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domingo, 10 de noviembre de 2019

_- Cinco claves para que nuestros hijos desarrollen su autoestima. El amor propio les ayuda a fortalecer la inteligencia emocional, a establecer sólidas relaciones personales y a sortear con éxito los momentos complicados.

_- Si queremos que nuestros hijos sepan afrontar con éxito las dificultades, ayudémosles a desarrollar su autoestima. La buena noticia es que podemos hacerlo como padres y educadores. Esa es la conclusión a la que llegan diversos estudios realizados por dos expertos en la materia: Robert Reasoner y Michele Borba, quienes se centran en el análisis de una cualidad esencial para el ser humano: el arte de quererse y de evaluarse de manera positiva.

La autoestima nos ayuda a fortalecer nuestra inteligencia emocional, a establecer sólidas relaciones personales y a sortear con éxito los momentos complicados. Por eso es tan importante fomentarla desde la infancia. Reasoner y Borba aportan las cinco claves que favorecen su desarrollo desde las investigaciones que han realizado. Veámoslas con detalle.

1. Seguridad. La seguridad emocional se materializa cuando el niño se siente cómodo expresando lo que opina y siendo él mismo, cuando tiene claras las expectativas y cuando sabe cuáles son las reglas y los límites. Los adultos nos adaptamos mejor al cambio, pero de pequeños necesitamos la estabilidad que nos ofrece la rutina de los horarios. En la medida en la que el niño crece, va ganando importancia el cumplimiento de las expectativas de padres y educadores, de ahí que debamos evitar mentiras, aunque sean piadosas. Les genera mucho desconcierto. Uno de los puntos más difíciles de la seguridad está relacionado con el establecimiento de reglas y límites claros. Cuando el niño es mayor, se sugiere abordar conjuntamente las consecuencias de no cumplir los objetivos. De ese modo se consigue tanto seguridad como responsabilidad.

2. Identidad. La identidad se expresa cuando el niño es capaz de hablar de sí mismo de una manera realista y precisa. Para reforzarla, se recomienda que los padres o educadores pongan énfasis en las fortalezas de los pequeños, no en sus áreas de mejora, en especial cuando hablan de ellos delante de otras personas. Existen padres que, por torpeza, utilizan el sarcasmo o la ironía para referirse a sus hijos, algo que debemos evitar. Es veneno para su identidad. También hay que dar espacio a los niños para que puedan expresar emociones como el enfado, el miedo o la tristeza. No se les puede negar esta necesidad, ni tampoco obligarles a evitarla. Hay que acompañarles de un modo natural.

3. Pertenencia. Como buenos mamíferos sociales, los seres humanos necesitamos sentirnos parte de un grupo para sobrevivir. La sensación de pertenencia positiva se logra cuando existe una comunicación de calidad en la familia, cuando los chicos asumen una responsabilidad dentro de la casa, aunque solo sea poner los cubiertos encima de la mesa, y cuando se les anima a formar parte de actividades familiares divertidas. Otra iniciativa que refuerza la pertenencia es hacerles expertos en algo. Vale la pena observar en qué destacan nuestros hijos y darles un espacio para que hablen de lo que están aprendiendo. La idea es reconocerles y hacerles entender que todos tienen algo importante que aportar a los demás.

4. Propósito. Los chicos que tienen un propósito orientan mejor su energía para concluir tareas y se sienten realizados con lo que hacen. Para fomentarlo, se sugiere que cada miembro de la familia proponga tres tareas al inicio de la semana. Luego, habría que revisarlas en conjunto el viernes, por ejemplo. También se pueden definir tres objetivos a principio de año, recogerlos y ponerlos en algún lugar visible, como el frigorífico; y a mediados del año, hacer una revisión. Otra actividad que ayuda al propósito está relacionada con definir sueños para realizar en común, como viajes o actividades. Una vez seleccionados, es necesario usar todas nuestras energías en conseguirlo.

5. Competencia. Este apartado contribuye a generar en los pequeños la convicción de que pueden enfrentarse a todos los desafíos que la vida les plantee. La manera de ayudarles es, de nuevo, poner énfasis en sus talentos y fortalezas, no en las áreas de mejora. Una iniciativa es recoger en un libro todo aquello qué están haciendo de manera destacada. También vale la pena crear un rincón de logros y de éxitos, en donde se resalte el esfuerzo que pusieron en alcanzarlos. De este modo, se refuerza la mentalidad de crecimiento, tan importante en la vida del adulto. Y por supuesto, se fomenta su autonomía, aunque sea a la hora de comer o de vestirse. Es el camino para ir ganando confianza en sus propias capacidades.

jueves, 22 de diciembre de 2016

PSICOLOGÍA. Por qué debes dejar que tus hijos se aburran. Cada vez más expertos se muestran en contra de mantener constantemente entretenidos a los niños.

Las vacaciones de Navidad ya están a la vuelta de la esquina. La iluminación y la decoración de avenidas y plazas, el espumillón de los escaparates y el ajetreo en las calles anuncian la cercanía de un tiempo de celebración que muchas familias viven con ansiedad, bajo la premisa de que el aburrimiento debe desterrarse de la rutina de sus hijos. Esta circunstancia genera en los hogares situaciones de estrés y ansiedad, en un intento de los padres por rellenar con múltiples actividades cada una de las horas que los pequeños pasan en casa. Se trata, en la medida de lo posible, evitar escuchar: “Papá, mamá, me aburro”.

Una situación, la de mantener a nuestros hijos continuamente entretenidos, a la que cada vez más expertos son contrarios. En opinión de alguno de ellos, el aburrimiento es una sensación positiva que todos, niños y adultos, podemos y debemos experimentar. Y lo defienden como una situación a la que nuestros hijos necesitan enfrentarse y resolver por ellos mismos.

Consuelo Coloma, psicóloga educativa coordinadora de la  Universidad de Padres, se muestra partidaria de que los padres dejemos a nuestros hijos que experimenten ese "aburrimiento". En su opinión, “los momentos de no saber qué hacer son positivos siempre que se produzcan de manera natural, sin fomentarlos artificialmente”.

“De unas cuantas generaciones hasta nuestros días, los padres han buscado un papel más activo en la vida de sus hijos. Quizás, por ello, hemos perdido un poco la capacidad de saber diferenciar en qué momentos es necesario que estemos presentes como padres y en cuáles no, para favorecer que sean ellos mismos los que experimenten”, afirma Coloma. “Hoy en día, los niños no disponen de ocasiones para disfrutar de juego libre, es decir, de tiempo que nadie les organiza. Así que cuando sucede una situación como el aburrimiento, ocurren dos cosas: que el niño no sabe resolverlo porque no está acostumbrado y que los padres tampoco saben cómo gestionarlo”.

Si echamos la vista atrás, las generaciones precedentes vivían las vacaciones como sinónimo de descanso y de profundos momentos de aburrimiento. Momentos en los que aburrirse era casi obligado y natural. En esta línea, ya en 1930 el filósofo Bertrand Russell dedicó un capítulo de su libro La conquista de la felicidad al valor del aburrimiento. En él manifestaba que “un niño se desarrolla mejor cuando, al igual que una joven planta, se deja reposar en la tierra. Muchos cambios de lugar, mucha variedad de impresiones, no son buenas para los jóvenes, y aprenderán a medida que crezcan a ser incapaces de soportar la fructífera monotonía”. Y seguía indicando que “una generación que no soporta el aburrimiento será una generación de escaso valor”.

Sabina del Río Ripoll, psicóloga perinatal, directora de Centro de Psicología y Especialistas en Maternidad (CALMA), dice: “Isaac Asimov aseguró que el aburrimiento iba a ser una de las grandes enfermedades de nuestra época con las consiguientes consecuencias a nivel emocional, mental y sociológicas. Es necesario para el desarrollo de una sociedad que sus integrantes sean personas con capacidad de crear, innovar y solucionar, y esto solo es posible si permitimos que los niños y adolescentes tengan tiempo libre para ir evolucionando en su capacidad de pensamiento creativo”. Asimismo, Del Río explica que “Ken Robison, descrito como uno de los mejores docentes del mundo por su visión del mundo educativo, nos transmite que la imaginación es la fuente de todo logro humano, y hace hincapié en que la creatividad no es algo innato, sino que se aprende igual que aprendemos a leer o multiplicar. Cuanto más creativo sea un niño en su infancia, más posibilidades, tendrá el día de mañana de autorrealizarse y de obtener éxitos en los distintos ámbitos de su vida. Un niño aburrido y con tiempo para poder conectar consigo mismo va a poder ir descubriendo cuáles son: sus aptitudes, sus pasiones, sus actitudes y sus oportunidades; los cuatro pilares básicos sobre los que este autor sustentaría el adecuado crecimiento personal de los individuos”.

Una opinión que comparte Consuelo Coloma, quien destaca que “la creatividad es la capacidad del ser humano para crear algo dónde no hay o buscar soluciones a problemas, básicamente”. Y señala que, “para que la creatividad se dé tienen que darse dos circunstancias o una de las dos: que el niño no esté haciendo necesariamente otra cosa, es decir, que no tenga su mente ocupada en otras labores; o que teniéndola ocupada tenga que resolver problemas o enfrentarse a diferentes situaciones que le promuevan resolver conflictos. Justamente, estas dos situaciones no se dan hoy, bien porque el niño ocupa la mayoría de su tiempo en realizar labores o actividades, normalmente, bajo supervisión. O si existe algún conflicto o problema siempre hay algún adulto dispuesto a solucionarle la vida para que el niño no tenga que esforzarse mínimamente para hacer volar su creatividad para dar soluciones al problema”.

¿Cómo debemos enfrentarnos a los momentos de aburrimiento de nuestros hijos? Sabina del Río afirma que “el aburrimiento del niño debe ser un problema del que debe darse cuenta y del que debe aprender a salir por sí mismo”. La psicóloga asegura que “la mejor manera de ayudar a un niño frente a su aburrimiento es permitirle un espacio y un tiempo con materiales lo menos estructurados posibles (mejor al aire libre y en compañía de más niños de su edad), y dejando que sean ellos los que busquen y pongan en marcha sus recursos, tanto internos como externos, para distraerse y disfrutar de su tiempo”.

http://elpais.com/elpais/2016/12/11/mamas_papas/1481440372_220104.html