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viernes, 5 de agosto de 2016

Animalismo, nazismo, izquierda. (A veces el tiempo pasa factura)

Una persona que no haya visto torear a la verónica a Morante de la Puebla no entenderá jamás por qué los aficionados hablamos del Arte del Toreo.

Más del 90% de los llamados “animalistas” no ha visto nunca una corrida de toros. Tampoco los nazis habían leído los libros que lanzaban a la hoguera. Y era más que improbable que las brujas que quemaban los inquisidores fueran propietarias de flipantes escobas voladoras. Por eso se puede afirmar que una de las características de los individuos sectarios es su agresividad y otra su desconocimiento.

Una persona que no haya visto torear a la verónica a Morante de la Puebla no entenderá jamás por qué los aficionados a las corridas de toros hablamos del Arte del Toreo. Y lo más probable es que un animalista del común ignore que Adolf Hitler y su lugarteniente Himmler publicaron las primeras leyes animalistas del continente europeo. Ambos, siguiendo la inspiración de locuelos posdarwinistas como Davenport o Madison Grant, creyeron a pies juntillas en la igualdad de animales y personas, que es el primer paso para tratar a las personas como animales.

Hitler, cuando termino de leer La Caída de la Gran Raza, de Madison Grant, dijo: “Este libro es mi Biblia”. Y en un rapto de sinceridad animalista le confesó a uno de sus ayudantes favoritos, el arquitecto Albert Speer, que su perra “merecía vivir mucho más que la mayoría de sus partidarios, e incluso que el propio pueblo alemán”. Tenía más derecho a vivir, vamos.

¡Ah! Serio asunto este del derecho de los animales. Por ejemplo, ¿una gamba o una mosca son sujetos de derecho? ¿Y un centollo? ¿Solo tienen derecho al Derecho los favoritos de la secta animalista? Uno, para salir de dudas, acude a la inteligencia de Fernando Savater. Y el maestro nos aclara en su libro Tauroética que “la inocencia y la culpabilidad están ligadas a la conducta interesada, no meramente a la instintiva. Es pueril decir que los animales son 'inocentes' puesto que no pueden ser 'culpables': solo los imbéciles o los pedagogos edificantes que envidian la pureza del comportamiento animal —es decir: que añoran el Jardín del Edén antes del pecado original, y, por tanto, del comienzo de la libertad humana— olvidan esta verdad elemental”.

Pero aquí se trata de buscar culpables para encender de nuevo las hogueras inquisitoriales. Por eso, la conexión nazistoide encuentra también enchufes de alto voltaje en nuestros días. Véanse las opiniones de Peter Singer, autor de Liberación Animal, con participación prohibida en actos culturales en las universidades alemanas por sus teorías filonazis, considerado como padre del animalismo contemporáneo y que señala, siguiendo la estela de Davenport y Grant, a los culpables del maltrato animal en el capítulo 4º de Liberación Animal: los responsables históricos del maltrato animal, son “los judíos, los cristianos, Grecia, Roma, la cultura occidental”. Ahí están identificados, por fin, los monstruos: a orillas del Mediterráneo. Y, encarriladas las argumentaciones en la dirección necesaria: ¿hay dudas de que las corridas de toros son el espectáculo diabólico por excelencia? Ninguna duda. Cosas propias de españoles son las corridas, sí, abandonados a las malas tendencias de sus genes hispánicos, tan distintos de otros como, por ejemplo, “el gen Carolingio de los catalanes”, según aclaró en su día el líder de Esquerra Republicana, Oriol Junqueras, genetista al por mayor en sus ratos libres.

Hoy, los intereses de las multinacionales del espectáculo, de la alimentación, de los accesorios para las llamadas mascotas, lideran un negocio mundial que mueve más de 20.000 millones de dolares al año. A su servicio, una potente penetración cultural centroeuropea, germánica y anglosajona, ha colapsado la conciencia analítica y crítica de muchos ciudadanos del Sur de Europa. Transformándolos en adolescentes emocionales y haciendo del animalismo uno de los abalorios sentimentales que movilizan con más éxito el histerismo colectivo.

Las plazas de toros se convierten en espacios para la especulación urbanística (caso de la de Barcelona) mientras el espectáculo taurino, pura creación popular, revolucionario, dramático, veraz, de fusión entre música, ballet, plástica, ética y estética, se ve acosado sin que la izquierda española mueva un dedo en su favor. Una izquierda que desconoce el origen de la fiesta taurina como victoria popular de los mozos que auxiliaban a los aristócratas en su deporte de alancear toros desde sus caballos. Ellos, los mozos del pueblo, desarrollaron frente al toro estrategias creativas que entusiasmaron a los públicos. Y rompieron las normas que encorsetaban a las clases populares, utilizando el oro, la plata, y la seda, en sus vestimentas, materiales prohibidos al pueblo llano, además, por ejemplo, de hacer el paseíllo sin destocarse aunque el Rey estuviera presente en la plaza.

¡Ojalá la muerte de Victor Barrio sirva para iluminar el mérito extraordinario de quienes, como los toreros, arriesgan su vida para levantar esculturas efímeras frente al toro, y apuestas radicales sobre el doble valor, humano y humanista, de la existencia…!

Francisco López Barrios es escritor, periodista y novelista.

http://cultura.elpais.com/cultura/2016/07/19/actualidad/1468914161_368417.html

 P- D.:No creo muy necesario decir que no pienso así, y muy mal deben estar las cosas entre el mundo del toreo para recurrir a Hitler como vegetariano, ese asesino al servicio de las clases capitalistas y dominantes. Asesino que creó miles de campos de concentración para enseñar a esas clases el cruel y sanguinario procedimiento utilizado para mostrarles como se podía acabar con los dirigentes y organizaciones de trabajadores como sindicatos y partidos. Y así explotar a los obreros hasta la extenuación y la muerte, y congraciarse con esas clases dirigentes. Y hay que recordar que la lucha y resistencia nunca desapareció.

Sin duda, hubo muchísimos que colaboraron con él y verían una "inteligencia y arte supremos" en esa organización y procedimientos de explotación y muerte, aunque efímero, en su obra; la destrucción de todas las organizaciones obreras y progresista para hacer posible esa explotación. También tuvieron mucho arte (¿o solo montajes, mentiras e imposturas del establishment a su servicio para eludir sus responsabilidades?) todos los industriales, banqueros, grandes terrateniente, fabricantes de armas, la "nobleza" prusiana, magnates del acero, etc.,etc., para librarse de los juicios de Núremberg, que juzgaron a altos cargos nazis, pues habían sido no sólo colaboradores necesarios, para su llegada al poder, sino que se habían beneficiado de la organización política de la dictadura nazi y de sus procedimientos de construcción y organización de los campos de concentración explotando a los prisioneros como esclavos, para trabajar gratis hasta la muerte.

Lo que tenga el toreo de arte, como la tortura, el crimen, el asesinato, la violencia y tanta ignominia como ha sufrido gran parte de la Humanidad, no puede nunca justificar que se conviertan en espectáculo, aunque en otras épocas lo hayan sido.

Pero estamos en el país de MANTENELLO Y NO ENMENDALLO. Creo que el artículo se comenta por si sólo.


domingo, 27 de marzo de 2016

El toreo se tira al ruedo, por fin. El mundo del toro ha decidido salir en Valencia de las cobardes trincheras para defender en voz alta la tauromaquia

Nunca es tarde. Ya era hora. Por fin. El mundo del toro decidió ha decidido salir este domingo en Valencia de las cobardes trincheras en las que ha estado agazapado para defender en voz alta la tauromaquia de los muchos e injustos ataques que está sufriendo por parte de movimientos políticos y sociales. Es una deuda que los de luces, ganaderos, empresarios y taurinos en general tenían contraída con la historia de este país, con quienes han mantenido la fiesta a lo largo de los años, y con quienes la sustentan hoy a pesar de que no atraviesa, ni mucho menos, su mejor momento. Bueno es que alguien salga a la calle para decir en voz alta que la tauromaquia es una actividad legal en este país; controvertida, sí, pero legal, y considerada por ley patrimonio cultural. Bueno es que las minorías defiendan sus derechos, y griten a los cuatro vientos que los aficionados a los toros no son torturadores ni pertenecen a una secta de crueles mortales enfermos de morbo. Forman parte, eso sí, de una cultura en la que el toro es el protagonista de un modo de entender la belleza, y disfrutan con la bravura, con un destello, con un golpe de inspiración, con un detalle de armonía, con la grandeza de un héroe artista y un animal poderoso y enigmático. La fiesta es cruenta, sí, pero no cruel, porque no es la sangre el motivo del disfrute. La fiesta se sustenta en cimientos éticos y estéticos que merecen ser defendidos. El toro muere en la plaza porque es su razón de ser; la misma que lleva a la gallina a hacer un buen caldo. Esa es su misión. Y el toro solo sirve para la lidia en la plaza, para generar emoción y arte… No es la tauromaquia, además, una escuela de violencia, esa que los niños aprenden en la televisión en horario infantil o en los videojuegos; es, por el contrario, una universidad de valores en la que se forjan mujeres y hombres en el sacrificio, el esfuerzo, la superación y la búsqueda de la gloria. Es verdad que la fiesta de los toros tiene media estocada en las agujas y anda a la deriva y desnortada; es verdad que está fragmentada y desunida, carece de liderazgo y se muestra incapaz de frenar la incesante caída de espectadores. Además, ha cambiado radicalmente la relación del ser humano con los animales, lo que contribuye al agotamiento del modelo, que pide a voces una revolución interna que recupere, si ello es posible, el tiempo perdido. Pero lo que no se debe permitir es que se prohíba. La fiesta de los toros desaparecerá —si así tiene que ser— el día que el público, cansado de aburrimiento, abandone definitivamente las plazas. Mientras tanto, debe ser defendida como lo que es, una tradición en la que millones de ciudadanos, gente que hace cada día este país, de extracción, ocupaciones e ideologías diversas, esperan encontrar un chispazo de felicidad. Por todo ello, qué bien que el toreo haya saltado al ruedo. Nunca es tarde, ya era hora, por fin… http://politica.elpais.com/politica/2016/03/13/actualidad/1457885542_210402.html