Mostrando entradas con la etiqueta inteligencia animal. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta inteligencia animal. Mostrar todas las entradas

martes, 3 de agosto de 2021

El pájaro que descubrió el cero

Que un cuervo sea capaz de entender una de las nociones más abstractas de la matemática es un buen baño de humildad para la humanidad Seguimos ignorando si estamos solos en la galaxia, lo que puede resultar angustioso en los momentos de vértigo metafísico, pero cada vez es más evidente que no estamos solos en la Tierra. Las aptitudes que antes creíamos únicas de la especie humana ―lenguaje y abstracción conceptual, consciencia, arte y matemática— hunden indefectiblemente sus raíces en la noche evolutiva de los tiempos. Los indicios apuntan a que los neandertales hablaban, lo que convierte en sospechosos de aptitud lingüística a los demás linajes humanos extintos, como el Homo erectus y su cada vez más nutrida purrela de descendientes. Nuestra capacidad de abstracción conceptual no es más que una versión extendida de la que tienen otros animales, y los últimos datos neurológicos indican con fuerza que la consciencia es un fenómeno bastante generalizado en el mundo animal. 

En cuanto a las matemáticas, el mejor baño de humildad nos está viniendo de las aves, con mención especial a los cuervos. Veamos los últimos resultados antes de que se vaya todo el mundo a degustar la extraordinaria paella del chiringuito. Tres neurobiólogos de la Universidad de Tubinga han entrenado a sus cuervos a distinguir pequeñas cantidades de objetos. Este talento se llama numerosidad, y es más común de lo que nos gustaría creer. Tanto los humanos como los cuervos tenemos integrada en el cerebro una “línea numérica” en la que cinco objetos, por ejemplo, se representan a la derecha de cuatro objetos, que a su vez están a la derecha de tres. Este valioso recurso mental es muy similar a la recta de los números naturales que estudiamos en el colegio, solo que no hace falta estudiar nada para manejarla. 

Un cuervo en un experimento matemático de laboratorio. ANDREAS NIEDER 

La gran novedad de la investigación es que incluye el cero (ningún objeto) entre los problemas que debe resolver el pájaro. Uno de los cuervos no solo ha reconocido el cero, sino que lo ha situado en el sitio que le corresponde en la recta numérica, el mismo sitio donde lo ponía nuestro profesor de matemáticas: a la izquierda del uno, más lejos del dos, más lejos aún del tres y así sucesivamente. Los investigadores han logrado incluso identificar las neuronas concretas que reconocen el cero. Al lector actual le puede parecer una trivialidad todo esto, pero lo cierto es que a la humanidad le costó dios y ayuda dar con el cero, o conjunto vacío, que es un concepto central de la teoría de números. 

El concepto matemático de cero surgió, como casi todo, en la Sumeria mesopotámica de hace 5.000 años, de donde se extendió hacia el este, pero no hacia el oeste. Uno de los más notables astrónomos indios de la Antigüedad, Brahmagupta, que vivió hace 2.600 años, definió el cero como el resultado de restar un número de sí mismo, otra trivialidad digna de un cuervo, ¿no les parece? Los romanos, sin embargo, ni se enteraron de nada de esto, y Europa solo incorporó el cero a sus sistemas numéricos gracias a los matemáticos árabes. 

Hay evidencias de que las abejas y los macacos entienden el concepto de cero, y ahora tenemos que sumar a los cuervos a ese podio, de modo que una de las nociones más abstractas de la matemática humana hunde sus raíces en la biología del cerebro. Bonita reflexión para un 1 de agosto.

viernes, 5 de agosto de 2016

Animalismo, nazismo, izquierda. (A veces el tiempo pasa factura)

Una persona que no haya visto torear a la verónica a Morante de la Puebla no entenderá jamás por qué los aficionados hablamos del Arte del Toreo.

Más del 90% de los llamados “animalistas” no ha visto nunca una corrida de toros. Tampoco los nazis habían leído los libros que lanzaban a la hoguera. Y era más que improbable que las brujas que quemaban los inquisidores fueran propietarias de flipantes escobas voladoras. Por eso se puede afirmar que una de las características de los individuos sectarios es su agresividad y otra su desconocimiento.

Una persona que no haya visto torear a la verónica a Morante de la Puebla no entenderá jamás por qué los aficionados a las corridas de toros hablamos del Arte del Toreo. Y lo más probable es que un animalista del común ignore que Adolf Hitler y su lugarteniente Himmler publicaron las primeras leyes animalistas del continente europeo. Ambos, siguiendo la inspiración de locuelos posdarwinistas como Davenport o Madison Grant, creyeron a pies juntillas en la igualdad de animales y personas, que es el primer paso para tratar a las personas como animales.

Hitler, cuando termino de leer La Caída de la Gran Raza, de Madison Grant, dijo: “Este libro es mi Biblia”. Y en un rapto de sinceridad animalista le confesó a uno de sus ayudantes favoritos, el arquitecto Albert Speer, que su perra “merecía vivir mucho más que la mayoría de sus partidarios, e incluso que el propio pueblo alemán”. Tenía más derecho a vivir, vamos.

¡Ah! Serio asunto este del derecho de los animales. Por ejemplo, ¿una gamba o una mosca son sujetos de derecho? ¿Y un centollo? ¿Solo tienen derecho al Derecho los favoritos de la secta animalista? Uno, para salir de dudas, acude a la inteligencia de Fernando Savater. Y el maestro nos aclara en su libro Tauroética que “la inocencia y la culpabilidad están ligadas a la conducta interesada, no meramente a la instintiva. Es pueril decir que los animales son 'inocentes' puesto que no pueden ser 'culpables': solo los imbéciles o los pedagogos edificantes que envidian la pureza del comportamiento animal —es decir: que añoran el Jardín del Edén antes del pecado original, y, por tanto, del comienzo de la libertad humana— olvidan esta verdad elemental”.

Pero aquí se trata de buscar culpables para encender de nuevo las hogueras inquisitoriales. Por eso, la conexión nazistoide encuentra también enchufes de alto voltaje en nuestros días. Véanse las opiniones de Peter Singer, autor de Liberación Animal, con participación prohibida en actos culturales en las universidades alemanas por sus teorías filonazis, considerado como padre del animalismo contemporáneo y que señala, siguiendo la estela de Davenport y Grant, a los culpables del maltrato animal en el capítulo 4º de Liberación Animal: los responsables históricos del maltrato animal, son “los judíos, los cristianos, Grecia, Roma, la cultura occidental”. Ahí están identificados, por fin, los monstruos: a orillas del Mediterráneo. Y, encarriladas las argumentaciones en la dirección necesaria: ¿hay dudas de que las corridas de toros son el espectáculo diabólico por excelencia? Ninguna duda. Cosas propias de españoles son las corridas, sí, abandonados a las malas tendencias de sus genes hispánicos, tan distintos de otros como, por ejemplo, “el gen Carolingio de los catalanes”, según aclaró en su día el líder de Esquerra Republicana, Oriol Junqueras, genetista al por mayor en sus ratos libres.

Hoy, los intereses de las multinacionales del espectáculo, de la alimentación, de los accesorios para las llamadas mascotas, lideran un negocio mundial que mueve más de 20.000 millones de dolares al año. A su servicio, una potente penetración cultural centroeuropea, germánica y anglosajona, ha colapsado la conciencia analítica y crítica de muchos ciudadanos del Sur de Europa. Transformándolos en adolescentes emocionales y haciendo del animalismo uno de los abalorios sentimentales que movilizan con más éxito el histerismo colectivo.

Las plazas de toros se convierten en espacios para la especulación urbanística (caso de la de Barcelona) mientras el espectáculo taurino, pura creación popular, revolucionario, dramático, veraz, de fusión entre música, ballet, plástica, ética y estética, se ve acosado sin que la izquierda española mueva un dedo en su favor. Una izquierda que desconoce el origen de la fiesta taurina como victoria popular de los mozos que auxiliaban a los aristócratas en su deporte de alancear toros desde sus caballos. Ellos, los mozos del pueblo, desarrollaron frente al toro estrategias creativas que entusiasmaron a los públicos. Y rompieron las normas que encorsetaban a las clases populares, utilizando el oro, la plata, y la seda, en sus vestimentas, materiales prohibidos al pueblo llano, además, por ejemplo, de hacer el paseíllo sin destocarse aunque el Rey estuviera presente en la plaza.

¡Ojalá la muerte de Victor Barrio sirva para iluminar el mérito extraordinario de quienes, como los toreros, arriesgan su vida para levantar esculturas efímeras frente al toro, y apuestas radicales sobre el doble valor, humano y humanista, de la existencia…!

Francisco López Barrios es escritor, periodista y novelista.

http://cultura.elpais.com/cultura/2016/07/19/actualidad/1468914161_368417.html

 P- D.:No creo muy necesario decir que no pienso así, y muy mal deben estar las cosas entre el mundo del toreo para recurrir a Hitler como vegetariano, ese asesino al servicio de las clases capitalistas y dominantes. Asesino que creó miles de campos de concentración para enseñar a esas clases el cruel y sanguinario procedimiento utilizado para mostrarles como se podía acabar con los dirigentes y organizaciones de trabajadores como sindicatos y partidos. Y así explotar a los obreros hasta la extenuación y la muerte, y congraciarse con esas clases dirigentes. Y hay que recordar que la lucha y resistencia nunca desapareció.

Sin duda, hubo muchísimos que colaboraron con él y verían una "inteligencia y arte supremos" en esa organización y procedimientos de explotación y muerte, aunque efímero, en su obra; la destrucción de todas las organizaciones obreras y progresista para hacer posible esa explotación. También tuvieron mucho arte (¿o solo montajes, mentiras e imposturas del establishment a su servicio para eludir sus responsabilidades?) todos los industriales, banqueros, grandes terrateniente, fabricantes de armas, la "nobleza" prusiana, magnates del acero, etc.,etc., para librarse de los juicios de Núremberg, que juzgaron a altos cargos nazis, pues habían sido no sólo colaboradores necesarios, para su llegada al poder, sino que se habían beneficiado de la organización política de la dictadura nazi y de sus procedimientos de construcción y organización de los campos de concentración explotando a los prisioneros como esclavos, para trabajar gratis hasta la muerte.

Lo que tenga el toreo de arte, como la tortura, el crimen, el asesinato, la violencia y tanta ignominia como ha sufrido gran parte de la Humanidad, no puede nunca justificar que se conviertan en espectáculo, aunque en otras épocas lo hayan sido.

Pero estamos en el país de MANTENELLO Y NO ENMENDALLO. Creo que el artículo se comenta por si sólo.