naturales y no obsesionarse ni dar espacio a las negativas para que estas se vayan disolviendo.
Cuando vive una situación que le está provocando dolor, estabilícese entrando en el silencio. Observe de dónde viene ese dolor para soltarlo. La respuesta suele estar relacionada con la forma en que los demás actúan con usted. Sus deseos y expectativas le atrapan en el dolor. No acepta lo que es tal como es...
Leer todo aquí. MIRIAM SUBIRANA en El País,03/04/2011
El dolor y el placer nos impulsan a la acción, al deseo y al cambio. Ambos pueden crear adicción. El dolor lo sentimos en el cuerpo. A nivel emocional y mental experimentamos sufrimiento. Un sufrir que surge en la mente por pensar negativamente de uno mismo, de los demás y de la vida misma, viviendo con rabia, en la frustración y sumergido en las quejas.
Cuando uno se vuelve adicto a estas formas de sufrir llega a identificarse con ellas. Intentar superarlas puede sentirse como una amenaza hacia su propia identidad. No se ve a sí mismo dejando de sufrir. Muchas personas no quieren o no saben cómo salir de ese estado.
Hay personas que se aíslan en su tristeza y dolor. Exclaman: "No me entiendes". Se separan de las personas que pueden ayudarle. En el fondo quieren su cariño y ayuda. Pero se encierran dificultando e incluso impidiéndose ese apoyo. Quieren ayuda, pero bloquean la posibilidad de aceptarla. Estas emociones negativas se transforman en rasgos comunes del paisaje de nuestra vida cotidiana.
Rechazamos la idea de eliminarlos, con la creencia de que es natural sufrir y que eso es la realidad, y somos incapaces de imaginar la vida sin nuestra dosis diaria de negatividad y de adrenalina.
SIN MIEDO
"Dile a tu corazón que el miedo a sufrir es peor que el sufrimiento mismo" (Paulo Coelho)
Impartí un curso de pensamiento positivo y meditación a un joven entusiasmado con sus aprendizajes en clase. Su madre, al verle tan satisfecho, también se apuntó. En pocas sesiones se sentía mucho más tranquila. Aun así, decidió dejar de meditar y abandonó el curso a medias porque estaba dejando de sufrir y de tener miedo por lo que les podía pasar a sus siete hijos. La meditación estaba despertando en ella un amor libre de miedos que le provocó un choque interno: creía que amar a alguien es sufrir por él.
En nombre del amor sufrimos. En vez de amar desde un espacio de libertad, intentamos ayudar desde la preocupación y el miedo, y así agobiamos, controlamos y dependemos. No dejamos ser.
Cuando hay demasiado dolor no podemos asentarnos en nuestro poder verdadero y experimentar nuestra energía de amor. El miedo al amor y a la grandeza de lo que puede conseguir con su poder le impide levantarse para recuperar su potencial. Tememos nuestra grandeza, y este miedo nos mantiene en un estado restringido y doloroso. Solo el poder del amor verdadero puede ayudarnos a sacar el sufrimiento reprimido del subconsciente a la conciencia consciente. El amor no se aferra a las cosas: libera el pasado y desbloquea la energía.
SOLO SI LO PERMITE
"Nadie puede herirte sin tu consentimiento" (Eleanor Roosevelt)
Lo que nos daña, mucho más que lo que nos ocurre, es nuestro consentimiento a lo que nos sucede. Nadie le puede herir, excepto si usted lo permite. ¿Cómo lo permite? Siendo una aspiradora que hace suyo todo lo del otro, lo bueno y lo malo. Sus expectativas y su insatisfacción constante le llevan a esperar del otro. Y esto le abre a sufrir, sus deseos se multiplican y permanece el vacío interior.
Revise sus expectativas, sus deseos, sus proyecciones, y entre en su silencio interior para aprender a soltar. Abra su corazón y deje que salga el dolor. No lo necesita. No lo justifique. No acumule más sufrimientos.
Un estado emocional, mental y espiritual sano rebosa de paz, amor y bienestar. El estado normal del cuerpo es de salud. Cuando enferma, siente malestar y/o dolor. El dolor viene como una señal, para informarnos de que algo se ha desviado de la normalidad y requiere de nuestra atención. Por tanto, aunque pueda parecer que el dolor causa sufrimiento, la paradoja es que está sirviendo como una señal para prevenir complicaciones mayores y para que pueda dar tratamiento inmediato al mal.
El sufrimiento es un mensajero. Nos señala que tenemos los ojos cerrados frente a nuestra verdadera naturaleza espiritual. Lo que ocurre es que en lugar de escuchar, con frecuencia tapamos y negamos que el problema existe o lo justificamos, con lo que no permitimos que se disuelva. Lo importante es percibir que se puede convertir en un estímulo para la transformación.
Cuando sufrimos, buscamos el origen del malestar. Pero la tendencia es buscar culpables fuera de nosotros. Para sanar el dolor hemos de ir hacia el interior. Solo así nos daremos cuenta de que quizá las causas están en nuestra manera repetitiva de pensar, en nuestras actitudes defensivas o en nuestra incomprensión de nuestras relaciones y del mundo que nos rodea. Aceptar y tolerar nos sana, y una parte consiste en ver el sufrimiento como un proceso de aprendizaje. Tolerar no es aguantar, sino comprender y amar. Desde ahí crece la compasión.
LA MENTE COMO CALMANTE
"El sufrimiento deriva del apego" (Julio César)
El dolor físico, emocional o mental invita a incrementar el poder interior y a desapegarte. En el dolor físico, el aprendizaje del desapego facilita soltar el "nudo" y calmar la sensación de dolor. Este entrenamiento empieza por concentrar la energía en el interior del centro de la frente, detrás de los ojos, tener pensamientos de paz y desde este punto, considerado como el tercer ojo, irradiar rayos pacíficos por todo el cuerpo. Después de enfocar la energía en el centro de la frente, te desapegas del cuerpo, te centras en crear paz. Con tu mente calmas el dolor.
La solución espiritual es impedir que aparezcan las emociones que nos llevan al sufrimiento extrayendo del núcleo de nuestra conciencia cualidades de amor y paz, empleándolas en pensamientos y actitudes con motivación de entrega dirigidas al mundo que nos rodea. Se trata de concentrarnos en nuestras cualidades positivas naturales y no obsesionarse ni dar espacio a las negativas para que estas se vayan disolviendo.
Cuando vive una situación que le está provocando dolor, estabilícese entrando en el silencio. Observe de dónde viene ese dolor para soltarlo. La respuesta suele estar relacionada con la forma en que los demás actúan con usted. Sus deseos y expectativas le atrapan en el dolor. No acepta lo que es tal como es...
Leer todo aquí. MIRIAM SUBIRANA en El País,03/04/2011
Suscribirse a:
Entradas (Atom)