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domingo, 14 de abril de 2019

_- Reseña de "Las ideas que cambiaron el mundo", de Daniel Farías y Juan Carlos Cuevas. Divulgación (insuperable) de dos grandes teorías científico-filosóficas

_- No existen muchas teorías científicas que hayan tenido y tengan el alcance filosófico y cultural de la teoría de la relatividad y la mecánica cuántica. Espacio, tiempo, determinismo, ondas gravitacionales, cuantos de energía, materia-energía, sistemas inerciales y no inerciales, principio de incertidumbre, la ecuación de onda, el principio de exclusión... son algunos de los conceptos involucrados. No hay filósofo que se precie ni incluso poeta, novelista o ensayista que no haya hablado alguna vez, con mayor o conocimiento de causa, de estas teorías científicas que son algo más que dos grandes teorías científicas, básicas, esenciales, en nuestra forma de entender el cosmos y la materia, por no hablar de la base científica de muchas de las tecnologías que nos rodean. Desde el móvil hasta el GPS pasando por el láser.

Pues bien, les adelanto lo esencial de este comentario: no se pierdan, no se sale como se ha entrado, lejos de ello, este nuevo ensayo de la colección Buridán, que es, que puede ser un material formidable para seminarios de formación científica básica de la ciudadanía. ¡Lo que muchos filósofos o afines hemos soñado durante décadas! Sería más que interesante un curso de introducción para personas interesadas (no sólo estudiantes) que tuviera este libro como nudo central. Las ideas que cambiaron el mundo. Relatividad, mecánica cuántica y la revolución tecnológica del siglo XX (el título me ha recordado los 10 días que estremecieron el mundo) es uno de los mejores libros -muy bien pensado, muy bien escrito, muy didáctico, informado, pensado para el lector no especialista- de divulgación científica (seria, rigurosa, con conocimiento de causa) sobre estas dos grandes teorías físicas (teoría de la relatividad, la especial y la general, y la mecánica cuántica) que se han publicado en nuestro país en años, en decenios.

No me atrevo a afirmarlo con rotundidad, pero no creo que haya muchos libros de divulgación científica, en España, en Europa o en el mundo, que estén a su altura.

En la Introducción apuntan los autores: “El objetivo de este libro es ayudar en la tarea de acercar las ideas básicas de la relatividad y de la mecánica cuántica al gran público. Estas teorías son la base de nuestra visión moderna del mundo y proporcionan las mejores respuestas que tenemos hasta el momento a algunas de las preguntas más básicas que la humanidad se ha formulado desde siempre” Por ello, añaden, “creemos que estas teorías deberían formar parte del bagaje intelectual de cualquier persona culta o simplemente curiosa”. Tienen razón y su libro contribuye a ello.

Una breve presentación de los autores. Juan Carlos Cuevas (Medina del Campo, 1970) se doctoró en 1999 en la Facultad de Físicas de la Universidad Autónoma de Madrid (de donde ahora es profesor titular). Ha trabajado en el prestigioso Karlsruhe Institut of Technology de Alemania. Es un referente mundial en los ámbitos de la materia condensada y la nanotecnología, y autor de un libro que se han convertido en un clásico del segundo campo: Molecular Electronics, 2010. Ha publicado ¡más de 120 artículos! de investigación en revistas prestigiosas como Science y Nature. Daniel Farías (Buenos Aires, 1965) es un físico experimental formado en la Universidad de su ciudad natal y en la Universidad Libre de Berlín, donde se doctoró en 1996. Como su compañero es profesor titular de la UAM donde también trabaja en asuntos de materia condensada. También ha publicado más de 100 artículos en revistas de prestigio internacional (también como Science o Nature). Ha publicado también artículos de divulgación en revistas como Ciencia Hoy, Investigación y Ciencia, y en el blog Naukas.

La estructura del libro (con muy pocas fórmulas matemáticas, todas ellas al alcance del lector medio, de todos ustedes, de todos nosotros): 1. Introducción. 2. La relatividad especial. 3. La relatividad general. 4. La mecánica cuántica. 5. De la mecánica cuántica al chip. Bibliografía (comentada, vale la pena detenerse en los comentarios). Agradecimientos.

Algunos de los apartados, para abrir su apetito lector: La dilatación del tiempo; Causalidad; La relatividad y el GPS; la curvatura del espacio tiempo; La relatividad general y el Universo; La dualidad onda-partícula; el efecto túnel; Decoherencia; El experimento EPR; Conciencia y libre albedrío; Resumen: realismo y no localidad; Hay un Nobel en tu móvil; Superconductividad; Aplicaciones de los superconductores Diferentes tipos de láser (ocho apartados están dedicados al láser: fue Einstein quien, también en esto, tuvo una brillante idea que que haría posible el láser). Destacado los apartados que desarrollan las interpretaciones más interesantes de la mecánica cuántica. Especialmente el de la decoherencia.

Los autores señalan, con razón, que la teoría de la relatividad y la mecánica cuántica son los dos pilares fundamentales sobre los que descansa la física moderna. “Estas dos grandes teorías, que surgieron en las tres primeras décadas del siglo XX, comparten algunas cosas, pero también se diferencian notablemente en otras”. Ambas teorías son tremendamente radicales: “rompieron en su momento con principios establecidos hacía siglos y que se creían intocables”. Ambas teorías cambiaron, siguen cambiando, “nuestra visión del mundo y nuestra percepción de la realidad”. Ambas teorías son, además, “tremendamente exitosas y superan a diario innumerables pruebas experimentales”. Son la base de muchas ramas de la física y también del desarrollo de incontables aplicaciones prácticas (en especial la mecánica cuántica) de las que ellos dan cuenta. Ambas teorías, afirman, “comparten el aura de ser un tanto misteriosas e inaccesibles para el gran público, una visión con la que no estamos de acuerdo y que esperamos ayudar a cambiar con este libro”. Lo logran sin duda.

Ambas teorías tienen también diferencias básicas. La primera está en su génesis: “mientras que la relatividad fue principalmente el producto de un solo hombre, Albert Einstein, el prototipo de genio” (parece imposible pero es así, no es una exageración cientificista de los autores), “la mecánica cuántica surgió del esfuerzo colectivo de un grupo de físicos, todos ellos brillantes, que se complementaron mutuamente”. Cito algunos nombres, todos ellos grandes científicos e importantes filósofos al mismo tiempo: Niels Bohr, Erwin Schrödinger, Werner Heisenberg, Wolfgang Pauli.

Otra diferencia en su génesis, señalan, es que “ mientras que el desarrollo de la mecánica cuántica fue motivado por la dificultad de explicar numerosos experimentos, esto no ocurrió con la teoría de la relatividad, donde la motivación obedeció esencialmente al deseo de Einstein de construir una teoría armoniosa que unificara o generalizara conceptos ya conocidos”. En este sentido, “aunque la relatividad es para mucha gente el arquetipo de teoría física, esta teoría es, en realidad, una excepción, una anomalía dentro de la física moderna” y dentro de la historia de la física en general.

A pesar de su radicalidad y originalidad, “la teoría de la relatividad aún se asienta sobre conceptos clásicos como el determinismo o el realismo”. Es física clásica. En este sentido, la mecánica cuántica es, si cabe, “aún más radical y acaba con el concepto de determinismo y proporciona una nueva visión de lo que entendemos por realidad”. Estas diferencias son profundas y, en buena medida, señalan, “son el motivo por el cual estas dos teorías aún existen por separado” y, cuestión esencial, “no ha sido posible hasta el momento unificarlas en una sola teoría que explique todos los fenómenos de la naturaleza”. Tarea pendiente desde hace décadas. Una de las grandes finalidades de la física actual.

A quién va dirigido este libro se preguntarán. La respuesta de Cuevas y Farías: “Va dirigido a todos aquellos curiosos sin formación científica que deseen conocer cuál es la visión moderna del mundo que nos ofrecen la relatividad y la mecánica cuántica. Va dirigido a estudiantes de secundaria o de carreras de humanidades que deseen acercarse por primera vez a estas dos grandes teorías de la ciencia de una forma amena y accesible. Va dirigido a aquellos que piensan que la relatividad nos dice que todo es relativo, a aquellos que creen que la cuántica solo nos habla de gatos que pueden estar vivos y muertos a la vez, y a quienes piensan que la relatividad y la cuántica no tienen ninguna aplicación práctica”. Muchos formamos parte de ese colectivo.

No se pierdan (más allá de ligeros desacuerdos) las notas a pie de páginas ni las reflexiones culturales, filosóficas e históricas de los autores, incluidos sus comentarios de política de ciencia o su visión de las relaciones entre ciencia básica, ciencia aplicada y tecnología.

Falta en mi opinión un índice analítico y nominal y un glosario de conceptos (muchos de ellos definidos en el texto o en notas a pie) y creo que hay una errata cuando los autores atribuyen a Copérnico la primera cosmovisión que sacó a la Tierra del centro del Universo. Aristarco de Samos y otros autores clásicos tuvieron también su papel en esta decisiva revolución científica y cultural.

Fuente:

El Viejo Topo, núm. 374, marzo de 2019, pp. 79-80.

jueves, 22 de febrero de 2018

_- Negación de la ciencia frente al placer de la ciencia

_- "No es perfecta. Puede utilizarse mal. Es sólo una herramienta. Pero sin duda es la mejor herramienta que tenemos, se autocorrige, progresa y se puede aplicar a todo. Tiene dos reglas. Primero: no hay verdades sagradas; toda presunción debe ser examinada críticamente; los argumentos de autoridad no tienen valor. Segundo: lo que sea inconsistente con los hechos debe ser desechado o revisado. Debemos comprender el cosmos como es, y no confundir lo que es con lo que quisiéramos que fuera. Lo obvio es a veces falso, lo inesperado es a veces cierto".
Carl Sagan en Cosmos (1980), a propósito de la ciencia.


Que los conservadores dudan de que los hallazgos científicos y las teorías que entran en conflicto con sus creencias políticas y religiosas sean evidentes incluso a partir de un escaneo superficial de los medios de derecha. La negación de la evolución y del calentamiento global y la resistencia contra la investigación con células madre son los ejemplos más atroces en las últimas décadas. No es sorprendente, porque esperamos que los que están a la derecha dejen que su política triunfe sobre la ciencia, lo que equivale a una historia de perro muerde a hombre.

Que los liberales son tan culpables de tendencias anticientíficas como los relatos de humanos mordisqueando caninos y, sin embargo, los de la izquierda son tan escépticos de la ciencia bien establecida cuando los hallazgos chocan con sus ideologías políticas, como con los OGM (Organismos Genéticamente Modificados), la energía nuclear, la ingeniería genética y psicología evolutiva-escepticismo de lo último que llamo "creacionismo cognitivo" por su aprobación de un modelo de pizarra en blanco en el que la selección natural operaba en los humanos solo desde el cuello hacia abajo.

En realidad, las actitudes anticientíficas se forman en ventanas cognitivas muy estrechas, aquellas en las que la ciencia parece oponerse a ciertos puntos de vista políticos o religiosos. La mayoría de las personas adoptan la mayor parte de la ciencia la mayor parte del tiempo.

¿Quién es escéptico de la ciencia y cuándo?
Esa pregunta fue el título de una conferencia de octubre de 2017 a la que asistí Asheley R. Landrum, psicóloga de la Texas Tech University, que estudia los factores que influyen en la comprensión y la percepción del público sobre la ciencia, la salud y las tecnologías emergentes. Comenzó citando encuestas que encontraron que más del 90 por ciento de republicanos y demócratas coincidieron en que "la ciencia y la tecnología brindan más oportunidades" y que "la ciencia mejora nuestras vidas". También revisó evidencia modesta en apoyo de la "hipótesis del déficit de conocimiento". "Que postula que el escepticismo público de la ciencia es el resultado de un conocimiento científico inadecuado. Aquellos que saben más acerca de la ciencia del clima, por ejemplo, son un poco más propensos a aceptar que el calentamiento global es real y causado por humanos que aquellos que saben menos sobre el tema.

Pero ese efecto modesto no solo se borra cuando se toma en cuenta la ideología política, sino que tiene un efecto opuesto en un extremo del espectro político. Para los republicanos, mientras más conocimiento tengan sobre la ciencia climática, menos probable es que acepten la teoría del calentamiento global antropogénico (mientras que la confianza de los demócratas aumenta). "Las personas con más conocimiento solo aceptan la ciencia cuando no está en conflicto con sus creencias y valores preexistentes", explicó Landrum. "De lo contrario, usan ese conocimiento para justificar más fuertemente sus propias posiciones".

Landrum y sus colegas demostraron el efecto experimentalmente e informaron los resultados en un documento de 2017 en el Journal of Risk Research titulado "Memes culturalmente antagónicos y el virus Zika: una prueba experimental", en el que los participantes leen una noticia sobre los riesgos para la salud pública del zika que estaba relacionado con el cambio climático o la inmigración. Previsiblemente, cuando Zika estuvo conectado con el cambio climático, hubo un aumento en la preocupación entre los Demócratas y una disminución en la preocupación entre los Republicanos, pero cuando el Zika se asoció con la inmigración, los efectos fueron revertidos. El escepticismo, al parecer, depende del contexto. "Somos buenos para ser escépticos cuando la información entra en conflicto con nuestras creencias y valores preexistentes", señaló Landrum. "Somos malos para ser escépticos cuando la información es compatible con nuestras creencias y valores preexistentes".

En otro estudio de 2017 publicado en Avances en psicología política, "Curiosidad científica y procesamiento de información política", Landrum y sus colegas encontraron que los demócratas liberales eran mucho menos propensos que los republicanos fuertes a leer voluntariamente una "historia sorprendente escéptica del clima", mientras que un "la sorprendente historia relacionada con el clima"era mucho más probable que la leyeran los de la izquierda que los de la derecha". Un factor mitigante alentador fue la "curiosidad científica", o la "motivación para buscar y consumir información científica para el placer personal", que "parece contrarrestar en lugar de agravar las características de la firma del razonamiento con motivación política".

Los autores concluyeron que "las personas que tienen el deseo de ser sorprendidas por la información científica -que les resulta agradable descubrir que el mundo no funciona como esperaban- no quitan esta característica de su personalidad cuando se involucran en información política, sino que complacen también en ese contexto, exponiéndose más fácilmente a la información que desafía sus expectativas sobre los hechos en cuestiones controvertidas. El resultado es que estos ciudadanos, a diferencia de sus contrapartes menos curiosos, reaccionan con una mente más abierta y responden de manera más uniforme en todo el espectro político a la mejor evidencia disponible ".

En otras palabras, valorar la ciencia por placer puro es más un baluarte contra la politización de la ciencia que hechos solamente.

Este artículo fue publicado originalmente con el título "Por amor a la ciencia" 

https://www.scientificamerican.com/article/science-denial-versus-science-pleasure/