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domingo, 27 de marzo de 2016

El toreo se tira al ruedo, por fin. El mundo del toro ha decidido salir en Valencia de las cobardes trincheras para defender en voz alta la tauromaquia

Nunca es tarde. Ya era hora. Por fin. El mundo del toro decidió ha decidido salir este domingo en Valencia de las cobardes trincheras en las que ha estado agazapado para defender en voz alta la tauromaquia de los muchos e injustos ataques que está sufriendo por parte de movimientos políticos y sociales. Es una deuda que los de luces, ganaderos, empresarios y taurinos en general tenían contraída con la historia de este país, con quienes han mantenido la fiesta a lo largo de los años, y con quienes la sustentan hoy a pesar de que no atraviesa, ni mucho menos, su mejor momento. Bueno es que alguien salga a la calle para decir en voz alta que la tauromaquia es una actividad legal en este país; controvertida, sí, pero legal, y considerada por ley patrimonio cultural. Bueno es que las minorías defiendan sus derechos, y griten a los cuatro vientos que los aficionados a los toros no son torturadores ni pertenecen a una secta de crueles mortales enfermos de morbo. Forman parte, eso sí, de una cultura en la que el toro es el protagonista de un modo de entender la belleza, y disfrutan con la bravura, con un destello, con un golpe de inspiración, con un detalle de armonía, con la grandeza de un héroe artista y un animal poderoso y enigmático. La fiesta es cruenta, sí, pero no cruel, porque no es la sangre el motivo del disfrute. La fiesta se sustenta en cimientos éticos y estéticos que merecen ser defendidos. El toro muere en la plaza porque es su razón de ser; la misma que lleva a la gallina a hacer un buen caldo. Esa es su misión. Y el toro solo sirve para la lidia en la plaza, para generar emoción y arte… No es la tauromaquia, además, una escuela de violencia, esa que los niños aprenden en la televisión en horario infantil o en los videojuegos; es, por el contrario, una universidad de valores en la que se forjan mujeres y hombres en el sacrificio, el esfuerzo, la superación y la búsqueda de la gloria. Es verdad que la fiesta de los toros tiene media estocada en las agujas y anda a la deriva y desnortada; es verdad que está fragmentada y desunida, carece de liderazgo y se muestra incapaz de frenar la incesante caída de espectadores. Además, ha cambiado radicalmente la relación del ser humano con los animales, lo que contribuye al agotamiento del modelo, que pide a voces una revolución interna que recupere, si ello es posible, el tiempo perdido. Pero lo que no se debe permitir es que se prohíba. La fiesta de los toros desaparecerá —si así tiene que ser— el día que el público, cansado de aburrimiento, abandone definitivamente las plazas. Mientras tanto, debe ser defendida como lo que es, una tradición en la que millones de ciudadanos, gente que hace cada día este país, de extracción, ocupaciones e ideologías diversas, esperan encontrar un chispazo de felicidad. Por todo ello, qué bien que el toreo haya saltado al ruedo. Nunca es tarde, ya era hora, por fin… http://politica.elpais.com/politica/2016/03/13/actualidad/1457885542_210402.html

miércoles, 20 de agosto de 2014

De héroes y villanos, y de Tordesillas

De vez en cuando tienen lugar episodios heroicos que nos hablan de la grandeza del ser humano; en ocasiones se cometen actos tan canallas que logran que nos avergoncemos de nuestra especie. Lo excepcional, para bien o para mal, es consustancial a nuestra existencia. Lo espantoso es cuando la maldad se enquista, cuando lo execrable se transforma en tradición y su comisión está regulada por ley.

Hay mujeres y hombres que dedican tiempo, esfuerzo y dinero en proteger a unas de las víctimas más vulnerables y castigadas de nuestra sociedad: los animales. Hay bomberos, policías, activistas y ciudadanos anónimos que no dudan en poner en riesgo su propia vida por salvar a un perro o a una ballena. Y hay hombres que, cada año, desde hace casi 500, cogen una mañana sus lanzas y salen al campo en Tordesillas para alancear a un toro. Es el Toro de la Vega, y el que va a ser torturado hasta la muerte este 16 de septiembre se llama Elegido.

Esa es la maldad enquistada, la lícita, y por lo mismo la más vergonzosa y doliente.—
 Barcelona 15 AGO 2014 . Coordinador de la Plataforma Manos Rojas (El Mundo de la Cultura contra el Toro de la Vega).

domingo, 29 de septiembre de 2013

Arrebato cultural del ministro Wert

Una vez que el ministro José Ignacio Wert ha dado cuestionables pasos en materia de educación y ciencia, viene ahora, en otro arrebato cultural, a ensalzar la tauromaquia como un rasgo de la marca España, tan en boga. No le niego al señor Wert que tanto las corridas como los festejos taurinos, incluso aquellos tan vergonzosos como el Toro Encadenado de Zamora, el Toro Embolado de Valencia o el Toro de la Vega, tienen un buen número de adeptos, pero ese dato no convierte a tan tristes espectáculos en cultura.

Muy concurridas eran también en la época de la Inquisición las ejecuciones públicas o el acoso de fieras en el circo de la Antigua Roma y, sin embargo, hoy en día, nadie, ni el propio señor Wert, supongo, consideraría tales actos como culturales. Maltratar y consentir el maltrato hasta la muerte de un pobre animal a fuerza de golpes o de puyazos es una simple cuestión de crueldad y cobardías colectivas, no una cuestión de libertad.

Justificar ese maltrato aduciendo una supuesta importancia turística y económica, un cinismo intolerable.— Paloma Nicolás Muñiz. Cartas al director, El País.